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EL DISEÑO DE LAS INVESTIGACIONES SOBRE DROGAS DE DISEÑO:

COMENTARIOS CRÍTICOS ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN SOBRE LOS EFECTOS DEL MDMA


Yolanda Fontanil Gómez y Esteban Ezama Coto *
Departamento de Psicología. Universidad de Oviedo
*Centro de Investigaciones Comunicacionales. Oviedo

Mayo de 1996

Resumen: En este trabajo tratamos de poner al descubierto la pésima influencia de los prejuicios de los
investigadores en el diseño y, sobre todo, en la exposición de resultados de las investigaciones sobre los efectos
del MDMA. Examinamos aspectos metodológicos claves y los abusos que se cometen en la generalización de
resultados.

Introduccion

La 3,4 metilendioximetanfetamina es un derivado de las anfetaminas que tiene parecidos


químicos tanto con alucinógenos como con estimulantes. Después de una etapa de relativa
oscuridad la MDMA sale a la luz a finales de los años 60 y desde entonces va ganando
popularidad como droga recreativa y como instrumento psicoterapéutico (Peroutka, 1987).
Autores de varios paises han defendido que la MDMA tiene efectos beneficiosos cuando se usa
en contextos psicoterapéuticos. Greer, Beck y Wolfson en Estados Unidos, Downing y Nichols
en Suiza o Grob en Alemania, defienden con sus investigaciones que no se ha demostrado que
un uso pautado de la MDMA tenga efectos perniciosos (Beck y Rosenbaum, 1994; Downing,
1986; Grob, 1992; Greer y Tolbert, 1986; Greer y Strassman, 1985; Nichols,1986). Frente a ellos
autores como Ricaurte, Whitaker-Azmitia, Commins, Schmidt o Price presentan informes
acerca de la neurotoxicidad de la MDMA en animales y humanos y sobre la aparición de
trastornos psicológicos en consumidores de esta substancia (Commins et al., 1987; Mc Cann y
Ricaurte, 1992; Price et al., 1989; Schmidt, 1987; Whitaker-Azmitia y Aronson, 1989). Por un
lado se pretende haber constatado consecuencias positivas del consumo de la substancia:
mayor facilidad para las relaciones interpersonales, mayor consciencia de las emociones
propias y ajenas, mayor empatía, disminución de las defensas en las relaciones con los demás,
disminución del miedo, la ansiedad y la agresividad y mejor recuerdo de acontecimientos
pasados (Liester y cols., 1992; Hermle y cols., 1993; Solowij y cols., 1992). Por el otro, haber
constatado, igualmente, consecuencia negativas: neurotoxicidad, agresiones, psicosis atípicas,
depresiones, trastornos de pánico, psicosis paranoide, sentimientos de despersonalización y
desrealización, dificultades de concentración y fatiga. Estos "hallazgos" provienen de estudios

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muy diversos: informes de universitarios que han usado la substancia, recogidos mediante
cuestionarios; informes voluntarios de personal sanitario que también han consumido la
substancia; estudios de casos de trastornos psicológicos en personas que se presentan en
centros asistenciales, y trabajos experimentales y cuasi experimentales con ratas, monos y
humanos.

En los ámbitos científicos todos confiamos en que este tipo de polémicas se resuelvan
haciendo más investigación y más reflexión, sin embargo este no parece ser el procedimiento
en la polémica sobre la bondad de la MDMA. La cantidad de investigaciones publicadas sobre
el tema es sumamente pequeña si se compara con lo que se investiga en cualquier otro tema
polémico en Psicopatología (y no cabe achacar la escasez de investigaciones a lo reciente de la
confrontación que se inicia hace más de diez años) y, además, los fallos en la metodología de
las investigaciones y la persistencia en concluir que hay claridad en los resultados, pese a a las
críticas de los contrincantes, llevan a pensar que la ideología está pesando demasiado en los
argumentos científicos de los polemistas.

