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26/09/07

Desencanto y renuncia

Santa Cruz de la Sierra, 19 de septiembre de 2007

-
Señores
Fundación Carolina
Presente.-

Referencia: desencanto y renuncia

Con las consideraciones del caso:

Tras escuchar a un entrañable amigo, decidí presentar mi solicitud para


obtener una de las becas ofrecidas por la Fundación Carolina. Tomando en
cuenta los trabajos intelectuales que había realizado hasta ese momento, la
pretensión no parecía delirante; al contrario, lo pasado permitía esperanzarse
con esta candidatura. Entre otros programas, escogí el Master en Estudios
Latinoamericanos porque deseaba fondear la problemática que aflige aún a
esta parte del orbe.
Luego de algunos meses, me citaron para una entrevista en La Paz. Concluido
el encuentro, donde dialogué largamente con Juan Torres, estaba convencido
de que mi postulación generaría consecuencias positivas. No erré al hacer este
análisis, pues quedé como reserva, situación que cambiaría debido a
inconvenientes que tuvo el titular para aceptar la beca. Me convertí, por tanto,
en un orgulloso becario de la Fundación Carolina, denodado a explotar esta
vivencia sin ningún pudor.
Aunque el viaje a Salamanca justificaba la lucha contra cualquier engorro –mi
predilección por Unamuno se origina en los postulados existencialistas que
preconizo–, advertí raudamente que la materialización de dicha beca no sería
sencilla. Dos problemas fueron los responsables de engendrar esta sospecha:
trámite del visado e indigencia de contacto con el becante.
Observando prácticas iliberales, el consulado español de Santa Cruz no sólo
que atiende durante tres horas diarias, sino que también se caracteriza por
evitar toda facilidad en lo referente al tema de la visa estudiantil. Así, como no
es posible efectuar aquende ningún trámite, se debe viajar a La Paz, dejar los
múltiples documentos requeridos (certificado de no ser enajenado mental, por
ejemplo) y esperar que una nómina colocada, dos o tres semanas después de
la primera diligencia, fuera del consulado posibilite regresar al Departamento
paceño para ultimar la tramitación. Conviene puntualizar que, en suma, son
seis los días demandados con el propósito de llevar a cabo este procedimiento.
Sin duda, la petición de sendos permisos laborales causa muy poca
complacencia entre los empleadores.
Pese a lo laberíntico del asunto, la visa y su fastidiosa obtención eran
previsibles; no así el segundo motivo de mi actual molestia, es decir, una
inenarrable falta de información al becario. Todo hace dable suponer que, si no
hubiese persistido en ese cometido, yo seguiría ignorando hoy cuándo
empezaría a concretarse esta experiencia académica. Preocupado, debido a
que los plazos señalados por la Universidad de Salamanca empezaban a
vencerse -me refiero al último periodo de inscripción-, envié algunas cartas
solicitando mayores datos sobre las tareas que me correspondía ejecutar. Si
bien hubo dubitaciones que fueron aclaradas, el desamparo del becario era
evidente. No obstante, envié la documentación solicitada, además de pagar el
monto exigido por su entidad.
Lejos de apagarse, los problemas se han vigorizado durante la presente
semana. Al burocrático tema del visado, añado la noticia de que cancelaron el
primer viaje reservado a España sin habérmelo comunicado. Esto me hace
conjeturar que, si no hubiera pedido reiteradamente dicha información, no me
la habrían dado jamás. Lo peor es que, como si fuese algo irrelevante, me
anuncian que tienen una reserva para el 29 de septiembre, acotando esta frase
memorable: “Mira al menos lo conseguimos han costado peor mereció la pena”
(sic). Olvidan que el hecho de no considerarme en las Jornadas resulta
determinante para evaluar la importancia que me dan dentro de su fundación.
Asimismo, menospreciar que llegue casi el mismo día del inicio de clases
constituye una doble desconsideración: para la Universidad, puesto que debía
formalizar mi inscripción hasta el 30 de septiembre (domingo, día inhábil); y,
desde luego, para mí, ya que presumen estar frente a un individuo a quien no
le interesa buscar la excelencia desde el principio -¿el primer día es sólo de
“presentación”?-.
Finalizo esta misiva, larga pero necesaria, expresándole mi deseo de acabar
con esta malaventurada experiencia. Ergo, aclarando que esta decisión ha sido
provocada por la incuria y el desaire mostrados hasta hoy, renuncio
irrevocablemente –si vale esta frase- a la beca que me fue concedida, pues no
deseo seguir tolerando sus ordalías. Antes de concluir, agrego que hago esta
dimisión tras leer el compromiso firmado como becario, consciente de la
posibilidad de no recuperar los euros invertidos cuando creía estar ante una
institución ejemplar.

