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Los pies en la tierra

Reflexiones y experiencias
hacia un movimiento agroecológico
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© 2006, el autor o la autora de cada texto
© 2006 de la edición, Virus editorial/Lallevir S.L.

Título:
Los pies en la tierra
Reflexiones y experiencias hacia un movimiento agroecológico

Maquetación: Virus editorial

Diseño de la cubierta: PCC

Primera edición: noviembre de 2006

Edición a cargo de:


VIRUS editorial/Lallevir S.L.
C/Aurora, 23 baixos
08001 Barcelona
T./fax: 934413814
C/e: virus@pangea.org
http://www.viruseditorial.net

Imprés a:
Imprenta LUNA
Muelle de la Merced, 3, 2.º izq.
48003 Bilbao
T.: 944167518
Fax: 944153298

ISBN-10: 84-96044-79-3
ISBN-13: 978-84-96044-79-3
Depósito Legal:
Han participado en este libro:
Alberto Cruz, Paula Ortiz, Raúl Rodríguez, Julia del Valle; Asociación de
Consumidores y Productores de Productos Ecológicos «El Encinar»; Asociación de
Pastores y Ganaderos del Oriente Asturiano; Bajo el Asfalto está la Huerta
(BAH!); Daniel López García y Marc Badal Pijuan (coordinadores); Ecollavors,
Banco Cooperativo de Semillas; Eduardo Sevilla Guzmán y Joan Martínez-Alier;
José Manuel Naredo; Nafarroako Herri Okupatuak; Okupantes de La Punta
(Valencia); Plataforma Transgènics Fora (PTF!); Ramón Fernández Durán; Sonia
Oceransky Losana y Xarxa Agroecològica de Catalunya.
Índice

INTRODUCCIÓN
Daniel López García y Marc Badal Pijuan (coordinadores) . . . . . . . . 7

I. CONTEXTO
El Tsunami urbanizador español y mundial.
Razones, impactos globales y repercusión sobre
la piel de toro y sus archipiélagos, Ramón Fernández Durán . . . . . . . 25
Metabolismo económico y deterioro territorial:
tendencias en curso y posibles remedios, José Manuel Naredo . . . . . 41
Las relaciones entre mujeres y hombres en el medio rural:
su herencia en nuestros proyectos, Sonia Oceransky Losana . . . . . . . 57
Orígenes del Movimiento Social Agroecológico
en el Estado español y sus conexiones con Latinoamérica,
en el contexto de los procesos antagonistas
al neoliberalismo y la globalización,
Eduardo Sevilla Guzmán y Joan Martínez-Alier . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

II. EXPERIENCIAS Y REFLEXIONES HACIA UN MOVIMIENTO AGROECOLÓGICO


Límites y perspectivas tras 14 años de la
Asociación de Consumidores y Productores
de Productos Ecológicos, Artesanos y Alternativos
«El Encinar» (Granada), Marta Castillo Rodríguez,
Isabel Haro Pérez y Isabel Vert i Carbó . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Iniciativa agroecológica Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!).
Haciendo piruetas entre el crecimiento del proyecto
y la participación, Comisión de Participación del
BAH-Perales de Tajuña (Madrid) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
La Punta: ahora y siempre contra el invasor.
Cooperación entre vecinas/os y okupantes de casas
en la lucha contra la destrucción de la huerta
histórica en la pedanía de La Punta (Valencia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
Enredados/as para transformar(nos).
La experiencia de la Xarxa Agrecològica de Catalunya,
Joan Domènech, Marta Terrassa,
Sigrid Muñiz y Guillem Tendero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Plagas y males del campo: la burocracia.
Sobre las políticas oficiales de desarrollo rural y
de conservación del medio y el pastoreo tradicional
en el oriente de Asturias, Fernando García Dori . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
La apasionante relación entre hombres y mujeres en nuestros
proyectos: por una militancia mixta, Alberto Cruz,
Daniel López, Paula Ortiz, Raúl Rodríguez, Julia del Valle
(coordinadoras/es), Plataforma Transgènics Fora!,
Comisión de Género del BAH!-Perales de Tajuña (Madrid),
Nafarroako Herri Okupatuak . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
Acción política y vida cotidiana en los núcleos rehabitados
de los Pirineos, Nafarroako Herri Okupatuak, y
Beatriu Quintana y Laura Boguñá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171

EPÍLOGO, Marc Badal Pijuan y Daniel López García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

APÉNCICE
Voces en el desierto. Sobre sinducalismo agrario
y desarrollo rural en Castilla y León
Entrevista con Jerónimo Aguado
a cargo de Daniel López García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Introducción
Daniel López García y Marc Badal Pijuan (coordinadores)

DESDE LA EXPRESIÓN TERRITORIAL DE LA GLOBALIZACIÓN CAPITALISTA

La actual «globalización» capitalista se caracteriza, entre otras cosas, por la inte-


gración mundial de las economías y por la extensión de los flujos comerciales de
mercancías por todo el planeta. Para ello es necesaria también una integración
territorial que conecte entre sí los distintos espacios que, especializados en proce-
sos económicos determinados para ser más competitivos, dependen cada vez más
del mercado global. A este fin, están siendo necesarios determinados cambios en
la propia estructura del territorio: por un lado, la concentración de la población en
las ciudades para industrializar la producción y concentrar y mercantilizar el con-
sumo; por otro lado, los espacios metropolitanos deben transformarse para ser fun-
cionales y competitivos en la red global de ciudades (aparatos logísticos, servicios
a la producción, mano de obra flexible y adaptada, mercados internos solventes y
operativos). Y para lograr esto es necesaria la conexión de los distintos espacios
económicos mediante una potente red de telecomunicaciones y una densa y rápida
red de transportes de personas y mercancías, basada en los combustibles fósiles.
La globalización capitalista está generando también otras transformaciones de
muy diversa índole, a gran velocidad y a escala creciente en las sociedades huma-
nas y, en general, en todos los ecosistemas, por su necesidad constante de incre-
mento de la producción y del consumo, las cuales están generando graves desequi-
librios. En este libro vamos a poner especial atención en las transformaciones
territoriales, por considerarlas un elemento clave en el modelo de desarrollo neo-
liberal que, al destruir las culturas locales y concentrar la población y los recursos
en un puñado de aglomeraciones urbanas, están desestructurando las bases de
una eventual reconstrucción de las sociedades humanas desde lo comunitario, la
diversidad y la ecología.
8 Los pies en la tierra

Entre los problemas ambientales específicos de este modelo territorial


podemos destacar: la emisión de gases de efecto invernadero por su fuerte depen-
dencia del transporte; alta ocupación del territorio para la construcción de infraes-
tructuras (autovías, puertos, aeropuertos, zonas logísticas, pantanos, canales,
autopistas eléctricas...) o por el crecimiento de las áreas urbanas; concentración de
actividades nocivas para el medio ambiente, ya sea por deposición de residuos,
emisión de contaminantes o concentración excesiva en la demanda de recursos
naturales.
Entre los problemas sociales específicos de este modelo territorial podemos
destacar los ligados al abandono de las zonas rurales, a la industrialización y mer-
cantilización de la economía y a la concentración de la población en ciudades.
Asociado a esta «urbanización» de la población, también está cambiando la rela-
ción de las sociedades humanas con su medio ambiente: se pierden los modelos de
manejo campesino de los ecosistemas, y con ellos todo el conocimiento generado en
la estrecha relación entre las comunidades locales y su entorno. Con la pérdida de
este conocimiento perdemos un patrimonio incalculable que podría darnos muchas
pistas en la tarea de ir abriendo nuevos espacios y formas de relacionarse que no
deterioren nuestras condiciones de vida.
En los últimos años se acelera el ritmo de estas transformaciones territoriales
en todo el mundo, pero también se extienden posturas de rechazo frente a los efec-
tos nocivos que acarrean. El cuestionamiento de este modelo territorial, así como
el desarrollo urgente de alternativas al mismo, a todos los niveles, es también un
aspecto candente en la lucha contra la globalización capitalista. Por ello son de
gran importancia todo tipo de resistencias frente al desarrollismo —cuando el des-
arrollo, entendido como crecimiento económico, se convierte en ideología—, frente
a la destrucción y la mercantilización de las economías locales y de los recursos
naturales. Igualmente importantes nos parecen los proyectos que intentan rearti-
cular lo local (social, económico, cultural...) de forma integrada con los ecosistemas
que los acogen: experiencias que, desde lo local y frente a la homogeneización y la
colonización de la cultura urbano-industrial, están siendo capaces de articular
redes sociales que siguen lógicas no capitalistas, que ponen la economía al servi-
cio de las personas y no al revés.
En los últimos años detectamos un interés creciente y una mayor difusión de la
práctica de estos proyectos, así como de las críticas y propuestas que plantean. Se
multiplican todo tipo de resistencias, proyectos, foros de debate, textos, etc., pero al
mismo tiempo comprobamos que sigue existiendo una gran dispersión e incluso des-
conocimiento entre gente que, desde territorios y enfoques distintos, comparte este
espacio político. Estos dos factores (el creciente interés en el tema y la dispersión de
los grupos) nos han llevado a plantearnos un proyecto que abriese un debate entre
colectivos implicados en la lucha para frenar o superar la dinámica territorial capi-
talista; un debate que permitiese esa interacción, conocimiento y reconocimiento
Introducción 9

mutuos, y en el mejor de los casos, reforzar y enriquecer la trayectoria de cada ini-


ciativa. Para que este debate, además, pudiese revertir en otra gente, pensamos
darle forma de libro. Un libro desde la acción y para la acción, no como catálogo de
soluciones sino como herramienta de trabajo para seguir construyendo movimien-
to.Con él damos también continuidad a otros trabajos anteriores en la misma línea,
como los libros Colectividades y ocupación rural (Traficantes de Sueños, 2000) y Con
la comida no se juega. Alternativas autogestionarias a la globalización capitalista
(Traficantes de Sueños, 2003), en los que muchos de los y las participantes en este
nuevo trabajo hemos estado implicados/as de una u otra forma.

UN ESPACIO DE CONVERGENCIA ENTRE


MOVIMIENTOS SOCIALES AGROECOLÓGICOS

Esto que tienes en las manos es fruto de un proyecto colectivo de discusiones e


intercambio de experiencias en el que han participado más de 40 personas de dis-
tintas partes del Estado español, integrantes a su vez de proyectos u organizacio-
nes sociales que, desde distintos ámbitos y mediante diversas formas de organiza-
ción, trabajamos para intervenir sobre la expresión territorial de la globalización
capitalista. Durante los últimos años nos hemos ido conociendo en distintas reu-
niones, manifestaciones, campañas, fiestas, acciones, desalojos, encuentros, viajes,
etc.; tejiendo una red de relaciones que poco a poco ha ido adquiriendo sentido, a
la vez que iba reforzando lo que cada grupo y cada persona hacemos en los luga-
res que habitamos. Somos gente que, de una u otra forma, confluimos en un espa-
cio de militancia difuso, que bebe de distintas fuentes pero que nos cuesta encasi-
llar en movimientos sociales como «ecologismo», «economía social», «agricultura
ecológica» o «movimiento antiglobalización», pero que sin embargo tiene mucho de
éstos y de otros movimientos sociales. Compartimos una identidad política que no
tiene nombre, pero sí una experiencia y una trayectoria propias.
Si tenemos algo en común, es precisamente esta necesidad de enfocar nuestra
práctica de transformación social de una forma integral, atendiendo a la vez varios
aspectos que se refuerzan mutuamente. Por otro lado, también compartimos el
hecho de construir nuestros proyectos en territorios concretos, y precisamente sobre
los procesos que los atraviesan. Las trayectorias de estos grupos, que en muchos
aspectos consideramos convergentes, nos han llevado a preguntarnos si juntos y
juntas damos cuerpo a un movimiento social dedicado a trabajar la expresión terri-
torial de la globalización y, en concreto, cómo ésta se traduce en las relaciones entre
campo y ciudad y en los modelos sociales de manejo de los ecosistemas. De alguna
forma, nos vienen a la cabeza determinadas movilizaciones conjuntas, proyectos o
incluso formas de hacer las cosas con las que nos sentimos identificados e identifi-
cadas y a las que a veces nos dan ganas de llamar «movimiento agroecológico».
10 Los pies en la tierra

Aclarar si somos Movimiento Social, así con mayúsculas, o si este movimien-


to podría llamarse agroecológico o de otra forma; y mucho más definir qué es un
movimiento social, son tareas que exceden nuestras capacidades y que presen-
tan una utilidad más que dudosa. Para aclarar de qué hablamos, nos limitare-
mos a describir una serie de referentes que para nosotros dibujan una identidad,
unos objetivos y unas prácticas comunes a ciertos grupos y movilizaciones. Estos
elementos generan dinámicas paralelas que, ante una mirada de conjunto, pre-
sentan cierta coherencia; ya que las acciones de unos grupos se definen en rela-
ción a la práctica de los demás, que se convierten en el espejo que nos dice quié-
nes somos. Si no existe un Movimiento, sin duda hay momentos y ejes de movi-
lización en los que nos movemos a la par, en los que conjuntamente constituimos
movimiento.
Para ir definiendo estos referentes comunes hemos intentado hacer un peque-
ño esquema, muy simple pero que puede ilustrar los acontecimientos que en las
últimas décadas han ido generando, a nuestro parecer, el escenario político en el
que tiene lugar la convergencia de grupos tan diversos (ver cuadro al final de la
introducción). La revisión de nuestra historia común puede ayudar a entender la
heterogeneidad de los grupos incluidos en esto que podríamos llamar movimientos
agroecológicos. Hemos agrupado las organizaciones y proyectos que a nuestro
parecer podrían integrar este movimiento en siete categorías: las «distintas caras»
que formarían el prisma que hemos utilizado para pensar este proyecto de debate
colectivo. Que quede claro que no todas las personas ni todos los grupos que podrí-
an entrar en estas categorías entienden su actividad como «militancia agroecoló-
gica», ni por militancia ni por agroecológica. A su vez, no todo el mundo que rei-
vindica la agroecología cabe en este estrecho esquema. Sírvanos simplemente,
pues, para una primera aproximación operativa al «estado de la cuestión» agroe-
cológica en nuestros territorios. Estas siete caras serían:
– Experiencias colectivas rurbanas. En este grupo incluimos, por un lado, ini-
ciativas de okupación de tierras y edificios, o de vida colectiva en espacios
rurales o «rurbanos» que han quedado encerrados en el crecimiento difuso de
las grandes conurbaciones, pero que desarrollan actividades de tipo «rural» o
«agrario». Por otro lado, encontramos diversas experiencias urbanas o rurba-
nas de producción agroalimentaria artesanal y a menudo ecológica (pan,
vino, cerveza, hortalizas...) ligadas a movimientos sociales alternativos, y que
utilizan las redes de contactos e infraestructuras de estos movimientos para
la distribución de sus productos. Este tipo de experiencias se han desarrolla-
do recientemente de forma significativa al abrigo del movimiento de okupa-
ción, como una versión de ecologismo social y cotidiano a la vez que como
experimentos de autoempleo y economía autogestionaria. Podemos encon-
trarlas sobre todo en el área metropolitana de Barcelona, pero también en
otras ciudades como Madrid, Sevilla, Iruña, Valencia...
Introducción 11

– Proyectos y movimientos en defensa del territorio. Ya sea en zonas urbanas,


frente a los grandes planes de remodelación de las áreas metropolitanas para
su conexión con la economía global (infraestructuras de transporte o logísti-
cas, expansión de la edificación), o en zonas rurales como resistencias a un
modelo territorial que las margina, mercantiliza, privatiza sus recursos y las
convierte en meros abastecedores de materias primas y receptores de resi-
duos, dependientes de las ciudades.
– Circuitos cortos de Producción-Distribución-Consumo de alimentos de pro-
ducción ecológica. Desde mitad-finales de los noventa se está viviendo un
notable desarrollo de este tipo de iniciativas en muchas de las grandes ciuda-
des del Estado, constituyendo un interesante nexo entre campo y ciudad y
entre distintas organizaciones (agrarias, ecologistas, de consumidores, aso-
ciaciones urbanas de todo tipo). Éstas, al mismo tiempo, podrían suponer un
importante apoyo para la pequeña producción agraria que queda en las zonas
marginadas de la agricultura industrial.
– Agrupaciones rurales o agrarias alternativas. Organizaciones de productores
agrarios que defienden la pequeña explotación como forma de conservar un
medio rural vivo y no dependiente, ya sea por medio de un sindicalismo agra-
rio alternativo (Assemblea Pagessa, en Cataluña) o de la creación de organis-
mos cooperativos de asistencia a la producción y distribución de los produc-
tos (Pueblos Blancos en Cádiz, Terra Sana en Valencia, etc.), a menudo a tra-
vés de canales alternativos o de circuitos cortos de comercialización.
– Neorrurales y okupación rural. Grupos más o menos grandes de gente que se
trasladan de las ciudades al campo para construir proyectos de vida más cer-
canos a la naturaleza, a menudo basados en las actividades agrarias, orien-
tadas al autoabastecimiento, a la venta o al intercambio; mediante distintos
modos de acceso a la tierra y la vivienda, viviendo de forma colectiva o fami-
liar, ya sea en pueblos abandonados o en zonas pobladas.
– Investigación y formación. Podríamos encontrar experiencias dedicadas a dis-
tintas actividades: grupos que se dedican a la formación y a la producción teó-
rica alrededor de la agroecología (Instituto de Sociología y Estudios
Campesinos en Córdoba, Universidad Rural Paulo Freire); asociaciones de
estudiantes y redes de apoyo a proyectos agroecológicos desde la universidad
(Malayerba, Kybele o GEDEA en Madrid); centros públicos o semipúblicos de
investigación y extensión de la agricultura ecológica (Escola Agrària de
Manresa, en Barcelona; CIFAED en Granada; Estació Experimental Agrària
de Carcaixent, en Valencia).
– ONG relacionadas con la Soberanía Alimentaria. Organizaciones de ámbito
diverso que desarrollan actividades desde el nivel local hasta el mundial, ya
sea desde la resistencia contra la globalización y sus instituciones o desde la
articulación de alternativas agroecológicas y locales a la misma. Podemos
12 Los pies en la tierra

encontrar organizaciones como la CERAI, la Xarxa de Consum Solidari, las


distintas redes de apoyo al MST, GRAIN, Plataforma Rural ...

Seguro que en esta enumeración nos dejamos fuera mucha gente, Tampoco pode-
mos decir que todas las iniciativas que aquí aparecen tengan relaciones entre sí, ni
todas con la misma intensidad. Sin embargo, con esta descripción podemos hacernos
una idea de lo que se está moviendo en esta corriente que poco a poco vamos dibu-
jando. Compartimos ciertas ideas comunes que definen nuestra acción: rechazo a la
mercantilización del territorio y de la naturaleza; rechazo al modelo industrial-des-
arrollista; voluntad de tender puentes entre el campo y la ciudad; oposición al mode-
lo territorial que convierte el mundo rural en mero sumidero de residuos y provee-
dor de materias primas y de servicios de ocio; la oposición a la globalización capita-
lista y la crítica al modelo científico-industrial de manejo de los recursos naturales.
Para recoger parte de las experiencias que desde estos grupos se están desarro-
llando, y a su vez fortalecerlas al profundizar en los debates en torno a nuestra
práctica, hemos optado por centrarnos en determinados debates que se están
dando, o que creemos interesante abrir, en vez de sacar un catálogo de proyectos,
poco útil a la hora de fortalecer nuestras prácticas. Así, nos hemos limitado a pro-
poner a algunos grupos que investiguen determinadas cosas referidas a su proyec-
to, intentando recoger así los principales debates que recorren estas distintas
caras de la ecología. Los grupos se han escogido pensando en implicar a experien-
cias interesantes de distintas partes del Estado español; experiencias que tuviesen
cierto bagaje y, por lo tanto, algo que contar en relación a los debates de los que
hemos hablado. Siguiendo estos criterios, hemos escogido, cuando ha sido posible,
a organizaciones que a su vez están formadas por otras organizaciones, de forma
que en los debates participase la mayor cantidad de grupos posible. También
hemos intentado integrar a proyectos que, sin tener que hacer necesariamente
publicidad de su proyecto, quieren divulgar su actividad para que otra gente se
ponga a ensayar experiencias similares. Por último, hemos puesto especial aten-
ción ante proyectos de base productiva, pues pensamos que el desarrollo de tejidos
económicos no capitalistas es uno de los aspectos que más debemos fortalecer.
Con este proyecto pretendemos sacar a la luz parte de lo que vamos aprendien-
do, para compartirlo entre nuestras organizaciones e informar de ello a gente
implicada en otras luchas, e incluso a gente que no está organizada o implicada
directamente en militancias políticas y sociales. Pero también para experimentar
y extender procesos de autoinvestigación, autodiagnóstico, reflexión interna en los
grupos sobre nuestra propia práctica, como forma de mejorarla y de hacernos más
conscientes de nuestra situación y trayectoria en cada momento. Éste es un libro
sobre lo que los grupos estamos construyendo, para otra ocasión quedaría hablar
de todo aquello a lo que nos enfrentamos.
Introducción 13

UNA EXPERIENCIA DE INVESTIGACIÓN COLECTIVA

Han pasado casi tres años desde que tuvieron lugar las primeras conversaciones
entorno a este proyecto, aunque no fue hasta 2004 cuando empezamos a darle
forma. Queríamos emprender un proceso de reflexión con distintos colectivos y
plasmarlo en un libro donde los grupos tomaran la palabra, para que contaran
algunos aspectos de aquello que nadie puede contar mejor: su propia práctica. A
cada grupo se le propuso abordar algún aspecto concreto de su práctica con el que
elaborar una parte de lo que, en conjunto, vendría a ser un mosaico que mostrase
las dificultades que enfrentan y las potencialidades que presentan este tipo de
experiencias.
A principios de 2005 se constituyen los grupos que a lo largo del año han dise-
ñado y dinamizado los procesos de reflexión en los grupos participantes. En algu-
nos casos se trataba de crear un nuevo espacio de debate mientras que en otros se
trataba de acoplarse a un proceso ya en curso. Después de una primera fase en que
los grupos dinamizadores de los respectivos capítulos definieron los objetivos, los
contenidos y la metodología a seguir, se han puesto en práctica distintos procesos
para extender el debate al conjunto de los respectivos colectivos. Para ello se han
realizado jornadas de reflexión, talleres, encuestas, entrevistas y, por supuesto, un
sinfín de reuniones. Algunas de estas actividades se han apoyado o han formado
parte de las investigaciones que algunos compañeros y compañeras estaban reali-
zando, a nivel profesional o como prácticas de diversos estudios oficiales relaciona-
dos de alguna forma con la agroecología, la sociología o la intervención socioedu-
cativa. Es de resaltar también, por tanto, el esfuerzo de esta gente y las colabora-
ciones recibidas desde sus tutores/as o desde compañeros/as, cuando éstas se han
dado, en relación a los aspectos más técnicos del desarrollo de las investigaciones.
Estos procesos de «autoinvestigación» se detallan en cada capítulo, contados por la
gente que los ha protagonizado.
Mención aparte merecen los capítulos que conforman la primera parte del
libro. También desde un buen principio se nos ofreció la posibilidad de contar con
la implicación de algunas personas que llevan muchos años investigando y escri-
biendo sobre cuestiones que podían servir como marco de referencia para el texto.
Poder contar con estos capítulos de contextualización suponía una oportunidad
que no quisimos rechazar. Así pretendíamos, por un lado, acercar su trabajo a
unos grupos muy volcados en la práctica. Y por otro, acercarles a unos grupos que
están abordando desde el ámbito de lo cotidiano las transformaciones que ellos
proponen en sus textos.
En aquel entusiasmo inicial se pretendía conseguir un intenso contacto entre
los distintos grupos y personas a lo largo del proceso; algo que sólo se ha logrado
en parte, quedando reducido a las visitas y comunicados del grupo de coordinación
y a la lista de correo electrónico creada para la ocasión.
14 Los pies en la tierra

Para introducir la cuestión de género en el libro partíamos de una idea clara:


lo mucho que afectan estas cuestiones a nuestros proyectos y lo difícil que resulta
manejarlas, pero nos ha costado mucho encontrar la forma de abordarlo. Se formó
un grupo de gente de Madrid, cercana a la iniciativa Bajo el Asfalto está la Huerta
(BAH!), para trabajarlo, iniciando un largo proceso en el que han colaborado tam-
bién muchas otras personas y en el que tanto el equipo de trabajo como el enfoque
han sufrido grandes variaciones.
Lo que nos parecía el enfoque más correcto (introducir la perspectiva de géne-
ro en todo el libro y todos los capítulos) no pudo llevarse a cabo, por falta de tiem-
po, y también por la dificultad que veía gran parte de la gente, que no se veía sufi-
cientemente formada para integrarlo en cada capítulo. La propuesta inicial invi-
taba a los grupos participantes a abordar estas cuestiones de forma paralela a la
elaboración de su correspondiente capítulo. Finalmente, sólo tres grupos se han
integrado de alguna manera a estos debates. Los resultados y valoraciones apare-
cen en un capítulo específico aparte de los de cada organización, y además en la
primera parte del libro hemos incluido un texto que habla de las relaciones de
género en el medio rural español, precisamente para intentar cubrir los vacíos con-
ceptuales y de información con que nos hemos encontrado. Si bien el proceso ha
sido difícil y costoso, pensamos que el resultado es muy valioso, no sólo por lo sin-
gular de este tipo de debates en colectivos mixtos, sino también por las reflexiones
y procesos que se han abierto.
También queremos resaltar la débil presencia de organizaciones expresamen-
te agrarias en el texto. Además del capítulo 5, sobre la experiencia de los pastores
en el oriente asturiano, pretendíamos haber introducido en todo el proceso alguna
organización alternativa agraria y rural. El tema propuesto era analizar el papel
del sindicalismo agrario en la evolución del medio rural desde la entrada de
España en la UE, y para ello invitamos a la Plataforma Rural —una organización
de ámbito estatal que trabaja «por un mundo rural vivo», agrupando a distintas
organizaciones del campo y de la ciudad—. Cuando más tarde nos comentaron sus
dificultades para participar, llegamos a un acuerdo con la Assemblea Pagessa —
una organización alternativa de agricultores y agricultoras de Cataluña— que
finalmente tampoco pudo realizar el articulo. Al final, hemos tenido que introdu-
cir, de forma un tanto forzada, un apéndice que contiene una entrevista a Jeró-
nimo Aguado, presidente de Plataforma Rural. Esto rompe con la estructura del
libro, ya de por sí extraña, pero así conseguimos cubrir este aspecto tan importan-
te de los discursos y prácticas de estos movimientos agroecológicos: los del medio
rural y de los y las profesionales agrarios de la España interior.
Introducción 15

UN LIBRO PARA RECOGER Y MULTIPLICAR UN PROCESO

A lo largo de todo este tiempo hemos podido disfrutar de una vivencia que iba
tomando forma a medida que avanzaba. En el camino se han ido sumando varias
personas con las que en un principio no contábamos, y felizmente han sido muy
pocas las que no han podido atender la invitación. Hemos estrechado lazos con la
gente que era más cercana, hemos compartido trabajo con personas que no conocía-
mos y hemos vuelto a saborear el placer de aprender jugando a la hora de diseñar
las herramientas de discusión y aprendizaje colectivos que luego hemos ido usan-
do. Una vez más hemos recordado lo hermoso y valioso de nuestra práctica, una
vez más hemos recordado que no son tan pocas las experiencias con las que conta-
mos y que no es tan poco lo que hemos aprendido.
Finalmente, en 2006 el proyecto va tomando forma de libro. Se acotan los con-
tenidos, intentan trazarse puentes entre los distintos capítulos, se aborda la redac-
ción y las correcciones. Con el libro se cierra la caja de truenos que habíamos abier-
to un año antes. Los pies en la tierra ha sido escrito por más de veinte personas,
gente variopinta que vive realidades bien distintas, lo que puede percibirse con
una simple ojeada a los distintos capítulos. Querer incluir tantas experiencias nos
ha obligado a destinar un espacio muy breve a cada uno de los capítulos, lo que ha
pesado bastante a la hora de redactar: muchas cosas han quedado fuera y las que
aparecen lo hacen muy abreviadas. Por esto se ha intentado complementar la
información incluyendo referencias a sitios web y bibliografía.
La primera parte del libro nos presenta el escenario en que se desarrolla la
trama: cuatro artículos que nos sitúan en el contexto en el que se ubican estos gru-
pos: Ramón Fernández Durán abre el texto con un zoom (mundo-Unión Europea-
Estado español) sobre las transformaciones territoriales más recientes que se
están dando a estos diferentes niveles, y la influencia de la economía y sus insti-
tuciones globales sobre ellas. José Manuel Naredo nos sitúa en cómo la evolución
conjunta del medio rural y medio urbano, según el modelo capitalista en el que
estamos inmersos, forma la pinza de degradación social y ambiental a la que nues-
tros proyectos pretenden responder y plantear alternativas. Sonia Oceransky nos
habla sobre la evolución demográfica en el campo español durante el siglo XX,
prestando especial atención a la situación de la mujer y a los procesos sociales que
vienen asociados a la cuestión de género. Por último, Eduardo Sevilla Guzmán y
Joan Martínez-Alier presentan los inicios del movimiento campesino agroecológi-
co en América Latina y en el Estado español, y su relación con el movimiento anti-
globalización.
En la segunda parte se muestra el fruto de los siete procesos paralelos de refle-
xión realizados por los grupos. Hemos querido introducir los distintos capítulos
con un breve repaso al contexto social y territorial en que se ubica la práctica del
colectivo. De este modo, con el conjunto de estas introducciones obtendríamos una
16 Los pies en la tierra

imagen aproximada de las realidades territoriales que se viven actualmente en


distintas áreas geográficas del Estado español.
El crecimiento de las cooperativas de producción y consumo de alimentos ecoló-
gicos, y su relación con la gestión y la participación es el tema que, desde el contex-
to andaluz, se aborda en el capítulo redactado por varias socias de la Asociación de
Productores y Consumidores «El Encinar», de Granada. Han pasado casi quince
años desde que se crearon las primeras asociaciones que con el tiempo fueron
aumentando de tamaño y adaptando su funcionamiento a las nuevas condiciones y
dimensiones. Con el reciente giro que ha dado la política de la Junta de Andalucía
en materia de agricultura ecológica, parece que la realidad de los grupos que for-
man la Federación Andaluza de Cooperativas y Asociaciones de Productores y
Consumidores de Alimentos Ecológicos se encuentra ante un nuevo escenario.
En Madrid encontramos la cooperativa agroecológica Bajo el Asfalto está la
Huerta (BAH!) que desde el año 2000 viene construyendo un espacio económico
colectivo donde la producción, distribución y consumo de hortalizas es lo que da pie
a un intenso trabajo de experimentación social y cultural: producción, empleo, orga-
nización y gestión colectiva, asambleas y dinámicas grupales, formación y produc-
ción teórica, etc. Este modelo se caracteriza por un alto grado de comunicación y par-
ticipación, dos aspectos que podrían verse mermados con un incremento del tamaño
de la cooperativa; lo que de hecho planteó en su día profundos debates. Se optó por
crear nuevas cooperativas con un tamaño y un funcionamiento similar, que se coor-
dinarían pero mantendrían una identidad propia. La comisión de participación del
BAH! de Perales ha redactado un capítulo donde se recoge parte de su trabajo, pres-
tando especial atención al proceso de «replicación» y a la coordinación entre las seis
cooperativas que han surgido en torno a Madrid desde el ámbito del BAH!
La expansión implacable de la mancha de hormigón genera resistencias como
las que protagonizaron las vecinas de La Punta, pedanía de la huerta sur valen-
ciana que en los últimos años ha sido borrada del mapa a pesar de la decidida opo-
sición y trabajo constante de la Asociación de Vecinos/as La Unificadora y de toda
la gente que les apoyó. El capítulo ha sido redactado por algunas de las personas
que se instalaron en La Punta, respondiendo al llamamiento que las vecinas lan-
zaron al movimiento de okupación de Valencia, y describe la acción colectiva fren-
te a los desalojos y las dificultades que fueron surgiendo, relacionadas con diferen-
cias culturales entre las vecinas «de toda la vida» y las recién llegadas.
En Cataluña surgió, en el año 2003, un espacio de confluencia donde un amplio
abanico de grupos aúnan esfuerzos para tender puentes entre el campo y la ciudad,
servir de nodo de encuentro y acercamiento de experiencias de producción y de con-
sumo, apoyo a proyectos y luchas locales, divulgación, etc. Lo que se conoce por la
Xarxa Agroecològica de Catalunya. La redacción de este capítulo coincide con un
momento de replanteamiento de la naturaleza y, por tanto, del funcionamiento de
la Xarxa, dando continuidad a un proceso de debate iniciado tres años atrás.
Introducción 17

Desde Asturias nos llega un texto de Fernando García Dori en el que nos ofre-
ce un repaso a las políticas públicas de desarrollo rural implementadas en la zona
de Picos de Europa (políticas agrarias, programas europeos, políticas de conserva-
ción de la naturaleza, turismo rural...), a través de las circunstancias que debe
enfrentar el colectivo de pastores, que mantiene una actividad ancestral con el uso
de técnicas y métodos propios y que se resiste a desaparecer.
El repaso de la práctica en estos grupos se completa con un capítulo dedicado
a las relaciones entre hombres y mujeres en nuestros proyectos, y cómo éstas afec-
tan a la definición y consecución de los objetivos de cada organización. En este
capítulo se vuelcan los resultados de los procesos de debate y autoanálisis que se
han desarrollado al respecto en tres colectivos participantes en el libro: el BAH! de
Madrid, los pueblos okupados de Navarra y la Xarxa Agroecològica de Catalunya.
Para finalizar, nos encontramos con un ejemplo de resistencia ante la degra-
dación del modo de vida y la cultura campesina en zonas de montaña en los
Pirineos. Son más de 500 los núcleos que quedaron abandonados como consecuen-
cia del despliegue de los planes del desarrollismo. Precisamente en estos lugares
es donde se han ido asentando durante los últimos treinta años cientos de «neo-
rrurales», conjunto heterogéneo de experiencias que ha modificado las dinámicas
sociales y económicas en la cordillera. En su extremo occidental se encuentra la
gente de los pueblos okupados en la zona de Itoiz, que nos hablan de las dificul-
tades para compaginar las tareas de recuperación del pueblo con la implicación
en otras movilizaciones sociales. En el otro extremo de la cordillera encontramos
la Alta Garrotxa, una de las zonas que alberga una mayor concentración de expe-
riencias de repoblación de núcleos de montaña abandonados. A lo largo de tres
décadas, se han ido asentando cientos de personas que en su interacción han ido
desarrollando una red de cooperación e intercambio que ha dado lugar al conjun-
to de experiencias colectivas que serán analizadas por un grupo de estos nuevos
habitantes.
El libro se cierra con el resumen de lo que fue el encuentro que mantuvimos en
el pueblo okupado de Navalkejigo, el pasado marzo de 2006, y en el que aparte de
valorar el proceso compartido, se abordaron varios aspectos comunes a todos los
colectivos. La reseña del encuentro nos sirve para cerrar la primera fase del pro-
yecto, o sea, la redacción del texto.

Se trata de un libro que puede empezar a leerse por cualquiera de sus capítulos:
una muestra de vivencias y reflexiones plasmadas, nunca de forma completa,
sobre el papel. Un texto en el que no encontraréis ni una propuesta concreta para
el análisis ni un programa definido para la acción: sólo breves pinceladas a inicia-
tivas en continua redefinición que, a pesar de las dificultades que deben enfrentar,
nos muestran algo de lo que ya se está practicando. Vivencias de las que, creemos,
pueden adaptarse ciertas maneras e intenciones a otro tipo de espacios colectivos.
18 Los pies en la tierra

Tampoco es un libro «rompehielos» mediante el cual abrirnos paso por el gélido


territorio de la opinión pública. No queríamos quedarnos solamente en las dificul-
tades y debilidades a las que nos enfrentamos. Queríamos también dar a conocer
algunos de los mecanismos que hemos usado para ir mejorando nuestra práctica,
y a todo ello darle un tono asequible y que declinara la crítica hacia «lo otro» para
centrarse en lo propio.
Salvo en algunos casos, este es un libro escrito por personas que no se dedican
a esta actividad. Además, la precariedad en que se desarrollan nuestros proyectos
y la dificultad para conciliar la vida personal con la acción política hace difícil
ponerse a pensar y sistematizar nuestras experiencias; más aún cuando lo hace-
mos mediante procesos colectivos amplios y muy participativos. A esto cabe
sumarle que quienes hemos asumido la coordinación jamás habíamos abordado un
proyecto de publicación colectiva. Las condiciones en las que se ha realizado todo
el proyecto han sido bastante austeras, el trabajo ha sido voluntario y debía con-
ciliarse con nuestras vidas personales, nuestra militancia cotidiana y también con
«ganarnos el pan» en algún ratito que quedase libre.
Con esta coartada y con el buen sabor de boca que nos han dejado los momen-
tos vividos durante este largo proceso, asumimos las lagunas, descuidos, errores y
vaguedades que, probablemente, encontraréis en el texto. Nos gustaría que el pro-
yecto entrara en una nueva dimensión a través de la distribución y divulgación del
libro. Éste debe tomarse como una herramienta para la acción y la reflexión, así
que aparte del jugo que cada cual pueda sacarle con su lectura, nos planteamos la
posibilidad de generar espacios de debate a partir de sus contenidos. Ponemos así
un punto y seguido a un proceso que ni empezó ni termina con el proyecto que aquí
presentamos. La continua revisión de nuestra práctica colectiva seguirá presente
en nuestros grupos y en los espacios de encuentro con los demás. Probablemente
seguiremos tropezando y renqueando, pero sin dejar de disfrutar de aquellas
pequeñas alegrías que a veces el andar-haciendo-camino nos regala.

AGRADECIMIENTOS

Aunque puedan parecer poco originales y a menudo gratuitos, en esta ocasión nos
parece necesario terminar con la correspondiente serie de agradecimientos:
A los grupos que han participado en el proyecto y especialmente a las personas
que han asumido la dinamización de cada capítulo por las ganas de seguir dándo-
le vueltas a lo que hacemos.
A José Manuel, Eduardo y Sonia por su interés y por haberse sentido una parte
más del proceso.
A Ramón por lo mismo y también por habernos incitado y animado a empren-
der algo así, un placer.
Introducción 19

A Raúl Rodríguez (¡árbitro, cabrón!) por la dinamización del encuentro y de


otros talleres, y a Lars Bonell por sus consejos y supervisión. A Raúl y Fer por
prestarnos sus vacaciones.
Al pueblo okupado de Navalkejigo por alojarnos un frío fin de semana de
invierno y por ese fiestón que nos regalaron. A Miguel y Jessi por esos cuidados y
esas maravillas culinarias que compusieron con todo su amor en el encuentro.
A todas las gentes de la Iglesuela, Ambite, Granada, Córdoba, Navarra, La
Garrotxa, Prades, Valencia, Barcelona y Madrid que nos habéis abierto vuestras
casas y locales.
A Vicente y Dani, del BAH, por el soporte telemático del proyecto.
A María, por ser más maja que todas las cosas y ante todo nuestra amiga, por
cuidarnos tanto en nuestros constantes asaltos a Can Marquès y por ser nuestro
«faro agroecológico» particular.
A Patric, y en general a la gente de Virus, por hacer suyo el proyecto, y por el
apoyo y la asesoría.
A Carlitos, Lourdes, Anna y Javi, que a su modo han participado en todo esto
y no podrán leer este libro, pero que siguen bien presentes en nuestro recuerdo.
A toda la gente que se nos olvida, mil disculpas.
Y a todos y todas quienes trabajamos por la agroecología y la ecología social, un
saludo y mil besos.

Redactado en La Iglesuela, Ambite, Madrid y Prades, entre 2005 y 2006


20 Los pies en la tierra

A ÑO S 80 A ÑO S 90 AÑO S 20 00

– Reestructuración del
territorio: la globalización
– Moneda única en la UE.
entra de la mano de las
Fuerte inflación en España.
políticas de la UE.
– Fuerte crisis económica – Fuerte subida de los pre-
– 1992: profunda rees-
en la primera mitad, resaca cios del petróleo.
tructuración de Madrid,
de la crisis mundial del – Se va completando el
Barcelona, Sevilla. Hacia la
petróleo en los 70. despliegue de infraestructu-
ciudad-empresa.
– Combatividad social ras para la conexión con el
– Intensificación en la
intensa de los 70 en pro- mercado global: autovías,
construcción de grandes
ceso de retroceso. puertos, aeropuertos,
infraestructuras: autovías,
C on te x t o – Entrada en la CEE (des- zonas logísticas, TAV.
puertos, aeropuertos, pan-
s oc i a l , arrollismo, subvenciones, – La era del hormigón:
tanos, líneas eléctricas,...
pol í t i co y normativas sobre sanidad y urbanización y subida de
– Extensión del discurso
t e r r i to r i al otras,...). precios brutales.
ecotecnocrático de la sos-
– Recuperación por parte Construcción y especula-
tenibilidad: Río 92. Cala el
de la clase política del dis- ción como motores de la
discurso ecologista-ambien-
curso ecologista (ahora economía. Remodelación
talista en la sociedad y en
ambiental). Informe de las grandes ciudades
el resto de movimientos
Brundtland en 1987 y que faltaban: Bilbo,
sociales.
propuesta del «desarrollo Valencia, Zaragoza.
– Gran impulso de las
sostenible». – Explosión de la segunda
políticas conservacionistas.
residencia y del turismo
Ampliación de la Red de
rural y de aventura.
Espacios Naturales
Protegidos.

– Gran impulso de los


movimientos en defensa
del territorio (sobre todo
locales, pero también
– Movimientos sociales regionales) en todo el
muy fuertes: movimiento Estado contra: infraestruc-
antiOTAN, pacifista, turas de transporte, ener-
antiimperialista y en menor – Luchas antidesarrollistas: gía, PHN, tanto en ciuda-
medida antimilitarista. Leizarán, Itoiz, TAV, des como en el medio
– Gran actividad social, Tarifa... rural.
también a nivel de expe- – Movimiento de insumi- – Los okupas urbanos se
riencias de economías sión y de okupación en las centran en acciones sobre
alternativas. ciudades. urbanismo y diseño-remo-
– Movimiento ecologista: – Primeras movilizaciones delación del espacio urba-
M ov i m i e n t os
últimos coletazos de la de algo así como la proto- no.
s oc i a l es
lucha antinuclear, Riaño. antiglobalización: Barcelona – Grandes cumbres anti-
– Movimientos de solidari- y Sevilla (92), Foros de globalización como nuevo
dad con las revoluciones Madrid contra BM y FMI fenómeno. Consolidación
latinoamericanas (94) y contra la UE (95), del Mov. Antiglobalización.
(Nicaragua, Salvador,...). Encuentro Intercontinental Transposición del movi-
– Se gestan los nuevos contra el Neoliberalismo miento a proyectos locales
movimientos de okupación (97). y propósitos.
e insumisión, al calor del – Aparece el movimiento
reflujo del movimiento de seguimiento y denuncia
antiOTAN. a las transnacionales.
– Grandes movilizaciones
contra la guerra de Irak.
– Foros sociales mundiales
y también locales.
Introducción 21

A ÑO S 80 A ÑO S 90 AÑO S 20 00

– Explosión del consumo


de alimentos ecológicos:
– Auge en Europa de la
eco-capitalismo por un
agricultura ecológica y pri-
lado y consumo asociativo
meros pasos en el Estado
por otro.
español. – Explosión de la agricultu-
– Gran impacto de LEA-
– Transformación intensa ra ecológica: consolidación
DER en medio rural espa-
del medio rural y del sec- del sector.
ñol.
tor agrario: modernización – La PAC y sus reformas:
– Sucesos de El Ejido,
de las explotaciones, apari- reajustes fuertes en el sec-
invierno 2000. Se destapa
ción de los «cultivos de tor agropecuario (guerra
la agricultura industrial
M e di o r u r a l subvención», desaparición de la leche y otros).
basada en la esclavitud.
y ag r i c u l t u r a de puestos de trabajo – Surgen planes LEADER
– Fuerte reforma de la
(800.000 empleos en el y de desarrollo rural.
PAC: disociación, ecocon-
sector agrario en 10 años) – Se profundiza la trans-
dicionalidad y modulación
y explotaciones, destruc- formación de las estructu-
de las ayudas.
ción de economías locales, ras agrarias: concentración,
– Contaminación transgé-
Plan de Empleo Rural, industrialización, capitaliza-
nica de cultivos ecológicos.
concentración de la pro- ción.
Debate sobre la coexisten-
ducción hortícola, empieza
cia.
el boom de los invernade-
– Aparición de fondos
ros.
FEADER, en relación con
UE-25.

– Incremento paulatino de
– Movilización internacio-
las experiencias neorrurales
nal contra los organismos
desde los 80 (hay más
modificados genéticamen-
ahora).
te. Moratoria en la comer-
– Movimientos rurbanos
cialización hasta el 2004.
no sólo en Barcelona
– Surge Vía Campesina. Se
(CSO rurbanos, huertas
forma la Plataforma Rural
okupadas, artesanías y
en 1996. Escuelas campe-
– Primera cooperativa de autogestión).
sinas.
consumo de productos – Coordinaciones militan-
– Introducción de la agro-
ecológicos: El Brot (Reus). tes campo-ciudad:
ecología: trabajo con pro-
– Movimiento de «vuelta Plataforma Rural, GAK,
ductores (SOC) y consu-
al campo» en la primera BAH!, Xarxa
midores. Inicio de cursos
¿ Or í ge n e s mitad de los 80: recupera- Agroecològica de
de doctorado y maestría
de u n ción de pueblos abandona- Catalunya.
en Universidad de
mo vi m i en to dos en toda la Península – Campañas antiOMG:
Córdoba por el ISEC
s oc i a l ag r oe - por grupos de jóvenes debate social, moratoria.
(1991).
c ol ó gi c o? urbanos, quizá en relación – El discurso agroecológico
– Federación Anarquista
con la fuerte crisis econó- se integra en círculos mili-
de Colectividades del
mica. Creación del tantes (antiOMG, redes de
Campo (90-93).
Movimiento Alternativo semillas, pequeña produc-
– Encuentros de okupación
Rural. ción y consumo agrarios,
rural (Madrid-96,
algunos círculos neorrura-
Aritzkuren-Sasé-97,
les): proyectos concretos
Barcelona-2000).
entre lo agrario y lo social.
– Incremento notorio de
– Se extienden modelos en
las cooperativas y asocia-
agricultura ecológica de
ciones de consumo ecoló-
relación directa produc-
gico. Resurgimiento de la
ción-consumo, con fuerte
agricultura ecológica como
componente transforma-
movimiento social.
dor.
I. CONTEXTO
El tsunami urbanizador español y mundial
Razones, impactos globales y repercusión sobre
la piel de toro y sus archipiélagos
Ramón Fernández Durán (miembro de Ecologistas en Acción)*

«Es un momento excepcional, en que todos los mercados inmobiliarios


del mundo están en una fase de expansión. No es normal que todos estén
en ciclo expansivo, pero ahora se está dando. Y en ese entorno de creci-
mientode negocios y beneficios es difícil estar decepcionado con nada.»
Colin Dyer, presidente del grupo inmobiliario Jones Lang Lasalle
(El País, 25-12-2005)

LA «GLOBALIZACIÓN» CEBA LA BURBUJA ESPECULATIVA INMOBILIARIA EN


EL«NORTE» Y EL ESTALLIDO URBANO EN EL MUNDO ENTERO

El nuevo capitalismo mundial se desarrolla desde los ochenta con una dimensión
crecientemente financiera y especulativa, la más verdaderamente global. Tras el
fuerte parón económico de los setenta y primeros ochenta (shocks petrolíferos, cri-
sis del dólar, estanflación, subida brusca de los tipos de interés, estallido de la
deuda externa periférica, etc.), se reinicia una nueva fase de crecimiento económi-
co (desigual y sobre nuevas bases) y, por supuesto, de expansión urbano-metropoli-
tana en todo el planeta. En el «Norte» se activa una vez más el crecimiento del sis-

*
Este artículo ha servido de base para un texto más amplio publicado en al colección «Folletos» de
Virus editorial, en junio de 2006, bajo el título El tsunami urbanizador español y mundial. Sobre
sus causas y repercusiones devastadoras, y la necesidad de prepararse para el posible estallido de
la burbuja inmobiliaria.
26 Los pies en la tierra

tema urbano superior, en especial de las llamadas ciudades globales (Nueva York,
Londres, Tokio, etc.), pero su crecimiento es más espacial que demográfico, ante el
agotamiento progresivo de las migraciones internas campo-ciudad, y va acompaña-
do de fuertes reestructuraciones internas (terciarización). En el «Sur», el estallido
de sus principales metrópolis hace que éstas pasen ya a ocupar los primeros luga-
res mundiales en términos demográficos (México DF, Sao Paolo, etc.), que no eco-
nómicos. La deslocalización industrial, el «desarrollo del subdesarrollo» y sobre todo
la desarticulación del mundo rural por la expansión del agrobusiness, son las cau-
sas del brutal crecimiento de las megaciudades periféricas. A partir de los noventa,
se incorpora de forma irrefrenable a este proceso China (la «fábrica del mundo»),
que se está transformando a velocidad de vértigo en una sociedad urbana, en su
fachada de grandes metrópolis del Pacífico. Y en el Este, tras la caída del muro, el
colapso de la URSS y su aguda regresión económica, se frenan bruscamente los pro-
cesos de concentración urbana, que no se han reactivado hasta más recientemente.
Al inicio del nuevo milenio, hay bastante más de 300 metrópolis millonarias en
el mundo, y algunas de ellas superan ya los veinte millones de habitantes. La
mitad de la población mundial (unos 6.300 millones) habita en ciudades. Pero
todavía existe un muy considerable mundo rural, campesino e indígena, en
muchos espacios de la Periferia, que está amenazado por el «desarrollo» y sobre
todo por la expansión del agrobusiness. Una agricultura de exportación sin campe-
sinos, cuya progresión en todo el planeta va a activar aún más las migraciones
masivas, no sólo campo-ciudad en las Periferias, sino Periferias-Centros, en espe-
cial hacia sus metrópolis. Esta nueva etapa global de crecimiento urbano se ha
visto incentivada asimismo por veinte años de petróleo barato (Fdez Durán, 2003).
Pero, recientemente, la lengua de lava urbano-metropolitana en muchos países
del «Norte» se ha visto reactivada de forma exacerbada por nuevas dinámicas
financiero-especulativas. La huida masiva de capitales de los mercados bursátiles
a partir de 2000, como resultado del estallido de la burbuja financiera tecnológica
de la llamada new economy, ha generado unas condiciones globales de enorme
liquidez que busca dónde aposentarse. Los tipos de interés llegaron a caer al 1%
en el caso del dólar, al 2% en el del euro y a cerca del 0% para el yen. Todo ello ha
propiciado una enorme capacidad de creación de dinero mundial, a partir de sus
principales fortalezas de emisión en divisas fuertes en el «Norte». Esta creación se
ha dado a todos los niveles: dinero papel, dinero bancario y dinero financiero. Es
un dinero que se crea en base al crédito, a la generación de deuda a todos los nive-
les. Deudas que se sustentan unas sobre otras, en una pirámide que (hasta ahora)
parece no tener fin.
Y, especialmente, hay una enorme cantidad de dinero que se ha orientado en
muchos países del mundo, sobre todo de la OCDE, hacia el sector inmobiliario. Se
está gestando desde hace ya unos años una mastodóntica burbuja especulativa que
ha sido caracterizada por The Economist (18-6-05) como el mayor proceso especu-
El tsunami urbanizador español y mundial 27

lativo de la historia del capitalismo. Además, se están creando nuevos instrumen-


tos financieros para alimentar a la bestia, para que no estalle, por el bien de
«todos». Los fondos de pensiones e inversión en expansión se orientan cada vez
más hacia el sector inmobiliario. Se crean nuevos fondos inmobiliarios en los paí-
ses centrales, a los que se les dan todo tipo de ventajas fiscales, para que acuda la
inversión a los mismos. Se titularizan las hipotecas, para permitir a los bancos
financiarse y seguir dando aún más hipotecas, etc.
Todo ello está generando un boom constructor que genera un nuevo tirón de la
economía mundial. Se ha puesto a trabajar, a demandar y a consumir (artificial-
mente) el territorio. Los fondos de pensiones y las aseguradoras están plenamen-
te dispuestos a invertir también en negocios de creación de grandes infraestructu-
ras (vuelve con fuerza el peaje), pues buscan rentabilizar sus carteras a largo
plazo. Tienen sumas ingentes de dinero que necesitan colocar de forma que garan-
ticen réditos seguros en el tiempo. Además, estas infraestructuras son necesarias
para alojar (e incentivar) la movilidad motorizada que genera este modelo territo-
rial, al tiempo que permiten su propagación. El capital dinero se expande sin con-
trol, y se aposenta cada vez más en el territorio como soporte de valor que lo cata-
pulta hacia el «infinito», mientras que el «capital natural» no hace sino menguar.
Pero este proceso afecta sobre todo a los países del «Norte», con EE.UU. como uno
de los epicentros de este tsunami mundial, aunque no incide en todos ellos (Japón,
donde los precios caen desde hace quince años, y Alemania, en regresión desde
1997, son la excepción) ni en igual grado.

¿Y Q U É PASA EN «EUROPA»?

En la «UE a 15» se ha ido consolidando históricamente un espacio altamente urba-


nizado: el llamado Pentágono (entre las metrópolis de Londres, París, Múnich,
Milán y Hamburgo), que representa el 18% de su superficie, donde se concentra
casi la mitad de su población (41%) y la mitad de su PIB. Este proceso se vio refor-
zado desde la creación del Mercado Único (1986), y se vio incentivado en el conti-
nente por la moneda única desde 1999. De hecho, la existencia del euro ha fomen-
tado aún más las llamadas eurorregiones, procesos urbanos transfronterizos que
se vieron favorecidos también por la creación del espacio Schengen, y que son espe-
cialmente significativos en Centroeuropa (en el Benelux y sus límites con Francia
y Alemania, y entre estos países, así como en las zonas de contacto de Francia con
Italia); pero también se dan entre Francia y España, en las fachadas atlántica y
mediterránea, así como en la frontera entre Dinamarca y Alemania. Y entre
Austria, República Checa y el sur de Polonia. Con la ampliación a 25, el Pentágono
ha afianzado su papel de centro de gravedad «europeo», funcionando como una
Zona de Integración Global, desde donde se proyecta la UE al mundo entero. En
28 Los pies en la tierra

ella se ubican los principales centros de decisión comunitarios, y las funciones eco-
nómicas y financieras centrales de la Unión. Y ahora, en este núcleo se concentra
el 32% de la población en la nueva Unión a 25, y sigue estando casi la mitad de su
PIB. Con la ampliación, este corazón se ha vuelto aún más significativo en térmi-
nos económicos y, sobre todo, financieros. El Pentágono, además, es la zona más
accesible de toda la UE, su vórtice central (Espon, 2003).
Los distintos procesos de ampliación han favorecido y realzado al Pentágono.
Las principales metrópolis europeas (Londres, París, Frankfurt, el Randstadt...) se
encuentran en su interior, aunque algunas otras también se ubican fuera de él,
pero dentro de Los Quince (Berlín, Madrid, Barcelona, Estocolmo, Copenhague,
Roma, Viena...), y manifiestan de nuevo muchas de ellas considerables crecimien-
tos demográficos y sobre todo espaciales, así como fuertes reestructuraciones
internas. Asimismo, es en la mayoría de Los Quince donde el boom inmobiliario
está siendo más intenso, destacando entre todos ellos el caso de España, seguida
de Irlanda, Gran Bretaña, Francia, Suecia... (The Economist, 18-6-05). Mientras
tanto, los nuevos países miembros del Este pierden población, especialmente su
mundo rural, pero sus principales ciudades se van consolidando como centros
metropolitanos, con un carácter por ahora más bien insular y la mayoría en caída
demográfica. Lo cual contrasta con la expansión de las áreas de influencia funcio-
nal de los núcleos urbanos de Los Quince, que se desparraman sobre los territorios
circundantes, conectándose y solapándose unas con otras, y creando en muchas
ocasiones extensos corredores urbano-metropolitanos a lo largo de los principales
ejes de transporte (en especial los viarios). Ello es especialmente así en las facha-
das atlánticas y mediterráneas de Los Quince, donde se ubican los principales
puertos que la conectan con el mundo entero, produciéndose un creciente proceso
de litoralización y meridionalización en la ocupación de su territorio. La dinámica
de meridionalización se ve incentivada por el clima y por el turismo en el
Mediterráneo, principal destino turístico del planeta (Espon, 2003).
Se está creando un nuevo tipo de capitalismo (a escala global y europea) que es
cada vez más «ciudad-céntrico» y en el que se reconfigura también su territoriali-
dad, que trasciende las fronteras del Estado-nación y pasa a operar a escalas
supraestatales, en nuestro caso el Mercado Único y la Eurozona. La «ciudad», por
así decirlo, se desacopla de las economías nacionales, que se reconfiguran a su vez
para pasar a operar cada vez en unos marcos más amplios. Aunque eso sí, los
Estados ponen sus recursos para resaltar sus principales regiones metropolitanas,
con el fin de mejor competir en el mercado europeo y mundial. Y lo mismo hace la
UE para lograr que el conjunto de la Unión sea un territorio altamente competiti-
vo. Ya no sólo se buscan economías competitivas, sino territorios competitivos.
Para ello la articulación territorial y metropolitana se vuelve imperativa, y ésta se
establece cada vez más a escala de toda la Unión (la Constitución lo consagra),
coordinando espacialmente el conjunto de políticas sectoriales, y muy especial-
El tsunami urbanizador español y mundial 29

mente las políticas e infraestructuras de transporte, e igualmente de energía y


telecomunicaciones. El sistema estratégico de redes. Es a esto a lo que se llama
«cohesión territorial». Pero es el transporte el que cumple un papel articulador
trascendental, pues la «globalización» y el Mercado Único (y la nueva división del
trabajo a escala europea) implican una progresión imparable de la movilidad
motorizada, sobre todo viaria y aérea, que crece a un ritmo muy superior al de la
actividad económica. Y a su vez, el modelo territorial es causa y producto del esta-
llido de la movilidad motorizada. No en vano el transporte es responsable del 40%
de la energía que se consume en la UE (Estevan, 2005).
Pero «Europa», y especialmente su área central, el Pentágono, está cada vez
más colapsada. En ese corazón asistimos desde hace años a un verdadero infarto
circulatorio, que se intenta «paliar» creando aún más infraestructuras. El tráfico
ha destruido hace tiempo la habitabilidad de las ciudades y ahora lo está hacien-
do con regiones enteras. Y en este espacio central europeo occidental este modelo
territorial y de transporte entra cada vez más en colisión con la agricultura indus-
trializada, pues son las tierras más llanas, fértiles y productivas de la Unión. Pero
la máquina no se puede parar, pues si no se colapsa. Y se justifica la construcción
de más autopistas por la mejora «ambiental» que conlleva su ejecución, al «permi-
tir» luchar contra la congestión. Así pues, se buscan fondos a todos los niveles para
la construcción de infraestructuras: estatales, comunitarios y especialmente priva-
dos (Estevan, 2005). Pero los estatales están limitados por las exigencias del Plan
de Estabilidad que condiciona el gasto público; los comunitarios por el marco pre-
supuestario de la Unión, cada vez más exiguo, aunque se pretende destinar en el
futuro gran parte de los fondos de la PAC (en fuerte replanteamiento) a la crea-
ción de infraestructuras comunitarias; y es por eso que se quiere recurrir cada vez
más a las nuevas formas de financiación del Banco Europeo de Inversiones, de
capitales privados o a fórmulas de partenariado público-privado, apoyados por
nuevos impuestos («ecológicos») y nuevos peajes. Eso sí, todo ello con aval estatal,
por si acaso. Esto, a su vez, encaja perfectamente con la lógica de creciente finan-
ciarización y privatización de la economía europea y mundial.
Caminamos, pues, hacia una «Europa» con unos crecientes desequilibrios terri-
toriales, agudizados por una ampliación de la Unión que se realiza reduciendo la
cuantía relativa del presupuesto comunitario. Menos dinero (proporcional) para
más socios, aunque, eso sí, garantizando como sea su interconexión a través de
grandes infraestructuras, para que funcione el mercado y sean posibles las deslo-
calizaciones, con el fin de aprovechar su mano de obra barata. Es decir, hacia una
dualización en ascenso del territorio, en donde las ciudades más periféricas, o
excéntricas, a los ejes de «desarrollo» buscan como sea conectarse a los nodos prin-
cipales a través de grandes infraestructuras (autopistas o trenes de alta veloci-
dad), para no quedar marginadas del crecimiento y no quedar como «ciudades per-
dedoras». Y mientras tanto, hasta eso que se denomina «desarrollo rural», que no
30 Los pies en la tierra

es sino el abandono y destrucción del mundo campesino (todavía fuerte en el Este)


y su dominio por el agrobusiness, parece que también está en la picota, o al menos
en parte, pues se está utilizando por la Unión como moneda de cambio en las nego-
ciaciones de la OMC. La Comisión quiere que los países periféricos abran sus mer-
cados a los servicios y a los productos industriales «europeos», y garanticen la pro-
tección de las inversiones privadas comunitarias, a cambio de ceder en el capítulo
agrícola. Blair lo ha dejado muy claro cuando exclamaba, riéndose, en la cumbre
europea de junio de 2005, que ¡cómo iba a ser la agricultura el futuro de Europa!