Lo que hacen los detractores

Para que los resultados de una investigación sean generalizables el requisito es que la muestra
sea representativa de la población que se quiere estudiar. Este es un principio metodológico
elemental y por ello se tiene en cuenta tanto el tamaño de la muestra como las características
de la misma, a la hora de sacar conclusiones. Cualquier investigador y cualquier director de
revistas científicas sabe que no se pueden sacar conclusiones sobre las consecuencias que
tiene el consumo de una substancia en una población si las características de los sujetos de la
muestra no son representativas de las de la población y si la muestra no tiene un tamaño
suficientemente grande. Pues bien, los detractores de la MDMA incurren en abusos notables
en este asunto. Leyendo los estudios que tratan sobre las repercusiones psicopatológicas
directas o indirectas de la MDMA, sorprende que los que se dicen claramente demostrativos
de los efectos de la substancia usen muestras tan pequeñas. Es realmente asombrosa la
desproporción entre el tamaño de las muestras y la rotundidad con la que los investigadores
concluyen y generalizan a partir de sus observaciones o resultados. Por ejemplo, el estudio que
Haynes y Mc Kinney (1986) presentaron en la primera conferencia sobre la MDMA, celebrado
en Oakland, concluye afirmando que el consumo de MDMA está asociado a la aparición de
trastornos psicóticos. El tamaño de su muestra es de dos sujetos. Con este tamaño muestral ha
habido más trabajos que llegan a conclusiones igual de rotundas: En 1994 Cassidy y Ballard
publicaron otro estudio en el que vincularon el consumo de MDMA con la aparición de
trastornos paranoides y obsesivo-compulsivos a partir de una muestra de dos sujetos. Mc
Cann y Ricaurte (1992) relacionaron la MDMA con los trastornos de pánico, y esta vez su
muestra era de un sujeto. En Irlanda, Keenan y sus colaboradores (Keenan et alt. 1993)

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establecieron la misma relación también con una muestra de un solo sujeto y los italianos
Pallanti y Mazzi (1992) llegaron a la misma conclusión con una muestra de tres sujetos.

Hay estudios con un tamaño muestral mayor y resultados igualmente rotundos y adversos para
los defensores del MDMA: el trabajo de Schifano y Magni (1994), con siete sujetos y el de Mc
Guire et al. (1992) con trece sujetos, en los que se relacionó el consumo del MDMA con
tastornos psicóticos, ataques de pánico, reacciones agresivas, sentimientos de desrealización,
ilusiones, alucinaciones y trastornos cognitivos, pero aquí entrá en juego otra imprudencia
asombrosa: los investigadores tomann como criterio de semejanza "haber consumido
MDMDA", sin más precisones, cuando se trata de llegar a conclusiones acerca de la relación
entre psicoptología y uso de MDMA. Los investigadores trabajan con sujetos que han
consumido cantidades muy heterogéneas de substancia y en lapsos de tiempo muy desiguales
sin diferenciación alguna: sujetos que dicen haber consumido una única dosis en un sólo día
junto a sujetos que declaran haber usado diaria y regularmente la MDMA durante años y otros
que dicen usarla habitualmente los fines de semana. Todo en el mismo saco. Por ejemplo:
entre los casos presentados por Schifano y Magui (Pádova, Italia, 1994) el número 3, un varón,
había consumido la substancia en 20 ocasiones durante 6 meses en dosis de 300 mg. a
intervalos de entre 5 y 7 días; en el mismo estudio se informa sobre otro varón que había
consumido casi diariamente dosis de entre 200 y 600 mg en dos rachas de 20 días distanciadas
6 meses entre sí. Los dos forman parte de la misma muestra de siete sujetos y las conclusiones
pretenden ser aplicables para todo uso de la MDMA. ##Otro ejemplo llamativo, pero no único,
nos lo da el trabajo de Mc Cann y Ricaurte (1992) donde se concluye que una sóla dosis de
MDMA puede causar por si misma un trastorno de pánico en un sujeto sin problemas
psicológicos. Es como si no cupiese sospechar que la dosis y la periodicidad puediese tener
una influencia capaz de introducir una heterogeneidad incontrolada en la muestra (raquítica,
por lo demás).

