Cumplir con los tiempos y las formas para las promociones políticas
Jaime Mireles Rangel
En un principio de siglo avasallado por la tecnología en telecomunicaciones y la cibernética, que
aceleran las cosas tanto en el tiempo como en el espacio, la política no podría ser la excepción y prueba de ello son las candidaturas adelantadas. Hace apenas unos años vivimos un escenario de franca descomposición política en el ámbito federal, cuando de manera descarada y por demás grotesca se promovían candidaturas adelantas a favor de la pareja presidencial. Vicente Fox, en lugar de asumir su responsabilidad pública optó por ocupar el papel de jefe de campaña de su esposa, lo cual dejó a su gabinete desarticulado y descuidó la toma de decisiones en asuntos relevantes para el país. El mal ejemplo que dejó el gobierno foxista al final de su mandato, consistió en que la mayor parte del equipo presidencia no sabía qué hacer. Se evidenciaba una ausencia casi total de dirección. Esto dio lugar para que los miembros de su gabinete eludieran sus responsabilidades y recurrieran a la salida fácil de culparse unos a otros cuando las cosas salían mal. Todos estaban a la defensiva, unos cuidando celosamente los privilegios de que gozaban y otros le apostaban a un futuro más promisorio a través de la construcción de su posible candidatura, a costa de las ineficiencias y torpezas de sus competidores políticos. Esa debió haber sido una enseñanza más que enriquecedora para todos aquellos que pretenden adelantarse a los tiempos políticos marcados por la política para la sucesión en los tres ámbitos de gobierno; no obstante, parece que ningún ejemplo de fracaso es suficiente cuando se tiene una desmedida ansia de poder. La elección para gobernador del estado de Campeche está programada para julio de 2009; es decir a más de un año de distancia, pero las barajas ya se empiezan a destapar, unas por las manos expertas en el juego político y otras más con el esfuerzo propio. Incluso ahora el PAN y el PRD estatales, ante la carencia de verdaderos líderes con fuerte arraigo y reconocimiento popular, aspiran a llevarse a políticos priistas a su partido y les demuestran descarada simpatía para que encabecen luchas electorales en 2009, cuando, con toda certeza, no cuentan ni con la aprobación ni con la decisión del aludido. Las aspiraciones a ocupar el cargo de gobernador, senador, diputado o presidente municipal son legítimas, aún cuando para contender se tenga que dejar a medio curso un encargo público, condición sine cuanon sobre todo para aquellos que trabajan en cualquiera de los tres ámbitos de gobierno. No obstante, para poder acceder a ser candidatos a puestos de elección popular es indispensable que no utilicen tiempo y recursos federales, estatales o municipales en promociones personales, pues se perjudica a las instituciones a las que sirven y denotan una falta absoluta de ética política. En este sentido, quienes se desempeñan como servidores públicos y que realizan campañas políticas con miras a ocupar un puesto de elección popular en 2009, deben renunciar, pues la percepción ciudadana que no admite que políticos se encumbren apoyados en la utilización de recursos del erario público. Cuando aún le faltaba más de año y medio para concluir su gestión al gobernador de Campeche, Jorge Carlos Hurtado Valdez, ya había movilizaciones de aspirantes a sucederlo. A finales de noviembre de 2008, las campañas ya están a la orden del día. En Campeche, los ciudadanos no deseamos ver a nuestro gobierno inmerso en un escenario de canibalismo político, donde los funcionarios públicos dediquen su puesto, su tiempo y los recursos estatales para promoverse políticamente. Es necesario frenar pretendidas prácticas de algunos adelantados que se desempeñan como funcionarios públicos. Por su parte, el gobierno federal debiera ponerles coto a los delegados federales para que dejen de promoverse políticamente en cuanto acto se les ponga enfrente y que utilicen los recursos del pueblo para alimentar sus ambiciones políticas. Es muy importante que nuestros políticos sean mucho más cuidadosos y que no por sus aspiraciones se afecte el funcionamiento de los gobiernos federal y estatal, y que debido al sobrecalentamiento político se afecten ámbitos de autoridad. Reconocemos que existen políticos con un alto sentido del deber, dispuestos a la entrega de sus talentos como conductores del esfuerzo social, con convicción de que el servicio público es una actividad que permite la mayor y mejor realización del individuo; sin embargo, existen tiempos y formas que deben acatar para ser, además, ejemplo de institucionalidad para la sociedad a la que pretenden servir.