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LA FAMILIA PAYANESA

DEL SIGLO XVIII

PALEOGRAFÍA Y CRÍTICA DE FUENTES


ZAMIRA DIAZ LOPEZ

ALEJANDRO CASTILLO ROZO


ESTUDIANTE III SEMESTRE DE HISTORIA

UNIVERSIDAD DEL CAUCA


FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
POPAYÁN, 7 DE JUNIO, 2004
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene por objetivo hacer un breve esbozo sobre un tema que considero
como un camino óptimo para llegar a desentrañar la vida cotidiana de los hombres y mujeres
que se vieron involucrados en todo un entramado de fenómenos sociales característicos de su
época. La familia, como elemento de reflexión histórica, podemos decir que ha sido indagado
muy recientemente, posiblemente por considerarlo poco meritorio; sin embargo, los estudios
hechos hasta ahora nos han mostrado buenos argumentos e hipótesis que pueden llevarnos
hacia una observación mas completa de un período que aún tiene muchas cosas que decirle a
nuestro presente. Para el análisis de un tema tan complejo como lo es la vida familiar, los
historiadores han recurrido a la diplomática de los documentos como testimonio cultural, que
nos permite, aunque limitadamente, imbuirnos en la realidad que describen y a la que
pertenecen. Con base en esto, podemos establecer algunas regularidades que son propias de
un contexto histórico donde se inscribieron todos sus individuos y que directa o
indirectamente, definirán su comportamiento como seres sociales, y por lo tanto, como
actores familiares. La familia, al ser la base constitutiva para la identidad del sujeto, nos
permite ver a que condiciones estaba sometida su vida diaria; inclusive, podemos hacer
hipótesis sobre cómo funcionaba la estructura axiológica en la familia colonial estudiando
algunos casos en particular. Uno de los obstáculos más grandes al abordar un estudio social
no unilateral (como varias veces se ha hecho), es la documentación un tanto fragmentaria que
poseemos. Recordemos que la escritura en la época colonial era un privilegio exclusivo de
las altas jerarquías de una sociedad que pretendía en cierto modo, utilizarla para legitimar
una visión de mundo donde el otro por el que hoy preguntamos, es tratado de manera
marginal, y su mención es siempre contaminada por un complejo de superioridad
característico de los grupos sociales que pretendían asemejarse al estereotipo de hombre
blanco diseñado por occidente. La única alternativa que tenemos para sortear semejante
obstáculo, es introducirnos en el mundo al que estos pertenecieron, y así, intentar “depurar”
una información que nos sirva para construir un relato nuevo, donde el sujeto sea meritorio
de análisis ya no por su posición social, las más de las veces formada sobre valores precarios
de reconocimiento grupal, sino por su papel jugado como individuo o sujeto dentro de una
sociedad y una cultura particulares que le fueron propias; un relato donde el privilegio de ser
humano no sea un elemento más de ostentación.
LA SOCIEDAD

Considero prudente, antes de desarrollar más minuciosamente el tema de la familia, hacer


una mención muy general de la sociedad a la que ésta se articula.
Popayán, como núcleo urbano de agrupación demográfica y de centralización político-
administrativa de la llamada Gobernación de Popayán, es un escenario donde salen a flote los
demonios sembrados en el período de la conquista americana. El español justificó su llegada
y su dominación del “Nuevo Mundo” mostrándose como portador de la civilización que por
mandato divino estaba encargado de representar en un territorio lleno de bárbaros idólatras
que él debía contribuir a transformar. Algo muy similar ocurrió con la justificación de la
esclavitud del africano, merecedor de acceder a su manera al mundo civilizado y de salvar su
alma en el evangelio católico apostólico y romano, privilegio que también le permitían a los
nativos; si leemos los primeros folios de las Leyes de Indias, veremos como se concreta
legalmente esta visión sobre el otro:

...A los indios [...] instruirlos en nuestra Santa Fé Católica y predicársela para su
salvación y atraerlos a nuestro señorío, porque fuesen tratados, favorecidos y
defendidos como los otros nuestros súbditos...1
...que los esclavos negros y mulatos sean instruidos en la Santa Fé Católica como los
indios.2