ES P A Ñ A: UN PRESTIGE DE CEMENTO AZOTA SUS COSTAS E INUNDA


TAMBIÉN MUCHOS ENCLAVES DEL INTERIOR

En el año 2000 describíamos cómo el crecimiento español, auspiciado por la inte-


gración en el «proyecto europeo» y su apertura a la Economía Mundo, estaba gene-
rando un modelo territorial que concentraba la población y la actividad económica
en el 20% de su territorio, al tiempo que abandonaba el 80% restante, casi toda la
«España interior», y especialmente su mundo rural, el menos competitivo en los
mercados europeos y mundiales. Un caso excepcional en cuanto a desequilibrios
territoriales a escala de la Unión, si exceptuamos los países nórdicos (Suecia y
Finlandia). Esta excepcionalidad sin duda se acrecentaba si consideramos que
dentro de ese 20% del territorio se encuentra todo el arco mediterráneo, el eje del
Guadalquivir y los archipiélagos balear y canario, en general con agudas carencias
de agua, aparte del atolón demográfico madrileño, el eje del Ebro, la cornisa can-
tábrica y el eje atlántico gallego. Pero es hacia el primer conjunto, con serias res-
tricciones hídricas, repetimos, hacia donde basculaba fundamentalmente el creci-
miento poblacional y económico (agrícola de exportación, turístico, servicios,
segundas residencias, en menor medida industrial, etc.). Y ya apuntábamos enton-
ces la intensa ocupación del territorio que se estaba dando por el proceso urbani-
zador, ocasionando un fuerte impacto ambiental (Fdez Durán, 2002).
Posteriormente, los datos por satélite del Corine Land Cover confirmaron estas
reflexiones. La ocupación del territorio por el proceso urbanizador en la década de
los noventa en suelo español fue sustancialmente más acusada que la habida a
escala de toda la UE a 15, ya de por sí alta (un incremento del 6% en ese periodo),
y superó el 25% del suelo previamente urbanizado (al tiempo que el bosque perdía
250.000 ha). En algunas provincias —Madrid, Valencia, Murcia y Navarra— esa
nueva ocupación alcanzaba nada más y nada menos que el 50% del territorio ya
urbanizado (IGN, 2004). ¡En sólo una década!
En este último periodo se han ido batiendo anualmente todos los récords histó-
ricos en número de viviendas construidas, hasta finalmente alcanzar las 800.000
viviendas en 2005 (la media anual en los noventa fue de 350.000). Dicha cifra
El tsunami urbanizador español y mundial 31

supera el número de viviendas construidas en Francia, Alemania y Reino Unido


juntos, que disponen de una población conjunta aproximadamente cuatro veces
mayor a la española y que manifiestan asimismo una renta per cápita considera-
blemente superior (Rodríguez, 2005). Esta nueva marea constructora ha reforza-
do y amplificado hasta extremos difíciles de imaginar las tendencias territoriales
previamente señaladas, y ha llegado a afectar asimismo hasta los lugares más
recónditos del territorio español, debido a la fiebre de la segunda residencia y al
llamado turismo rural. Así pues, los espacios más calientes en cuanto a actividad
constructora no han sido sólo las grandes regiones metropolitanas, que también
(caso de Madrid, especialmente), sino muy en concreto las áreas costeras, alcan-
zando la muralla de cemento no sólo al litoral marino, sino también a espacios
cada vez más internos. La mayor presión constructora (relativa) se está manifes-
tando precisamente allí donde menos agua hay (Murcia y Almería). La construc-
ción junto con el consumo (auspiciado por la revalorización patrimonial creada por
la burbuja inmobiliaria) se han convertido en los principales motores del creci-
miento español.
España lleva 12 años de crecimiento ininterrumpido, después de la crisis del
92-93 (shock petrolífero por la Guerra del Golfo —1991—, elevación de los tipos de
interés globales, crisis del sistema monetario europeo, devaluaciones sucesivas de
la peseta, etc.), que contrajo de forma importante la producción y el empleo. Desde
entonces hemos pasado de unos tipos hipotecarios en torno al 15% a menos del 4%
en los últimos años. Ello ha contribuido a volver a poner en marcha el crecimien-
to, a crear empleo (aunque sea precario) y a impulsar decisivamente la máquina
inmobiliaria (interna), haciendo mucho más «accesible» la financiación hipoteca-
ria, que además ha ido ampliando sus plazos para atraer aún más clientes (se
están dando ya créditos a 40 y 50 años). Pero ha sido la demanda exterior el fac-
tor verdaderamente determinante: ciudadanos comunitarios que compran una
residencia para retirarse como pensionistas o simplemente como segunda (o terce-
ra) residencia en los lugares tradicionales de sol y playa; la demanda en los esca-
lones más bajos de la nueva población inmigrante, que ha experimentado un cre-
cimiento espectacular en este periodo, incrementando sustancialmente la pobla-
ción activa; y sobre todo la entrada masiva de capitales internacionales hacia el
sector inmobiliario español (fondos de pensiones, de inversión e inmobiliarios, y
también, cómo no, grandes cantidades de «dinero negro» ), que contempla la
vivienda y el suelo como pura inversión, pues se revaloriza de forma espectacular
(con ritmos entre el 15% y el 20% en los últimos años), o como ámbito ideal para
el «lavado» y rentabilización (Malo de Molina, 2005).
Así pues, los inversores y especuladores (foráneos e internos) y los comprado-
res de segunda residencia son los que mantienen principalmente esta demanda de
vivienda tan desaforada. Pero el sector de la construcción es mucho más que el
mercado de vivienda. Así, la creación de infraestructuras de transporte (autopis-
32 Los pies en la tierra

tas, trenes de alta velocidad, aeropuertos, grandes puertos, etc.) ha sido verdade-
ramente enorme en estos últimos diez-quince años, ayudada también por una
entrada igualmente masiva de fondos, que ha supuesto el 1% del PIB en el último
periodo. Todo ello ha sido clave para impulsar el crecimiento metropolitano y el
urbano «en mancha de aceite». Y como parte de este proceso caben señalar: la cons-
trucción de numerosos parques de oficinas, tecnológicos y empresariales en los
bordes de los corazones metropolitanos (y aún más allá); la creación de más de un
tercio de todos los centros comerciales existentes (casi 500), tan sólo en el quinque-
nio de la euforia, en las periferias de las conurbaciones; seguida de un abundante
número de centros de actividades logísticas necesario para abastecer tamaño
incremento de la oferta de consumo; así como grandes operaciones de parques
temáticos y de ocio en los hinterlands de las grandes ciudades, que se han visto
engrasadas y posibilitadas, en muchos casos, a partir del flujo de inversión (y de
suelo) del sector público. Todas estas actuaciones han contribuido de forma avasa-
lladora a la ocupación directa e indirecta (canteras, vertederos) del territorio, des-
truyendo sus ecosistemas, alterando el paisaje y desarticulando las actividades
rurales que se desarrollaban en los espacios cercanos, y que han desbordado los
marcos de planeamiento preexistentes.
En el interior de las grandes conurbaciones este terremoto también se ha mani-
festado con especial intensidad, provocando fuertes reestructuraciones y remode-
laciones internas, incentivadas también por una más que cuantiosa inversión
pública en infraestructuras, sobre todo en red de metro y grandes operaciones via-
rias de acceso y circunvalación, cada vez más periféricas; entre todas ellas, el caso
madrileño de la macrorremodelación de la M-30 es paradigmático. Las grandes
constructoras de obra civil hacen su agosto, las tuneladoras no dan literalmente
abasto, y el espacio público ciudadano en el interior de las «ciudades» se ve cada
día más alterado, privatizado y gentrificado. A ello se suman los grandes comple-
jos y edificios singulares de las nuevas transnacionales españolas (ciudad banca-
ria del Santander, nueva sede de Telefónica, torre Agbar, torre Repsol, etc.), que
hacen posible sus ganancias (cada día más contestadas) en América Latina, o
aquellos otros que se hacen con presupuesto público (Ciudad de las Artes, palacios
de ferias, congresos, de la ópera o filarmónicos por doquier, etc.), verdaderos derro-
ches económicos y disparates arquitectónicos que se hacen disparando con pólvo-
ra del rey. Estas dinámicas constructivas se han visto favorecidas además por
grandes operaciones urbanas, públicas y privadas, al calor de eventos internacio-
nales, reales o quiméricos: Copa de América en Valencia, Madrid Ciudad Olím-
pica, la Expo del Agua en Zaragoza, Forum de las Culturas en Barcelona, etc. Y
todo ello es factible, por el momento, por el endeudamiento municipal y autonómi-
co que permite nuestra pertenencia al euro, y que ya ha empezado a pagar el ciu-
dadano de a pie en forma de incrementos muy por encima de la inflación de las
tarifas de los transportes públicos o de incrementos desproporcionados del IBI.
El tsunami urbanizador español y mundial 33

Este frenesí se ha visto auspiciado por la desregulación urbanística a todos los


niveles, y por el hecho paralelo de que hay mucha gente que se ve también bene-
ficiada o favorecida por esta fiebre del cemento y la especulación, aunque sean
también multitud los damnificados. Pero éstos no tienen voz, o no está articulada,
o no lo suficientemente. Sobre todo la madre naturaleza, que sufre calladamente
todas estas perturbaciones. De esta forma, las medidas liberalizadoras de suelo
que se iniciaron en los noventa se han visto aún más intensificadas, con el cambio
de siglo, para eliminar restricciones al mercado, y ello ha hecho que podamos decir
que el planeamiento territorial y urbanístico ha pasado en general a mejor vida.
La posibilidad de promoción indiscriminada de urbanización del suelo rústico al
margen de los planes de ordenación y, sobre todo, la clasificación del suelo inde-
pendiente del mismo (convenios urbanísticos, PAIs, etc.) han agilizado hasta
extremos insospechados el negocio urbanístico, que consiste en comprar el territo-
rio por hectáreas y venderlo por metros cuadrados. La ganancia principal está en
la gestión del suelo: comprar barato, recalificar y vender. Y estos «planes» urbanís-
ticos se sacan adelante gobierne quien gobierne y con alianzas contranatura. Es el
dinero, los chorros de dinero, mejor dicho, los que ponen en marcha todo el proce-
so, que se intenta llevar a cabo, y se consigue, caiga quien caiga. La corrupción
política por el fabuloso negocio inmobiliario se está convirtiendo en algo generali-
zado (Madrid, Marbella, Camas, etc.). Además, con los nuevos desarrollos urbanís-
ticos los ayuntamientos están utilizando el patrimonio municipal de suelo para
financiarse, vendiéndolo, como forma de solucionar sus problemas de tesorería,
pero sacrificando el derecho a la vivienda de sus ciudadanos. Y los propios parti-
dos políticos también nutren sus cajas con el maná irregular proveniente del
«ladrillo».
Quizás sea en Murcia donde el desmadre urbanístico sea comparativamente
mayor, el desgobierno regional más acusado, y en donde los nuevos desarrollos ni
siquiera respetan los espacios protegidos por la propia Comunidad, que está arra-
sando con ellos. Se ha llegado a tal situación que, por así decir, la «lechuga» (la
reina indiscutible de la transformación territorial murciana de los ochenta y noven-
ta) no puede competir ya ante el avance imparable del «ladrilllo». Y el agua asigna-
da para riego (cada vez más escasa) se destina a nuevos desarrollos urbanísticos,
acompañados de sus correspondientes campos de golf. Todo ello al grito institucio-
nal de «agua para todos», que promueve un agresivo nacionalismo hidráulico para
que no se frene la maquina inmobiliaria. El gobierno estatal ya se ha visto obliga-
do a advertir que no habrá agua para los desmesurados desarrollos urbanísticos en
marcha (más de un millón de nuevas viviendas y 100 nuevos campos de golf en la
Comunidad Valenciana, planes para albergar ocho veces más población en Murcia
y Almería, etc.). Pero lo nuevos promotores prometen sortear dichas restricciones
acudiendo a la construcción de un rosario de plantas desaladoras que ellos mismos
controlarían. Y el propio gobierno, en una postura ambigua y esquizofrénica, ante
34 Los pies en la tierra

el temor del estallido de la burbuja inmobiliaria, intenta también cabalgar el tigre


urbanizador como sea, al tiempo que impulsa en parte el proceso en las áreas más
calientes al promover asimismo su plan de desaladoras; plan que sustituye el tras-
vase del Ebro del controvertido Plan Hidrológico Nacional.
Pero el que España se haya convertido en el país europeo con mayor número
de viviendas por mil habitantes, para nada quiere decir que se hayan satisfecho, o
que se esté en trance de hacerlo, las necesidades sociales de este bien básico. El
Estado español es líder europeo de viviendas secundarias y vacías en relación a la
población. El parque de viviendas está muy desigualmente repartido, y el merca-
do hace que, a pesar de las «facilidades» de financiación hipotecaria, una gran
parte de la población haya quedado desplazada del mercado, al tiempo que la
vivienda social se ha desplomado. Además, el endeudamiento familiar ha pasado
del 52% de la renta disponible en 1997 al 105% en 2005, estando una cuarta parte
de la población endeudada a 15 años. El endeudamiento crece a un ritmo tres o
cuatro veces superior al PIB, y este ritmo es sencillamente insostenible, como ha
alertado hasta el gobernador del Banco de España. Por otro lado, el mercado de
alquiler ha quedado reducido a su mínima expresión (el más bajo porcentualmen-
te en la UE), con unos precios abusivos, y es crecientemente inaccesible para los
sectores jóvenes, y no jóvenes, de la sociedad (Naredo, 2005; Malo de Molina,
2005). Se está produciendo un verdadero terremoto social, con una enorme trans-
ferencia de rentas de los sectores no propietarios a los sectores propietarios de la
sociedad, cuyas consecuencias son ya palpables: unas brutales desigualdades
sociales. Pero su impacto será más visible en nuestras calles a medio plazo, pues
provocará un fuerte auge de la población sin techo.
Ante la marcha por ahora imparable del tsunami urbanizador, se están articu-
lando en muchas zonas de la geografía española muy diversas y amplias iniciati-
vas ciudadanas de oposición, que hasta ahora son incapaces de frenar esta sinra-
zón. Pero éstas están teniendo ya una considerable incidencia política y social.
«Abusos urbanísticos no», «Murcia no se vende», «Compromiso con el territorio»,
«La vega baja no se vende», «Ni una cama más», «Salvem l’horta», «Red Andaluza
para la defensa del territorio», etc., son algunos de los nombres de las plataformas
ciudadanas que han ido surgiendo ante estas agresiones al territorio y a la socie-
dad. Y hasta los hoteleros en determinados espacios se han puesto del lado de
estos denunciantes, ante el temor de que el desmadre urbanístico acabe con su
«gallina de los huevos de oro»: el turismo. De todas formas, no parece que la cre-
ciente oposición ciudadana llegue a ser capaz de hacer descarrilar, por sí sola, este
fenómeno, y habrá que esperar seguramente a que el cambio de coyuntura inter-
nacional y estatal o los propios límites ecológicos planetarios y locales pongan fin
a todo este despropósito. De todas formas, habrá que prepararse desde ya ante
este más que posible cambio brusco de escenarios, pues parece que algunos de ellos
están ya a la vuelta de la esquina.
El tsunami urbanizador español y mundial 35

LA FRAGILIDAD E INSOSTENIBILIDAD DE ESTA DEMENCIA

A nadie se le escapa que la actual dinámica inmobiliaria, territorial y social es pro-


fundamente injusta e insostenible. A corto plazo, es muy factible que estalle la
burbuja inmobiliaria internacional, probablemente empezando por EE.UU., y que
ello tenga una aguda repercusión mundial, como han alertado los principales orga-
nismos financieros internacionales: FMI, BIS, etc. De hecho, los ritmos de creci-
miento del sector inmobiliario ya están flexionando a la baja en muchos países que
se han visto particularmente afectados por el boom de los últimos años, como
resultado de que los tipos de interés han empezado a endurecerse desde hace algo
más de un año en EE.UU. (se ha pasado del 1% en junio de 2004, al 4,25% en la
actualidad) y en la propia área del euro recientemente, aunque todavía de forma
tímida (2,25%). Pero la situación está fuera de control, la han creado ellos mismos,
y lo más seguro es que se produzca una corrección brusca. El estallido de la abul-
tada burbuja inmobiliaria internacional puede provocar una depresión-deflación
planetaria, pues la caída del crecimiento en EE.UU., que provocaría una brusca
reducción del consumo, aparejada al pinchazo de los precios de los activos inmobi-
liarios y la subida de tipos, tendría repercusión mundial. Además, el impacto sobre
la «economía real» es mucho mayor en caso de estallido de una burbuja inmobilia-
ria que en el de una bursátil, como el propio FMI ha alertado y como se ha podido
ver, durante quince años, ya en el caso de Japón. El problema es que ahora esa
situación se trasladaría a escala mundial, con consecuencias imprevisibles.
El Estado español, en caso de producirse el escenario anterior, se vería afecta-
do de lleno por él. Además, la subida de tipos en EE.UU. repercutiría con toda segu-
ridad en un alza paralela de tipos por parte del BCE. Ya ha empezado a producir-
se, a pesar del amplio coro de voces en contra (Comisión, Consejo Europeo, OCDE,
etc.), lo que incidirá en la situación española. El propio gobernador del Banco de
España ha advertido de la posibilidad de «una abrupta y desordenada corrección en
el futuro» del mercado inmobiliario (Caruana, 2005). El impacto de un escenario así
será sin duda muy fuerte en la economía española. Una economía que ha ido acu-
mulando en los últimos años el mayor déficit por cuenta corriente del mundo (más
del 7% del PIB) —es decir, de los más de 190 países del planeta—, y que hasta
ahora se ha podido financiar sin problemas debido a nuestra pertenencia al euro
(Alonso, 2005) y a la entrada masiva de capitales foráneos sobre todo al sector
inmobiliario. Eso sí, España está perdiendo cada vez más base productiva y compe-
titividad a escala de la Unión, de ahí también su abultado déficit exterior.
Además, el nivel que ha alcanzado el endeudamiento familiar y el encareci-
miento de la vivienda puede ser ya un serio freno al crecimiento futuro. Y el parón
constructor que conllevaría el estallido de la burbuja inmobiliaria podría arrastrar
una brusca regresión del crecimiento, al incidir de forma muy importante también
en la capacidad de consumo. Amén de la exposición al riesgo que bancos y cajas
36 Los pies en la tierra

tendrían ante la incapacidad de pago de muchos de los créditos que han concedi-
do, y la repercusión social que ello pueda ocasionar en las rentas más débiles. Por
otra parte, la pertenencia al euro en este caso sí sería un problema para salir de
una crisis de esta naturaleza, pues no existiría la posibilidad de devaluación, que
permitiese poner el motor del crecimiento económico otra vez en marcha, y se
entraría en una situación de depresión económica de la que sería muy difícil salir
(Caruana, 2005). Algo así, aunque en menor grado, es lo que ha pasado en
Portugal, que comparte el espacio ibérico con nosotros.
Los problemas de gobernabilidad político-social en un escenario de esa natura-
leza son evidentes. El incremento brusco del paro, el fuerte incremento de unas
hipotecas sobre pisos que, de repente, pueden valer mucho menos en el mercado
que cuando se suscribieron, la incapacidad de pago de las rentas más bajas, la pér-
dida de viviendas en trance de adquisición a favor de las entidades financieras, la
crisis y posible quiebra de muchas de ellas y la consiguiente necesidad de salva-
mento que se arbitraría por parte del Estado (no se «puede dejar» quebrar al
Santander, al BBVA o a La Caixa, p. ej.), que se intentaría que fuera financiada
por los ciudadanos de a pie, etc. Todo ello puede crear escenarios difícilmente
manejables. Eso por no hablar de la ingobernabilidad y la «guerra civil molecular»
que se produciría por el incremento de las tensiones interétnicas, en un contexto
de aguda crisis económica y social. Esas tensiones ya existen en la situación de
«bonanza» actual, y muy probablemente se intensificarán cuando se produzca un
intenso y prolongado parón económico.
Por otro lado, nos adentramos en una época en que se va a ver alterado de
forma importante el marco de funcionamiento diario de los espacios urbano-metro-
politanos. El fin del petróleo barato va a incidir de lleno en los dos talones de
Aquiles del actual modelo productivo y territorial: el transporte motorizado y la
agricultura industrializada, lo cual va a incentivar un auge importante del coste
de vida y funcionamiento en las actuales conurbaciones, al tiempo que el empleo y
la existencia se vuelven cada día más precarios en las mismas. Por otro lado, el
Estado en los espacios centrales está dejando de garantizar ya la reproducción
social en las metrópolis, quebrándose el pacto histórico capital-trabajo de la época
fordista, que se materializó en el «Estado del bienestar» y que tuvo una especial
vigencia en los espacios urbanos. Además, la privatización en ascenso de los servi-
cios públicos: agua, educación, salud y pensiones, tendrá una especial incidencia
en las metrópolis, debido a la atomización social reinante y a su mayor dependen-
cia de la economía monetaria. Así, amplios sectores de la población serán incapa-
ces de cubrir sus necesidades básicas vía mercado. Se pondrá en peligro pues la
reproducción social en las metrópolis. Igualmente, es muy probable que asistamos
a una nueva crisis fiscal de los entes locales y regionales (aparte de por supuesto
estatales), como en la década de los setenta, debido al fuerte endeudamiento en
que han incurrido en estos últimos años. Todo ello acentuará la crisis social y
El tsunami urbanizador español y mundial 37

urbana de las metrópolis. Una crisis que se está incubando desde hace años y que
se está manifestando ya en forma de estallidos sociales incontrolados en las peri-
ferias metropolitanas. Lo sucedido en París, y en Francia, es ilustrativo.
Pero la insostenibilidad del actual modelo territorial se acentuará aún más
como resultado de la agudización en marcha de los desequilibrios ecológicos. De
hecho, las últimas catástrofes naturales —el maremoto asiático o los huracanes
norteamericanos— han puesto de relieve la vulnerabilidad de las estructuras
urbanas y turísticas contemporáneas. Y los cambios bruscos en los ecosistemas y
las catástrofes naturales pueden afectar también a Europa y, por supuesto, al
territorio español. Lo están haciendo ya y se acentuarán en el futuro. El último
informe medioambiental de la Unión, a pesar de su tono edulcorado, así lo atesti-
gua (EEA, 2005). Europa está sufriendo la mayor alteración ambiental de los últi-
mos 8.000 años. Desaparecen los glaciares alpinos y el desierto avanza desde el
sur. En este siglo que comienza se prevé una subida entre dos y seis grados, algo
mayor que la media mundial. En los últimos cien años «tan sólo» ha subido un
grado, y ya estamos viendo sus consecuencias. El mayor incremento de la tempe-
ratura se prevé en el Mediterráneo, y en concreto en la Península Ibérica. El sur
europeo se volverá más seco, y el norte más húmedo.
La agricultura se verá fuertemente afectada en todo el sur europeo: menos
agua, más evapotranspiración y más plagas. Y en la Península Ibérica se prevé la
desertificación grave de unas tres cuartas partes de su territorio, siendo el riesgo
muy alto en el Levante y el sureste. El estrés (escasez) de agua será asimismo
severo en la mitad sur hacia el año 2030 (ya lo está siendo en la aguda sequía
actual) y medio para el resto, salvo en la cornisa cantábrica. El riesgo de incremen-
to de incendios por el aumento de las temperaturas y las sequías se intensificará.
Se estima que se producirá también un considerable aumento del nivel del mar,
que puede llegar a ser de un metro en el escenario más desfavorable previsto ini-
cialmente, pero que podría llegar a alcanzar hasta los 13 metros, si es que se pro-
duce un abrupto cambio climático en caso de fundirse los hielos de Groenlandia y
la Antártida (EEA, 2005).

RECONSTRUIR LA HABITABILIDAD Y LA SOCIEDAD SOBRE EL TERRITORIO

A este texto, al igual que a los de José Manuel y Eduardo, se le pedía que pudiera
situar la urgente necesidad de caminar hacia otro modelo de sociedad y, por
supuesto, hacia otro modelo territorial, con el fin de poder hacer frente desde ya a
la degradación social y ambiental en ascenso, y al camino hacia la barbarie que se
está gestando y que estamos propiciando también entre todos, aunque por supues-
to con distintos grados de responsabilidad. Es preciso pues un giro profundo en la
orientación de nuestro futuro, para gestionar de la mejor forma el declive previsi-
38 Los pies en la tierra

ble, después del «subidón» de este último periodo, lo cual sólo será posible a partir
de multitud de procesos moleculares, de pequeña escala, desde abajo. Sobre ellos
trata este libro. En especial sobre aquellos que pretenden rescatar la importancia
del mundo rural ante las crisis profundas que se vislumbran en el horizonte. Sólo
así podremos reducir sensiblemente nuestra huella ecológica y frenar (y regene-
rar) la degradación ecológica y social.
Habrá que parar como sea la lengua de lava urbanizadora. Será también nece-
sario ir eliminando infraestructuras de transporte para atacar la progresión impa-
rable de la movilidad motorizada, pues la naturaleza y el transporte horizontal
masivos son enemigos. Sanear y reconstruir asimismo los sistemas ambientales y
territoriales devastados, creando una nueva geografía. Regenerar, en la medida de
lo posible, el inmenso espacio de «no lugares» que se ha creado en los crecimientos
metropolitanos periféricos, al tiempo que recuperamos para la habitabilidad el
interior las ciudades. Ayudar a cerrar ciclos naturales de materiales, para reducir
el impacto del metabolismo urbano-industrial. Reconectar nuestras formas de
conocimiento y cultura con el territorio, al tiempo que volvemos a recrear estruc-
turas comunitarias. Y sobre todo rescatar el importante patrimonio agrícola cons-
truido durante generaciones en torno a los asentamientos humanos, que se está
tirando literalmente por la borda. Todas las sociedades antes del capitalismo fue-
ron sociedades campesinas, y las que le sobrevivan también lo serán, aunque no
sean iguales a las del pasado. No podrán serlo. Pero, eso sí, de ellas habrá mucho
que aprender.
Madrid, enero de 2006
El tsunami urbanizador español y mundial 39

BIBLIOGRAFÍA

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Metabolismo económico y deterioro territorial:
tendencias en curso y posibles remedios
José Manuel Naredo

INTRODUCCIÓN: PROPÓSITO Y ESQUEMA DE TRABAJO

Pienso que las reglas del juego económico habitual tienden a ordenar implícita-
mente el territorio en núcleos atractores de capitales, población y recursos, y áreas
de abastecimiento y vertido. Este proceso incide a la vez sobre el despliegue de la
explosión urbana (con las infraestructuras que la apoyan) y sobre las prácticas
agrarias y extractivas que lo posibilitan, originando una pinza de deterioro terri-
torial que no acostumbra a estudiarse conjuntamente: mi texto pretende hacerlo.
Para ello, tras esbozar las reglas del juego económico imperantes, se tratará pri-
mero la explosión urbana, con sus desencadenantes y consecuencias, recayendo
después sobre la actividad agraria convencional como factor de deterioro ambien-
tal. Finalmente se reflexionará sobre la posibilidad de inflexionar o paliar las ten-
dencias en curso.

LAS REGLAS DEL JUEGO ECONÓMICO IMPERANTES

Desde hace tiempo vengo argumentando que los patrones actuales de ordenación
del territorio —ligados a la evolución de los sistemas urbanos y agrarios— son el
derivado implícito de las reglas del juego económico imperantes: su carácter uni-
versal es el reflejo del universalismo capitalista que nos invade. Y, además, este
universalismo lleva consigo una ideología apologética del statu quo que soslaya sus
consecuencias sociales y ambientales degradantes.
Es sabido que el comportamiento físico —y la incidencia territorial— de orga-
nismos y ecosistemas depende de los flujos de información que los orientan y esti-
42 Los pies en la tierra

mulan. Y hemos de recordar que el metabolismo de la actual civilización industrial


responde cada vez más a estímulos llamados económicos, unidimensionalmente
expresados en dinero y guiados por afanes de crecimiento permanente, que eclip-
san otras informaciones y criterios orientadores de la gestión. Esbocemos cuáles
son esos estímulos económicos generalmente indiscutidos y sus consecuencias.
En primer lugar, hay que advertir que la sociedad actual utiliza el razonamien-
to monetario como guía suprema de la gestión. Se impone así un grave reduccio-
nismo pues, en la medida en que impera la dimensión monetaria, se desatienden
las dimensiones físicas y sociales vinculadas al proceso económico.
En segundo lugar, se interpreta el proceso económico como un proceso de pro-
ducción de riqueza, expresada en términos monetarios. Y en la medida en que
impera la metáfora de la producción1 se soslayan las operaciones de mera adqui-
sición —ya sean éstas especulativas, extractivas o utilizadoras— de riquezas pre-
existentes, que hoy son mayoritarias: la metáfora de la producción resalta la
dimensión creadora de valor y utilidad del proceso económico, pero eclipsa los
deterioros que dicho proceso inflige en su entorno físico y social. Mientras se hacen
sofisticados ejercicios para cifrar las décimas de aumento de ese agregado de pro-
ducción de valor que es el producto nacional, se corre un tupido velo sobre lo que
está pasando con las ganancias millonarias derivadas de las operaciones de com-
pra-venta de empresas, acciones o terrenos debidamente recalificados y revalori-
zados, o se cierran los ojos hacia lo que ocurre con el territorio, con sus recursos o
con las múltiples insatisfacciones de sus habitantes.
En tercer lugar, sobre la metáfora de la producción se apoya aquella otra del
crecimiento económico. Pues el símil de la producción, al resaltar —y registrar en
términos monetarios— sólo la parte positiva del proceso económico, justifica el
empeño de acrecentarla como algo bueno para todo el mundo, surgiendo así la
mitología del crecimiento económico: el crecimiento del consabido agregado mone-
tario de producto o renta nacional se percibe como algo inequívocamente deseable
y generalizable, sin necesidad ya de analizar su contenido efectivo, sus servidum-
bres y sus consecuencias no deseadas.
En cuarto lugar, hay que subrayar que el instrumental mencionado no sólo
reduce la toma de información a una única dimensión, la monetaria, sino que
registra solamente el coste de extracción y manejo de los recursos naturales, pero
no el de reposición, favoreciendo así el creciente deterioro del patrimonio natural,
que no entra en línea de cuenta. Frutos de esta regla de valoración sesgada son el
creciente abastecimiento del metabolismo económico con cargo a la extracción de

1. En otra ocasión (Naredo, 2003a) analicé en profundidad cómo la metáfora de la producción se


erigió en el siglo XVIII en centro de la moderna ciencia económica; hasta colonizar nuestras men-
tes transmutando en producción lo que antes se veía como adquisición de riqueza.
Metabolismo económico y deterioro territorial 43

recursos de la corteza terrestre y al esquilmo de los derivados de la fotosíntesis,


que va en detrimento de las verdaderas producciones renovables.
En quinto lugar, el hecho de que la información monetaria utilizada atienda
sólo al coste de extracción y no al de reposición de los recursos naturales es sólo el
primer eslabón de una asimetría creciente que divorcia la valoración monetaria
del coste físico a lo largo de todo el proceso económico; esta asimetría hace que las
fases finales de comercialización y venta se lleven la parte del león del valor crea-
do frente a las primeras fases de extracción y tratamiento de los productos prima-
rios2. La pérdida de peso de la agricultura en la cadena de creación de valor y del
precio del suelo agrícola frente al industrial o urbano son un simple derivado de
las reglas de valoración indicadas.
La especialización, unida al comercio y transporte de mercancías a gran esca-
la, hace que los criterios mencionados dibujen por sí mismos un panorama de cre-
ciente polarización social y territorial. Pues mientras ciertos países, regiones, ciu-
dades, empresas o personas consiguen especializarse en las «altas» tareas de direc-
ción que controlan los procesos y sacan partido de las fases de comercialización y
venta llevándose el grueso del «valor añadido» con escaso coste físico, aquellos
otros que se ocupan de las fases de extracción y elaboración de los productos «pri-
marios» obtienen escaso valor con elevado coste físico. Pero la mencionada polari-
zación social y territorial se ve hoy acentuada por otras convenciones sociales o
acuerdos institucionales dignos de mención.
El primero de ellos es el respaldo legal y la aceptación social de derechos de pro-
piedad desigualmente repartidos entre unos ciudadanos que, paradójicamente, se
definen iguales en derechos. Con lo cual, el juego económico aparece ya sesgado en
su origen a favor de algunos afortunados, frente a una mayoría de desfavorecidos.
El segundo es el respaldo legal y la aceptación social generalizada de relacio-
nes laborales dependientes a las que se somete la mayoría de la población: el sim-
ple pago de un salario otorga a los afortunados el derecho a mandar y obliga a los
desfavorecidos a obedecer. Además, las relaciones de poder desequilibradas pre-
sentes en los contratos de trabajo se extienden y refuerzan hoy, sobre todo, a tra-
vés de las cadenas de mando de esas organizaciones jerárquicas y centralizadas
que son las empresas capitalistas.
En tercer lugar, las normas que rigen hoy esa convención social que es el dine-
ro amplifican notablemente la polarización social y territorial, al ofrecer a las enti-
dades y a los países más ricos y poderosos posibilidades de financiación que van
mucho más allá de lo que les permitiría el comercio a través de las reglas de valo-
ración antes mencionadas.

2. En Naredo y Valero (dirs.) (1999) se profundiza en el análisis de esta relación que hemos bauti-
zado como la «regla del notario» y en el coste físico de reposición de los recursos naturales.
44 Los pies en la tierra

LA EXPLOSIÓN URBANA COMO FUENTE DE POLARIZACIÓN


SOCIAL Y TERRITORIAL

Nuestro país está siendo teatro de una explosión urbana sin precedentes. El pre-
sente boom inmobiliario supera a los anteriores en intensidad y duración, con ser-
vidumbres e incidencias territoriales sin precedentes. Pero más allá de la singular
coyuntura económica que lo ha posibilitado —y que lo hará declinar—, queremos
subrayar que dicho boom ejemplifica los patrones hoy generalizados de ordenación
del territorio, de urbanización y de construcción, que —lejos de mejorar— destru-
yen o deterioran no sólo el patrimonio urbano e inmobiliario preexistente, sino
también los sistemas y paisajes agrarios tradicionales, siendo además fuente de
polarización social y territorial.

Patologías del crecimiento: cuando el parásito invade al huésped

En el marco de la llamada «globalización», el objetivo generalizado del crecimien-


to económico promueve la progresiva explotación y uso humano masivo de la
Tierra a ritmos muy superiores al del crecimiento demográfico. Lo cual avala la
consideración de la especie humana como patología parasitaria de la biosfera que
devora, simplifica y deteriora el complejo entramado de ecosistemas y paisajes que
había llegado a tejer la vida evolucionada en la Tierra. Pero este proceso no ocu-
rre de modo homogéneo en el territorio, ya que —en ausencia de barreras institu-
cionales que lo impidan3— las reglas del juego económico arriba esbozadas tienden
a ordenar el territorio en núcleos de atracción de capitales, recursos y población y
en áreas de abastecimiento y vertido (Naredo y Valero [dirs.], 1999), y a subordi-
nar el medio rural al urbano. Este orden territorial se despliega a distintas esca-
las de agregación. A escala planetaria opera ensanchando la brecha Norte-Sur
entre países ricos y el resto del mundo, tema éste en el que no podemos detener-
nos ahora (ver Naredo y Gutiérrez [eds.], 2005). Y dentro ya de los Estados son las
grandes conurbaciones4 las que acusan una expansión sin precedentes, ejerciendo
de núcleos atractores de capital, recursos y población. La explosión urbana se fue
extendiendo —junto con las reglas del juego económico que la mueven— primero
en los países ricos y después en todo el mundo hasta hacer que ya cerca de la mitad
de su población viva en ciudades.

3. Entre éstas se encuentran todos los instrumentos relacionados con el propio planeamiento urba-
no y territorial, cada vez más relegados o utilizados discrecionalmente por los intereses económi-
cos en juego.
4. El término conurbación fue acuñado por Patrick Geddes (1915) para designar esta nueva forma
de urbanización, diferenciándola de lo que antes se entendía por ciudades.
Metabolismo económico y deterioro territorial 45

Pero no sólo ha cambiado la magnitud del fenómeno urbano, sino la naturale-


za de los modelos urbanísticos y constructivos desplegados (Naredo, 2000b). Pues
si en el territorio se impone la polarización en los núcleos y áreas arriba mencio-
nados, en el urbanismo se impone el modelo de la conurbación difusa (el urban
sprawl) y en la construcción prima el modelo constructivo único que suelo llamar
estilo universal. Veremos que el despliegue conjunto de tales modelos permite
diagnosticar de modo más preciso la naturaleza de la patología en curso utilizan-
do metáforas más ajustadas que la de la producción (ver Naredo, 2004a).
Hern (1990), médico de profesión, apreció una fuerte analogía entre las
características que definen los procesos cancerígenos y la incidencia de la espe-
cie humana sobre el territorio, apoyándose en las similitudes observadas entre
la evolución de las manchas cancerígenas reflejadas en los escáneres y las que
recoge la cartografía sobre la ocupación del territorio a lo largo del tiempo. Este
autor enumeró las siguientes características de las patologías cancerígenas: 1)
crecimiento rápido e incontrolado; 2) indiferenciación de las células malignas;
3) metástasis en diferentes lugares; 4) invasión y destrucción de los tejidos
adyacentes. Analizó después la relación de estas características con el reflejo
territorial de las tendencias incontroladas del crecimiento poblacional, econó-
mico, etc.; con sus consecuencias destructivas sobre el patrimonio natural y cul-
tural; con la extensión de los modos de vida y de gestión indiferenciados; con las
metástasis que genera la proyección del colonialismo, de los Estados primero y
de las empresas transnacionales después, a través de la «globalización» del
comercio, las finanzas,... y los media. Como pasamos a ver seguidamente, las
características arriba mencionadas ofrecen, a mi juicio, un paralelismo todavía
más concreto con el modelo territorial, urbano y constructivo arriba menciona-
do. El «crecimiento rápido e incontrolado» viene espoleado por el insaciable afán
de lucro de promotores y compradores —animado en nuestro país por un marco
institucional que estimula la adquisición de viviendas como inversión—, situán-
dolo a la cabeza de Europa en porcentaje de viviendas secundarias y desocupa-
das (Naredo, Carpintero y Marcos, 2005).
La «indiferenciación de las células malignas» ofrece una clara similitud con el
predominio planetario de «un único modelo constructivo: el que hemos llamado
estilo universal, que dota a los edificios de un esqueleto de vigas y pilares (de hie-
rro y hormigón) independiente de los muros,... por contraposición a la variada
arquitectura vernácula (que construía los edificios como un todo indisoluble adap-
tado a las condiciones del entorno y utilizando los materiales de éste)» (Naredo,
2000b). A la vez que la aparición de «metástasis en diferentes lugares» encaja
como anillo al dedo con la naturaleza del «nuevo modelo de urbanización: el de la
“conurbación difusa” antes mencionado (que separa y esparce las distintas funcio-
nes de la ciudad por el territorio) por contraposición a la “ciudad clásica” o “histó-
rica”, más compacta y diversa» (Ibídem). Pero aquí ya no son los canales linfáticos
46 Los pies en la tierra

del organismo enfermo los que permiten la extensión de las metástasis, sino el via-
rio y las redes que el propio sistema construye para posibilitar su difusión, guia-
do, sobre todo, por el poder de los propietarios y promotores inmobiliarios para
recalificar y revalorizar sus terrenos.
Por último, en lo que concierne a la «invasión y destrucción de los tejidos
adyacentes», hay que subrayar que las tendencias indicadas no ayudan a mejo-
rar los asentamientos y edificios anteriores, sino que, en ausencia de frenos ins-
titucionales que lo impidan, los engullen y destruyen, para levantar sobre sus
ruinas los nuevos e indiferenciados modelos territoriales, urbanísticos y cons-
tructivos. Destruyen los asentamientos alejados vaciándolos de población, de
contenido y condenándolos a la ruina. Y engullen los asentamientos próximos al
envolverlos en un volumen tal de nueva edificación y de esquemas de vida
metropolitanos que dejan como algo testimonial o caduco su antigua especifici-
dad económica, cultural o arquitectónica. A la vez que el «estilo universal» tien-
de a suplantar el patrimonio inmobiliario preexistente, condenándolo a la
demolición para acrecentar el volumen construido siempre que la normativa lo
permita. En este sentido España es líder europeo en destrucción de patrimonio
inmobiliario5. También las expectativas de urbanización contribuyen a desorga-
nizar los sistemas agrarios próximos6, a la vez que las demandas en recursos y
residuos, en extracciones y vertidos, que plantea el modelo de urbanización
imperante extienden la «huella» de deterioro ecológico hacia puntos cada vez
más alejados.
El resultado conjunto de estas tendencias es la creciente exigencia en recursos
naturales y territorio (y en generación de residuos) unidas a la evolución simplifi-
cadora y esquilmante de los propios sistemas agroextractivos. El tamaño y la velo-
cidad de estas exigencias dan muestra de un comportamiento que se revela global-
mente degradante, al expandirse a mayor tasa las servidumbres territoriales indi-
rectas que tal modelo comporta (vertidos, actividades extractivas e infraestructu-
ras diversas que se incluyen en la denominación de «sistemas generales»7). Los
procesos indicados están produciendo en las zonas más densamente pobladas un
«cambio de fase» (Margalef, 2005) en el modelo territorial que denota la extensión

5. En efecto, más de la mitad del parque de viviendas existentes en 1950 han desaparecido por
demolición o ruina en nuestro país, que cuenta con menor porcentaje de viviendas anteriores a
1940 que Alemania, que quedó destruida por la Guerra Mundial, haciendo que el desarrollo econó-
mico fuera más destructivo del patrimonio inmobiliario de lo que, en proporción, lo fue la Guerra
Mundial en Alemania (Naredo [dir.] 2000).
6. Siendo el enorme diferencial de valor que separa al suelo urbano del rústico un factor esencial
en este proceso.
7. La superficie destinada a «sistemas generales» ha venido creciendo en la Comunidad de Madrid
durante los últimos siete años con datos disponibles a una tasa media anual del 13%, mientras que
el suelo urbano y urbanizable lo hacía a tasas medias del 2 y 3% anual (Naredo, 2003c).
Metabolismo económico y deterioro territorial 47

de la dolencia descrita: se está pasando de un mar de ruralidad o naturaleza poco


intervenida con algunos islotes urbanos, hacia un mar metropolitano con enclaves
de campo o naturaleza cuyo deterioro se trata, en ocasiones, de proteger de la pato-
logía en curso. Pero los modelos parasitarios a los que estamos haciendo referen-
cia se solapan con otros también útiles para analizar la magnitud de la fractura
social y de la segregación territorial en curso.

Patologías competitivas: cuando el enfrentamiento se impone sobre


la cooperación y la depredación sobre la producción renovable

Podemos admitir con bastante fundamento que la especie humana se ha erigido en


la cúspide de la pirámide de la depredación planetaria. La especie humana, no sólo
es capaz hoy de capturar ballenas o elefantes, de talar bosques enteros y de devo-
rar a gran escala animales y plantas, sino que extiende hasta límites sin preceden-
tes los usos agrarios, urbano-industriales y extractivos sobre el Planeta, así como
las infraestructuras y medios de transporte que los posibilitan. Las asimetrías en
jerarquía y capacidad de control que suelen darse entre el depredador y la presa
alcanzan, en el caso de la especie humana, no sólo un cambio de escala, sino tam-
bién de dimensión, al extender el objeto de las capturas al conjunto de los recur-
sos planetarios, ya sean éstos bióticos o abióticos, dando pie a los modelos territo-
riales, urbanísticos y constructivos antes mencionados y a los símiles de parasita-
ción patológica de la biosfera que comportan.
Pero cabe subrayar que las relaciones jerárquicas y de control se extienden
también entre los propios individuos y grupos humanos.
La polarización social y territorial antes mencionada se produce no sólo entre
las ciudades y el resto del territorio, sino, dentro de aquéllas, entre barrios ricos y
zonas desfavorecidas y, más allá, entre los países ricos y el resto del mundo, como
ejemplifica la «brecha Norte-Sur». En el libro Extremadura saqueada (Naredo,
Gaviria y Serna [dirs.], 1978) aplicamos ya el modelo depredador-presa para ejem-
plificar la tendencia a ordenar el territorio en núcleos atractores de capitales,
poblaciones y recursos, y áreas de apropiación y vertido: los grandes núcleos, como
Madrid o Barcelona, no sólo recibían los flujos netos de materiales y energía cuan-
tificados en el libro, sino que succionaban igualmente tanto la población como el
ahorro de Extremadura y otras zonas abastecedoras «periféricas» o «excéntricas».
En Naredo y Valero (dirs.), 1999, se cuantifica este modelo a escala planetaria, sal-
dando el comercio de los países ricos y calculando su posición deficitaria en tone-
laje, que confirma su condición de receptores netos de recursos del resto del mundo
ilustrada con mapas de flujos físicos para las principales sustancias. Como en el
caso de Extremadura, la relación de intercambio favorable a los ricos y su capaci-
dad para atraer el ahorro de los pobres hacen que —al igual que existe un flujo de
48 Los pies en la tierra

baja entropía8 que va desde la presa al depredador— se mantenga un flujo seme-


jante, que va desde el resto del mundo hacia los países ricos (véase también
Naredo, 2003b). Lo cual testifica que el desarrollo es hoy un fenómeno posicional,
en el que las regiones y países ricos trascienden las posibilidades que les brindan
sus propios territorios, y sus propios ahorros, para utilizar los recursos (y los sumi-
deros) disponibles a escala planetaria, por lo que no cabe generalizar sus patrones
de vida y de comportamiento al resto de la población mundial. La existencia de
países ricos se vincula hoy al hecho de que otros no lo son, al igual que no cabe con-
cebir la existencia de depredadores sin la existencia de presas. No todos los países
pueden beneficiarse a la vez de una relación de intercambio favorable, como tam-
poco todos pueden ejercer como atractores del ahorro del mundo.
La polarización social y territorial que se observa a todos los niveles de agre-
gación llega a escindir también los patrones demográficos entre países, entre
regiones y entre barrios ricos y pobres de acuerdo con los correspondientes a depre-
dadores y presas. En efecto, en Naredo (2005) se confirma que las curvas de super-
vivencia y las curvas de natalidad por edades de la población de la mayoría de los
países ricos y pobres se ajustan, respectivamente, a las típicas de depredadores y
presas, encontrándose en posiciones intermedias los países llamados en «vías de
desarrollo». Y la mencionada polarización se proyecta también dentro de los paí-
ses e incluso de las ciudades, haciendo que, por ejemplo, la esperanza de vida caiga
en los barrios desfavorecidos de Nueva York por debajo incluso de la media de los
países más pobres9. En este modelo crecientemente polarizado ya no cabe preser-
var la calidad de todo el territorio metropolitano, sino sólo de las zonas más valo-
radas del mismo, cada vez más segregadas y defendidas de las bolsas de margina-
ción que las envuelven, acentuándose las fronteras de dentro del propio medio
urbano entre búnkers privilegiados y guetos de marginación. La polarización
social avanza así de la mano de la segregación espacial, amenazando con romper
el espacio de vida colectivo, de libertad y de civismo que en su día fue o pretendió
ser la ciudad.

8. La entropía es una magnitud física que hace referencia al «desorden» o a la «calidad» de la ener-
gía. Cuanta mayor entropía, mayor desorden en la energía, lo cual indica que la energía es más
difícilmente aprovechable. Flujos de baja entropía significan «energía de calidad».
9. Por ejemplo, en Harlem sólo el 40% de la población alcanza los 65 años, mientras que en Bangla
Desh este porcentaje es del 55% (Petras, 1992, pp. 24-25).
Metabolismo económico y deterioro territorial 49

LA ACTIVIDAD AGRARIA CONVENCIONAL


COMO FACTOR DE DETERIORO DEL MEDIO RURAL

Hemos visto que los modelos territoriales, urbanos y constructivos dominantes


contribuyen a engullir, degradar o abandonar los asentamientos tradicionales y
que la explosión urbana y sus servidumbres afectan al medio rural, utilizado como
mera zona de abastecimiento y vertido. Pero también el mismo medio rural se ha
visto directamente modificado por las reglas del juego económico que promovieron
estos procesos: éstas, además de desencadenar la crisis de la «sociedad agraria tra-
dicional» con sus secuelas de emigración y abandono de los pueblos, transforma-
ron el propio metabolismo de los sistemas agrarios. Estas transformaciones —
saludadas positivamente como parte integrante del desarrollo económico y de la
modernización de la agricultura— entrañaron lamentables pérdidas y deterioros
que han sido ignorados o banalizados por los enfoques económicos dominantes.
Entre estas pérdidas figura en primer lugar la de las culturas y modos de gestión
vinculados a una «agricultura tradicional» comúnmente apoyada en aprovecha-
mientos adaptados a las características edafoclimáticas de los territorios. Pues los
sistemas agrarios tradicionales supieron convivir establemente con el medio natu-
ral durante siglos, manteniendo las pautas de diversidad biológica y de paisaje
específicas de las distintas agriculturas que ha venido albergando el territorio
peninsular. Es evidente que la «sociedad agraria tradicional», habituada a convi-
vir con rendimientos bajos e irregulares, con penurias y desigualdades manifies-
tas, distaba mucho de ser perfecta. Pero, al igual que la conurbación difusa y el
estilo universal contribuyeron más a destruir que a mejorar la ciudad clásica y la
arquitectura vernácula, la modernización agraria contribuyó más a destruir que a
mejorar los sistemas agrarios y los modos de vida tradicionales.
No es cuestión de retomar aquí los estudios que durante largo tiempo he veni-
do haciendo sobre los factores económicos que motivaron la «crisis de la agricultu-
ra tradicional», sobre los cambios operados en el curso de la llamada «moderniza-
ción» y sus consecuencias (una síntesis de estos trabajos aparece en la 4.ª edición
de mi libro La evolución de la agricultura en España (1940-2000) [Naredo, 2004b]).
Nos limitaremos a recordar que esta «modernización» alteró el propio metabolis-
mo de los sistemas agrarios y sus relaciones con el entorno: se pasó de unos siste-
mas que obtenían productividades tal vez modestas, pero que mantenían relacio-
nes estables con el entorno, a otros que al forzar su productividad desestabilizaron
estas relaciones en detrimento del patrimonio natural próximo (contaminación y
sobreexplotación de acuíferos, deterioro de suelos, pérdida de diversidad,...) y leja-
no (uso de materiales y energías no renovables,...). El análisis de los balances ener-
géticos de la agricultura española permite trazar la síntesis de la evolución histó-
rica de los flujos físicos que moviliza la actividad (Carpintero y Naredo, 2005). Por
otra parte, los empeños rentabilistas de la agricultura «moderna» llegaron a degra-
50 Los pies en la tierra

dar la propia calidad dietética de los alimentos obtenidos (con trazas de pesticidas,
«vacas locas»,... y, en general, con frutos con más agua y menos materia seca de
calidad) poniendo en cuestión la propia razón de ser de la agricultura. En suma,
que la «agricultura convencional» o «moderna», en vez de resolver problemas como
hacía la «agricultura tradicional» facilitando alimentos y reutilizando deshechos
orgánicos, los plantea a escalas sin precedentes (contaminaciones y deterioros de
suelo y agua, de productos con riesgo para la salud,...). Esta evolución problemáti-
ca de los sistemas agrarios tiene su reflejo en el territorio: el proceso de simplifi-
cación que se opera en los aprovechamientos agrarios, así como la monotonización,
ruderalización,... y pérdida generalizada de calidad de nuestros paisajes hace las
veces de síntesis territorial de los deterioros físicos antes mencionados10.
En efecto, el aumento de rendimientos ha ido normalmente de la mano de la
intensificación, artificialización y simplificación concentradora de los procesos, con
la consiguiente pérdida de diversidad biológica y de calidad del paisaje agrario.
Paralelamente, el empeño de reducir costes trajo consigo el abandono de los culti-
vos, aprovechamientos y labores menos rentables, arrastrando con ello, a menudo,
el deterioro por simplificación y ruderalización del territorio. A este deterioro se
une aquel otro del patrimonio rural por despoblación y abandono que abarca tanto
la ruina masiva de la edificación y las infraestructuras rurales tradicionales, como
el amplio proceso de «matorralización» de antiguas zonas de pastos y cultivos. A la
vez que las repoblaciones forestales sustituían las antiguas comunidades vegeta-
les adaptadas por «ejércitos de árboles» foráneos, simplificando una vez más la bio-
diversidad y el paisaje. Lamentablemente, no se ha sabido aprovechar la menor
presión sobre el territorio de los usos agrarios tradicionales y extensivos para
reconstruir en él el bosque de frondosas adaptadas al mismo que en su día existió,
haciéndole ganar en diversidad biológica, en belleza paisajística y en estabilidad
(o sostenibilidad) ecológica. Nos encontramos así en presencia de un territorio que
ha pasado de sufrir las consecuencias erosivas del cultivo y el pastoreo excesivos,
a un territorio ruderalizado y, en ocasiones, cubierto por cultivos forestales de
especies exóticas generalmente inadecuadas. La «modernización» de la agricultu-
ra que se impuso tras la crisis de la «agricultura tradicional» de la década de los
sesenta ha tenido, en suma, una incidencia altamente destructiva del patrimonio
natural de nuestro país escasamente analizada (Naredo, 2004b).
Subrayemos, por último, que la desorganización y abandono de los sistemas
agrarios tradicionales se entrecruza con el aumento de tierras ocupadas o invali-

10. Lamentablemente se observa que la política agraria de la Unión Europea (PAC), en vez de ayu-
dar a corregir los desajuste entre los usos y las vocaciones del territorio y a paliar los deterioros
mencionados, hace caso omiso de ellos e, incluso en ocasiones, los agrava, al estar por lo general
cortada por el patrón de problemas e intereses ajenos.
Metabolismo económico y deterioro territorial 51

dadas por usos no agrarios ligados a la explosión urbana (recordemos los movi-
mientos de tierras y los vertidos de escombros cada vez mayores que arrastran las
actividades extractivas y la construcción y demolición de infraestructuras y edifi-
cios). Se observa así cierta convergencia en los resultados: al igual que ocurre en
las tierras removidas y plagadas de inmundicias de solares, vertederos y cunetas,
en los antiguos terrenos de pastos y cultivos abandonados medran también las
plantas más rústicas y carentes de interés, convirtiéndose en eriales con vestigios
de escombros, plásticos u otros tipos de residuos. Como consecuencia de todo esto,
a la simplificación y monotonía del paisaje que imponen los nuevos usos agrarios
se suma la transformación de una parte creciente del territorio en una especie de
híbrido que oscila entre erial y vertedero, consistente con las funciones de abaste-
cimiento y vertido que el modelo territorial dominante de urbanización atribuye al
medio rural.
La doble degradación territorial que acusa el medio rural originada tanto por
la intensificación, como por el abandono de los aprovechamientos agrarios y por las
servidumbres que acarrea la explosión urbana, hace que el campo deje de ser la
reserva de naturaleza que en su día fue frente a la artificialidad urbana, para con-
vertirse en un espacio cada vez más degradado y carente de interés estético. Lo
cual induce a proteger de las tendencias al deterioro expuestas los jirones de natu-
raleza o de sistemas agrarios tradicionales que aún subsisten, elevándolos a la
categoría de «parques». Pero el mero aislamiento de esos espacios no asegura su
conservación, si no se modifican las tendencias de degradación que recorren el
resto del territorio (como bien ilustran, por ejemplo, los desastres por vertido o
desecación ocasionados en Doñana y Las Tablas de Daimiel por las actividades
desarrolladas en el entorno). Sobre todo cuando dicha política de «parques», en vez
de mejorar, acostumbra a eliminar las actividades y asentamientos que habían
coevolucionado secularmente con el medio natural (como se explica en el capítulo
sobre Asturias) y originado la singularidad de sus paisajes, sustituyéndolos por
presiones turísticas y «naturalísticas» más degradantes y artificializadoras de los
hipotéticos espacios naturales a conservar. En suma, esa política de conservación
parcelaria está abocada al fracaso mientras se siga practicando de espaldas tanto
a las actividades tradicionales como a las nuevas tendencias de degradación terri-
torial en curso. Pues no cabe plantear la conservación de modo parcelario, sin
atender a los usos en territorios tan humanizados y poblados como los que se
observan en Europa. Es más, cabe decir que la actual política de «parques» es soli-
daria con las tendencias generales antes mencionadas, al soslayar la necesidad de
preocuparse por la conservación y mejora del conjunto del territorio y no sólo de
un puñado de «espacios protegidos».
Cabe concluir subrayando que la «modernización» de la actividad agraria ha
reforzado su condición de abastecedora de productos primarios a base de empujar
su comportamiento hacia el modelo industrial, al apoyar su actividad en un cre-
52 Los pies en la tierra

ciente requerimiento de productos primarios intensivos en energía fósil. En efec-


to, el milagro económico que hizo monetariamente rentable la creciente dependen-
cia física de la actividad agraria de entradas de materiales y energía externos al
sistema viene dado por la retribución muy inferior de esas entradas, con relación
al producto obtenido, acorde con las reglas usuales de valoración inicialmente
expuestas que sintetiza la que hemos denominado «regla del notario».
Paradójicamente la agricultura se industrializa, apoyándose cada vez más en
extracciones directas o indirectas de la corteza terrestre (petróleo, agua,... y ferti-
lidad acumuladas), a la vez que se encuentra crecientemente dominada por la
industria alimentaria, que se ocupa de las últimas fases de elaboración y venta de
sus productos. Este proceso, insistimos, se atiene a la «regla del notario» que, en
ausencia de frenos institucionales que la obstaculicen11, privilegia el valor de las
fases finales de transformación, comercialización y venta de los productos. Desde
este punto de vista, la «modernización» agraria puede entenderse como una pro-
funda reconversión de la población y las actividades del sector agrario, cuyas deci-
siones se guían por el afán de desplazarse hacia tramos mejor situados de la cade-
na de creación de valor, representada por la «regla del notario», o también por el
afán de paliar la posición dominada de la actividad agraria y de la población rural,
representada por el modelo depredador-presa antes expuesto, avanzando hacia
posiciones más depredadoras, ya sea industrializando producciones o «cazando
subvenciones».

PERSPECTIVAS: ¿Q U É HACER?

En primer lugar, el sistema imperante es fuente de inestabilidad económica. El


negocio en auge de la compra-venta de acciones, empresas, inmuebles o terrenos,
espoleado con la creación de «dinero financiero», acentúa las «burbujas» especula-
tivas con sus inevitables desplomes y daños sociales. En segundo lugar, es fuente
de inestabilidad social. Pues apoyar la riqueza de las personas, los barrios, las ciu-
dades y los países sobre la analogía del modelo depredador-presa es un buen caldo
de cultivo para alimentar la crispación y la conflictividad social que, previsible-
mente, socavarán el actual sistema mucho antes de que lo haga el deterioro ecoló-
gico. En la naturaleza la relación depredador-presa opera entre especies diferen-
tes y se sostiene porque los ratones o los conejos no pueden convertirse en linces
ni elefantes. Sin embargo, es difícil que este modelo prospere entre humanos a la

11. Un freno institucional importante podría ser el apoyo a una «agricultura ecológica», pero este
apoyo ha sido escaso en nuestro país, con un Ministerio de Agricultura que permanece a la vez
anclado a su vocación productivista y entretenido con la gestión de las ayudas comunitarias.
Metabolismo económico y deterioro territorial 53

vez que se pregona entre ellos la igualdad de derechos. El afán de escapar a su con-
dición de presas mueve a numerosos individuos a emigrar hacia las metrópolis del
capitalismo con ánimo de mejorar su posición en la cadena de creación de valor e
incluso de convertirse en depredadores. La incapacidad de las metrópolis para
integrar el masivo flujo de inmigrantes se hizo más evidente a medida que —a raíz
de la llamada crisis del «Estado de bienestar»— se amplió la fractura social obser-
vada entre los propios ciudadanos metropolitanos. De ahí que la crisis del «Estado
de bienestar», que se ocupaba de paliar la pobreza que segrega la máquina econó-
mica en funcionamiento, esté dando paso a la expansión del «Estado represivo-
penal», como mutación perfectamente previsible en un panorama de creciente
polarización económica y social (Wacquant, 1999) que la droga del crecimiento eco-
nómico no consigue ya paliar.
Pero es evidente que las crisis económicas, la crispación social y la violencia no
tienen por qué provocar por sí mismas la reconversión del sistema económico que
las genera. Las posibilidades de reconvertir el metabolismo de la sociedad actual
hacia patrones más ecológicos y solidarios pasan por superar el actual reduccionis-
mo monetario, restableciendo y priorizando los circuitos de información física y
social ligada a la gestión. Si tener conciencia de las raíces de nuestros males es el
primer paso para poder curarlos, también creo que el conocimiento de las raíces
económicas de la situación crítica actual dan las claves para superarla. Para ello
hay que trascender los dogmas amparados en metáforas y valores muy arraigados
que sostienen las ideas imperantes de sistema económico, de crecimiento o des-
arrollo, de calidad o nivel de vida12, así como los criterios que rigen la valoración
monetaria o la creación de dinero y, por ende, los modelos urbanísticos, construc-
tivos y agroextractivos al uso. A ello tratan de contribuir, con mejor o peor fortu-
na, la llamada economía ecológica y especialidades como la ecología industrial, la
ecología urbana,... o la agroecología, mano a mano con sus practicantes general-
mente vinculados al movimiento ecologista.
Semejante reconversión mental e institucional necesita de movimientos socia-
les también conscientes de que tal reconversión no se logrará sólo presionando
sobre las administraciones estatales o empresariales para frenar o reorientar sus
proyectos e instituciones o pidiéndoles ayudas, sino, sobre todo, respondiendo con
iniciativas propias a los más evidentes absurdos de nuestro tiempo. Este libro se

12. No se trata tanto de disminuir el nivel de vida de las poblaciones de los países ricos, sino de
cambiar los patrones de vida de esos países, que hoy se toman como modelo, por otros que no tie-
nen por qué ser inapelablemente peores o «más bajos», aunque sean más bajos en consumo de
materiales y energía. Se trata, sobre todo, de reconvertir un sistema cuyo creciente consumo de
energía y materiales se esteriliza cada vez más en servidumbres o extravagancias del propio siste-
ma que no sólo tienen poco que ver con la calidad de vida de la mayoría, sino que atentan contra
ella y contra su medio ambiente.
54 Los pies en la tierra

levanta contra algunos de ellos. Son los absurdos que solapan el hacinamiento en
grandes aglomeraciones de población —oriunda e inmigrada— con el despobla-
miento de amplios territorios; las dificultades de procurarse empleo y viviendas
«de calidad» de buena parte de la población aglomerada, con la existencia de terri-
torios, actividades y pueblos abandonados; la euforia constructiva con la ruina
silenciosa...
Las iniciativas para revitalizar el medio rural y rearticular relaciones entre
campo y ciudad recogidas en este libro se enfrentan a la difícil tarea de responder
a estos absurdos sin reproducir los vicios criticados. Se trata de conseguir medios
económicos holgados sin que todo lo eclipse el móvil del lucro y los ilimitados afa-
nes de crecimiento. Se trata de revitalizar los pueblos y barrios sin pretender que
compitan en la carrera actual de depredación de la naturaleza y de nuestros con-
géneres. O también de conseguir una fracción razonable del valor monetario crea-
do sin apoyarlo en el expolio de los recursos naturales ni del trabajo o el patrimo-
nio ajeno. Esto exige subvertir las reglas de valoración imperantes. Para lo cual no
basta con buscar ayudas o «nichos de mercado» que se dicen ecológicos o verdes y
competir con gente poco escrupulosa. Hace falta, sobre todo, establecer nuevas
redes de comercialización y de contacto entre personas del medio rural y urbano
con sensibilidades e intereses convergentes, que redistribuyan los márgenes de
forma equitativamente razonable. Contactos que relacionen grupos urbanos de
consumo con productores agrarios, grupos de intercambio de servicios, de amistad
y de conocimiento, con la voluntad común de reconstruir relaciones urbano-rura-
les sobre bases igualitarias. Sólo así cabe escapar aquí y ahora al modelo depreda-
dor-presa que, como hemos visto, ha venido sesgando estas relaciones. Quizá sea
la voluntad de no querer ser ni depredadores ni presas el lema que deba guiar a
los colectivos que quieren superar las relaciones de expolio y dependencia de las
que el medio rural ha venido siendo víctima.
Metabolismo económico y deterioro territorial 55

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56 Los pies en la tierra

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Las relaciones entre mujeres y hombres en el medio rural:
su herencia en nuestros proyectos
Sonia Oceransky Losana

INTRODUCCIÓN

Las ideas que se exponen en este artículo provienen de mi trabajo de coordinación


de la Asociación de Mujeres del Medio Rural «Sàlvia» (País Valenciano), durante
cuatro años, y de diferentes actividades formativas desarrolladas a través de la
federación estatal CERES y otros colectivos de mujeres rurales. A todas ellas, mi
agradecimiento y reconocimiento por su labor.
Este capítulo se centra en analizar resumidamente las relaciones de género en
el medio rural en la actualidad, y las formas en que dichas relaciones, injustas y
desiguales, influyen en la situación de las mujeres. Al realizar este análisis vemos
con claridad que dicha injusticia y desigualdad es heredada de siglos de domina-
ción patriarcal, y está condicionando incluso el desarrollo de muchos procesos y
dinámicas interesantes como las del movimiento agroecológico.
Muchas de las mujeres —y hombres— que participamos en grupos diversos
damos por supuesto que tenemos superados viejos esquemas, que somos indepen-
dientes y estamos emancipadas, y nos cuesta identificar reminiscencias de estereo-
tipos y modos de funcionamiento patriarcales. Mi objetivo con este capítulo es ani-
mar a los grupos a trabajar este tema, a desarrollar dinámicas de investigación
que hagan salir a la luz estas características y a imaginar, ensayar y disfrutar
maneras más libres de relacionarnos que influyan de modo positivo en nuestros
grupos y en nuestra vida.
Empezaré haciendo un glosario de los términos que voy a utilizar para aque-
llas personas que no han leído antes nada sobre este tema. Para facilitar la lec-
tura y evitar el uso de la arroba o los interminables as/os, escribiré en genérico
femenino1.
58 Los pies en la tierra

CONCEPTOS BÁSICOS

Para hacer este análisis de manera que se pueda entender es conveniente descri-
bir la construcción de la situación contemporánea.
Patriarcado:
Surge aproximadamente en el 5000 a.C. a partir de la apropiación privada, por
parte de los hombres, de la naturaleza en general (incluyendo por supuesto a las
personas), que a partir de entonces comienza a ser considerada como recursos
(ambientales, energéticos, humanos, etc.). Se denomina patriarcado porque todo se
organiza alrededor de la figura del padre y en función de la producción y acumu-
lación de la propiedad privada, incluyendo cosas, personas, animales, naturaleza...
por los padres/patriarcas.
Padre, patria, patrimonio, patrón, patria potestad, etc., son algunas de las
palabras que explicitan este sistema, en el que el poder es vertical, ejercido desde
la patria/Estado y el padre/patria-potestad, y basado en el uso de la violencia y el
miedo a carecer (Rodrigáñez, 2000). Los hombres temen perder sus posesiones
materiales, su mujer y su descendencia, mientras que las mujeres han sido contro-
ladas históricamente por el miedo a la violación y por el control masculino de los
medios de subsistencia, por lo que su único medio de vida era entregar su matriz
en el matrimonio. Y en la actualidad seguimos controladas por la baja autoestima
y el miedo a no ser queridas y «deseables».
El paradigma productivo del patriarcado, que organiza la producción de forma
discorde y en ocasiones contraria a las necesidades de la vida, tiene como resulta-
do la división desigual e injusta del trabajo, adjudicando artificialmente a las per-
sonas unas funciones distintas dependiendo de su sexo. En concreto, esto se da a
través de la división sexual del trabajo, que se explica más adelante.
El patriarcado se apoya desde el principio en la violencia (domesticación de
animales, mujeres, determinadas etnias...) y la legislación. Poco a poco, este para-
digma impregnará la educación y el sistema de pensamiento humano (lenguaje,
estructuras políticas, división del trabajo), dando la falsa impresión de que es
«natural», lo que hace que actualmente aún perviva, aunque las mujeres tengan
ya derecho legal a ser también poseedoras y se les permitan otros medios de vida.
Este ciclo «formativo» ha conseguido a lo largo de estos años que este paradig-
ma divisorio y productivo se instale de manera casi perfecta en las personas, con
un nivel de inconsciencia y subliminalidad realmente alto (Rodrigáñez, 2000).

