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Dentro de poco cumpliré 63 años.

Con la excepción de un semestre en el college


cuando los trabajos escaseaban, y de un período de seis meses dedicado a buscar
trabajo día tras día después de irme de otro, he laborado duro desde que tenía 18
años. A pesar de algunos problemas de salud, todavía hago 50 horas a la semana y
desde hace siete u ocho años no he faltado al trabajo por enfermedad. Mi salario es
bueno, pero no heredé mi puesto de trabajo ni mi ingreso, y todo lo que hice fue
trabajar para llegar a donde estoy. Debido a la situación económica, no me retiraré
pronto, aunque estoy cansado. Muy cansado.

Estoy cansado de que me digan que tengo que “hacer llegar la riqueza” a gente que
carece de mi ética laboral. Estoy cansado de que me digan que el gobierno tomará
parte del dinero que he ganado, por la fuerza si fuese necesario, para entregárselo a
personas que por vagas o estúpidas no son capaces de ganarlo.

Estoy cansado de que me digan que tengo que pagar más impuestos para “que la
gente no pierda sus casas”. Por supuesto, si las perdieron por estar enfermas o
haber perdido sus empleos, estoy dispuesto a hacerlo. Pero si compraron
McMansiones o un condo de $250,000 a costa de un tercio de mi salario, entonces
dejemos que los congresistas de izquierda —que aprobaron a Fannie and Freddie y la
Ley de Reinversión en la Comunidad, las fuentes de la burbuja— los ayuden con su
propio dinero.

Estoy cansado de que millonarios de izquierda como Michael Moore, George Soros y
artistas de Hollywood, que viven lujosamente gracias a las oportunidades que
Estados Unidos brinda, me digan lo malo que es este país. En treinta años, si se
salen con las suyas, Estados Unidos tendrá la libertad religiosa y los derechos de la
mujer de Arabia Saudita, la economía de Zimbabwe, las libertad de prensa china, el
crimen y la violencia de México, la tolerancia de Irán hacia los homosexuales, y la
libertad de palabra de Venezuela. ¿Acaso no será hermoso el multiculturalismo?

Estoy cansado de que me digan que el islam es “una religión pacífica”, cuando a
diario leo decenas de historias de musulmanes que asesinan a sus hermanas,
esposas e hijas por el “honor” familiar; de musulmanes que provocan disturbios por
nimiedades; de musulmanes que asesinan a cristianos y judíos porque no son
“creyentes”; de musulmanes que queman escuelas para niñas; de musulmanes que
lapidan a adolescentes víctimas de violación por “adulterio”; de musulmanes que
mutilan los genitales a niñas pequeñas. Y todo lo hacen en nombre de Alá, porque el
Corán y la ley de la Shari´a les dicen que deben hacerlo.
Creo que “un hombre debe ser juzgado por los rasgos de su carácter y no por el color
de su piel”. Estoy cansado de que me digan que “la raza no importa” en el mundo
postracial del presidente Obama, cuando en realidad sí es lo que importa en los
trabajos en los que se aplica la discriminación positiva [affirmative action], en la
admisión con menos requisitos a los colleges y las normas menos rígidas de
graduación en el caso de las minorías (lo que no hace más que dañarlas), en los
contratos gubernamentales reservados, en la tolerancia de una cultura de la
violencia en los guetos y los niños sin padres, lo que afecta a las minorías más que
otras cosas, así como en la designación de senadores por Illinois. Pienso que es algo
bueno que tengamos un presidente negro y que un niño negro pueda hacer sus
tareas escolares en el buró donde Lincoln escribió la proclamación de la
emancipación. Pero hubiera deseado que el presidente negro fuese Condi Rice o
alguien que creyese más en la libertad y el individuo y menos en un gobierno
omnisciente.

Estoy cansado de un medio noticioso que piensa que la recaudación de fondos y los
gastos de toma de posesión de Bush fueron obscenos, pero considera que los de
Obama, tres veces mayores, fueron maravillosos. Que piensa que el que Bush hiciese
ejercicios diariamiente constituía una pérdida de tiempo presidencial, pero que
cuando lo hace Obama son un gran ejemplo público de control del peso y la tensión;
que ha examinado cada línea de los récords militares de Bush, pero nunca ha exigido
que Kerry de a conocer los suyos; que atacó violentamente a Palin por no tener la
experiencia suficiente para ser vicepresidenta después de dos años como
gobernadora, aunque promocionó a Obama como el presidente que potencialmente
sería el mejor de todos, pese a sus tres años como senador.

¿Se imaginan por qué la gente está cancelando sus suscripciones o pasándose a Fox
News? Les doy una pista. Yo no voté por Bush en el 2000, pero los medios de
comunicación y Kerry me pasaron a su campo en el 2004.

Estoy cansado de que me digan que en virtud de la “tolerancia hacia otras culturas”
debemos permitir que Arabia Saudita utilice lo que pagamos por el petróleo para
crear mezquitas y escuelas islámicas (madrasas) donde predicar el odio a Estados
Unidos, mientras que a ningún grupo estadounidense se le permite fundar iglesias,
sinagogas o escuelas religiosas en ese país para enseñar amor y tolerancia.

