¿Cuáles son los retos que estamos dispuestos a tomar cuando
estamos conscientes que vivimos bajo la promesa y en fidelidad a Dios? Números 14, 6- 15.
1. Caleb, un quenizita (v 6), descendiente de Esaú (Génesis 36, 11.
15. 42) Ya de entrada se nos habla de una persona cuya pertenencia al pueblo de Dios y la adjudicación histórica a una de las tribus de Israel fue parte de proceso histórico del pacto en el Sinaí y no como fruto de un lazo sanguíneo directo de Jacob. Esto nos plantea la antigua y siempre nueva pregunta: ¿Quiénes son parte del pueblo de Dios? ¿Cómo se hace uno pueblo de Dios? ¿Qué me hace pueblo de Dios? ¿Quiénes son los verdaderos herederos de la promesa? Este será el tema paulino por excelente: ¿Se es pueblo de Dios por las señales externas (circuncisión) o la fe que nace del Espíritu al margen de nuestra procedencia étnica? ¿Quiénes son los que de verdad guardan la rica tradición? ¿Los que se consideran descendientes históricos de cierto grupo de pioneros o los que no siendo del tronco son vistos como ajenos, extraños y heréticos pero que encarnan las preocupaciones de los fundadores? Ya la genealogía de Jesús, el Cristo (Mateo 1) nos ilumina sobre esta rica comprensión del movimiento de la salvación en la historia de todos los seres humanos.
2. Caleb, un hombre que fundamenta sus acciones, decisiones y
proyecciones sobre el fundamento inamovible de las promesas de Dios y no sobre la arena movediza de las emociones, sentimientos, las opiniones de la gente o de los cálculos humanos. (v.6) Cuando se acerca a Josué a solicitar su tierra, lo hace sobre la base de dos hechos concretos, corroborables: La promesa de Dios por medio de Moisés y su fidelidad en medio de la infidelidad de otros líderes. Dice el texto que los otros tuvieron dos comportamientos: desanimaron a la gente y le infundieron temor. Pero Caleb habló con mucha franqueza de acuerdo al sentir de su corazón y se mantuvo fiel a Dios. Animo al pueblo a subir y conquistar: Dios está de nuestro lado.
Una de las realidades más brutales para el futuro de un pueblo es tener
líderes que no lo inspiren sino que castren sus sueños y sus metas; líderes que no les infunden espíritu de conquista y victoria, sino sentimientos de fracaso y derrota. Líderes que siempre están provocando miedo, inseguridad y volver atrás. Gente que construye sus liderazgos sobre la incredulidad, la deslealtad y las flaquezas de los demás. Tales líderes, aunque parezca que tienen éxito momentáneamente, quedarán, al final, postrados en el desierto. En el proyecto de Dios no tienen futuro tales individuos: nunca conquistas nada, y sólo dan vueltas hasta perecer. Y junto a ellos, los corazones ingenuos que les siguen. Predicación del jueves 7 de enero del 2009 2 Dr. David E. Ramos
Su inquebrantable confianza en la promesa de Dios será el soporte de
su visión. En cuatro ocasiones apela a la promesa (vs 9. 10.12) No vive definido por la aparente prolongación indefinida del cumplimiento, sino por la firmeza del que promete (Hebreos 6, 18) Una de las cosas más lamentables de la iglesia hoy día es su pecado de impaciencia. Sometidos a una cultura “express” donde el valor de la vida se determina por lo instantáneo, hemos perdido el sentido de la fidelidad histórica de Dios y la memoria histórica de nuestra fidelidad. 45 años esperó para el cumplimiento de la promesa. 3. Caleb, un hombre con un profundo respeto por Moisés (v 6- 7) No ve en Moisés a un hombre perfecto o un ídolo, pero le reconoce dos hechos: Hombre de Dios y Siervo del Señor. Hombre, sí con lo que implica ser hombre: frágil, fallas, debilidades, faltas, luchas, limitaciones; pero Siervo, es decir, alguien a quien Dios ha llamado y respaldado con genuinidad y argumentos irrefutables. Por tanto, bajo ese reconocimiento, actúa contra corriente: cuando todos murmuraban contra Moisés, él exhortó a una acción de conquista y obediencia. Recibe, asimismo, con gran convicción la palabra de Moisés como siervo de Dios. Reconoce que el juramento de Moisés está avalado por Dios mismo (Isaías 44, 26) No lo recibe como palabra de hombre sino como palabra de Dios mismo (2ª. Corintios 2, 17; Colosenses 1, 25; 1ª Tesalonicenses 2, 13) Los otros se fueron donde la gente, él se fue directamente a Moisés: sabía con quien se deben tratar los asuntos.
Ese mismo respeto proyecta hacia Josué. No toma su camino por sí
mismo. No apela al liderazgo de Moisés para desconocer el de Josué. No pasa por encima de Josué. Acude a él y le pide. Es un hombre bajo autoridad. Espera la bendición de Josué (v 13) No abusará, no procederá a tomar sino sólo bajo la bendición de su líder. Así llegará la paz (v 15)
4. Caleb, un hombre que lejos de deteriorarse, va fortaleciéndose
(v 10- 11) El tiempo pasa pero su fortaleza, su energía y su fe en Dios no han claudicado, ni erosionado. Come y bebe de Dios. Esto lo ha hecho fuerte, lleno de convicciones, asumir retos que nadie quiere asumir. No está cansado porque descansa en la fidelidad de Dios (2ª. Corintios 4, 16- 18) La región que ha decidido tomar tiene cuatro características (v 12): • Montañosa: inaccesible, difícil de tomar. Todos sabemos que el establecimiento del enemigo en una montaña es sinónimo de fortaleza para ellos y de grandes esfuerzos para poder entrar. No hay que bajar, hay que subir. Ellos están en una posición, estratégicamente, mucho más favorable. Pero Caleb sabe que la victoria no está en la geografía sino en la profecía: ¿Qué es lo que Dios ha dicho? • Poblada de Anaquitas: Descendientes de gigantes. Ante ellos podían parecer langostas u hormigas pero, de nuevo, la victoria Predicación del jueves 7 de enero del 2009 3 Dr. David E. Ramos
no la define mi tamaño ni el tamaño de mi adversario sino el
tamaño de Aquel que me ha dado su Palabra y me acompaña en la batalla. El desbalance entre las fuerza enemigas y las nuestras se transforma cuando la mano de Dios pone a nuestro favor todas las ventajas. • Construida con ciudades enormes y fortificadas: Esto apunta a la imposibilidad que un pueblo de campesinos quiera tomar las estructuras inaccesibles de tales ciudades. Verdaderas fortalezas que garantizan la seguridad de sus habitantes y el fracaso de quienes quieran tomarla. Pero Caleb sabe que pueden caer como paja cuando Dios sopla sobre ellas. Nada es inaccesible para Dios. Nadie detiene su mano (Isaías 40) La destrucción de fortalezas se hace con el poder de Dios y nada tiene que ver con nosotros o lo indestructibles que parezcan (2ª. Corintios 10, 3- 5) • Por sobre todo, es tierra prometida: Para Caleb esto es lo determinante. Es tierra que implicará de nuestro esfuerzo, sus pobladores nos superan en tamaño, sus fortificaciones parecen impenetrables, pero es tierra sobre la que Dios ha dado palabra: será nuestra. Por tanto, no hay más que hablar. Vamos y conquistemos.