1. Lo hago por variar, porque estamos hablando de personas y porque el lenguaje no es «neutro»,
sino que refleja claramente la ideología dominante. En este caso, al utilizar el femenino como gené-
rico, no pretendo dar más importancia o superioridad a las mujeres que a los hombres. Ojalá lle-
gue un tiempo en que no tengamos que hacer estas aclaraciones.
Las relaciones entre mujeres y hombres 59

Así, aunque se puede ver de modo sangrante la violencia que implica el manteni-
miento de este sistema (patriarcal-productivo), parece ser que nos resulta imposible
por ahora repensarnos de otro modo. La imbricación es tan profunda que domina
incluso nuestro lenguaje y terminología, como veremos más adelante respecto a lo que
se conoce como trabajo reproductivo y productivo. Es importante señalar que no siem-
pre ha sido así, porque a veces no somos capaces de imaginar mundos diferentes si no
tenemos otros referentes. Excavaciones arqueológicas recientes están demostrando
que, durante miles de años, muchos grupos humanos vivieron pacíficamente en un
sistema horizontal, sin jerarquías, basado en matrifocos, donde lo importante era el
bienestar del grupo y no la acumulación de riqueza (Rodrigáñez, 2002).
El patriarcado ha ido perfeccionando los mecanismos de control mental y apro-
piación de recursos, hasta desembocar en lo que se conoce como capitalismo, un
sistema inhumano e insostenible que por definición es depredador. La grave crisis
ecológica actual es consecuencia de esta visión desarrollista, productivista y
patriarcal que explota a la naturaleza, a determinadas clases sociales, razas y
etnias, y que oprime especialmente a las mujeres.
El término género señala el conjunto de características sobre comportamien-
to, necesidades y deseos que se supone que deben tener las personas en función de
su sexo. Estos indicadores varían en cada cultura y momento histórico, y definen
la masculinidad y la feminidad aceptables socialmente.
El sistema sexo-género da pie a una división sexual del trabajo, en la cual
las mujeres deben ocuparse de las tareas denominadas como trabajo de reproduc-
ción y los hombres de las conocidas como tareas de producción. Ambos tipos de
tareas son imprescindibles para todo ser humano.
Se consideran tareas de reproducción aquellas tareas necesarias para
seguir vivas y sanas, es decir, las referidas a la alimentación, higiene, ropa y
hogar, y lo necesario para su mantenimiento. Por ejemplo, cocinar es necesario
para comer, así que es una tarea de reproducción.
Lo reproductivo se ha asociado siempre con lo «invisible», lo privado, el traba-
jo no remunerado. No se refiere a la reproducción biológica, sino a lo necesario
para la continuidad de la vida. Es casi lo mismo que trabajo «doméstico», aunque
por ejemplo, incluye el apoyo emocional a otras personas, el dar y recibir amor...
porque esto también es imprescindible para estar vivas.
Se consideran tareas de producción aquellas que producen los útiles y recur-
sos necesarios para la reproducción y el crecimiento económico. Por ejemplo, pro-
ducir comida para vender en el mercado o trabajar para conseguir el dinero para
comprarla.
Lo productivo se ha asociado siempre con lo que tiene proyección pública, reco-
nocimiento social, remuneración económica. Las tareas de producción son lo que
se suele llamar «trabajo», pero definiéndolo de esta manera tenemos en cuenta que
hay muchas tareas no pagadas que aportan medios para la supervivencia.
60 Los pies en la tierra

En cualquier unidad de convivencia hay que organizar estas tareas. Esta orga-
nización del trabajo se ha dado de manera tradicional según el sexo. A esto se le
llama división sexual del trabajo. Tradicionalmente, los hombres se han dedi-
cado a la producción y las mujeres a la reproducción. No obstante, no hay ningu-
na sociedad en el mundo en la que las mujeres se dediquen exclusivamente al tra-
bajo de reproducción; siempre desarrollan tareas productivas, que muchas veces
son «invisibles» y que, por esto mismo, muy a menudo no tienen valor mercantil.
Por ejemplo, tejer o coser, hacer conservas, trabajar en la huerta, etc.
Cada familia o agrupación de personas (sea del tipo que sea) es una unidad de
producción y reproducción: entre todas producen lo necesario para vivir (produc-
ción) y entre todas hacen lo necesario para seguir vivas (reproducción), y lo desea-
ble sería que estas tareas estuvieran repartidas de forma justa e igualitaria.
Esta terminología producción/reproducción es un ejemplo de lo arraigado que
está el patriarcado en nuestro lenguaje, pues la distinción entre los dos tipos de
tareas resulta poco esclarecedora y refleja más bien el distinto valor dado al tra-
bajo realizado tradicionalmente por mujeres y hombres. Es válida como herra-
mienta de análisis al comienzo de procesos de trabajo sobre género, pero es impor-
tante superar esta distinción artificial, y especialmente los distintos valores que se
les asigna a la «producción» y a la «reproducción».
En los últimos años han cambiado muchas cosas respecto a la división sexual
del trabajo. Las mujeres se han incorporado plenamente al trabajo remunerado
(normalmente con peores sueldos que los hombres), con diferentes efectos sociales
que sería muy extenso analizar aquí. Lo que no ha variado —en la mayoría de los
casos— es que las mujeres se siguen encargando de las tareas de reproducción. Es
cierto que a veces los hombres «ayudan» a recoger, poner la mesa, fregar... pero la
responsabilidad de todo ese trabajo imprescindible, continuo y tan poco agradeci-
do sigue recayendo casi exclusivamente sobre las mujeres.
Las mujeres no sólo se ocupan de ambos tipos de tareas dentro de sus casas; tam-
bién lo hacen fuera, asistiendo a familiares y amistades, a la gente del pueblo o de
la comunidad en la que viven, tanto en trabajos de reproducción como de producción.
Por ejemplo, cocinan para las fiestas del pueblo, compran los regalos para toda la
familia, cuidan de nietas, ancianas, enfermas... tanto de su familia como de otras,
organizan recogidas de fondos, dan apoyo emocional, compañía, etc. Como ejemplo
pongamos que, según datos de la Oficina del Voluntariado de la Comunidad de
Madrid del año 2000, las mujeres constituyen el 80% del voluntariado social.
Las mujeres son educadas para desarrollar todas estas tareas desde la infan-
cia. Se espera de ellas que se dediquen al cuidado de las demás, a realizar día tras
día un trabajo muy poco valorado y no esperar reconocimiento por lo que hacen2.

2. No sólo las mujeres sufren bajo el patriarcado, los hombres también están condicionados de
Las relaciones entre mujeres y hombres 61

Así, como vemos, en el sistema patriarcal se establece una división de roles


según el género que hace que nos comportemos según nos han educado. Cada
sociedad, cada cultura, establece qué papel tenemos como mujeres y como hom-
bres: lo que podemos y debemos hacer, lo que no, lo que debemos sentir y de qué
forma, lo que nos debe importar y lo que no, etc.
Tenemos esta educación muy interiorizada, y aunque desde los años sesenta-
setenta las mujeres se han reunido en grupos, se han formado, han debatido, anali-
zado y discutido los estereotipos sexistas (algo que ahora empiezan a hacer también
grupos de hombres), éstos todavía están ahí y «salen» en cuanto nos descuidamos.
Si analizamos la situación actual del mundo rural en general o en el ámbito agro-
ecológico, vemos que en ambos se reproduce la mentalidad patriarcal, dificultando el
cambio social que perseguimos. Del mismo modo, cuando hablamos de la situación
de las mujeres, se suele hacer en relación a los hombres: hablamos de repartos de
poder, tiempo y tareas, pero sin salir de la organización patriarcal productiva.
De esta manera los buenos propósitos siempre acaban fallando, pues la organi-
zación de la vida es en muchas ocasiones distinta e incluso contraria a la idea de
«productividad», y las mujeres han sido y son las encargadas de mantener los
ciclos de la vida, con lo cual siempre acabamos realizando la «doble jornada».
Podríamos incluso hablar del doble sistema, pues frecuentemente acabamos com-
binando el desarrollo de relaciones patriarcales y capitalistas con el desarrollo de
la vida, para lo que hay que forzar los ciclos naturales de la vida, que no pueden
ser planificados como se planifica una fábrica.
La vida tiene unos ciclos cambiantes y la producción unas metas fijas, y del
mismo modo que se planifican ahora mismo los partos para la producción econó-
mica de hospitales y clínicas privadas, se planifican las tareas de las personas
desde la producción. Este desfase siempre implica una violencia y un desgarro en
los seres, y así atendemos ahora mismo a una población altamente patriarcaliza-
da (al menos en los países enriquecidos), en donde la felicidad y el placer están
cada vez más lejos de las personas. Ello explica el creciente éxito de las diferentes
terapias psicológicas, el uso de drogas, la búsqueda de respuestas a través de las
religiones, etc. Esta discordancia patriarcado-vida es visible específicamente en la
crianza, que impone un ritmo vital que produce mucha tensión, utilizable como
indicador de este desfase: cuanto más difícil es tener criaturas, más lejos estamos
de la vida y más cerca del patriarcado.
Todo esto se refleja en diferentes ámbitos de nuestra vida cotidiana, no sólo en
la «militancia», sino también en la convivencia con la gente con la que trabajamos,
con la que compartimos espacios en los pueblos, con la que nos relacionamos en

forma muy negativa, pero, debido a la necesidad de acortar, este tema se sale de los objetivos de
este capítulo.
62 Los pies en la tierra

todos los ámbitos de nuestra vida. Un ejemplo de este reflejo lo tenemos en el aná-
lisis de la división sexual del trabajo dentro de nuestros colectivos, como se ve en
los talleres que se han realizado en tres de los proyectos que forman parte de este
libro y que se exponen en el capítulo «La apasionante relación entre mujeres y
hombres en nuestros proyectos: por una militancia mixta».

LAS RELACIONES ENTRE MUJERES Y HOMBRES EN EL MEDIO RURAL:


UNA BREVE APROXIMACIÓN

Si analizamos, a través de la situación de las mujeres, una serie de características


actuales de las relaciones entre mujeres y hombres en el medio rural, nos podemos
hacer una idea de hasta qué punto tenemos los valores patriarcales interiorizados
y de lo necesario que es cambiar esta situación. Me referiré especialmente a las
mujeres que se dedican a la agricultura, pensando que es lo más interesante y cer-
cano a la gente del movimiento agroecológico.
La situación de las mujeres se ve condicionada por los roles tradicionales de
cuidadoras: cuidadoras de la casa, de la salud y de la educación de su familia...
manteniendo intactos, en muchos casos, los papeles asignados como masculinos y
femeninos que durante siglos han perdurado en nuestra sociedad. Los hombres
siguen ocupándose de la tierra, manejan la maquinaria y todo lo referido a la «téc-
nica», y las mujeres siguen ocupándose del cuidado de hijas, nietas, ancianas y
enfermas, siguen realizando todas las tareas que sostienen la vida y parte de las
productivas. Su papel es considerado secundario y se invisibiliza.
A escala global, las mujeres son las que realizan la mayor parte del trabajo,
las responsables de la agricultura de autoabastecimiento, imprescindible para la
supervivencia de las comunidades. Producen más de la mitad de la comida en el
mundo. En África, este porcentaje sube al 80% y en Asia al 60%; sin embargo, las
mujeres en contadas ocasiones tienen derechos sobre la tierra que cultivan, su
papel se invisibiliza y no se reconoce, y sufren una fuerte discriminación, que varía
en grado y dureza según culturas y momentos históricos.
Las mujeres invierten muchas horas de su tiempo en trabajar gratuitamente
porque, entre otras cosas, todavía no se ha conseguido el reparto de las tareas
reproductivas. La mayoría de los hombres no realizan tareas de este tipo, y en las
zonas donde sí que empiezan a compartir este trabajo, las mujeres todavía siguen
realizando la mayor parte del mismo.
En Europa, a pesar de que el 37% de la mano de obra agraria es femenina, se
sigue considerando que la agricultura es un «mundo de hombres». En la UE, las
mujeres dirigen una de cada cinco explotaciones, de las que el 82% son explotacio-
nes de pequeño tamaño. Casi una de cada dos mujeres tiene el estatuto de «cónyu-
ge-compañera»; por tanto, no cotizan a la Seguridad Social y son dependientes del
Las relaciones entre mujeres y hombres 63

titular de la explotación, aunque ellas hayan aportado al menos la mitad del patri-
monio familiar de tierras, maquinaria, infraestructura, etc.
En el Estado español hay 5 millones de mujeres que viven en el medio rural,
desempeñando una cuarta parte de los empleos que tienen que ver con la agricul-
tura y/o ganadería. Una de cada tres personas que trabaja en la agricultura es
mujer, la mitad de ellas con estatuto de cónyuge-colaborador. En general, las
mujeres cobran de media un 30% menos que los hombres por el mismo trabajo, lle-
gando a ser la diferencia hasta del 40%. El 95% de las mujeres que son responsa-
bles de explotaciones sólo han recibido formación práctica. Las mujeres en el sec-
tor agrario representan el 26% de las profesionales, el 19% son titulares de la
explotación y sólo el 9% son propietarias de las tierras que trabajan, predominan-
do en las áreas rurales la consideración del trabajo femenino como ayuda familiar,
sin remuneración, infravalorado e invisible (CERES, 2004).
Algunos de los principales problemas de las mujeres en el medio rural son:
La despoblación del medio rural, que está ligada al envejecimiento y a la mas-
culinización: las jóvenes se marchan, la tasa de natalidad es baja, la esperanza de
vida es mayor que antaño y regresan las jubiladas. Los años sesenta trajeron con-
sigo el éxodo masivo de la gente del campo hacia los núcleos industriales. En los
últimos 25 años han desaparecido casi dos millones de agricultoras/es, lo que
representa un descenso del 65%. Estas migraciones se siguen produciendo en la
actualidad con un fuerte componente de género (lo que dificulta el mantenimiento
de la población), ya que la dureza, la incertidumbre y las malas condiciones de tra-
bajo en las que han vivido muchas generaciones anteriores hace que las mujeres
agricultoras estén empujando a sus hijas a estudiar y trabajar en las ciudades.
Este problema es muy grave, ya que se están marchando del medio rural las jóve-
nes, mejores estudiantes y más formadas que los hombres, dado que suelen per-
manecer una media de tres años más en el sistema educativo. Esto implica dejar
a los pueblos sin niñas (y por tanto sin escuelas), sin innovación (ya que muchas
veces las mujeres son más abiertas a ideas nuevas; por ejemplo, son las principa-
les promotoras de alojamientos de turismo rural), sin proyectos ni ideas para des-
arrollar, y sin redes entre mujeres.
Otro problema que afecta especialmente a las mujeres es la falta de servicios
públicos: escuelas, guarderías, servicios de atención sanitaria, centros de día para
las ancianas, transporte público adecuado y de calidad... Como los pueblos están
cada vez más despoblados, los servicios se van anulando; si no hay servicios, no
hay población y la que queda es cada vez más anciana.
Esto supone una mayor sobrecarga de trabajo teniendo que suplir estos servi-
cios básicos: todas estas tareas recaen sobre las mujeres, que se convierten así en
«taxistas» que llevan a las niñas al instituto de secundaria y en ocasiones también
a la escuela, a las personas mayores al médico o al hospital, cuidan de familiares
(propias y de la familia «política»), etc. La falta de transporte público les afecta
64 Los pies en la tierra

más porque en general tienen más problemas de movilidad (muchas no tienen


coche o carnet, etc.).
La dificultad para poder cuidar adecuadamente a las hijas también contribuye
a la despoblación; además, la falta de guarderías hace que muchas mujeres recu-
rran a las abuelas, sumándoles más carga a su trabajo cotidiano.
En general, las mujeres dedican, de media, más de 40 horas semanales al cui-
dado de personas dependientes: niñas, jóvenes (que viven con sus progenitores
hasta que tienen 30 años como promedio), esposos, personas con discapacidades y
ancianas. Además, como un 38% también trabajan fuera, las mujeres están sobre-
cargadas: las de 35 a 55 años son las que tienen más enfermedades debidas al
estrés (tres veces más que el promedio), el 51% manifiestan estar cansadas, el 32%
deprimidas y el 30% sienten que su salud se ha deteriorado. Un 64% de las muje-
res cuidadoras han tenido que reducir su tiempo de ocio; un 48% han dejado de ir
de vacaciones y el 40% han dejado de frecuentar amistades (Navarro, 2002).
Esta doble o triple jornada de trabajo resulta agotadora; mientras que los hom-
bres siguen teniendo tiempo para el ocio (ir al bar del pueblo, ver el fútbol, etc.),
las mujeres ocupan todo su tiempo, incluso el que se puede considerar su tiempo
libre, en tareas para el sostenimiento de la familia (por ejemplo coser, tejer, los
días de fiesta cocinar y fregar mucho más, etc.).
El tiempo personal de ocio es muy importante para poder desconectar de los
problemas y relajarse, pero también para formarse, acudiendo a cursos, encuen-
tros, talleres... para poder avanzar en ideas, poner en marcha proyectos, relacio-
narse con mujeres de maneras distintas a las habituales y abrir los ojos a realida-
des diferentes que enriquezcan su vida. Tener tiempo para una misma supone
tener claro que hay un proyecto de vida propio, algo de lo que adolecen muchas
mujeres, ya que han sido educadas para «servir» a las demás personas; y este rol
de género está tan interiorizado que cuando esto no se produce, no saben qué
hacer. Por eso también es fundamental que las mujeres se reúnan y se formen, que
conozcan otras posibilidades, otras iniciativas... incluso que lleguen a pensar que
tienen algo que decir respecto al futuro de sus pueblos y comarcas.
Actualmente la agricultura se ha transformado en «producción» en «explotacio-
nes» grandes, mecanizadas, informatizadas y convertidas en fábricas de carne,
hortalizas, etc. Si el papel de la cultura agrícola tradicional se ve cada vez más
devaluado, no digamos el de las mujeres, que suelen considerar, en muchos casos
incluso ellas mismas, que «ayudan» a su marido, sin darse cuenta de la dependen-
cia de sus maridos para con ellas, ni de lo autónomas que son en realidad.
Como los hombres suelen ser los titulares de la explotación y suelen ser los que
están dados de alta en la Seguridad Social, la cobertura social de las mujeres es
bastante escasa. Si las mujeres deciden separarse de sus maridos se quedan sin
nada, motivo por el que hay menos separaciones en el medio rural que en las ciu-
dades, como ellas mismas reconocen.
Las relaciones entre mujeres y hombres 65

La labor de las mujeres en las cooperativas agrícolas y de otro tipo es impres-


cindible, pero su participación en las asambleas, órganos directivos y el funciona-
miento diario es casi nula. Se suele dificultar el acceso de las mujeres a las juntas
rectoras de las cooperativas, por poner un ejemplo, y aunque esto va cambiando
poco a poco, todavía hoy en día no se valora a las mujeres en las tareas de gestión.
Esto es paradójico, ya que muchas mujeres se encargan, como ellas dicen, de «lle-
varles los papeles a sus maridos» en todo lo que se refiere a la contratación de per-
sonal, Seguridad Social, tramitación de subvenciones agrícolas, de jubilaciones,
cuentas bancarias, etc., para la explotación que mantienen en común.
Respecto al mundo asociativo y político, es destacable el alto número de asocia-
ciones de mujeres en los pueblos, participando de forma activa en los problemas
del vecindario, en la organización de actividades formativas y de ocio, etc. Las aso-
ciaciones de amas de casa, en su conjunto, forman el tejido asociativo más fuerte
y numeroso de nuestro país, también en el medio rural. Dentro de estas asociacio-
nes existen diferentes tendencias y las actividades que organizan, por tanto, tam-
bién son distintas, según se cuestionen o no el modelo dominante. En los últimos
años también ha aumentado el número de concejalas y alcadesas en los pueblos.
En contraste, la participación de las mujeres en organizaciones agrarias, grupos
de acción local, planes de desarrollo rural y todo lo que conlleva actividad econó-
mica es casi nula.

Las reivindicaciones, propuestas y dificultades de las mujeres

En general, en el medio rural, la escasa participación en estructuras organizadas


y la falta de unión dificultan llevar a cabo proyectos comunitarios. Hay poca soli-
daridad incluso entre las propias mujeres, que a veces se ponen trabas entre sí a
la hora de ocupar espacios públicos. Esto se traduce en una falta de fuerza que difi-
culta reivindicar y proponer mejoras en el medio rural.
Cuando las mujeres se reúnen, analizan lo que les pasa y proponen soluciones,
la mayoría piensa que debe ser el Estado quien articule todo: se demandan pres-
taciones, guarderías, centros de día para ancianas, etc. Esta dinámica, fuertemen-
te enraizada en un colectivo que durante años se ha acostumbrado a tramitar sub-
venciones, dificulta a veces poder imaginar alguna otra manera de apoyarse entre
mujeres —y hombres— y suplir los servicios básicos que necesitan. Normalmente,
esto es más fácil cuando pueden conocer experiencias similares funcionando en
otros sitios, ya que muchas personas no se creen que las mujeres se puedan orga-
nizar entre sí sin necesidad de subvenciones. No suelen existir referencias de otros
modelos que funcionen y enriquezcan la vida en comunidad. Ésta es una tarea
pendiente, compleja y llena de dificultades que debemos abordar porque sabemos
que los servicios públicos, con la lógica de la globalización, irán cada vez a menos.
66 Los pies en la tierra

También hay que tener en cuenta que por ser mujer no se es automáticamen-
te feminista: hay muchísimas mujeres —la inmensa mayoría— con mentalidad
patriarcal. Poder acompañar a estas mujeres en el proceso largo, lindo y a ratos
contradictorio del cambio, de ir abriendo la mente y el cuerpo a otros pensamien-
tos, otras realidades, respetando los procesos y los ritmos de cada persona, es fun-
damental para que las cosas vayan cambiando.
Entre otros aspectos, debería cambiar la mentalidad de la competitividad entre
mujeres, de la crítica continua en vez del apoyo mutuo. Esto exige un trabajo capaz
de arrojar luz sobre los aspectos más inconscientes de los roles de género, sobre
nuestros sentimientos, que descubra los estereotipos, que permita dinámicas en
positivo reforzadoras de lazos de amistad y solidaridad entre mujeres, y que faci-
lite otra mirada sobre el papel que desempeñan los hombres.
Por otro lado, en general, hay poca gente que se cuestione el modelo producti-
vista y desarrollista en el que vivimos. En mi experiencia de trabajo con las muje-
res he podido comprobar que no ven solución al enfoque económico. Analizando des-
pacio lo que pasa, muchas de ellas perciben claramente la insostenibilidad de este
sistema, están más preocupadas que los hombres —en general— por el futuro de
sus hijas y nietas, se cuestionan qué mundo les estamos dejando. Pero al mismo
tiempo piensan que no pueden hacer nada para cambiar esta situación, que no hay
ninguna posibilidad contra los grandes intereses y fuerzas que manejan el mundo.
En este sentido, aparte de trabajar las pautas de consumo individuales, merece la
pena dar a conocer experiencias exitosas de luchas y resistencias, porque estas
ideas y ejemplos nos dan fuerzas para seguir y sentir que no estamos solas.
Muchas de las mujeres que lean los apartados anteriores se sentirán identi-
ficadas, supongo, con los problemas de las «otras mujeres», porque suelen ser
problemas comunes. De todos modos, en los siguientes párrafos me voy a referir
al ámbito de la agricultura ecológica, el que más conozco. Lo haré basándome en
las conclusiones de la mesa de trabajo sobre «Mujer y Agricultura ecológica»
celebrada durante el III Congreso Valenciano de agricultura Ecológica, en
Castellón, del 5 al 7 de diciembre de 2002, pues me parece que reflejan el sentir
mayoritario de las mujeres que trabajan en la agricultura ecológica. En dicho
Congreso muchas mujeres defendíamos la transmisión de los valores «femeni-
nos», en una nueva cultura que elimine la discriminación de género. Deseamos
que las mujeres sigamos siendo transmisoras de esos valores del cuidado de la
vida, de la tierra, de las semillas... potenciando nuestro papel tradicional como
«transmisoras» y «cuidadoras», lo que se traduce en una visión de futuro de cui-
dado continuo; una actitud positiva, constructiva y de conservación a la que se
une una mayor ilusión en la capacidad de transformación y en la fuerza que
tenemos cuando nos unimos.
Sentimos que sólo juntas, y dándole tanta importancia a nuestra situación
como mujeres como a la destrucción ecológica, podremos construir un mundo dis-
Las relaciones entre mujeres y hombres 67

tinto donde las diferencias no se establezcan según unos roles sociales injustos y
sea posible reconstruir una relación respetuosa con la naturaleza.
El papel de las mujeres en el sostenimiento de la vida enlaza con el de la agri-
cultura ecológica, que mantiene la tierra viva y respeta los ciclos naturales, repre-
sentando un modelo de vida diferente que tiene como base un cambio de valores.
Para nosotras, ésta es una razón fundamental para apoyar la agricultura ecológi-
ca y convertirla en nuestro modo de vivir.
Sin embargo, los hombres —en general— suelen tener más protagonismo y su
actividad se desarrolla más en el ámbito público porque tienen asignado ese rol
social en la cultura en la que vivimos. También suelen tener más tiempo libre, debi-
do a que suelen emplear menos horas en las tareas que sostienen la vida. Y se siguen
reproduciendo, también dentro de la agricultura ecológica, los roles tradicionales en
el manejo de la tecnología a pie de campo: tareas de laboreo, tractor, rotobator,
podas, reparación de maquinaria, etc., suelen ser desempeñadas por los hombres,
existiendo dificultades para la transmisión de estos conocimientos a las mujeres.
Esta situación provoca que haya muchas agricultoras «en la sombra» que
nunca acuden a encuentros, cursos, congresos, etc. Es necesaria una mayor corres-
ponsabilidad en las diferentes tareas para facilitar una mayor representación y
protagonismo de las mujeres en foros públicos, debates y otras actividades de for-
mación. A esto se añade el hecho de que las mujeres hayamos sido educadas para
no destacar, con una baja valoración de nosotras mismas y del trabajo que desem-
peñamos. En el campo las tareas sí se reparten, pero lo que impide un papel pro-
tagonista a las mujeres es que no se compartan los demás trabajos (García
Agustín, Gonzálvez, Jacas, 2003).

RECONSTRUIR NUESTRAS RELACIONES

Es importante analizar qué pasa dentro de nuestros grupos, ya sean asociaciones


de consumidoras de productos ecológicos, de resistencia al desarrollismo, de oposi-
ción a los transgénicos, de agricultura ecológica, etc. Lo urgente siempre nos quita
tiempo, pero es necesario analizar qué pasa dentro del grupo: quién asume la voz
cantante y por qué, y qué sienten el resto de las personas del grupo; quiénes asu-
men la representación del grupo de cara al exterior; quiénes ordenan y limpian los
locales; quiénes organizan la logística de cada acción; quiénes se preocupan y cui-
dan de las personas y de qué modo lo hacen; qué siente todo el mundo con ese
reparto de tareas y si las cosas pueden cambiar, qué propuestas se hacen, cómo se
va a controlar por parte del grupo que los acuerdos se cumplen, etc.
Como vemos en el ya mencionado capítulo «La apasionante relación entre
mujeres y hombres en nuestros proyectos: por una militancia mixta», tener delan-
te de nosotras tan clara la división sexual del trabajo es una buena manera de
68 Los pies en la tierra

empezar a debatir las diferentes propuestas de cada grupo para cambiar algunas
dinámicas. Esto es importante porque, si no se exteriorizan, estos procesos —tan
corrientes en todos los grupos (ya sean rurales o urbanos)— van generando senti-
mientos de rabia, decepción, culpabilidad, etc., que afectan al funcionamiento del
grupo y al crecimiento personal.
La maternidad, crianza y educación de las hijas merecería, sin duda, un capí-
tulo aparte. En todo tipo de experiencias del movimiento agroecológico, desde gru-
pos urbanos a pueblos okupados, hay madres —y padres— que podrían explicar
clara y exactamente sus necesidades. Desde el nacimiento hasta los dos años de
edad aproximadamente, en que empieza la fase de separación de mamás y bebés,
las madres necesitan apoyo emocional, relevo diario al menos en algún momento
del día y que se cubran las tareas básicas reproductivas, ya que ellas no lo podrán
hacer o lo harán a duras penas (Gutman, 2006).
Para que todo vaya bien haría falta, por una parte, que las madres se atrevan
a pedir al grupo lo que necesitan y, por otra parte, que el grupo esté dispuesto a
apoyar a las madres. Y en todo momento haría falta adecuar los horarios de las
asambleas y reuniones, de las charlas y debates, a horarios compatibles con la
crianza, pues todo suele empezar a las horas de preparar la cena, dar baños y
demás cuestiones importantes en la vida de un/a bebé. También sería importante
que todas las niñas fueran bienvenidas en todas las actividades que organizamos,
que no nos molestaran sus juegos y gritos... porque así las madres nos sentiríamos
menos solas y aisladas, más acompañadas en el duro —y precioso— trabajo que es
la crianza.
Esto sólo se puede conseguir si se entiende bien qué supone en realidad la
maternidad y la crianza, y para ello necesitamos mayor comunicación sobre estos
temas y no dar nada por supuesto. Dado que no queremos repetir estereotipos de
autoridad, sexismo, disciplina, etc., deberíamos darle mucha más importancia a la
crianza y educación de las niñas, y otorgarle más espacios, más tiempo de escucha,
más protagonismo.
La forma de criar y educar es fundamental porque para poder construir un
mundo diferente necesitamos un cambio más profundo en la estructura emocional
de cada persona: en sus carencias, en sus expectativas... hasta que consigamos
abolir los roles de género y desarticular los mecanismos patriarcales, tanto los visi-
bles y superficiales como los sutiles y profundos.
Pero los cambios sólo se darán si previamente hay un trabajo, individual y
colectivo, de ser consciente, de darse cuenta, aunque nos equivoquemos y a veces
sigamos arrastrando dinámicas adquiridas. Podremos empezar a cambiar cuando
hayamos visualizado que repetimos viejos esquemas patriarcales.
Así, desde nuestra práctica cotidiana y también desde la crítica, combinando la
investigación con la acción, entre las mujeres, entre los hombres y en los espacios
mixtos, sería conveniente tener todo esto en cuenta, con el fin de ir avanzando, y
Las relaciones entre mujeres y hombres 69

transformando nuestras identidades desde otros parámetros. Esto supone traba-


jar para no seguir en el papel de víctimas o agresores, de-construir nuestra educa-
ción y transformar nuestros valores y prioridades.
Para ello será necesaria la reapropiación y la creación de las palabras necesa-
rias (pues lo que no se nombra no existe, lo que se nombra se define). Será intere-
sante explorar lo queer como no-definición o de-construcción de las identidades
masculina y femenina; también sería bueno que las personas que ya han realiza-
do un trabajo individual en este sentido lo compartan.
Establecer redes de apoyo y colaboración entre distintos grupos y movimientos
en el medio rural y urbano también será clave para avanzar, pues nuestra lucha
en el contexto de la globalización actual debe estar basada en una alianza conjun-
ta entre diferentes movimientos sociales. Por último, si lo personal construye lo
político, el tipo de cambio social que queremos debe estar enraizado en una verda-
dera revolución de nuestras relaciones personales.
Nos queda mucho trabajo... hagámoslo con alegría y fiesta, disfrutando —tam-
bién— del camino.

Oviedo, marzo de 2006


70 Los pies en la tierra

BIBLIOGRAFÍA

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de bases para el desarrollo de las mujeres en el medio rural, CERES.
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cutura Ecològica a la Comunitat Valenciana, Universitat Jaume I, Castellón.
GUTMAN, Laura (2006): La maternidad y el encuentro con la propia sombra,
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LÓPEZ ESTÉBANEZ, Nieves, MARTÍNEZ GARRIDO, Emilia y SAÉZ POMBO,
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RODRIGÁÑEZ, Casilda (2002): El asalto al Hades. La rebelión de Edipo, edición
a cargo de Traficantes de Sueños, Madrid, 2002.
71

Orígenes del Movimiento Social Agroecológico en el Estado


español y sus conexiones con Latinoamérica,
en el contexto de los procesos antagonistas al
neoliberalismo y la globalización
Eduardo Sevilla Guzmán y Joan Martínez-Alier
(ISEC, Universidades de Córdoba y Autónoma de Barcelona)

Cuando los coordinadores de este libro, después de leer un texto que los autores de
estos papeles escribimos hace más de dos años1, vinieron al ISEC con la propues-
ta de incluirlo (en una versión resumida y actualizada) en el mismo, nos compro-
metimos a hacerlo aunque con la salvedad de reducir el contexto geográfico a la
interacción entre Andalucía y Latinoamérica. Y ello por dos motivos: primero, por-
que el proyecto de realizar un libro desde distintas experiencias agroecológicas
existentes en el Estado español puede suponer una importante inyección de moral
para aquellos que estamos luchando por la introducción de la agroecología en
Europa; y, segundo, porque la aparición de las redes agroecológicas que los movi-
mientos sociales con experiencias de esta naturaleza están generando en
Latinoamérica tienen una fuerte conexión, desde sus inicios, con el movimiento
jornalero andaluz, auténtico iniciador —en nuestra opinión— de la agroecología en
Europa.
La agroecología puede ser definida como el manejo ecológico de los recursos
naturales a través de formas de acción social colectiva que presentan alternativas
a la actual crisis de modernidad, mediante propuestas de desarrollo participativo
desde los ámbitos de la producción y la circulación alternativa de sus productos,
pretendiendo establecer formas de producción y consumo que contribuyan a enca-
rar la crisis ecológica y social, y con ello restaurar el curso alterado de la coevolu-
ción social y ecológica. Su estrategia tiene una naturaleza sistémica, al considerar
la finca, la organización comunitaria y el resto de los marcos de relación de las
sociedades rurales articulados en torno a la dimensión local, donde se encuentran

1. Terry Marsden y otros, Internacional Handbook on Rural Studies, Edward Elgar Publishing,
Chelttenhan.
72 Los pies en la tierra

los sistemas de conocimiento (local, campesino y/o indígena) portadores del poten-
cial endógeno que permite potenciar la biodiversidad ecológica y sociocultural. Tal
diversidad es el punto de partida de sus agriculturas alternativas, desde las cua-
les se pretende el diseño participativo de métodos de desarrollo endógeno para el
establecimiento de dinámicas de transformación hacia sociedades sostenibles.
Sin embargo, en el texto que sigue pretendemos caracterizar los antagonismos
a la globalización neoliberal que, en nuestro conocimiento, han ido surgiendo como
resistencia local a la creciente degradación de los ecosistemas (con la amenaza que
ello significa para la supervivencia del campesinado) que está generando la moder-
nización agraria actual, guiada por las multinacionales de las semillas. Las formas
de acción social colectiva que adquieren dichas experiencias se enfrentan también
a las políticas de subsidio a la exportación de los excedentes agrarios; y están basa-
das en la articulación del conocimiento local, campesino e indígena sobre el funcio-
namiento de los sistemas agrarios, con innovaciones de manejo de naturaleza
medioambiental. Los actores centrales de estos movimientos sociales no son agro-
ecólogos neorrurales ecologistas (como pueden existir en Estados Unidos y el resto
de Europa), sino que se mueven como portavoces de amplios sectores rurales; unas
veces campesinos y otras, peones y jornaleros agrícolas, como es el caso del
Sindicato de Obreros del Campo (SOC), en Andalucía, o el Movimiento de los Sin
Tierra (MST) en Brasil. Estos movimientos son caracterizados aquí, a través de
nuestra interpretación de los mismos como parte de las disidencias internaciona-
les que establecen redes contra el neoliberalismo y la globalización.
Nuestro conocimiento del proceso tiene un carácter parcial, ya que se ha pro-
ducido desde el acompañamiento al movimiento jornalero andaluz, surgido en la
segunda mitad de los años setenta, y las conexiones con los movimientos análogos
en Latinoamérica que aquél fue estableciendo. Como hemos adelantado, es en este
movimiento social rural nucleado en torno al SOC donde aparece la agroecología
campesina en Europa; en el sur, en Andalucía, en zonas semiperiféricas donde aún
existían vestigios del conocimiento tradicional o donde la «modernización» agraria
había sido más reciente. Andalucía contaba, a finales de los años ochenta, con una
realidad en la que se conjugaban situaciones propias de una modernización agra-
ria incompleta, con la etapa final de un movimiento campesino, protagonizado por
jornaleros u obreros del campo de inusitada potencia y capacidad de lucha. Era el
resultado del descontento que la mecanización casi completa de las faenas estaba
provocando entre unos trabajadores del campo que, al coincidir con una fuerte cri-
sis industrial, no tenían apenas oportunidades de empleo alternativo. En su afán
por buscar nuevas alternativas que superaran las tradicionales reivindicaciones
de la tierra, la parte más radical del Sindicato de Obreros del Campo se acercó a
los postulados de los denominados nuevos movimientos sociales, en general, y del
movimiento ecologista, en particular. En su lucha por la tierra el SOC había teni-
do acceso a varias explotaciones: unas arrancadas mediante ocupaciones y desalo-
Orígenes del Movimiento Social Agroecológico 73

jos conflictivos, con encarcelamientos frecuentes, y otras mediante modos mas con-
vencionales, pero siempre basadas en la presión de la lucha del sindicato y apoyo
no institucional pero efectivo de los sectores mas progresistas de la Iglesia y la
Universidad, así como de las instituciones socioeconómicas y culturales de su
entorno. Ello originó que, desde la primera mitad de los ochenta, el SOC disfruta-
ra del acompañamiento de diversos grupos no campesinos en sus acciones reivin-
dicativas que variaban desde manifestaciones pacíficas y «marchas» recabando la
solidaridad de los pueblos y ciudades en sus itinerarios; hasta acciones más con-
flictivas como «tomas simbólicas» de tierras u otras «okupaciones» temporales más
problemáticas, como gobiernos locales, aeropuertos o incluso el Parlamento
Andaluz. El ISEC de la Universidad de Córdoba ha colaborado con el SOC desde
su fundación en 1978, llegando a establecer una sistematización de las formas de
manejo que la fracción de jornaleros-ecologistas realizaba en las nuevas experien-
cias productivas que iba generando a través de su nueva forma de lucha (Cf. Gloria
Guzmán Casado, Manuel González de Molina, Introducción a la Agroecología
como desarrollo rural sostenible. Madrid: Mundi-Prensa, 2000).

EL SURGIMIENTO DE LA ARTICULACIÓN RURAL LATINOAMERICANA EN LA


DISIDENCIA INTERNACIONAL CONTRA LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL

La primera acción de convergencia entre los que, a comienzos de los años ochenta,
se llamaban «sindicatos revolucionarios campesinos» en Latinoamérica tuvo lugar
en Managua, en 1981, en el marco de la Reunión Continental de Reforma Agraria
y Movimientos Campesinos. Surge allí una interacción, que significaría el inicio de
la configuración del Movimiento Continental Campesino en Latinoamérica. En
este proceso, diversas organizaciones latinoamericanas (con una pequeña repre-
sentación europea) descubren la similitud tanto de sus formas de lucha como de su
evolución ideológica. Tal es el caso del andaluz SOC, Sindicato de Obreros del
Campo, y el brasileño MST —legalizado en 1984, pero funcionando embrionaria-
mente en Rio Grande do Sul desde 1978—. Tal proceso de convergencia de organi-
zaciones indígenas y campesinas comienza a consolidarse en el continente ameri-
cano mediante la formalización organizativa del Congreso Latinoamericano de
Organizaciones Campesinas (CLOC) de 1994 en Perú. Lo que queremos destacar
aquí es que se produce, por primera vez, un contacto entre el MST (como protoor-
ganización) y el SOC con otros grupos rurales. Este contacto se transforma, en la
primera mitad de los años ochenta, en una interacción que se intensifica después
en los noventa, ya en el contexto de existencia de experiencias productivas de
naturaleza agroecológica. A su vez, en aquellos años, se produjo la creación de los
primeros comités europeos de apoyo al neozapatismo mexicano, primero, y al MST,
después, que nacen en el entorno del SOC.
74 Los pies en la tierra

Probablemente el siguiente eslabón de este proceso de confluencia de organiza-


ciones campesinas independientes sea el que tuvo lugar en 1984. Entonces, tuvo
lugar el Encuentro Latinoamericano de Organizaciones Campesinas Independien-
tes donde se intercambiaron experiencias. Otros espacios de confluencia en el pro-
ceso de disidencia lo constituyen los eventos de intercambio internacional convo-
cados por el MST de Brasil en 1985 y por la FENOCI de Ecuador en 1986. En este
último país se realizó en octubre de 1987 el Primer Taller Andino de Intercambio
de Organizaciones Campesino-Indígenas. En Centroamérica se constituyó en 1987
la COCENTRA y en 1989 ASOCODE. En octubre de este mismo año organizacio-
nes indígenas y campesinas de la Región Andina y el MST de Brasil llaman a la
Campaña Continental 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular en
Bogotá, Colombia. Se realizan tres Encuentros Continentales y varias reuniones
de coordinación de diferentes países de América Latina y con la presencia de orga-
nizaciones rurales —autodenominadas campesinas— europeas.

EL MOVIMIENTO ZAPATISTA COMO COFIGURADOR DEL DISCURSO RURAL


ANTAGÓNICO

El actor social clave —junto al MST— en la configuración del discurso y la praxis


antagónicos rurales lo constituye el movimiento neozapatista de Chiapas. La agri-
cultura campesina mexicana se encontraba fuertemente amenazada debido a las
importaciones de alimento que, sistemáticamente, provenían de Estados Unidos y
que se vieron incrementadas con la creación del TLC (Tratado de Libre Comercio)
entre Estados Unidos, Canadá y México. El ecozapatismo surgió como una res-
puesta indígena en Chiapas a través de una rebelión contra dicho tratado. Unos
años antes, a finales de los años ochenta, Guillermo Bonfil publicó México Pro-
fundo: una civilización negada (México: Grijalbo, 1994; 1.ª ed. 1987), un excelente
estudio sobre la agonía indígena en México, que permite entender la naturaleza de
este proceso. En la actualidad, dicha problemática adquiere un conocimiento gene-
ralizado como consecuencia de la comprensión de la conexión directa entre las cul-
turas indígenas y la biodiversidad, como muestra Víctor M. Toledo en La Paz en
Chiapas (Ediciones Quinto Sol S.A. de C.V., México, 2000).
El neozapatismo va a significar en 1994 una reacción contra los ataques a la
agricultura campesina mexicana y un verdadero acicate en la convergencia y coor-
dinación de los movimientos que cuestionan la globalización económica y el neoli-
beralismo a escala mundial, así como en la progresiva consolidación de un nuevo
discurso antagonista. En efecto, el levantamiento zapatista permite que el movi-
miento antineoliberal planetario, en gestación, introduzca en su discurso la diver-
sidad sociocultural; es decir, la enorme diversidad de sujetos, territorios, recursos,
tradiciones y realidades que componen el complejo mundo de finales del siglo.
Orígenes del Movimiento Social Agroecológico 75

En un esfuerzo de síntesis los rasgos característicos de este milenario y, al


mismo tiempo, nuevo movimiento social son los siguientes:
– La aceptación de una continuidad histórica entre sus procesos de acción social
colectiva y los desarrollados por todos aquellos grupos étnicos que a lo largo de
quinientos años se han enfrentado, a través de múltiples procesos, a la coloniza-
ción y opresión generada por la expansión de la identidad sociocultural europea.
– Responsabilizar a la globalización económica y al neoliberalismo, en los tiem-
pos actuales, de la opresión histórica sufrida por las comunidades indígenas;
en concreto, el impacto previsto del NAFTA, el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, sobre las comunidades indígenas de Chiapas que desman-
telaría su economía, una situación insostenible para ellos que prolongaba su
resistencia contra los traslados de sus comunidades y la subordinación a los
intereses de las compañías madereras y los terratenientes.
– Su lucha contra la exclusión no termina en su enfrentamiento al sistema
socioeconómico modernizador, sino que se extiende al reconocimiento de su
identidad sociocultural. Luchan también por el reconocimiento de los indios
en la Constitución mexicana. La diversidad de etnias que componen su movi-
miento les llevan a una defensa del reconocimiento de las diferencias: «que-
remos un mundo donde quepan todos los mundos». Desde sus primeras decla-
raciones establecen claramente que «lo que tenemos en común es la tierra
que nos dio la vida y la lucha».
– Reivindican una democracia no adulterada por ingerencias externas o inter-
nas como la corrupción y tergiversación de la participación real de la gente.
En este sentido, son patriotas mexicanos que se oponen a la «dominación
extranjera del imperalismo estadounidense». Pretenden además que la orga-
nización política se vea sometida a un cambio democrático real, de forma tal
que «los que manden lo hagan obedeciendo».

Desde la Selva Lacandona, el EZLN y el Subcomandante Marcos han desarro-


llado una «estrategia informacional» para llevar a cabo el establecimiento de una
«comunicación autónoma» para llegar a la opinión pública e ir generando un pro-
ceso de confluencia con todos los grupos excluidos por el sistema socioeconómico
modernizador. Con ellos no sólo desarrollan una forma de lucha defendiéndose con
la palabra («sólo utilizamos las armas para hacer una declaración»), sino que ade-
más buscan la generación de redes de disidencia a la opresión socioeconómica y
cultural que sufren.
Fue así como el Movimiento Zapatista, a través de su «comunicación autónoma»,
contacta con la articulación —entonces incipiente— de los movimientos sociales
«antiglobalización económica» en espacios de debate que fueron surgiendo en el con-
texto de la campaña 50 Años Bastan contra el medio siglo de existencia de las ins-
tituciones financieras globales (FMI y BM), que tuvo diferentes manifestaciones en
76 Los pies en la tierra

distintos países del mundo y que culminaría en el Foro Alternativo «Las Otras
Voces del Planeta» que se desarrolló en Madrid, en 1994. En su dinámica de resis-
tencia y lucha informacional, el EZLN convocó, en el verano de 1997, el II
Encuentro Intergaláctico contra el Neoliberalismo y por la Humanidad en España,
mediante una celebración itinerante por varias poblaciones que, organizada por la
articulación peninsular de movimientos sociales, era impulsada por los comités
zapatistas locales. En Andalucía la militancia del SOC jugó un papel central en la
infraestructura organizativa del congreso y, en especial, en los actos de «clausura»,
que tuvieron lugar en El Indiano, finca cuya propiedad fue obtenida tras largos
años de lucha con ocupaciones y encarcelamientos. Era ésta una de las experiencias
agroecológicas que las cooperativas del SOC estaban realizando en un «espacio de
reflexión y práctica sociopolítica y productiva» desde la agroecología andaluza.

EL IMPACTO DEL ALCA Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA RED DE


ANTAGONISMOS A LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL:
LA AC C I Ó N GLOBAL DE LOS PUEBLOS

El mayor y más devastador impacto que, a corto plazo, está teniendo el proceso de
globalización económica sobre el campesinado y la agricultura familiar lo provocan
las políticas de liberalización del comercio agrícola internacional (Rosset, 1999).
En este sentido, el NAFTA ha de contemplarse dentro de una estrategia global que
pretende configurar un «Area de Libre Comercio de las Américas» (ALCA). Se tra-
taría de liberalizar el mercado, los servicios y las inversiones en todo el continen-
te americano de tal forma que las multinacionales tuvieran el derecho a utilizar
los recursos naturales indiscriminadamente. La falta de espacio nos obliga a sin-
tetizar la dinámica de confluencia de antagonismos entre el movimiento sindical
americano y los movimientos sociales que, con motivo de la reunión ministerial de
Denver, en 1995, concluyó en Belo Horizonte, en 1997, donde se decidió crear una
Alianza Social Continental (ASC) que se enfrentara al ALCA, elaborando de una
manera participativa alternativas viables y concretas.
En 1998, las cinco coaliciones nacionales existentes en América de oposición al
librecambio2 convocaron la Primera Cumbre de los Pueblos Americanos. Ésta tuvo
lugar en Santiago de Chile del 14 al 17 de abril, en paralelo a la «Segunda
Cumbre» de los jefes de «Estados de las Américas», uniéndose múltiples movimien-
tos sociales americanos y configurando un documento de alternativas al neolibera-

2. Sobre lo que sigue, cfr. D. Brunelle (2001): «Una Alianza Social desafía a Washington: Estados
Unidos quiere un mercado hemisférico bajo su control», Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur,
abril de 2001.
Orígenes del Movimiento Social Agroecológico 77

lismo global: «Alternativas para América: hacia un acuerdo entre los pueblos del
continente». Sin embargo, lo relevante para nuestro argumento lo constituye el
hecho de que en esta dinámica se integra el Congreso Latinoamericano de Organi-
zaciones Campesinas (CLOC) aportando la representación del movimiento campe-
sino de América Latina y el Caribe.
Esta confluencia de antagonismos contra la globalización en el continente ame-
ricano ha de analizarse en un contexto aún más amplio, de disidencia global,
donde el Movimiento contra la Europa de Maastricht y la Globalización Económica
(MAM) y la confluencia contra el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) des-
arrollaban dinámicas paralelas y concluyentes, de 1990 a 1995. La articulación de
estos dos frentes de antiglobalización económica comienza, ya en este período, a
interferir los planes del neoliberalismo global, obligándole a postergar la firma del
AMI, en el seno de la OCDE, en octubre de 1998, en París; en el contexto de la con-
figuración de la Acción Global de los Pueblos, auténtico instrumento de coordina-
ción internacional contra la Organización Mundial del Comercio, que queda cons-
tituida a principios de 1998 en Ginebra.
Tal confluencia de grupos sociales contra el libre comercio sólo pudo conformar-
se en el contexto de los procesos de debate que los diferentes grupos han ido reali-
zando hasta identificar la naturaleza de la globalización, sometida únicamente a
los imperativos de la lógica del beneficio de las empresas multinacionales. La arti-
culación transnacional de los Estados plasmada en sus organismos internaciona-
les —FMI, BM y OMC, fundamentalmente— está «coactivamente imponiendo»
políticas económicas que favorecen abiertamente los impactos que la acción de las
multinacionales está generando tanto sobre el trabajo humano como sobre los
recursos naturales. Las grandes corporaciones multinacionales están siendo estu-
diadas, desde principios de los años noventa, por distintos colectivos sociales que
observan cómo las reivindicaciones pacifistas, feministas y ecologistas están sien-
do incorporadas a los «eslóganes y fetiches comerciales» de sus campañas de ven-
tas. Al tiempo, esas mismas transnacionales utilizan la fuerza de trabajo de la
Periferia, explotándola a través de las relaciones laborales mantenidas en sus
puntos de producción o filiales proveedoras mediante salarios de hambre, preca-
riedad laboral, trabajo con niños, ausencia total de prestaciones sociales, prohibi-
ción de la sindicación, entre otras transgresiones de los derechos humanos.
En forma análoga, la disidencia a la globalización económica ha llegado a com-
prender que las políticas neoliberales suponen una creciente degradación de los
recursos naturales, desvelando y denunciando los mecanismos comerciales, finan-
cieros y especulativos por los que miles de hectáreas de superficies de bosques son
arrasadas, transformándolas en tierras de monocultivos esquilmantes o de plan-
taciones forestales, desplazando a los grupos indígenas que tenían en ellos sus
medios de vida.
78 Los pies en la tierra

LA AGROECOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA

En las últimas décadas están surgiendo múltiples experiencias productivas que


parecen mostrar la emergencia de un nuevo modelo de manejo de los recursos
naturales, basándose en el conocimiento local y su hibridación con tecnologías
modernas. Muchas de ellas recrean, de alguna manera, formas históricas de orga-
nización socioeconómica vinculadas a su identidad sociocultural. La ciencia agro-
nómica convencional no dudaría a calificar tales experiencias como un nuevo para-
digma de desarrollo rural antimodernizador. Tales experiencias se esparcen por
todo el planeta (Pretty, 1995).
Las experiencias productivas a que nos referimos aparecen en los bordes e
intersticios del modelo agroindustrial producido por el paradigma de la moderni-
zación. Son formas de resistencia, primero, y de enfrentamiento, después, a su
lógica depredadora de la naturaleza y la sociedad, mediante propuestas alternati-
vas. Ofrecen tales experiencias un elenco de estrategias productivas como aquellas
que diseña la agroecología mediante su teoría y práctica, tanto tecnicoagronómica
como intelectual y política.
En el Cono Sur la disidencia productiva a la modernización agraria se
encuentra, fundamentalmente en el Brasil meridional, en los estados de Paraná,
Santa Catarina y Rio Grande do Sul; y en su prolongación, por Misiones hasta
la región histórica del Gran Chaco, desde el norte argentino y Paraguay hasta el
sur de Bolivia. En la parte argentina, probablemente, la experiencia agroecoló-
gica más relevante hasta ahora surgida sea la que tiene lugar en la provincia de
Misiones3, donde existe un movimiento agreocológico campesino que articula una
gran cantidad de experiencias productivas basadas en el «mejoramiento de lo
tradicional, la diversificación productiva, la especialización en determinados
rubros y el fortalecimiento de la producción para el consumo familiar». En el
ámbito de la circulación, tales experiencias hacen énfasis en la transformación
de sus productos y la búsqueda de nuevos mercados en ferias francas de
Misiones. Refiriéndose a la creación de una de estas ferias francas, uno de los
organizadores dijo: «nosotros no inventamos las ferias francas; estamos reprodu-
ciendo aquí una experiencia milenaria...». En esta provincia todas las semanas
del año tienen lugar veintisiete ferias francas, a las que acuden más de dos mil
agricultores para vender directamente sus productos en las ciudades (Carlos
Carballo, 2000). Probablemente el trabajo más valioso, agroecológicamente
hablando, de aquellos que se desarrollan en Misiones sea el del grupo de la Red
de Agricultura Orgánica de Misiones.