Además, la tradición intelectual (relato hegemónico) de la época otorgaba al hombre blanco


una superioridad innata, es decir “natural”, sobre otros individuos parecidos a él, pero que
carecían de capacidad racional y sobrenatural, y por lo tanto no eran aptos para ocupar un
lugar destacado en la sociedad. Todo este bagaje ontológico y valorativo que de manera un
poco impositiva se mantendría de manera casi intacta dos siglos después, involucró todas las
esferas sociales, incluyendo las que se veían más perjudicadas. Nos encontramos en un
escenario donde coexisten diversos elementos, algunos antagónicos, otros no tanto; un lugar
donde la enconada competencia por el reconocimiento social llega a límites insospechados.
Casos como el de Pedro de Valencia no son coincidenciales: este hombre contrata un
escribano para hacer un acta para el cabildo donde quede certificada legalmente su

1
Recopilación De Las Leyes De Indias 1680, Libro Primero, Título Primero, Ley Segunda, folio 1v.
2
Ibidem, Ley Trece, folio 3v.
ascendencia “pura”. Para este fin recurre a innumerables testigos que narrarán su relación con
los padres o abuelos de don Pedro a lo largo de casi cuarenta folios, para poder concluir que

...Como yo y los dichos mis padres y abuelos paternos y maternos [...] somos y fueron
cristianos viejos de limpia sangre sin sassa ni mácula de judíos, moros ni de otra zeta
nuevamente convertidos a nuestra santa fe católica (o conversos) y como por tales
cristianos viejos limpios de toda mala casta somos y fueron habidos y tenidos y
comúnmente reputados sin que haya habido forma ni rumor de lo contrario...3

Como podemos ver, para don Pedro era bastante importante la comprobación legal de su
posición social; de ahí que las palabras “desacomedidas” de Francisco Javier Mosquera en
contra de su hijo, don Pedro Agustín de Valencia destaran un pleito que tendría al juez y al
escribano ocupados varios meses en casi cien folios donde don Pedro hijo pedía “justamente”
el castigo a don Francisco por semejante ofensa (dudar de su pureza y decir que era
descendiente de mestizos y mulatos)4. Mientras tanto, las clases medias también impregnadas
de esta esencia se debatían en la incesante lucha arribista por el ascenso social y económico,
para seguir e imitar el modelo de vida que tenía a las altas jerarquías tan ocupadas en
preservarlo, tarea en ocasiones difícil por ser la posición social tan frágil y susceptible de
repentina transformación. La decadencia de varias de las familias “importantes” es bien
conocida, al igual que sus desesperadas batallas por mantenerse en su preciado núcleo de
poder.
Las clases de escasos recursos se veían obligadas a articularse a este complejo mecanismo
social en la mejor forma posible, la mayoría de las veces bajo formas clientelistas, y por
ende, de subordinación. Normalmente en ocupaciones de artesanos, jornaleros, pulperos,
barberos y otros oficios, las “castas” lograban permanecer dentro de una sociedad
violentamente jerarquizada.
La sociedad payanesa desde una perspectiva política, se presenta como una realidad doble,
una teórica, y una práctica; realidades que no siempre se correspondían. La administración de
los cuerpos estatales en Popayán (la casa de la moneda, la hacienda pública, el cabildo etc.)
estaba delegada a las altas jerarquías, que en posición tan favorable, cumplían supuestamente
bien los cargos que les correspondían y todo marchaba sobre ruedas, en el papel. Sin
embargo, al ser el Estado español tan excesivamente centralizado y tan minuciosamente
3
Fragmento, actas capitulares, tomo 9, año 1719, folio 71r.
4
Actas capitulares, tomo 18, año 1754, folio 213 en adelante.
burocratizado, la autoridad local estaba posibilitada a actuar casi libremente, la mayoría de
las veces de manera fraudulenta, por ser el poder fiscal, también participante de este selecto
núcleo de poder.