Respecto a la comprobación de la presencia de MDMA y/o de otras sustancias, en algunos


estudios se hace referencia a que los sujetos eran consumidores, a la vez, de otras substancias
psicotropas, mientras que en otros estudios no se hace referencia ni se controla esa
posibilidad. De hecho, en la mayoría no se comprueba la presencia de substancias psicoactivas
en el organismo de los sujetos, ni siquiera la presencia de MDMA. Como los mismos Schifano y
Magni (1994) reconocen, en los casos estudiados son los propios sujetos los que
voluntariamente refieren el uso de MDMA. Los sujetos comentan fácilmente el consumo de "lo
que ellos creen que es MDMA", a continuación los investigadores relacionan el estado físico y
las actividades psíquicas de ese sujeto con la MDMA sin realizar en muchos casos una analítica
cuidadosa de otras sustancias y concluyen como si no pudiese haber habido consumo de esas
otras sustancias.

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Ante semejantes descuidos no es extraño que autores menos deseosos de adjudicar efectos
adversos a la substancia los desestimen. Leister y sus colaboradores, por ejemplo, critican en
1992 el trabajo publicado por Dowling et al. (1989), en el que refieren 5 muertes atribuibles al
consumo de MDMA, señalando que para realizar el trabajo en cuestión Dowling y sus
colaboradores no tuvieron en cuenta la presencia de otras substancias (como barbitúricos,
analgésicos y alcohol), que podrían haber ocasionado la muerte ni, tampoco, otras
alteraciones potencialmente letales presentes en los casos de la muestra: arterioesclerosis
vascular, cardiopatía isquémica, asma bronquial y electrocución (Liester et al., 1992).

Quienes estudian la relación entre la aparición de trastornos psicopatológicos y el consumo de


MDMA, en general, no suelen comprobar la existencia de trastornos psicológicos previos al
inicio de consumo y los que lo hacen se conforman con informes verbales sin usar
instrumentos especificamente diseñados para detectar problemas psicopatológicos.

Mc Cann y Ricaurte, por ejemplo, parecen claros partidarios de situar el comienzo de los
trastornos tras el inicio del consumo de MDMA, pero en el caso que exponen en 1992 acerca
de un sujeto que experimentó trastornos de pánico tras una sola toma de MDMA y en el de
1991, en el que exponen dos casos de depresión tras la autoadministración de esa misma
substancia, se olvidan de que los sujetos tenían una historia previa de abuso de psicotropos y
de trastornos psicológicos. El caso que relatan en el trabajo de 1992 es el de un joven que al
día siguiente a la ingesta de MDMA comienza a sentirse fatigado y con dificultades de
concentración, cuatro días después sigue la insatisfacción y cree que el MDMA ha dañado su
corazón. Termina en Urgencias con un diagnóstico de trastorno de ansiedad y semanas
después comienzan los ataques de pánico que tratan los autores. Pues bien, en ningún
momento los autores parencen tener en cuenta: 1) Que de la inexistencia de información
previa acerca del estado psicológico del sujeto no puede concluirse que necesariamente haya
una ausencia de problemas. 2) Que la secuencia por la que pasa el joven: dificultad de
concentración, pensar que el MDMA le ha dañado el corazón, experimentar más ansiedad,
ingresar en Urgencias y experimentar ataques de pánico, puede ser explicada, de una manera
desfavorable para su hipótesis, por la conocida influencia de las expectativas y los
pensamientos del sujeto en el incremento de la ansiedad y en el surgimiento de ataques de
pánico. ¿Se debería concluir entonces que el segundo ataque de pánico se debe a una
expectativa de enfermedad, a un aprendizaje previo o a problemas personales para los que el
sujeto no tenía solución? No, por las mismas razones que no se puede aceptar la anterior
conclusión sin una historia previa, un análisis detallado del funcionamiento psicológico y social
del sujeto antes del problema, un análisis del periodo que va desde la ingesta del MDMA hasta
la aparición del trastorno y del intervalo hasta su reaparición. Pero, lejos de toda prudencia,
cuando después de haber conseguido que cesaran los ataques de pánico, el sujeto vuelve a
ingresar porque experimenta dificultades respiratorias, McCann y Ricaurte concluyen que es
ésta la prueba de que el sujeto tiene alterado el funcionamiento central noradrenérgico por la

