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II

PERSONALISMO Y BIEN COMÚN

Para el hombre griego, y esto es un lugar común, los


géneros y las especies son eternos e inmutables, al par
que el individuo es mudadizo y perecedero. Esto deter-
minó en toda la cultura helénica, y en general, en todo
el mundo "antiguo" (greco-romano) la alta valoración
de lo general y necesario, frente a lo particular y con-
tingente. De ahí el débil acento con que se marca la in-
dividualidad, y el poco interés especulativo hacia el tema
de la persona. Por esto la filosofía clásica desconoce casi
toda la problemática de la existencia, pues se mueve en
un mundo de esencias intemporales. Si allí se habla de
inmortalidad, apenas se esboza como supervivencia de lo
general y abstracto que en el hombre existe. Por esto
para Aristóteles es sólo inmortal aquella parte del ser
humano que crea las esencias, el "nous pointikós", o "en-
tendimiento agente", como lo llamaron los escolásticos.
De encontrarse el griego con el existir como tema
fundamental de sus meditaciones, habría necesitado re-
hacer toda la especulación que venía elaborándose desde
los primeros presocráticos. En cambio, a la cultura he-
brea fue familiar desde el principio la "existencia", y en
el segundo de los libros sagrados, Dios se define a sí mismo
sin más, como el que existe: "Ego sum qui sum. Ait: sic
dices filiis Israel: qui est misit me ad vos" (Éxodo, III, tores de la Iglesia, hasta cierta época, no consideren fun-
14). Con todo, en la cultura israelita no se agitó mucho dada filosóficamente la inmortalidad del alma, sino ape-
la existencia necesaria del Ser Supremo, como problema nas verdad de fe, inalcanzable a la razón dejada a sus
filosófico; mas en cambio, es probable que el existir mis- propias fuerzas.
mo de cada hombre se les hiciese una cuestión de hecho, El dogma de la inmortalidad personal de una exis-
una facticidad, como hoy se expresa la filosofía. Aquí tencia creada, de una existencia de hecho, revoluciona
reside la razón de que entre los hebreos no hubiese una toda la cultura "antigua". Si entre los griegos, la idea
clara conciencia de la inmortalidad personal. El hom- de la inmortalidad permaneció en el ámbito de la reli-
bre, creado de la nada, vuelve a ella tras una vida terre- gión (y esto a pesar del Fedón platónico), en el cristianis-
nal, haya sido ésta honesta y virtuosa o sensual y de- mo el concepto citado hace amplio despliegue en todos
pravada. los campos de la vida especulativa y de la acción prác-
Pero es el cristianismo quien asume las dos grandes tica, hasta el punto de determinar uno de los caracteres
ideas de esas dos culturas precedentes: La vagarosa in- más vivos de la llamada "filosofía cristiana", pues esta
mortalidad entre los griegos y la idea de creación y, por tesis fecundiza muy buena parte de lo que Occidente es,
tanto, de surgimiento de una existencia, desde la nada, después de la venida de Cristo.
de estirpe hebraica. El existir es, ante todo, lo que inte- Para concretarnos a nuestro tema, hemos de decir
resa al cristiano. Y por esto Santo Tomás, aun allí donde que una de las concepciones más ampliamente afectadas
cree que simplemente repite a Aristóteles, no sitúa el por el mensaje cristiano fue precisamente aquella del
centro de su especulación en la composición de acto y Estado y de la sociedad civil. Max Scheler, para recha-
potencia, sino, como advierte Gilson, en la esencia y exis- zar la interpretación alemana del Estado, glorificada jus-
tencia, haciendo del existir el "acto" arquetipo, el ver- tamente como herencia de la cultura clásica, escribió re-
dadero acto. sueltamente: "Toda interpretación 'antigua' del Estado
Para una mente tan genuinamente racionalista co- fue eliminada de una vez para siempre por Jesús". ("El
mo Leibniz, trabajado íntimamente por sus creencias formalismo", II, p. 322).