3. Nuestro conocimiento de esta experiencia se debe al inolvidable amigo «el coya Cametti», con
quien compartimos una enriquecedora experiencia en la Maestría del ISEC, en la Rábida.
Orígenes del Movimiento Social Agroecológico 79

Son múltiples las experiencias con elementos agroecológicos en el norte argen-


tino; aunque probablemente sea el norte santafesino4 donde exista una mayor orga-
nización, incluso en todo el gran Chaco; así, en los últimos años se ha configurado
una red de agricultores y ONGs que, intercambiando sus experiencias (algunas de
más de veinte años como la de INCUPO), han comenzado a coordinar sus acciones
generando procesos de formación, a técnicos y productores en agroecología. Como
han mostrado Graciela Ottmann y el CEPAR (2005), en la provincia de Santa Fe
existe un importante movimiento agroecológico en formación, potenciado desde las
«Semanas Agroecológicas de la Provincia de Santa Fe» del año 2000. En la ciudad
de Rosario, donde se trabaja en «huertas ecológicas urbanas» desde 1988 en varias
«villas miseria», existen experiencias de este tipo que, vinculadas con «centros loca-
les de salud», proveen a éstos de plantas medicinales (rescatadas desde el conoci-
miento toba: Martínez Sarasola, 1992: 441-476). Su vinculación desde 2003 con la
Municipalidad está permitiendo la consolidación de un «modelo de agroecología
urbana» que se articula con diversas experiencias de huertas orgánicas como las del
Área Metropolitana de Buenos Aires, Mar del Plata o incluso de Montevideo5.
Pero si en el norte de Argentina el movimiento agroecológico es importante, lo
es mucho más en Brasil, especialmente en los estados del Paraná (con la acción
fundamental del AS-PTA), en Santa Catarina y, sobre todo, en Rio Grande do Sul
donde EMATER (organismo de extensión agraria del estado) que, durante cuatro
años, adoptó la agroecología como política oficial, declarándose asimismo dicho
estado «libre de transgénicos». Es en el Brasil actual donde se desarrolla el más
fuerte movimiento que existe en todo el mundo por una reforma agraria: el MST
(Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra), cuyos orígenes sociales están
en Rio Grande do Sul (RGS). En 1999, el MST se declaró contra los cultivos trans-
génicos, y en enero de 2001 el MST junto con Rafael Alegría y otros dirigentes de

4. A pesar de la grave situación social, alteración, degradación ambiental y el progresivo despobla-


miento del norte santafesino, existe un amplio núcleo de instituciones y técnicos independientes
que desde hace algunos años han dedicado grandes esfuerzos a la búsqueda de un desarrollo alter-
nativo. Muchos productores de la región comparten esta idea e iniciaron hace años un cambio,
mediante prácticas, más o menos agroecológicas. Existe una articulación interinstitucional cuyo
primer fruto fue un excelente Diagnóstico Integral del Chaco Argentino (1999), que ejecutó la Red
Agroforestal Chaco Argentina, financiado por la Secretaría de Recursos Naturales del Gobierno
Central argentino. Participaron en tal diagnóstico Incupo y Fundapaz, quienes potenciaron la cons-
titución de una Mesa Agroforestal Santafesina. No hay espacio suficiente aquí para enumerar las
experiencias desarrolladas por este grupo de trabajo en el norte santafesino: cfr. Sevilla Guzmán y
Joan Martinez Alier, 2005; baste señalar que toda esta experiencia acumulada aparece ahora en la
articulación institucional de la Mesa Agroforestal Santafesina, con el compromiso de trabajar y
aunar esfuerzos por la preservación de los ambientes naturales de la región, y contribuir con ideas
y actividades a la recuperación productiva y poblacional con prácticas de naturaleza agroecológica.
5. Del 1 al 3 de agosto de 2005 ha tenido lugar una Semana de Agricultura Urbana en Rosario con
un Congreso de huerteros y huerteras de Argentina (de Misiones, Santiago del Estero, Tucumán,
La Plata, entre otras), Cuba (Red Águila-Fundación Núñez Giménez), Uruguay y Perú.
80 Los pies en la tierra

Vía Campesina —y con José Bové de la Confederation Paysanne francesa— se con-


virtieron en «estrellas de la prensa» del Foro Social Mundial de Porto Alegre, cuan-
do destruyeron simbólicamente el campo experimental de Monsanto en el pueblo
de Nao-me-toques, en el contexto de la prohibición de cultivar transgénicos que el
gobierno federal había establecido. Aunque la valiente actitud del gobierno y los
tribunales de RGS contra los cultivos transgénicos fuera finalmente derrotada por
el avasallamiento federal, ello sirvió para impulsar al MST dentro de una direc-
ción ecológica. El tema de los transgénicos prendió entonces una discusión general
sobre la tecnología agraria en el interior del MST, abriendo el camino a las pro-
puestas agroecológicas que desde varias de sus experiencias estaban produciéndo-
se y que, sin embargo, hasta entonces se encontraban marginadas. Y es que la
agroecología, aunque claramente en auge en el seno del MST, en la actualidad se
encuentra mucho más desarrollada en múltiples ámbitos brasileños, entre los que
sobresale RGS, cuyo conjunto de movimientos sociales multiplica sus experiencias.
En efecto, la articulación rural-urbana de las experiencias productivas de RGS
es especialmente relevante en Porto Alegre, donde, varios días a la semana, calles
enteras se pueblan con tenderetes de venta directa, donde muchísimas cooperati-
vas establecen «lazos de socialización agroecológica» con consumidores. Empero, el
fenómeno agroecológico brasileño es mucho más amplio, ya que cientos de expe-
riencias agroecológicas productivas se encuentran esparcidas por todo el país,
comenzando a recibir un apoyo institucional desde el gobierno mediante el Minis-
terio de Desenvolvimento Agrario.
En forma análoga, en México, en los estados de Jalisco (como muestra la tesis
doctoral de Jaime Morales, 1999, ISEC) y Michoacan (como se desprende de los
trabajos de Víctor M. Toledo) existen numerosas experiencias que, mediante for-
mas de acción social colectiva, organizan su producción y comercialización enfren-
tándose a los mercados convencionales; lo mismo sucede en Chile, donde los pione-
ros trabajos del CET (antes en Santiago y hoy en Temuco) construyen ramificacio-
nes en todo el Estado —como hicieron con el resto de Latinoamérica durante la
existencia de CLADES—, lo que nos sirve de ejemplo de la naturaleza de las expe-
riencias a que nos estamos refiriendo; y que adquiere especial significación en el
territorio mapuche o en el norte chileno (tesis doctorales de Rene Montalbán y
Álvaro Carevic, respectivamente, de inminente lectura en el ISEC). También en
Colombia existe una Red de Custodios de Semillas, ya esparcida por todo el terri-
torio, compuesta por agricultores que intercambian experiencias, reivindicando
una recuperación del conocimiento campesino local; aunque no pocas de tales pro-
puestas alternativas de manejo tienen también un fuerte contenido indígena.
En el curso de las reformas agrarias de los años cincuenta, el campesinado de
las altiplanicies y valles altos de los Andes centrales consiguió la tierra en su lucha
contra las haciendas latifundistas. Aunque los hacendados quisieron desembara-
zarse de ellos, expulsarlos y así incrementar sus propiedades, existen actualmen-
Orígenes del Movimiento Social Agroecológico 81

te en los Andes más comunidades y con más tierra de pasto comunal que hace cin-
cuenta años. El campesinado no ha disminuido a pesar de la emigración, aunque
ahora la tasa de natalidad esté decreciendo. ¿Podrán las comunidades quechua y
aymara sobrevivir de esta forma? Solamente hace cincuenta años que la integra-
ción y aculturación era el único destino trazado para ellos por los modernizadores
locales (como Galo Plaza en Ecuador) y por la «antropología política» dictada por
EE.UU. Su resistencia actual podría encontrar ayuda, en términos de mercado, si
se detuvieran los subsidios a las importaciones a los productos agrarios provenien-
tes de Estados Unidos y Europa; y si ellos obtuviesen subsidios (por ejemplo, en
forma de pago por los derechos de los agricultores y en forma de subsidios por el
uso de la energía solar) y pudieran ejercer una presión política organizada con este
propósito. Por primera vez, puede verse explícitamente en los Andes y en
Mesoamérica un «orgullo agroecológico» que puede permitir la fundación de un
desarrollo alternativo o, mejor dicho, de una alternativa al desarrollo.
¿Podrá el campesinado andino mantener su agricultura de bajos rendimientos
en alza, mientras crece la economía, conservando sus comunidades y sus lenguas?
Quizás algunos no puedan hacerlo, en cualquier caso, debido a la desertificación
que genera el cambio climático. ¿Acabarán sus nietos, como los dictados de la «eco-
nomía del crecimiento» marcan, reducidos a unos pocos «indígenas subsidiados»,
guardianes de la naturaleza que muestren su música y sus danzas para los turis-
tas? La biodiversidad agrícola y la seguridad alimentaria local sólo pueden preser-
varse como parte de un movimiento de revalorización de la biodiversidad sociocul-
tural, como forma de preservar las tecnologías agrarias históricamente sustenta-
bles. Esto es lo que PRATEC en Perú y AGRUCO en Bolivia tratan de llevar a
cabo. La primera, una ONG fundada por el agrónomo disidente Eduardo Grillo, ha
desarrollado durante décadas un valiosísimo trabajo de recuperación y sistemati-
zación de las formas de manejo andino de los recursos naturales, desde las más
remotas provincias; tal como Óscar Blanco, quien defendió prolongadamente espe-
cies cultivadas como la quinua y muchos tubérculos (los «cultivos desaparecidos de
los Incas») contra el asalto de las importaciones subsidiadas de trigo. Aunque
PRATEC pueda parecer extremista y romántico, de hecho los temas que coloca
sobre el tapate son del más dramático realismo, al denunciar desde el manejo
andino de los recursos naturales la depredación sociocultural de la modernización
occidental. En realidad ellos no son culpables de la falta de atención que prestan
a sus denuncias los bancos multilaterales o incluso las universidades. Una nota-
ble excepción es AGRUCO, quien desde la Universidad de San Simón de
Cochabamba en Bolivia (en la actualidad dentro de una Facultad de Agronomía)
está rescatando la agroecología campesina de los Andes (cfr. las tesis doctorales de
Freddy Delgado, 2001, y Nelson Tapia, 1999, leídas en el ISEC; así como la de
Stephan Rist, 2001, en la Universidad de Berna; las tres publicadas en Plural edi-
tores/AGRUCO de La Paz/Cochabamba).
82 Los pies en la tierra

ANOTACIÓN FINAL, A MODO DE CONCLUSIÓN

Agricultores y campesinos, pertenecientes a las referidas experiencias en


Argentina, Brasil, Bolivia, México, Chile y Colombia se reunieron en diciembre de
1998 en un lugar de este último país, Pereira, elaborando una declaración de prin-
cipios, como miembros del Movimiento Agroecológico de América Latina y el
Caribe (MAELA), en la que expresaban su «oposición al modelo neoliberal [...] por
degradar la naturaleza y la sociedad». Al mismo tiempo, establecían como un dere-
cho de sus organizaciones locales la «gestión y el control de los recursos naturales
[...] sin depender de insumos externos (agroquímicos y transgénicos), para la
reproducción biológica de sus culturas», señalando su «apoyo a la promoción, el
intercambio y difusión de experiencias locales de resistencia civil y la creación de
alternativas de uso y conservación de variedades locales» (MAELA [2000]:
Perspectivas del movimiento agroecológico latinoamericano en el nuevo milenio,
AGRUCO, Cochabamba, Bolivia). Expresaron también su «solidaridad con el
movimiento Sin Tierra del Brasil, los movimientos campesinos de Bolivia, los indí-
genas mapuches de Chile, los campesinos indígenas de Chiapas», entre otros gru-
pos, como una muestra de internacionalismo campesino.
Los lugares donde tal disidencia productiva a la modernización agraria se
encuentra están fundamentalmente ubicados en lo que Víctor Manuel Toledo (en
el texto antes señalado: p. 53) percibe como los «dos ámbitos sociales que parecen
hoy día mantenerse como verdaderos focos de resistencia civilizatoria». El prime-
ro, al que califica como «postmoderno», está integrado por «la gama polícroma de
movimientos sociales y contraculturales». El segundo ámbito social es ubicado en
ciertas «islas o espacios de premodernidad o preindustrialidad» que se encuentran,
por lo común, «en aquellos enclaves del planeta donde la civilización occidental no
pudo o no ha podido aún imponer y extender sus valores, prácticas, empresas y
acciones de modernidad. Se trata de enclaves predominantemente, aunque no
exclusivamente, rurales, de países como India, China, Egipto, Indonesia, Perú o
México, en donde la presencia de diversos pueblos indígenas (campesinos, pesca-
dores, pastores y de artesanos) confirma la presencia de modelos civilizatorios dis-
tintos de los que se originaron en Europa. Éstos no constituyen arcaísmos inma-
culados, sino síntesis contemporáneas o formas de resistencia de los diversos
encuentros que han tenido lugar en los últimos siglos entre la fuerza expansiva de
Occidente y las fuerzas todavía vigentes de los “pueblos sin historia”».
II. EXPERIENCIAS
Y REFLEXIONES HACIA UN
MOVIMIENTO AGROECOLÓGICO
Límites y perspectivas tras 14 años de la asociación
de Consumidores y Productores de Productos Ecológicos,
Artesanos y Alternativos «El Encinar» (Granada)
Marta Castillo Rodríguez, Isabel Haro Pérez e Isabel Vert i Carbó
(miembros de El Encinar)

INTRODUCCIÓN

Éste es el apartado dedicado a Andalucía. Intentar resumir aquí lo que sucede en


una región tan extensa y diversa como la nuestra sería prácticamente imposible,
así que nos hemos centrado en un caso concreto: la asociación El Encinar de
Granada, de la que somos socias.
Cada una de nosotras ha tenido una relación diferente con la asociación, unas
llevamos más tiempo y otras menos, pero todas hemos estado implicadas en su
funcionamiento. Expresamos aquí nuestras percepciones, nuestra forma de enten-
der lo que en El Encinar ocurre.
Este proceso de autoinvestigación no se ha desarrollado de manera colectiva
entre todas las personas que formamos El Encinar, como hubiera sido deseable,
pero la situación actual en la que nos encontramos no lo hacía posible, ¡ni siquie-
ra sabíamos cómo plantear un proceso colectivo con suficiente participación! Antes
que nada era necesario hacer esta parada, parar una inercia que no sabíamos muy
bien adónde nos llevaba ni por qué.
Aunque el esfuerzo de intentar analizar la situación actual de la asociación o
de ponernos de acuerdo para entender una determinada cuestión ha sido grande,
estamos contentas de habernos embarcado en este libro. Aún no sabemos el rumbo
que seguiremos como colectivo, pero sí tenemos claro que redactar estas páginas
ha supuesto muchas cosas positivas: echar un vistazo atrás, comprender dónde
estamos, cuáles son nuestros fallos, nuestras potencialidades e intentar ver un
poco más claro el camino a seguir...
86 Los pies en la tierra

Del territorio

Andalucía es la segunda comunidad en extensión del Estado, ocupa 87.268 km2, y


en ella habitamos más de siete millones y medio de personas. De éstas, casi tres
millones viven en doce municipios. La distribución de la población sobre el territo-
rio es bastante desigual, las zonas costeras son las más pobladas, y el norte de las
provincias de Granada, Jaén y Córdoba cuenta con una densidad de población muy
baja, concentrada en pocos municipios. De la superficie total, el 75% corresponde
a suelos agrícolas y espacios naturales protegidos. Andalucía es un territorio emi-
nentemente agrícola, dedicado desde antaño al sector primario, que durante las
últimas décadas ha ido sustituyendo la actividad agraria por el sector servicios y
el de la construcción, cambiando radicalmente el paisaje y las costumbres de estas
tierras. Actualmente el sector económico más importante es el dedicado a los ser-
vicios, tanto por su aportación al VAB regional (el 64,3% en el año 2004) como por
el empleo que proporciona (65,1% de la población activa). Andalucía recibe cada
año algo menos del triple de su población en forma de turistas (el sector del turis-
mo aporta el 14% del PIB andaluz). Sirven como reclamo los recursos naturales en
sí mismos (costa, playa y montaña) o bien alterados (es la comunidad con más cam-
pos de golf de todo el Estado, 70 en el año 2004). El sector industrial y de la cons-
trucción supone poco más del 25% del VAB andaluz. Las zonas industriales se con-
centran en el eje Sevilla-Cádiz-Huelva, mientras en el resto de la comunidad este
sector tiene menos peso. La industria agroalimentaria supone más del 26% del
empleo y de la producción del sector secundario, dedicada básicamente al aceite,
las hortalizas y las frutas. Esta actividad se considera un motor de desarrollo para
las comarcas rurales y un sector innovador con vocación exportadora. Andalucía
basa su «desarrollo» en las necesidades que se desprenden de otras regiones, sin
apostar por un desarrollo endógeno.
En lo referente al sector primario, el campo andaluz saca partido de sus recur-
sos gracias a la «modernización» llevada a cabo en los últimos veinte años y bajo
el cobijo de la Política Agraria Común (PAC), con una creciente productividad que
le permite competir en los mercados exteriores. La agricultura es el sector que más
contribuye a las exportaciones de la comunidad autónoma. Hay en Andalucía 1,5
millones de hectáreas de olivar que producen más de un millón de toneladas de
aceite de oliva (el 25% de la producción mundial). En Almería hay más de 28.000
ha de cultivos bajo plástico, que darían para escribir miles de páginas. La especia-
lización de la producción agraria andaluza es evidente, el 60% del la producción
final agraria la conforman el aceite de oliva, las hortalizas y los frutales.
Desde que el Estado español se incorpora a la Comunidad Europea aumentan
las distancias entre la economía andaluza en cuanto a los destinos de la produc-
ción agraria y se intensifica la situación de dependencia, subordinación y margi-
nación económica. La aplicación de la PAC, con la consiguiente perspectiva de sis-
Límites y perspectivas de «El Encinar» 87

temas de producción agrarios competitivos orientados a mercados exteriores, su-


puso una especialización de los cultivos, especialmente los industriales. Bruselas
empieza a peinar los campos andaluces, cubriéndolos de infinitas hileras de olivos;
olivos que sustituyen a las dehesas, a los montes que aprovechaban cabras y ove-
jas, que vacían los acuíferos y que desloman los montes al labrarlos. La costa, par-
ticularmente la almeriense, empieza a cubrirse de plásticos; en un principio, la
intención era proteger las huertas de los fuertes vientos, pero poco a poco se ha ido
transformando, intensificando, hasta la situación actual, quedando ahora sólo la
agonía de rentabilizar al máximo ya no el suelo, sino el litro cúbico de agua inver-
tido en el no-cultivo y en la fabricación de vegetales para su consumo en el resto
de la Comunidad Europea. La especialización de los cultivos refuerza la estructu-
ra jerárquica del sector y aumenta las relaciones de dependencia. Las consecuti-
vas reformas de la PAC no han subsanado la polarización productiva y territorial
del campo andaluz. Debido a la estructura de la propiedad de las tierras andalu-
zas, las nuevas subvenciones, aunque desacopladas, condicionadas y moduladas,
siguen engrosando las arcas de pocas personas. Estas subvenciones han resultado
totalmente inútiles a la hora de mantener un medio rural vivo.
Actualmente, la agricultura andaluza se basa en dos tipos de cultivos, los
extensivos (cereales, girasol, algodón, viñedo), que básicamente se mantienen por
las subvenciones de la PAC, y las nuevas agriculturas concentradas en la zona del
litoral. La producción agraria andaluza se especializa cada vez más en la fabrica-
ción de productos hortofrutícolas, en el marco de una agricultura forzada, hiperin-
tensiva en el uso de energía, capital y trabajo, que aprovecha la flexibilidad y capa-
cidad de adaptación de la explotación familiar andaluza y la disponibilidad de
mano de obra inmigrante.

Sobre la producción ecológica en Andalucía

Para fomentar y promover de forma activa el desarrollo de la producción agraria


ecológica en 2002, la Consejería de Agricultura y Pesca (CAP) de la Junta de
Andalucía y el sector de la producción ecológica aprobaron el Plan Andaluz de la
Agricultura Ecológica (PAAE). Durante 2005, se incrementó en un 25% la super-
ficie dedicada a la producción ecológica, llegando a 403.361 ha, 5.159 productores
y 324 industrias. El 90% de la producción ecológica andaluza se destina a la expor-
tación, siguiendo con el modelo de producción agrícola general: producir para
exportar. Es también, según esta Consejería, la comunidad autónoma con mayor
consumo de productos ecológicos.
Actualmente existe una apuesta por parte de la Administración autonómica
para diferenciar la producción agraria mediante formas como: marcas de calidad,
denominaciones de origen, y producciones integradas y certificadas, las ecológicas
88 Los pies en la tierra

entre ellas. Desde la Dirección General de Agricultura Ecológica (dentro de la


CAP) se tiene la percepción de que la producción ecológica es un camino para con-
seguir en un futuro sistemas de producción agroecológicos. Pero en este proceso,
en el que se ofrecen subvenciones para el desarrollo del sector productivo ecológi-
co (ayudas directas a la producción, a la transformación, a industrias agroalimen-
tarias y al asociacionismo), se apuntan al carro experiencias productivistas que
ven el sector como una opción comercial más.
La Administración pretende la difícil tarea de encauzar el desarrollo del capi-
talismo verde hacia una vereda agroecológica, con programas de apoyo a canales
de comercialización cortos, favoreciendo las relaciones entre productores y produc-
tores-consumidores, etc.

ASOCIACIONES DE CONSUMIDORES Y PRODUCTORES DE PRODUCTOS


ECOLÓGICOS COMO PRAXIS DE LA AGROECOLOGÍA

La mayoría de los documentos que aportan información sobre los inicios de las aso-
ciaciones de consumidores y productores ecológicos se refieren a las experiencias
de Andalucía occidental más vinculadas al Sindicato de Obreros del Campo (SOC)
y al Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC) de Córdoba. Según éstos
documentos, en Sevilla, Córdoba y Cádiz se creó un discurso después de reflexio-
nes e intercambios entre SOC, ISEC y otros productores que pretendía diferenciar-
se de los proyectos empresariales capitalistas. Surgió una nueva propuesta acerca
del manejo de los recursos naturales que se presentaba como una alternativa
socioeconómica y político-cultural al modelo agroindustrial que se estaba impo-
niendo en el campo andaluz. A raíz de esta nueva propuesta nacieron las prime-
ras asociaciones de consumidores y productores de productos ecológicos y artesa-
nales en estas provincias.
Es importante recalcar que en Andalucía estos colectivos emergen de manera
conjunta entre personas productoras y consumidoras, siendo muy importante la
fuerte implicación de los agricultores y ganaderos, los cuales plantean proyectos
de producción sustentables con el apoyo de los consumidores que así logran mate-
rializar la propuesta de un consumo crítico y responsable. Desde un principio se
estableció un diálogo entre todos con el propósito de socializar la idea de que el
consumo es un acto político, y como tal se debe entender y actuar.
Las bases de las asociaciones respecto a la producción eran:
– La producción agraria ecológica como práctica indispensable, y la integración
de la ganadería y la agricultura con el fin de diversificar la producción y favo-
recer la sustentabilidad del sistema.
– Vivir de manera digna del trabajo del campo mediante cooperativas social-
mente productivas.
Límites y perspectivas de «El Encinar» 89

– Ser rentables y no rentabilistas. Destinar buena parte de la producción al


autoconsumo de las familias que trabajan en el campo, y basarse en la venta
directa como base de un mercado ético.

Las asociaciones suponen una alternativa al manejo industrial de los recursos


naturales y a las relaciones comerciales, y son resultado de la interacción de la prácti-
ca productiva y la militancia sociopolítica. Empiezan a funcionar de manera autoges-
tionada y asamblearia, con una gran implicación y militancia tanto de los productores
como de los consumidores, con la intención de conciliar los intereses de ambos. Se tra-
baja para mantener estos intereses en equilibrio pero, a medida que pasa el tiempo, se
apuesta por aumentar el número de socios consumidores con el objeto de proporcionar
a los socios productores un lugar estable donde poder vender su producción, mediante
relaciones basadas en la confianza y el apoyo mutuo. Aun así, las asociaciones no tie-
nen capacidad para asegurar a los productores este mercado donde poder vender la
totalidad de su producción; por tanto, ellos se ven obligados a diversificar los puntos de
venta y buscar alternativas para sacar su producción. Esto conlleva la disminución de
su implicación en los proyectos de las asociaciones, ganando protagonismo los consu-
midores y diluyéndose el objetivo de acercar lo rural y lo urbano.

La Federación Andaluza de Organizaciones de Consumidores y


Productores de Productos Ecológicos y Artesanales

La Federación Andaluza es una agrupación de asociaciones y cooperativas de pro-


ductores y consumidores de productos ecológicos.
La Federación, con una larga trayectoria, aúna colectivos con similares princi-
pios, objetivos y formas de organización, distribuidos por todo el territorio anda-
luz. Es un punto de encuentro de diversas experiencias y supone un espacio para
el diálogo y para compartir tanto saberes como haceres, además de un importante
punto de apoyo para suplir las deficiencias que cada colectivo encuentra.
La Federación funciona como interlocutora ante la Administración, por ser una
experiencia pionera que se ha ido consolidando en los últimos años como movi-
miento de base en el que participan tanto productores como consumidores con un
ideario común. Ha participado activamente en la elaboración de documentos como
el Plan Andaluz de Agricultura Ecológica, y se cuenta con ella para los grupos de
trabajo convocados por la Administración.
Según el ideario de la Federación, el consumo ecológico supone mucho más que
cambiar un determinado producto perjudicial para la tierra por otro más respetuo-
so con el entorno; así, considera que consumir productos ecológicos:
– Implica cuestionar el volumen de nuestro consumo para reducir razonable-
mente nuestras necesidades.
90 Los pies en la tierra

– Comporta examinar nuestra función individual y colectiva en la consolida-


ción o trasformación de las desigualdades existentes.
– Significa adoptar un estilo de vida más conforme a los valores ecológicos y
sociales.
– Tiene como resultado la modificación de valores y actitudes, tanto en los seres
vivos como en el planeta y, por tanto, permite desarrollar un nuevo modelo
de consumo a partir de una concepción integral (ciencia, ecología y naturale-
za) y una nueva filosofía de vida.
– Potencia, fortalece y difunde el consumo responsable, crítico y solidario.
– Potencia el movimiento asambleario, de base y solidario.
– Debe asumir criterios de economía social.
– Considera la agroecología como base de la producción ecológica.

Las organizaciones que conforman la Federación son: Almocafre S.C.A.


(Córdoba), Asociación Almoradú (Huelva), Asociación El Encinar (Granada), Aso-
ciación El Zoco (Jerez de la Frontera), Asociación La Borraja (Sanlúcar de Barra-
meda), Asociación La Breva (Málaga), EcoOrtiga S.C.A. (Sevilla) y Serranía Eco-
lógica (Ronda).
En la actualidad, y desde hace cuatro años, la Federación tiene suscritos con-
venios de colaboración. Estos convenios están establecidos con la Dirección Gene-
ral de Industrias Agroalimentarias (de la Consejería de Industria), la Dirección
General de Educación Ambiental (de la Consejería de Medio Ambiente) y la Direc-
ción General de Agricultura Ecológica (de la Consejería de Agricultura y Pesca).
En base a estos convenios de colaboración se perciben ayudas, y estos fondos se
destinan a promocionar la producción ecológica, mejorar la infraestructura de las
organizaciones y desarrollar acciones relacionadas con la educación ambiental.

LA EXPERIENCIA DE LA ASOCIACIÓN EL ENCINAR EN GRANADA

Un poco de historia...

El Encinar empezó a germinarse en 1992, en Granada, de la mano de unas diez


personas, tanto productoras como consumidoras de agricultura y ganadería ecoló-
gica. Parte de estas personas procedían de Bioland, organización que surgió en
1985 con los objetivos de fomentar, intercambiar y promocionar la agricultura eco-
lógica, y en cuya fundación había tenido bastante peso Marianne Hilgers, llegada
de Alemania en los años ochenta y una de las grandes impulsoras de la agricultu-
ra ecológica en la provincia de Granada. Bioland, en 1987, se escindió en Umbela
y Bio-Andalus, y fue de Umbela de donde procedían parte de las personas que
luego crearon El Encinar.
Límites y perspectivas de «El Encinar» 91

No fue hasta noviembre de 1993 cuando se alquiló el primer local en Granada,


y allí era donde una vez a la semana se acudia para hacer el intercambio de pro-
ductos. La compra de productos se hacía mediante pedidos con una semana de
antelación.
Entre sus fines se encuentran, aunque a veces es difícil llevarlos a la práctica:
– promover la producción y el consumo ecológico, entendiendo no sólo el consu-
mo de productos provenientes de agricultura y ganadería ecológica, sino tam-
bién productos artesanos o cualquier otro cuyo proceso de elaboración sea res-
petuoso con el medio ambiente, y
– desarrollar un proyecto de máximo beneficio social, autogestionado y solida-
rio con toda persona que desee una mejor calidad de vida y un medio ambien-
te más protegido.

En el colectivo siempre ha jugado un papel muy importante la confianza en los


socios productores, debida al conocimiento de su modo de producción y de las per-
sonas, por lo que al principio no se exigía que tuvieran ninguna certificación ofi-
cial. Con el paso del tiempo y la llegada de productos de los que no había forma de
obtener suficientes referencias seguras, surgió la demanda de que los productos
estuviesen certificados oficialmente. En la actualidad, están certificados casi todos
los productos.
Desde que surgió El Encinar, ha pasado por un proceso en el que poco a poco
han ido cobrando más fuerza los socios consumidores que los productores. Por un
lado, por el mayor aumento de socios consumidores que de productores y, por otro,
porque han tenido que diversificar los puntos de venta. Además, con el tiempo, han
comenzado a surgir en Granada otras agrupaciones de productores ecológicos.

Evolución de El Encinar

• 1992-1993:
Primeras reuniones entre un número reducido de personas, tanto personas
productoras como consumidoras, interesadas en crear la asociación. Se editaron
folletos para llegar a más personas interesadas en el proyecto.

• 1994-1997:
Primer local de pequeñas dimensiones y que sólo se abría un día a la semana;
la compra se hacía mediante pedidos, todos los productos eran de productores
socios o de intercambio con otras asociaciones, siendo el producto mayoritario el
fresco. Todo el trabajo se hacía de manera voluntaria. El número de personas
socias fue aumentando, principalmente con consumidores/as, de manera que en
junio de 1997 el número de unidades familiares socias ascendía a 67.
92 Los pies en la tierra

• 1997-1999:
Cambio a un local de grandes dimensiones (comenzaron a hacerse más activi-
dades, debates,...), los productos se recibían lunes y martes, la compra se hacía
mediante pedido con una semana de antelación y se recogía martes o miércoles (el
local, por tanto, estaba abierto de lunes a miércoles), se contrató a una persona a
tiempo parcial; además, varias personas voluntarias ayudaban en el trabajo que
generaba la asociación. Más tarde se contrató a una segunda persona debido al
aumento del volumen de trabajo. En septiembre de 1998 se eliminó el sistema de
pedidos, pudiendo adquirirse cualquiera de los productos directamente en el local,
y se trató de acordar con las personas productoras una cantidad fija de producto a
suministrar. El número de personas socias seguía en aumento. Algunas de ellas
propusieron que hubiera mayor variedad de productos: herbolario, cosmética,
higiene personal, etc. Se generó entonces un debate sobre la conveniencia o no de
estos productos dentro de una asociación de personas productoras y consumidoras
como El Encinar. Finalmente, se empezaron a encargar.

• 1999-2006:
Nuevo cambio de local a otro un poco más pequeño, por cuestiones económicas
(en esta época se han ocupado dos locales de características muy similares y muy
cercanos, permaneciendo en la actualidad en el segundo de los mismos). Hay dos
personas trabajando a jornada completa y otra a media jornada. Las personas socias
pueden acudir al local desde el lunes por la tarde hasta el sábado por la mañana. Ha
habido un gran aumento del número de socias y socios, aún mayor si cabe debido a
los escándalos alimentarios como las dioxinas de los pollos en Bélgica o las «vacas
locas», que desbordó la capacidad de gestión de la Asociación, por lo que se contrató
un equipo gestor para que llevara la contabilidad, la administración y la comerciali-
zación. Más tarde, se prescindió del equipo gestor quedando únicamente contrata-
das las tareas de contabilidad y asesoría laboral. En la actualidad pueden adquirir-
se en el local de la asociación gran variedad de productos tanto frescos como envasa-
dos. La mayoría del fresco proviene de socios productores y se recurre a distribuido-
ras sólo cuando éstos no pueden abastecer determinado/s producto/s. La variedad de
productos envasados es mayor que la de frescos y llegan la mayoría de ellos por
medio de distribuidoras, viniendo algunos de estos productos de zonas alejadas.

¿Cómo funciona actualmente El Encinar?

La Asociación de Consumidores y Productores de Productos Ecológicos, Artesanos


y Alternativos «El Encinar», a principios de 2006, está integrada por cerca de 200
unidades familiares. De éstas, 18 son consideradas socios productores/as y el resto
consumidores/as.
Límites y perspectivas de «El Encinar» 93

Según sus estatutos tiene funcionamiento asambleario, pero la realidad es que


la asamblea suele reunirse tan sólo una vez al año, por lo que la mayoría de las
decisiones las toman la Junta Directiva, que se reúne mensualmente, o las perso-
nas que trabajan en la asociación. A las reuniones de la Junta Directiva pueden
asistir todas las personas socias que estén interesadas, pero rara vez acude algún
socio/a que no forme parte de la Junta Directiva.
Las cuotas que pagan las personas socias, más un pequeño incremento del pre-
cio de los productos, se emplean para cubrir gastos como: alquiler del local, teléfo-
no, agua, sueldos del personal remunerado, etc.

¿Cómo hemos planteado el análisis de la situación actual?

Actualmente existe falta de implicación y participación de las personas socias.


Para intentar subsanar este problema hemos iniciado un trabajo de autoconoci-
miento y desarrollo de estrategias para cambiar la situación.
Hemos realizado 62 encuestas para conocer quiénes somos las personas socias
de «El Encinar», qué opinamos de la asociación, cuáles son nuestras expectativas,
cómo participamos y por qué no participamos más, qué creemos que hay que
mejorar y qué propuestas tenemos para ello. Para obtener una información más
amplia hemos recurrido también a entrevistas en profundidad, ya que las encues-
tas aportan una visión rápida pero sesgada. Para hacer éstas hemos elegido a
aquellas personas socias que por diferentes circunstancias tienen una fuerte vin-
culación con El Encinar: tenderas, productores que habitualmente nos abastecen
y personas que han estado en la Junta Directiva. Por otro lado, con el objeto de
hacer un análisis lo más amplio posible, hemos manejado documentos de la aso-
ciación (actas, estatutos, reglamento de régimen interno, nuestro boletín: La
Bellota) y documentación diversa. Con toda esta información hemos hecho un
análisis de las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades (DAFO) en el
momento actual en la asociación.
Llevamos este análisis a la Federación para averiguar si coincidía con la situa-
ción del resto de asociaciones y cooperativas, y plantear posibles líneas de actua-
ción para solventar las debilidades y amenazas detectadas entre todas y todos. Así,
en la reunión celebrada en Sanlúcar de Barrameda los días 4 y 5 de febrero de
2006 hicimos un taller, concluyendo que teníamos muchas debilidades y amenazas
comunes, y establecimos unas líneas de actuación basadas en tres ejes principales:
sedes de los colectivos, personas productoras y comunicación.
94 Los pies en la tierra

De las encuestas...

Las encuestas muestran que más de la mitad las personas socias hace más de dos
años que se asociaron, lo cual indica fidelidad. Aproximadamente el 80% compran
semanalmente y más de la mitad consumen un porcentaje mayor al 50% de su ali-
mentación en El Encinar.
Los motivos para hacerse socias suelen ser varios, pero los más mencionados
son: la calidad de los productos ecológicos, consumir sano y conciencia ecológica.
De aquí se desprende que, aunque El Encinar surgió con una fuerte carga ideoló-
gica, es posible que cada vez haya más socias que priorizan la calidad y la salud a
principios agroecológicos.
Destaca lo bien que valoran las personas socias la atención prestada por las
personas que trabajan en la asociación. Este resultado muestra la importancia que
se da a las relaciones personales en oposición a lo que se puede encontrar en un
comercio convencional.
Se da mucha importancia a la procedencia de los productos que se consumen
(que sean lo más cercanos posible), a conocer a la persona que los produce y a que
sean producidos con criterios éticos y sociales responsables; pero dado que esta
pregunta era cerrada no nos atrevemos a afirmar que esta valoración indique una
tendencia al consumo crítico. En general, las personas socias están satisfechas con
la calidad, la variedad y el precio de los productos.
La mayoría de las socias encuestadas ha valorado muy positivamente las acti-
vidades que de forma habitual se organizan en la asociación y proponen —aunque
muchas de ellas ya se realizan— charlas divulgativas (sobre todo dirigidas a per-
sonas socias), degustaciones de productos, cursos de cocina, visitas a fincas, más
difusión y campañas de sensibilización. A pesar de este interés por las actividades
detectado en las encuestas destaca la poca participación que luego existe, con lo
cual para solucionar este desajuste habría que buscar fórmulas para dinamizar las
ganas de trabajar de las personas socias.
El grado de satisfacción respecto al funcionamiento general de la asociación se
ha medido en una escala de 1 a 10, obteniendo como media un valor de 7,47, lo que
pone de manifiesto que a pesar de todas las dificultades que van apareciendo los y
las socias ven aspectos positivos en el funcionamiento.
Los aspectos considerados clave para mejorar la asociación son: participación,
mayor variedad de productos, realizar mejoras en el local, promoción, control de
calidad y programar las actividades de todo el año. El hecho de que la primera
demanda sea participación supone que este aspecto se detecta como deficitario por
gran parte de las personas socias y no sólo por las que escribimos estas líneas.
El perfil social de las personas encuestadas es: edad media: 41,15 años; estu-
dios universitarios (69,4%); ocupación, principalmente: profesorado, técnicos/as
(informática, agricultura...) o personal sanitario; media de miembros familiares:
Límites y perspectivas de «El Encinar» 95

3,07 y residencia en la ciudad de Granada (62,9%), aunque algunas viven en el


área metropolitana y provincia (33,9%) y otras provincias (3,2%).

De las entrevistas...

Hemos agrupado las respuestas obtenidas en las entrevistas en profundidad en el


siguiente cuadro resumen, sin ninguna valoración o modificación realizada por
nuestra parte, organizado según los diferentes aspectos:

Aunque se considera que la organización actual es válida (modelo asam-


bleario), la falta de participación de socios/as hace que se acabe funcio-
nando como una tienda. Se cree que la asociación puede estar de capa
caída porque se ha centrado en uno sólo de los objetivos iniciales (promo-
ción de la producción ecológica) y se han descuidado los aspectos ideoló-
gicos y de cambio social.
Or ga ni z a c i ón
n
Se cree que no somos operativos a la hora de decidir los productos que
debe haber en la asociación. La Junta Directiva no tiene claras sus tareas y
no dedica suficiente tiempo. Se eternizan los procesos de toma de decisio-
nes. Haría falta mejorar la coordinación de las personas que forman parte
de la asociación.
La venta de productos está bien organizada y funciona.

Buena gestión de los recursos económicos que proporciona estabilidad al


Ge s t i ón
n personal laboral y a la asociación.
ec o n ómmi ca Se nota la inyección de las subvenciones.
No hay retrasos en los pagos a las personas productoras.

Falta de trabajo conjunto: programar los cultivos, informar de la oferta y


demanda, establecer precios, participar en el proyecto de forma activa,...
La relación personal es buena.
El nivel de compromiso que se establece entre asociación y
Pr od u c t o r es/ a s productores/as es desigual en cuanto a que la asociación cuenta siempre
con sus productoras y éstos/as no siempre priorizan El Encinar para sus
ventas.
La mayoría de las personas productoras no son consumidoras.
Se cuenta con pocas personas productoras locales.

Te sirven todo lo que les pides y se negocian precios por pronto pago.
Relación puramente comercial.
D i s t r i b u i d o ra s
Se les pide lo imprescindible.
Estudiar eliminar la figura del intermediario.
96 Los pies en la tierra

Se podría aumentar la variedad de los productos, para ello habría que con-
tar con más espacio.
El fresco que procede de otras regiones presenta problemas respecto al
transporte. A veces llegan en malas condiciones.
Para procurar que haya productos en cantidad, variedad y calidad suficien-
te durante toda la semana a disposición general se deberían recepcionar
Ab a st ec im i ent o
productos más de una vez a la semana.
Habría que replantear qué productos envasados compramos.
Hay que cuidar más la calidad de los frescos, aunque en los últimos años ha
mejorado considerablemente.
Actualmente se está cuestionando si se quieren o no alimentos que proven-
gan de cultivos bajo plástico.

Las personas socias participan muy poco en las actividades que se organi-
zan, en la edición de La Bellota, en las visitas a fincas, en las asambleas y, en
general, en el funcionamiento de la asociación.
Las personas socias no disponen de tiempo para participar. Algunas consi-
deran que comprar es participar.
Para facilitar la participación sería necesario llevar a cabo una programación
Pa rt i c i p a c ión
n
anual para asegurar la continuidad. El Encinar está abierto a acoger nuevas
propuestas.
Muchas personas no entienden que somos una asociación y que formamos
parte de un movimiento más amplio y lo que ello implica.
Faltan puntos de encuentro entre las personas socias en los que puedan
conocerse.

En general, la comunicación y la interacción entre las socias/os es insufi-


ciente.
Las tenderas/os son el cauce para la comunicación, en menor medida la
Junta Directiva.
Aunque sí existen mecanismos para facilitar la comunicación, a menudo no
C o m u n ic a c i ón
n se recurre a ellos.
El Encinar es un punto de encuentro para las socias/os productores/as y últi-
mamente se están haciendo reuniones periódicas con todas.
Se considera que la comunicación y los canales por la que actualmente se
transmite son uno de los puntos débiles de la asociación.
Falta trabajo de sensibilización.

Las tenderos/as proponen adaptar las reuniones para que puedan asistir
siempre.
Pr op u es t a s de Potenciar los mecanismos de comunicación existentes (el boletín, el buzón,
c o m u n i c a c ión
n correo electrónico, reuniones y asambleas).
Dar a conocer a través del boletín quiénes son nuestras socios/as producto-
ras/es.

Con el aumento del número de personas socias ha aumentado el volumen


de ventas, han mejorado las condiciones laborales, ha mejorado el mobilia-
E vo l u c i ónn y rio del local,... y con la profesionalización ha mejorado la gestión económi-
c re c i m i e n t o ca de los recursos.
El crecimiento, en general, se considera positivo aunque algunas opiniones
mencionan aspectos como que:
Límites y perspectivas de «El Encinar» 97

– el crecimiento no ha revertido en que se puedan garantizar productos


frescos para toda la asociación y durante toda la semana;
– aunque seamos más no se participa más, algunas personas socias sólo vie-
nen a comprar mientras que otras se implican activamente en el proyecto;
– en general, se ha difuminado la idea de asociación, ya que la falta de
comunicación no ayuda a integrar a las nuevas personas socias que llegan,
lo que ha supuesto un disminución importante de la implicación de las
socias/os y la relación entre ellas/os;
– durante la evolución y el crecimiento se han perdido valores que eran
interesantes, pérdidas a nivel ideológico; con ello no se persigue limitar el
crecimiento sino adecuarlo.
Las personas socias no perciben cómo ha crecido y la importancia que tiene.
Se cuenta con un gran potencial poco aprovechado.

Trabajar para seguir aumentando en número de personas socias:


– promocionarse y salir en los medios;
– cambiar la forma jurídica (cooperativa) para vender a todas las personas
sin que sea necesario asociarse, aunque ante esta posibilidad hay que tener
en cuenta los costes administrativos y los cambios que pueden darse en la
asociación;
– abrir otros puntos de venta en la ciudad.
Mantenerse con un número de socias/os adecuado para asegurar la viabili-
dad del proyecto.
Fu t u ro Mejorar la situación legal de la asociación.
Facilitar la comunicación entre tenderas/os de otras asociaciones y coope-
rativas similares.
Aumentar y diversificar los productos; vender también alimentos produci-
dos bajo plástico.
Mejorar la capacidad de adaptación a nuevas situaciones, resolver los deba-
tes internos.
Fomentar que participen más productoras/es locales.
Participar en diversos foros (aparte de los de agricultura ecológica).
Trabajar para que resurja entre los/as socios/as el sentimiento de asociación.

La gente que trabaja en la tienda está muy contenta y satisfecha con su tra-
bajo, hay muy buena relación con los/as compañeros/as.
Sa t is f a c c i ón
n
Es un punto de encuentro entre gente muy diversa que no se junta en otros
ámbitos.

Los pilares de la asociación son las personas productoras y una economía


con las cuentas claras.
La Junta Directiva no conoce bien la asociación, así no tiene mucho senti-
Co m e n t a ri o s do.
Preocupación por el momento en que se acaben las subvenciones. Hay que
aprovecharlas como impulso, para divulgar y no para hacer clientes en vez
de socias/os.
98 Los pies en la tierra

PARA TERMINAR...

Lo que queremos expresar aquí son nuestras reflexiones durante el tiempo en que
hemos estado escribiendo estas páginas (que no ha sido poco) y lo que nos ha hecho
sentir. No ha sido nada fácil conciliar nuestras visiones de la asociación y el texto
puede resultar liviano en algunas ocasiones, pero esto se debe a que no tenemos
una posición común frente a los diferentes aspectos.
Incluso nos hemos planteado si queremos seguir trabajando en este colectivo o
no: una asamblea que es un desastre, en la que la gente da voces y no se respeta
nos desilusiona, pero otros momentos en los que la gente participa y se consigue
hacer trabajo colectivo nos animan.
Sobre las herramientas que hemos utilizado durante el trabajo queremos
comentar que, al intentar obtener conclusiones de las encuestas, éstas no han res-
pondido a las dudas que teníamos cuando las planteamos: o no eran el instrumen-
to adecuado para conocernos o no lo hemos sabido utilizar. En cambio, las entre-
vistas en profundidad sí que nos han aportado mucha más información sobre la
asociación, al igual que la revisión de documentos internos y las vivencias diarias
en la asociación. Con nuestro trabajo no hemos conseguido averiguar todos los
entramados de lo que estábamos hablando, sino que hemos descubierto que El
Encinar es una realidad diversa con múltiples posiciones que incluso llegan a ser
antagónicas.
Por un lado, pensamos que tenemos un gran potencial: somos muchas socias y
el proyecto ofrece múltiples posibilidades, pero nos damos cuenta de que es difícil
funcionar con tanta gente y no se ha sabido dar una buena solución a este asunto.
Nos cuesta visualizar el camino a seguir para alejarnos de ser una tienda y volver
a darle fuerza al carácter básicamente agroecológico que se tenía al principio. La
perdida de espacios de reflexión hace que los principios ideológicos no evolucionen,
supone una pérdida de comunicación entre los/as socios/as y una falta de implica-
ción. La escasa participación que tanto nos preocupa no es más que un indicador
de otros problemas estructurales que subyacen.
Se nos ocurren un montón de herramientas que utilizar para cambiar, pero
sabemos que somos todas las que debemos sentir la necesidad de recurrir a estas
herramientas y que el primer trabajo que debemos hacer ahora es buscar una
reflexión conjunta: ¿qué es El Encinar y cómo queremos que sea? ¡¡¡Así que esto no
ha hecho más que re-empezar!!!
Límites y perspectivas de «El Encinar» 99

BIBLIOGRAFÍA

Estatutos, Actas y Reglamento de Régimen Interno de «El Encinar».


JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Montserrat (2002): Las organizaciones de consumi-
dor@s y productor@s de productos ecológicos de Andalucía. El caso de «El Enci-
nar», Granada. Proyecto final para la Licenciatura en Ciencias Ambientales,
Granada.
La Bellota, boletín de la Asociación El Encinar.
SEVILLA GUZMÁN, E.; GONZÁLEZ DE MOLINA, M. (1993): Ecología, Campe-
sinado e Historia, Ediciones La Piqueta, Madrid.
AA.VV. (2005): Vivir donde quieras: del PER a la Renta Básica en el medio rural
de Andalucía, Editan Zambra y Baladre, Málaga, 2005.
Iniciativa agroecológica Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!)
Haciendo piruetas entre el crecimiento del proyecto
y la participación
Comisión de Participación del BAH! de Perales de Tajuña
(bah.outproject.org)

INTRODUCCIÓN TERRITORIAL: MADRID, UNA LENGUA DE ASFALTO QUE


TODO LO DEVORA1

En la Comunidad de Madrid (CAM) vivimos 5,5 millones de personas, 3 millones


en Madrid capital, y otro millón y medio en su área metropolitana, en la que varias
ciudades rondan o sobrepasan los 200.000 habitantes. Esta ciudad-región crece de
forma violenta en los años del éxodo rural, sobre todo la capital. A partir de los
años ochenta, las ciudades que crecen son las del área metropolitana, que cada vez
llega más lejos, con pueblos de pocos cientos de habitantes que en pocos años se
convierten en gigantescos conglomerados urbanos (Rivas Vaciamadrid, Pinto,
Seseña...) y ciudades que nacen de la nada (Tres Cantos).
Madrid es una ciudad de servicios (75% de la población activa), por ser sede
central de gran cantidad de organismos públicos y privados. La industria ha ido
alejándose de la capital, o incluso desapareciendo, predominando en los grandes
polígonos industriales actividades logísticas o comerciales y apareciendo, en los
últimos años, gran cantidad de polígonos empresariales. La siguiente gran activi-
dad económica en la CAM es la construcción (11% de la población activa, si bien el
volumen de negocio del sector supone el 26% del PIB regional).
La entrada de los fondos de la Unión Europea desde los ochenta dio alas a los
gobiernos entonces socialistas para comenzar la transformación de la CAM. Pero
lo que empezaron es una broma con lo que han hecho los posteriores gobiernos, en

1. Este apartado de «Introducción territorial» ha sido realizado por Daniel López García (BAH! de
San Martín de la Vega), con la ayuda de Paco Segura y M.ª Ángeles Nieto (de Ecologistas en Acción
de Madrid), y de Almudena Sánchez Moya.
102 Los pies en la tierra

el Ayuntamiento y el regional, del Partido Popular: como ejemplos, la red de auto-


vías ha crecido de 500 a 1.000 km en los últimos 10 años y de 1996 a 2003 la red
de metro se ha duplicado, estando prevista la construcción de otros 90 km nuevos
hasta 2007. La revalorización de terrenos da como resultado una operación espe-
culativa sin precedentes y la construcción de mucho suelo. Sólo en el municipio de
Madrid y como proyecto estrella se están acometiendo los seis Planes de Actuación
Urbanística (PAUs) que contemplan la construcción de casi 75.000 viviendas en
barrios completamente nuevos.
Desde 1990 hasta 2000, el suelo urbanizado ha crecido en la CAM un 49,2%,
llegando a una situación actual en la que encontramos más de 300.000 viviendas
vacías. Los altos precios de la vivienda (incremento del 160% entre 1997 y 2004)
en los espacios centrales hacen que la población se desplace cada vez más lejos,
creándose así un modelo de crecimiento difuso, con un mantenimiento muy costo-
so y muy poco eficiente. Para su funcionamiento es necesaria la motorización de
los desplazamientos y, por tanto, una red de infraestructuras de transporte colo-
sal, generando unos problemas ecosociales muy importantes, más aún cuando es
evidente que se apuesta claramente por el transporte privado. Además, a esta red
regional de autovías (hasta plantearse ya la M-70), trenes de cercanías y alta velo-
cidad (hasta Toledo, Segovia o Guadalajara), que amplía la influencia de la capi-
tal hasta un radio de más de 100 km, hemos de sumar todas las infraestructuras
de la red estatal e internacional (ampliación de Barajas, 5 AVEs, 6 autovías nacio-
nales y 4 nuevas autopistas radiales...) que cruzan Madrid por ser centro geográ-
fico y administrativo del Estado español.
El crecimiento urbano sigue un modelo antisocial y desordenado donde la gente
no hace vida ni se conoce, con nuevos barrios carentes de los servicios más básicos,
basados en el coche y el petróleo, y cuyo abastecimiento depende de territorios
cada vez más lejanos. Su financiación se realiza hipotecando recursos de otros
territorios y de futuros años (las actuales obras de la M-30 se pagarán en 35 años).
Pero la ocupación del suelo se hace a costa de unos ecosistemas bastante frágiles
y maltrechos ya, permitiéndose a menudo la urbanización ilegal en espacios natu-
rales protegidos e incluso en zonas verdes. En esta línea, la red de espacios prote-
gidos, lejos de crecer, se abandona e incluso retrocede, al igual que otras cuestio-
nes ambientales, que se podrían resumir en la fusión de la Consejería de Medio
Ambiente con la de Urbanismo. El actual gobierno de Esperanza Aguirre en dos
años ha conseguido ser denominado el más antiecológico de la historia de Madrid,
regalando la CAM a precio de saldo a las empresas promotoras, tirando leyes
abajo, saltándose las que no le gustan y creando un ambiente de secretismo mafio-
so en torno a la política territorial.
Las resistencias a todas estas dinámicas se están demostrando bastante impo-
tentes. La situación es tan desmesurada y evoluciona tan rápido, que las pocas
organizaciones implicadas están absolutamente desbordadas a todos los niveles,
Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) 103

ya sea a nivel legal, político o de movilización. Parece que no hay una idea clara
entre la población de las consecuencias de lo que está pasando, y la movilización
no supera los círculos más implicados en temas de urbanismo o medio ambiente, o
estallidos vecinales ante los impactos más visibles e inmediatos de cada actuación.
Por otro lado, las zonas más rurales de la CAM, que en comparación aún sufren
poca presión urbanística, están siendo también blanco de planes de desarrollo de
gran impacto: en el norte con el turismo rural y en el sur con el plan de instalar
siete centrales térmicas y la posibilidad de un nuevo aeropuerto, además de todas
las infraestructuras de transporte y de diversas canteras. En estas zonas se están
generando resistencias de gran interés, a menudo dinamizadas por población
urbana que se ha instalado en la zona. En relación con estos movimientos se está
generando también cierto tejido asociativo y económico en torno a modelos ecoló-
gicos y alternativos, que a su vez refuerza los propios movimientos sociales, entre
los que podría contarse el BAH!
Esta situación es el caldo de cultivo en el que va germinando Bajo el Asfalto
está la Huerta, al abrigo de los movimientos de ocupación, ecologista, cooperativis-
ta y estudiantil. Tras un comienzo duro en tierras ocupadas de la Comunidad de
Madrid, la primera cooperativa va asentando sus principios ideológicos (coopera-
ción, autogestión, asamblearismo, anticapitalismo y autonomía) y su manera de
funcionar que irá evolucionando con el tiempo. En este capítulo pretendemos ana-
lizar el modelo de crecimiento asumido por las cooperativas unitarias, es decir, de
producción, distribución y consumo con sistema de cestas fijas semanales en
Madrid. El germen de estas cooperativas tiene lugar hace unos cinco años y medio
en lo que se denominó el colectivo Bajo el Asfalto está la Huerta, que dio lugar a
la primera cooperativa que llamaremos BAH-Perales. A día de hoy, son varias las
cooperativas que han reproducido este sistema organizativo dando lugar a un
modelo de crecimiento característico y nuevo. Las consecuencias que esta replica-
ción ha tenido en el curso de los diferentes proyectos es lo que intentaremos ana-
lizar aquí.

EL PROCESO DE ELABORACIÓN DE ESTE TEXTO

Antes de meternos en harina, haremos un repaso del proceso de elaboración de


este capítulo que permitirá entender mejor el resultado final del mismo. El traba-
jo realizado para la redacción de este capítulo ha corrido por cuenta de la comisión
de participación del BAH-Perales que, entendiendo la participación como la piedra
angular del proyecto, pretendía hacerse algunas preguntas sobre ese concepto, las
maneras diversas de entenderlo y las necesidades de la cooperativa y sus integran-
tes. Cuando nos propusieron encargarnos de la elaboración de un estudio sobre el
modelo del BAH! y su relación con la participación nos pareció un buen punto de
104 Los pies en la tierra

arranque para la comisión, ante el desierto que teníamos delante. Ahora, casi al
final del proceso, seguimos pensando lo mismo y el desierto se ha convertido en un
pequeño oasis que ha ido cambiando algunas de nuestras perspectivas, las cuales
nos permiten abordar el tema con más recursos.
En cuanto a la metodología de investigación, la mayor parte de la documenta-
ción proviene del BAH-Perales por ser la más antigua y la que cuenta con mayor
información, pero pensamos que la mayoría de los temas que aquí se tratan son
extrapolables al resto de las cooperativas. Los materiales utilizados han sido el
libro Con la comida no se juega y los documentos que repasamos a continuación.
La Investigación-Acción-Participativa (IAP) de 20032 pretendía realizar un
diagnóstico del recorrido del BAH-Perales hasta entonces. Para ello se realizó
una de las encuestas más completas que se han hecho en la cooperativa, a partir
de la cual se elaboró un diagnóstico que arrojaba algunas claves muy valiosas
para comprendernos.
Para analizar el proceso de «multiplicación» de las cooperativas del centro de
la Península, en noviembre de 2005, se realizó un Taller Intercooperativo de dos
sesiones de 3 o 4 horas de duración cada una al que asistieron trabajadores y con-
sumidores de las mismas (BAH-Perales, BAH-San Martín de la Vega, BAH-
Galápagos, BAH-Alcarria, Surco a Surco y Cooperativa Agroecológica del Tiétar).
Otra fuente de información fueron unas encuestas que se realizaron a los gru-
pos de consumo del BAH-Perales, que pretendían indagar sobre las características
propias de cada uno de ellos, las tareas que realizan, valoración de las herramien-
tas de participación, transmisión de información... El problema principal con que
nos encontramos fue que nadie había preparado nunca una encuesta. No estable-
cer objetivos claros a priori, ni objeto de estudio ni hipótesis ha hecho que los resul-
tados de las encuestas no nos hayan servido de gran cosa. Esto, unido al cansan-
cio de los cooperativistas ante tantas encuestas (es nuestro recurso estrella), nos
ha hecho darnos cuenta del patinazo. A toro pasado, pensamos que haber actuali-
zado la encuesta de la IAP habría sido mucho más valioso y menos costoso.
En un principio, a la comisión nos pareció importante que el trabajo para el
libro no restara energía al trabajo que nos habíamos propuesto y eso es justamen-
te lo que ha ocurrido. No creemos que haya sido una pérdida de tiempo, pero un
año de esfuerzo, tiempo y aprendizaje no han revertido en la cooperativa. Nos pre-
guntamos si lo hará en un futuro, cómo puede hacerse y si la comisión retomará
su trabajo con las mismas energías. Es importante decir que las fuerzas y tiempos
de la comisión de participación no han sido los que nos hubiera gustado porque,

2. Dinamizada por Carlos Barrajón en el marco de la fase práctica de la VI Maestría en


Agroecología y Desarrollo Rural Sostenible de la Universidad Internacional de Andalucía. Desde
aquí un homenaje a Carlos y Lourdes, que siguen siempre entre nosotros.
Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) 105

paradójicamente, la participación en la comisión tampoco ha sido la que nos hubie-


ra gustado. Pero esperamos que la ilusión y el cariño suplan fuerzas y tiempos.

BAJO EL ASFALTO E S T Á LA HUERTA: UNA INICIATIVA AGROECOLÓGICA


ALREDEDOR DE MADRID

La elección de la ciudad como punto de referencia de un proyecto basado en el cul-


tivo de tierras tiene su sentido cuando lo que se pretende es acabar con las diná-
micas que nos impone la ciudad moderna, que nos aleja de la base de nuestro sus-
tento, la tierra. Al contrario que las políticas institucionales, en el BAH! se preten-
de acercar el campo a la ciudad; recuperar las prácticas campesinas con su senti-
miento de apoyo mutuo y de comunidad frente a las de la ciudad, cada vez más
individualistas; primar la economía de reproducción frente a la de acumulación; y
hacer de nuestras vidas en la ciudad un proyecto sostenible con el entorno y con
nosotras mismas.
En el sistema de «cestas fijas» o «bolsas», todas las verduras y hortalizas que
se producen en las tierras de la cooperativa se reparten semanalmente en un
número de lotes iguales (bolsas).Una bolsa puede ser compartida por varios consu-
midores, usualmente de uno a tres. En vez de pagar por el tipo y la cantidad de
productos que recibe, cada consumidor aporta un dinero mensual fijo por bolsa que
ha sido previamente acordado. Se trata de cubrir las necesidades económicas de la
cooperativa, no depender del mercado y romper el binomio abundancia/escasez. De
esta forma se cubren los gastos anuales de la cooperativa (alquiler de tierras,
medios de producción y «asignaciones» de los trabajadores), equilibrando los ingre-
sos mensuales de la misma y evitando que estos oscilen entre las distintas estacio-
nes del año en función de la producción.
Cada BAH! se estructura en un grupo de trabajo y varios grupos de consumo
(ambos se comprometen a mantener la producción y el consumo durante un año para
poder hacer planificaciones reales) que comparten la propiedad de los medios de pro-
ducción y de la producción misma, así como la gestión de la cooperativa que se diri-
me en una asamblea mensual donde deben acudir representantes de los grupos.
Además de estas herramientas, tenemos otros mecanismos que se han ido
incorporando para el mejor funcionamiento de la cooperativa. Éstos son los plena-
rios (uno o dos al año) para discutir más en profundidad sobre algunos temas; las
comisiones sobre temas específicos que requieren un trabajo continuado o puntual
del grupo que la forme (de animación de plenarios, de organización del curso de
agroecología, de economía, de Seguridad Social, de participación, de acción contra
el plan urbanístico de Perales, de festejos...; éstas son algunas de las comisiones
del BAH-Perales); y los domingos verdes: un domingo fijo al mes de trabajo donde
acuden tanto trabajadores como consumidores, abriendo un espacio diferente de
106 Los pies en la tierra

relación mucho más cercano que el de las asambleas, y que ha permitido un acer-
camiento muy enriquecedor de los consumidores al trabajo de la huerta.

El momento de plantar

En el momento en que la actividad central de la cooperativa (todo el proceso que


va desde la producción hasta el consumo) se va consolidando, van surgiendo nue-
vas preguntas y problemas a los que ir dando soluciones. Esto ocurre, por ejemplo,
con el tema del tamaño de la cooperativa. Las abundantes solicitudes de ingreso,
tanto de consumidores como de productores, nos sitúan ante la cuestión de si
seguir creciendo y, de hacerlo, cómo hacerlo.
El BAH! produce para satisfacer las necesidades de sus miembros. Así, a dife-
rencia de una empresa, cuya supervivencia se basa en el aumento constante de
beneficios y clientes, el aumento en el número de consumidores no es algo impres-
cindible para la supervivencia de la cooperativa. Sin embargo, uno de los aspectos
de la misma más valorados por sus miembros es que supone la puesta en práctica
de un nuevo modelo de relaciones económicas, por lo que es evidente que crecer
podría ser una buena estrategia para incrementar el impacto social del proyecto.
Por otra parte, en una organización más grande se pueden hacer frente a retos de
mayor calado y es posible optimizar las tareas de logística y reducir los costes
generales. Así, la posibilidad de expandir el proyecto fue, en su momento, recono-
cida por la mayor parte de los consumidores como una de las mayores potenciali-
dades del BAH! Era deseable, por tanto, que el BAH! creciera.
Sin embargo, el crecimiento tenía también claras desventajas. En primer
lugar, la toma de decisiones se haría bastante más lenta y complicada. Algunas de
las personas que abandonan el BAH! aluden a la lentitud en la toma de decisiones
como uno de los motivos más importantes para dejar la cooperativa, y una gran
parte de los consumidores cree que el modelo organizativo de la misma, pese a ser
bueno, es mejorable. Por otro lado, el BAH! es una organización que funciona de
forma horizontal y en la que todas sus integrantes tienen el mismo poder de deci-
sión. Para que esta forma de funcionamiento sea posible es necesario garantizar
la máxima operatividad y eficiencia en las asambleas, y para ello es imprescindi-
ble que éstas no sean demasiado grandes. No podemos permitirnos que la toma de
decisiones se vea afectada por un crecimiento ilimitado.
El crecimiento podría provocar también una pérdida de familiaridad. Es impor-
tante señalar que la mayor parte de los integrantes del BAH! concede una gran
importancia a las relaciones personales existentes dentro de la cooperativa. Así
quedó reflejado en la IAP, en la que una tercera parte de las potencialidades de la
misma se relacionan con esta idea, y aparecen como más valoradas aquellas acti-
vidades que promueven un mayor acercamiento entre los consumidores, o entre
Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) 107

consumidores y trabajadores (el paradigma de estas últimas serían los domingos


verdes). Por otra parte, el nivel de implicación en el colectivo está enormemente
determinado por la existencia de una mayor familiaridad entre los miembros del
mismo. Así, de acuerdo con los datos de una encuesta reciente desarrollada por la
comisión de participación, la implicación de los cooperativistas en las actividades
propias de su grupo ronda el 75%, mientras que en las del BAH! general se sitúa
tan sólo en el 25%. Es posible que en una cooperativa de tamaño mayor se debili-
tasen los lazos afectivos entre sus miembros, y esto tendría un impacto catastrófi-
co de cara a la implicación y a las energías que éstos pusieran para sacar adelan-
te el proyecto.
Aumentar en número, pues, parecía una buena idea, pero había que evitar que
ello nos costase la filosofía con la que había nacido el proyecto. De esta manera,
además de los principios ideológicos ya señalados, se establecieron unos criterios
concretos que habría que respetar en ese proceso de aumento de tamaño:
– Mantener un buen nivel de calidad en las bolsas de verdura.
– Mantener el buen funcionamiento de la Asamblea General.
– Buenos niveles de participación.
– Mantener el sentimiento de pertenencia a la cooperativa.
– Mantener la cercanía y, en consecuencia, la confianza de las relaciones per-
sonales establecidas.
– Consolidar los proyectos ya establecidos, antes de arrancar con otros nuevos.

Bajo estos criterios y por las razones aportadas, se optó por la replicación de la
cooperativa antes que por su crecimiento ilimitado. Se pensó que era mejor «muchos
BAHs! antes que uno solo» de dimensiones enormes, aunque ninguno de ellos sería
una réplica exacta, sino un mismo modelo y muchas formas de desarrollarlo.
De esta manera comenzó un proceso de multiplicación que continúa hoy y que
nos permite echar la vista atrás y valorar el modo en que éste se ha realizado.
Cuando, de nuevo, nos hacemos la pregunta sobre las causas que nos llevaron a
elegir este modelo de multiplicación, surgen razones que coinciden con las origina-
rias, pero también otras nuevas, alumbradas por el propio proceso o por las distin-
tas sensibilidades aportadas por las nuevas cooperativas. Entre éstas cabría des-
tacar un nuevo criterio sugerido por las cooperativas más recientes que tiene que
ver con la acumulación de poder: la replicación descentralizaría el poder que
podría desarrollar un proyecto sin límites sobre su zona de influencia. Es decir,
intentar evitar este acaparamiento de información y poder, y reducir el impacto de
los posibles reveses del futuro con la creación de diferentes núcleos, convirtiendo
este intento en causa pero también en objetivo.
Al contrastar las causas que se apuntan en la IAP de 2003 y en el Taller
Intercooperativo de 2005 como razones para la elección de este modelo de desarro-
llo —es decir, a priori y a posteriori de dicho proceso—, observamos una diferen-
108 Los pies en la tierra

cia interesante: lo que en 2003 aparecía más como reflexión a tener en cuenta en
la multiplicación que como causa («consolidar los proyectos establecidos antes de
comenzar con otros nuevos»), en el taller de 2005 no se menciona en ningún
momento. Aunque esta ausencia pueda ser lógica (la duda sólo podía surgir en las
cooperativas con más tiempo y quizá sólo en el BAH-Perales), la diferencia nos
lanza automáticamente una serie de preguntas sobre las que reflexionar:
¿Estaban la/s cooperativa/s lo suficientemente maduras como para afrontar su
replicación en el momento en que éste comenzó? ¿Era realmente necesaria esta
estabilidad previa? ¿Y el tutelaje de las cooperativas preexistentes sobre las nue-
vas? ¿Ha sido positivo este tutelaje? ¿Ha mermado de alguna manera las posibili-
dades de las cooperativas en funcionamiento el lanzamiento de las nuevas?