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ingestión de MDMA realizada meses antes, ya que la medicación que estaba tomando era de
simpaticomiméticos, aunque tal alteración no parecía haberse detectado ni siquiera
indirectamente en alguno de los análisis previos. Pallanti y Mazzi (1992) tampoco vacilan al
atribuir a la MDMA tres casos de trastornos de pánico, sin tener en cuenta que dos de ellos
referían acontecimientos vitales estresantes en los meses anteriores al primer episodio: un
divorcio con cambio de residencia y graves problemas laborales. Por si la reflexión no bastase
para infundir algo más de prudencia, en otro trabajo de este tipo, mucho más cuidado, se
pueden encontrar buenas razones para trabajar con precaución. Mc Guire y sus colaboradores
realizan un estudio con 13 sujetos en el grupo de casos y otros trece en el grupo de control
(uno de los pocos que utilizan grupo de control). Aquí los consumidores de MDMA eran
usuarios habituales de la substancia, con al menos un año de uso regular en fiestas de fin de
semana o con un uso aún más frecuente, pero la mayoría eran también consumidores
habituales, además, de otras substancias. Mc Guire y sus colaboradores examinaron a estos
sujetos con el PSE y les atribuyeron diagnósticos que mayoritariamente pertenecían al grupo
de las psicosis (con delirios de persecución, temas fantásticos, delirios de referencia, de
alteraciones corporales y de infidelidad). Los sujetos informaron además sobre distorsiones
visuales de distintos tipos (gente minúscula, arañas gigantes, objetos que se movían en la
periferia del campo visual, flashback, etc.) y presentaban ataques de pánico. Pues bien, uno de
los sujetos había buscado ayuda por los mismos problemas antes de iniciarse en el consume
de MDMA y otros seis lo habían hecho por otros problemas. Con esto ya más de la mitad de la
muestra de casos había manifestado trastornos psicopatológicos anteriores al uso de MDMA.
Además, un considerable número de familiares de primera línea había solicitado consultas
previas de salud mental: 2/3 de la muestra. Esto, unido a los trastornos previos de los sujetos,
nos deja con solo dos personas de las que no se conocían problemas serios en su entorno
cotidiano. Prudentemente McGuire et al. (1994) concluyeron que sólo se daban trastornos
psicopatológicos en una minoría de usuarios de MDMA ya predispuestos, ya que, además, su
muestra de 13 sujetos había podido ser reclutada en distintos servicios de salud mental en
Londres en un lapso de casi dos años.

Por último veamos uno de los trabajos más esgrimiodos por los detractores de la MDMA. En
un trabajo destinado a demostrar su neurotoxicidad, Price et al. (1989) del Departamento de
Psiquiatría de la Universidad de Yale comparó un grupo de 9 sujetos voluntarios de entre 22 a
47 años con historia de uso de MDMA con un grupo control de 9 otros sujetos. Este trabajo se
proponía probar la neurotoxicidad del MDMA mediante la medición de la variación de los
niveles de prolactina tras inyectar por vía parenteral L-Triptófano, un precursor del 5HT cuyos
niveles se suponen alterados por el consumo de la MDMA ambos grupos se les inyectó L-
triptófano para medir la concentración de prolactina sérica posterior. Los resultados fueron
que mientras el incremento de prolactina en los controles era estadísticamente significativo, el
incremento de los niveles de prolactina en el grupo de usuarios no lo era. No obstante la
diferencia en los niveles de prolactina de ambos grupos no alcanzaba la significatividad

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estadística. Tampoco encontraron diferencias estadísticamente significativas en los informes
de los sujetos de ambos grupos respecto a sus sensaciones tras la administración del L-
Triptófano: disminución de la energía, sensación de felicidad y disminución de la somnolencia.