LA CÉLULA SOCIAL

En términos antropológicos muy generales, la familia, como célula de interacción humana,


tiene por objetivo último la reproducción, no solo física, sino también social de los
individuos, y por lo tanto, de la comunidad. Esta reproducción, lógicamente descansa sobre
la base productiva primaria de la agricultura (normalmente organizada por ciclos y trabajada
“inteligentemente”) a la cual se articulan el resto de las actividades económicas de
especialidad o de especialización. El principio dominante de esta organización social no es
necesariamente el parentesco consanguíneo (aunque lógicamente, esta disposición innata
define gran parte del papel jugado por el individuo en las relaciones sociales) sino el sistema
contractual que liga a los individuos unos con otros a través de significantes culturales
(contrato que se expresa con fuerza en la familia payanesa a través del parentesco sin
vínculos sanguíneos, padrinos, madrinas, cuñados, etc. Sin hablar de las relaciones
paternalistas de los amos con sus sirvientes y esclavos, que casi siempre traspasaban los
límites de la simple subordinación). Esta noción de contrato se establece también en las
relaciones de dependencia del sujeto con su generación anterior, es decir, las normas de
filiación, relaciones que influyen profundamente en lo que es la estructura familiar como tal.
Si intentamos observar el fenómeno de filiación, podríamos decir que la descendencia de la
familia payanesa, se instala en una bilinealidad, (en términos un tanto etnográficos)
queriendo decir que es admitida y asimilada tanto por el padre como por la madre. Sin
embargo, no podemos abstraer tanto una formación social que se caracteriza por su
diversidad: como veremos mas adelante, el promedio de mujeres solteras con descendencia
no se puede obviar. También encontramos que dentro de este conjunto de significantes se
definirá el vínculo conyugal posible, fuente primaria de la reproducción, a través de las
normas de acoplamiento propias de esta cultura.
La familia, es un tema que no se puede abordar a la ligera pues su esquematización y su
lógica interna, son muy complicadas. Cada estructura familiar, podríamos decir, se forma
según las condiciones particulares de espacio y tiempo; es la unidad mas flexible en la
sociedad. Pero si tuviera que exponer aquí un modelo, escogería uno muy abierto, que tiene
una gran capacidad de inclusión, expuesto por el historiador Pablo Rodríguez en su libro
“Sentimientos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada”, modelo que explicaré a
continuación. En primera instancia, la estructura familiar solitaria, la que es conformada por
individuos sin ningún vínculo conyugal ni de parentesco, pero que conviven bajo un mismo
techo. Esta unidad que a primera vista parece un tanto nimia, podía constituir el 27% de las
familias caleñas para el Siglo XVIII, y si no tenemos la estadística exacta para Popayán,
basta con saber que esta ciudad agrupaba una mayor concentración demográfica que Cali, por
ser sede administrativa; guiados por el sentido común y la intuición, muy posiblemente la
cifra payanesa fue, si no parecida, mayor. Otra de las estructuras familiares, y posiblemente
la más usada era la nuclear, que consistía de la pareja vinculada conyugalmente y los hijos.
La pareja no necesariamente tenia que ser la madre y el padre de los hijos, pues era muy
habitual que los viudos(as) o los solteros(as) con hijos, se comprometieran nuevamente en
relaciones conyugales, tal como nos lo muestra don Antonio Beltrán en su testamento cuando
nos dice que

...fui casado de primer matrimonio con Thomasa de Vera Montoia [...] de segundo
matrimonio fui casado con María de Vetancur y Guevara [...] de tercer matrimonio con
Nicolasa de Valencia...5

El caso de don Antonio no es el único, ni coincidencial. Por supuesto, no todos los viudos
contrajeron segundas y terceras nupcias; hago mención de esto para denotar que era habitual
y no estigmatizado. En tercer lugar, la estructura nuclear ampliada, que como su nombre lo
dice, se conforma del núcleo (padres e hijos) y sus colaterales (tíos, primos, nietos, abuelos,
cuñados, yernos, etc.). La última estructura familiar, también bastante usual es la múltiple, es
decir, esta formada por varios núcleos familiares que conviven en el mismo hogar sin tener
parentesco alguno. Dentro de cada una de estas categorías, como es de esperarse, hay una
clara división sexual a intergeneracional del trabajo, que tiene la posibilidad de definir la
forma en que esta célula productiva se inserta en la vida urbana.