Cambio de temporada: recoger y volver a plantar

Más preguntas: ¿Cómo se concreta toda esta teoría en la práctica? ¿Cómo se plas-
man todas estas causas y consecuencias en la tierra, que es lo que importa?
Después de más de cinco años de andadura, contamos con seis cooperativas insta-
ladas en la zona centro de la Península, entre Madrid y Toledo, que desde sus
comienzos han tejido una especie de red entre ellas: BAH-Perales (2000), Surco a
Surco (2002), BAH-San Martín (2003), El Tiétar (2005), Galápagos (2005) y
Alcarria (2005).
Como es normal, el modelo desarrollado por el BAH-Perales ha sido el referen-
te para el resto de las cooperativas, evitando los comienzos titubeantes de cual-
quier proyecto que prueba con una fórmula nueva. Pero paralelo a este «apadrina-
miento» se han ido componiendo las nuevas cooperativas con su propia experien-
cia, aportando novedades que ofrecían a los proyectos por venir más espejos donde
mirarse. Desde un principio la cooperación entre las distintas iniciativas se ha cir-
cunscrito al ámbito de los medios de producción (trabajadores, furgoneta, herra-
mientas de trabajo...) y de la producción misma, o lo que es lo mismo, las relacio-
nes se han dado sobre todo entre los grupos de trabajo, pudiendo llegar a pasar
desapercibidas para algunos consumidores. La cercanía geográfica es, en conse-
cuencia, la base fundamental de las relaciones intercooperativas. Sin embargo, las
sinergias congénitas que acarrea este proceso van afectando paulatinamente a los
grupos de consumo. Esto se concreta, por ejemplo, en la colaboración para la orga-
nización conjunta de un curso de agroecología cada año, el consumo conjunto de
ciertos productos, la organización de fiestas de financiación, etc.
Pero no son éstas todas las cooperativas que se han servido del modelo BAH!:
Ortigas en Granada, otra en Córdoba y la incipiente cooperativa Bah-lladolid, de
Valladolid, son cooperativas que han asumido la misma organización y filosofía y,
probablemente, no serán las últimas. Nos encontramos, pues, ante un proceso que
Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) 109

mantiene ya su propia inercia, y que, si bien responde a las causas y criterios que
produjeron su nacimiento, no sigue un esquema preestablecido que indique cómo
se debe dar la multiplicación. Por el contrario, la imprevisibilidad de los aconteci-
mientos y las distintas necesidades permiten una flexibilidad muy potente a la
hora de adaptarse a las situaciones.
¿Quién iba a decirnos que, seis años después de embarcarnos en un sueño loco
y ambicioso como éste, íbamos a estar alimentándonos casi mil personas en la zona
centro y ver cómo otros locos se atrevían a subir al barco?
Pero, como no todo el monte es orégano (y menos orégano ecológico), las cir-
cunstancias obligan a hacerse algunas preguntas que nos den balances un poco
más profundos; saber qué potencialidades están por desarrollarse, cuáles ya lo han
hecho, en qué debilidades ha incurrido el proceso y de qué hay que cuidarse en el
futuro; entender la red que consciente e inconscientemente ya hemos tejido para
saber qué queremos remendar de ella.
Entre las fortalezas que encontramos en el proceso, y que surgieron en el Taller
Intercooperativo dedicado al modelo de crecimiento, se imponían las de tipo cuali-
tativo, personal y, de alguna manera, ideológico:
– La experiencia acumulada en los seis años de andadura en forma de recur-
sos, capital social y documentación.
– El carácter del proyecto, basado en una construcción permanente sin esque-
mas constrictores previos, que permite adaptarse a las necesidades puntua-
les. Esto, a su vez, ha dotado a la red intercooperativa de una flexibilidad
muy permeable a los cambios.
– Se mantienen los criterios ideológicos esenciales del proyecto inicial.
– El modelo es fácilmente replicable por su carácter eminentemente abierto y
por la corresponsabilidad que genera desde un inicio, y quizás por la necesi-
dad de consumo ecológico que hallamos actualmente en la sociedad.
– Responde a necesidades vitales como es una alimentación sana, el trabajo
colectivo, el acercamiento al campo que nos mantiene vivos y otro modo de
relacionarse entre nosotras.
– El apoyo mutuo entre trabajadores de las distintas cooperativas.

Entre las debilidades que se encontraron en el mismo Taller respecto al proce-


so de multiplicación, primaron las relativas a la producción agraria, pero también
hubo otras que aludían a lo político y organizativo:
– Una dificultad generalizada fue la concentración de poder e información en
los grupos de trabajo, problema difícil de atajar (tanto por productores como
consumidoras), por ser los responsables de la actividad central de la coopera-
tiva, aunque se han dedicado no pocos esfuerzos a ello.
– Esta debilidad acarrea la falta de consumidores en las relaciones entre coope-
rativas y la reducción de éstas a los contactos informales entre trabajadores.
110 Los pies en la tierra

– La dificultad para coordinarse.


– Falta de espacios diversos de participación.
– Al replicar la experiencia se replica el modelo de participación desequilibrado.
– La precariedad económica como obstáculo a la hora de iniciar el proyecto y
para introducir mejoras posteriormente.
– Escasa definición del modelo de crecimiento.

En las diversas encuestas realizadas en el BAH-Perales (IAP, 2003; encuesta,


2005), el consenso sobre las debilidades del proyecto es bastante amplio. Se alude
al bajo nivel de participación e implicación por parte de los consumidores, general-
mente por falta de tiempo; algunas deficiencias en la comunicación, lo que genera
lentitud en la toma de decisiones; y, por último, pero no menos importante, la pre-
cariedad en las condiciones laborales de los trabajadores.
Comparando fortalezas y debilidades surgidas del BAH-Perales y el Taller
Intercooperativo, encontramos que entre estas últimas se apunta que el modelo de
crecimiento es «difuso», al tiempo que se entienden como fortalezas la flexibilidad
de la estructura en red y la adaptabilidad que permite la construcción permanen-
te sin esquemas previos. Son las dos caras de una misma moneda y en el canto es
donde nos movemos, en un equilibrio entre las medidas correctoras que puedan
reducir las debilidades, y la imposibilidad (deseable a nuestro entender) de antici-
par acontecimientos ante la formación de nuevas cooperativas cuyos integrantes
responderán a sus propias necesidades.
Las debilidades encontradas en las diferentes cooperativas son muy semejantes
y, además, se pueden agrupar en dos grandes bloques que nos pueden permitir
entender las dificultades centrales de las cooperativas. La primera tendría que ver
con la participación. La concentración de poder e información en los grupos de tra-
bajo, mucho menor dentro de cada una de las cooperativas que en el proceso inter-
cooperativo, es, por una parte —y como ya hemos dicho— un efecto natural y difí-
cil de abordar; y, por otra, una consecuencia del nivel de participación. Según la IAP
de 2003, la mayoría de los encuestados del BAH-Perales consideraba su nivel de
implicación como bajo o muy bajo, siendo las razones falta de tiempo y/o trabajo,
mientras que una cuarta parte de la cooperativa lo valoraba como alto o muy alto.
Esto significa que se participa lo suficiente para que la actividad central del proyec-
to se mantenga, pero los avances cuestan una barbaridad. «Cuando surge un pro-
blema nos tambaleamos» no es una frase inusual dentro de las cooperativas.
Y los problemas siempre acaban en el mismo lugar que tiene que ver con lo que
sería el segundo escollo: la caja de los euros. El condicionamiento que este factor
tiene sobre la actividad habitual de los BAH! es quizá el más fuerte ya que de él
dependen un buen número de procesos esenciales de las cooperativas. En este
apartado, por ejemplo, se sitúan las condiciones laborales de las trabajadoras. Por
un lado, las asignaciones de cada uno de ellos (ahora 600 euros mensuales), que
Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) 111

siempre han sido un quebradero de cabeza para los consumidores, y, por el otro, el
posible alta en la Seguridad Social para cubrir cierto tipo de imprevistos que la
cooperativa no podría cubrir, decisión que, en su momento, supuso el consenso más
difícil del BAH-Perales y que, hoy por hoy, no se ha concretado, llevando mucho
tiempo y esfuerzo. Estas dos decisiones implican, inevitablemente, desembolso de
dinero que las cuotas solas no cubren, obligando a los cooperativistas a encontrar
soluciones alternativas como acciones colectivas de los grupos de consumo o la
posibilidad (aún en debate) de establecer cuotas diferenciadas y voluntarias.
Todas estas propuestas, debates, decisiones... requieren de un trabajo que nos
lleva de nuevo a la participación.
Ante este cuadro que se nos presenta nos surge una pregunta obligada, senci-
lla y definitiva: ¿cuál es la solución? Y como no tenemos una respuesta sencilla y
definitiva; es más, como no tenemos respuesta, pasamos a otra más abierta y
divertida: sabiendo lo que sabemos, teniendo en cuenta nuestras debilidades y for-
talezas, ¿qué camino puede ayudarnos, hoy por hoy, a reducir las primeras y
potenciar las segundas?, ¿cómo se puede hacer esto dentro de cada cooperativa?,
¿y en la red de cooperativas?
Para estas preguntas tampoco tenemos respuestas, sólo algunas intuiciones
que compartimos. Primero, intentaremos desmadejar qué retos perseguimos a
corto plazo y cuáles son las finalidades últimas para formar parte de un proyecto
con estas características. Entre estas finalidades, y según la IAP y conocidas las
fortalezas, prima impulsar un modelo económico alternativo y otro tipo de relacio-
nes humanas, lo que se podría traducir en generar otro tipo de vida más acorde
con nosotras mismas. Para ello, y como se dejó claro en el plenario económico de
2004 del BAH-Perales, consideramos imprescindible mejorar las condiciones labo-
rales de los trabajadores y aumentar la participación de los grupos de consumo.
Éstos serían los retos más importantes a corto plazo. El primero tiene que ver con
un condicionamiento exógeno inevitable: la necesidad de dinero, y nuestra tarea es
encontrar el mejor método para conseguirlo. El segundo, por el contrario, es una
condición endógena y, además, autoimpuesta, y no es otra cosa que una apuesta
de sus integrantes por la autogestión.
Entonces la pregunta cambia a: ¿cómo conseguimos que eso que pensamos se
convierta en realidad? No se trata de que todos luchemos por el premio de consu-
midor del mes, mucho menos de promover el rancio concepto de hipermilitancia o
de generar complejo de culpa. Habiendo conseguido caldos de cultivo tan intere-
santes como el que constituye el perfil heterogéneo de los BAH!, y respetando las
formas tan diversas de entender y participar en los mismos que se generan, las
finalidades ya citadas nos marcan el camino: cuanta más incidencia tenga la coo-
perativa en nuestra vida, o mejor, si conseguimos diluir la barrera que separa la
cooperativa de nuestra vida en compartimentos estancos, más cerca estaremos de
solucionar el problema de la participación. Y esto no significa solamente cubrir
112 Los pies en la tierra

nuestras necesidades alimenticias, aunque también sea eso. Significa potenciar


todo aquello que nos gusta o gustaría que fuera el BAH! Si nos gustan las relacio-
nes personales que se generan, potenciémoslas creando espacios de ocio conjuntos.
Si el domingo verde es nuestra herramienta de participación favorita, generemos
domingos rojos, azules o multicolores. En definitiva, hacernos una pregunta, pri-
mero individual y luego colectivamente, invirtiendo el orden habitual de la misma:
en lugar de preguntarnos qué necesita la cooperativa de sus integrantes, pregun-
témonos qué es lo que necesitamos nosotros de la cooperativa. Y en este proceso
autorreflexivo, no tengamos miedo de tener que empezar por los cimientos. Si no
llegamos a los niveles de participación y modos de gestión asumidos, ¿son buenos
esos niveles y modos?, ¿excesivos, ridículos, asumibles...?, ¿sería posible encontrar
otros modelos más satisfactorios?

Mirando hacia el futuro

Todo esto formaría parte del lado más estratégico. En cuanto al táctico, y de una
manera más a corto y medio plazo, algunas propuestas podrían ayudar a mejorar
el funcionamiento interno de cada cooperativa.
En el Taller Intercooperativo se definieron una serie de estrategias para mejo-
rar el funcionamiento de las cooperativas y fomentar una mayor relación y una
coordinación más estable entre las mismas. El método que se utilizó fue la lluvia
de ideas sin debate, y en muchas de ellas habría que profundizar más. En defini-
tiva, una aportación más para el debate:
– Realizar un sábado o domingo verde entre todas las cooperativas para fomen-
tar el conocimiento mutuo y el acercamiento entre sus integrantes. El lugar
de realización del mismo iría cambiando (¿en tu huerta o en la mía?).
– No crear nuevas herramientas de participación sino estructurar y hacer ope-
rativas las ya existentes, evitando la proliferación excesiva de reuniones y
tareas. Para corregir el eterno desequilibrio en la participación puede inclu-
so limitarse la asunción excesiva de responsabilidades por parte de algunos
y fomentarla en otros. Esta propuesta ya se lanzó en una de las sesiones de
debate de la IAP
– Realizar una lista de las habilidades y los recursos que pueden proporcionar
los consumidores para cuando sea necesario utilizarlos.
– Confeccionar un «banco de conocimientos» ordenado y accesible para todas
las cooperativas.
– Realizar un plan de evaluación de problemáticas y debilidades conjunto para
todas las cooperativas.
– Realizar un plan de formación para futuros consumidores y trabajadores,
recopilando materiales ya existentes y generando otros nuevos.
Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) 113

– Hacer una lista de necesidades y de tareas realizadas o por realizar (p. ej.,
protocolo de bienvenida para los nuevos consumidores, seguridad social de los
trabajadores...).
– Difundir las actas de los grupos de trabajo entre todas las cooperativas.
– Crear un boletín interno formativo e informativo.
– Crear comisiones de trabajo conjuntas sobre aquellos aspectos que sean de
interés para el conjunto de cooperativas (la formación, lo agrícola, los relevos
en los grupos de trabajo y consumo, participación, economía, difusión, comu-
nicación y área telemática).
– Formalizar la existencia de un espacio conjunto de diálogo y debate sobre la
realidad que atraviesa cada uno de los proyectos.
– Crear una estructura federalista entre las cooperativas del centro peninsu-
lar, si fuera necesario, y previo estudio de otros proyectos similares, actuales
o históricos (p. ej., las colectividades de Aragón 1936-38).

Valorando el pasado

A pesar de contar con un amplio consenso inicial, la «multiplicación» del BAH! en


seis cooperativas no ha sido un proceso exento de dificultades. Éste se ha llevado
a cabo de una forma un tanto desorganizada, sin una estrategia previa y en fun-
ción de situaciones coyunturales (grupos alejados, posibilidad de nuevas tierras,
demanda de producción agroecológica por parte de nuevos consumidores).
Tampoco se ha definido ninguna estructura formal de coordinación, aunque esto
no tiene por qué ser una desventaja. Las nuevas cooperativas son bastante simi-
lares al BAH! inicial y reproducen tanto su ventajoso sistema de gestión de la pro-
ducción y distribución en «bolsas» como muchos de sus defectos. Entre éstos, los
más señalados son la lentitud en la toma de decisiones y el fuerte desequilibrio
existente en la participación de los miembros de la cooperativa, aun teniendo en
cuenta la creciente asunción de responsabilidades por parte de las consumidoras.
No parece que estos aspectos vayan a peor en las nuevas cooperativas, pero tam-
poco la multiplicación ha hecho que experimenten una mejora sustancial. A pesar
de todo, ha resultado más útil «multiplicar» que «incrementar» el proyecto original.
La multiplicación no ha impedido el uso conjunto de recursos y la acumulación de
un capital social y material de gran valor, permitiendo sin embargo que las coope-
rativas se mantengan en un tamaño lógico para no perder su sentido original y para
mantener la familiaridad y las buenas relaciones entre sus miembros. Por otra
parte, la multiplicación ha transformado al BAH! más que en una experiencia con-
creta, en un proceso dinámico y en construcción permanente, en una red adaptable
a diferentes realidades y, por tanto, reproducible. La rapidez y la intensidad del
proceso constituyen, a pesar de sus dificultades, una prueba innegable de su éxito.
La Punta: ahora y siempre contra el invasor
Cooperación desde la diferencia en la lucha contra la destrucción
de la huerta histórica en la pedanía de La Punta (Valencia)
(hortaenlluita@latinmail.com)

INTRODUCCIÓN A LA SITUACIÓN TERRITORIAL DEL PAÍS VALENCIANO: DE


LOS LÍMITES AMBIENTALES A LA PERVERSIÓN DE LO PÚBLICO1

La dinámica territorial y urbanística en el País Valenciano está demostrando unos


signos de explosividad, en los últimos 15 años, que hace que casi todas las cuestio-
nes importantes que suceden en los diferentes ámbitos (medio ambiente, economía,
conflictos sociales, campo político-institucional) estén determinados en última ins-
tancia por la primera. El grado de ocupación del territorio por nuevas urbanizacio-
nes e infraestructuras asociadas ha alcanzado valores y ritmos nunca vistos. Entre
1990 y 2000 ha aumentado el suelo ocupado por nuevas urbanizaciones separadas
de los cascos urbanos en una proporción doble que en la media de España (Alicante,
61,4%, Castellón, 51,5% y Valencia, 31,5%)2. Eso supone un incremento de superfi-
cie de 143,85 km2 (14.385 ha)3 ocupada por el ladrillo en urbanizaciones dispersas.
En cambio el suelo urbano consolidado solamente ha crecido en un razonable 8,6%
pasando de 255 a 276,8 km2, aunque el suelo clasificado como urbano era de 746,6
km2 en 1999, un 3,2% de todo el territorio del País Valenciano.
Los proyectos urbanísticos4, dictados al estilo del urbanismo del promotor, con
una extensión entre 150 y 2000 ha5, y por una docena de grandes empresas que

1. El epígrafe «Introducción a la situación territorial en el País Valenciano...» ha sido elaborado por


Carlos Arribas, miembro de Ecologistes en Acció del País Valenciá.
2. Datos obtenidos a través de satélite por el programa Corine Land Cover de la Comisión Europea.
Los datos del Estado español han llamado tanto la atención que la nueva toma de datos se adelan-
tó de la fecha prevista de 2010 a 2005.
3. Ese valor supone el 56,4% del suelo urbano en 1990.
4. La terminología oficial acuñada por la Ley Reguladora de la Actividad Urbanística (LRAU) es
Programa para el Desarrollo de Actuaciones Integradas (PAI).
116 Los pies en la tierra

acaparan la mayoría de proyectos, incluyendo el inevitable campo de golf con más


de 50 ha, se han multiplicado por todo el País Valenciano en los últimos años. Se
puede decir que no hay comarca del litoral o del interior que se libre de esta fiebre
urbanizadora, que surge al margen de los Planes Generales pacientemente apro-
bados por los Ayuntamientos en largos procedimientos y (en teoría) con mayor par-
ticipación ciudadana. Los proyectos se desplazan cada vez a más kilómetros del
litoral, atendiendo a las demandas de entornos rurales bien comunicados. Los pro-
yectos de nuevos campos de golf superan el centenar6, especialmente en las semiá-
ridas tierras del sur del País Valenciano, paradójicamente con una pluviometría
más baja. La insostenibilidad ambiental de la mayoría de esos proyectos, muchas
veces situados en el entorno de parajes naturales, zonas húmedas o huerta tradi-
cional, no supone ninguna dificultad para sus promotores ni para la
Administración, que los aprueba en su mayoría con ligeras correcciones.
Los gobernantes del PP, pero también casi todos los responsables de todo el aba-
nico político en la práctica, están de acuerdo en apretar el acelerador, con la consig-
na marxista de «aportar más madera que es la guerra» a la locomotora del urbanis-
mo alocado. El conseller Blasco dice que ahora «solamente» ocupamos con ladrillo
el 3,9% de todo el territorio, que las 100.000 viviendas nuevas que se construyen
cada año sólo ocupan 20 km2 nuevos cada año, el 0,086% de todo el territorio y que
en 100 años (sic!!) no alcanzaríamos todavía los niveles de ocupación de Baleares
(4,9%) o Cataluña (4,65%). En el horizonte está pues la construcción de millones de
viviendas en el próximo decenio. La confianza en la entrada del dinero de los fon-
dos de inversión europeos, de los residentes europeos deseosos de poner un pie en
el Mediterráneo y en la continuidad de la «burbuja» inmobiliaria es total.
La economía valenciana depende cada vez más del ladrillo7, absorbiendo, por
ahora, la mano de obra del desalojo y la crisis que la globalización económica está
repercutiendo en todos los sectores de la industria tradicional valenciana (textil,
calzado, juguete, alfombra, etc.). ¿Qué sucederá cuando los límites ambientales,
sociales o territoriales se hagan más presentes o cuando la burbuja inmobiliaria
estalle y la oferta desmedida obligue a ajustes en los precios?
Las tensiones sociales se han disparado en todo el territorio. Los afectados por
PAIs suman decenas de miles de personas. Se han presentado 15.000 quejas por
parte de Abusos Urbanísticos No8 a la Comisión de Peticiones del Parlamento

5. Caso del PAI «Mundo Ilusión» en Cabanes y Oropesa (Castellón), con 20 km2 de superficie,
25.000 viviendas, 3 campos de golf y un parque temático dedicado al mundo del circo.
6. El País Comunidad Valenciana, 23-7-2005.
7. Representa un 12% del PIB en la provincia de Alicante, la que sufre mayores presiones urbanís-
ticas.
8. Es una asociación que agrupa a residentes europeos y valencianos, en su mayor parte propieta-
rios de fincas afectadas por PAIs y que no quieren ser expropiados.
La Punta 117

Europeo, que han obligado a la modificación de la LRAU y a la aprobación de una


nueva Ley Urbanística que mantiene los puntos fundamentales de la anterior. En
todas las poblaciones donde se presentan los PAIs se abren fracturas sociales entre
los que apoyan la urbanización porque quieren vender los bancales a buen precio
(comparado con su precio agrícola), y los que se oponen porque quieren preservar
los valores naturales y la calidad de vida (no saturación de los servicios esencia-
les, la «tranquilidad» y el «sosiego» de los pueblos pequeños). Hasta el sector hote-
lero9 comienza a ver en el mal llamado «turismo residencial» un enemigo que des-
truye el territorio, arruina paisajes, crea empleos precarios y hace una competen-
cia desleal a su negocio.
Muchos PAIs han sido triturados por la oposición vecinal, organizada en pla-
taformas muy activas que en algunos casos han movilizado a la mayoría de la
población10 y han forzado a los responsables municipales a dar marcha atrás en
su posicionamiento favorable inicial y a anular los proyectos urbanísticos, con el
consiguiente malestar de los promotores, que acusan a los políticos de deslealtad
y traición.
El promotor urbanístico maneja los hilos para que se forme la mayoría política
(gobierne quien gobierne) justa y necesaria que apruebe el proyecto en el Pleno
Municipal. En caso negativo fuerza una moción de censura con algún concejal dís-
colo sobrevenido y la mayoría de gobierno cambia de signo de un plumazo. Los
maletines con dinero para los políticos lubrican las voluntades de los políticos11.
Las arcas municipales dependen cada vez más de la financiación conseguida en los
proyectos urbanísticos (licencias, 10% del suelo, etc.). Incluso empieza a ser habi-
tual que los promotores adelanten millones de euros antes de la aprobación muni-
cipal12 final del PAI, con la amenaza de que si se vuelven para atrás deberán devol-
ver ese dinero. En definitiva, la voluntad de los promotores se impone en todo el
proceso sobre cualquier poder democrático. Alimentar este urbanismo es dar oxí-
geno a la perversión de cualquier mecanismo mínimamente democrático.

9. Ver Informe: Impactos sobre el entorno, la economía y el empleo de los distintos modelos de des-
arrollo turístico del litoral mediterráneo español, Baleares y Canarias, septiembre de 2005, en
www.exceltur.es.
10. Son innumerables los ejemplos: Sanet i Negrals, Benigembla, Benissa, Fontanars dels Alforins, etc.
11. El ex concejal de Cullera Ximo Bosch declaró: «Detrás de cada urbanización de la bahía de
Cullera hay un caso de corrupción política», Levante-EMV, 29-10-2002 (archivado en www.e-valen-
cia.org).
12. Es lo que ha sucedido en San Vicent del Raspeig con el PAI del Valle del Sabinar, un paraje de
alto valor ecológico que se urbanizará por parte de la mercantil Artunduntuaga Gestión
Urbanística S.A., que ha adelantado 4 millones de euros al Ayuntamiento, como «requisito previo
y condición necesaria para la aprobación de los Proyectos de Urbanización y Reparcelación». El
incumplimiento municipal daría lugar a la devolución del dinero.
118 Los pies en la tierra

LA PUNTA: UN VERGEL AGRÍCOLA EN MEDIO DE UN NODO DE LA RED


EUROPEA DE INFRAESTRUCTURAS DE TRANSPORTE

Antes de empezar este artículo, consideramos importante hacer dos comentarios.


Primero, decir que el planteamiento inicial era que fuese fruto de un proceso de
debate entre el mayor número de gente posible de la que participamos en la lucha
de La Punta. Esto, por diversas razones, no se ha llevado a cabo, así que las que
escribimos estas líneas no pretendemos representar a La Punta, y sí clarificar que
está escrito desde la parcialidad. La nuestra es una de las maneras de entender lo
que allí vivimos.
En segundo lugar, vemos necesario hacer una sinopsis de lo que era esta peda-
nía, para que todas aquellas personas que nada sepan de ella puedan situarse y
entender el proceso mediante el cual una zona de casi 1.000.000 de m2 de huerta
fértil y productiva, que colindaba en su día con La Marjal (zona de cultivos de arro-
zales), así como con el mar (con su correspondiente playa), ha pasado a convertir-
se en la desértica «zona en obras» en que la han transformado, arrasando las huer-
tas y más de 200 casas (muchas de ellas, alquerías y barracas de un valor históri-
co incalculable). Asimismo, haremos una breve introducción sobre la manera en
que se organizó la lucha.
Pasamos, pues, a enumerar la carrera expropiatoria que se dio en La Punta,
mediante un proceso maquiavélicamente planificado que la aniquiló en nombre del
«progreso»:
• Años sesenta:
– Desviación del río Turia, que supuso la expropiación de la zona sur de la
pedanía para la construcción del nuevo cauce, detrás de la cuál ya estaban las
Autoridades Portuarias, ya que esta obra posibilitaba una futura ampliación
del puerto.
• Años setenta:
– Construcción de la Autovía del Saler (A-7) y las vías del tren Valencia-
Tarragona.
– Expropiación de parte de la pedanía para la construcción de una depuradora.
– Construcción de Mercavalencia.
– Tendido de torres de alta tensión (ilegales, por no respetar la distancia míni-
ma con las viviendas).
– Primera ampliación del puerto (que destruyó la playa de La Punta y Nazaret,
conocida como «la playa de los pobres»).

Una vez degradada la zona (a pesar de lo cual sus habitantes seguían viviendo
de la agricultura como principal actividad económica, con una calidad de vida sin
comparación con la ciudad), es esta misma degradación la que justifica los proyec-
tos que quieren implantar, firmando la sentencia de muerte de La Punta. Grandes
La Punta 119

empresas como Iberdrola, RENFE o el Puerto Autónomo se han dedicado a seguir


la política de «hechos consumados», expropiando, desalojando y derribando antes
de que sus propias leyes hiciesen legales tales actuaciones. Ante la denuncia de
estos hechos, la Administración respondió recalificando los terrenos (de «especial
protección agrícola» a «suelo urbanizable»), haciendo oídos sordos a las y los veci-
nos, y mandando a las Fuerzas del Orden para acabar con la resistencia.
Concretamente, las actuaciones de tales empresas fueron:
– Iberdrola: construcción de una subestación transformadora de 12.000 m2,
«necesaria» para el suministro de energía a megaconstrucciones como la
Ciudad de las Artes y las Ciencias, el nuevo acceso ferroviario al puerto, el
Centro Comercial «El Saler», la ZAL... muchas de las cuales, por cierto, esta-
ban funcionando antes de que la subestación de La Punta estuviese en mar-
cha.
– RENFE (empresa dependiente del Ministerio de Fomento): ampliación del
recorrido del tren de mercancías hasta el puerto. Nunca se hizo público el
proyecto (de manera que no se pudieron presentar alegaciones en contra), ni
se informó a las personas propietarias de las casas y campos sobre su situa-
ción legal. Éstas recibían llamadas amenazadoras por parte de la empresa,
instándoles a abandonar sus casas el día antes del derribo.
– ZAL (Zona de Actividades Logísticas): implicó la expropiación y destrucción
de 732.000 m2 de huerta. Se hizo pública en 1994, impulsada por el Ayunta-
miento, la Generalitat, el Ministerio de Fomento y el Puerto. En base a él se
legitimaron como «necesarios» el resto de proyectos.

Estos proyectos locales están enmarcados dentro de planes de actuación a nivel


europeo, que responden a la división internacional del trabajo impuesta por la glo-
balización. La estructuración del mundo para el mercado se vertebra sobre las
superestructuras de transporte, y es aquí donde aparece la ERT (European Round
Table). Esta «Mesa Redonda de los Industriales» (creada en 1983), que reúne a las
46 multinacionales más poderosas de la Unión Europea (siendo, por tanto, el grupo
de presión más influyente), tiene como objetivo planificar y garantizar la creación
de las TEN (Trans European Network – Redes Europeas de Transporte): todo un
conjunto de infraestructuras comunitarias de transporte, energéticas y de teleco-
municaciones. En 1991 presentan un informe que consiste en cubrir de cemento y
alquitrán más de 13.000 km2, con 12.000 nuevos kilómetros de autovías y líneas de
TAV, 126 nuevos nudos de carreteras, superpuertos, ampliación de aeropuertos,...
toda una red vital para poner en marcha su política de «flujos tendidos» (basada en
que el almacenaje es mucho más caro que el desplazamiento de mercancías).
Una de las zonas de actuación de los planes de la ERT es el este de la Península
Ibérica, a partir del eje europeo E-7, en el cual se inserta el megapuerto de
Valencia, en comunicación con el resto de Europa.
120 Los pies en la tierra

Actualmente, la comercialización del territorio de La Punta está bloqueada, ya


que el SEPES (organismo público encargado de la expropiación y urbanización, y
actual propietario) y el Puerto no se ponen de acuerdo sobre el precio del suelo.
Esto tiene relación con el hecho de que las vecinas/os (en desacuerdo con la mise-
ria que recibieron por sus casas y campos) están ganando los recursos contencio-
sos interpuestos (es decir, los tribunales les dan la razón sobre la «ilegalidad» del
proyecto —recordemos lo que decíamos sobre la «política de hechos consumados»—).
Esto supone que el SEPES no puede pillarse los dedos poniendo precio al suelo, sin
saber la indemnización que deberá pagar a aquéllas.
Hoy por hoy, el Puerto ha reconocido públicamente que «se equivocaron», que
no había suficiente espacio para una ZAL, la cual —como todo el mundo sabía—
se está construyendo en Sagunto (la Dirección del Puerto de Sagunto es la misma
que la de Valencia).
De momento, pues, todos los proyectos están paralizados y no está muy claro
qué acabarán haciendo allí (por si a alguien no le había quedado clara la patraña
del «bien de interés general»), pero todo apunta a que llegará a convertirse en una
especie de «ZAL-Vip»: que por un lado se instalen empresas dedicadas a la redis-
tribución de mercancías (unas 70 de estas empresas «transitarias» están al acecho
de que se desbloquee la comercialización) y, por otro lado, despachos, hoteles,
zonas de ocio, viviendas para la gente que trabaje en la ZAL...
Entre convertirse en un gran puerto de pasajeros y deportivo (ya llegan tarde
para utilizar el territorio para su maldita Copa de América) o llegar a ser un
importante eje comercial (como presionan empresas como la monaquense
Grimaldi, o una gran compañía china que controla toda la dársena interior del
puerto —una enorme terminal de contenedores—), ahí anda la lucha de intereses.
La Punta era un pastel demasiado suculento para permitir que perteneciese a un
puñado de familias agricultoras, de manera que todas las autoridades y grupos de
presión implicados no dudaron en unificar esfuerzos y discursos para expulsarlas;
ahora bien, a la hora de repartirse el pastel, el conflicto está servido.
En cuanto a las famosas «casas de realojo» que la Administración se compro-
metió a construir para las personas afectadas por la ZAL, de momento sólo se han
construido unas 66 (también este proyecto está paralizado), las cuales además de
ser insuficientes, tienen un precio mayor del que han recibido la mayoría de veci-
nas/os por sus casas.
La Punta 121

10 A Ñ O S DE LUCHA POR SALVAR UN TERRITORIO Y UNA FORMA DE VIDA

Las vecinas/os de La Punta, desde el momento en que se enteraron «casualmente»


del proyecto de la ZAL, se organizaron en la Associació de Veïns/es La
Unificadora. Durante 10 años llevaron a cabo tanto una lucha legal para intentar
paralizar los proyectos como una lucha social.
Casi tres años antes de que arrasaran por completo con La Punta, se empieza
a dar la okupación de casas en la pedanía. No todas las personas llegamos a la vez,
fue algo progresivo. Desde la okupación de las primeras casas podemos decir que
vivimos casi dos años en una relativa calma, llevando a cabo proyectos como la
«cooperativa agrícola» o la de pan, y realizando multitud de actividades, tanto en
la pedanía como fuera de ella, para difundir la lucha de La Punta. Se llegaron a
ocupar 12 casas, entre unas 25 personas.
Desde el momento en que irrumpen las máquinas allí (por el proyecto de
RENFE), se suceden un año y varios meses de constante ocupación de la pedanía
por parte de las Fuerzas del Orden, desalojos casi diarios, agresiones, situaciones
de acoso y derribo... y por nuestra parte, la vigilancia constante de la zona (por el
día, defendiéndonos de la policía y los operarios; por la noche, de los chatarreros,
que venían a desvalijar las casas, enviados por la policía). Entre el derribo de la
primera casa y la última media un espacio de tiempo de un año.

Y ahora, ya entrando en materia (y siempre desde nuestra perspectiva, ya que los


ocho años anteriores de lucha en la pedanía no los vivimos), os explicaremos cómo
llegamos a La Punta
La Unificadora decidió emplear la estrategia de okupar las casas que habían
sido vendidas al Puerto (tan sólo 10 de las 200 que se veían amenazadas), a partir
de que hubo una primera orden de derribo; ante la imposibilidad de vigilarlas
todas, hacen un llamamiento para okuparlas de manera permanente (esto es,
acondicionarlas para vivir en ellas). En ese momento vieron claro que en cuanto
una de las casas fuera derribada, la degradación de la pedanía no tendría marcha
atrás (una claridad mental a tener en cuenta, ya que tenemos otros ejemplos en
Valencia, como el amenazado barrio del Cabanyal, en el que el derribo de casas
«con cuentagotas» va destrozando inexorablemente el barrio, ante la casi total
pasividad de las vecinas/os).
Hay que tener en cuenta la estructura de pedanía de huerta (tanto física como
mental), y el fuerte sentimiento de territorialidad y pertenencia (de hecho, inclu-
so a las vecinas/os que llevaban toda la vida allí, pero no habían nacido en La
Punta, les costó dejar de sentirse «extranjeras»). Con anterioridad, se había inten-
tado okupar una casa allí, sin obtener el respaldo vecinal. En cierta manera la
urgencia del momento, el descrédito de la lucha legal y la valoración de las fuer-
zas les lleva a «cambiar el chip» y depositar su confianza en gente nueva y en su
122 Los pies en la tierra

mayoría desconocida (esto se da gracias al contacto que algunas vecinas/os tenían


con gente del ámbito libertario en Valencia). La amenaza de la expropiación forzo-
sa, además, les avocó a replantearse su idea de sociedad democrática (muchas/os,
antes de vivir el conflicto en carne propia, eran votantes del PP), la actuación de
la policía, el hecho de que te puedan arrebatar tu casa sin más... (aunque también
es cierto que se daban algunos casos en que en las diferentes generaciones de una
misma familia ya se había vivido procesos expropiatorios).

UNA COOPERACIÓN SINGULAR: VECINAS/OS Y OKUPAS EN LA PUNTA

La «acogida» de la gente que fuimos llegando a La Punta la llevaron a cabo unas


cuantas personas concretas de la «junta directiva» de la Associació, sobre todo en
las primeras okupaciones, en las que un representante de La Unificadora estaba
con nosotras/os para constatar ante la policía que era la propia Associació la que
llevaba a cabo esa okupación y, dicho sea de paso, para ayudarnos en los trabajos
de albañilería, fontanería, etc., para acondicionar la casa. Esta misma gente nos
abrió sus casas de par en par para todo lo que necesitásemos.
Con el resto del vecindario, en principio más reacio a la gente nueva, tuvimos
un acercamiento progresivo, por la convivencia cotidiana (mencionar nuestro tra-
bajo en los huertos como uno de los factores que les motivaron a acercarse a noso-
tras/os). No quisiéramos sin embargo idealizar la relación con las vecinas/os; hubo
de todo: encuentros, desencuentros, simpatías y antipatías, momentos de mucha
tensión y también de divertirnos a saco (entre nosotras/os, entre ellas/os, y todas
juntas/os). Como en cualquier barrio, quizás, sólo que en éste, por la lucha existen-
te y por el hecho de que fuimos a vivir allí porque ellas nos llamaron, todo se vol-
vía especialmente intenso.
Creemos que, en un primer momento, las vecinas/os pensaron en nosotras/os
como una «herramienta», y se toparon con personas, con nuestras peculiaridades,
nuestros perros, nuestro carácter y nuestra manera de entender la lucha... No
resultará difícil comprender la complejidad de este batiburrillo y los choques que
llegamos a tener una gente con la otra. Además, está el tiempo que tardamos en
llegar a conocernos y entender mutuamente cómo funcionábamos. Suponemos que
creían que éramos personas más organizadas y que teníamos un pensamiento más
unánime, cuando la realidad es que allí fuimos llegando cada persona por motivos
diferentes; muchas nos conocíamos pero otras no, y a las que escribimos esto no se
nos caen los anillos si hablamos de inexperiencia. Al menos nosotras sentimos
como un rasgo significativo que llegamos a la pedanía muy jóvenes (de hecho,
sobre todo al principio, existía una actitud maternalista por parte de las gentes de
allá, que nosotras/os asumíamos). Es cierto que habíamos okupado antes, pero
nunca nos habíamos visto envueltas en un proceso expropiatorio tan salvaje (tam-
La Punta 123

poco las vecinas/os); y la mayoría de nosotras/os veníamos a instalarnos en un


medio muy rural, cuando siempre nos habíamos manejado en ambientes más
urbanos.
Recordamos que nos costó mucho entender sus esquemas mentales, el lengua-
je sutil que subyace en lo que se dice, en lo que se calla, en la interpretación de los
actos y las palabras... y sabemos que a la inversa les ocurrió algo parecido; de
hecho, fueron numerosos los malos entendidos que nos llevaban de cabeza.
Nuestra manera de entender la lucha (que, como decimos, no era muy unáni-
me) y la suya fue uno de los choques que no llegamos a solventar nunca. Al ser la
Associació la que «oficialmente» okupaba las casas, pensaban que toda decisión
(por pequeña que fuese) debía ser consensuada con la «junta directiva» y que, si
bien podíamos discutir sobre planes de actuación, básicamente debíamos acatar la
línea que la Associació iba decidiendo llevar. Esto nos hacía sentirnos personas
«extranjeras», que habíamos llegado las últimas y no teníamos poder de decisión
ni autonomía sobre las formas de resistencia en nuestras casas, de las cuales no
éramos «propietarias», ni sobre el tipo de acciones a realizar dentro y fuera de la
pedanía.
En cuanto a la estructura formal de organización, La Unificadora aglutinaba a
casi todas las vecinas/os que habían decidido oponerse frontalmente a los proyec-
tos que les amenazaban (frente a la otra asociación, AfecZal, que reunía a unas
pocas personas propietarias que sólo pretendían sacar mayor provecho económico
de la expropiación). Las decisiones eran tomadas en su mayoría por la «junta direc-
tiva» (mientras que el resto de gente, por edad o por pasividad, delegaba en ella).
En la práctica, estas personas eran las que se desvivían por la lucha de La Punta.
Remarcamos que casi en su totalidad eran mujeres, que no sólo asumían la llama-
da «doble jornada laboral» (el trabajo y el cuidado de la casa y la familia), sino una
«triple jornada» (todo lo anterior, mas el trabajo sin tregua de la Associació)13.
Por nuestra parte, al poco tiempo de llegar, tuvimos la necesidad de crear nues-
tra propia «Assemblea de Cases Vigilades» como una herramienta para mantener
nuestra autonomía. A este nivel más estructural, tenemos una visión bastante
desastrosa de cómo nos organizamos. A las vecinas/os, mayoritariamente, no les
pareció bien esta separación de «asambleas»; vieron con desconfianza que tuviése-
mos reuniones al margen de ellas/os, ya que, debido a las circunstancias de máxi-
ma tensión, toda decisión sobre lo que se iba o no a hacer podía tener consecuen-
cias muy trascendentales para todas las personas que vivíamos allí y para el des-

13. Para más información sobre la realidad de las mujeres de la huerta de La Punta y su partici-
pación en la lucha en defensa del territorio, consultar el artículo «En la aldea de La Punta, sus
habitantes resisten ahora y siempre al invasor», de la revista Mujeres Preokupando, n.º 6 (también
en internet: www.nodo50.org/xarxafeministapv; buscar «xarxa autònoma de feministes nòmades»,
«Mujeres Preokupando»).
124 Los pies en la tierra

enlace de la lucha. Ellas/os veían que sus reuniones estaban abiertas a nuestra
participación, mientras que las nuestras eran «cerradas», y nosotras/os sentíamos
que en sus asambleas podíamos tener voz, pero no voto. También veíamos que
necesitábamos un espacio en el que nos sintiésemos más autónomas/os y pudiéra-
mos expresarnos con mayor libertad.
En nuestra asamblea, una vez más, «lo urgente» se comía a «lo necesario»; esto
es, la rapidez y la intensidad de todo lo que iba aconteciendo nos hizo desatender
la forma misma de la asamblea: la escucha, la participación de toda la gente, las
maneras de llegar a acuerdos, la validez que le otorgábamos a las decisiones...
Ahora, desde la distancia, pensamos que deberíamos haberle dedicado más tiem-
po y esfuerzo a estas cuestiones, pero la realidad en ese momento nos desbordaba.
Las vecinas/os hicieron un intento de «puente» entre las dos asambleas: propu-
sieron que varias personas, a su elección, de la Assemblea de Cases Vigilades pasa-
ran a formar parte de la «junta directiva». A la mayoría de nosotras/os no nos
gustó, porque no queríamos participar de esa estructura jerarquizada, lo cuál tam-
poco significaba que no quisiéramos estar en comunicación y discusión con ellas/os.
Hablando a grandes rasgos (porque la realidad era tan compleja como lo éramos
cada persona de las que participamos en la lucha de La Punta), había entre noso-
tras/os tres formas de vivir la historia: un grupo de gente que solía estar de acuer-
do con las decisiones de las vecinas/os y que abogaba por incluirnos en su estruc-
tura; otro, que pretendía tener la mayor autonomía posible, y que en cierta mane-
ra veía incompatibles las maneras de trabajar; y otro que nos encontrábamos en el
medio, que muchas veces no estábamos de acuerdo con las vecinas/os (en formas o
en contenidos), pero que veíamos necesario discutir constantemente, si hacía falta,
para llegar a entendernos mutuamente y romper con la barrera okupas/vecinas, a
fin de hacernos fuertes contra la invasión.
De todas formas, a pesar de las desavenencias y porque la realidad nos supe-
raba constantemente, aunque hubiésemos tenido un gran conflicto o una discusión
acalorada, a la hora de la verdad todas/os respondíamos y hacíamos «piña».
Creemos que las situaciones críticas y difíciles nos unieron; también, el hecho de
que poca gente de la ciudad respondiera in situ a las agresiones en La Punta hacía
que nos valorásemos mutuamente y supiéramos que estábamos ahí para lo que
hiciera falta. Tenemos recuerdos muy entrañables de vecinas/os con las que no
acabábamos de llevarnos bien, pero que ante persecuciones de la policía no duda-
ron en meternos en sus casas y enfrentarse a ellos negándoles la entrada; o cómo
nos movilizábamos toda la gente para apoyar a alguien que acababa de ser desalo-
jada/o... También recordamos momentos en que las vecinas/os no respondieron
como hubiésemos esperado, y sabemos que a la inversa les ocurrió lo mismo.
En todo caso, sí que llegamos a tener un sentimiento común con las vecinas/os:
que la lucha de La Punta era prioritaria en nuestras vidas. En ese momento era
lo único que existía en el mundo. Una complicidad que nos unió a la gente que viví-
La Punta 125

amos allí, pero que quizás nos alejó del resto de personas que acudían de vez en
cuando, a las cuales sentíamos, ahora nosotras/os, como extranjeras que no podían
entender lo que estaba sucediendo porque no se desvivían por La Punta.
En los últimos tiempos vivimos situaciones muy surrealistas, de verdadera
locura. Ante todo este panorama, para bien y para mal, todo lo que hacíamos nos
salía de las entrañas. Esto, aunque nos llevó a realizar algunas meteduras de
pata, por hacerlo todo en caliente y desde la urgencia, nos dio mucha fuerza.

ALGUNAS CONSECUENCIAS DE NUESTRA ESTRATEGIA DE RESISTENCIA

En cuanto a la respuesta represiva al conflicto de La Punta, teníamos la sensación


(o más bien la tenemos ahora, desde la distancia) de que «no podían con La Punta»;
si bien es cierto que nos desalojaron a toda la gente y arrasaron la pedanía, tarda-
ron mucho más de lo que tenían previsto, con las pérdidas económicas que eso
implica y la «mala prensa» que les acarreó. Además, no consiguieron imponernos
grandes castigos judiciales, debido en parte a que existía una red social de apoyo
a La Punta. De hecho, los juicios (por usurpación, desobediencia, resistencia...) o
bien se han archivado o se nos han impuesto multas no demasiado escandalosas,
porque les convenía invisibilizarnos al máximo, como si no hubiese sucedido nada.
Ahora bien, años después de que acabasen con la pedanía, han tratado de respon-
sabilizar civil y económicamente a La Unificadora por los numerosos desalojos en
los que tuvieron que intervenir las Fuerzas del Orden.
El hecho de que tras nuestras okupaciones y nuestras acciones tuviésemos a la
Associació de Veïns/es nos dio una protección inexistente en otros lugares. En los
últimos tiempos, se vivía un clima enrarecido en Valencia; se veía venir que trata-
ban de organizar un montaje jurídico-policial y mediático, y no es casualidad que,
al acabar con La Punta, se sucedieran episodios de la «crónica de un montaje
anunciado»: detenciones y «enmarronamientos» tras una manifestación del parti-
do ultraderechista España 2000, desalojo del CSO Malas Pulgas (el Cabanyal) y
encarcelamiento, tras unas acciones contra inmobiliarias en el barrio del
Cabanyal, de cuatro personas. Está claro que en La Punta no tenían «carta blan-
ca» para cebarse con nosotras/os y que fueron preparando el terreno para un
momento más propicio (de hecho, el extensísimo informe policial del «Caso Malas
Pulgas» está plagado de alusiones a La Punta, en un intento de relacionarlo todo
e implicar a más gente en «marrones» anteriores).
Así, la especie de «simbiosis» que se dio en La Punta fue ésta (además del inter-
cambio a nivel humano, de conocimientos, etc.): las vecinas/os nos sirvieron de
«colchón», y nosotras/os a ellas/os de «balón de oxígeno», ya que llegamos en un
momento en que se encontraban agotadas/os. Creemos que la valoración de casi
toda la gente es que «ojalá hubiésemos llegado antes». De hecho, nosotras/os no
126 Los pies en la tierra

tuvimos tiempo de vivir La Punta con tranquilidad y consolidar los proyectos que
estaban naciendo. Aun así, el tiempo que estuvimos allí fue muy intenso, viviendo
de manera muy colectiva, aprendiendo de nosotras mismas/os, de las vecinas/os,
de la vida en la huerta, de lo complicado de la convivencia, de afrontar situaciones
que sobrepasan los límites emocionales y físicos, de creer en algo y luchar por ello.
...Después de La Punta, aunque nos duela, ha habido un alejamiento entre
muchas/os de nosotras/os, y también entre las vecinas/os (dispersadas/os y reco-
menzando su vida como y donde buenamente han podido), y de nosotras/os respec-
to a ellas/os.

UNA EXPERIENCIA QUE NOS HA ENSEÑADO MUCHAS COSAS

En cuanto al aprendizaje que de esta experiencia se pueda sacar de cara a otras


situaciones similares, queremos incidir en los últimos momentos, cuando las
máquinas penetraron en la pedanía y comenzó su destrucción. Cuando imaginába-
mos hipótesis sobre cómo actuarían, pensábamos que intentarían acabar con todo
lo antes posible; que quizás sitiarían la zona con un despliegue policial brutal, ya
que no podía interesarles estar en el candelero de la opinión pública demasiado
tiempo. Sin embargo, claramente utilizaron la «estrategia de desgaste», de hosti-
gamiento constante, pero actuando con contundencia cuando les era propicio.
Había muchas casas y campos que vigilar (aun cuando no todas las órdenes de
derribo fueron simultáneas). Ahí nos quemamos, se acumulaba el cansancio y la
tensión. Hay que tener en cuenta que nosotras/os somos «personas», con un límite
físico y psicológico, mientras que nos enfrentábamos a una «maquinaria comple-
ta», y con la ventaja por su parte de que ellos deciden cuándo, mientras nosotras/os
esperamos: como siempre, nos vimos inmersas en la vorágine de la «acción-reac-
ción», y aunque lo viésemos claro en ese momento, su superioridad y nuestro des-
gaste no nos permitía adelantarnos demasiado. Quizás sea muy difícil, en una
situación semejante, no sentirse desbordadas/os e incapaces de mirar mucho más
allá del mañana inmediato; pero sería muy interesante, si una experiencia similar
se repite, tener en cuenta esta «estrategia de desgaste», prepararse psicológica-
mente —por si esto se prolonga en el tiempo— y también físicamente, quizás
haciendo un llamamiento más masivo a que la gente acuda cuando los desalojos
empiecen, y preparando esta campaña mucho antes y no en el último momento.
En este sentido hicimos algún intento, tanto con gente de Valencia más o
menos afín a nosotras/os como de otras partes del Estado, pero —siendo sinceras—
chocábamos constantemente con el hecho de que, si con nosotras/os las vecinas/os
no habían llegado a clarificarse en cuanto a líneas de actuación unitarias, les daba
bastante miedo que otra gente que ni siquiera conocía la idiosincrasia de la peda-
nía acudiera masivamente y actuara por cuenta propia, implicando al resto como
La Punta 127

un todo indisoluble. En concreto esto nos causaba bastante frustración, ya que a


la hora en que tuvimos que hacer frente al hostigamiento diario de la policía, los
obreros, los ingenieros..., no habíamos logrado llegar a acuerdos, ni mucho menos,
con lo cual era muy difícil solicitar el apoyo de gente de fuera, porque no quedaba
claro qué pedirles que hiciesen; y, además, tras las interminables jornadas de vigi-
lancia, se sucedían asambleas (o reuniones más informales) muy tensas y en las
que perdíamos muchísima energía en los conflictos internos.
Aunque se contaba con bastante apoyo social, en la práctica la gente que estu-
vo allí físicamente para lo que hiciese falta no era tanta, y eran muchas las cosas
a hacer: resistencia física en las casas y campos; seguir, en la medida de lo posi-
ble, con los proyectos para no dejarles acabar con la vida de la pedanía; la difusión
y las acciones de cara a la ciudad, etc. Así, ocurría que prácticamente toda la gente
estábamos en casi todo (también porque «desde las entrañas» nos resultaba difícil
no estarlo), con cierta desorganización (y cuanta más tensión y más urgencia,
tanto más difícil se volvía organizarse bien), y sin parcelar demasiado los campos
de actuación, aunque en cierta manera esto surgía espontáneamente. Acabamos
desarrollando una especie de «mecanización» en determinadas situaciones que
antes nos costaban horas de asambleas, de manera que cada persona intentaba
encargarse de tareas en que no era necesaria la participación de todas las demás,
aunque normalmente más por decisión propia que asamblearia. De todas formas,
es cierto que las estrategias se redefinían constantemente, y eso suponía un
esfuerzo continuo de replantearnos formas nuevas de acción.
Con todo esto, y viendo las experiencias vividas en otros lugares (como la lucha
de Itoiz), pensamos que habría sido interesante delegar ciertas tareas en gente de
total confianza en Valencia, menos estresada y más «especializada», como por
ejemplo el «tema prensa»: decidir a priori qué medios de comunicación o contrain-
formación queríamos utilizar y cómo, y delegar todo lo referente a ello en alguna/s
persona/s de Valencia (en comunicación constante con nosotros/as), en lugar de la
eterna discusión sin conclusión de «prensa sí/prensa no», para acabar sujetas/os al
vaivén de los intereses periodísticos (que han llegado a decir que «cuando haya
heridos les llamemos»).
También queremos remarcar que la reacción de las vecinas/os ante el monstruo
de la especulación, su constancia, su apertura y su fuerza, es algo más bien insó-
lito en un proceso expropiatorio (y se nos hace inevitable pensar, por la realidad
en Valencia, que va a ser difícil que vuelva a darse una resistencia tan activa como
la que allí se dio). A pesar de las enormes dificultades, creemos que fue muy posi-
tivo el intento de abrirnos mutuamente para luchar toda la gente junta contra la
especulación.
...Ha sido difícil la redacción de este artículo, tratar de desenredar la maraña de
vivencias, sentimientos, recuerdos... y resumirlo todo en unos cuantos folios de
manera coherente, a pesar de que la realidad nos muestra lo contradictoria y com-
128 Los pies en la tierra

pleja que es, y más cuando tratamos no sólo de aclararnos nosotras mismas/os, sino
de salir del «gueto» y organizarnos con gente tan diferente. Por nuestra parte, decir
que volveríamos a vivirlo de nuevo tal cual fue. Quizás después de La Punta se ha
producido una brecha espacio-tiempo que ha enfriado ese calor generado allí, pero
esperamos que esta experiencia no se desdibuje en una «amnesia colectiva» y poda-
mos aprender de los errores cometidos, y también de los aciertos. La Punta nos hizo
crecer como personas y hacernos fuertes, individual y colectivamente, y detrás de
la defensa de las casas y la tierra (y a pesar de que finalmente arrasaron con la
pedanía), está la lucha por la dignidad que nunca pudieron arrebatarnos.
...¡Que nos quiten lo bailao!
L’HORTA VIVA!!!
Enredados/as para transformar(nos)
La experiencia de la Xarxa Agrecològica de Catalunya
Joan Domènech, Marta Terrassa, Sigrid Muñiz y Guillem Tendero
(miembros de la XAC)

INTRODUCCIÓN AL TERRITORIO1

Cataluña ocupa 32.000 km2 y alberga unos 6,8 millones de habitantes. Durante
las dos últimas décadas, las políticas impulsadas desde el Govern de la Generalitat
y desde el Ayuntamiento de Barcelona han promovido la plena incorporación del
territorio catalán a la economía globalizada. El intento (fallido) de convertir
Barcelona en la capital del sur de Europa ha multiplicado por dos la superficie
urbanizada en veinte años (el suelo urbanizado crece en Cataluña a un ritmo de
1.000 ha por año) y ha delineado dos macrozonas geográficas y administrativas
alrededor de la ciudad: el Área Metropolitana de Barcelona (AMB: 36 municipios
y 3,2 millones de personas) y la Región Metropolitana de Barcelona (RMB: 164
municipios y 4,7 millones de personas). Actualmente, el 70% de la población cata-
lana vive concentrada en el 10% del territorio que engloba la RMB.
La nueva escala operativa de la metrópoli-empresa implica someter más inten-
sivamente un área cada vez más extensa. El Pla Estratègic Metropolità, la primera
versión del cual fue elaborada en 2002, establece la ejecución de 51 grandes proyec-
tos de remodelación (infraestructuras de comunicación, promoción económica, pro-
yectos de investigación y tecnología y saneamiento ambiental) y la construcción a su
alrededor de cerca de 19 millones de m2 de techo de distintos usos. Un buen ejemplo

1. Los datos que contiene esta introducción han sido extraídos, en su mayoría, del libro colectivo
Barcelona, Marca Registrada (Ed. Virus, Barcelona, 2004), de la Guia de la Barcelona Insostenible
(Ecologistes en Acció, Barcelona, 2004), del material editado en 2005 con motivo de la campaña
barcelonesa contra la violencia inmobiliaria y urbanística (www.sitesize.net/coordinadoraraval-
/dossierviolenciaimmobiliaria/dossierviolenciaimmobilia.htm), del IDESCAT (www.gencat.es) y del
informe La coexistencia imposible (PTF!, Assemblea Pagesa y Greenpeace, 2006).
130 Los pies en la tierra

es el Pla Delta del Llobregat, que incluye obras como la ampliación del puerto de
Barcelona y del aeropuerto del Prat, el desvío del curso del río Llobregat, la construc-
ción de la depuradora más grande de Europa o «mejoras» en la autovía del Llobregat
y la Pota Sud. Con una inversión de 4.400 millones de euros, representa la destruc-
ción definitiva del delta, su agricultura y sus reservas naturales y zonas húmedas
(entre 1993 y el año 2000 el delta perdió 2.500 hectáreas de cultivos).
En octubre de 2005, la Generalitat aprobó el Pla de l’Energia de Catalunya.
Entre otras actuaciones, éste prevé para el periodo 2006-2015 la construcción de
ocho nuevas centrales térmicas de ciclo combinado, la generación de 4.500 MW en
centrales de régimen especial (parques eólicos e incineradoras; en su mayoría en
la provincia de Tarragona, Cataluña central y Empordà) y una autopista eléctrica
de Muy Alta Tensión (MAT) que conectará el sur de Francia con el norte de
Cataluña para llevar el excedente energético nuclear francés a la Península y al
norte de África. Por otro lado, antes de que acabe este año 2006, la Generalitat pre-
tende aprobar el Pla d’Infraestrucutres del Transport de Catalunya (2006-2026).
Considerando en su conjunto las infraestructuras viarias construidas en las déca-
das anteriores gracias al consenso olímpico (Túnels de Vallvidrera, Rondes, etc.) y
las que, de acuerdo con el mencionado plan, pretenden implementar en los próxi-
mos 20 años (Vial de Cornisa, Túnel d’Horta, Quart Cinturó, 1.500 km de nuevas
autovías, implantación de una «amplia» red ferroviaria de alta velocidad...), llega
hasta a sorprender la absoluta vigencia del proyecto franquista de la «Gran
Barcelona», del cual es heredero el imperecedero Plan General Metropolitano de
Barcelona, aprobado en 1976.
En el plano económico, Cataluña vive un proceso de creciente terciarización
con especial protagonismo del subsector relacionado con los servicios a la produc-
ción (logística, informática, electrónica, publicidad y relaciones públicas). El 62,1%
de la «población activa» trabaja en el sector servicios (80,5% en el caso de
Barcelona), mientras que el 24,3% lo hace en una industria que se ha desplazado
desde Barcelona ciudad hacia el AMB y la RMB, donde ocupa el 20% del suelo
urbanizado. Siguiendo con los usos del suelo, destacan las cerca de 90.000 ha de la
RMB destinadas a usos urbanos y periurbanos, o el hecho de que 26% de la super-
ficie total del AMB esté catalogada como suelo urbanizable. Así las cosas, de acuer-
do con la Agencia Europea de Medio Ambiente, la RMB es una de les regiones
europeas con más problemas derivados de la hiperurbanización del territorio.
En el centro de la conurbación, mientras tanto, el Ayuntamiento de Barcelona
vende literalmente la ciudad a las promotoras (entre el año 2000 y el 2003 ingresó
cerca de 200 millones de euros gracias a la venta de suelo público), a la vez que la
convierte en vedado para las compras y los negocios. La concertación público-priva-
da, la especulación urbanística, la violencia inmobiliaria y el brutal incremento del
precio de la vivienda se revelan como instrumentos básicos del nuevo urbanismo
depredador: destrucción y reconstrucción sistemática de los barrios históricos y del
Enredados/as para transformar[nos]: la XAC 131

patrimonio construido, y expulsión hacia la periferia de la población con rentas


bajas y de la conflictividad. Durante 2002 hubo, sólo en Barcelona, 3.675 desahu-
cios, habiendo en el municipio unos 100.000 pisos vacíos (aproximadamente el 13%
del parque total de la ciudad; en 2001 el número total para la provincia de
Barcelona era de 300.000). A la vez, paradójicamente (especialmente si tenemos en
cuenta que hace diez años que casi no crece la población) cada año se construyen en
Cataluña unas 90.000 nuevas viviendas (entre 1996 y 2003 el consumo de cemento
aumentó un 80%). Hay que reseñar, además, la emergencia de dos nuevos fenóme-
nos turísticos de masas con gran incidencia sobre la polarización del territorio:
turismo de compras y negocios en una Barcelona convertida en «la tienda más gran-
de del mundo» (las empresas turísticas aportan más del 20% al PIB de una ciudad
que prevé haber doblado la oferta hotelera en el periodo 2000-2007); y turismo rural
en las comarcas interiores, del pre-Pirineo y del Pirineo.
Por lo que atañe a la cuestión agrícola, hacia los años ochenta, a diferencia de
otras regiones del Estado, el proceso de modernización de la agricultura catalana y
la subsiguiente destrucción de los modos de vida campesinos se encontraban ya en
una fase avanzada. Dos elementos han caracterizado la continuación de este proce-
so hasta hoy. Por un lado, la urbanización de los estilos de vida propios del medio
rural: pautas de consumo, ocio y movilidad (en el periodo 2004-2007 está prevista
la construcción de 35 nuevos grandes complejos comerciales en Cataluña), terciari-
zación de la economía con especial protagonismo del subsector de los servicios agra-
rios (seguros, finanzas, subcontratación...), aparición de la especulación inmobilia-
ria ligada al turismo y al fenómeno de la segunda residencia, etc. (entre 1991 y 2002
el precio de la vivienda en Cataluña aumentó un 106%). Por otro lado, la acentua-
ción de la modernización agrícola y la continua reestructuración del sector.
Más allá del paradójico discurso de la calidad, el enfoque superproductivista de
la Generalitat y la implementación de la Política Agraria Comunitaria de la UE
(subvenciones a la exportación, intensificación en capital, hiperespecialización de
los territorios,...) han seguido vaciando el campo catalán de agricultores (el núme-
ro de explotaciones agrarias se ha reducido a más de la mitad en 20 años pasando
de 127.000 en 1982 a 60.436 en 2003) y nos han legado un medio rural empanta-
nado en una profunda crisis estructural: excedentes sin salida de frutos secos y de
uva en la provincia de Tarragona; una tercera parte de las aguas subterráneas
contaminadas por nitratos (en Cataluña hay oficialmente 6,5 millones de cerdos,
principalmente en las provincias de Lérida y Gerona y en la Cataluña central);
proliferación de invernaderos de horticultura intensiva en la costa central y, a
modo de colofón, un océano verde de maíz transgénico en lo que un día había sido
el secano de Lérida.
Cataluña es, junto con Aragón, la Comunidad Autónoma con más transgénicos
del Estado. De las 70.000 ha de maíz MG que se estima fueron sembradas en el
Estado en el 2005, el 24,53%, unas 17.170 ha, se sembraron en Cataluña. De éstas,
132 Los pies en la tierra

el 87,5%, unas 15.024 ha, fueron sembradas en la provincia de Lérida. A pesar de


que el número de casos de contaminación genética de la producción ecológica y la
convencional que salen a la luz aumenta año tras año (en 2005 pudieron ser detec-
tados nueve nuevos casos en Cataluña y Aragón), el Govern tiene previsto aprobar
antes de que acabe 2006 un decreto catalán de coexistencia entre cultivos transgé-
nicos, convencionales y ecológicos, que viene a ser la sentencia de muerte de la
agricultura ecológica: su objetivo político es legalizar la política de imposición
silenciosa, la expansión desbocada de la agricultura transgénica y la generaliza-
ción del fenómeno de la contaminación genética en Cataluña.

