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Sobre la Predicción en Ciencias

Sociales
Felipe Torres
Universidad Alberto Hurtado
Quinto año de Sociología

Resumen

Si nos regimos por la bifurcación tradicional de las ciencias tenemos por un


lado un conjunto de disciplinas que se dedican a explicar los fenómenos de manera
objetiva y predictiva, y por otro tenemos un conjunto análogo que se preocupa por
interpretar sentidos y manifestar tendencias de comportamiento particular sobre el
actuar humano. Las primeras se conocen como ciencias naturales empírico-analíticas y
las segundas como ciencias sociales histórico-hermenéuticas.

Siguiendo tal dicotomía, observamos que las ciencias naturales identifican


leyes y junto a ello la posibilidad de predicción; mientras que las ciencias sociales, en
tanto disciplinas comprensivas-interpretativas, difícilmente lo logran. El presente
ensayo apunta a problematizar el supuesto de la predicción de fenómenos por parte de
las ciencias históricas, considerando por un lado la mutabilidad de numerosos
acontecimientos y por otro la relativa circularidad o recursividad de ciertos procesos.

Según la historia de las ideas existe una dualidad de tradiciones que se


preocupan por definir un método científico propio a las ciencias. Por un lado se
encuentra el galileanismo –o tradición galileana– que se traduce, primero, en
un esfuerzo por explicar y predecir fenómenos en relación a la particularidad
que se ubica dentro de un contexto general, lo que a su vez es universalizable.
Von Wright1 atribuye a esta corriente el posterior devenir del positivismo con su
consecuente monismo metodológico –idea de unidad del método científico
entre la diversidad de objetos de investigación–, que por otro lado se presenta
como un canon ideal de metodología; y, como tercera característica, la de
definir el quehacer de la ciencia en un paradigma explicativo-causal donde los
casos individuales se sumen a las leyes generales de la naturaleza, y
naturaleza humana en particular. Desde esta perspectiva la pregunta por la
existencia o potencialidad de una eventual predicción en las ciencias del
espíritu queda resuelta en el momento mismo que se presenta un canon ideal
de investigación metodológica aplicable o generalizable a todo el conjunto del
conocimiento que se jacte de ser científico. En este sentido el carácter
1
Von Wright, G.H (1987). Explicación y Comprensión. Alianza, Madrid. Pp. 19-21

1
explicativo de la ciencia, no bifurcada entre las específicas de la naturaleza y
las particulares de lo humano, se extiende a la totalidad de lo que por ciencia
abarca el término. Por lo mismo las ciencias humanas al estar imbuidas de este
espíritu metodológico explicativo, se ven en la necesidad propia de postular
fenómenos causales referentes a leyes universales que por su lógica positiva
deben explicar y predecir a los mencionados fenómenos, aunque estos traten
sobre seres humanos.

En la vereda opuesta se encuentra la rama de tradición científica que


defiende, en contra de los principios positivistas, un esfuerzo por comprender
los hechos de un modo aprehensivo más que causal-explicativo. Esta tradición,
que Von Wright2 denomina aristotélica, es responsable de la descendencia que
recaería en la hermenéutica. Sumado al afán de aprehender la explicación
fenoménica, se evita el patrón metodológico de las ciencias naturales como
ideal regulador único y supremo de la comprensión racional de la realidad. En
esta línea, a mi parecer, la predicción juega un papel menor, sino inexistente,
ya que el acento de la ciencia debe ser enfatizado en la verstehen (comprensión)
de la que habla Droysen y posteriormente Weber. Claro está, y es fundamental
no olvidarlo, que dicha aprehensión comprensiva, y también interpretativa, es
un principio reducido a las ciencias del espíritu cuyo objeto de estudio es en
sustancia, radicalmente diferente del de las ciencias naturales. Por tanto a
diferencia de la línea positivista que intenta abarcar con su método la totalidad
de las ciencias; las ciencias particulares intentan materializar una forma de
generar conocimiento que sea identificable sólo a ellas, sin negar que para las
ciencias naturales el método positivo es indudablemente efectivo.

