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Predicación del jueves 7 de enero del 2009 1

Dr. David E. Ramos

¿Cuáles son los retos que estamos dispuestos a tomar cuando


estamos conscientes que vivimos bajo la promesa y en fidelidad a Dios?
Números 14, 6- 15.

1. Caleb, un quenizita (v 6), descendiente de Esaú (Génesis 36, 11.


15. 42) Ya de entrada se nos habla de una persona cuya pertenencia al
pueblo de Dios y la adjudicación histórica a una de las tribus de Israel
fue parte de proceso histórico del pacto en el Sinaí y no como fruto de
un lazo sanguíneo directo de Jacob. Esto nos plantea la antigua y
siempre nueva pregunta: ¿Quiénes son parte del pueblo de Dios?
¿Cómo se hace uno pueblo de Dios? ¿Qué me hace pueblo de Dios?
¿Quiénes son los verdaderos herederos de la promesa? Este será el
tema paulino por excelente: ¿Se es pueblo de Dios por las señales
externas (circuncisión) o la fe que nace del Espíritu al margen de
nuestra procedencia étnica? ¿Quiénes son los que de verdad guardan la
rica tradición? ¿Los que se consideran descendientes históricos de
cierto grupo de pioneros o los que no siendo del tronco son vistos como
ajenos, extraños y heréticos pero que encarnan las preocupaciones de
los fundadores?
Ya la genealogía de Jesús, el Cristo (Mateo 1) nos ilumina sobre esta
rica comprensión del movimiento de la salvación en la historia de todos
los seres humanos.

2. Caleb, un hombre que fundamenta sus acciones, decisiones y


proyecciones sobre el fundamento inamovible de las promesas
de Dios y no sobre la arena movediza de las emociones,
sentimientos, las opiniones de la gente o de los cálculos
humanos. (v.6) Cuando se acerca a Josué a solicitar su tierra, lo hace
sobre la base de dos hechos concretos, corroborables: La promesa de
Dios por medio de Moisés y su fidelidad en medio de la infidelidad de
otros líderes. Dice el texto que los otros tuvieron dos comportamientos:
desanimaron a la gente y le infundieron temor. Pero Caleb habló con
mucha franqueza de acuerdo al sentir de su corazón y se mantuvo fiel a
Dios. Animo al pueblo a subir y conquistar: Dios está de nuestro lado.

Una de las realidades más brutales para el futuro de un pueblo es tener


líderes que no lo inspiren sino que castren sus sueños y sus metas;
líderes que no les infunden espíritu de conquista y victoria, sino
sentimientos de fracaso y derrota. Líderes que siempre están
provocando miedo, inseguridad y volver atrás. Gente que construye sus
liderazgos sobre la incredulidad, la deslealtad y las flaquezas de los
demás. Tales líderes, aunque parezca que tienen éxito
momentáneamente, quedarán, al final, postrados en el desierto. En el
proyecto de Dios no tienen futuro tales individuos: nunca conquistas
nada, y sólo dan vueltas hasta perecer. Y junto a ellos, los corazones
ingenuos que les siguen.
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Dr. David E. Ramos

Su inquebrantable confianza en la promesa de Dios será el soporte de


su visión. En cuatro ocasiones apela a la promesa (vs 9. 10.12) No vive
definido por la aparente prolongación indefinida del cumplimiento, sino
por la firmeza del que promete (Hebreos 6, 18) Una de las cosas más
lamentables de la iglesia hoy día es su pecado de impaciencia.
Sometidos a una cultura “express” donde el valor de la vida se
determina por lo instantáneo, hemos perdido el sentido de la fidelidad
histórica de Dios y la memoria histórica de nuestra fidelidad. 45 años
esperó para el cumplimiento de la promesa.
3. Caleb, un hombre con un profundo respeto por Moisés (v 6- 7)
No ve en Moisés a un hombre perfecto o un ídolo, pero le
reconoce dos hechos: Hombre de Dios y Siervo del Señor.
Hombre, sí con lo que implica ser hombre: frágil, fallas, debilidades,
faltas, luchas, limitaciones; pero Siervo, es decir, alguien a quien Dios
ha llamado y respaldado con genuinidad y argumentos irrefutables. Por
tanto, bajo ese reconocimiento, actúa contra corriente: cuando todos
murmuraban contra Moisés, él exhortó a una acción de conquista y
obediencia. Recibe, asimismo, con gran convicción la palabra de Moisés
como siervo de Dios. Reconoce que el juramento de Moisés está
avalado por Dios mismo (Isaías 44, 26) No lo recibe como palabra de
hombre sino como palabra de Dios mismo (2ª. Corintios 2, 17;
Colosenses 1, 25; 1ª Tesalonicenses 2, 13) Los otros se fueron donde la
gente, él se fue directamente a Moisés: sabía con quien se deben tratar
los asuntos.

Ese mismo respeto proyecta hacia Josué. No toma su camino por sí


mismo. No apela al liderazgo de Moisés para desconocer el de Josué. No
pasa por encima de Josué. Acude a él y le pide. Es un hombre bajo
autoridad. Espera la bendición de Josué (v 13) No abusará, no
procederá a tomar sino sólo bajo la bendición de su líder. Así llegará la
paz (v 15)

4. Caleb, un hombre que lejos de deteriorarse, va fortaleciéndose


(v 10- 11) El tiempo pasa pero su fortaleza, su energía y su fe
en Dios no han claudicado, ni erosionado. Come y bebe de Dios.
Esto lo ha hecho fuerte, lleno de convicciones, asumir retos que nadie
quiere asumir. No está cansado porque descansa en la fidelidad de
Dios (2ª. Corintios 4, 16- 18)
La región que ha decidido tomar tiene cuatro características (v 12):
• Montañosa: inaccesible, difícil de tomar. Todos sabemos que el
establecimiento del enemigo en una montaña es sinónimo de
fortaleza para ellos y de grandes esfuerzos para poder entrar. No
hay que bajar, hay que subir. Ellos están en una posición,
estratégicamente, mucho más favorable. Pero Caleb sabe que la
victoria no está en la geografía sino en la profecía: ¿Qué es lo que
Dios ha dicho?
• Poblada de Anaquitas: Descendientes de gigantes. Ante ellos
podían parecer langostas u hormigas pero, de nuevo, la victoria
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Dr. David E. Ramos

no la define mi tamaño ni el tamaño de mi adversario sino el


tamaño de Aquel que me ha dado su Palabra y me acompaña en
la batalla. El desbalance entre las fuerza enemigas y las nuestras
se transforma cuando la mano de Dios pone a nuestro favor todas
las ventajas.
• Construida con ciudades enormes y fortificadas: Esto apunta a la
imposibilidad que un pueblo de campesinos quiera tomar las
estructuras inaccesibles de tales ciudades. Verdaderas fortalezas
que garantizan la seguridad de sus habitantes y el fracaso de
quienes quieran tomarla. Pero Caleb sabe que pueden caer como
paja cuando Dios sopla sobre ellas. Nada es inaccesible para Dios.
Nadie detiene su mano (Isaías 40) La destrucción de fortalezas se
hace con el poder de Dios y nada tiene que ver con nosotros o lo
indestructibles que parezcan (2ª. Corintios 10, 3- 5)
• Por sobre todo, es tierra prometida: Para Caleb esto es lo
determinante. Es tierra que implicará de nuestro esfuerzo, sus
pobladores nos superan en tamaño, sus fortificaciones parecen
impenetrables, pero es tierra sobre la que Dios ha dado palabra:
será nuestra. Por tanto, no hay más que hablar. Vamos y
conquistemos.

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