cristianas, ha de surgir así inevitablemente la pregunta: Cuando el filósofo alemán escribía esta frase, cierta-
"¿Por qué hay ser y no más bien nada?" Los cristianos mente apenas gestaba la idea nacional-socialista que da
desde los primeros padres, colocaron el fundamento de de sí todo lo que es capaz al desencadenar la segunda
la creación en un acto de la voluntad libre de Dios; Dios guerra mundial. Pero es lo cierto que en la tercera dé-
crea libremente el mundo; y no es menester que cree el cada de este siglo, la concepción totalitaria del Estado
mejor de los mundos posibles, sino que de hecho crea se afinca impresionantemente, y empieza a realizarse
un mundo que tiene, por sí, su bondad. por entonces en la Rusia soviética y en la Italia fascista,
En esta forma se afirma una vez más la facticidad para culminar en 1933 con el ascenso de Hitler al po-
de la existencia finita, su esencial contingencia, tesis que der. Como ocurre siempre, desde finales del siglo XIX
se concilia con el dogma de la inmortalidad personal, co- se agitaban por doquier las ideas socialistas, entendidas
mo acto gracioso de Dios, que bien podría aniquilar de precisamente contra el concepto liberal individualista
nuevo lo creado. Por ello no es al azar que muchos doc- del Estado. Mas es obvio que ni los socialistas de cátedra
que se oponían en alguna forma a Carlos Marx, ni este vigor originario: "Dad al César lo que es del César y a
mismo filósofo y economista, estaban diciendo nada que Dios lo que es de Dios". Esto debía de sonar tan extraño
no se contuviese ya en la grandiosa teoría hegeliana del al oído "antiguo", como el amor a los enemigos que el
Estado. mismo mensaje divino predicaba. En torno de esta mis-
Con todo, las ideas tienen su sazón, y es lo cierto que ma sentencia parafraseada, hacía consistir muchos si-
ni cuando Hegel escribió, ni aun cuando Marx lanzaba glos después Enrique Heine, el último sentido de la Re-
con Engels el "Manifiesto comunista" (1848), ni tampo- volución Francesa: "Mucho tiempo llevamos dando al
co cuando se reúne el famoso Congreso Socialista de César lo que es del César, y ahora hemos decidido dejar
Eissenach (1872) el mundo estaba preparado para reci- algo para nosotros". Pues ante el majestuoso imperio
bir y aplicar las grandes concepciones universalistas, or- antiguo, Jesús proclama que no todo es del Estado, que
ganicistas, intervencionistas o como quiera llamárselas, no todo pertenece al César, que hay algo que es sólo de
y con las cuales se reaccionaba violentamente contra el Dios. He aquí la base del personalismo cristiano que in-
concepto tradicional del Estado Seguro, del Estado gen- surgirá en todas las instituciones políticas dándoles un
darme, en suma, contra el concepto liberal burgués de sello nuevo, completamente ajeno al sentimiento antiguo.
la sociedad y de la autoridad. Y es este personalismo el que fue menester acentuar
Uno de los temas que preside desde la más remota una vez más en este siglo, ante las voraces pretensiones
antigüedad toda la especulación política, es el del bien del totalitarismo. Y aunque el tema es de procedencia
común. Aristóteles lo hace objeto de meditaciones dete- evangélica, se ha suscitado nuevamente ahora, cuando
nidas en su obra capital sobre estos asuntos, igual que las injusticias sociales hacían realmente urgente una
en la "Éica Nicomaquea". Entre los romanos, la idea del apelación al bien común, para que el hombre dejase a
bien común pervive con vigorosa pujanza a través de un lado su egoísmo y sacrificara parte de su bienestar
todas sus instituciones, hasta poder acuñar la famosa al bienestar colectivo. Pero fue el bienestar colectivo el
sentencia: "Rem publica vivere necesse est, te vivere que en un momento quiso tomar para sí más de lo que
non est necesse". Pero si bien se reflexiona, esto no es le era justificable, hasta acabar por producir la natural
extraño para una cultura en donde la polis, la ciudad, reacción de los que entienden que la vida es una lucha
es el centro mismo de la vida humana. El griego y el ro- entre extremos, y que no es sino cómodo pero inacepta-
mano aplican al todo de la ciudad el mismo concepto ble instalarse en cualquiera de ellos, desconociendo los
supervalorizador que asignan a la especie y al género, fueros del extremo opuesto.