LA FAMILIA BIDIMENSIONAL

5
Notaría primera, tomo 23, año 1716, folios 47-52, testamento.
Cuando hago referencia a la familia bidimensional, estoy intentando sumergirme en las
profundas y obscuras aguas de la vida cotidiana de los individuos del Siglo XVIII, a quienes
la vida familiar se les presentaba desde un ideal y desde un real, dimensiones que no siempre
se correspondían. El ideal familiar había sido construido por las instituciones sociales de la
época, sobre todo la iglesia católica, quienes se basaban en presuposiciones axiológicas
nacidas en occidente, e intentaban universalizarlas, efecto de su visión antropocéntrica del
mundo, donde el antropo solo reside en el centro y el oeste de Europa. Los criollos
payaneses que entendían su ascendencia europea como prueba de su humanidad, aceptaron el
trato a ojo cerrado, conformando lo que propongo denominar como familia estamental.
Recordemos aquí que el proceso de aculturación de la conquista, y en el caso de Popayán, de
la colonia también, se encargaba de imponer una visión de mundo que, como ya dije, era
considerada la correcta. Es más, de eso no se tenía la menor duda ni sospecha; no era un tema
de discusión, era una presuposición absoluta. A lo largo de este proceso, la iglesia católica se
encargó de difundir su dogmática a todas las esferas sociales, obligando a todos y cada uno
de los participantes de esa sociedad, a practicar los “sagrados” sacramentos, y así, intentar
borrar cualquier formación cultural que no correspondiera a la que ellos imponían. Las
normas familiares (y por lo tanto las estructuras de parentesco, filiación y acoplamiento) eran
la base misma de la formación social, y los curas misioneros lo sabían a su manera, razón por
la cual se esforzaron en que su modelo se cumpliera y en la mayoría de los casos lo lograron.
Lógicamente, esta universalización chocó con las condiciones sincréticas de la América
hispánica, y más aún, las de Popayán. La única alternativa que quedó fue condenar cualquier
formación diferente a la estamental como ilegítima, (posición que incluía gran parte de la
población payanesa) condición que tendría implicaciones directas y negativas en las
relaciones de estos individuos con la sociedad que los señalaba con desprecio
incriminándolos de inferioridad. Es allí donde encontramos la doble dimensión ideal y real.
Así pues, la familia, observada desde la perspectiva estamental, tiene ciertas características
convergentes en un escenario tan particular, que quiero mencionar brevemente. El
ordenamiento familiar estaba dado a semejanza del modelo ibérico. La autoridad familiar, a
similitud del modelo romano era absolutamente patriarcal. El padre era el eje nodal de la
familia; era quien tenía la última palabra en cualquier determinación, posición que era
ayudada por actitud sumisa de la mujer, como veremos mas adelante. Este sistema se lograba
en la interiorización de los planos cognitivos y los mapas axiológicos de la religión católica
apostólica y romana, basados en toda una parafernalia de dogmas, prohibiciones y actitudes
que asimiladas profundamente podían llegar a límites sorprendentes. La integración de los
grupos marginados a la vida citadina es en cierto sentido dramática. Las comunidades
indígenas y afro-descendientes quedan sometidas a toda una conspiración político-religiosa
de sujeción ideológica que permitía su fácil dominación.
Sin embargo, no podríamos hablar de un modelo familiar único para toda la población de la
Gobernación de Popayán del Siglo XVIII. Algunas familias indígenas mantuvieron
tradiciones culturales como el amañe y el amancebamiento. Algunas cuadrillas de esclavos
de las distintas regiones de explotación aurífera, se adaptaron a una relación reproductiva
endogámica, es decir dentro del núcleo (en este caso la cuadrilla). Además por condiciones
del mercado esclavista y de productividad de la fuerza de trabajo, la cantidad de hombres y
de mujeres estaba siempre descompensada aproximadamente de 1/3 respectivamente. El
cimarronaje también permitió en ocasiones, la práctica de otras formas y modelos familiares
mas acordes a sus tradiciones (sobre todo si el esclavo era bozal). Todas estas, prácticas
indígenas y negras que fueron satanizadas por las autoridades civiles y eclesiásticas como
clandestinas, entendiendo las implicaciones que tenía tal denominación. De cualquier forma,
la población libre de “todos los colores” presentaba un paulatino aumento. Así pues, nos
damos cuenta como el estereotipo de ilegitimidad era atribuido en general a las
especificidades culturales indígenas y negras, y a cualquier cosa que se saliera de la moral
cristiana. Paradójicamente, después de tantos esfuerzos por evitarlo, si analizamos los
padrones de población encontraremos un alto índice de ilegitimidad.
El entorno familiar, es decir el hogar, nos puede decir mucho. La mayoría de las casas del
Siglo XVIII eran bastante modestas, construidas en bahareque y paja; las casas lujosas eran
muy escasas, y más aún, las de dos plantas. La mayoría de las chozas tenían su propia
sementera, por lo tanto, no había entonces una ruptura absoluta entre urbano y rural. Cada
casa albergaba relativamente pocas personas; a diferencia de lo que se cree comúnmente el
hacinamiento era poco común. Las casas que albergaban mas personas eran las de la élite,
pues normalmente la servidumbre tan cotidiana en todo el territorio neogranadino, residía
con sus patrones. Este fenómeno de la servidumbre también rompe con algunas
presuposiciones ideologizadas desde el presente, ya que era tan habitual entre las castas
(mestizos, mulatos, pardos, etc.) como entre los mismos blancos. El tamaño de las familias
que en cada casa residían es muy variable, según las condiciones concretas de cada lugar. El
promedio que nos propone Rodríguez para las familias nucleares (teniendo en cuenta que
aproximadamente el 50% de las familias neogranadinas del Siglo XVIII eran nucleares) es
relativamente bajo: 4-8 personas por familia; y 3-4 hijos por pareja. Esto responde al altísimo
índice de mortandad infantil en la colonia, efecto posiblemente de las condiciones de
insalubridad y de higiene en la ciudad, de las condiciones de trabajo y de dinero, y porque no,
de un ciclo intergenésico prolongado. Sin embargo hay excepciones como la de don Antonio
Beltrán, quien a lo largo de sus tres matrimonios procreó once hijos:

...Agustina, Antonio y Juan Beltrán [...] Damián, Silvestre, Thomasa, Miguel, Gabriel,
Antonio y Manuela, declarolos por tales [...] Declaro por hijo legítimo mío y de la
susodicha Nicolasa de Valencia el que naciere por hallarse preñada...6

LA PAREJA BIDIMENSIONAL

Bidimensional en el sentido tratado anteriormente: una pareja estamental, las mas de las
veces pertenecientes a las altas jerarquías sociales, y una pareja ilegítima, casi siempre dentro
de las castas. Desafortunadamente, la documentación que poseemos habla suficiente sobre la
pareja estamental, y realmente muy poco sobre la pareja que se sale del contexto normal. Sin
embargo, podemos hacer una aproximación de lo que significa la vida conyugal en la
Popayán colonial, atendiendo a la información que tenemos.
Como he dicho anteriormente, el objetivo final de la vida familiar, y mas aún, de la vida
conyugal es la reproducción de los individuos, que dentro de una sociedad particular, tienen
que asimilar todas las especificidades culturales para cumplir con este cometido. Las normas
de acoplamiento (que definen los cónyuges posibles y los cónyuges prohibidos) y las
estructuras de parentesco hacen parte de este bagaje cultural. El padre, al ser la autoridad del
núcleo familiar, es quien se encarga de la regulación de las relaciones de reproducción, es
decir, es quien determina en última instancia el cónyuge de sus hijos e hijas; legalmente
concretado, para que haya una unión matrimonial los padres de los individuos deben estar de
acuerdo y dar su necesario permiso. La mujer bajo estas condiciones, muy difícilmente podía
acceder a la libre elección del cónyuge. Así pues, el matrimonio debe verse también como un
juego de alianzas y de conveniencias; las uniones entre hombres y mujeres están guiadas por
el deseo de ascenso social y económico, y son la mayoría de las veces una estrategia para
introducirse en el mundo de los negocios o de la política. Además, las uniones entre los

