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Impacto de la Ley de Participación Popular

(Publicado en El Deber, 14 de abril de 1995)

* Rubens Barbery Knaudt

Una de las principales preocupaciones que estudia e intenta solucionar la teoría económica
está relacionada con la distribución del ingreso en una sociedad. Digo que intenta
solucionar, porque es evidente que en todas las sociedades existen desigualdades en la
distribución de los recursos económicos entre los miembros que conforman el núcleo social
en análisis.

En nuestro país, existe consenso general a la hora de advertir que los recursos disponibles
están concentrados en ciertas regiones, lo cual impide el desarrollo global de la nación. Me
atrevería a decir que este es uno de los factores fundamentales para el atraso económico en
que se encuentra sumergida Bolivia y otra de las causas que mantienen a una gran mayoría
de la población en condiciones de extrema pobreza.

La desigualdad distributiva mencionada, se puede apreciar en toda su magnitud de la


lectura de algunos datos históricos que ayudan a reflejar esta realidad. Hasta junio de 1994,
el 90% de la distribución gubernamental por concepto de coparticipación en la recaudación
fiscal se repartía en los tres principales departamentos del País, léase, Santa Cruz,
Cochabamba y La Paz. Peor aún, el 91% de dichos recursos eran retenidos en las capitales,
relegando de esa manera a las provincias a la misma suerte de exclusión. Era necesario un
cambio, y debía desarrollarse de una forma racional, tomando en cuenta que los recursos
limitados conque cuenta el país y sin perder de vista el fin último, mejorar el nivel de vida
de la ciudadanía en general.

La mejor manera de evitar el despilfarro de los recursos, no es solamente entregarlos sujeto


a un nuevo criterio de distribución, sino incorporar a los sectores informales y por lo tanto,
a las personas que serán directamente beneficiadas con estos recursos en la toma de
decisiones. Si los sectores directamente afectados pueden decidir que fin se dará a los
recursos pertinentes, es muy difícil que se de la “malversación” de los fondos, ya que, si así
fuera, ellos mismos serían los perjudicados.

Desde la implementación de la Ley de Participación Popular, se divisan nuevos horizontes


que contribuyen a corregir las desigualdades históricas existentes en materia distributiva. Se
aplica un nuevo criterio de distribución, basado en la población existente en los diferentes
municipios del País, obteniendo cambios radicales en el monto de recursos que reciben los
sectores marginales. Así, para 1995, el 32% de la recaudación fiscal irá a los 6
departamentos de menor desarrollo relativo, mientras que el 61% irá a las provincias
disminuyendo de esa manera la desigualdad existente entre ciudad y campo. Asimismo, la
Ley permite que el 100% de la recaudación tributaria por concepto de inmuebles, vehículos
y transacciones referidos a dichos bienes, también sea destinada a los municipios. De esta
forma, la inversión municipal, de no significar más del 5% del total de la inversión pública,
pasa a tener una incidencia del 30%.

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Por otra parte, ahora que las comunidades cuentan con recursos que antes eran inexistentes,
recién se ha podido constituir en gobiernos municipales, siendo posible que se formen 308
nuevas municipalidades con base territorial. Al ser las autoridades municipales elegidas por
sufragio universal, la Ley se transforma en una descentralización política, en tanto las
municipalidades cuenta con suficiente autonomía frente al gobierno central, además de
capacidad normativa para el ejercicio de sus competencias dentro de las atribuciones de sus
respectivos concejos municipales.

La Participación de la población tradicionalmente excluida se incorpora al sistema vía la


creación de comités de vigilancia compuestos por representantes de las comunidades
indígenas, campesinas y juntas vecinales con el solo requisito de registrar su personalidad
jurídica reconocida por la misma Ley. Es necesario, además, jerarquizar cuáles son las
necesidades más apremiantes de la población por lo que se concluye que existen serias
deficiencias en el área de salud y educación.

Al entregar la administración de los hospitales, postas sanitarias, centros de salud y


escuelas – lo propio ocurre con los caminos vecinales, centros deportivos y culturales – al
Gobierno Municipal, se alcanza una descentralización administrativa que permite a las
municipalidades estar en contacto más cercano con la población, y solucionar de mejor
manera las limitaciones existentes en estos sectores.

Este proceso de descentralización municipal, se puede ver completamente en los niveles


departamentales, en caso de aprobarse el proyecto de Ley que están estudiando
instituciones civiles con el gobierno. Sería un paso definitivo para atenuar la estructura
centralista que ningún beneficio ha traído al Estado Boliviano.

En resumen, cabe destacar que la Ley de Participación Popular es una medida que
incorpora criterios económicos usando la mejor manera posible los recursos escasos con
que cuenta el Fisco, logrando así una mayor racionalidad administrativa. Se justifica
también, desde una perspectiva ética, al tener como fin último, la mejoría del nivel de vida
de la Sociedad Boliviana en su conjunto.

(*) Estudiante boliviano de Economía en Santiago de Chile.

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