Atentamente,

Enrique Fernández García


Ex ganador de beca – Master en Estudios Latinoamericanos
-
Nota pictórica. El fumador fue pintado por Paul Cèzanne en 1895.
AIREADO POR ENRIQUE A LAS 6:51 PM 9 GLOSAS

18/08/07

Monólogo dictatorial contra diálogo democrático

En la Hélade, cuando el acto de filosofar no había nacido aún, las verdades


irrebatibles eran proferidas por los oráculos. Toda persona que deseaba saciar
su curiosidad, obtener explicaciones contundentes sobre diversas inquietudes,
acudía a quienes tenían la capacidad de albergar esos dictámenes. Desde
luego, ningún hombre osaba replicar lo aseverado por ellos, peor todavía
estorbar sus discursos apofánticos. Era un terreno bastante feraz para el
soliloquio dictatorial, aquel monólogo que admite sólo glorificaciones circenses.
Obviamente, los interlocutores críticos no eran aquí bienvenidos.
Pero la intrepidez de los pensadores acabó con el quietismo cerebral. Tal como
Tomás Abraham lo señala cuando glosa los comienzos de la filosofía, quienes
se rebelaron contra el oráculo expusieron su vida, puesto que cuestionaron los
dogmas vigentes. Lidiador brillante, el filósofo rechaza la respuesta dogmática
para forjar su propia contestación, una que lo convenza sin remitirlo a misterios
religiosos u otros apotegmas indeliberables. Tras elaborar una noción personal,
se vuelve necesario lograr el asentimiento del prójimo, vigorizar nuestra
reflexión con el siempre útil apoyo externo. Procurando alcanzar este fin, surgía
la necesidad de dialogar, exponer argumentos; entonces, paralelamente, la
comunicación se ofrecía para acercarnos a lo auténtico, ya que,
parlamentando, podemos encontrar las mejores respuestas.
Esa busca de la verdad que ya no puede ser satisfecha por el oráculo se refleja
también en los círculos políticos. Así, la democracia es el único escenario
donde las personas pueden dialogar sin restricciones arbitrarias, plantear
temas que consideren trascendentales o hasta patrocinar extravagancias
ideológicas. Por supuesto, para evitar debates hueros, los representantes
nacionales deben sustentar racionalmente sus planteamientos, aceptar que
éstos sean refutados y permitirle al semejante formular apreciaciones cuando
estime necesario hacerlo. Evocando a Cornelius Castoriadis, afirmo que la
clausura de significaciones es inadmisible si se pretende tener una vida
democrática; en otras palabras, repudiar cualquier exclusión sumaria de temas
controvertidos tórnase imprescindible para los que apoyan esta forma
gubernamental.
Desde el momento en que no se acepta la discusión de un tema específico,
regional o nacional, dentro de una instancia deliberante, negarle a ésta su
condición democrática es una decisión acertada. Siendo el debate un
mecanismo sensato para encontrar ideas que permitan nuestro mejoramiento,
su ejercicio frecuente constituye una prueba de madurez política. La
democracia necesita del diálogo racional, uno donde ninguna propuesta sea
soslayada por caprichos grupales; hay que opinar, escuchar, disentir, tolerar:
existir como verdaderos demócratas. Obrar de manera distinta significa revelar
nuestra predilección por un modelo que venera los soliloquios dictatoriales,
rebuzna cuando alguien lo importuna con cuestiones contradictorias del
catecismo que memoriza.
Los dictadores ansían regentar a un pueblo que se limite a escucharlos. El
acatamiento de sus órdenes repele aquellas discusiones que tratan sobre la
férula del gobernante; el espacio discursivo, en tal caso, tolera solamente
monólogos autocráticos. Por el contrario, cuando hay democracia, las voces
discordantes son una invitación al debate, una oportunidad estupenda para
ejercer nuestro derecho a disentir -o aun cambiar de parecer-. En este sentido,
reprender a los políticos que vetan la posibilidad de fortalecer nuestras
convicciones democráticas, pues sienten aversión por cualesquier faenas
intelectuales, es un acto indiscutiblemente laudable.

Nota pictórica. Diálogo actual es una obra de Vicente Dopico Lerner.


AIREADO POR ENRIQUE A LAS 7:22 PM 5 GLOSAS

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