Estoy cansado de que me digan que debo reducir mi nivel de vida para combatír el
calentamiento global, un fenómeno que a nadie se le permite debatir. Mi esposa y yo
vivimos en un apartamento de dos habitaciones y compartimos los viajes de cinco
millas hasta nuestros trabajos. Poseemos también un condo de tres habitaciones
donde viven nuestra hija y nieta. Nuestra huella de carbono es aproximadamente un
5% de la de Al Gore, y si uno es más ecológico que Gore ello indica que es
suficientemente ecológico.

Estoy cansado de que me digan que los adictos a las drogas padecen una
enfermedad, por lo que debo contribuir a sostenerlos y tratarlos, así como pagar por
el daño que causan. ¿Acaso un germen gigante salió de un oscuro callejón, se
abalanzó sobre ellos y les introdujo polvo blanco en sus narices mientras luchaban
por impedirlo? Yo no creo que los homosexuales eligieron serlo, pero estoy
absolutamente seguro de que los drogadictos escogieron drogarse. Y también estoy
cansado del acoso de gente que está en la onda y me tratan como un anormal
cuando les digo que nunca probé la marihuana.
Estoy cansado de que a los extranjeros ilegales se les llama “trabajadores
indocumentados”, sobre todo aquellos que no trabajan, pero viven a costa de la
asistencia social o del delito. ¿Cuál será el siguiente paso? Llamar a los vendedores
de drogas “farmacéuticos indocumentados”. Y en modo alguno estoy contra los
hispanos. La mayoría de ellos son católicos y han pasado unos cuantos cientos de
años desde que los católicos quisieron matarme por mi religión. Desearía que se
acelerara el otorgamiento de la ciudadanía a todo hispano que pueda hablar inglés,
no tenga antecedentes penales y se mantenga a sí mismo sin que la familia viva de
la asistencia social, o que sirva con honor en las fuerzas armadas durante tres años.
Son éstos los ciudadanos que necesitamos.

Estoy cansado de que liberales y periodistas de café con leche, que nunca vestirían
el uniforme de la república ni dejarían a sus hijos cerca de una oficina de
reclutamiento, despellejen a nuestros militares. Ellos y sus hijos pueden permanecer
sentados en sus casas y hablar mal de gente mejor que ellos sin que nunca hayan
tenido de tomar decisiones instantáneas en circunstancias de vida o muerte.
¿Ocurren en una guerra cosas malas? Claro que sí. ¿A veces nuestras tropas se
portan mal? Seguramente. ¿Es comparable esto con las atrocidades que han sido la
política de nuestros enemigos durante los últimos cincuenta años, y sigue siéndolo?
Ni por asomo. Yo me sometería a todas las humillaciones y abusos que sufrieron los
terroristas en Abu Ghrai o Guantánamo, y que los críticos se sometan a ser cautivos
de los musulmanes que torturaron y descabezaron al teniente coronel de la Marina
William Higgins en Líbano, o de los musulmanes que torturaban en los cuartos llenos
de sangre de Al Qaeda que nuestras tropas descubrieron en Irak, o de los
musulmanes que cortaron las cabezas a niñas escolares en Indonesia por el simple
hecho de ser cristianas. Después compararíamos las impresiones. Los soldados
norteamericanos e ingleses son los únicos en el mundo a los que los civiles han
acudido en busca de ayuda y dádivas, en lugar de ocultarse por temor a ellos.

Estoy cansado de que la gente me diga que su partido posee el monopolio de la


virtud y el otro partido, el de la corrupción. Lean los periódicos: los incompetentes
son de ambos partidos. Y estoy cansado de que me digan que necesitamos el
bipartidismo. Vivo en Illinois, donde en la “Coalición Illinois” han trabajado juntos
demócratas y republicanos saqueando al público durante años. Y he observado que
el fraude fiscal en el gabinete de Obama también es bipartidista.

Estoy cansado de escuchar a deportistas, artistas y políticos acaudalados de ambos


partidos hablar de errores inocentes, errores estúpidos o errores de juventud,
cuando todos sabemos que el único error que admiten haber cometido es el que
permitió que los descubrieran. Estoy cansado de la gente, rica o pobre, que se cree
lo merece todo.

Y ya que menciono a los pobres, estoy cansado de que llamen pobres a gente con
casas y aire acondicionado, televisores de color y dos automóviles. La mayoría de
los americanos no tenían todo eso en los setentas, pero no pensábamos que éramos
“pobres”. Los chulos de la pobreza tienen que cambiar constantemente la definición
de pobre para que los dólares les sigan llegando.

Estoy cansado de las personas que no son responsables de sus vidas y acciones.
Estoy cansado de oírlas culpar al gobierno, la discriminación o cualquier otra
circunstancia de sus problemas.

Sí, estoy muy cansado. Pero también me alegra tener 63 años, porque, en general, no
voy a llegar a ver el mundo que esta gente está creando. Sólo lo siento por mi nieta.

Robert A. Hall es un veterano de Vietnam con los Marines que durante cinco
períodos ejerció de senador en el estado de Massachusetts.

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