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10.4. CARLOS III: la práctica del Despotismo Ilustrado.

El gobierno de Carlos III corresponde, en líneas generales, a la tendencia política que


conocemos como Despotismo Ilustrado. Esta práctica política partía del concepto de Estado
absoluto, pero daba relevancia al papel del gobernante como benefactor de su pueblo y
como impulsor de las reformas necesarias para el progreso. Estas reformas pretendían
introducir cambios en la vida económica, para mejorar la agricultura, la producción industrial
y el comercio, pero no eran revolucionarios.

Carlos III, aprovechando su experiencia de gobierno como rey de Nápoles, intentó introducir
las primeras reformas apoyándose en ministros italianos, como Grimaldi o Esquilache, pero
este programa reformista fue frenado por el Motín de Esquilache (1766). En él, se
argumentó la prohibición de capas y sombreros de ala ancha, pero detrás existía un
problema de subsistencia y la oposición de los privilegiados a cualquier cambio. Lo cierto es
que los colaboradores italianos fueron sustituidos por el conde de Aranda, Campomanes o
Floridablanca, en lo que significó un claro giro conservador.

Estos ilustrados trataron de establecer en España la fisiocracia, impulsando la puesta en


cultivo de nuevas tierras. Igualmente, reformaron la educación, difundiendo las ideas
ilustradas mediante las Sociedades Económicas de Amigos del País. También procuraron
impulsar la débil industria española con la creación de las Reales Manufacturas y con la
declaración de cualquier actividad profesional como honesta.

Los resultados fueron menos importantes de lo esperado, puesto que las reformas no
modificaron la actitud ni la situación de los privilegiados, interesando sólo a una minoría.

10.5. Evolución de la política exterior en Europa.

La llegada al trono de España de monarcas franceses pronto suscitó recelos en toda Europa y
provocó una coalición, dirigida por Inglaterra, contra una completa alianza entre Francia y España
que hubiera roto el equilibrio europeo. El Tratado de Utrecht perjudicó territorialmente a España,
impidió la unión de un lado y otro de los Pirineos, y limitó las ventajas comerciales de los
franceses en América. Pero ni Francia ni España se conformaron con esta situación, que
significaba de hecho reconocer la hegemonía mundial de los británicos, y para evitarlo, las ramas
de la dinastía borbónica firmaron tres acuerdos denominados Pactos de Familia

• Primer Pacto de Familia (1733). Firmado por Felipe V para recuperar la presencia del
poder español en Italia, obsesión de la reina Isabel de Farnesio.

• Segundo Pacto de Familia (1743). Luis XV de Francia apoyó las aspiraciones


españolas en el Norte de Italia, aprovechando la Guerra de Sucesión Austríaca.

La paz sólo se impuso en los años centrales del siglo cuando, bajo el reinado de Fernando VI, se
decidió una estricta neutralidad, declinando entrar en la Guerra de los Siete Años (1746-1753),
que permitió la recuperación económica y el fortalecimiento del poder naval español. Sin
embargo, a los dos años del reinado de Carlos III se firmó el:

• Tercer Pacto de Familia (1761). Este último acuerdo se firmó en el reinado de Carlos
III para defender los intereses coloniales hispano-franceses en América, frente a las
aspiraciones británicas. Tras unos inicios desastrosos, Francia y España apoyaron a los
colonos norteamericanos en su lucha contra Inglaterra, que tuvo que reconocer la
independencia de los Estados Unidos y devolver Menorca y Florida a España en la Paz de
Versalles de 1783.

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