El trabajo tiene fallos sumamanete llamativos. En primer lugar hay disparidad en lo referente
a: la dosis habitual para los sujetos experimentales (de 50 a 200 mg), la frecuencia de consumo
(de 0,33 a 5 veces por mes) y el periodo de uso (entre 2 y 5 años). En segundo lugar, no se
mencionan análisis toxicológicos aun cuando se dice que tres sujetos (el 33%) admiten haber
estado usando marihuana en el periodo de abstinencia de drogas de tres semanas que se
había pedido que respetasen para no contaminar resultados. Además, y como señalan los
propios autores, la muestra de casos tenía en común haber sido trasladados en avión un día
antes de la prueba, circunstancia esta que no compartieron los sujetos del grupo control. Por
otro lado, y debido a que este estudio es citado como piedra angular de la neurotoxicidad del
MDMA, Grob et al. (1992) señalan que en el trabajo publicado los autiores olvidan mencionar
que sus 9 sujetos fueron preseleccionados de un grupo de 34 entre aquellos que tenían un
nivel inferior de ácido 5-hidroxindolacético, lo que produce una muestra con un claro sesgo
capaz de producir resultados indicativos de una disfunción central serotoninérgica. No
obstante la interpretación y la generalización que los autores hacen de los resultados es aún
más llamativa que las deficiencias metodológicas. El propósito de Price y sus colaboradores era
refutar las conclusiones de Peruotka et al. (1987) quienes afirmaban que no hay diferencias
significativas en los niveles de ácido 5-hidroxindolacético, metabolito del 5-HT en el fluido
cerebroespinal de cinco usuarios de MDMA. Para Price el método utilizado no permite captar
los cambios a nivel central en los niveles de 5-HT. Sin embargo, después de describir sus
propios resultados, y de reconocer que las diferencias entre el grupo de control y el grupo de
casos no son estadísticamente significativas, concluyen: "La evidencia sugiere una alteración
en la función del 5-HT en usuarios de MDMA y es consistente con estudios preclínicos en
animales de laboratorio en los que se encontró que el MDMA tiene graves efectos tóxicos en el
5-HT neuronal". ¡El fracaso en demostrar estadísticamente los efectos neurotóxicos del MDMA
se debería al reducido tamaño de la muestra!

Lo que hacen los defensores

Entre los defensores sobresalientes del uso (controlado) de la MDMA las cautelas
metodológicas no parecen mucho mayores. Se publica menos pero no es mejor lo que se
publica.

En el trabajo realizado por Hermle et al. (1993) en el Departamento de Psiquiatría de


Gottingen (Alemania) sobre efectos psicológicos del uso de MDMA, se dividió en dos grupos a
14 sujetos a los que se administra bien MDMA y MDA bien placebo para realizar
posteriormente evaluaciones psicométricas. En esta investigación las dosis y presencia de otras
sustancias fueron controladas. Según estos autores el grupo que toma las sustancias difiere en

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una mayor empatía, estado de insight, sentimientos de paz, facilidad para la comunicación,
logorrea e hiperactividad. Ahora bien, ###en sus conclusiones positivas acerca de lo benéfico
de la substancia se pasa por alto que ## de los siete casos del grupo experimental, en un caso
se produjo una psicosis tóxica, en otro una reacción disfórica y en otro un trastorno de
ansiedad. Los sujetos que forman parte de ambos grupos eran médicos en su mayoría y si los
datos fueran extrapolables a la población general con uso recreativo de MDMA, ya desde la
primera toma tendríamos más de un 30% de personas que necesitarían muy seriamente ayuda
psicológica.