Ahora bien, esta distinción sobre la verstehen y la erklären (explicación) que


se realiza sobre las ciencias del espíritu y las de la naturaleza respectivamente,
es una diferencia que nace como respuesta al monismo metodológico como
canon supremo de las ciencias en su conjunto a que apelaba el positivismo, y
que a su vez intenta dar curso al nacimiento de las ciencias humanas. Comte y
Stuart Mill son dos de aquellos personajes que intentan trasladar al estudio del
ser humano las leyes metódicas del estudio físico-natural del mundo. Pero
antes que Comte y Stuart Mill, según Wilhelm Dilthey3; Descartes, Spinoza y
Hobbes son los mayores incitadores a este respecto ya que justamente ellos
son los precursores de una filosofía científica que aborde el ámbito de la
generación de conocimiento científico desde ciencias exactas como el álgebra,
la geometría y la aritmética cuyas leyes tácitas pudiesen ser atribuibles al
compendio de la ciencia en general. Pero en este sentido me parece que la
descendencia y progreso de la tradición aristotélica, la cual no presenta un
desarrollo continuo a lo largo de la historia sino que se da con ciertos “vacíos” –
por ejemplo el que se aprecia en el primer milenio de la era cristiana– no
permiten el ulterior devenir progresivo de una esfera de pensamiento, y
conocimiento, cuyo énfasis está superpuesto no en el saber utilitarista, por
poner un nombre, del quehacer científico en la elucidación del mundo natural,
sino más bien en las formas y elaboraciones racionales y no racionales de la
conducta humana como emisora de factores que merecen dilucidarse como
parte de los discursos sobre el conocimiento del ser humano que responden a
2
Ibíd. Pp. 18
3
Dilthey, W (1980). Introducción a las Ciencias del Espíritu. Madrid, Alianza. Cap. XIX. Pp. 131

2
las interrogantes sobre las acciones, creencias y costumbres así como también
sus formas de elaboración y reproducción, en el constante devenir de la
existencia. Es por esto que ha diferencia de la pretensión de universalidad en
las ciencias a la que aspira el positivismo, la verstehen de las ciencias del espíritu
está profundamente ligada sólo a la esfera en donde dichas ciencias se
desenvuelven, no intentando abarcar o colonizar el campo de las ciencias
naturales.

Por otra parte la consabida sustancialidad divergente de las ciencias del


espíritu con las de la naturaleza, da pie para que sea lógicamente posible la
afirmación que revela el carácter comprensivo de las ciencias humanas que a
su vez limita la explicación apoyada en la probabilidad inductiva no permitiendo
la predicción en referencia a la existencia o no de un hecho concreto, tal y
como sí ocurre en la física, la biología o la química. Por lo mismo se obvia la
posibilidad de establecer cánones referentes a leyes universales que le
permitan a las ciencias particulares predecir, con niveles de certeza apoyados
en el resultado de la suma de ciertos factores, la efectiva emergencia de
fenómenos sustentados bajo la legitimidad de lo llamado científico. No
obstante, dejar a la acción humana, su desarrollo y prominencia, fuera del
campo de la ciencia parece absolutamente descabellado ya que la ciencia
misma es en sí un tipo de conocimiento que se yergue como la potencia de
descubrir o desenmascarar todo aquello que a simple vista no se logra apreciar
como respuesta a la explicación fenoménica de lo que ocurre en la realidad,
desde una perspectiva netamente humana. Es por esto mismo que asiento
frente a la existencia de algo denominado científico sobre la posibilidad de
interpretación frente a la conducta humana y sus derivados, como parte de la
empresa que el conocimiento del ser humano por el ser humano efectúa con un
apelativo que se refiera al concepto de ciencia. Pero este concepto debe
guardar ciertos cuidados cuando se remita al estudio de lo humano ya que
como anteriormente hemos mencionado, su sustancialidad como parte de un
objeto que cambia, se desarrolla y crea en forma constante y autorreferente, es
consecuentemente diferenciada de la sustancia que da vida a los objetos que
la ciencia natural estudia –estabilidad, falta de conciencia y potencialidad de
modificar racionalmente el entorno-. Así entonces cabe preguntarse si no se
comete un error de proposición al momento de utilizar un término –ciencia– que
en su raíz es confeccionado aludiendo a ciertos criterios epistemológicos y
metodológicos que no se ajustan a lo que en palabras de Dilthey, son estas
hermanas menores4 o ciencias retrasadas que vendrían a ser las
aseveraciones de conocimiento que se desarrollan en torno al ser humano.
Efectivamente existe un cambio de conceptualidad del término ciencia en la
medida que remite a las ciencias de la naturaleza y exactas, o a las del espíritu
y humanas, porque también efectivamente sus objetos de estudio varían
notablemente, lo cual se traduce en una, así misma, notable diferencia en la
manera de abordar la investigación. Por lo tanto, se aprecia como una
perogrullada la, a mí modo de ver, diferencia epistemológica sumada a la
novedosa concepción ontológica y metodológica, que las investigaciones en
torno a la materia social, mental o histórica de la vida humana, posean al
momento de establecer como científicas las premisas de su develamiento. En
otras palabras, la aproximación del conocimiento científico, cuando desee
4
Dilthey, W (1980). Introducción a las Ciencias del Espíritu. Madrid, Alianza. Cap. XIX. Pp. 131

3
referirse al actuar humano, no puede menos que establecer métodos de llegar
al objetivo disímiles a los de la ciencia natural positiva que hemos entendido
anteriormente.