ANTECEDENTES Y EMERGENCIA DEL MOVIMIENTO


AGROECOLÓGICO CATALÁN2

Hacia finales de los setenta y durante la década de los ochenta, actores diversos
articularon por primera vez en Cataluña distintas versiones de la agricultura eco-
lógica (a partir de ahora, AE) moderna, contribuyendo de forma significativa en la
concreción de su primera etapa de expansión en el Estado (la gran mayoría de las
concepciones de AE a las que aquí nos hemos referido coinciden plenamente con lo
que muchas entendemos hoy día por agroecología, la cual llamaremos, a partir de
ahora, Ae). Los primeros grupos de neorrurales que deciden largarse al monte
(Alta Garrotxa, Gallecs...) practican una AE orientada al autoabastecimiento. En
1974 aparece Vida Sana, la primera asociación del ramo; empieza con trabajo de
divulgación y, en 1981, emprende la actividad de certificación. En 1983 se crea la
CAE (Coordinadora d’Agricultura Ecològica), la primera iniciativa catalana de
acercamiento entre agricultores, consumidores y técnicos ecológicos. Poco después,
surgen las primeras cooperativas de consumo ecológico (la primera fue El Brot,
Reus, 1986; la segunda El Rebost, Gerona, 1988). Juntos, estos distintos actores
perfilaron una nueva tipología de relación consumidor-productor desde la que
sería posible avanzar hacia la construcción de alternativas autogestionarias al
modelo agroalimentario industrial.
En la primera mitad de la década de los noventa (segunda etapa de expansión
de la AE en el Estado) comienza el periodo de más fuerte crecimiento del sector.
Éste coincidió con el comienzo de la deriva de la AE hacia su plena integración en
el entramado capitalista y con los primeros y tímidos apoyos institucionales. En
1989 se crean los CRAE (Consejos Reguladores de la Agricultura Ecológica de

2. Los datos que aparecen en este apartado provienen, en su mayoría, del fanzine El Brasero
(Desafinando, 2003), de numerosas revistas y páginas web, entre las que destaca la del CCPAE
(www.ccpae.org), y de las inestimables aportaciones de Albert Ferré (Món Verd) y Martí Rosell
(Feixa Verda), entre otros.
Enredados/as para transformar[nos]: la XAC 133

ámbito estatal) y en 1994, tras la transferencia a las CCAA de la competencia de


designar una autoridad de control, se crea el CCPAE (Consell Català de la
Producció Agrària Ecològica). En 1989, la Escola Agrària de Manresa empieza a
organizar encuentros entre agricultores ecológicos y, un año después, programa
los primeros cursos sobre AE y energías renovables (en 1995 dobla los cursos
impartidos en estas materias, labor que seguirá desarrollando hasta nuestros días
convirtiéndose en uno de los referentes estatales en cuanto a la divulgación y la
formación en AE). En 1992 surgen en Cataluña dos proyectos cooperativos de dis-
tribución de productos ecológicos (Món Verd desde la divulgación y el consumo, y
Hortec desde el ámbito de la producción) y, en 1994, aparece en Barcelona la coo-
perativa autogestionaria de consumo Germinal. A todo esto, el espacio de coordi-
nación entre los grupos de consumo catalanes articulaba una de sus primeras rei-
vindicaciones: tener representación en el órgano decisorio del consejo regulador. A
finales de los noventa nace Ecoconsum, al legalizarse el mencionado espacio de
coordinación, y en el año 2000 los grupos de consumidores obtienen la presencia
de pleno derecho en el CCPAE aprovechando la Ley 15/2000, aprobada para dotar
al consejo catalán de personalidad jurídica propia. Tal modificación, sin embargo,
en la práctica dejó intacta la dependencia del CCPAE respecto el DARP
(Departament d’Agricultura, Ramaderia i Pesca) y, en base a la proporcionalidad
de la representación, aseguró la hegemonía del talante productivista en su seno.
Desde finales de los noventa, comienza una tercera etapa de expansión de la
AE que se caracterizará por el fuerte crecimiento del sector y que confirmará
Cataluña como una de las regiones punteras del Estado. Entre 1995 y 2004 la
superficie registrada como de cultivo ecológico en territorio catalán se multiplicó
por 11,5, llegando a las 56.368 ha y situando Cataluña como la cuarta comunidad
autónoma en superficie cultivada (7,69% de la superficie certificada estatal). Ese
mismo año 2004 ocupó el séptimo lugar por lo que se refiere al número de produc-
tores (667), contó con el mayor número de elaboradores (336) y de importadores
(22), y fue la segunda comunidad en cuanto al número de explotaciones ganaderas
inscritas en el registro (345).
Paralelamente, durante este mismo periodo y especialmente a partir del año
2000, empieza a gestarse la incipiente emergencia del movimiento agroecológico
catalán. Tiene lugar, sobre todo en el AMB, una proliferación espectacular de nue-
vas experiencias y colectivos agroecológicos: aparecen numerosas comunidades y
centros sociales rurbanos (Kan Pasqual, Kan Kadena, Can Masdeu, Can Bee,...);
proyectos productivos de hortalizas (La Kosturica, en el año 2000), pan y cerveza;
bancos de semillas autogestionados (el primero, Ecollavors, surgió en 1998 en la
Garrotxa), la asociación Amics de l’Escola Agraria de Manresa (su nacimiento, en
1998, fue promovido por miembros de la antigua CAE; en 1999 empiezan a editar
la revista Agro-cultura y en 2004 crean L’Esporus, Centre per a la Conservació de
la Biodiversitat Conreada); los primeros colectivos de activismo agroecológico, pri-
134 Los pies en la tierra

mero en el ámbito universitario (La Cuca Fera en la UAB) y poco después en el


marco de la lucha contra los transgénicos (grupo de apoyo a la Caravana
Intercontinental de 1999, promovida por la AGP —Acción Global de los Pueblos—
y el KRRS indio); huertos urbanos okupados (Aquí me planto, Hortet de Sta.
Eulàlia,...); multitud de plataformas regionales en defensa del territorio... Se crean
decenas de nuevos grupos autogestionarios de consumo (actualmente hay en
Cataluña unos 25 grupos que suman unas 1.000 unidades familiares o de compra)
y surgen, desde el ámbito rural, experiencias de organización que rompen con Unió
de Pagesos-COAG (sindicato agrario mayoritario en Cataluña) y con el modelo de
sindicalismo agrario servil y vertical: en marzo de 2002, se crea la Assemblea de
Pageses i Pagesos Ecològics de Catalunya (APPEC) y en junio de ese mismo año
nace la Assemblea Pagesa de la Noguera (AP). Por último, algunas de las ONGs
más combativas, relacionadas con luchas campesinas de la periferia, la coopera-
ción para el desarrollo, el consumo y la alimentación (Grup de suport al MST,
Col·lectiu Zapatista, Veterinaris sense Fronteras, Entrepobles, SodePau, Xarxa de
Consum Solidari...) asumen el discurso de la soberanía alimentaria y empiezan a
hacer sensibilización agroecológica en el ámbito local.
A la hora de explicar la mencionada gestación del movimiento agroecológico
catalán, es preciso considerar al menos dos elementos clave, interrelacionados
entre sí. Por un lado, el creciente calado popular en Cataluña de las ideas y las
prácticas anticapitalistas en general y de la cultura de la autoorganización en par-
ticular; un proceso que comenzó —en su versión actual— en la década de los
noventa y que implosionó a partir del año 2000 con la emergencia del movimiento
antiglobalización. Por otro lado, la creciente precarización mercantil de las condi-
ciones de supervivencia y la subsiguiente centralidad y relevancia de las luchas
que persiguen la transformación de la sociedad, a partir de la liberación de lo que
es más básico y cotidiano: las relaciones interpersonales y con el entorno o la cues-
tión de la alimentación, entre otras.
En este contexto particular, movidos por la necesidad y la alegría de romper
con el aislamiento, buscar alianzas y sumar fuerzas, actores de ámbitos diversos
protagonizaron un particular proceso de convergencia. En abril del 2002, durante
la vigésimosegunda edición de la Fira de la Terra de Barcelona, se improvisó una
asamblea que sería el embrión de la Xarxa Agroecològica de Catalunya (en ella
participaron agricultores de la APPEC y de la futura Assemblea Pagesa, miembros
de algunas de las ONGs ya citadas, gente de las cooperativas de consumo, de pro-
yectos productivos, de la universidad y del ámbito neorrural y rurbano). Siete
meses después, más de cien personas acudían al primer plenario de la Xarxa.
Enredados/as para transformar[nos]: la XAC 135

UN ESPACIO AGROECOLÓGICO DE CONFLUENCIA DE ÁMBITO CATALÁN

La masiva asistencia al primer plenario de la Xarxa (Barcelona 2002) no impidió


que ya en ese primer encuentro perfiláramos los contornos y las formas que iría
tomando la red. Concretamos y, en parte, empezamos a cumplir los objetivos que
le dan sentido y utilidad (divulgación, difusión, reivindicación, autoformación,
apoyo mutuo, coordinación entre experiencias de producción y consumo, conver-
gencia...). Definimos la periodicidad y el carácter que tendrían los encuentros (un
plenario cada seis meses más una acción conjunta anual). Creamos las primeras
comisiones de trabajo (acceso a la tierra, campañas locales, campañas globales,
acercamiento productor-consumidor y autoformación; de éstas, sólo la primera no
tuvo continuidad, mientras que las otras cuatro siguen trabajando actualmente).
Y establecimos las principales dinámicas de funcionamiento (asambleario, con
autonomía de los grupos y las comisiones, horizontal, con unos plenarios organiza-
dos rotativamente por una de las comisiones e itinerantes por el territorio...).
En el segundo plenario (Balaguer 2003) se hizo manifiesta la necesidad de con-
solidar colectivamente una base teórica agroecológica común. Para ello, acordamos
aprovechar los encuentros para debatir sobre cuestiones de fondo y problemáticas
que se consideraran relevantes, así como elaborar y discutir un manifiesto que
expresara qué es la Xarxa y qué entendemos por agroecología (fue aprobado en el
cuarto plenario; Lérida 2004). Esta inquietud se materializó también en la organi-
zación, por parte de las distintas comisiones, de encuentros monográficos, como el
Seminario de Autoformación (Lérida 2004), las Jornadas Agroecológicas y Anti-

C r o no l o g íaa d e la X A C

2 3- 2 4 n o vi em b re 2 00 2: 1 er P len a r io e n C a n M a sd eu ( B a r c el o n a )
Resultado del prometedor encuentro entre payeses, consumidores y otros en la Fira de la Terra
de Barcelona. Fue concebido inicialmente como un seminario de agroecología para el cual se
elaboró un dossier informativo. La asistencia fue masiva. Básicamente, sirvió como medio para
difundir el enfoque agroecológico. No obstante, se definieron 5 comisiones de trabajo para
poder darle continuidad a la iniciativa; una voluntad expresamente manifestada en el encuen-
tro.

A b ri l 2 00 3: 2. º Pl en a r io e n B a la g u er (L érr id a ) .
Resalta la gran asistencia de gente local, especialmente agricultores de todas las tendencias. Se
intensifica el conocimiento mutuo (y de gente nueva), la difusión de la XAC y reafirmamos
la estructura por comisiones y plenarios semestrales, entre otros aspectos logísticos y de auto-
definición.
136 Los pies en la tierra

2 2- 2 3 no v iem br e d e 2 00 3: 3e r P le n a ri o en M a t a ró ( B a rc elo n a )
Encuentro coorganizado por la Comisión de Campañas Globales, gente de La Kosturica, un
grupo local de payeses (futura Assemblea Pagesa de Mataró) y gente vinculada a la lucha por
la conservación del espacio agrario de les Cinc Sènies. Estuvo repleto de propuestas nuevas a
realizar por la XAC. Primera vez que consensuamos la necesidad de celeridad en la redacción
del Manifiesto. Participamos en una acción de protesta enmarcada en la lucha en la defensa
del espacio agrícola de la zona.

6- 7 m a rzo d e 2004: Semin ario de au to fo rm ac ión


n + 4. º Plen ario en L érrid a
Jornada con distintos talleres sobre consumo y comercio, transgénicos agrícolas, modelos agra-
rios, tipos de producción y técnicas de dinamización grupal. Contamos con la colaboración de
miembros del BAH! Generamos un dossier para poner toda esa información a disposición de
los charlistas de la XAC, sobre todo. En el Plenario, principalmente, cerramos el Manifiesto y
discutimos sobre los criterios de incorporación a la Xarxa.

1 7- 1 8 a b ri l d e 20 0 4: J o r na d a s A e y a n t it ra n sg én
n ic a s e n B a l a gu er ( L érri d a )
Día Mundial de la Lucha Campesina. Encuentro reivindicativo con pasacalles y obra teatral
antitransgénica. Charla multitudinaria sobre modelos agroalimentarios y manipulación genéti-
ca. Concierto, feria de productos ecológicos y artesanos y acción de protesta en apoyo a un
grupo local contra una incineradora de productos cárnicos (GREFACSA).
2 9- 3 0 m a yo d e 20 04 : Ta lle r d e d eso b ed i en c ia y a sa m b l ea ri sm o + 5. º Pl en a r io
en C a n Ma sd eu ( B a r c elo n a )
Asistencia minoritaria y esencialmente de personas del entorno barcelonés. Valoración de las
jornadas del 17 de abril y debate sobre el funcionamiento de la Xarxa. Surge la idea de hacer
una página web propia y varias propuestas de funcionamiento interno. Resurge la comisión de
acercamiento entre productores y consumidores, la cual se había adormecido en los últimos
meses.
1 8- 1 9 d i c ie m b re de 2 00 4: J o r na d a s d e a c er c a m i en t o p r od u c t or - c o ns um i d o r
en C a n Ma sd eu ( B a r c elo n a )
Asistencia masiva y feria de productos ecológicos y artesanales. Charlas e intercambio de expe-
riencias agroecológicas. Debates e identificación de problemáticas. Trabajo en grupos (según
tipo de economía; autosuficiencia, microeconomía y mediana-pequeña empresa) para reflexio-
nar y resolver los problemas sobre distribución del producto y sobre cómo establecer relacio-
nes entre productores y consumidores. Se siembra la semilla para realizar una central de com-
pras entre diversos Grupos de Consumo Ecológicos de Barcelona.

1 1- 1 2 j un i o d e 2 00 5: 6 . º P l en a ri o en R iu d o m s ( Ta rra go n a )
Asistencia minoritaria. Exposición del trabajo realizado por las comisiones, conocimiento del
grupo local que nos acoge (finca agroecológica y plataforma en defensa del espacio agrícola
de la zona) y debate sobre los criterios agroecológicos para aceptar anunciantes en la futura
página web de la XAC. Preparación del próximo plenario.

3 dic iemb re d e 200 5: Jo rna da d e au to rreflexión


n en C an Ma sd eu (B arc elon a)
Trabajo de autorreflexión con la ayuda de diversas técnicas de dinamización grupal.
Diagnóstico, autoevaluación y propuestas para el futuro: concentrar la actividad plenaria en
una semana sobre Ae anual.
Enredados/as para transformar[nos]: la XAC 137

transgénicas (Balaguer 2004) o las de Modelos Agroecológicos y de Acercamiento


entre Consumidor y Productor (Barcelona 2004).
Las ganas de coordinarse, la flexibilidad y la voluntad de ampliar la red de rela-
ciones han caracterizado también nuestra manera de funcionar. En varias ocasio-
nes, por ejemplo, los plenarios han sido coorganizados por distintos grupos (Mataró
2003, Balaguer 2004, Riudoms 2005); unas veces para sumar fuerzas y capacida-
des, otras para dar apoyo y establecer contacto con colectivos locales afines.
No todo han sido alegrías, sin embargo. Como era de esperar de un proceso de
estas características, las dificultades y las posibles limitaciones aparecieron tam-
bién relativamente pronto. La falta de comunicación, las deficiencias de coordina-
ción y la pérdida de contacto entre comisiones, colectivos y personas, especialmen-
te en el lapso de tiempo entre un plenario y el siguiente, han sido algunas de las
cuestiones recurrentes que no nos han sido nada fácil solventar. Intentamos mejo-
rar la comunicación mediante la creación de una lista de distribución de correo
electrónico (que no nos va del todo mal) y designando cuatro nodos territoriales
(personas y/o grupos «activos» de la Xarxa), pensados como complemento de
Internet y encargados de hacer llegar la información a personas que no tienen faci-
lidad para conectarse. Para afrontar los problemas de funcionamiento interno (en
buena medida ligados a la propia heterogeneidad dentro de la red) montamos un
taller de desobediencia y asamblearismo (Barcelona 2004) con el que pretendimos
conciliar las distintas tradiciones de lucha, diferencias de ritmo y maneras de fun-
cionar. Sin embargo, si algo hemos aprendido a este respecto es que hay que darle
tiempo al tiempo y que lo fundamental son las ganas de entenderse y de avanzar.

LA ACTIVIDAD DE LAS COMISIONES

Desde su nacimiento en octubre de 2003, la Plataforma Transgènics Fora! (PTF!)


ha sido, a la vez, una de las caras más visibles de la Xarxa (entre bastidores se
habla de su «brazo político») y uno de los actores más combativos del panorama
agroecológico catalán y estatal. De esta forma, la PTF! ha canalizado las expecta-
tivas más contestatarias que varia gente depositamos desde el primer día en la
XAC. Su surgimiento como espacio de acción, denuncia y reivindicación amplio y
diverso, fue promovido, entre otros, por algunos de los grupos más activos de la
XAC: la Comisión de Campañas Locales (que a partir de entonces quedó integra-
da dentro de la PTF!) y la Assemblea Pagesa. En estos dos años y medio de trayec-
toria, la PTF! se ha convertido en el referente de la lucha contra los transgénicos
en Cataluña y ha realizado más de una docena de acciones y actos. De entre ellos,
destacan el sabotaje de un campo experimental de titularidad pública de trigo MG
en Gimenells, Lérida, el 3 de julio de 2004; las dos semanas de lucha social contra
los OMG de marzo y diciembre de 2005; y un estudio de campo sobre contamina-
138 Los pies en la tierra

ción genética en Cataluña y Aragón realizado conjuntamente con AP y Greenpeace


durante 20053. La labor realizada desde la PTF! ha contribuido significativamen-
te a resquebrajar el bloqueo institucional y mediático del debate sobre la agricul-
tura transgénica; ha destapado la ocultación de numerosos casos de contaminación
genética; ha contribuido a radicalizar la crítica y la oposición a las políticas agra-
rias y de I + D de las administraciones; ha conseguido bloquear (por el momento)
la aprobación del decreto catalán de coexistencia; y ha construido una sólida red
de alianzas que llegan bastante más allá de los límites del territorio catalán.
Actualmente, trabaja en una campaña que persigue la declaración efectiva de
barrios, municipios y zonas libres de transgénicos en Cataluña.
Por su parte, la Comisión de Formación ha sido un grupo mayormente no payés
y cercano al ámbito universitario que se ha dedicado, básicamente, a la difusión y
a la autoformación en agroecología. Sus integrantes prepararon el seminario de
Lérida 2004 (en él se aportaron contenidos y técnicas de dinamización grupal para
futuros charlistas de la XAC), han elaborado textos divulgativos, han recopilado
información de interés y han sistematizado materiales surgidos desde la misma
Xarxa. Actualmente, ofrecen un taller para cooperativas de consumidores ecológi-
cos y quieren reemprender iniciativas que quedaron rezagadas, como la idea de
conectar las necesidades payesas con los proyectos de final de carrera de estudian-
tes afines.
El trabajo de la Comisión de Acercamiento entre Consumidores y Productores
ha girado, básicamente, entorno a la organización de las Jornadas sobre Modelos
Agroecológicos (Barcelona 2004). Sus integrantes llevaron a cabo tareas previas
que resultaron ser decisivas, como la elaboración, difusión y digestión de unas
fichas de necesidades y ofertas pensadas para cada sector, y dirigidas a todas las
personas y colectivos relacionados con la agroecología en Cataluña. De las jorna-
das salieron ideas y líneas de trabajo que han tenido continuidad y han empezado
a dar sus frutos: numerosos encuentros de colectivos panaderos, cerveceros y
canasteros (cada «gremio» por su lado), intentos de coordinación entre los produc-
tores de fruta de la Assemblea Pagesa y las cooperativas de consumo, o la futura
página web de la Xarxa (por el momento en construcción), entre otros.
Por último, la Comisión de Campañas Globales ha promovido anualmente la
conmemoración en Cataluña del 17 de abril, día de la lucha campesina. En el
marco de la campaña Prou OMC (2003 y 2005) ha reivindicado, junto con otros
grupos, que se saque la agricultura de las rondas de negociación de la OMC.
Además, participó, durante 2005, en la campaña No et mengis el Món y en el Foro
Social del Mediterráneo que tuvo lugar en Barcelona.

3. Para más información: www.transgenicsfora.org.


Enredados/as para transformar[nos]: la XAC 139

ENREDADOS/AS EN LA XAC

La aparición de la Xarxa constituye una novedad destacable en el ámbito de los


movimientos sociales catalanes. La confluencia de colectivos de la órbita anticapi-
talista de Barcelona con la parte más crítica del sector de la agricultura ecológica
y con organizaciones y proyectos productivos agrarios abrió una vía inexplorada.
Son varias las características propias de este nuevo espacio político, pero en la
Xarxa también se han dado procesos que nos recuerdan la trayectoria de otras
redes sociales.
Como sucede en tantas otras plataformas y espacios de coordinación, la acti-
vidad fue intensa durante los primeros meses (dos plenarios masivos, varias
acciones de apoyo a luchas locales, creación de cinco comisiones de trabajo) pero,
como también suele pasar, con el tiempo el ritmo de reuniones y de actividades
ha ido descendiendo. Alguna comisión desapareció muy pronto y otras han ido
alternando momentos de más actividad con otros de letargo. La preparación de
los plenarios, en principio rotativa, ha ido recayendo sobre un número cada vez
más reducido de personas y la asistencia a los plenarios de 2004 y 2005 ha men-
guado significativamente.
Desde el primer encuentro se emprendió un proceso de debate acerca de la
naturaleza de este nuevo espacio de afinidad: quién somos, qué nos une, qué tipo
de experiencias promovemos, a qué nos oponemos. Después de un primer año en
que nos centramos en redactar y consensuar un manifiesto de mínimos (qué apo-
yamos y qué rechazamos), el debate se centró en la naturaleza y las dinámicas pro-
pias de la Xarxa (en algún momento del proceso, por ejemplo, tuvimos que dedicar
tiempo y esfuerzo a aclarar la relación entre la Xarxa y la PTF!). La Xarxa nunca
se ha dotado de una estructura rígida ni de una mínima infraestructura propia; no
se ha convertido en una entidad reconocida en el mundo asociativo catalán (algo
que no deja de desearse), pero sí ha posibilitado y acompañado la aparición de
espacios de cooperación (coordinación entre agricultores de la AP y grupos de con-
sumo de Barcelona, por ejemplo) y de aprendizaje colectivo (jornadas de formación
entre panaderos y cerveceros artesanos). Además, entendemos que la Xarxa es
bastante más que los plenarios y las comisiones. Mucha gente que ni conocemos
ha usado la lista de distribución telemática, hay muchas personas que no partici-
pan en la dinamización de las reuniones o jornadas pero que asisten a las convo-
catorias que puedan interesarles (a las Jornadas de Modelos de Producción,
Distribución y Consumo, Can Masdeu 2004, asistieron más de cien personas, por
ejemplo), etc.
Actualmente, los objetivos más «políticos» y la pretensión inicial de convertir-
se en un espacio de referencia, desde el que dar a conocer las propuestas de lo que
entendemos por agroecología al resto de movimientos sociales y al mundo rural en
general, han quedado un poco de lado. Pero la sensación que tenemos es que la
140 Los pies en la tierra

Xarxa ha generado una serie de frutos que ni tan siquiera podíamos imaginar hace
cuatro años. De alguna manera, la existencia de la Xarxa ha catalizado o acompa-
ñado la aparición de nuevos proyectos productivos, encuentros entre experiencias
agrarias productivas, una mayor cooperación entre los grupos de consumo, la tran-
sición «agroecológica» de algunas fincas, o la coordinación entre distintas organi-
zaciones para realizar actos reivindicativos y de divulgación.
La dispersión geográfica inherente a una red de ámbito catalán y la heteroge-
neidad propia de este tipo de plataformas aglutinadoras pueden presentarse como
una fuente de dificultades (ritmos y maneras de hacer, toma de decisiones) o como
una de nuestras mayores potencialidades. Como ya hemos apuntado, no han fal-
tado los habituales problemas de comunicación. Por otro lado, en la preparación de
algún acto se han vivido tensiones relacionadas con las prisas, la precariedad y las
distintas maneras de hacer las cosas. La opción por un funcionamiento asamblea-
rio, el trabajo voluntario, la decisión de no recibir subvenciones (de hecho la Xarxa
no tiene una financiación propia), la autonomía de las distintas comisiones o una
relativa desconexión en periodos prolongados de tiempo son elementos caracterís-
ticos de esta red, que condicionan —a veces limitan— nuestra práctica.
Durante el año 2005, se ha agudizado la sensación de dispersión y la necesidad
de replantearnos nuestra manera de funcionar. Después de seis meses de reflexión
colectiva mediante reuniones, encuestas y talleres, parece que hemos acercado las
distintas visiones sobre qué es, qué nos proporciona y qué puede seguir dando de
sí la Xarxa. Hemos constatado la voluntad de encarar nuestras limitadas capaci-
dades a cubrir objetivos más concretos y a tratar de llevarlos a cabo por medio de
actividades que repercutan directamente en la práctica de los grupos. Y, sobre
todo, nos hemos relajado al recordar que existen muchas maneras de participar;
que hay mucha gente que trabaja duro a nivel local y no puede implicarse en la
dinamización general de la red, pero que se siente parte y en cierta manera se
nutre de la Xarxa.
A la vez, al contrastar el poco éxito de los últimos plenarios con la masiva asis-
tencia y potencial dinamizador de las jornadas más abiertas alrededor de cuestio-
nes más concretas (CMD 2004), volvió a quedar patente la voluntad de combinar
las sesiones de reunión con eventos más lúdicos, actos destinados a la divulgación
o sesiones para abordar cuestiones prácticas.
Del mencionado proceso de reflexión colectiva ha surgido una especie de
replanteamiento general: concentrar las actividades plenarias en un único pero
potente evento anual, una «Semana Agroecológica» con talleres, charlas, presenta-
ción de proyectos, feria de productos, acciones, asambleas,... Con este nuevo fun-
cionamiento se pretende recuperar la vertiente más política (amplia divulgación y
convocatoria, foros plurales), sin dejar de lado los intereses más concretos y prác-
ticos (formación, intercambios, contactos, apoyo). Se concentra así la actividad de
la Xarxa en un nuevo espacio que alternará los momentos de ocio con la asamblea
Enredados/as para transformar[nos]: la XAC 141

plenaria anual; la presentación y renovación de las comisiones con las charlas, y


la presentación de experiencias y la tarea de divulgar la agroecología con el traba-
jo para mantener activa la red.
Cuatro años después de esa primera asamblea improvisada, quedan por hacer
casi todas las tareas que nos propusimos. Ciertamente no detectamos una oleada
de nuevas personas y colectivos que se acerquen a la Xarxa, apenas hemos contac-
tado con las plataformas vecinales o regionales en defensa del territorio (tan
numerosas en Cataluña) o con las organizaciones ecologistas. Sin embargo, la
Xarxa sí ha dado respuesta a necesidades personales y colectivas, ha alimentado
procesos locales, ha posibilitado el encuentro entre muchas personas y, sobre todo,
nos ha permitido vivir momentos intensos. Momentos que refuerzan el sentido de
lo que construimos en nuestro lugar y nos empujan a seguir replanteando y mejo-
rando nuestra práctica.
Plagas y males del campo: la burocracia
Sobre las políticas oficiales de desarrollo rural
y de conservación del medio y el pastoreo tradicional en el
oriente de Asturias
Fernando García Dori
(colaborador de la Asociación de Pastores y Ganaderos del Oriente Asturiano)1

INTRODUCCIÓN TERRITORIAL

Las características propias de Asturias, la orografía sobre todo, han hecho que las
estructuras de explotación agraria hayan permanecido casi invariables a lo largo
de la historia. La introducción, en el siglo XVIII, de nuevos cultivos provenientes
de América como la patata, la alubia y el maíz, cambió la fisonomía y el manejo de
los suelos de cultivo en Asturias, pero la estructura social de la unidad familiar
campesina, ligada fuertemente a la aldea y parroquia, apenas cambió. Por las mis-
mas razones fue imposible, ya bien entrado el siglo XX, la intensificación de la
agricultura tal y como se propugnaba desde las agencias de extensión agraria en
la línea de la Revolución Verde.
Con las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, en el siglo XIX, se plantea
un nuevo escenario en el que la nueva burguesía propietaria acrecienta la explo-
tación sobre el campesinado, tras romperse sus formas tradicionales de vida. La
revolución liberal trae consigo la desaparición de los talleres artesanales, arrien-
dos cada vez más cortos, fuertes impuestos, servicio militar obligatorio..., comen-
zando el desmantelamiento de la estructura socioeconómica campesina, ante lo
que miles de habitantes rurales sólo ven la opción de la deserción y la emigración
a América y, en mayor medida, a los nuevos centros industriales en la cuenca cen-
tral asturiana. La isla de desarrollo denominada «el ocho asturiano» (resultado de
unir en el mapa Mieres, Langreo, Gijón y Avilés) concentrará a un tercio de la

1. Este texto ha sido posible gracias a la colaboración del Colectivo Cambalache de Oviedo, quien
desde su Área de Agroecología ha hecho un estudio detallado de la evolución del campo asturiano
(publicado en el año 2005 con el título Nos comen: contra el desmantelamiento del medio rural en
Asturias), en el que se basa el primer epígrafe.
144 Los pies en la tierra

población en centros urbanos a finales del XIX, aumentando hasta el 61% actual
si incluimos Oviedo. Esto aumenta la demanda de carne y leche forzando una espe-
cialización ganadera en la región que se verá interrumpida durante la guerra y la
posguerra pero que en la década de los cincuenta se reanuda con nuevo ímpetu. La
industrialización de las explotaciones lecheras del litoral convive con la emigra-
ción de decenas de miles de asturianos a los sectores de la minería y siderurgia, y
a los centros urbanos de España y Europa. Sólo en la década de 1962 a 1972 des-
aparecen treinta mil explotaciones agroganaderas.
Las explotaciones que sobreviven se especializan en producción de leche en la
parte septentrional y en producción cárnica en los terrenos de montaña del inte-
rior. Esto supone otro mecanismo de subordinación a los intereses de las grandes
industrias, ya que el campesinado se ve crecientemente acorralado entre las indus-
trias suministradoras de materias primas agrarias —piensos, fertilizantes...— y
las que transforman y comercializan su producto. La división territorial es acen-
tuada por las nuevas infraestructuras de transporte que se construyen sobre tie-
rras fértiles, canalizan la salida hacia las ciudades y abren la tierra a otros usos
ajenos a la agricultura. El desmantelamiento rural se acelerará en los ochenta con
la integración en la CEE, y la PAC traerá consigo la desaparición masiva de explo-
taciones. En la actualidad, el sector agrario emplea a tan sólo el 5,2% de la pobla-
ción activa asturiana.
La apertura de la Autovía del Cantábrico, que atraviesa toda la línea costera
desde los límites con Cantabria y Galicia, ha dado lugar a nuevas transformacio-
nes del territorio. Los pueblos con hasta entonces una reducida presión turística
son ahora objetivo de grandes operaciones inmobiliarias, con vistas a la construc-
ción de chalets y apartamentos de veraneo, como es el caso de Colunga, Lastres,
Llanes o La Isla. La explosión especulativa ligada a la recalificación de terrenos
ha comenzado, y la política activa de la Administración para el fomento del turis-
mo ha generado un fuerte impacto en toda Asturias, donde este sector emplea ya
al 5,8% de la población activa. Y esta dinámica también afecta al medio rural,
donde el mercado de trabajo es más débil y por tanto sensible a las nuevas posibi-
lidades. En el oriente y otras zonas de montaña el impacto del turismo es menos
espectacular, pero el mercado de venta de casas de aldea para su reforma en
segundas residencias está pujante, subiendo los precios de tierras y edificios, y
amenazando con convertir algunos pueblos en vacacionales.
Plagas y males del campo 145

POLÍTICAS AGRARIAS Y DE DESARROLLO RURAL EN ASTURIAS:


EL ABRAZO DEL OSO

Sabemos que desde la Política Agraria Común (PAC) se defiende un modelo de


agricultura industrial que excluye el propio de la pequeña explotación familiar, el
más abundante en numerosas regiones de Europa. Están ampliamente documen-
tados los mecanismos que se disponen para acabar con el pequeño agricultor, de
indudable eficacia si atendemos al escalofriante dato de que en la Europa de los 25
desparece una explotación cada minuto.
Algunas leyes han sido particularmente letales para la región, como los incen-
tivos a la prejubilación de activos agrarios o las ayudas a la reforestación de tie-
rras agrarias, y es de gran importancia evidenciar sus efectos. Pero no es menos
importante prestar atención a la supuesta cara benefactora y preocupada por el
mantenimiento de la agricultura tradicional de las políticas neoliberales, porque
allí se manifiesta con claridad su inconsistencia y contradicción, su incompetencia
en la consecución de sus fines declarados y lo dañino de sus medidas aparentemen-
te positivas.
Entre las medidas establecidas desde la PAC para paliar el progresivo abando-
no de la actividad agraria están las políticas de fomento de la nueva instalación,
la creación en Asturias de un Banco de Tierras, las subvenciones a razas autócto-
nas en peligro de extinción o el Programa LEADER para el desarrollo rural. Es
necesario, con la perspectiva de los años de la que ahora disponemos, pasar exa-
men a estas iniciativas desde un enfoque agroecológico, y ver en qué medida han
cumplido los objetivos previstos y cuáles han sido los resultados reales. Este estu-
dio en detalle supera las pretensiones de este texto, pero podemos evaluar por
encima alguno de sus efectos.
Un buen ejemplo son las ayudas destinadas a incentivar la incorporación de
jóvenes al sector. Estas ayudas a fondo perdido (unos 31.000 euros por cada puesto
de trabajo creado) se reciben tras cumplir una serie de requisitos, entre ellos ser
menor de 40 años y demostrar que con dicha inversión se garantiza una renta de
referencia proveniente exclusivamente del trabajo en el campo. La subvención está
condicionada al cumplimiento de ciertos requisitos en relación al modelo de explo-
tación, establecidos según los criterios de la producción intensiva y la competitivi-
dad del mercado capitalista. Esto supone una presión económica que deja de lado
la posibilidad de modelos alternativos de explotación, como la comercialización
directa o la producción artesanal de calidad. En vacas de carne son precisas 40
cabezas, y 100 colmenas para asegurar que se vive de la venta de la miel. Por otro
lado no es auxiliable la compra de terrenos, construcciones o ganado, dejando exi-
gua la capacidad de un verdadero asentamiento de la población joven, y favorecien-
do la inversión en maquinaria y otros medios secundarios que promuevan el enca-
rrilamiento en un modelo de producción intensivo y con un alto gasto de insumos.
146 Los pies en la tierra

Por otro lado, la vigente legislación sanitaria, supuestamente dirigida a prote-


ger el bienestar de la población, también está suponiendo una guillotina para la
economía tradicional del campo, imposibilitando su adaptación a las nuevas
demandas de la sociedad de productos de calidad y con identidad, en forma de
transformación artesanal doméstica. La matanza casera del ternero en Asturias,
un hecho social de gran importancia, ya está prohibida, y la del gochu o cerdo, de
donde proviene buena parte de la riqueza gastronómica de la región, está cercana.
También lo comprobamos atendiendo a los resultados de la aplicación de los
sistemas «denominación de origen» para la protección de los quesos de Picos de
Europa. Con la buena intención de preservar estos productos artesanales ligados
a un territorio y a un modo de hacer, las consecuencias han sido diferentes. El
queso de Cabrales ya sólo se realiza en industrias en los valles, y ninguno en el
Puerto. Casi ninguno madura en las tradicionales cuevas donde adquiere el hongo
que le caracteriza, sino que éste le es inoculado en cámaras industriales.
En el caso del queso Gamoneu, la denominación de origen ha sido el pretexto
para su homologación conforme a las exigencias sanitarias vigentes de corte indus-
trial, y así, en vez de echarle un capote para salvarlo, parece ser la estocada que
lo remate. Por ejemplo, tradicionalmente hecho de tres leches, ahora se permite
etiquetar como Gamoneu de Valle al que solamente contenga leche de vaca, de
cualquier raza y sin ninguna exigencia en cuanto a su alimentación. En cuanto a
la variedad de Puerto, se cierra la puerta a que siga haciéndose en las cabañas tra-
dicionales, porque se prohíbe el ahumado directo y se exigen complicadas instala-
ciones de alto coste. Se prohíbe además el cuajo natural y el tradicional filtro de
crin. ¿Como afectará esta normativa al puñado de pastores restantes, como incen-
tivo u obstáculo? Parece ser que la normativa agraria actual y, sobre todo, la regu-
lación sanitaria están acabando con las pocas posibilidades de futuro de la agricul-
tura tradicional. El campesino que mantiene su tradición se convierte en un sub-
versivo proscrito.
Otro caso a tener en cuenta es el del Programa LEADER, principal motor de
desarrollo rural oficialista en la UE. La palabra «Leader» corresponde a las inicia-
les francesas «Liesson entre Initiatives de Developpement Rural» (Relación entre
Iniciativas de Desarrollo Rural) y su puesta en marcha tiene lugar a partir de la
reforma de la Política Agraria Común y de los Fondos Estructurales de 1991. Los
objetivos de dicha iniciativa se centran tanto en la mejora de las condiciones de
vida de los habitantes de las zonas rurales, como en la puesta en marcha de pro-
yectos de diversificación económica.
A diferencia de otros programas comunitarios, que son aplicados exclusiva-
mente por parte de las instituciones públicas, LEADER puede ser ejecutado por
entidades privadas, tales como fundaciones, grupos de desarrollo o entidades crea-
das al efecto. Por ello, aspectos tales como la movilización de la población local en
la elaboración y puesta en marcha de los programas, el intercambio de conocimien-
Plagas y males del campo 147

tos y experiencias entre los diferentes grupos y la consideración del territorio como
recurso básico para el desarrollo son cuestiones de especial importancia. El prime-
ro de los sucesivos planes (LEADER I, 1991-94) apoya la puesta en marcha de ini-
ciativas de turismo rural. Por su parte, LEADER II (1995-2002) centró sus recur-
sos en el apoyo a proyectos innovadores de desarrollo rural. Finalmente, LEADER +
(2003-2006) introduce como base una estrategia de competitividad territorial
basada en la valorización de los recursos del patrimonio natural y cultural y la
valorización de los productos locales.
En Asturias el modelo implementado para las zonas desfavorecidas fomenta el
turismo como actividad principal, socavando la soberanía de las regiones por una
economía subsidiaria y de servicios, dependiente de las modas y vaivenes de las
poblaciones urbanas. El turismo rural explota la riqueza cultural y natural tradi-
cional de este medio y la identidad campesina, y nos encontramos con que las mis-
mas políticas que pretenden revalorizar y rentabilizar este patrimonio, lo están
destruyendo. No pretendemos rechazar sin más las posibilidades que podría ofre-
cer el agroturismo como complemento de las rentas agrarias para la población
rural, pero las políticas de desarrollo rural deben mantener en su centro el forta-
lecimiento y la mejora de las oportunidades de vida (no necesariamente asociada
a modernización) de esta actividad tradicional, que es precisamente la que ha
generado y mantenido la cultura, la sociedad, los agroecosistemas y paisajes cam-
pesinos que se pretenden explotar con el turismo.
Parece que la propuesta oficial para superar esta contradicción es la «disneyfi-
cación» de lo rural a modo de parque temático o museo etnográfico como espacio de
ocio, perdiendo su vocación productiva. Una pérdida que no nos podemos permitir
ante la actual crisis social y ecológica en ciernes. Para profundizar en este proce-
so, vamos a centrarnos ahora en el análisis de la interacción entre las políticas de
conservación de espacios naturales protegidos y la población rural, en el caso con-
creto del Parque Nacional de Picos de Europa y el pastoreo tradicional que se des-
arrolla en su interior.

PASTORES EN UN PARQUE NACIONAL: UNA DIFÍCIL RELACIÓN

Los concejos de Amiela, Ponga, Cangas de Onís y Cabrales han tenido histórica-
mente una fuerte vinculación con el macizo de los Picos de Europa. Incluso sus
límites topográficos responden a esa relación, marcada por el movimiento en vera-
no de los rebaños de los valles y zonas bajas a las zonas altas, al puerto. «Las ele-
vaciones más significativas para nuestros rebaños quedaron configuradas hace
unos 25 millones de años, cuando una erosión fluvial intensa y la disposición del
suelo dejaron encajados los ríos de Los Picos como ahora lo están, con recorridos
en los que predomina el sentido sur-norte [...], bandoneando las vertientes en
148 Los pies en la tierra

valles paralelos, separados entre sí por sucesivas cuerdas de montes. Tal configu-
ración determinará en su momento la ocupación progresiva de los espacios, el acce-
so a los pastos altos y el dominio gentilicio de los itinerarios. Sobre tales usos se
solaparán posteriormente las titularidades parroquiales y, en correspondencia, se
dibujarán los límites de los concejos [...]. En mayor o en menor medida, todas las
parroquias y concejos coterráneos de Los Picos de Europa están perfilados sobre el
ciclo, los usos, la ocupación y los movimientos de gentes pastoras»2.
Los pastores y ganaderos de estos concejos han llevado a cabo un manejo
durante milenios que han convertido el Puerto en un agrosistema complejo: maja-
das o zonas de buen pasto donde se asientan las cabañas, jalonadas de fresnos uti-
lizables como forraje, mazos o bosquetes de hayas como refugio y aprovisionamien-
to de leña, fuentes, senderos, caminos... Se calcula que a finales del XIX pudo lle-
gar a haber en el Puerto en época de verano 2.000 personas habitándolo. Por aquel
entonces se mantenía un uso del territorio no muy diferente del que venía hacién-
dose desde hace siglos. Si acaso la única diferencia es que llegaba algún montañe-
ro deseoso de practicar el alpinismo o algún cazador. Estos dos motivos llevaron a
Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa a interesarse cada vez más por la zona. Ya
cercana su vejez, propuso crear una fórmula de protección que preservara ese pai-
saje en toda su plenitud, a imagen de lo que se había dado en Yellowstone, el pri-
mer parque natural declarado en el mundo. Finalmente, en el marco de las cele-
braciones que con motivo del XII centenario de la histórica batalla de Covadonga,
el 22 de julio de 1918, se declara Parque Nacional de la Montaña de Covadonga y
del Macizo de Peña Santa.
Pasamos con ello de un modelo de gestión de un espacio natural, tal y como seña-
la Jaime Izquierdo, aristocrático y personalista, a uno burocrático y corporativo.
Esta nueva fase, que toma cuerpo en los reglamentos rectores del parque,
administrados desde un patronato, llega a su auge en la época franquista de las
décadas de los cincuenta a los setenta, bajo el mandato del ICONA. En este
momento se ve la naturaleza desde un punto de vista romántico, propio del nacio-
nal-catolicismo: el parque nacional como catedral para cantar la obra de dios y la
grandeza de una nación, sin ninguna mención a los usos ganaderos y al aprovecha-
miento que la sociedad local venía haciendo de forma sostenible durante siglos.
Este discurso legitimador ha calado más de lo que podríamos pensar y, aún hoy,
en la web del Ministerio de Medio Ambiente se puede leer: «En Covadonga se fra-
guó para España el ideal de los Parques Nacionales». En 1995, las Cortes
Generales aprueban la declaración del Parque Nacional de los Picos de Europa,
aumentando su superficie y pasando su órgano de gestión a tener representantes
de los gobiernos de León y Cantabria, además de Asturias.

2. Jaime Izquierdo Vallina, El legado cultural de los pastores, inédito, Oviedo, 2006.
Plagas y males del campo 149

Desde esta perspectiva, nos podemos preguntar cómo ha afectado a los pasto-
res de esta zona la demarcación del Parque Nacional. Un dato indiscutible es la
disminución de la cabaña ganadera menor, cabras y ovejas, y del número de pas-
tores que pasa el verano en la majada. En menos de 20 años hemos pasado de 200
pastores a 12 entre todos los concejos que se integran en el Parque. Si bien es cier-
to que esta disminución se une al abandono general del sector agrario conforme
avanza el desarrollo económico, también lo es el hecho de que apenas encontramos
incentivos al pastoreo entre las acciones llevadas a cabo en todos estos años por el
Consejo Rector del Parque Nacional. Por otro lado, la actitud de los ganaderos
hacia los organismos del Parque ha sido en general hostil. Esto es así porque
encarna una normativa contraria en muchos casos a la costumbre tradicional en
la zona. Se perciben incoherencias en sus actuaciones así como un doble rasero a
la hora de aplicar las regulaciones.
El Parque, a través de su normativa, ha de conciliar dos intereses a primera vista
contradictorios: proteger un espacio natural del impacto de la actividad humana y
administrar la afluencia masiva de visitantes a este mismo espacio. Ciertamente,
estamos hablando de un Parque que recibe casi dos millones y medio de visitantes
al año, con un incremento del 10% anual. Es el segundo PN más visitado de España
después del Teide. Este efecto llamada que supone el Parque hace del turismo un
suculento recurso para la zona, que se alienta en buena medida. Es algo único que
exista una carretera hasta el mismo corazón del Parque, las vegas de los lagos
Ercina y Enol, y que hasta el año 2005 no haya habido restricción alguna a la circu-
lación de coches particulares. Se ha construido un gran aparcamiento en Buferrera,
y se han acondicionado aceras y escaleras a modo de paseo de un lago a otro. Esto
choca a los pastores, como comentaba uno: «si los antiguos levantaran cabeza y vie-
ran lo que han hecho (las autoridades del Parque) en La Tiese, lo desarmaban».
Los ganaderos, a la hora de encontrarse y lanzar sus reivindicaciones, cuentan
con un sistema de organización vernácula de siglos de antigüedad. Varía de un
concejo a otro, pero describiremos someramente el de Cangas de Onís por ser el
más elaborado. El puerto se divide en distritos en los que se agrupan varias maja-
das o unidades de pasto y cabañas. Cualquiera que tenga ganado inscrito en el
ayuntamiento pude acceder al puerto, yendo al distrito que se le asigne. Una vez
al año los ganaderos y pastores se reúnen en el Consejo de Pastores para dirimir
conflictos, despachar asuntos varios, planificar el futuro y elegir el Regidor Mayor
de Pastos. Esta figura es árbitro y juez que garantiza la convivencia en base al
Reglamento de Ordenación de Pastos. Además de esto, procura la mejora genética
del ganado inspeccionando los sementales, y coordina los saneamientos del gana-
do y las obras de mejora, como la limpieza de los pastos o arreglo de fuentes, y
representa a los pastores cuando fuera necesario.
El papel del Regidor Mayor es fundamental como interlocutor ante las autori-
dades del Parque, dado su marco normativo que dificulta en gran medida el mane-
150 Los pies en la tierra

jo tradicional de pastos y majadas que se ha venido haciendo desde tiempo inme-


morial. Sobre todo se enfrentan a restricciones como el arreglo de cabañas, la lim-
pieza de pastos cada vez más invadidos por el matorral o el control de la fauna sal-
vaje. Para llevar a cabo cualquier intervención respecto a fuentes, caminos, etc., es
necesario afrontar una maraña administrativa y burocrática que no siempre des-
emboca en una acción efectiva.
En la década de los ochenta ocurre un hecho trascendental: comienzan los ata-
ques de los lobos al ganado. La relación entre el lobo y el pastor siempre ha sido
de equilibrio dialéctico. Las poblaciones de lobo se han asentado tradicionalmente
en la vertiente leonesa de los Picos de Europa, menos pastada y más silvestre.
Hacían incursiones ocasionales que eran contestadas con una batida o con la con-
tratación de un alimañero. El alimañero es una persona especializada en la caza
del lobo y buen conocedor de sus costumbres, que cobraba por pieza alcanzada.
Localizaba las cuevas loberas donde están las camadas de lobeznos, de los que eli-
minaba todos menos una cría. De esta manera se realizaba un control que no con-
llevaba la extinción del lobo y, por tanto, del oficio del alimañero.
La normativa del Parque Nacional protege al lobo, vigilado desde las guarde-
rías, y desde hace 25 años, la creciente población lobera va conquistando espacios
en las zonas de mayor densidad de ovejas y cabras, una presa fácil, reforzando su
presencia al no verse repelido. La muerte de ganado por ataques de lobo afecta
profundamente al pastor. Es una inseguridad constante y produce una gran impo-
tencia. En unas montañas donde reina la niebla y tan abruptas que el mastín no
alcanza a defender el rebaño, tres lobos pueden acabar con una treintena o más de
ovejas en un rebaño de cien, en una noche, y desbaratar el rebaño.
En estos casos al pastor sólo le queda contar las pérdidas, buscar los restos y
que tengan el crotal de la oreja con el número de identificación, después llamar a
un guarda del Parque Nacional que levante acta, presentar diferentes formularios
en la capital del concejo y esperar. En un año o quizás más tiempo recibirá 70
euros por oveja perdida. Muchos pastores sienten que la cantidad, además de ser
pequeña y llegar tarde, no cubre el valor del animal, tanto sentimental, como el
hecho de haber estado ya adaptado al terreno y al rebaño. Cualquier reposición de
ovejas llevará meses de seguimiento hasta que se integre en el manejo del puerto.
Los ataques continúan y muchos pastores han dejado la actividad por este motivo,
ya que exige estar al pie del rebaño casi día y noche, impidiendo bajar al pueblo a
estar con los vecinos y la familia, y restando hasta niveles negativos la ya peque-
ña calidad de vida de la que en este sentido goza un pastor.
Plagas y males del campo 151

LA ORGANIZACIÓN COMO ESTRATEGIA DE SUPERVIVENCIA


DE LOS PASTORES DE PICOS DE EUROPA

No quisiéramos restar importancia al resto de problemas que la normativa del


Parque supone para el manejo ganadero tradicional, pero lo cierto es que la cuestión
del lobo ha sido el detonante de la emergencia pública de una situación insostenible
para los pastores. Esto hizo que se unieran para afrontar el problema y exigir solu-
ciones, articulándose un primer esbozo de movimiento. La autoorganización y movi-
lización colectiva es difícil en este sector. En Asturias la mayoría de los activos agra-
rios son de pequeños propietarios, el abandono de las costumbres comunales y la
habitación dispersa hacen que cada uno «se ocupe de lo suyo» y que se sea poco pro-
penso a la acción en grupo. Además, la memoria aún presente de la Guerra Civil y
de las represiones de posguerra y durante el franquismo no alienta la reunión. La
suspicacia con la que se mira la evolución de los sindicatos agrarios y otras agrupa-
ciones como la Central Lechera Asturiana, en sus inicios una cooperativa pionera y
hoy una gran empresa dirigida por ejecutivos, tampoco favorecen el asociacionismo.
De hecho, en un primer momento, la protesta se vio bloqueada desde el mismo
colectivo. Es necesario tener clara la distinción entre ganaderos que tienen vacas
de carne sueltas en el puerto, que visitan de vez en cuando, y los pastores que
viven en las majadas del puerto los meses de verano, con rebaños de vacas, cabras
y ovejas, con vistas a hacer queso. Los pastores son los que más padecen la situa-
ción del puerto y los principales afectados por los ataques del lobo. En su llamada
a la acción se encontraron con la pasividad de sus vecinos ganaderos, en parte por-
que el ganado mayor no sufría aún ataques bien por el tamaño o porque la recie-
lla (cabras y ovejas) son un blanco más fácil. Pero pronto se superó esta diferencia
y ganaderos y pastores alzaron su voz conjuntamente, y comenzaron movilizacio-
nes para hacer visible su situación y exigir medidas a las autoridades a todos los
niveles, especialmente las encargadas de gestionar el Parque Nacional.
Los organismos representativos de esta institución no incluyen a los pastores
y ganaderos, lo cual nos indica el grado de exclusión y la desconsideración que
padecen. Una de sus demandas es que se investigue y se contabilice la población
de lobos que hay hoy en el Parque, a lo que las autoridades responden que ya está
estudiado, pero que no van a hacer públicos los datos. No hay diálogo, y la táctica
de la dirección del Parque —a ojos de los pastores— es hacer oídos sordos y espe-
rar a que se vayan los últimos pastores para llegar a ese paraíso natural virginal
soñado desde los despachos de los técnicos medioambientales.
En agosto de 2002, treinta pastores de los concejos asturianos de Amieva,
Cabrales, Cangas de Onís, Onís, Peñamellera Alta y Peñamellera Baja suscribie-
ron un Manifiesto por la mejora de sus condiciones de vida, y a favor de la conser-
vación de la cultura del pastoreo y de la conservación de la montaña y del Parque
Nacional de los Picos de Europa. En el mismo decían:
152 Los pies en la tierra

A las puertas del siglo XXI, en la entrada del tercer milenio, los
pastores manifestamos nuestra firme convicción de que queremos
continuar con nuestro trabajo en los Puertos y en las majadas de
los Picos de Europa. No queremos extinguirnos, queremos seguir
trabajando como siempre pero con medios actuales y con tecnolo-
gías adaptadas al entorno que hagan posible la opción de un pas-
toreo moderno que, sin renunciar a su trabajo tradicional de equi-
librio en el ecosistema y de aprovechamiento extensivo de los pas-
tos, suponga también una actividad profesional atractiva para las
generaciones venideras.
Queremos seguir contribuyendo a la conservación del Parque
Nacional de los Picos de Europa pero queremos también que la
conservación del Parque Nacional sea también la conservación de
nuestra forma de vida, de nuestra cultura y de nuestra tradición.
Sabemos hacer queso, venimos haciéndolo desde siempre y que-
remos seguir haciéndolo en el futuro. El queso de Gamoneu, elabo-
rado en el Puerto con la leche de razas autóctonas o adaptadas a
nuestro entorno, [...] de elaboración tradicional y de singular iden-
tidad, constituye nuestro mejor producto. Nos comprometemos a
mantener viva esa riqueza, sin desvirtuarla, conservando la cali-
dad y velando por la fórmula tradicional de elaboración sin renun-
ciar a las mejoras higiénicas y tecnológicas que, compatibles con el
entorno de montaña, se ponen a nuestra disposición [...]
Sabemos plantar fresnos, recuperar pastizales, evitar la proli-
feración del matorral, evitar incendios y ayudar a conservar los
bosques y queremos seguir haciéndolo en el futuro para mantener
nuestras majadas, nuestros Puertos y nuestros pastos de altura en
condiciones. Queremos comprometernos en la conservación de la
montaña que ha sido desde siempre nuestra forma de vida, pero no
queremos vivir de forma permanente en la mera supervivencia.
Queremos un futuro para nuestros hijos en el Puerto, pero no a
costa de un trabajo ingrato y devastador. Queremos seguir hacien-
do pastoreo extensivo [...] pero no en las condiciones actuales de
abandono y desconsideración de las que creemos somos objeto.

Este manifiesto ejemplifica la vocación productiva de los pastores de Picos de


Europa, su amplio saber, su pretensión de asegurar la continuidad del oficio,
tomando las innovaciones más aconsejadas, y, al mismo tiempo, el sentimiento de
abandono por parte de la sociedad en que desarrollan su actividad. Cuando dicho
escrito fue enviado a la Consejería de Medio Rural y Pesca, se activó un proceso
para la elaboración y puesta en marcha de un programa que respondiera a las
Plagas y males del campo 153

demandas históricas del colectivo de pastores, que comenzó con la aprobación del
Decreto 138/2002, en cuyo preámbulo se señalaba:

El pastoreo en régimen extensivo constituye una actividad tradi-


cional que a lo largo de los siglos ha contribuido a conformar el pai-
saje de la montaña asturiana. La generación de una economía autár-
quica de supervivencia y la consolidación de un largo proceso adap-
tativo de las personas al medio han sido los principales rasgos carac-
terísticos de esta peculiar tradición que tiene en nuestra región un
especial significado. El paisaje de Asturias es, sobre todo, el paisaje
de unas montañas recreadas por la mano de los pastores y pastoras
y el diente de su ganado.
En sentido propio, se podría hablar de la existencia de una cultu-
ra tradicional de pastoreo que es, sin duda, la más antigua de las
manifestaciones culturales contemporáneas de nuestra región. Sin
embargo, las duras condiciones impuestas por el medio, el abandono
y el éxodo rural y, sobremanera, la aparición de nuevas fórmulas de
explotación ganadera han ido paulatinamente arrinconando a la
ganadería extensiva y al pastoreo tradicional en puertos, majadas y
brañas. Las repercusiones ambientales que esta regresión tendrá en
la modificación del paisaje aún no han sido suficientemente valora-
das, pero una cosa es cierta: la perdida definitiva de la ganadería y
el pastoreo extensivo en nuestras montañas traerá a la larga más per-
juicios que beneficios y, sin duda, provocará la desaparición del pai-
saje tal como hoy lo conocemos.
A pesar de los esfuerzos y recursos que las diferentes administra-
ciones públicas han destinado, y destinan, a conservar y alentar la
ganadería y el pastoreo extensivo, aún son precisos nuevos estímulos,
apuestas más comprometidas y un mayor empeño desde las adminis-
traciones implicadas, no ya sólo por conservar, sino por regenerar,
modernizar y hacer atractiva la profesión del pastoreo entre las gene-
raciones más jóvenes, como única garantía de futuro.