frente al individuo. "Sociedad" viene de "sequor", de se- Jacques Maritain fue de los primeros escritores cató-
guir, y el hombre al ser naturalmente social, recibe el sen- licos que lanzó la voz de alarma ante las invasoras aspi-
tido originario del vocablo: es apenas un secuaz, un segui- raciones de un intervencionismo estatal más allá de los
dor, una parte de la gran comparsa que constituyen la justos límites. Luchaba él principalmente contra el to-
multitud de los hombres en torno de esa idea abstracta talitarismo de izquierda y de derecha que ya hemos visto
de la polis, de la ciudad. florecía en Europa y en el mundo entero, hace treinta
Pero un día resuena en la boca de Jesús la frase que, años. Obras suyas como "Humanisme integral", no fue-
a fuerza de repetirse, ha perdido mucho de su tremendo ron sino el recuerdo de grandes temas de la doctrina
cristiana de la sociedad, explicados con criterio riguro- mismo es algo que comprende también el bien propio,
samente filosófico. Por todos es sabida la adhesión fer- pero absorbiéndolo en una síntesis superior. En cambio,
vorosa que el pensador francés alimenta hacia la doc- el colectivismo "peca por abstracción", pues "solicita
trina tomista, hasta considerársele hoy uno de sus más una enajenación del bien propio en cuanto tal y, por
autorizados representantes. El personalismo cristiano fue consiguiente, del bien común, puesto que es el mejor
finalmente objeto del mensaje pontificio en la Navidad de los bienes propios". Y continúa: "Los que defienden
de 1942, consagrado allí como la doctrina de la Iglesia. la primacía del bien singular de la persona singular se
Pese a todo esto, se quisieron buscar intereses distin- apoyan sobre esta falsa noción del bien común".
tos a los puramente doctrinales en los defensores del El autor pretende interpretar rectamente a Santo To-
personalismo. Se les tachó de cripto-liberales, aliados con más, considerando el aspecto del bien común en forma de
el judaismo internacional, justamente porque en nombre circuios concéntricos, de modo que lo que es el bien del
de ideas cristianas sobre la dignidad de la persona hu- círculo más alto, por fuerza resulta ser el bien del me-
mana, se reprochaban las atroces persecuciones a que nor de esos círculos. Así el bien común de la familia, se
eran sometidos los judíos en los Estados totalitarios, lla- torna bien propio ante el bien común de la sociedad que
mados de derecha, es decir, en Italia y en Alemania. a su turno absorbe a aquél, y el bien propio de ésta está
Pero en el estricto campo filosófico, no sin que se ocul- absorbido a su vez por el bien común universal que es
ten aquí no por nobles menos visibles motivos políticos, Dios. "Por otra parte, escribe, si la criatura racional no
se inició también una serie de publicaciones contra el puede limitarse enteramente a un bien común subordi-
personalismo cristiano, esta vez inspiradas precisamente nado, el de la familia, por ejemplo, o el de la sociedad
por autores católicos de insospechable ortodoxia. Una de política, no es porque su bien singular en cuanto tal sea
esas obras fue la del profesor belga Charles de Koninck: mayor, sino a causa de su ordenación a un bien común
"De la primacía del bien común contra los personalis- superior al cual está principalmente ordenado".
tas", traducida en España en 1952, cuando ya circula- Y más adelante, citando la Suma Teológica, asienta
ba allí, después de aparecer el original francés del tex- . lo que sigue: "Se alberga en nosotros, en efecto, tan per-
to de Koninck, el libro de Leopoldo Eulogio Palacio, "El fectamente la razón de parte, que la rectificación por
mito de la nueva cristiandad". Los solos títulos enun- relación al bien propio no puede ser verdadera más que
cian el propósito de sus autores de controvertir las tesis si es conforme y subordinada al bien común". Y aquí de
maritainianas. Santo Tomás: ". . . La bondad de una parte se considera
Todos los apartes del libro del filósofo belga, dedicado en proporción a su todo: por lo que San Agustín dice .. .