Luego de haber establecido que por la concreta diferencia que existe en


el objeto que se pretende estudiar dependiendo de si este es natural o remite al
ser humano, su método de investigación y manera epistemológica -y ontológica
si corresponde– de abordar dicho objeto debe variar explícitamente, es posible
entrar a la discusión de la forma en que el conocimiento debe confeccionarse o
emerger de acuerdo a un patrón metodológico en las ciencias del espíritu para
luego responder en cierta medida la interrogante por la predicción en el saber
referente al quehacer humano en sus diversas manifestaciones.

Considerando que la tradición de pensamiento que da pie a las ciencias


del espíritu en su forma de aprehender lo estudiado tiene que ver más que con
la explicación causal del fenómeno, con su comprensión e interpretación, es
posible afirmar que las teorías efectuadas en las ciencias humanas parten de
una construcción abstracta de la realidad que si bien tiene su raíz y fundamento
en el mundo palpable, empírico, no se remite a la totalidad de complejidad que
la infinita cantidad de variables presentes en un contexto determinado tienen la
posibilidad de incidir sobre el acto humano, sino que más bien reducen esa
complejidad dentro de una conceptualización y un campo de estudio
representativo que logre dar cuenta de una posible generalidad no universal
sino acotada a cierto espectro ya delimitado anteriormente en dicha
conceptualización. Por lo tanto la aplicabilidad de la teoría se ve coartada a la
dimensión que ella misma se ha autoimpuesto como el punto culmine de su
operatividad. Así mismo, mientras más ambicioso sea su proyecto interpretativo
o explicativo, mayor será el campo al que ella pueda ser aplicado, como
también mayor será la interrelación de elementos que darán complejidad al
sistema teórico que pretende aprehender la realidad.

Viendo así el panorama una ciencia humana que pretenda un tipo de


predicción frente a hechos articulados de cierta manera, creo que sólo podría
darse de una forma bastante limitada, anunciando fenómenos cuando a estos
les falte poco menos que sólo el reconocimiento del sentido común, ya que las
variables que se conjugan en una realidad son tan imprevistas y numerosas,
que aunque una teoría efectivamente realice un correcto análisis de los
elementos que la componen interrelacionados unos con otros, los factores que
han quedado excluidos al margen de su delimitación eventualmente podrían
jugar papeles decisivos. Sin embargo, creo que si la predicción no aspira a una
fundamentación exhaustiva de los supuestos que dan pie a una indómita
contingencia, es posible que en cierta medida la relación de los elementos que
dan vida a la teoría a modo de sintaxis simples –en el sentido de pocas
variables, no de pobres análisis– pueden dar respuesta a manera de luces
tendenciales sobre un patrón de comportamiento o evolución en el tiempo, que
dados los antecedentes y la evaluación teórica, podría verse llevado a cabo
como hecho empírico, comprobable. De este modo la respuesta sobre la
posibilidad de predicción en las ciencias del espíritu no se polariza en un
blanco o un negro, sino que se matiza en diversas nomenclaturas dependiendo
qué sea lo que se intenta abordar, dando pie a una proto opción predictiva.

4
Aventurándome a dar una respuesta ejemplificadora sobre la predicción en
materia sociológica, diría que me parece mucho más improbable que ésta se
de en procesos pasajeros del mundo histórico como revoluciones, guerras,
movimientos, etc., ya que por la misma constitución de ellos es casi fortuita su
emergencia, no así en realidades estables como la moral, el Estado, la religión,
el arte, etc. cuyo desarrollo se efectúa en un continuo que permite el
seguimiento y la relación de sus causas con la conexión de experiencias
pasadas remitidas al mismo contexto y revisadas con la misma teoría.
Claramente lo anterior es una aseveración que podría ser material para un
completo y complejo trabajo, por lo mismo delego su continuación a otra
empresa.

Para finalizar este ensayo me quedo con las palabras de Wilhelm


Dilthey, que a mí modo de ver, resumen en forma precisa la proposición
científica de las ciencias humanas:

“(La verdad de las ciencias del espíritu)… sólo reside en la relación con la realidad en que están
contenidas sus proposiciones abstractas. Mientras mantienen la posición de sus proposiciones frente a la
realidad de que han sido abstraídas; conservan estas proposiciones, por abstractas que sean, la medida de
su validez acerca de la realidad.”5

Bibliografía

Dilthey, W (1980). Introducción a las Ciencias del Espíritu. Madrid, Alianza. Capítulos
XVIII y XIX

Von Wright, G.H (1987). Explicación y Comprensión. Alianza, Madrid.

5
Dilthey, W (1980). Introducción a las Ciencias del Espíritu. Madrid: Alianza. Cap. XVIII. Pp. 124

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