6
Ibidem.
criollos intentaban también mantener el “nombre” y la pureza de sangre, razón por la cual
casi siempre se creaba un circuito de descendientes de peninsulares en el poder (eclesiástico,
político y económico), que para preservarlo, recurrían a las alianzas matrimoniales
endogámicas, es decir dentro de este selecto y casi siempre reducido circuito de interacción.
En este sentido, la descendencia no tiene como finalidad aumentar la mano de obra para
mantener equilibrado el proceso de producción, pues este problema estuvo resuelto desde la
conquista por los indígenas a través de todo un sistema de encomiendas, salarios y
conciertos; la descendencia tiene unas mejores respuestas en las particularidades socio-
culturales de la ciudad de Popayán: posiblemente la perpetuación de la memoria o del
nombre, el reconocimiento social, y la más factible, el ensanchamiento de un circuito social
bastante reducido, y que a su vez, es el portador del poder. Desde esta perspectiva, podríamos
ver el fenómeno como una empresa o una estrategia para consolidarse en el dominio
administrativo. En el vínculo matrimonial, la autoridad patriarcal se impone como la base del
ejercicio del poder en la sociedad. Desde la perspectiva de la dogmática católica, esta
relación se fundaba en un sistema contractual supuestamente equilibrado entre el hombre y la
mujer, definición que lógicamente responde al imaginario que tiene la iglesia católica sobre
la mujer. Casi todas las instituciones sociales se crean para la regulación adecuada de las
relaciones entre ambos sexos, sin embargo ésta principalmente, se encargó de crear todo un
complejo sistema de ordenamiento de la vida cotidiana que la mantuviera en el poder, pero
ya no desde la iglesia ni desde la diócesis, sino desde la “conciencia” (prefiero el término
Super-Yo) de cada participante.
Para contraer un vínculo matrimonial, la tradición de la dote era casi ineludible. La dote es el
conjunto de bienes materiales o propiedades o dinero, exigidos de manera convencional por
el individuo que adquiere la mujer en unión conyugal, bienes que lógicamente son
administrados por él. La dote llega a adquirir un significado mas simbólico que simplemente
cuantitativo. Para las clases de escasos recursos, la dote podía ser simplemente un collar, un
vestido, o una pulsera; cualquier cosa valía como símbolo dotal. El caso de doña María
Delgado, puede sernos muy ilustrativo, pues su abuelo, francisco de Arboleda le otorgó en
dote

...tres mil quinientos y sesenta patacones en bienes y dineros para ayuda de llevar las
cargas del santo matrimonio [...] primeramente, dió mil patacones de a ocho reales en
moneda de plata viva y corriente, mas un terreno...(ilegible) ...se compone de
gargantilla, zarcillos y dos aretes de oro que son cuatrocientos patacones, un par de
zarcillos de perlas en sesenta patacones, cuatro sortijas de oro en cincuenta patacones, y
una gargantilla de diez hilos de perlas que pesan dos onzas y una cuarta, en ochenta
patacones. Unas manillas de cuentas de oro que pesan cincuenta y cinco castellanos en
ciento setenta y cinco patacones, una imagen de concepción de oro y perlas esmaltada
en diez y seis patacones, otro par de zarcillos de esmeraldas en cuarenta patacones, una
negrita llamada Josefa de nueve años en trescientos patacones...7

Esta interminable lista es una muestra del papel jugado por la dote en el vínculo matrimonial.
Pero ante tal cantidad de dinero, el abuelo advierte que

...de los mismos bienes dotales y no los disipara ni obligara a sus deudas, crímenes ni
excesos, y si lo hiciere, no valga en lo que los dichos bienes que obligare, valiere esta
dote, y sin aguardar al la sanción del derecho, pagara la dicha cantidad cada que por
otro caso de los permitidos fuere disuelto el dicho matrimonio...8