al rey Leopoldo, están constituidos con citas intercaladas que es mala toda parte que no es conforme a su todo.
de las obras de Santo Tomás sobre el bien común, en. Y dado que todo hombre es parte de la ciudad, es impo-
donde se revela un profundo conocimiento de la doctrina sible que un hombre sea bueno si no está perfectamente
del maestro medieval. El autor quiere mostrar cómo el proporcionado al bien común; ni el todo puede existir
bien que predica el colectivismo, no es sino un bien par- convenientemente sino mediante las partes a él propor-
ticular pluralizado, mas no estrictamente el bien común cionadas. Esta ordenación es tan integral que los que
de la filosofía tomística. Porque el bien común en el to- persiguen al bien común persiguen su bien propio ex
consequenti: "Primero (cita de Santo Tomás), porque
persiguen el bien común persiguen su bien propio ex dro, Juan y Diego", ya no hablamos de ejemplares de la
consequenti: "Primero (cita de Santo Tomás), porque especie "hombre" solamente, sino que nos movemos en
el bien propio no puede existir sin el bien común de la un plano no esencial sino existencial; no hacemos sim-
familia, de la ciudad o el reino. Por eso Valerio Máximo plemente una "metábasis eis allo genos", sino que tras-
dice de los antiguos romanos que preferían ser pobres en montamos la esfera de las esencias para entrar en el
un imperio rico que ricos en un imperio pobre. En segun- campo de las existencias.
do lugar ...", etc. Adversa a la concentricidad del bien común, tal co-
Las tesis del filósofo belga son, al parecer, más aris- mo la describe el autor que comentamos, está un texto
totélicas que tomistas, más helénicas que cristianas. de Santo Tomás que Maritain, por cierto, trae en apoyo
Aquí como en tantas otras ocasiones, Santo Tomás, cre- del personalismo: "El hombre no se ordena a la comu-
yendo repetir simplemente el pensamiento del "Filóso- nidad política según todo su ser y todas las cosas que le
fo" (esto es, de Aristóteles, como le suele llamar), estruc- pertenecen, y por eso no es necesario que todos sus ac-
tura una doctrina propia, porque en él estaba sin duda tos sean meritorios o no respecto de la sociedad. En cam-
alguna más arraigada su fe cristiana que su educación bio, todo lo que hay en el hombre, lo que puede y lo que
al modo de los griegos. Esa idea del bien común circular- posee, debe ordenarse a Dios; de ahí que todos sus actos,
mente concéntrica se aviene admirablemente a la jerar- buenos o malos, por su misma naturaleza tengan mérito
quía de especies y géneros, tal como se revela, por ejem- o demérito delante de Dios". (Suma Teol., 1-2, q. 21, a.4,
plo, en el famoso "arbor porphiriana". El género contie- 3). Jagger nos ha descrito la evolución aristotélica que
se opera desde el Protréptico, decididamente platónico,
ne en "extensión" la especie, al par que la especie lleva hasta la "Ética a Nicómaco", obra de senectud en que
en su contenido el género. Pero el cristianismo había in- el filósofo se creía ya curado del idealismo de su maes-
troducido aquí algo nuevo y desusado para el pensamien- tro. Por esto, a la altura de esta transformación, ya Aris-
to griego: el concepto de persona, de criatura racional, tóteles no cree que la virtud se confunde sin más con el
objeto de un acto individual de creación, a quien Cristo carácter de buen ciudadano, como era apenas deducible
había venido a redimir en una mirada igualmente indi- de las premisas platónicas: " . . . no es lo mismo ser hom-
vidual de su infinita misericordia. Esa persona, con un bre virtuoso que ser buen ciudadano", asienta en el li-
destino moral y religioso trascendente, recibe sobre sí, el bro V de su "Ética" postrimera.