Para terminar veamos una de las investigaciones más citadas entre los defensores de la
benignidad del uso de la MDMA: "Fenomenología y secuelas del uso de 3-4
metilendioximetanfetamina", del grupo del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de
California de Grobb, Bravo, Liester, Walsh... Este trabajo adopta un diseño de evaluación
trasversal con informes retrospectivos que, dicho sea de paso, es el diseño menos robusto
dentro de la estrategia correlacional. Selecciona una muestra de 20 psiquiatras que habían
usado MDMA sin excluir a ninguno. Se les entrevista para recoger datos demográficos,
médicos, psicopatológicos, frecuencia de uso, dosis, set y setting, efectos psicológicos y
fisiológicos, secuelas de la experiencia, cambios en los efectos del MDMA con el uso repetido y
actitudes hacia el MDMA incluyendo su opinión acerca de efectos neurotóxicos, abuso y
potencial terapéutico así como si administrarían MDMA en tratamientos psicoterapéuticos. En
los resultados se observan mayor número de informes sobre efectos positivos, sobre todo que
la substancia incrementa la habilidad para interactuar con los demas y que hace disminuir las
defensas en las relaciones interpersonales. Como principal efecto negativo se encontraba que
disminuía el deseo de ejecutar tareas físicas o mentales y que dismiunía el apetito. También se
encontraban secuelas a corto o medio plazo (una semana o más) tanto de carácter negativo
(disminución del sueño o el apetito a corto plazo) como positivo (aumento de la sensibilidad
hacia las emociones a corto plazo o mejora de funcionamiento interpersonal a largo plazo). Lo
más llamativo era que las secuelas a largo plazo eran mayoritariamente positivas. Respecto a
las actitudes hacia el MDMA en su mayoría los sujetos afirman creer que tiene un alto altísimo
potencial para la Psicoterapia por su capacidad de aumentar la empatía. Concluyen: "Esto es
consistente con los informes de algunos investigadores que han identificado al MDMA como
empatógeno (Adamson y Metzer, 1988)" Liester, 1992: 351.

Veamos ahora los fallos metodológicos, unos señalados por el grupo opositor de Price y otros
que nosotros mismos podemos apreciar:

1) La muestra no es al azar, ni representativa. "Es pequeña y autoseleccionada con un sesgo


potencial hacia informar sobre los efectos positivos del MDMA" (Kosten y Price, 1992: 353).
Son psiquiatras que trabajan con los investigadores y/o a sus órdenes.

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2) Las dosis son relativamente pequeñas (van de 1 a 25 usos en dosis de 100 a 200 mg) y la
investigación sobre neurotoxicidad debe realizarse con usuarios "más pesados".

3) Los informes son subjetivos unicamente, sin otras evaluaciones paralelas que confirmen o
refuten los datos. No hay en la investigación datos que señalen un aumento de las relaciones
interpersonales por ejemplo.

4) Son retrospectivos como ya hemos dicho. Liester ve en el carácter retrospectivo de los


estudios una prueba de la fortaleza de los datos, habida cuenta de que los sujetos están
informando sobre el consumo de una substancia ilegal. Tendríamos aquí una prueba de la
sinceridad de los sujetos. Price, sin embargo, apunta que el transcurso del tiempo hace que se
vea todo de color de rosa, por el olvido selectivo de las experiencias desagradables.

Conclusiones

Si creyeramos que los fallos metodológicos detectados obedecen al desconocimiento las


conclusiones del repaso que hemos hecho serían claras: Es necesario utilizar muestras más
amplias, uniformes y representativas; comprobar la presencia de sustancias psicoactivas,
utilizar grupos de control, elaborar diseños en los que se recoja la historia psicológica y médica
previa de los sujetos y exponer sencillamente los resultados estadísticamente significativos.
Pero, desgraciadamente, pasar por alto los defectos que se encuentran exige demasiada
ignorancia. Una ignarancia de la que los investigadores no dan ni la menor prueba cuando se
trata de criticar los trabajos de los antagonistas. Tanto descuido, de investigadores y de
editores, ha de venir de otra fuente. Puede que los detractores del MDMA estén intentando
sacar partido de una coyuntura política favorable en la que tdo va a valer con tal de que se
defienda la doctrina oficial, pero ¿cómo explicar los descuidos de los defensores? ¿Más rigor
les llevaría a obtener resultados favorables para los contrarios? ¿O intentan publicar cuanto
más mejor y no hay tiempo para refinar más los diseños?

En cualquier caso nos parece que la cuestión de si tomar MDMA facilita o no la aparición de
disfunciones psíquicas en quienes la consumen es suficientemente importante como para
intentar que sean los resultados los que respondan. Nos parece que se debe exigir que quienes
pretenden demostrar los beneficios o los perjuicios se esfuercen por encontrar los arreglos y
los diseños que se lo permitan, y que no se debe esperar que sea la ideología de los lectores la
que rellene el hueco entre lo que dicen los resultados y lo que dicen las conclusiones. ¿O será
que los lectores habituales de revistas científicas están dispuestos a rellenar lo que haga falta
con tal de que se concluya lo que ya creían de antemano?

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