Es necesario ver la dote, también como una herramienta bastante eficaz para conseguir
marido; las mujeres pobres se veían obligadas a convertirse en madres ilegítimas, pues no
tenían una dote para acceder al vínculo conyugal de manera norma. Así pues, nos damos
cuenta que el matrimonio se convirtió en algo bastante complicado, pues, además de ser
regulado casi arbitrariamente por los padres, se necesitaba un capital de base para atraer al
cónyuge. Posiblemente por estas razones, la población casada comprendía aproximadamente
la cuarta parte de los individuos púberes de la sociedad, y los solteros, mas de la mitad. En
este contexto, las familias matrifocales (con la madre como núcleo) eran también abundantes.
Pero lo que nos dice la última línea del documento citado es meritorio de observar
detalladamente: ¿cuales son esos casos sobre los cuales es disuelto el matrimonio?, ¿por
qué?. Pues bien, el conflicto matrimonial era algo bastante habitual, mucho mas de lo que nos
imaginamos. Sin embargo, el temor al escándalo público influyó en las acciones de los
involucrados en el conflicto, y hace parecer, como si casi no se presentara. La actitud sumisa
de la mujer muy pocas veces tomó una determinación seria frente a las situaciones adversas y
casi siempre se entregó a la resignación. Dentro de este orden de ideas, el divorcio era
posible bajo ciertas circunstancias, legalizadas por el derecho canónico: adulterio, paganismo
7
Notaría primera, tomo 23, año 1717 folios 5-7.
8
Ibidem
o herejía de cualquier cónyuge, sufrir una enfermedad contagiosa incurable, demencia,
maltrato o abandono. Entre estos elementos, el primero y los dos últimos eran las causas más
habituales, aunque se presentaron también casos en que el despilfarro de los bienes dotales
eran la razón del divorcio. En este aspecto hace hincapié don Francisco Arboleda, pues la
recuperación de esa fortuna en caso de presentarse la ruptura conyugal era mucho mas que
necesaria. Y no es el único: don Salvador de Zúñiga, padre de Marcela de Zúñiga, hace
entrega de la dote a don Miguel de Otero, futuro esposo de Marcela y legalmente

...se le se obliga a que si por algún accidente...se disuadiere el santo matrimonio,


dará y volverá la dicha cantidad de los seiscientos y cincuenta y nueve patacones y
cuatro reales...y que no disipará ni desperdiciará dicha cantidad [...] y si lo
hiciere, la ajustara de sus propios bienes llanamente y sin pleito alguno.9

El divorcio tenía que ser aceptado por las altas jerarquías eclesiásticas para llevarse a cabo
legalmente. Ya separado, el individuo tenía libertad para contraer otra relación matrimonial,
que era lo que normalmente sucedía, opción también asequible en viudez.
En este punto del análisis, considero pertinente hacer una observación mas detallada de la
mujer en la sociedad colonial. Si bien la mujer del Siglo XVIII gozaba de unos derechos como
ciudadano normales, (situación que por cierto cambiaría a lo largo del Siglo XIX) estaba
sometida a una imagen ideal predeterminada por todos los vericuetos de la moralidad católica
que limitaban al máximo su acción y reprimían casi absolutamente su sexualidad, demonios
que hoy en día siguen saliendo a la superficie con consecuencias funestas. Se crea así un
complejo estereotipo donde convergen múltiples elementos culturales: tradicionalmente, se
había pensado escrito y legitimado que la mujer no tenía la fuerza moral suficiente para cuidar
de si misma; mucho menos para actuar por si misma. Esta pequeña oración se concretó
legalmente y la mujer fue sometida a la potestad del hombre, (ya fuera este su padre, su
esposo, y en ausencia de éstos, el hermano) excepto en dos casos: Viudez (que era la posición
que mas permitía a la mujer actuar “por su cuenta”) y solitariedad, situación desfavorable para
cualquier sujeto del Siglo XVIII en una ciudad como Popayán, y mas aún, a una mujer. La
dogmática católica contribuyó bastante en la formación del estereotipo, particularmente
porque le impone la “misión” de mantener la armonía en el hogar, tarea que tenía como
requisitos la sumisión, la obediencia, la paciencia, la tolerancia y la pasividad, para someterse

9
Notaría primera, tomo 23, año 1716, folio 253-256.
de manera adecuada a la autoridad del marido. La educación misma de la mujer estaba
enfatizada en la creación de buenas esposas y buenas madres con oficios como tejer, cocinar,
lavar, etc. Los pocos libros a los que se tenía acceso eran catecismos, lecturas que solo
contribuían al fortalecimiento de la moral y la “gracia” religiosa. Como nos podemos dar
cuenta, todas las posiciones de la mujer en esta sociedad (viuda, casada, soltera, virgen, etc.)
son designaciones que giran en torno a la valoración de la castidad.
La mujer “tradicional” payanesa tenía dos opciones en la vida: ser esposa, situación que
hemos tratado un poco, o ser novicia, lo que significaba el enclaustramiento en un convento y
la renuncia a todo. El caso de Baltasara de Santaclara, novicia del convento de La
Encarnación de Popayán, es bastante diciente:

...Baltasara de Santaclara, hija legítima de José Álvarez Quiñónez y Antonia de Paz


Maldonado vecinos de esta ciudad religiosa... ...en atención a hacer los votos de
religiosa, tengo necesidad de hacer renuncia de mis bienes según las constituciones de
mi religión, y para poderlo hacer[...]se ha de servir vuestra merced (Maria Francisca de
la Anunciación, abadesa del convento) concederme su licencia para ello...10

En Popayán, cada grupo social y racial tuvo su lugar y su función, diferenciados en los
términos que he expuesto anteriormente. Las particularidades de la estructura familiar dentro
del grupo racial nativo se me presenta como un tema mas apto para un estudio más
antropológico, que por obvias razones se sale de mis manos y me he visto obligado a darle un
trato muy tangencial, basado en generalidades, que en esta medida son meritorias de mención.
Entre las comunidades indigenas, la vida conyugal muy pocas veces comenzaba con el
matrimonio, pues se habían mantenido de cierto modo algunas tradiciones culturales como el
amañe (que consistía en la convivencia de dos individuos en vida conyugal que podía ser
disuelta fácilmente y carecía de un contrato explícito y cerrado) y el amancebamiento (así era
denominada la vida en pareja de los indígenas que no estaba legitimada por el sacramento
matrimonial) ambas estigmatizadas con apelativos como clandestinidad a ilegitimidad. Los
conflictos dentro de estos grupos eran solucionados sin recurrir a la autoridad local, salvo
contadas excepciones, al igual que en los núcleos mestizos y mulatos. La mujer indígena se
mantiene ligada a su comunidad nativa, y por lo tanto, queda sometida a las mismas
condiciones de trabajo; cuando habitaba en la ciudad, quedaba subordinada a las actividades

10
Notaría primera, tomo 23, año 1717, folio 206
propias de su condición: servidumbre doméstica, ama de cría, aseadora, aguadora, pulpera,
artesana, etc. En similitud con la relación conyugal estamental, la sumisión de la mujer es la
base de la unión y la estabilidad de la misma. Esta recurrencia se presenta también en los
sectores habitados por las castas, o “gente de todos los colores”; es allí donde encontramos la
mayor cantidad de mujeres solteras con hijos a cargo de la familia; además, los nacimientos
son casi todos ilegítimos, factores bastante dicientes.

Bibliografía Consultada

PEREZ, Maria Teresa, Familia, mujeres y conflictos en la Gobernación de Popayán siglo


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Artículo de la revista Utopía #7, Popayán, febrero de 1998, páginas 1-14.
Las mujeres caucanas de la colonia a la república, Artículo del libro Territorios
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Tomo II, Editorial Universidad Del Cauca, Popayán, 2001.
Poder femenino en Popayán colonial: la marquesa de San Miguel de la Vega,
Artículo de la
Revista de la facultad de ciencias humanas y sociales #1, Universidad del Cauca,
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MEILLASUOX, Claude, Mujeres, Graneros y Capitales, economía doméstica y capitalismo,


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RODRÍGUEZ, Pablo, Sentimientos y vida familiar en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá,
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BARONA, Guido,Memoria y olvido: pasión, muerte y renovación de la colonización del


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Artículo del libro Memorias Hegemónicas, Memorias Disidentes, Bogotá, Arfo
editores
2000, paginas 121-149.

Recopilación De Leyes De Los Reinos De Las Indias 1680, Ediciones Cultura Hispánica,
Madrid,
1973, edición fascimilar.

Fuentes Documentales

Archivo Central del Cauca (Instituto de Investigaciones Históricas José María Arboleda
Llorente)
Los fragmentos documentales utilizados en este texto han sido sometidos a las correcciones
ortográficas que considero pertinentes para la mejor comprensión de su contenido (tildes,
comas, puntos, desciframiento de arcaísmos, etcétera.)

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