peso de un deber de salvación intransferible a cualquier
totalidad de que, por otro aspecto, pueda ser y hacer Pero es lo cierto que Aristóteles no podía sacar muy
parte: "Qui creavit te sine te, non salvabit te sine te". largas consecuencias de este pensamiento, entre otras
De suerte que el árbol de Porfirio termina esta vez por razones, por la definitiva ya señalada, de que no se mo-
abajo, no con una simple enumeración, a la helénica, vía en plano existencial. Pero hay paralelismo en los dos
de simples ejemplares de la individualidad, así sean es- textos precedentes, si bien el maestro griego llegue a
tos tan ilustres como Sócrates o Platón, pero en todo consecuencias semejantes a las de su discípulo medieval,
caso, quantité negligeable, ante la dignidad de la espe- por vías completamente dispares.
cie, sino con una persona que desborda los planos esen- Y donde resalta con mayor vigor la posición perso-
ciales en que el cuadro del discípulo de Plotino resumió nalista que viene impuesta por el dogma de la persona-
la lógica aristotélica. Cuando en cristiano decimos "Pe- lidad moral y libre de cada ser humano, es en la trasla-
ción de la frase de Valerio Máximo que cita Santo Tomás, por lo mismo, personal e intransferible. El texto evangé-
y que aduce, a su turno, de Koninck: "Es preferible ser lico de la oveja descarriada cuya recuperación trae más
pobre en un imperio rico, que rico en un imperio pobre". alegría que la vista de todas las que están en el aprisco,
Esto que es indudable en el campo del bien común de la abona también la tesis personalista. Está bien que San
ciudad, en cuanto bien temporal, es intrasmutable al Agustín exclame "Felix culpa" para aludir a la de Adán
campo moral y religioso. O valdría decir: "Prefiero ser en el Paraíso, por la cual vino a nosotros el Redentor del
malo en un imperio bueno que bueno en un imperio co- mundo. Pero estaría muy mal que esto lo dijese el pro-
rrompido"? ¿Qué duda cabe que el bien común es el del pio Adán, y dicho desde su punto de vista personal, y en
imperio bueno? ¿Quién puede negar que, desde el punto relación con su propia situación de pecador, la expresión
de vista de la especie, de la generalidad, es preferible la tendría el carácter de blasfemia: "Felix mea culpa", se-
bondad moral de todos que la bondad moral de uno solo? ría la más alta manifestación de ese pecado que se de-
Y adviértase que no digo: "Bondad moral del todo, sino nomina la tentación a Dios.
bondad moral de todos, lo que es visiblemente diferen- Pero este personalismo, mirado cristianamente, no
te. Pero en el campo moral, ni la moral del todo implica significa un egotismo, ni menos un vulgar egoísmo. Por
la moralidad de uno de sus miembros, ni la moral de to- eso, como dice Santo Tomás en el texto citado antes,
dos (tomando todos en el sentido estadístico, es decir, "todo lo que hay en el hombre, lo que puede y lo que po-
del gran número), es equivalente a la moral de cada uno. see, debe ordenarse a Dios". Y en esto el cristianismo se
Pero volvamos al texto del romano: tal como se enun- vincula esta vez sí con el pensamiento griego de la ob-
cia arriba, vale para la riqueza, y vale igualmente enun- jetividad. Nuestra bondad moral no ha de ser un narci-
ciándolo en primera persona de singular: "Prefiero ser sismo moral. La situación existencial de la persona que
pobre en un imperio rico que rico en un imperio pobre". la hace ajena al género y a la especie, no la desvincula
De suerte que respecto del bien temporal de la ciudad, el sin embargo del valor objetivo que en el cristianismo no
texto es válido, verdadero, desde el punto de vista del es otro ni puede ser otro que el mismo Dios. Todos los
género o especie, como del punto de vista personal de bienes comunes circularmente concéntricos que un pen-
cada uno. Pero en el campo moral y religioso, el texto samiento helenizante podría elaborar fácilmente, pero
sólo es válido en el sentido impersonal: "Es preferible con error, como propios del cristianismo, quedan empali-
que haya un hombre malo en un imperio bueno a que decidos ante el verdadero bien común que es Dios. Es el
exista un hombre bueno en un imperio malo". Pero es sentido de la frase evangélica: "Busca el reino de Dios
inaceptable y totalmente rechazable como enunciado de y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura".
