Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Toda política que se haya fijado la meta de un futuro más justo y humano; que
quiera realizar consecuentemente y con credibilidad la utopía de la libertad con sus
valores de la autodeterminación, de la igualdad y la solidaridad, no puede rehusar su
apoyo a las aspiraciones sociales de emancipación y de democratización. Sería fatal si
desoyese las discusiones en torno al movimiento feminista o en el seno del mismo; si
no se esforzase con todas sus energías en hacerse eco de sus reinvidicaciones, para
llevar a la práctica sus objetivos. Pero esto no significa otra cosa que a las tareas ya
difíciles de la actual política viene a sumarse otro cometido, que puede calificarse de
histórico, y que aguarda una solución desde hace siglos. El hecho mismo de que "la
cuestión femenina" - como se designaba en el siglo XIX la cuestión de la futura
posición de la mujer en una sociedad democrática- lleve tanto tiempo pendiente
demuestra la fuerza de la perseverancia.
La situación de la mujer en la sociedad siempre ha sido especial en todas partes
y en todos los tiempos. Requiere en todos los sectores de la política una acción clara y
decidida. Pero en vez de ello, somos siempre testigos de cómo el debate sobre
problemas y reivindicaciones de la política de la mujer despierta ante todo hilaridad
entre los miembros masculinos del más alto gremio parlamentario de la República
Federal.
Tampoco la postura de la socialdemocracia ante la "cuestión femenina" ha
estado caracterizada en el curso de la Historia por una incondicional benevolencia o
comprensión, ni tampoco por una notable energía. Teniendo en cuenta los grandes
logros de integración sociopolítica en el haber de la socialdemocracia, ésta podrá
tolerar e incluso permitirse algunas dosis de autocrítica. A fin de cuentas, el socialismo
puede apuntarse el tanto de no haber descubierto, como tantos otros partidos, la
"cuestión femenina" sólo a finales del siglo XX, sino de ser consciente de ella desde
hace más de cien años. Ya por entonces creía la socialdemocracia que la cuestión
femenina estaba estrechamente relacionada con el orden burgués del trabajo y de la
propiedad, que imprime su sello a nuestra sociedad. Por tal razón, no puede
sorprender que pese a algunos progresos considerables en la posición social y jurídica
de las mujeres, las reivindicaciones del movimiento feminista sigan siendo las mismas
que hace un siglo.
La visión de que la cuestión femenina es esencialmente un problema estructural
de la sociedad industrial ya empezó a abrirse camino en los inicios del movimiento
feminista burgués, pero hallaba en la sociedad de entonces una enorme resistencia y
general incomprensión. En el moderno movimiento feminista, ésta análisis se ha
impuesto totalmente y comienza a fermentar también en las cabezas masculinas. La
Socialdemocracia puede invocar dos acontecimientos en su historia, importantes para
el movimiento emancipatorio de las mujeres y que están relacionados con el nombre de
uno de los fundadores del partido socialdemócrata alemán, August Bebel, y con el de
una de las "madres" de la Constitución, Elisabeth Selbert. El trabajo de August Bebel
"La mujer y el Socialismo" (1879), reeditado durante varias décadas, si bien no ha
determinado la política socialdemócrata en este sector, ha fomentado duraderamente
la lucha de las mujeres por sus derechos y ha fortalecido la confianza en sí mismas de
muchas mujeres. Elisabeth Selbert, pese a la resistencia o el escaso apoyo en las
propias filas (de las mujeres y de los socialdemócratas) luchó con éxito en las
deliberaciones del Consejo Parlamentario por la inclusión del artículo sobre la igualdad
de derechos en la Ley Fundamental.
No obstante, la lapidaria disposición "hombres y mujeres tienen igualdad de
derechos" es una de las más extrañas de nuestra Constitución. Es memorable desde el
punto de vista histórico; pero en realidad es superflua en un catálogo de derechos
fundamentales auténticamente democrático. El hecho de que haya sido incluida en la
Constitución una disposición que sería lo más natural del mundo según los principios
de la misma Constitución, ponen claramente de manifiesto que lo natural no lo es
todavía en la sociedad.
Es consustancial a la democracia que en ella todos los ciudadanos sin
excepción gocen de total igualdad de derechos. Eso mismo dice el artículo
constitucional sobre la igualdad, que insiste además en que nadie podrá ser
perjudicado o preferido en razón de su sexo. ¿Por qué, entonces, consideraba
Elisabeth Selbert tener que insistir en la formulación expresa de la igualdad de
derechos de las mujeres?
La "Naturaleza Femenina"