BUSCANDO ALTERNATIVAS QUE COMPATIBILICEN ACTIVIDAD AGRARIA Y


CONSERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE DESDE LA POBLACIÓN LOCAL

A principios de 2003 se definió, por esfuerzo de Jaime Izquierdo Vallina, el


«Programa integral para la recuperación, modernización y puesta en valor del pas-
toreo tradicional en la vertiente asturiana de los Picos de Europa», más conocido
como Programa Pastores XXI. Su elaboración ha seguido un proceso participativo
154 Los pies en la tierra

para buscar el consenso y compromisos entre todas las entidades e instituciones


implicadas. Además del colectivo de pastores y de la Consejería de Medio Rural y
Pesca, están la Consejería de Medio Ambiente, la Consejería de Infraestructuras
y Política Territorial, la Consejería de Trabajo y Promoción de Empleo, la
Consejería de Industria, Comercio y Turismo y la Consejería de Cultura del
Gobierno del Principado de Asturias. También han participado todos los ayunta-
mientos implicados, así como el Organismo Autónomo de Parques Nacionales del
Ministerio de Medio Ambiente y el Consorcio para el Desarrollo de la Comarca
Oriental de Asturias (Iniciativa Comunitaria LEADER +).
En un momento tan crítico, tras dos décadas de lucha, los pastores miraron con
esperanza esta propuesta. Pero la descoordinación de un aparato tan amplio y que
engloba tantas dependencias, con sus diferentes puntos de vista, abortó el Plan
Pastores XXI antes de que naciera, y a fecha de hoy no se ha dado ningún paso por
su activación. Esto ha supuesto un gran desencanto para el colectivo de pastores.
La Confederación de Pastores como marco organizativo formal casi se ha desinte-
grado. Lo curioso es que esto no ha supuesto la desaparición del movimiento. Los
lazos y contactos informales, a pie de cuadra, en el chigre del pueblo o en los mer-
cados de ganado mantienen la comunicación entre los ganaderos y pastores más
implicados, habiéndose realizado en los últimos dos años casi una docena de accio-
nes, como cortes de carreteras, interrupción de actos públicos, reparto de octavi-
llas, conferencias de prensa, boicoteo de certámenes de queso, a veces incluso lle-
vando el cadáver de algún animal muerto por los lobos... En definitiva, agitando
debate en torno a la situación crítica que se vive en el puerto, a un paso ya de la
desaparición de los pastores, del queso de puerto y la reciella. Los medios de comu-
nicación se han hecho eco favorable de sus reivindicaciones y, en general, podemos
decir que la opinión pública simpatiza con sus demandas.
El gran oponente de los pastores, además de la Administración, ha sido el dis-
curso de algunos grupos ecologistas conservacionistas. Así, se ha atacado al colec-
tivo de pastores por cuanto ven en ellos una manifestación cerril y gratuita de odio
hacia el lobo, que conduciría a su exterminio si fuera secundada.
Este conflicto pone sobre la mesa el histórico conflicto entre la gestión tradicio-
nal campesina de los ecosistemas, tal y como se viene estudiando desde la agroe-
cología, y el conservacionismo ambientalista, que pretende proteger la naturaleza
aislándola de aquellos elementos de los ecosistemas (en este caso las sociedades
campesinas de las montañas del oriente asturiano) que le dieron forma y que la
mantuvieron productiva, rica y estable durante siglos. En muchas zonas de la
Península Ibérica están surgiendo conflictos parecidos, cuando los usos tradiciona-
les de los ecosistemas agrarios entran en conflicto con las políticas de gestión de
espacios naturales protegidos y con la explotación turística del medio rural. Los
paisajes culturales, los productos artesanales, la inmensa biodiversidad agrícola y
ganadera de las razas tradicionales, la arquitectura tradicional... y muchos otros
Plagas y males del campo 155

elementos de las sociedades campesinas que son anunciados en los folletos y pági-
nas web de turismo rural son condenados a la desaparición por el mismo «desarro-
llo» que pretende mantenerlos.
Iniciativas como las encabezadas por una serie de pueblos en Zamora para con-
seguir legalmente su derecho a salir del Parque Natural Arribes del Duero, los
temores de los pastores de la Sierra del Maestrazgo en Teruel o de la Sierra Pobre
de Madrid, ante posibles reservas de protección de fauna salvaje —como la cabra
hispánica—, así lo atestiguan. Por otro lado, una visión mas integradora y amplia
ha de entender la agricultura tradicional como garantía del mantenimiento de un
entorno natural saludable.
En Picos de Europa, con apoyo del Consorcio LEADER + local, se ha puesto en
marcha hace un año el proyecto PASTOR, tomando como base para sus actuacio-
nes esta premisa: sólo manteniendo la ganadería extensiva, ligada a sistemas de
pastoreo tradicionales, mantenemos un medio rural vivo y su riqueza ecológica.
Para ello se coordinan regiones de montaña en Asturias, Navarra, Teruel y
Madrid. En Asturias se inicia un proyecto integral que trata de revitalizar el pas-
toreo desde un punto de vista cultural, económico y social. Para ello se llevan a
cabo las actividades de edición de un libro de fotografías que incluye los testimo-
nios de los pastores en primera persona, el estudio de viabilidad de una Escuela
de Pastores de Picos de Europa, o la restauración de cabañas con nuevos adelan-
tos y equipamientos queseros de uso colectivo y gratuito para pastores.
Un campo vivo debe armonizar viabilidad económica y sostenibilidad ecológi-
ca, producción y conservación, innovación y mantenimiento de la herencia e iden-
tidad culturales. Esto será posible cuando las instituciones respondan efectiva-
mente a las demandas y necesidades de los y las habitantes del medio rural; y
cuando las políticas que en el mismo se implementan sean formuladas y aplicadas
desde la población local, acompañada de organismos en los que no sólo se incluya
su voz, sino que la participación activa y la potenciación de los recursos y econo-
mías locales sean los ejes vertebradores de los procesos de desarrollo rural.
La apasionante relación entre mujeres y hombres en
nuestros proyectos: por una militancia mixta
Alberto Cruz, Daniel López, Paula Ortiz, Raúl Rodríguez y Julia del Valle,
con la participación de la Comisión de Género del BAH-Perales de Tajuña,
Plataforma Transgènics Fora! y Nafarroako Herri Okupatuak

«Lo primero que me viene a la cabeza es esto del género: si yo, como tía,
experimento cosas distintas que los tíos dentro del movimiento
[de insumisión]. Lo pensaba y no se me ocurría mucho. No es que sea un
movimiento en el que especialmente yo vea muchas diferencias,
diferencias de poder o del uso de la palabra. Pero al momento de llegar
a los sentimientos muchas veces he notado que al hablar con gente con
la que te mueves dentro del movimiento hay mucha dificultad de bajar
de lo político a los sentimientos, ¡jo! Porque también a mí me crea mal
rollo a veces la política y situaciones que ha habido en los grupos y que
no se hablan. De malos rollos que ha habido entre la gente o... Y eso
tampoco se habla porque parece que lo que importa es el rollo político.»
«¡Va! Mi opinión vale tanto como la tuya.., pero luego nunca formulas tu
opinión y nunca la haces valer, o la formulas de forma tímida, o no se te
oye, ahí en una esquinita sin firmeza y sin... Porque muchas veces las
opiniones no valen más porque sean más interesantes sino porque lo
digas convencido, ¿no? Si tú dices una cosa con mucha convicción,
aunque sea una tontería, por lo menos se te escucha, no?»
Reflexiones de unas insumisas en torno al debate de género

INTRODUCCIÓN

Estupor y temblores es el título de un libro de Amelie Nothomb que podría reflejar


muy fielmente el sentimiento que experimentamos cuando se nos ofreció coordinar
este capítulo. En parte han influido nuestras experiencias personales en los colec-
tivos en los que hemos militado y, por otro lado, no nos sentíamos con la suficien-
te base teórica como para abordar el asunto de una manera «correcta». Otro pro-
blema con el que teníamos que lidiar era la dificultad para encontrar bibliografía
acerca de las relaciones/las desigualdades de género en los movimientos sociales.
Independientemente de nuestros temores, la idea de trabajar el género nos
parecía importante y necesaria ya que la mayoría de los colectivos están muy
imbricados en el contexto rural, un contexto que a día de hoy se encuentra muy
masculinizado. Queríamos reflexionar sobre las relaciones entre mujeres y hom-
bres en la vida cotidiana de nuestros espacios alternativos y ver de qué manera se
158 Los pies en la tierra

expresan los valores patriarcales del contexto general en ellos. Nos hemos centra-
do en una dicotomía que afecta a toda la sociedad en la que vivimos y que en nues-
tros proyectos determina gran parte de los conflictos que surgen en el grupo: tra-
bajo productivo/lo público (trabajo agrícola, las acciones, la construcción, el traba-
jo monetarizado) frente a: trabajo reproductivo/lo privado (la gestión, el cuidado,
el mantenimiento del grupo, el trabajo no monetarizado)1.
La primera propuesta de redacción de este capítulo giraba en torno a la idea de
hacer una fotografía sobre el trabajo de género que se había realizado en los colec-
tivos que participaban en el libro. Básicamente, se trataba de ver si en algún
momento se habían visibilizado inquietudes respecto al tema y de qué manera se
habían trabajado. En definitiva, esta propuesta se enmarcaba en la filosofía del
libro de recoger experiencias y transformarlas en herramientas. Después de un
primer sondeo nos encontramos con que, exceptuando dos grupos, los demás no
habían trabajado el género de manera explicita. Hay que decir que en todos los
colectivos con los que contactamos, que fueron la mayoría, existía mucha gente
interesada en este tema y con muchas ganas de que se trabajara ya que sentían
que, aunque de manera implícita o «en los pasillos», es un tema que generalmen-
te «preocupa» pero que no «ocupa» un lugar muy importante, al menos en los espa-
cios públicos/mixtos.
La segunda propuesta, consecuencia lógica de la primera, fue proponer a la
gente que de manera trasversal hablara sobre el género, pero nadie sabía por
dónde empezar a trabajar. Nos dimos cuenta de que la falta de un lenguaje común
y de una base teórica mínima hacía que la gente no supiera dar una perspectiva
de género al análisis de su colectivo. Para centrar el tema, propusimos trabajar las
relaciones de género en el marco del trabajo cooperativo o colectivo. Esta propues-
ta sólo fue recogida por la cooperativa agroecologica Bajo el Asfalto esta la Huerta
(BAH!) de Madrid (capítulo 2 de la segunda parte de este libro), que inició un tra-
bajo de investigación que está resumido más adelante en el capítulo.
Como tercera y última propuesta diseñamos un modelo de taller con el objeti-
vo de facilitar una primera reflexión que estuviera centrada en vislumbrar las
relaciones de género en el marco del trabajo de nuestros colectivos. El taller se rea-
lizó con la Plataforma Transgènics Fora!, integrados en la Xarxa Agroecològica de
Catalunya y los pueblos okupados de Navarra (capítulos 4 y 7 de la segunda parte
del libro).
Este capítulo incluye, por este orden, el trabajo de la comisión de género del
BAH!; una nota técnica sobre la metodología de los talleres realizados; las reflexio-

1. En el artículo de Sonia Oceransky: «Las relaciones entre mujeres y hombres en el medio rural:
su herencia en nuestros proyectos», en la primera parte de este mismo libro, se profundiza sobre
estos conceptos.
Por una militancia mixta 159

nes de los participantes de los dos talleres que llevamos a cabo y las reflexiones del
equipo que hemos coordinado el capítulo, ya que pensamos que la propia experien-
cia de preparación de los talleres puede aportar muchas herramientas para futu-
ros trabajos sobre relaciones de género en los colectivos. La parte metodológica de
los talleres y de la investigación en el BAH! se ha resumido, dejando la web como
documento de consulta en caso de querer ampliar información. Las reflexiones sur-
gidas de los procesos de investigación han sido redactadas por la propia gente de
cada colectivo y por eso se aprecian estilos muy distintos a lo largo del capítulo.
Sin embargo, para nosotras era importante no modificar esos lenguajes.
Queremos dejar claro que todo esto ha sido posible gracias a los colectivos que
nos abrieron sus puertas y han acogido nuestra propuesta de pensar e identificar
juntas puntos de desencuentro en nuestras experiencias colectivas.

REFLEXIONES DESDE LA COMISIÓN DE GÉNERO DEL BAH!

Indagar acerca de las relaciones entre hombres y mujeres en el BAH! es una idea
que había rondado por la cabeza de mucha gente a lo largo de los últimos años. Sin
ir más lejos, hace dos años surgió la propuesta de hacer un encuentro de ex traba-
jadoras de la cooperativa que finalmente no llegó a cuajar. La comisión de género
del BAH! (que ha estado integrada por un representativo grupo de personas: con-
sumidoras, una ex consumidora y ex trabajadoras) se juntó con la idea de intentar
hacer un pequeño estudio que pudiera formar parte de este libro.
Nuestra primera idea fue la de intentar vislumbrar cuáles son los valores ocul-
tos que se desprenden de la línea de acción, que no han sido consensuados y for-
man parte de la filosofía del BAH!, y cómo afectan a las mujeres y hombres de la
cooperativa. Partiendo de esta pregunta, desde la comisión formulábamos una
hipótesis basada en que estos valores tienen mucha más importancia de lo que
pensamos y además afectan en mayor medida a los integrantes del grupo de tra-
bajo. Esto se explica porque la dinámica (de trabajo y casi vital) en la que se ven
inmersos los y las integrantes del grupo de trabajo hace que hasta el más mínimo
detalle de la cooperativa (una decisión aparentemente intrascendente, una ten-
dencia no muy marcada, etc.) se magnifique como si estuviera bajo una lupa de
cristal. A raíz de este fenómeno, pensábamos que era posible que las razones por
las que las mujeres permanecen menos que los hombres en el grupo de trabajo y,
además, se encuentran en menor número la mayoría de años podían tener relación
con estos valores implícitos.
Cuando comenzamos a trabajar, vimos la necesidad de tener una pequeña
introducción teórica acerca de la teoría sexo/género, ya que nos sentíamos bastan-
te perdidas. Tras los talleres de formación, que están descritos más adelante en el
capítulo, comenzamos a buscar la manera de enfrentarnos a nuestra investigación
160 Los pies en la tierra

en la cooperativa. Haciendo un mapa de la situación, nos vimos con apenas tres


meses para el planteamiento, la realización, la investigación y para escribir algo
para el capítulo. Con una comisión recién formada e integrada por militantes de
agenda llena y una cooperativa de 130 personas distribuidas por 10 barrios de
Madrid, el abordaje era difícil.
Finalmente, nos vimos poco capaces de plantear grupos de discusión o talleres
de reflexión que recogieran opiniones acerca de cómo son las relaciones entre hom-
bres y mujeres, cuáles son los valores que rigen la dinámica de la cooperativa, etc.
De ahí que escogiéramos la encuesta como método de análisis, no porque lo consi-
deráramos el mejor, sino porque era la única herramienta a nuestro alcance.
La tarea de realizar la encuesta ha sido ardua e intensa, y respecto a nuestra
hipótesis inicial poco podemos aclarar porque, como se expone a continuación,
nuestro trabajo fue adquiriendo diferentes matices. Pensamos que nuestro proce-
so y nuestras reflexiones pueden ser un material interesante.

Metodología de la encuesta

En la primera sesión de formación estuvimos trabajando conceptos relacionados


con el género para que en adelante tuviéramos un lenguaje común con el que
manejarnos entre nosotras y con las demás gentes. En el segundo taller trabaja-
mos con una dinámica que consistió en dividir adjetivos y cualidades humanas en
masculinas o femeninas, y así darnos cuenta de qué tipo de estereotipos manejá-
bamos en el grupo. Por último, intentamos recopilar información sobre indicado-
res de género y herramientas para analizar las desigualdades de género en el
ámbito de trabajo, que es lo más parecido que se nos ocurrió a nuestro entorno
militante de la cooperativa. No encontramos mucho, ya que casi todo el material
se refería a organizaciones sólo de mujeres o a estudios de análisis de una socie-
dad/colectivo, pero nada a movimientos sociales o cooperativas mixtas. Al concluir
los talleres, nos lanzamos a diseñar una encuesta que llegara a las 130 personas
que integran la cooperativa. Para su elaboración consultamos a una socióloga
experta en género para que nos aconsejase y, a lo largo de diferentes sesiones, fui-
mos estructurando la forma y el contenido que creímos necesario.
Escogimos tres áreas para analizar en la cooperativa: los grupos de consumo,
el grupo de trabajo y la distribución de las bolsas de verdura. En la encuesta plan-
teamos preguntas tipo test y algunas abiertas que intentaban vislumbrar si los
objetivos de la cooperativa eran más funcionales o abarcaban también aspectos
más relacionales y de desarrollo personal; cómo influían los roles de género en el
reparto de tareas y la asunción de responsabilidades, y en qué medida somos cons-
cientes de la división sexual de roles a la que nos conduce nuestra cultura. Estos
objetivos estaban en consonancia con nuestra hipótesis inicial, ya que pensábamos
Por una militancia mixta 161

que preguntando acerca de los objetivos de la cooperativa y el reparto de las res-


ponsabilidades podríamos reflexionar sobre los posibles valores implícitos que
rigen el BAH! Una vez terminada, la encuesta constaba de 20 preguntas y 4 pági-
nas que distribuimos a cada una de las integrantes de la cooperativa.

Conclusiones de la encuesta

La encuesta no tuvo buena acogida entre la gente de la cooperativa. Sólo recibimos


unas 20 rellenadas de 7 grupos de consumo y casi ninguna completa. Esto, junto
a las críticas recibidas y los fallos que posteriormente hemos visto que tenía su
estructura, nos llevó a dejar de lado el análisis de los datos y a centrarnos en hacer
una reflexión sobre el proceso que habíamos seguido.
Analizando las críticas recibidas tanto en las asambleas como por escrito en las
encuestas, decidimos hacer dos tipos de análisis: por un lado, analizar la encuesta
técnicamente; y por otro, la respuesta que ésta generó en la cooperativa.
Consultando con otra socióloga, vimos que la encuesta que habíamos elaborado era
demasiado larga; no habíamos aclarado bien su estructura, por lo que parecía dis-
persa; no trataba un tema en concreto; no se entendían bien los enunciados, por lo
que parecían abstractos y subjetivos; había demasiadas posibilidades de respues-
ta, lo que dificultaba la contestación y el análisis posterior de los datos, y exigía un
alto nivel de conocimiento de la cooperativa que no respetaba los diferentes nive-
les de implicación en el BAH!
Por otra parte, tras la reflexión, las críticas y las autocríticas, llegamos a la
conclusión de que había algo más. Analizando la respuesta que habíamos recibido,
vimos que algunas críticas parecían partir de posturas defensivas y no creemos
que la causa de ello fuera sólo un mal enunciado o una pregunta incomprensible.
La enunciación de las preguntas pudo haber provocado dudas sobre el objetivo de
las mismas, lo que generó malestar, pero ¿por qué?: ¿por miedo a no contestar lo
políticamente correcto?, ¿por miedo a la posible interpretación de sus respuestas?,
¿por sentirse juzgadas de antemano? En ciertos casos la gente no entendió la rela-
ción entre la pregunta y las relaciones de género, lo que pudo haber provocado sen-
timientos de desconfianza. Los enunciados peor estructurados eran los relativos a
los porcentajes de tiempos y tareas. Sin embargo, las preguntas más criticadas
fueron las del apartado específico de género (toda la encuesta trataba el tema
transversalmente pero al final había un bloque titulado «preguntas específicas de
género»). No fueron sólo críticas negativas lo que recibimos sino también respues-
tas que mostraban interés y dudas sobre el tema del género en la cooperativa.
Pensamos que el BAH!, por su propio funcionamiento, incorpora gente de todas
las edades y sexos. Tenemos en cuenta que, además de la clásica división mascu-
lino-femenino, vamos creando e identificándonos con nuevas formas de relación,
162 Los pies en la tierra

no tan encasilladas en esta bipolaridad, pero esto no quiere decir que nos hayamos
desaprendido por completo de la educación sexista impuesta desde las institucio-
nes y en el día a día de nuestra sociedad. Somos conscientes de que parte de la
reacción negativa hacia la encuesta ha sido por cómo estaba planteada, pero
¿hasta qué punto?, ¿nos ofende suponer que el BAH! necesita un estudio desde la
perspectiva de género?, ¿es éste un tema tabú en la cooperativa?
Insistiendo en que pensamos que el trabajo que hemos llevado a cabo ha teni-
do muchos fallos, seguimos con la idea de que reflexionar sobre género es una asig-
natura pendiente en nuestra cooperativa. Esperamos no haber cerrado ninguna
puerta y confiamos en que en algún momento este proceso se retome porque, si
cuando la comisión comenzó a juntarse ya pensábamos que hacía falta tratar las
cuestiones de género, una vez terminado este trabajo nos reafirmamos en esta
necesidad.

LA METODOLOGÍA DE LOS TALLERES

Los talleres realizados en los pueblos okupados de Navarra en noviembre de 2005,


y en la Plataforma Transgènics Fora!, en enero de 2006, fueron diseñados desde
un mismo punto de partida: visibilizar la división sexual del trabajo y cómo esta
división afecta la marcha de nuestros colectivos. Para hincarle el diente a tan apa-
sionante tema, nos pareció adecuado trabajar hombres y mujeres por separado
durante el primer día. Decidimos trabajar de esta forma porque así tanto ellos
como ellas se sentirían más cómodas y más cómodos para hablar, y las aportacio-
nes serían más ricas y menos sesgadas por lo políticamente correcto. El segundo
día se completó con una puesta en común en grupo mixto.
Planteamos el taller desde el análisis del quehacer cotidiano del colectivo.
Empezamos por «aquellas tareas que hacen falta para que tu colectivo funcione»;
posteriormente, priorizamos las más importantes y las agrupamos en categorías
de análisis que tenían que ver con el trabajo productivo y el trabajo reproductivo.
Terminamos este análisis con «¿quién realiza esas tareas?», momento clave de la
mañana, pues hasta ese momento no habíamos hablado explícitamente de hom-
bres y de mujeres. Partimos de lo más general para poco a poco centrarnos en esa
relación. Este momento dejó una primera fotografía que nos sirvió para seguir
introduciendo otros elementos de análisis que nos volvían a llevar a lo general:
hablamos de estereotipos, de poder, de rabia, de bloqueos, de maternidad...
Seguimos avanzando, armando el trabajo para el encuentro mixto, siempre desde
el diálogo y las aportaciones de las personas, enriqueciéndonos mutuamente. El
encuentro se presentó en dos partes: en la primera se expusieron los trabajos rea-
lizados en los dos grupos. Éste era el momento «estrella» del taller, en el que las
expectativas por ver el trabajo realizado por el otro grupo, dónde iban a coincidir
Por una militancia mixta 163

y dónde no, fueron la chispa que prendió los diversos sentimientos y puntos de
vista. Se dijeron cosas importantes y también hubo momentos para llorar. La
segunda parte se planteó de forma propositiva, en pequeños grupos que esbozaron
líneas de trabajo para modificar la fotografía inicial.

REFLEXIONES DESDE LA PLATAFORMA TRANSGÈNICS FORA!:


¿C Ó M O AFECTAN LAS RELACIONES DE GÉNERO A LA ACTIVIDAD DE LA PTF!?

El taller de género se realizó en la Plataforma Transgènics Fora! (PTF!) y no en la


Xarxa Agroecològica de Catalunya (XAC) por dos razones básicas: por un lado, la
PTF! es un colectivo que se reúne periódicamente y en el que existe una estrecha
relación entre las personas; por el otro, porque está enfocado hacia el activismo
agroecológico (acción directa contra los transgénicos) en el que se dan situaciones
muy intensas, donde juegan un papel importante la complicidad, los sentimientos
y las emociones.
Actualmente nos encontramos en un momento de replanteamiento de objetivos
y líneas de trabajo, restando protagonismo a la acción directa, para dedicar más
energía a establecer nuevos contactos, fortalecer vínculos existentes y preparar
campañas de mayor perspectiva temporal. Para ello tenemos presente que debe-
mos medir nuestras fuerzas, evaluar capacidades y ser realistas con lo que nos
proponemos, en parte porque hay una cierta intermitencia en la implicación de la
gente. La participación en el colectivo, en lo que a género se refiere, se ha reequi-
librado en el último año y medio con la incorporación de un número significativo
de mujeres jóvenes, ahora más numerosas, a un «núcleo duro» en el que en los pri-
meros años dominaba la presencia masculina.
Si bien la propuesta de participar en este capítulo fue bien recibida desde el
principio, el interés mostrado a lo largo del proceso y la percepción de esta reflexión
como una necesidad y oportunidad para el grupo ha sido asimétrica. Así se reflejó
en la asistencia desigual de mujeres (9) y hombres (2) al taller dinamizado por las
personas de la comisión de género del libro. La primera y más obvia conclusión fue
que, a pesar de ser un colectivo asambleario integrado por personas politizadas con
voluntad de trabajar las relaciones interpersonales, la necesidad de considerar los
aspectos de género no se vivía igual por mujeres que por hombres.
A través de las dinámicas enseguida se evidenció la decepcionante realidad:
que reproducimos el estereotipo tradicional de división sexual del trabajo y asun-
ción de roles de género. Las desigualdades de género afectan a la propia definición
del colectivo, a sus objetivos y a la manera de funcionar. Parece que los hombres
entendemos que el principal objetivo de la PTF! es su proyección externa e inciden-
cia pública, por lo que otorgan más importancia a la estrategia y tienden a asumir
tareas relacionadas con la comunicación, relaciones externas y contacto con los
164 Los pies en la tierra

medios (ruedas de prensa, etc.). Además, éstas son en general las tareas más valo-
radas. Las mujeres damos más importancia a la construcción de unos lazos de res-
peto y cooperación para el trabajo conjunto, base indispensable para la persisten-
cia de la PTF! como colectivo. En consecuencia, tendemos a asumir tareas de man-
tenimiento y gestión del grupo, como la integración de nuevas personas, trabajos
de logística y coordinación, así como lo relacionado con los materiales. Por ejem-
plo, en fases de preparación de acciones (momentos de proyección «hacia fuera»)
aumenta la participación masculina, mientras que en fases de trabajo continuo el
grupo se reduce y hay una mayor proporción femenina. Así pues, se repite la dico-
tomía entre masculino y femenino; trabajo productivo y reproductivo; ámbito
público/externo y privado/interno (doméstico), y trabajo visible e invisible (o invi-
sibilizado).
Durante el taller afloraron sentimientos de desilusión, decepción e incomodi-
dad por todo lo mencionado. También de culpabilidad: en el caso de las mujeres,
por enjuiciar personas y roles, y por sentirnos cómplices de esta situación; en el
caso de los hombres, una culpabilidad más cercana a la impotencia para cambiar
dinámicas y falta de automoderación. En ambos casos era una culpabilidad ambi-
valente: las chicas no queríamos rebajar nuestras reivindicaciones y los chicos sen-
tían que en determinadas ocasiones era el propio grupo el que les exigía asumir
esos roles. Sin embargo, constatamos que autocompadecernos no nos lleva a nin-
guna parte puesto que no es una cuestión de responsabilidad individual sino colec-
tiva, que debemos trabajar entre todas y todos.
Fue difícil explicar y desentrañar las causas de todo esto, que en cualquier caso
es un reflejo del contexto social y educacional. Destacamos la falta de reflexión
sobre las relaciones de poder en general y sobre las cuestiones de género en parti-
cular. Abordar una cuestión como la de los transgénicos supone además una difi-
cultad añadida al requerir un cierto conocimiento técnico. Además, como en
muchos otros colectivos, factores como la antigüedad y la experiencia acaban por
dar lugar a dinámicas de concentración de la información y de especialización en
el trabajo que resultan difíciles de romper.
¿Cómo afecta todo esto a la PTF!? Podemos hablar de dos niveles: por un lado,
lo que afecta al propio mantenimiento y crecimiento del colectivo; por el otro, las
dinámicas de funcionamiento y la eficiencia para llevar a cabo los objetivos.
En el primer nivel, las dinámicas de género descritas repercuten negativamen-
te en la cohesión del grupo, minando la autoconfianza y la confianza recíproca,
dando lugar a inconstancia y altibajos en la participación. Mientras que en la acti-
tud y comunicación masculinas el ego, el ansia de protagonismo y la seguridad en
lo que se afirma juegan un papel importante, en la femenina surgieron conceptos
como la autoinhibición, la inseguridad y la necesidad de aprobación. De forma más
general, causan estancamiento y desmotivación internas, y dificultan la incorpo-
ración de gente y su integración en el colectivo. Así, el enfoque de género explica
Por una militancia mixta 165

problemáticas ya detectadas con anterioridad y que habían sido enmascaradas,


debido a la incapacidad de salir del marco de análisis habitual, donde las relacio-
nes de poder no son suficientemente cuestionadas.
En cuanto al segundo nivel, y en relación a las dinámicas de la asamblea, se
detectó una «masculinización» tanto en los aspectos de forma (tiempo de interven-
ción, tono de voz, contundencia) como de contenido (priorización de lo práctico y
funcional) y ritmo (siempre frenético y supeditado a los objetivos operativos). Todo
esto deriva en una organización interna un tanto caótica centrada en la produc-
ción de resultados «hacia afuera», muy ambiciosos y poco realistas, que a menudo
nos desbordan. Este funcionamiento margina las aportaciones femeninas, que ten-
derían a posturas más reflexivas y cautelosas, y supone una desvalorización de las
tareas de mantenimiento del grupo (no hay un reconocimiento explícito de la
importancia y la dedicación que requieren).
Sin embargo, hemos detectado mejoras en este último año y medio. Las chicas
que nos hemos incorporado hemos ido asumiendo tareas más diversas, tanto por
iniciativa propia como por el espacio y apoyo dados por «los y las veteranas» (rea-
lización de charlas y talleres...). A pesar de esto, debemos seguir redimensionan-
do, repartiendo más equitativamente el trabajo y reconociendo explícitamente las
tareas invisibilizadas. Asimismo, debemos plantearnos seriamente la necesidad de
más asambleas de reflexión, prestando especial atención a las diferentes percep-
ciones y ritmos, y considerando realidades como la maternidad/paternidad.
Asumimos que reproducimos las dinámicas de género que tenemos interioriza-
das por la hegemonía patriarcal y antropocéntrica —que también han legitimado
la dominación de la naturaleza—; que su análisis se reduce a menudo a causas
superficiales; que el origen de estas actitudes y roles no es espontáneo ni desapa-
recerá espontáneamente; que el camino no se debe basar únicamente en la repar-
tición equitativa de tareas sino en una nueva concepción de las relaciones. Es nece-
saria una redefinición de qué es y qué se propone la PTF!: superar la visión reduc-
cionista y ser conscientes de que transformar la sociedad requiere repensarnos y
empezar desde dentro, creciendo como grupo y cuidando a la gente con la que que-
remos crear alternativas.

REFLEXIONES DESDE LOS PUEBLOS OKUPADOS DE NAVARRA

El ambiente que vivíamos antes de comenzar el taller era de incertidumbre. No


sabíamos muy bien qué nos esperaba, aunque todas teníamos ganas de ponernos
con el tema. Son pocos los momentos que dedicamos de lleno a ahondar en deba-
tes tan interesantes, por lo difícil que nos resulta conciliarlos con nuestros traba-
jos cotidianos, pero esta gentecilla había pensado en todo: gracias por esta linda
oportunidad.
166 Los pies en la tierra

El primer día nos separamos en dos grupos, chicas en los columpios, chicos en
la campa del tipi. Trabajamos de forma independiente y sin saber qué estaba
haciendo el otro grupo. Comenzamos con una lluvia de ideas para responder a la
pregunta «¿qué cosas hacen falta para que tu comunidad funcione?»; y estos son los
paneles que nos salieron2:

C H I CO S C H I CA S

G es t ió n d el p u eb l o X G est ión
n d el p u eb l o X Y
Coordinación, comunicación, estabilidad, Asambleas organizativas, conciencia de
dirección política, viajes, más de todo, visitas grupo, metas, empatía, encuentros,
y organización responsable. comunicación con el exterior, salud,
compra, sexualidad, mantenimiento, limpieza
M a n t e n i m i e n t o d e l g ru p o X e higiene de la casa, curros, dinero,
educación, niñas, ocio, idiomas.
Alegría, ilusión, buena relación entre las
personas, más contacto físico, compromiso, M a n t e n im i e n t o d e l g r u p o X
continuidad, respeto, comunicación, estar
atento/a a las necesidades de las demás, Asambleas organizativas, conciencia de
fiesta, ganas de aprender, autonomía, sexo, grupo, metas, empatía, encuentros,
afecto y cariño, equilibrio, imaginación , comunicación con el exterior, salud,
iniciativa, herramientas para la resolución de compra, sexualidad, mantenimiento, limpieza
conflictos. e higiene de la casa, curros, educación,
niñas, ocio.
M a n t e n im ie n t o d e l e s p a c i o X
M a n t e n im i e n t o d e l e s p a c io Y
Espacios limpios e higiene.
Leña, cocina, agua, construcción, energía,
T ra b a j o s t éccn i c o s Y huertas, frutales, animales, mantenimiento
de vallados.
Leña, cocinar, que no falte comida, agua,
luz, construcción, herramientas de trabajo, Tr a b a j o s t éccn ic o s Y
vehículos, huertas y animales.
Leña, cocinar, lavar ropa, agua,
construcción, dinero, curro, agua, energía,
huertas y frutales, animales, compra,
maquinaria, vehículos, limpieza e higiene.

2. El símbolo que aparece al lado del titular son las áreas asumidas en «nuestros pueblos» mayori-
tariamente por chicos o chicas. Los dos talleres por separado no fueron exactamente iguales, y ade-
más en su transcurso se cambió en algunos casos la propia estructura de análisis del tema. Es por
eso que la columna de los chicos y de las chicas no siguen exactamente la misma estructura.
Por una militancia mixta 167

Y para acabar tuvimos que elegir entre las cinco tareas más importantes.

En el grupo de chicas: En el grupo de chicos:


1. Conciencia de grupo 1. Mantenimiento de grupo: 104 ptos.
2. Asambleas organizativas 2. Trabajos técnicos: 40 ptos.
3. Construcción de espacios 3. Gestión del pueblo: 27 ptos.
4. Huertas y frutales 4. Mantenimiento del espacio: 2 ptos.
5. Mantenimiento, limpieza e higiene

Curioso, ¿no? Así nos pareció también a nosotros, siendo verdaderamente sor-
prendente la poca valoración que reciben algunos trabajos. Tal vez es por esto que
no son equitativamente asumidos.
Por la tarde seguimos trabajando. Se nos plantearon una serie de preguntas
que nos llevaron a profundizar aún más en el tema. ¿Hay división sexual en el tra-
bajo?, ¿en qué áreas?, ¿por qué?, ¿qué sentimientos provoca esto en las personas
del grupo? El debate fue largo e intenso, fue necesaria la presencia de las y los faci-
litadores para equilibrar los ánimos. Nos íbamos acercando a nuestra propia ima-
gen de nosotras mismos/as, y eso a veces duele.
Por fin llegamos al punto crucial: ¿que queríamos decirle al otro grupo y qué
propuestas concretas podíamos esbozar? Esa noche nos fuimos a la cama con un
gran mar de sentimientos azotando nuestro cuerpo. Al día siguiente nos juntamos
chicas y chicos. Había llegado el momento de saber qué habían trabajado en el otro
grupo, para lo que expusimos todos los carteles y dos personas de cada grupo nos
contaron lo que habían recogido.
Tras esto hicimos una rueda de sentimientos en la que intentábamos respetar
el turno de intervención de cada una sin interrupciones. En los dos grupos las con-
clusiones fueron parecidas, encontrando división del trabajo en:
1. Limpieza, mantenimiento de los espacios y cuidado de las personas.
2. Trabajo con las maquinas y mantenimiento de las mismas, herramientas,
energías, animales y leña.

Los sentimientos eran: frustración, hastío, enfado, impotencia, sensación de


invisibilidad, culpa y, sobre todo, sorpresa al ver los resultados tan sumamente
esclarecedores de la dinámica. Ante esos resultados, teníamos que asumir que nos-
otros y nosotras, tan liberadas y alternativas, seguimos manteniendo esos mismos
roles en los que nos han educado. Visto el problema, podíamos pasar a las propues-
tas concretas que nos llevarían a solucionarlo:
168 Los pies en la tierra

P ro p u e s t a s F a c il it a do r es D if i c ul t a d es So l u c io n es

Talleres de habilidades
Repartir la responsabili- Priorizar el cuidado
sociales, actitud hacia
dad del cuidado de las Buscar la eficacia frente a otros curros
el cuidado de las
personas más técnicos
personas

Definir orden y
Sentimientos
limpieza entre el grupo
Orden, limpieza e Tener un sentimiento y individuales
y buscar herramientas
higiene pensamiento de grupo Modelos socialmente
que faciliten esto
construidos
(listas de mínimos)

Reunión del grupo una


Rotaciones e intercam- Reconstruir lo social- Efectividad vez a la semana, una
bio de aprendizajes mente aprendido Especialización persona se encarga de
un espacio

Manías, traumas, excu-


Asumir por parte de
sas Evaluar cómo funciona
Tener presente la pers- todo el grupo que las
No tener más claros la asamblea
pectiva de género en el tareas de limpieza e
los facilitadores Críticas constructivas y
desarrollo grupal higiene no son un
No tener conciencia de refuerzos positivos
grupo más
grupo ni empatía

Definir otras activida- Los carteles pueden


des, tareas que invadir espacio Carteles recordatorios
Reparto de tareas
interesen y asumir No saber cómo con los acuerdos del
cuando no se asumen
responsabilidades en organizarnos grupo
ese aprendizaje Falta de sinceridad

Talleres concretos:
Establecer mínimos
masculinidad, manejo
Valorar las áreas
de herramientas,
Planificación de turnos
habilidades sociales
en grupo
(empatía)
Saber reconocer
Al ser una tarea Turnos asistidos
cuándo no sabemos
«impuesta» por el Terapias individuales
hacer las cosas; pedir
sistema de turnos me Entender la limpieza e
ayuda
implico menos y lo higiene personal y del
Facilitar el aprendizaje,
Apoyo a las madres y hago peor espacio como una
compromiso y
padres No saber las necesida- cuestión de salud
sinceridad
des de los y las niñas Organizar actividades
Poder hablar de con-
No saber cómo cubrir para chavales
flictos y de otros temas
las necesidades y no Crecimiento teórico de
en el grupo para
comunicar pedagogía y debates
debatirlos y
Explicitar necesidades y
visibilizarlos
cómo se cubrenQue
Carteles de seguimien-
las madres demanden
to de tareas de forma
sus necesidades
concreta
Preguntar
Por una militancia mixta 169

A modo de crítica, decir que una vez más el tiempo estuvo demasiado presente
a la hora de pensar las propuestas que resolverían el problema. Se nos abría toda
una guía para seguir trabajando en nuestros grupos. Gracias por haber sabido ver-
nos, por haber sabido cuidarnos y por habernos puesto un espejo delante, para que
hagamos con nuestra propia imagen lo que nosotros y nosotras mismas queramos
hacer con ella.
Está en nuestras manos que sigamos juntándonos y que el tiempo nos traiga más
dinámicas y debates y revoluciones internas y externas, y que con dinámicas de este
tipo podamos ver resultados que vayan cambiando un mundo, nuestro mundo.

REFLEXIONES DESDE LA COORDINACIÓN DEL CAPÍTULO

Creemos que no fuimos las que iniciamos este análisis. Llevamos en la memoria
colectiva muchos sentimientos y pensamientos de otras personas que nos llegan
difusas, que hemos rescatado del olvido o de los archivos que tanto nos ayudan a
entendernos y a entender lo que hacemos. Por supuesto, tampoco se termina aquí,
sino que concebimos este trabajo como un granito más de arena de los tantos que
enriquecen los movimientos sociales, como parte de un proceso más amplio y cons-
tante que vemos necesario introducir y dar forma en nuestras líneas de acción.
Porque lo personal es político: todo un clásico que, aunque se haya dicho muchas
veces o en determinados campos, creemos que aún no sabemos muy bien cómo
integrarlo en nosotras mismas ni en la rutina política.
De este proceso nos llevamos una pequeña experiencia que nos ha enriquecido
no sólo a nivel intelectual, sino que ha removido en numerosas ocasiones nuestras
propias experiencias y sentimientos y los de nuestros colectivos respectivos.
Algunas personas de la comisión coordinadora de este capítulo veníamos de gru-
pos de chicos o de chicas y otras no, pero después de estas experiencias todas y
todos coincidíamos en lo enriquecedor que es trabajar en un grupo mixto y del sen-
tido que cobra este trabajo por separado al ponerlo en común.
Los talleres que diseñamos y que pretendían facilitar las reflexiones propias de
los colectivos se enmarcan en las técnicas más conocidas de análisis desde la pers-
pectiva de género, en el marco de la teoría sexo-género. Al tratar este tema explíci-
tamente por primera vez en varios proyectos, lo hemos hecho desde una perspec-
tiva bastante general, estudiando la separación del trabajo y las tareas por géne-
ros, sin tener en cuenta que hay gente que individualmente o en otros colectivos
lleva años dándole vueltas a este asunto y esforzándose por cambiarlo, y que no se
identifica con ninguno de los géneros o no encaja en la descripción que se estaba
debatiendo. Nos damos cuenta de esta limitación y de la cantidad de roles que no
encajan porque están cambiando (¡Olé!), y que nos señalan otras formas de funcio-
nar mas allá de los clásicos roles femenino-masculino.
170 Los pies en la tierra

¿Y ahora qué? ¿Cuál es el camino que vamos a seguir a partir de ahora? Por un
lado, hemos conseguido los objetivos que nos habíamos marcado con los talleres,
que era hacer de cámara de fotos para que los colectivos con los que trabajamos
pudieran debatir y así hacerse una idea de la importancia que tiene el género a la
hora de organizar las tareas, tomar decisiones, hacer grupo, etc. Por otro lado, vol-
vimos algo revueltas al sentir que habíamos «hurgado» en el funcionamiento ínti-
mo de los colectivos y nos habíamos vuelto corriendo, sin dejarles herramientas
para poder continuar el trabajo que habían comenzado.
En realidad, no creemos tener herramientas para seguir este trabajo, ni las
teníamos para hacer las dinámicas que hicimos en los talleres, sino que las hemos
ido elaborando según las preparábamos. El camino que nos queda por hacer es com-
plejo y apasionante, ya que, como dicen, «se hace camino al andar»; y es que aquí
no se acaba el sendero. En el terreno del trabajo mixto en los colectivos hay poca
experiencia, así que habrá que usar la imaginación, sin miedo a equivocarnos y
sabiendo que el camino final lo vamos a hacer juntos y juntas, ya que, al ver la foto,
cada vez más hombres y mujeres coincidimos en que hay tema y que es urgente.
Acción política y vida cotidiana en los núcleos
rehabitados de los Pirineos
Nafarroako Herri Okupatuak, y
Laura Boguñá y Beatriu Quintana (Ecollavors)

INTRODUCCIÓN TERRITORIAL

En los últimos veinte años los Pirineos han dejado de ser un territorio aislado y
marginado. Hasta bien entrados los ochenta, la cordillera pirenaica había desem-
peñado básicamente un papel de fuente de recursos naturales y mano de obra para
la expansión industrial concentrada en las áreas metropolitanas de Barcelona y
Euskal Herria. Una combinación de varios factores como la construcción de embal-
ses, el reclamo del salario industrial, la incapacidad de transformar a un modelo
mercantil y altamente mecanizado unas explotaciones agrarias orientadas al auto-
abastecimiento, ciertas medidas legislativas como el cierre de las escuelas, la plan-
tación masiva de pinos y la protección legal de su cultivo (en detrimento de la
ganadería extensiva tradicional) o la despreocupación de las administraciones que
no hacían nada por atender las nuevas demandas de los pueblos más aislados,
motivaron el gran éxodo a la ciudad y la concentración de la población en los núcleos
cabecera de valle a partir de los años cincuenta. En los Pirineos se abandonan más
de cuatrocientos pueblos en pocas décadas, lo que tuvo un efecto fulminante sobre
la cultura y el modo de vida campesino: la agricultura desaparece prácticamente
de los valles más elevados, los pastos y los pinos sustituyen al cereal, mientras la
ganadería ovina va siendo sustituida por la bovina y equina.
En el contexto que se iba dibujando las actividades económicas «tradicionales»
tenían que responder a las premisas de cualquier negocio capitalista; y no fueron,
precisamente, las actividades agropecuarias las que mejor se adaptaron a los cam-
bios. Actualmente, el empleo agrario no supone más de un 22% de la población
activa en el caso del Pirineo aragonés, un 12% en Navarra, el 11% en el Pirineo
catalán o un 1% en Andorra. En el Pirineo vasco y catalán la actividad industrial
ocupa más de una tercera parte de la población activa, pero sin lugar a dudas el
172 Los pies en la tierra

sector que actualmente absorbe gran parte del empleo en los Pirineos es el turis-
mo: en el caso de Andorra hasta un 70%, mientras en el Pirineo navarro y catalán
asciende a más del 40%. A lo largo de la cordillera existen 2.000 hoteles con un
total de 60.000 habitaciones, que en el año 2.000 recibieron hasta 5.877.000 visi-
tantes —cuando la población total de la cordillera era de 1.010.000 habitantes—
(www.ctp.org).
Con más de cuarenta estaciones en toda la cordillera, el esquí alpino se convier-
te en un pasatiempo que ha transformado profundamente los ecosistemas y la
sociedad de la cordillera. Se siguen ampliando y abriendo nuevas estaciones de
esquí de gran tamaño, con las correspondientes urbanizaciones, infraestructuras
y servicios, siguiendo el modelo de las tres macroestaciones (Turmalet, Pas de la
Casa-Grau Roig y Vaqueira-Beret) con capacidad para recibir 40.000 esquiadores
por hora.
En el año 2000, ante el anuncio de la ampliación de Vaqueira-Beret (Catalana
de Occidente), se fraguó una intensa campaña de rechazo al proyecto y en defensa
del Valle de Àrreu (www.baqueiraberet.net), y actualmente las ampliaciones de
Cerler, Panticosa, Valdelinares o de Boí-Taüll han desencadenado nuevas movili-
zaciones. Se puede destacar la ampliación de Cerler, impulsada por Aramon
(Gobierno de Aragón e Ibercaja) en la que participa Nozar, inmobiliaria propieta-
ria de Boí-Taüll, estación que a su vez será ampliada afectando gravemente la Vall
Fosca. A lo largo de 2005, la Plataforma de Defensa de las Montañas de Aragón
presentó una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) por una Ley de Protección de la
Alta Montaña que, entre otras medidas, reclamaba una moratoria de dos años
para la aprobación de proyectos de creación o ampliación de estaciones de esquí.
Después de que en septiembre de 2005 se entregaran más de 30.000 firmas el
Gobierno de Aragón, tres meses más tarde, «la tumbó sin entrar a debatirla siquie-
ra» (www. ecologistasaragon.org).
Paralelamente, los Pirineos están viviendo un intenso proceso de urbanización.
La construcción de segundas residencias prolifera en prácticamente todos los
municipios de la cordillera. Chalets, apartamentos y casas «restauradas» que sola-
mente permanecen habitadas un promedio de 18 días al año y que generan una
subida considerable en los precios de la tierra y la vivienda, aparte de un grave
impacto ecológico.
El conjunto de administraciones agrupadas en la Comunidad de Trabajo de los
Pirineos (Gobierno Vasco, Gobierno de Navarra, Gobierno de Aragón, Generalitat
de Catalunya, Gobierno de Andorra y gobiernos regionales de Aquitaine, Midi-
Pyrénées y Languedoc-Roussillon) propone para el futuro desarrollo de la región
un «sistema urbano policéntrico» de pequeñas y medianas ciudades con un alto
grado de conectividad entre ellas «para distribuir las ventajas «urbanas» a la
mayor parte del territorio» (www.ctp.org). Potenciando las nuevas ciudades pire-
naicas y conectándolas a las regiones metropolitanas cercanas se pretende posicio-
Acción política y vida cotidiana en los Pirineos 173

nar mejor los Pirineos en el mercado de regiones europeo a través de la nueva


marca «Euroregión Pirineos-Meditarráneo».
Para ello, evidentemente, jugarán un papel clave las vías de comunicación. La
mejora de las carreteras —antes vinculada a los puntos de interés turístico— se
ha generalizado estos últimos años, y para el futuro inmediato está prevista (de
hecho ya se ha iniciado) la construcción de «vías rápidas» entre las que destaca el
«Eje Pirenaico» (A-26), la construcción del cual está siendo abordada por partes.
Hasta el momento, los tramos Jaca-Iruña y Olot-Figueres nos brindan un ilustra-
tivo anticipo de este faraónico proyecto que se prevé intensamente nocivo y ante el
cual apenas se están levantando críticas. Perpendicularmente al futuro Eje, cru-
zarán la cordillera varias autovías de montaña al más puro estilo de los Alpes; y
por los dos extremos sendas líneas del Tren de Alta Velocidad acompañadas de
líneas eléctricas de Muy Alta Tensión como la que quieren construir en las comar-
cas de Gerona (www.elsud.org).
Parece que las transformaciones profundas en el territorio que anuncian estas
tendencias no suponen ningún problema para seguir vendiendo los Pirineos como
un vergel de naturaleza. Las distintas modalidades de turismo verde siguen en
plena expansión, los dos parques nacionales y el resto de espacios protegidos son
destinos turísticos consolidados, y hasta el pueblo más pequeño organiza alguna
feria de productos típicos, mercado medieval, fiesta folclórica o similar. Los
Pirineos andan en camino de convertirse en un gran parque temático donde la ver-
sión amable del turismo rural no desplaza la más agresiva del esquí, y en el que
la creación de «espacios naturales» intocables es perfectamente compatible con la
acelerada degradación ecológica y cultural de toda una región que, sin perder su
condición marginal de proveedora de recursos naturales, ofrece suculentos recla-
mos para la expansión del potente negocio del ocio.

RECUPERACIÓN DE NÚCLEOS DE MONTAÑA ABANDONADOS:


TRES DÉCADAS NADANDO A CONTRACORRIENTE

Precisamente en los Pirineos, tal vez las montañas ibéricas más integradas a la
nueva «sociedad global», encontramos una gran cantidad de experiencias de vida
que se alejan conscientemente de la vía marcada por el desarrollo neoliberal.
Experiencias que se ubican en pueblos y núcleos de montaña abandonados a lo
largo del siglo XX y que en los Pirineos han encontrado unas condiciones adecua-
das para proliferar (400 pueblos abandonados, relativa abundancia de agua, cer-
canía a grandes ciudades).
Después de tres décadas de continuo goteo, el fenómeno social conocido en su día
como «neorrural» ha dejado su huella en la historia reciente de la cordillera: recu-
peración de casas y tierras, dinamización económica y cultural, rejuvenecimiento de
174 Los pies en la tierra

la población, reapertura de escuelas «rurales», etc. Aunque el tópico nos dice que
estas experiencias pretenden aislarse del resto de la sociedad, lo cierto es que no
pueden desarrollarse sin verse afectadas por el avance implacable de la urbaniza-
ción, el turismo y la explotación salvaje de los recursos naturales. La dificultad para
conseguir contratos de arrendamiento y el galopante incremento de los precios está
convirtiendo el acceso a la tierra y la vivienda en una de las principales limitacio-
nes para la instalación de nuevos proyectos. Siguiendo la tónica general de la eco-
nomía pirenaica, las actividades relacionadas con el turismo ganan importancia
como fuente de dinero para muchos núcleos rehabitados: venta de productos, traba-
jo asalariado en establecimientos, turismo rural en el propio núcleo,...
Durante los años setenta y ochenta, el hecho de instalarse en una casa o pueblo
abandonado iba ligado a un proyecto comunitario de transformación integral de las
condiciones de vida. Desde hace unos años, el abanico de experiencias neorrurales
se ha diversificado bastante, y actualmente sólo un minoría de estas experiencias
entienden su práctica como una vía de transformación social. Estos últimos se
podrían describir como grupos que orientan su actividad a la autogestión de las
actividades cotidianas (alimentación, cobijo, educación,...), mediante un funciona-
miento asambleario, con el objetivo de construir espacios de vida que proporcionen
las condiciones para un empoderamiento personal y colectivo. Proyectos que en el
ámbito ecológico buscan la recuperación de los agroecosistemas locales y en el ámbi-
to social plantean duras críticas a la actual sociedad desquiciante-consumista.
Desde los años ochenta se han vivido distintos procesos de acercamiento entre
este tipo de experiencias. El Movimiento Alternativo Rural (MAR) surge a finales
de los años setenta y pretendía establecer una coordinación más formal entre
aquellos proyectos «pioneros». Posteriormente aparece la Federación Anarquista
de Colectividades del Campo (1990-1993), iniciativa que recogía en parte las pro-
puestas del MAR y que, como aquél, tuvo una existencia relativamente breve. El
siguiente momento de acercamiento cuajó en la segunda mitad de los noventa en
los llamados «Encuentros de okupación y preocupación rural», periodo que coinci-
dió con un incremento de la represión hacia los pueblos okupados (desalojo de Sasé
en 1997, amenazas y denuncias en Solanilla, Artanga o Rala). En tales circunstan-
cias se gestaron entre 1998 y el año 2001 intensas campañas de difusión de estos
proyectos y en contra de su desalojo (Colectividades y okupación rural, Traficantes
de Sueños, Madrid, 1999). Durante estos últimos años la red de apoyo a la okupa-
ción rural ha quedado un tanto desdibujada, aunque el contacto entre personas de
los distintos proyectos afines nunca ha cesado.
No son pocas las limitaciones, carencias y problemas que deben enfrentar estas
experiencias pero con el tiempo se van consolidando proyectos y adquiriendo cono-
cimientos sobre nuestra propia práctica. Desde los pueblos okupados de Navarra
nos cuentan cómo compaginan la tarea de levantar un pueblo en ruinas con la par-
ticipación en otras luchas y movimientos sociales. Desde la Alta Garrotxa, peque-
Acción política y vida cotidiana en los Pirineos 175

ña zona donde encontramos una gran concentración de núcleos rehabitados, nos


cuentan las dificultades con que deben enfrentarse los distintos proyectos colecti-
vos (entre distintos núcleos) que han ido surgiendo en la comarca (cooperativas de
trabajo y de consumo, granero de semillas, experiencias de intercambio y forma-
ción, etc.). Por otro lado, en el capítulo dedicado a las relaciones personales y las
relaciones de género, se aborda tal vez la cuestión más crítica de este tipo de pro-
yectos y la principal causa de conflictos. Tres procesos compartidos por mucha otra
gente y sobre los que tendremos que seguir reflexionando.

NAFARROAKO HERRI OKUPATUAK: OKUPACIÓN RURAL


Y PARTICIPACIÓN EN OTROS MOVIMIENTOS SOCIALES

En la zona del pantano de Itoiz se encuentran actualmente cinco pueblos okupa-


dos. En 1980 se okupó Lakabe, y entre 1995 y 2000 se okuparon Arizkuren,
Artanga, Rala y Aizkurgi. Se trata de pueblos que llevaban abandonados entre 40
y 60 años y que están ubicados en fincas forestales propiedad del gobierno de
Navarra. Aunque cada pueblo presenta características y una personalidad propia,
la voluntad de autogestionar nuestras condiciones de vida es lo que orienta nues-
tra práctica colectiva. Esto nos lleva a abordar varios aspectos en el día a día: vida
en comunidad, alimentación, autoconstrucción, economía común, energías renova-
bles, salud, modelos de educación alternativa,...
Nos hemos dotado de varias formas de comunicación y apoyo mutuo entre los
pueblos del valle: jornadas de trabajo y la «asamblea de los pueblos» que vivió su
etapa más activa hacia el año 2000, momento en que el acoso policial y judicial se
intensificó (sentencias de desalojo para Rala y Artanga).
Los nuestros son pueblos abiertos que se han enriquecido con el apoyo de
mucha gente y que no desean aislarse del resto de la sociedad, por lo que mante-
nemos el contacto, sobre todo, con los colectivos y movimientos sociales más cerca-
nos, y ofrecemos nuestro espacio para el desarrollo de talleres, jornadas, debates,...
La vertiente política forma parte de nuestros proyectos comunitarios y, de hecho,
muchas personas que vivimos en los pueblos okupados ya estábamos vinculadas a
luchas y colectivos sociales antes de llegar aquí.
Sentimos que lo que vivimos en estos pueblos es nuestra forma de lucha coti-
diana; y aunque recuperar un pueblo de montaña con medios escasos requiere
esfuerzo y presencia, no podemos ni queremos dejar de lado nuestra implicación
en otros colectivos y luchas sociales. Desde el movimiento antimilitarista y ecolo-
gista a la educación alternativa, pasando por colectivos feministas, cooperativas de
alimentos ecológicos, euskera y promoción de la cultura euskaldún, gaztetxes, eco-
aldeas, fanzines, etc.
176 Los pies en la tierra

Los que gobiernan han destruido e inundado nuestro valle: han borrado del
mapa siete pueblos vecinos, han modificado completamente los caminos y carrete-
ras del valle, y ahora se muestran dispuestos a poner en peligro la vida de miles
de personas con el llenado de un pantano que no ofrece ningún tipo de estabilidad.
Como pueblos afectados hemos interactuado con los colectivos que han dinamiza-
do la lucha contra el pantano, especialmente con Solidari@s con Itoiz. Desde el año
1995 hemos participado en numerosas acciones, charlas informativas, foros y con-
gresos, acampadas, mendimartxas, teatro de calle,... Son de reseñar la acción del
corte de los cables que transportaban el hormigón a la presa, que supuso la pena
ejemplar de 4 años y 10 meses de cárcel para 8 compañeros; y la acción de la carre-
tera Agoitz-Nagore en la que dos compañeras inutilizaron las 50 máquinas que
trabajaban en ella, lo que les supuso una pena de dos años de cárcel.
En verano de 2003 participamos en la resistencia a los desalojos y posterior
derribo de los pueblos de Itoiz y Artozki, episodio en el cual no sólo hicimos fren-
te a los intereses del gobierno de Navarra, sino que también fue un gran ejemplo
de organización asamblearia y convivencia activa durante los días que duró tal
resistencia.
Nuestra implicación en la lucha contra este pantano ha ido en la línea de la des-
obediencia civil, con acciones públicas y no violentas. Para evitar posibles intrusio-
nes en nuestros pueblos, amenazas de desalojo o búsquedas por parte de las dife-
rentes policías, tras las acciones no eludimos la detención o la identificación.
El pantano de Itoiz-Canal de Navarra sigue siendo símbolo del desarrollismo,
del caciquismo, la desigualdad social, la marginación y además es punta de lanza
del Plan Hidrológico Nacional, en la actualidad falsamente anulado por el PSOE,
ya que proyectos como el recrecimiento de Yesa, Castrovido o Itoiz siguen adelan-
te pese a la fuerte oposición.
Así pues, hemos de decir que estamos frente al principal proyecto socioeconómi-
co del gobierno de Navarra, al frente del cual UPN (Unión del Pueblo Navarro) y
CDN (Centro Democrático Navarro), junto con el PSN (Partido Socialista Navarro),
siguen apostando por continuar con las pruebas de llenado a pesar de la amenaza
de siete posibles riesgos de catástrofe (www.sositoiz.com). Nuestra implicación en
esta lucha ha supuesto un largo rosario de juicios y sentencias que penden sobre
nosotras, pero también ha supuesto un nexo de unión con los paisanos que han visto
cómo les echaban de sus casas e inundaban sus valles.

Compaginando la vida del pueblo con la participación


en otros movimiento sociales

La participación desde los pueblos okupados en otras luchas y proyectos ha sido


una constante a lo largo de estos años. Aunque esto puede suponer un freno para
Acción política y vida cotidiana en los Pirineos 177

el desarrollo del pueblo y una fuente de desgaste y perturbación para el grupo,


siempre se ha animado y apoyado esta implicación.
Son diversas las maneras en las que nos hemos implicado en otras luchas,
generándose en tales circunstancias una serie de cambios en el funcionamiento del
pueblo.
Cuando alguien del grupo se integra de forma permanente en otro colectivo,
por lo que debe desplazarse regularmente, puede verse afectada su capacidad
parar tomar compromisos y participar en los proyectos inmediatos en el pueblo.
En tales casos estas personas desempeñan la función de nexo entre el pueblo y
el otro colectivo: por un lado, traen información al grupo y animan al resto del
pueblo a vincularse puntualmente en aquella otra lucha y, por otro lado, hacen
de representante del pueblo en el otro espacio. Cuando esto ocurre es fácil caer
en la sensación de querer que cuenten contigo en ambos espacios y no dar abas-
to, lo que nos puede agotar y desanimar. Incluso en alguna ocasión ha sucedido
que alguien deseara o necesitara permanecer una temporada fuera del pueblo
debido a sus compromisos con otros grupos, lo que supone un paréntesis en la
relación de esta persona con el resto de la comunidad. Aunque hay personas que
no se implican de este modo en otras experiencias de transformación social, han
sido muchas las que en un momento u otro se han visto inmersas en esta doble
o triple implicación.
Las características del pueblo y el momento que esté viviendo condicionan la
intensidad y el modo en que el ritmo de vida se ve alterado ante este tipo de situa-
ciones. En un grupo grande se notará menos la ausencia de una o varias personas;
así, si las tareas están organizadas por grupos de trabajo y con el tiempo se van
rotando, podemos evitar situaciones en que la ausencia de una sola persona supo-
ne un contratiempo importante a la hora de abordar ciertas actividades necesa-
rias. Algunas tareas, como el cuidado de los animales, no permiten dejar el pueblo
vacío, y en ciertos momentos puede resultar un inconveniente que varias personas
del pueblo tengan que ausentarse (épocas de mucho trabajo, momentos delicados
para la convivencia,....). La crianza y la educación de las hijas sin duda afecta a la
disponibilidad sobre todo de las madres y los padres para participar en otros colec-
tivos, pero no impide dicha participación.
Alguna vez ha sucedido que la situación de lucha que se estaba viviendo en otro
lugar era tan extrema que el pueblo en conjunto se ha volcado en ella, paralizán-
dose el ritmo cotidiano durante varios días o semanas y manteniendo una mínima
permanencia en el pueblo para cubrir las tareas imprescindibles (animales, rie-
gos,...). Estas situaciones provocan, lógicamente, un importante trastorno en nues-
tra cotidianeidad: las pocas personas que permanecen en el pueblo prácticamente
sólo dan abasto para cubrir el mantenimiento mínimo, la convivencia entre éstas
se estrecha al ser un número mucho más reducido y, fácilmente, tendrán que
afrontar tareas que habitualmente realizan otras personas de la comunidad.
178 Los pies en la tierra

Estos episodios pueden agravar situaciones conflictivas como ocurrió el verano


de 2004. En uno de estos pueblos, la implicación de todo el grupo en la campaña
contra el desalojo del Gaztetxe de Iruña impidió, durante un mes y medio, reali-
zar unas jornadas internas para debatir la grave crisis de convivencia que estaban
viviendo y que amenazaba seriamente la continuidad del grupo.
Por otro lado, también hemos aprendido que compartir situaciones de extrema
tensión en otro lugar con la gente de tu pueblo estrecha nuestras relaciones, al
mismo tiempo que refuerza el contacto y la complicidad que mantenemos con la
gente de la ciudad y de otros lugares.
Nuestra participación en los movimientos sociales se ve condicionada por una
serie de factores que no aparecen en el medio urbano. A los pueblos se accede por
pistas forestales y senderos que en invierno y épocas de lluvia se hacen más
intransitables. Tareas urgentes o imprevistos en el pueblo pueden complicar y
retrasar una salida; así pues, bajar a una reunión puede suponer dos o tres días,
que también deberán ser aprovechados para otro tipo de gestiones para el pueblo:
compras, recicles, curros, papeleo,... Por añadidura, que una o varias personas
estén en la ciudad unos días supone para nuestras pequeñas economías un incre-
mento de gastos que no podemos despreciar; y, además, nuestra presencia inter-
mitente en la ciudad nos impide asumir tareas y responsabilidades que requieran
cierta continuidad (contacto con otros colectivos, contrainformación, tareas de ofi-
cina), por lo que acabamos pareciendo especialistas en trabajos concretos que pue-
den terminarse en pocos días.
Durante diez años, gran parte de nuestra relación con las gentes y colectivos
de Iruña se desarrolló en el CSO Euskal Jai, el Gaztetxe de Iruña, punto de
encuentro con la gente de la ciudad pero también con la gente de otros pueblos del
valle. No sólo era nuestro hogar en Iruña sino que era el proyecto colectivo en el
que más nos hemos implicado: asambleas, campañas, actividades, jornadas de tra-
bajo, talleres, espectáculos, etc. Varios pueblos han mantenido turno de trabajo en
la cooperativa de autoempleo Lapiku que gestionaba el comedor popular y la
taberna del gaztetxe. Era en el Euskal Jai donde llegaba la gente que venía a visi-
tarnos y donde se organizaban fiestas y actividades destinadas a la difusión y
autofinanciación de algunos pueblos del valle.
En verano de 2004, a pesar de una intensa campaña de información y acerca-
miento al barrio, el ayuntamiento consiguió desalojar y derribar el Euskal Jai. La
resistencia fue dura y la respuesta en la calle contundente1, contando con el apoyo
de gran parte del barrio (www.euskaljaigaztetxea.net). Aquel verano de lucha unió
más los lazos entre la gente de los pueblos y la del gaztetxe, dejando un poco atrás

1. Las represalias tras las movilizaciones también están siendo contundentes: se piden 44 años de
cárcel para 32 de las 120 personas detenidas durante la defensa del Euskal Jai.
Acción política y vida cotidiana en los Pirineos 179

las tensiones y conflictos vividos a lo largo de diez años de convivencia entre la


gente de los pueblos y la de Iruña, que a menudo fueron motivados por la incomu-
nicación y el desconocimiento de la realidad que vivían las otras.
Durante este último año estamos sintiendo con más intensidad lo que antes
ya sabíamos pero tal vez no valorábamos lo suficiente: la importancia de contar
con un espacio en la ciudad. Cuando ahora bajamos a Iruña, no dejamos de sen-
tirnos desubicados y algo invasores en aquellos espacios privados que nos abren
las puertas.
Las personas que formamos parte de los Herri Okupatuak seguimos creciendo
y decidiendo nuestro futuro, creando estructuras de convivencia basadas en las
relaciones horizontales, pero sin olvidar que somos parte activa de esta sociedad y
que está en nuestras manos ir dando pasos para trasformar lo que no nos gusta y
crear espacios liberados. En esta línea seguimos buscando soluciones a nuestros
conflictos y respetándonos, pero liándola —en el buen sentido de la palabra—,
siempre liándola.
Por eso os animamos a participar activamente en los procesos de cambio que
necesita esta sociedad y no dejar que sean los poderes establecidos los que guíen
nuestras vidas, sueños, proyectos e ilusiones.