primera persona: "Prefiero yo ser malo en un reino bueno Y en esta añadidura está, sin que quepa duda alguna,
que el único bueno en un reino malo". la propia salvación del alma. Bien sabido es que en la
Planteada así la cuestión, salta a la vista la imposi- historia del cristianismo, tras la herejía luterana, fue me-
bilidad de la tesis del bien común en cuanto este bien nester recabar ahincadamente sobre el tema de la salva-
común toma su inspiración en el mundo helénico de las ción del alma, pues Lutero la había dejado al puro ar-
especies y los géneros. Porque desde la altura cristiana, bitrio divino, sin intervención para nada de nuestras
nadie puede ser osado a semejante preferencia, a causa propias obras. Pero el cristianismo de todos los tiempos
precisamente de que su dignidad moral es existencial, y predicó fundamentalmente el reinado de Dios, a sabien-
das de que es su reino y su justicia lo que nos salvará.
Es sumergiéndose en la gloria inefable de la divinidad,
como el hombre se realiza a plenitud en el campo reli-
gioso y por tanto en el campo moral: "Sólo aquel que se
pierde se salvará".
También el propio Hegel, el creador de ese terrestre
divino que es, a su juicio, el Estado, estaba más cerca de
la doctrina cristiana cuando, al decir de su comentarista
Heinz Heimsoeth, reconocía que en los individuos "hay... III
un lado que... no es algo subordinado (al Estado), sino
algo eterno, divino por sí mismo". Esto es la moralidad,
la eticidad, la religiosidad. Y cita, para comprobarlo, el RAZÓN Y SENTIDO DE LA JUSTICIA SOCIAL
siguiente texto de la "Filosofía de la Historia": "El hom-
bre finito considerado en y por sí, es al mismo tiempo,
l
también imagen de Dios y fuente de la eternidad en sí
mismo; es fin de sí mismo, tiene en sí mismo su valor
La expresión "justicia social" es apenas relativamente
infinito y el destino de la eternidad. Tiene su patria, pues,
reciente. Según los investigadores, no va más atrás de
en un mundo sobrenatural, en una vida íntima infini-
los sillonistas franceses y la emplea también a menudo
t a . . . Esto es la conciencia religiosa de sí mismo". ("Po-
el marqués de La Tour du Pin.
lítica y moral en la filosofía de la historia de Hegel", Rev.
de Occ., No 137). Desde entonces, la expresión, pero más aún el concep-
El moralista inglés Bentham, desde su estrecho punto to, han sido rechazados en diversas ocasiones por trata-
de vista utilitario, decía: "Todo hombre cuenta por uno, distas católicos. La expresión, cuando surgió por vez pri-
ningún hombre cuenta por más de uno". Y en el plano mera, por su evocación de las doctrinas socialistas. Y el
moral y religioso, esta frase revela un principio insosla- concepto mismo ha sido negado por eminentes teólogos,
yable. Sólo que no es dado sacar las consecuencias egoís- adscribiendo la idea que la "justicia social" conlleva a
tas que el filósofo aducía a favor de sus tesis. Porque una o a las tres clases de justicia que conoció siempre la
siempre será cierto, en su sentido formal, lo que Dilthey Filosofía, desde Aristóteles hasta la adición tomista: jus-
escribiera en la "Introducción a las ciencias del espíri- ticia conmutativa, justicia distributiva y justicia legal.
tu": "El hombre se libera del tormento del momento y El P. Urdanoz, teólogo español, hace una completa refe-
de la fugacidad de toda alegría sólo mediante la entrega rencia al discutido tema, cataloga las distintas doctrinas
a los grandes poderes objetivos que ha engendrado la de autores católicos y no católicos y cita en su apoyo una
historia. Entrega a ellos y no subjetividad del arbitrio y amplia bibliografía. (Int. a la q. 58 (2-2), "Suma Teoló-
el goce; sólo así procuraremos la reconciliación de la per- gica" de S. Tomás).
sonalidad soberana con el curso cósmico". Y esos poderes Pero el mismo comentarista mencionado opta por la
objetivos son para el cristiano los que residen en Dios y tesis de los que identifican la justicia social con la justi-
de él emanan a través del mundo y de la historia. cia legal. Y ello lo hace con argumentos, o bien propios

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