Nafarroako Herri Okupatuak (Pueblos Okupados de Navarra)

AC C I Ó N COLECTIVA EN LOS NÚCLEOS REHABITADOS EN LA ALTA GARROTXA

La comarca de la Alta Garrotxa, en el extremo oriental del Pirineo catalán, muy


cerca del Mediterráneo, es una zona de montaña que como tantas otras quedó
prácticamente abandonada entre la década de los sesenta y los setenta. Lo que
parecía un territorio condenado al olvido, sin embargo, ha sufrido un continuo flujo
de repoblamiento iniciado en la década de los setenta que actualmente continúa
vivo. Un heterogéneo grupo de personas que, mediante distintas estrategias de
acceso a la tierra y la vivienda (compra, ocupación, masoveria, cesión,...), hemos
ido arraigando nuestras vidas en este territorio y, a la vez, forjando lazos sociales
y afectivos entre nosotros y nosotras, con el fin de superar las dificultades relacio-
nadas con la adaptación a un territorio que de entrada nos era extraño, pues la
mayoría proveníamos del ámbito urbano.
Los y las habitantes de estos pueblos a menudo hablamos de red para referir-
nos al conjunto de relaciones que sobre la base de unos valores compartidos se han
ido forjando entre nosotras, a lo largo de las dos últimas décadas. Estos valores
compartidos, junto a las condiciones de vida en las montañas, han forjado un
intenso sentimiento de grupo que se extiende a todas las habitantes de las monta-
ñas, participen en mayor o menor medida en experiencias colectivas.
180 Los pies en la tierra

A lo largo de los últimos 20 años, son muchas y diversas las propuestas que
surgen de esta red humana, ya sean de tipo productivo, educativo, reivindicativo,
etc. Aunque el objetivo de transformación personal a menudo prima sobre el de
transformación social y, aunque el impacto de la mayoría de nuestras propuestas
es reducido, en su conjunto estas experiencias nos hablan de nuevos caminos para
regenerar y recrear el tejido social en el mundo rural.
En los primeros años de repoblación, el sentimiento comunitario tuvo mayor
peso que actualmente, aunque son muy pocos los núcleos que han funcionado en
comunidad. Ello significa que vamos a encontrar acciones más o menos comunita-
rias y espacios de participación más o menos organizados, pero no un planteamien-
to colectivo de gestión integral de la comunidad. La existencia de unos valores
generales compartidos y de un sentimiento de grupo ha permitido crear distintas
iniciativas, algunas muy participativas y otras menos, pero lo que realmente exis-
te es una forma de ser y estar característica de la gente de estas montañas: el inter-
cambio de bienes y servicios como práctica cotidiana, la ayuda mutua basada en el
«hoy por ti, mañana por mí», el valor de la autosuficiencia, el valor de la autoges-
tión de las necesidades....
Los principales ámbitos que han movilizado a la red y de los que han surgido la
mayoría de experiencias colectivas han sido la mejora de las condiciones de vida en
los núcleos habitados, la crianza y la educación de las más pequeñas, la organiza-
ción en torno a proyectos de autogestión económica, así como la defensa ante las
agresiones al territorio y la recuperación de las fiestas tradicionales de los pueblos.
En cuanto a la mejora de las condiciones de vida, surgen muchas experiencias
de trabajo colectivo para la rehabilitación de casas o infraestructuras comunes
(canales, caminos, locales, huertas...), que se concretan en jornadas de trabajo
abiertas que pueden durar varios días y que reúnen a gentes de lugares muy dis-
tantes, contribuyendo así al mantenimiento de la red. Otro aspecto aglutinador ha
sido la educación y crianza de las más pequeñas, como dan muestra de ello las
escuelas alternativas en dos núcleos, la organización de campamentos infantiles y
las experiencias de autoformación de adolescentes en Lliurona. En lo productivo
encontramos múltiples experiencias de microeconomía que suelen integrar de 2 a
5 personas: panaderías, queserías, grupos de gestión forestal, rebaños colectivos,
así como las cuadrillas de jornaleros agrícolas para distintas campañas que reu-
nían a más gente. También se llegaron a gestionar colectivamente campos de fru-
tales y olivos en el llano del Empordà. A pesar de estos ejemplos, actualmente son
muchas las personas que deciden salir a trabajar fuera de los pueblos para ganar-
se un jornal (principalmente para afrontar los gastos derivados de la reconstruc-
ción de las casas).
Por último, las fiestas de los núcleos o los espacios políticos como las distintas
campañas contra agresiones al territorio (cotos de caza, vertederos, autovía, línea
de alta tensión), a menudo dinamizadas desde la Agrupació Naturalista de la
Acción política y vida cotidiana en los Pirineos 181

Garrotxa, desde la Associació d’Habitants de l’Alta Garrotxa o desde los propios


pueblos constituyen otro ámbito destacado de la acción colectiva en estas tierras.
A finales de los años noventa se vive un momento de convergencia en el cual
son creadas tres experiencias que han resultado de gran importancia para la red
y que presentan un carácter más formal y una mayor continuidad que el resto de
experiencias descritas.
En el ámbito del consumo, se crea en 1998 la Cooperativa de Consumo, que
llega a abastecer a cincuenta casas con unos veinte productos básicos. La dificul-
tad para gestionar tal volumen de compras, el bajo compromiso y participación de
muchas casas y la falta de métodos de funcionamiento más ágiles acabaron gene-
rando, en 2002, un proceso de reflexión que desembocó en un nuevo modelo com-
puesto de pequeñas cooperativas surgidas de la primera, que funcionarían de
forma autónoma y que podrían coordinarse para algunas compras comunes. En
este proceso algunos grupos han desaparecido, pero los que han continuado como
cooperativas parece que van mejorando su funcionamiento.
En 1998, se funda la Associació d’Habitants de l’Alta Garrotxa, un espacio crea-
do para debatir y aunar fuerzas en relación a la gestión del territorio que en un
primer momento integraban unas treinta casas, lo que convertía este foro en un
nexo de las distintas luchas que se daban frente a las múltiples agresiones que
sufre este territorio. El gran impulso inicial se desvaneció al cabo de tres años, y
hoy día se está trabajando para superar una importante crisis de participación.
El granero de semillas Ecollavors sería el tercer ejemplo y el que ha consegui-
do, aunque a trancas y barrancas, un mayor grado de organización, tanto en la
conservación de variedades agrícolas (unas 150, entre ellas 25 variedades locales),
como en el funcionamiento interno del colectivo (asambleas, talleres de autoforma-
ción, campañas de autorreflexión colectiva).
A modo de conclusión, podemos decir que las limitaciones que encontramos
para dar continuidad a nuestros proyectos podrían clasificarse en tres categorías:
las relacionadas con las condiciones de vida de los núcleos (grandes distancias, pis-
tas y vehículos en mal estado, problemas con el teléfono, núcleos en reconstruc-
ción, falta de servicios...), las relacionadas con las formas de organización colecti-
vas (convocatorias que no llegan, reuniones largas y caóticas, dinámicas poco par-
ticipativas...) y las de índole personal (compromiso con los acuerdos, actitud ante
la participación, protagonismos, pasotismo, «estrés rural»,...). El futuro de estas
tres experiencias es incierto, pero en este último año se han iniciado interesantes
debates y propuestas de reflexión que esperamos sirvan para tomar conciencia de
nuestros límites y para —a partir de ellos— caminar hacia lo que nos proponga-
mos. También empiezan a aflorar nuevas formas de trabajar colectivamente con la
llegada de una generación más joven y más vinculada a movimientos sociales
urbanos, que está aportando nuevos enfoques tanto en los núcleos como en estas
asociaciones.
182 Los pies en la tierra

Ecollavors: la gestión colectiva de un granero de variedades hortícolas

Ecollavors surge en otoño de 1998 por la inquietud de un grupo de hortelanos de


disponer de semillas no manipuladas, locales y de cultivo ecológico. Lo que empe-
zó como un simple intercambio de semillas, con el tiempo fue cobrando forma
hasta llegar a la creación del granero colectivo autogestionado. Ecollavors persi-
gue el doble objetivo de abastecer de semillas de calidad a las casas colaboradoras
(en un primer momento, ya que se pretende que cada cual acabe por tener su pro-
pio granero) y dar respuesta al rápido proceso de pérdida de biodiversidad agríco-
la generado por el desarrollo de la agricultura industrializada.
El granero se mantiene gracias a la constante reproducción de las variedades
por parte de las casas colaboradoras, que adquieren el compromiso de «apadrinar»
cierto número de variedades (en función de su disponibilidad, capacidad e interés).
Las semillas quedan almacenadas en botes de cristal que van siendo renovados
año tras año. La gestión del granero la asume un pequeño grupo de personas que
se encargan de la clasificación de las semillas, mantener la base de datos, realizar
las pruebas de germinación, hacer siembras para hacer plantel, redactar y distri-
buir el boletín, la coordinación con otros grupos (Xarxa Catalana de Graners) y la
divulgación (charlas, encuentros). Una vez por estación se celebra la asamblea
general, momento en el que se toman las decisiones: se registran las entradas y
salidas de semillas, se distribuye el plantel, se devuelven las fichas de seguimien-
to, se consultan dudas,...
Después de años emprendiendo experiencias colectivas podemos detectar cier-
tas dinámicas en el funcionamiento colectivo que dificultan, entorpecen y desesta-
bilizan el desarrollo de tales proyectos. A través del caso de Ecollavors, dibujare-
mos un esquema de los principales motivos que hacen que nos cueste tanto impli-
carnos y mantener nuestra participación en experiencias colectivas de este tipo.
Así pues, lo que sigue no sólo hace referencia a lo ocurrido en Ecollavors, sino tam-
bién en el resto de experiencias colectivas en la Alta Garrotxa.
La baja asistencia a las asambleas y la falta de puntualidad dificultan mucho la
toma de decisiones colectivas, llegando a desgastar en algunos momentos el ánimo
del grupo. Esto se debe en parte a la propia naturaleza de nuestras formas de vida:
en la mayoría de casas viven pocas personas (prácticamente no hay grupos que
vayan más allá del núcleo familiar) que deben atender no pocas tareas cotidianas.
En estos últimos años, debido al incremento de los gastos en cada casa, se extiende
la opción del trabajo asalariado frente al autoabastecimiento y el autoempleo, lo
que todavía reduce más la disponibilidad para implicarse en proyectos colectivos.
La dispersión geográfica y la falta de otros espacios de encuentro convierten los
momentos previos a cualquier asamblea en un importante evento social que puede
prolongarse varias horas. Los problemas con la comunicación (mala cobertura para
el teléfono móvil, pistas en mal estado, sin internet,...) se suman a cuestiones de
Acción política y vida cotidiana en los Pirineos 183

funcionamiento como el habitual retraso en la entrega del boletín que debería ser-
vir para convocar las asambleas (y que a menudo se acaba repartiendo en la propia
reunión). La incapacidad para mantener unos nodos activos en las distintas zonas
(«coordinador de zona») explica en gran parte nuestros problemas de comunicación
y la ausencia de un mínimo seguimiento de las casas colaboradoras.
Por otro lado, la aparición de dinámicas que entorpecen el quehacer del grupo
son habituales. El reparto no equitativo de las tareas (relacionado con cuestiones de
liderazgos y delegaciones), la influencia de los conflictos personales en el ámbito
colectivo, o la falta de experiencia en la dinamización de grupos y de herramientas
para mejorar el funcionamiento de nuestras asambleas van mellando las ilusiones
del colectivo. Podríamos decir que tenemos una pobre cultura de participación y
organización colectiva. Son pocas las personas que cuentan con una trayectoria acti-
vista a sus espaldas, y muchas las que orientan sus esfuerzos a objetivos cotidianos
y domésticos desvinculándolos de cualquier proceso de transformación social.
La falta de continuidad y responsabilidad por parte de algunas casas colabora-
doras ha sido una constante en la trayectoria no sólo de Ecollavors sino de cual-
quier tipo de experiencia colectiva en la comarca. En el caso de Ecollavors, aparte
de la constante renovación de personas, detectamos carencias destacables en la
capacidad para comprometerse de las casas colaboradoras: retorno irregular de las
semillas, no cumplimiento de los protocolos acordados (fichas de seguimiento,
registros de entrada y salida,...), poca implicación en la búsqueda de más varieda-
des locales y en la gestión del granero... Por otro lado, los problemas con la calidad
de la semilla retornada pueden estar más relacionados con la falta de conocimien-
tos teóricos y prácticos, lo que intentamos paliar con la realización de dos talleres
al año de autoformación, con la divulgación de material de consulta, y con el repar-
to de fichas de caracterización y demás información técnica relacionada con cada
una de las variedades.
Éstas y otras dificultades perfilan un panorama nada fácil para el funciona-
miento de cualquiera de las experiencias colectivas en la Alta Garrotxa, que muy
a menudo presentan una evolución discontinua con momentos o etapas de eferves-
cencia, en las que pequeños grupos dinamizan y fortalecen las experiencias y pro-
yectos, y momentos de letargo que no dejan de recordarnos lo vulnerables que son
todavía los proyectos que vamos construyendo.
A pesar de todas las carencias que presentan estas iniciativas, en la Alta
Garrotxa seguimos desarrollando estas experiencias colectivas, que alumbran
nuevos modelos para la recuperación de los ecosistemas y de los núcleos de mon-
taña. Pequeñas iniciativas que podrían constituir una valiosa semilla para empe-
zar a diseñar y practicar nuevas formas de vida.

Laura Boguñá y Beatriu Quintana


(miembros del Banco Cooperativo de Semillas Ecollavors)
Epílogo
Marc Badal Pijuan y Daniel López García

Al escribir estas líneas, han pasado dos años y medio desde que empezamos a
pensar este proyecto, y cerca de año y medio desde que comenzamos a hacerlo
público y a proponer a los compañeros y compañeras que se embarcasen en este
viaje colectivo. En estas líneas vamos a intentar organizar esta vivencia para
poder explicárosla. Primero comenzaremos con una reseña del encuentro final
del proceso de redacción de los textos que componen el libro, del que salieron las
conclusiones que dan contenido a este epílogo. Después nos centraremos en las
reflexiones que nos han surgido acerca de los procesos de autoinvestigación que
componen los capítulos de la segunda parte de este libro. Y para terminar reco-
geremos algunas de las ideas surgidas en todo el proceso —aunque especial-
mente en el encuentro final— y que nos servirán de conclusiones del mismo, si
bien suponen para nosotros un punto de partida desde el que seguir discutien-
do y aprendiendo.

UN ENCUENTRO PARA COMPARTIR Y CONOCERNOS

Del 10 al 12 de marzo de 2006 nos reunimos en Navalquejigo (pueblo okupado en


plena Sierra de Guadarrama, al norte de Madrid) unas 30 personas para conocer-
nos, para poner en común los trabajos realizados por cada grupo, para tender
puentes entre los diversos descubrimientos realizados y para pensar juntos y jun-
tas sobre nuestra práctica de transformación social. Acudió gente de 6 de los 8 gru-
pos participantes, una persona de las que han escrito en la primera parte del libro,
tres personas del grupo dinamizador del encuentro, y dos más que nos estuvieron
cuidando durante todo el fin de semana, preparándonos la comida, fregando los
cacharros y preparando el sitio para que el resto de la gente nos pudiésemos cen-
186 Los pies en la tierra

trar en el trabajo de discusión. En total 13 mujeres y 11 hombres participantes en


las discusiones; una mujer y cuatro hombres en el equipo organizador.
Los grupos traían de casa unas fichas rellenas con datos y valoraciones de
cada trabajo de investigación, lo cual nos facilitó mucho la puesta en común, que
nos llevó a un interesante debate sobre los procesos vividos. Más tarde nos divi-
dimos en cuatro grupos temáticos de trabajo: relaciones de género y relaciones
personales en nuestras organizaciones; relaciones de nuestras organizaciones con
la legalidad, con el «capitalismo verde» y con el conocimiento tradicional campe-
sino; participación y procesos de autoinvestigación en nuestras organizaciones; y
luchas antidesarrollistas y relaciones con otros movimientos sociales. Cada grupo
discutió sobre el tema, compartió experiencias existentes al respecto en las dis-
tintas organizaciones y, después, apuntó posibles líneas de trabajo a desarrollar.
Por último, y tras poner en común las discusiones temáticas, celebramos una fies-
ta junto con gente del pueblo, en la que estuvimos charlando y sobre todo bailan-
do hasta altas horas de la noche. Al día siguiente, con grandes esfuerzos, se rea-
lizó un debate abierto sobre la pregunta: «Nosotr@s como movimiento. ¿Qué tal te
suena?», que terminó en una valoración general del encuentro y en general de
todo este proyecto.
La valoración general del encuentro fue muy positiva. Fue el momento en que
nos dimos realmente cuenta de estar participando en un proyecto colectivo, junto
con gente de otros lugares y organizaciones muy distintas. A su vez, la idea de
«movimiento», de constituir algo juntos y juntas, también tomaba cuerpo al haber-
nos visto, tocado, conocido... y al haber hablado, comido y bailado juntos/as.
El encuentro no tenía pretensiones de construir ninguna coordinación formal,
un manifiesto en común, un programa de acción conjunta, ni nada parecido. Su
objetivo era simplemente el encuentro y la discusión, y las actividades, los tiem-
pos, el espacio y la metodología preparadas pretendían recrear este ambiente. Esto
se valoró como algo muy positivo, que había permitido una interacción relajada y
sin tensiones ni prisas. Se remarcaba la necesidad de que nuestros espacios polí-
ticos fuesen también agradables e incluso divertidos, y en este sentido se habló del
encuentro como una «terapia» de la que todas y todos salíamos reforzadas/os, car-
gados de ideas y energías que nos ayudasen a seguir con nuestra tarea, cada una
en su sitio. Sin embargo, las mujeres que estuvieron en el grupo que trabajó sobre
«género y relaciones personales en nuestros proyectos» manifestó haberse sentido
un poco «defraudadas» porque, precisamente en ese taller, ningún hombre hubie-
se estado presente. Por último, se valoró mucho lo cómodo que había sido el
encuentro gracias a la ayuda de la gente de Navalquejigo y de la que se encargó de
las comidas y demás cuidados.
Epílogo 187

APRENDIENDO DE LA AUTOINVESTIGACIÓN

Una de las apuestas principales de este proyecto era tratar de implicar a gente de
las organizaciones convocadas en la dinamización de procesos de reflexión colecti-
va en sus grupos, intentando que cada grupo desarrollase sus propias herramien-
tas de autoinvestigación —para poder generar procesos en los que se profundiza-
se lo más posible en cada realidad concreta— y que en el proceso participase la
mayor cantidad de gente posible. Sabíamos que esto no iba a ser fácil, pero tan
importante como conseguir unos resultados interesantes era aprender a desarro-
llar estas herramientas, apropiarnos de este conocimiento y ser capaces de aplicar-
lo en la realidad cotidiana de nuestras organizaciones.
En varios de los grupos nos hemos apoyado en gente de nuestras organizacio-
nes que ya estaba realizando algún trabajo de investigación sobre las mismas, o
en trabajos que ya estaban realizados. Gracias a esto, hemos contado con el apoyo
técnico que se brinda a los y las estudiantes —por parte de profesores/as u otros
investigadores sociales—; a la vez que el trabajo se realizaba «desde dentro»,
transmitiendo el conocimiento sobre la metodología de investigación y sobre lo que
se investiga al resto de integrantes de cada «grupo dinamizador» y, por ende, al
conjunto de cada organización.
Creemos que en cierto sentido hemos conseguido «empoderarnos», ya que
ahora somos más conscientes de lo que somos —y por tanto más capaces de regu-
larnos y de intervenir sobre nuestras propias dinámicas—, y también somos más
capaces de seguir observándonos y conociéndonos según evolucionamos. De hecho,
las valoraciones de los grupos dinamizadores de cada capítulo han sido muy posi-
tivas a este respecto.
En el encuentro de Navalquejigo hubo varios espacios para el intercambio de
impresiones sobre los procesos de autoinvestigación. En la puesta en común de los
distintos trabajos realizados para el libro, se habló de la importancia de poder ir
«evaluando» nuestros proyectos a cada momento, como forma de saber constante-
mente si estamos donde nos gustaría estar. Se hablaba también de lo interesante
de pararse en ciertos momentos a «pensarnos» en espacios específicos para ello y
con herramientas de análisis elaboradas al respecto; y poder hacer una evaluación
más en profundidad, que nos permitiese reorientar nuestras trayectorias, valorar
los objetivos alcanzados y revisar los que quedan pendientes...
Se comentó que «la militancia no es una cosa fácil» y que, por tanto, debemos
dotarnos de herramientas para poder hacerlo bien. Se discutió sobre la validez del
conocimiento académico de la investigación social en proyectos que precisamente
pretenden escapar de la lógica parcelaria y simplificadora de la ciencia; y se apun-
tó la necesidad de disponer de herramientas prácticas y operativas que tradujesen
en cada situación concreta las complicaciones de la teoría sociológica o antropoló-
gica. Se constató la escasez de trabajos de este tipo desde los movimientos socia-
188 Los pies en la tierra

les, y se recalcó la necesidad de plasmar estas experiencias en materiales escritos


disponibles para otra gente.
También se estuvo discutiendo sobre herramientas concretas que se habían
utilizado en las investigaciones, sobre todo la encuesta. Se habló de lo difícil de
hacer bien las encuestas, y de la incapacidad para recoger informaciones más allá
de los números. La mayor parte de los grupos la habían utilizado por no conocer
otras técnicas o por ser ésta la que les parecía más fácil. Sin embargo, se valoró
más positivamente los casos en los que se han realizado talleres dirigidos (con
dinamización externa y técnicas participativas de debate) sobre temas concretos,
ya que la información obtenida había sido mucho más rica y profunda.
Como valoración general, desde el equipo dinamizador del proyecto hemos
sacado las siguientes conclusiones:
– Los grupos participantes han realizado un gran trabajo de recogida de infor-
mación de cara a la redacción de los capítulos. Esto ha hecho que los textos
muestren ideas muy originales y elaboradas, de gran interés; y que los deba-
tes, en el Encuentro de Navalquejigo, hayan alcanzado una importante pro-
fundidad de análisis en un tiempo muy limitado.
– Por lo general, no se ha alcanzado el grado de profundidad esperado en cuan-
to al tratamiento de los temas propuestos a analizar en cada capítulo, y los
trabajos se han quedado más en una descripción de la trayectoria y desarro-
llo de cada proyecto. Esto se explica, en la mayoría de los casos, debido a la
carencia de análisis previos sobre esta trayectoria o sobre la situación gene-
ral de cada organización, y por la consiguiente necesidad de este diagnóstico,
necesario a su vez para el estudio en detalle de aspectos más concretos. Sin
embargo, creemos que los análisis han sido, en todo caso, muy finos y profun-
dos al penetrar en la realidad de cada organización.
– En los procesos de autoinvestigación se han cometido frecuentes errores de
método. Sin embargo, nos gustaría rescatar el valor de haber sido realizado
por gente no profesional y que forma parte de los proyectos, lo cual aporta
una mayor agudeza en la definición de los temas a tratar, y nos asegura una
mayor utilidad e impacto de la investigación sobre la realidad que se investi-
ga. Los límites técnicos de nuestros trabajos no nos muestran más que la
necesidad de seguir trabajando para dotar a nuestras organizaciones de
métodos apropiados y operativos de planificación, evaluación y autodiagnós-
tico, como forma de optimizar nuestro funcionamiento.
– Los procesos de autoinvestigación se entienden como herramientas de parti-
cipación, pues pretenden, precisamente, adaptar la estructura, funciona-
miento y objetivos de nuestras organizaciones a la realidad del grupo (deseos,
necesidades, capacidades...), optimizando así las posibilidades de participa-
ción en el mismo.
– La valoración general es que los trabajos han resultado muy útiles para la
Epílogo 189

gente que los ha realizado y para sus organizaciones. Por otro lado, la pro-
puesta de libro no ha venido de cada organización, sino que de alguna forma
ha sido una propuesta «desde fuera» que en algunos casos ha restado recur-
sos a las tareas más cotidianas de las organizaciones participantes. Esto
supone un problema, ya que desde distintos grupos se apuntaba la importan-
cia de que las actividades que realizamos no hipotequen energías a la propia
organización en función de objetivos marcados desde fuera (campañas, suce-
sos, agendas políticas ajenas...), sino al contrario.
– En los procesos de recogida de datos en cada capítulo, la interacción entre los
grupos dinamizadores y otros grupos que comparten espacio político o terri-
torial ha sido, por lo general, escaso. A su vez, la interacción entre los distin-
tos grupos participantes ha sido casi inexistente durante todo el proceso, a
excepción del Encuentro de Navalquejigo. La lista de correos del proyecto ha
servido como tablón donde colgar los distintos trabajos y convocatorias, pero
no ha funcionado como espacio de debate e interacción, o de intercambio de
impresiones y experiencias sobre los trabajos que se iban realizando. A par-
tir de la publicación del libro, se prevé la apertura de un espacio web inter-
activo, donde los grupos puedan compartir documentos y en el que se publi-
quen todos los documentos generados en el proyecto y que no han entrado en
la edición en papel de Virus editorial.

MIRANDO EL CAMINO RECORRIDO...

En la introducción de este libro nos preguntábamos sobre la posibilidad de definir


un movimiento agroecológico del que las iniciativas participantes en este libro for-
maríamos parte. Tras todo este trabajo, nos atrevemos a afirmar que sí existen la
«serie de referentes que para nosotros dibujan una identidad, unos objetivos y
unas prácticas comunes a ciertos grupos y movilizaciones», que nos permiten
hablar de este movimiento. Creemos que con todo lo expuesto en este libro se dan
ideas y experiencias bien concretas sobre el movimiento, con minúsculas, que esta-
mos generando.
En el entorno territorial más inmediato a nuestros proyectos, éstos a menudo
pasan desapercibidos y no nos conoce gente que vive a escasos kilómetros de noso-
tras. Pero, mientras tanto, gente de colectivos similares muy lejanos sí conocen y
vienen siguiendo la trayectoria de nuestros grupos. Acciones o iniciativas que se
han desarrollado en una zona y momento concretos sirven para alimentar la prác-
tica de grupos en otros contextos. Podemos decir que la acción de nuestros grupos
se expresa de distinta forma en diversas dimensiones (la personal, la local, el
impacto político...), y de entre ellas hemos identificado una dimensión de «movi-
miento», en la que unos grupos sirven de referente a otros y por tanto se van deter-
190 Los pies en la tierra

minando mutuamente las prácticas. Y a su vez, nuestros grupos se van configu-


rando como una propuesta de acción política, con cierta coherencia conjunta, que
supera la realidad concreta de cada colectivo por separado.
La repercusión de nuestra práctica va más allá de lo que hacemos directamen-
te los integrantes de cada grupo o de lo que se decide en nuestras asambleas.
Generamos recursos, identidades, redes de contactos o, simplemente, ilusiones que
facilitan que otra gente pueda emprender acciones o proyectos que a menudo ni
siquiera llegamos a conocer, pero que sin duda tienen relación con aquello que
hemos emprendido y que nos preocupamos por difundir. A esto precisamente nos
referimos cuando hablamos de movimiento: generamos cosas que se mueven y que
cobran vida propia, aunque no estén definidas y controladas por nuestras organi-
zaciones. Y esto es lo que pretendemos. Sumando todas estas «caras ocultas» de
nuestras experiencias resulta que no somos tan pocas y que no es tan poco lo que
venimos haciendo.
De los trabajos y debates que se han desarrollado alrededor de este libro hemos
extraído algunas ideas que definen puntos en común entre los distintos grupos y las
dinámicas que desde ellos se generan. A pesar de las diferencias en la finalidad, con-
texto, forma o trayectoria entre estos grupos, podemos dibujar unas líneas comunes
que en muchos casos podríamos ampliar a las organizaciones o proyectos que
incluíamos, en la introducción del libro, dentro de aquellas «siete caras» del movi-
miento agroecológico, aunque no todas en todos los grupos ni con las mismas formas.
Es de resaltar, en este sentido, lo difícil que nos ha resultado involucrar en el
proceso de este libro a organizaciones del medio rural. La mayor parte de la gente
que ha participado son organizaciones urbanas o neorrurales, y esto supone una
carencia muy importante para cumplir los objetivos que nos habíamos marcado al
inicio de este proyecto. Los debates que surgieron en el encuentro de Navalquejigo
reflejan esta falta, presentan un sesgo muy marcado, que es necesario tener bien
presente al realizar su lectura. Esperamos que la entrevista que hemos introduci-
do como apéndice al final del libro pueda llenar un poco el hueco que queda. En
todo caso, las líneas que siguen son un extracto de aquellos debates.

«Completamos la denuncia y la negación


con la propuesta y la construcción»

Como apuntábamos en la introducción del libro, pretendemos construir proyectos


que entienden nuestra práctica de transformación social de una forma integral,
atendiendo varios aspectos a la vez, que se refuerzan mutuamente. A su vez, cons-
truimos nuestros proyectos en territorios concretos, y precisamente sobre los pro-
cesos que los atraviesan. Al intervenir sobre estos procesos, intentamos construir
formas de vida alternativas a la lógica de acumulación y búsqueda de beneficio
Epílogo 191

que nos impone el capitalismo, pero que sean capaces de satisfacer nuestras nece-
sidades y deseos, aquí y ahora. Enfrascarnos en proyectos de este tipo nos cambia
perspectivas y costumbres, nos abrimos a otra gente, pensamos en el medio y
largo plazo... lo cual rompe con la cultura política que muchos hemos seguido
durante bastante tiempo, cuando nuestra acción política se centraba en la crítica
y la denuncia de los desmanes del capitalismo global.
La construcción de alternativas exige de un gran esfuerzo vital para compren-
der nuestra propia vida y el contexto en que ésta se desarrolla, así como para
imponernos ritmos y dinámicas vitales a menudo contrarias a las dinámicas que
nos rodean (trabajo asalariado, vivienda en propiedad, familia nuclear...).
También requiere de grandes dosis de creatividad y flexibilidad para mantener
iniciativas vivas en un mundo que cambia tan rápido y que es capaz de integrar
hasta las experiencias más corrosivas. Quizá por ello, hemos visto que llevar a la
práctica nuestras ideas nos hace moderar nuestras arrogancias y valorar también
el esfuerzo de otra gente que lo intenta, aunque no lo hagan de la misma forma
que nuestras organizaciones.
En nuestros proyectos el factor aglutinador no es la teoría política o la ideolo-
gía. Lo que moviliza es el interés común por construir espacios sociales caracteri-
zados por cierta forma de hacer las cosas —de manera participativa, horizontal,
ecológica, no mercantil— para cubrir colectivamente necesidades concretas y coti-
dianas, como son la alimentación, el empleo, la salud, los cuidados, la gestión de
los espacios comunes, la relación con el medio ambiente... Sin duda, la ideología
subyace en los modelos organizativos que desarrollamos, pero no para generar
identidades fuertes y pesadas —a menudo tan excluyentes— a las que adscribir-
se, sino como una guía en permanente construcción y redefinición que hay que tra-
ducir en cada momento a los lenguajes propios y a las complejas situaciones en que
nos coloca la gestión colectiva de lo cotidiano.
Nuestros proyectos sirven como complemento necesario a las campañas e ini-
ciativas de oposición a las distintas expresiones de la globalización, de las que
intentamos también formar parte (plataformas y colectivos en defensa del territo-
rio, movilizaciones contra las instituciones económicas globales, contra la acción
de las transnacionales...). Tal vez con estas iniciativas podemos ir haciendo calar
nuestras críticas al mostrar que es posible hacer las cosas de otra forma. Un men-
saje apoyado en alternativas visibles y creíbles puede abrirnos puertas entre la
población local, que puede ir viendo qué es lo que proponemos en espacios en los
que las cosas que tenemos en común están más presentes que las que nos separan.
Dicho de otro modo: a través de bolsas de verdura o del intercambio de semillas
estamos liberando, de hecho, formas de cooperación social que portan valores
refractarios al capitalismo y que deja al descubierto sus contradicciones.
Debemos visibilizar el potencial transformador de nuestros proyectos, aunque
no sean tan espectaculares como una acción directa o como una manifestación. Son
192 Los pies en la tierra

los valores que movilizamos y recreamos en nuestros proyectos de construcción de


alternativas de vida colectiva y no capitalista los que dotarán de sentido y de con-
tenidos a nuestras iniciativas de denuncia y resistencia. Al igual que las moviliza-
ciones y demás actos públicos y espectaculares, que también son necesarios para
defender o proteger nuestras construcciones en lo cotidiano y para darles espacio.

«Hacemos política desde la transformación de la vida cotidiana»

En estas experiencias, «la lucha» no es una parte de nuestra vida sino que confor-
ma el telón de fondo sobre el que ésta se desarrolla. Muchos tratamos de escapar
así de una militancia que hipoteca el disfrute del presente a la espera de una futu-
ra e incierta Revolución con pocas conexiones con lo que ahora somos. Por contra,
intentamos construir en el ahora espacios de vida «habitables» para nosotros mis-
mos y para quien quiera. Intentamos rearticular espacios locales de forma inte-
grada con los ecosistemas que los acogen; espacios que están siendo capaces, en
cierto sentido, de articular redes sociales entre el campo y la ciudad que ponen la
vida social al servicio de la gente.
Las relaciones personales cobran un papel central en la vida de las organiza-
ciones. En proyectos que requieren tanta implicación, el bienestar de cada perso-
na ha de ser condición indispensable para que el proyecto funcione bien. Y esto a
menudo no lo cuidamos, porque no le damos la importancia suficiente o simple-
mente porque no sabemos hacerlo. Compaginar las relaciones políticas con las
relaciones personales no es nada fácil, y por ello hay que echarle ganas, muchas
más de la que solemos pensar. De hecho, en el proceso de elaborar este libro, las
mayores tensiones han surgido al tratar estos temas (por ejemplo en los trabajos
relacionados con el género; o cuando los hombres se ausentaron de las discusiones
sobre relaciones personales y género en Navalquejigo).
En este escenario también se cruzan las diferentes formas en que cada cual
participamos en nuestros proyectos, que a menudo nos llevan a situaciones equí-
vocas en las que el reproche o la culpa van minando las posibilidades de coopera-
ción y construcción colectiva. Cuando la misión del grupo es la satisfacción colec-
tiva de determinadas necesidades, la distinta implicación en la toma de decisiones
o una diferente disponibilidad para seguir y participar en el día a día de cada pro-
yecto generan diferencias que nos hacen dudar de lo que estamos construyendo: de
si realmente supone una alternativa colectiva y autoorganizada, o si simplemente
estamos cubriendo de forma voluntaria los huecos de la economía que ni el merca-
do ni el Estado alcanzan a cubrir para la gente que se beneficia de los servicios y
recursos que generamos.
La precariedad en que se desarrollan nuestros proyectos supone una prueba de
que no son proyectos mercantiles; que no existen porque sean rentables sino por-
Epílogo 193

que determinado grupo social los estima necesarios. Ahora bien, esta precariedad,
o incluso la ilegalidad manifiesta de algunas de nuestras acciones o proyectos
hacen a menudo que su mantenimiento sea muy duro, y comprometen sus posibi-
lidades de desarrollo, de extensión a otras gentes o de supervivencia. Los debates
y dudas que surgen en distintos capítulos de este libro sobre la profesionalización
de determinadas tareas, la legalización de determinados aspectos de nuestra acti-
vidad u otros intentos de salir de la precariedad son muestras de los conflictos que
nos surgen al intentar subsistir en un sistema socioeconómico que rechaza nues-
tras formas pero del que seguimos dependiendo.

«Nuestras iniciativas están en constante experimentación»

En tanto que experimentos de alternativas sociales, asumimos la naturaleza en


permanente construcción de nuestras iniciativas; más que como declaración de
principios, como condición para subsistir en una realidad en contra de nuestra
existencia. Todo a nuestro alrededor está dispuesto para que dejemos de organi-
zarnos horizontalmente, para que sólo pensemos en el corto plazo e individual-
mente, para que acatemos la forma de vida que se nos ofrece desde la sociedad
salarial y de consumo. Lo normal es la tendencia general a la desarticulación de
nuestras iniciativas y, sobre todo, la relajación de aquellos aspectos que nos pare-
cen más transformadores en ellas.
Para enfrentar esta tendencia es necesaria una tensión constante, una perma-
nente redefinición de lo que somos y adónde vamos, que puede hacerse muy pesa-
da y que nos deja una frustrante sensación de «crisis permanente». Pero todo pare-
ce indicar que esta crisis es inseparable de la construcción de procesos sociales
nuevos y propios, ya que estamos construyendo algo que aún no existe y que no
sabemos cómo va a ser. En esta tarea serán muy necesarias todas las herramien-
tas que existen para cuidar y mejorar la «salud de nuestros grupos». Si nuestra
práctica debería ser un continuo replantearse los objetivos y las formas, debemos
cuidar que esta tarea no acabe comiéndose la actividad del grupo, ni que su difi-
cultad y el esfuerzo que requieren hagan que las dejemos siempre de lado o las
hagamos mal.

«Desde lo cotidiano, los árboles nos impiden ver el bosque»

La reflexión en el seno de nuestros grupos se da en torno a cuestiones concretas de


nuestra práctica, a lo más inmediato y problemático. A menudo nos falta el interés
y el esfuerzo para ubicarnos temporal y espacialmente en la red de movimientos
sociales en que nos insertamos. También es frecuente el desconocimiento de lo que
194 Los pies en la tierra

existía en nuestro entorno político antes de la aparición de nuestro grupo, e inclu-


so tenemos dificultades para reconstruir la propia historia de nuestro colectivo.
Detectamos una gran resistencia a interpretar los procesos que nos atraviesan y
que generamos. Ésta podría ser debido a la escasa valoración de su importancia, o
a la falta de capacidades y recursos para el trabajo de debate e investigación social.
En cualquier caso, la falta de reflexión y de análisis (de nuestra existencia y de
la realidad en que ésta se inscribe) se han identificado como una de las mayores
debilidades de nuestros proyectos. Esta carencia hace que caigamos en dinámicas
de inercia o de autodestrucción, en las que no aprendemos de nuestros errores y
en las que da la impresión de que se está siempre empezando de cero. También
impide acceder a la experiencia de otras gentes, que nos podría ayudar a desarro-
llar fórmulas más ricas y creativas para superar los conflictos que día a día se nos
presentan. Estas resistencias, junto a la precariedad en que nos movemos, pueden
explicar también nuestra dificultad para proyectar en el medio o largo plazo, así
como nuestra dificultad para establecer coordinaciones y compromisos, por muy
laxos que sean, que nos permitan cooperar entre distintas organizaciones.

«Nos debatimos entre la voluntad de ser más gente


y el miedo a dejar de ser quienes somos»

Queremos que las redes sociales en las que confluimos y con las que construimos
nuestros proyectos se extiendan y crezcan, porque así tendremos más capacidad de
creación y resistencia, más riqueza y más alegría. Pero no pretendemos actuar
sobre la «opinión pública» en espacios mediáticos o mediatizados por fuerzas y len-
guajes que no controlamos. Queremos crecer pero respetando ciertas formas de
hacer las cosas, de modo que se asegure que las formas de vida que construimos
se reproducen y refuerzan en beneficio de nuestra gente.
Con el paso de los años y con las experiencias acumuladas, vamos cambiando los
objetivos más ambiciosos y vamos centrándonos en objetivos más asequibles (satis-
facer necesidades y deseos concretos y a nuestro alcance). Vemos que son éstos los
objetivos que nos permiten juntarnos con otra gente que vive y piensa de otra
forma, e intentamos que ésta sea la base de nuestra acción colectiva. Intentamos no
pensarnos desde lo que debemos hacer, sino desde lo que podemos y queremos hacer,
para no generar tensiones que acaban dejando solos a los militantes más cabezo-
nes, en proyectos huecos que han perdido su capacidad de movilización.
En los modelos de desarrollo y crecimiento que seguimos, los ritmos y las for-
mas organizativas deben hacer posible la inclusión de nueva gente en lógicas de
funcionamiento que a menudo les van a resultar nuevas o extrañas. Intentamos
que las formas de participación sean lo suficientemente variadas como para que
cada persona pueda aportar lo que desee sin necesidad de que toda la gente deba
Epílogo 195

realizar las mismas tareas, sino funcionar según una misma lógica de cooperación
y autogestión.

Los aspectos que acabamos de repasar nos sirven también para entender y expli-
car las motivaciones, los límites y los sesgos del proyecto que aquí cerramos. Un
experimento de reflexión colectiva con el que seguir replanteando la práctica de
nuestros grupos, y que al tomar forma de libro nos forzaba a contextualizar, defi-
nir y ubicar nuestra acción en el entramado social en que nos movemos. Una
herramienta de debate diseñada e implementada desde la peculiar cotidianeidad
que construimos en nuestras experiencias, pensada para acercar distintas realida-
des a través de la exposición crítica de lo vivido y que deja para otros espacios el
ataque a lo que rechazamos.

Mas d’en Basteret, Prades, 12 de abril de 2006


APÉNDICE

Voces en el desierto
Sobre sindicalismo agrario y desarrollo rural en Castilla y León
Entrevista con Jerónimo Aguado (presidente de Plataforma Rural),
a cargo de Daniel López García

Jerónimo Aguado maneja una pequeña explotación de ganado ovino ecológico, es


presidente de la Plataforma Rural y socio de la COAG (Coordinadora de Orga-
nizaciones Agrícolas y Ganaderas) de Castilla y León. Nos reunimos con él el 21
de septiembre de 2006, un día antes de la apertura del V Foro estatal bianual de
Plataforma Rural, que en esta ocasión se tituló «Construimos la soberanía alimen-
taria en lo local». Esta edición del Foro se realiza en Amayuelas de Abajo, pueblo
semiabandonado en la comarca palentina de Tierra de Campos, que desde hace
unos años está siendo recuperado en el marco de un proyecto colectivo y de econo-
mía social de «municipio ecológico», proyecto al cual Jerónimo también pertenece.
Un escenario muy apropiado para nuestra conversación.

¿Cuál es la situación territorial actual de Castilla y León?


Un desastre. Demográficamente es una región hundida, con el 50% de los pueblos
con menos de 100 habitantes y en los que el 60% de la población tiene más de 55
años. Por lo tanto es una población con una capacidad nula de regenerarse. El 50%
de la población vive en 9 capitales, y el conjunto de la población no crece, ni siquie-
ra en la capital de la región, Valladolid. En términos agronómicos y paisajísticos,
sobre todo en la meseta, se han podido aplicar al máximo las técnicas de la agri-
cultura industrial, con todo el deterioro medioambiental que esto conlleva: suelos
contaminados, desaparición de flora y fauna, etc. En los llanos se está realizando
lo que el capital quiere: procesos alarmantes de concentración de la tierra y de pri-
vatización, que nosotros vamos observando desde hace 15 años, a partir de socie-
dades anónimas de sectores productivos no agrarios que van comprando la tierra
y las fincas mejores como inversión especulativa. El precio de la tierra es alto: un
joven que se quiere incorporar a la agricultura no puede comprar la tierra, aunque
ha bajado un poco últimamente. La tierra es una inversión para pudientes y no un
derecho para los/as campesinos/as.
198 Los pies en la tierra

En estos momentos tendremos entre el 4 y el 5% de población activa agraria en


Castilla y León. A medida que el territorio se ha ido abandonando por parte de los
agricultores, han ido desapareciendo otras microactividades locales, lo que ahora
desde Europa se llama lo «multifuncional», que nosotros lo teníamos en el territo-
rio rural: al lado de la agricultura, en mi territorio teníamos treinta oficios, y ahora
sólo hay agricultores y albañiles. Se ha podido demostrar como el descenso de la
población activa agraria y el abandono de la actividad por los agricultores han favo-
recido el despoblamiento rural, y eso ha llevado consigo el desmantelamiento de
servicios públicos. Es otra de las grandes medidas que responden a un criterio eco-
nomicista: mantener un servicio público sólo si es rentable, dividir costes por núme-
ro de usuarios, y como no somos usuarios suficientes, pues prácticamente estamos
sin servicios. Por ejemplo, el servicio de correos se lo están cargando; el servicio de
transportes está desmantelado; la escuela pública también... En cuanto al servicio
público de medicina, tenemos centros comarcales, pero yo he vivido con médico y
farmacia en mi pueblo; en un pueblo que tenía mil habitantes, teníamos dos médi-
cos, veterinario… y ahora no tenemos nada. Es un panorama bastante desolador.
El modelo de inversiones que tiene la Junta de Castilla y León (CyL) es un
modelo centralista. Tenemos cuatro puntos estratégicos donde concentrar la
industria y los servicios, en concreto el eje Venta de Baños-Valladolid-Palencia,
Burgos y un poquito en León. Y lo demás no les importa. Es en estos núcleos donde
enganchan las grandes redes de autovía y el Tren de Alta Velocidad, cuando se
ponga, que viene a hacer ese recorrido. En lo demás no invierten ni un duro. Hace
poco, un periodista de TVE me decía: «¿Y a donde va el dinero en esta comunidad?»
Porque es que no se ve nada. Es así.
Las políticas de desarrollo rural no existen. Ahora los medios de comunicación
han sacado a la palestra el debate de la despoblación, y las instituciones regiona-
les ahora empiezan a hacerse la pregunta de por qué se han abandonado los pue-
blos. A pesar de ello, tienen claro convertir Castilla en un desierto. Yo participé en
las Cortes de Castilla y León en un debate, al que me invitaron para presentar una
ponencia sobre el futuro del medio rural. Y fui con todo el discurso de la
Plataforma Rural1 y de la Vía Campesina2. Y el representante del PP levanta las
manos y dice: «Pero todas esas cosas que quieres hacer aquí…, eso es la revolu-
ción». Levanta la mano el del PSOE y dice: «Hombre, todo eso que dices es muy
bonito, pero es una utopía». Y el de IU, que fue el que me llevó, tampoco se enteró
mucho… es así. Tienen planificado que Castilla y León, a nivel agrícola, se va a
dedicar a los biocombustibles3; ésa es su estrategia: abandono de la producción de

1. Para más información sobre la Plataforma Rural: http://www.cdrtcampos.es/plataformarural.


2. Para más información sobre Vía Campesina: http://www.viacampesina.org.
3. Al hablar de biocombustibles nos referimos al cultivo de plantas oleaginosas para uso como com-
Voces en el desierto 199

alimentos, de cereales, que siempre fueron nuestros cultivos por excelencia.


Algunas organizaciones agrarias tampoco lo han defendido; todo lo que quieren es
nuevos regadíos, cuando no hay agua.
Eso es lo que intentan: agricultura intensiva y cuatro empresas que van a ges-
tionar todo el territorio. La gente que compra tierras no se mecaniza, sino que
arrienda los servicios, que le sale más rentable. Hay un puñado de empresas que las
han creado agricultores, que se están endeudando hasta el cuello para comprar las
máquinas, y que se han lanzado a esa aventura y se dedican a hacer trabajos para
terceros; y van a hacer trabajos para los ricos, los que tienen la tierra. A éstos ya no
les interesa ni tener máquinas: las contratan y ya no tienen ningún problema.

¿Qué cambios se han dado en Castilla y León desde la entrada en la


Unión Europea?
Los más importantes son el descenso de la población activa agraria, la evolución
hacia una agricultura sin agricultores, abandono de los pueblos… Pero hay un
cambio que es importante: cómo la gente ha interiorizado que eso es algo normal.
Y para mí, algo muy desmoralizador es cómo la gente ha perdido todas las referen-
cias culturales. Todos los agricultores piensan en clave de agresividad, de compe-
titividad, se machacan los unos a los otros. No tienen ninguna referencia cultural
o agronómica. Cuando queremos hacer el trabajo de las semillas4, tenemos que
hablar con la gente de 80 años. Los agricultores actuales no tienen ni idea… Es
más, si hay una crisis alimentaria, se mueren de hambre porque perdieron la cul-
tura de la autosuficiencia.
Sin lugar a dudas que esa para mí es una consecuencia gravísima porque, a la
hora de plantear nuevos modelos, no tienes ningún referente humano. Para el con-
cepto de agroecología, que se basa en los conocimientos campesinos, o trabajamos
muy rápidamente con la gente mayor o… Por ejemplo, mi suegro es una persona
mayor con muchísimo conocimiento y que sufre muchísimo. Él me dice: «¿Qué
hemos hecho aquí, que no hay ni agricultores, ni trigo en las eras…?». Éstos son
cambios no sólo económicos, demográficos, paisajísticos, territoriales o medioam-
bientales, sino también culturales. Y eso es muy importante, desde mi punto de
vista, porque sin eso no vamos a poder construir el futuro.

bustibles. Esta línea se está debatiendo en la Unión Europea para su extensión a gran escala por
todo el territorio europeo en sustitución de cultivos menos rentables, a menudo ligado a la posibi-
lidad de su cultivo a partir de Organismos Modificados Genéticamente (OMG). [Nota del entrevis-
tador]
4. Desde Plataforma Rural se ha realizado en los últimos años un importante trabajo en la recu-
peración de semillas agrícolas tradicionales y locales. [N. del E.]
200 Los pies en la tierra

¿Qué oportunidades encontramos para la supervivencia del campo


castellano vivo, productivo y autónomo?
La única oportunidad que veo es la resistencia, no veo otra. Y es más, la veo en la
gente que vuelve al campo. Respecto a la gente del campo estoy muy desanimado.
Es muy difícil reconvertir a esta gente, por como está mediatizada nuestra cultu-
ra. Pero así como veo el drama, el drama que vivimos todos los días, también hay
oportunidades para gente que haga la apuesta por una agricultura a pequeña
escala y que se quiera conectar en redes. Para hacer esta apuesta hay que estar en
las redes, si no, nos morimos de asco. Yo para hacer la apuesta de mantener mi
rebaño de ovejas, producir un cordero de calidad o un pollo de calidad, que no sólo
es el acto de la producción ecológica, necesito un planteamiento de transformación
global de la situación en la que vivo. Si no, no cambiamos nada.
Yo no veo la agricultura ecológica como un sector más del mercado, que va a
ser absorbido por las mismas transnacionales que dominan el modelo. Hay que
cambiar el modelo, y lo tenemos que cambiar desde lo local. Lo local sólo lo pode-
mos construir si trabajamos en red, porque si no vamos a estar muy solos.
Amayuelas5 subsiste porque trabajamos en red. Si no, ya habríamos desaparecido
del mapa. Y a partir de ahí hay muchas oportunidades: las alianzas con los consu-
midores, por ejemplo, con pequeños grupos, como lo que decía un compañero de
Bajo el Asfalto está la Huerta, que se me quedó grabado y yo lo digo en todos los
sitios: «no queremos crecer, sino multiplicarnos».
Desde ahí, hay muchas oportunidades que tenemos que construir desde otras
lógicas, en lo cultural y lo económico. Desde las lógicas del capital no hacemos nada,
y en eso es en lo que han caído muchos proyectos y muchos movimientos sociales.
Quieren construir una economía social, pero con la misma lógica de entrar en la
competitividad permanente y del crecimiento, y así no hacemos nada. Tenemos que
cambiar las lógicas, y ahí tenemos muchas oportunidades de ser un referente, de
ofrecer una alternativa, y de disfrutar con esa alternativa, porque es donde está la
clave. Es decir, tenemos que construir modelos y propuestas, desde la agroecología
o desde la agricultura campesina, de los que y en los que disfrutemos. Que nos vean
sonreír. Esto para mí es clave; si no, no somos alternativa ni somos nada.
Lo que más les encabrona a los productivistas que hay en mi comarca es que
yo sigo siendo un campesino con 12 hectáreas (ha), cuando aquí la media es de 200
ha en regadío y 500 en secano. Y me dicen: «Tú es imposible que puedas vivir de
12 ha», y se encabronan, en vez de aprender y decir: «¿Tú como vives con 12 ha?».
Desde ahí, yo creo que hay muchas oportunidades. Desde las propuestas que nos
hace la Administración no hay ninguna posibilidad. El futuro del campo desde las

5. Para más información sobre el proyecto de Amayuelas de Abajo:


http://www.cdrtcampos.es/amayuelas.
Voces en el desierto 201

instituciones para Castilla y León es el modelo agroindustrial elevado al culmen


del productivismo agrícola. El futuro de los/as campesinos/as pasa por las peque-
ñas experiencias desde donde hacer otras propuestas.

¿Qué programas y políticas están teniendo más impacto en el medio


rural castellano?
Como se ha gestionado la PAC6 ha sido un desastre en Castilla y Léon, y yo creo que
en toda la UE. El que a la gente le paguen por no producir… Yo creo que la gente
no lo entendía al principio, pero luego lo han interiorizado, y eso ha sido un desas-
tre a todos los niveles. Yo creo que es la causa de todo el caos descrito anteriormen-
te, un auténtico desastre. No hemos tenido capacidad de luchar en contra de esto,
y se ha vuelto en contra nuestra. Por ejemplo, un discurso que teníamos en nues-
tra organización era el del agricultor a titulo principal. Esto lo planteó la COAG
para decir que las ayudas públicas las tenía que recibir el agricultor a título prin-
cipal; pero, claro, ese agricultor a título principal también lo es la Duquesa de Alba,
a la que ahora sí le interesa cultivar y se ha convertido en agricultora a título prin-
cipal. Entonces, con ese concepto estamos defendiendo a la Duquesa de Alba.
Creo que no hemos tenido capacidad de hacer un debate serio y de parar la
PAC porque somos poca gente. Hoy pensar en parar las políticas agrarias, que son
políticas globales y que se diseñan en la OMC, desde un sector productivo es impo-
sible. O es una movilización de toda la sociedad o es imposible de parar. Ahí no
hemos sabido encauzar esa lucha, y creo que llegamos un poco tarde.
En cuanto al desarrollo rural no ha habido políticas, sino experimentos de polí-
ticas de desarrollo rural. Para la UE, el programa estrella de desarrollo rural ha
sido el LEADER7 o el PRODER, y han sido un desastre, desde mi punto de vista (yo
he sido presidente de uno), porque la UE y la administración local y estatal han
abortado la filosofía de esos proyectos. El programa LEADER pretendía dar el pro-
tagonismo a la sociedad civil para que se organizara, y que la propia sociedad defi-
niera estrategias de desarrollo en la comarca donde vivía y las actuaciones que
había que hacer con el dinero público que venía de Europa. Y eso se hizo en el LEA-
DER 1, que fue una experiencia muy interesante. No en todos los Grupos de Acción
Local (GAL), pero muchos GAL lo supieron hacer. Cuando se enteró la
Administración de que eso era una bomba… (es decir: ¿cómo vamos a dejar que la
población gestione el dinero público?), entonces lo abortaron. El LEADER 2 se buro-

6. Política Agraria Común de la Unión Europea. [N. del E.]


7. Según la página web de los proyectos LEADER en España, «LEADER es el nombre con el que
se conocen las sucesivas iniciativas comunitarias de desarrollo rural de la Unión Europea. Corres-
ponde a las siglas, en francés, «Liaisons entre activités de developement de l’economie rural»
(Relaciones entre Actividades de Desarrollo de la Economía Rural)». [N. del E.]
http://redrural.mapya.es/web/temas/presentacion_leader/presentacion_leader.asp.
202 Los pies en la tierra

cratizó de tal forma que quien tiene la estrategia de qué hacer en un territorio son
los funcionarios, no la sociedad civil. Y ya el LEADER + ha sido un auténtico caos.
Estos programas se han convertido en una ventana para gestionar ayudas públicas
y han roto con su filosofía inicial, que era la participación de la comunidad.
De esas ayudas, excepto grupos LEADER con un posicionamiento claro, con
modelos alternativos de desarrollo rural, que han podido conducir el dinero a
los/as ciudadanos/as que viven en los territorios, yo creo que se han beneficiado esa
gente que no vive en el medio rural, que ha invertido, porque en toda la línea de
turismo rural ha invertido gente foránea al medio rural, que ha comprado la casa,
y gente con mucho dinero, que además tenía acceso a financiación para adelantar
el dinero y a la que esto le ha venido al pelo. El concepto de turismo rural, tal y
como se contempla institucionalmente, es un concepto que no lo puede gestionar
la gente que hay en los pueblos, porque vamos al mismo modelo turístico que hay
en la costa, modelo que se quiere importar al interior. Un modelo que requiere un
montón de recursos para ponerlo en marcha y por supuesto un montón de impac-
tos. Por eso sólo lo ha puesto en marcha gente de fuera del medio rural.
La gestión de los espacios naturales (EN), desde mi punto de vista, deja mucho
que desear. Estamos echando a la gente del campo y metiendo guardias jurados
que trabajan ocho horas para gestionar los EN. Y más que guardias jurados son
policías que vienen a poner multas. Y se las ponen a la gente que ha mantenido
los EN durante toda la vida. Se ha eliminado la figura del campesino que vivía en
el campo y gestionaba los recursos naturales a la vez que producía alimento. Eso
es un desastre. Hasta que no se replantee que no necesitamos tantos guardias,
sino más campesinos y más población rural en los territorios, no se va a poder
hacer gestión integral de un EN. Además, toda la legislación se vuelve contra nos-
otros, y toda la gente que ha vivido en un EN toda la vida está «hasta los huevos»
de los EN. Está harta.
Todo el paquete legislativo que se está haciendo para la transformación de los
alimentos es lo más perverso que se nos viene encima. Es decir, a mí para produ-
cir o transformar un pollo me aplican la misma ley que le aplican a Campofrío o a
Revilla. Un paquete legislativo que está, además, pensado para lavar la cara a la
contaminación de los alimentos. Es decir, piensan en clave de «higienización» de
los procesos transformadores, pero no abordan el problema real de que estamos
consumiendo alimentos contaminados. No hay legislación que controle la contami-
nación en el proceso productivo, que controle los agrotóxicos. Ahí se lavan la cara:
que si hay que tener agua para lavar los productos, tirar los envases… pero sin
embargo seguimos fumigando. Sin embargo, sí que hay legislación para que tú,
todo lo que es una transformación local y artesana de los alimentos, no la puedas
hacer, no la puedas desarrollar. No vamos a poder ni comer nuestros propios ali-
mentos, y es durísimo ese tema. Para mí es uno de los temas más duros, y es pro-
ducto de los acuerdos PAC-OMC.
Voces en el desierto 203

¿Cuáles son las organizaciones sociales más dinámicas o visibles en el


medio rural castellano?
Casi ninguna, te iba a decir… Creo que no hay organizaciones dinámicas, hay muy
pocas. Hay grupos dinámicos, pero no organizaciones. El modelo de macroorgani-
zación no sirve, y no esta respondiendo. Yo creo que la COAG históricamente en
Castilla y León ha sido siempre un referente de lucha, muy importante. Aunque
ahora con la división8… está pesando mucho. Y quitando la COAG, hay grupos que
pertenecen a organizaciones, que están vinculados a Ecologistas en Acción, grupos
de productores y consumidores… yo creo que Castilla y León está desestructurada
socialmente. Hay muchas ONGs que lo que hacen es mover papeles, perdidas en
el mundo de la burocracia.
Pero no hay organizaciones sociales con un proyecto político y de lucha, y con
propuestas. Hay grupos, pequeños núcleos, pequeñas experiencias, que habrá que
ir articulando. Y yo creo que la Plataforma Rural, el modelo de Plataforma Rural
a nivel del Estado, se podría trasladar a otros territorios para articular esas
pequeñas experiencias. El modelo yo creo que tienen que ser las redes, no las
macroorganizaciones. Redes locales. Pero falta por construir. Yo creo que estamos
ahí. Hay mucha gente, Amayuelas es un referente, nos juntamos mucha gente
siempre en Amayuelas, y estamos en ese camino. Pero está desestructurado toda-
vía. De las otras organizaciones no hablo. Yo creo que no sirven para nada, están
metidas en la lógica del capital, en lo que el capital quiere que cumplan y nosotros
tenemos que construir nuestras lógicas. Entonces, a ver la COAG. Yo tengo signos
de esperanza en la COAG. Hay una tendencia a implicarse cada vez más con el
movimiento de Vía Campesina, y eso será positivo para la COAG a nivel de
Estado, y en concreto de Castilla y León.

¿Qué ambiente se vive entre los agricultores y agricultoras frente a estos


escenarios?
De desánimo. Es un ambiente un tanto raro. Ellos intuyen que su futuro no está
en sus manos, que no son dueños de su futuro, no saben que son obreros de las
transnacionales. Lo intuyen. Aunque tienen mucha actividad financiera, van des-
cubriendo que no les queda nada. Por ejemplo, hasta mi finca se acercan ganade-
ros muy intensivos, que tienen igual una actividad financiera de 100 millones de
pesetas, y que lloran... Me decían: «Mira, yo cuando hacía pastoreo, que metía
muchas horas y no tenía ni domingos ni vacaciones, vivía mucho mejor que ahora.
Mi calidad de vida no tenía nada que ver. Yo ahora meto las mismas horas, pero

8. Desde inicios de esta década se viene larvando un conflicto interno que ha desembocado en la
ruptura de COAG-CyL en dos organizaciones independientes entre sí, aunque ambas siguen den-
tro de la COAG. [N. del E.]
204 Los pies en la tierra

siempre con nervios. Porque en mi granja se cuela ahora un virus y me arruino.


Bueno, ya estoy arruinado, porque a un poco que me bajen el precio o que me
asciendan los costes de producción de leche, como produzco tanto, me arruino».
Hay mucha desolación y mucho desánimo.
Mi pueblo, San Adrián de Campos, que era un pueblo dinámico, de gente joven,
que habíamos creado todas las organizaciones agrarias, que hemos creado coope-
rativas…, hay un ambiente… es que te lo dice la gente, que éste no es el ambien-
te que teníamos cuando empezamos a crear todo esto. Y entre ellos lo que se res-
pira es competitividad, porque claro, se tienen que pegar para subsistir. Están
siempre a ver quién compra más tierras… es la competitividad. ¡Muy mal!

¿Y en las organizaciones agrarias?


Se vive el reflejo de lo que antes decíamos. Yo hablo de la mía, de las otras, las
otras creo que tienen más clara la opción. Todo el mundo que se mete en ASAJA
tiene claro el modelo de agricultura industrial. Lo que me interesa es el ambiente
que se respira en la organización en que yo participo, que es la COAG. Y creo que
en Castilla y León hay ahora mucho desánimo con esta ruptura que ha habido, y
no se si merece la pena sacar estos temas aquí. Personalmente, creo que falta
mucho debate ideológico en nuestra organización, y creo que, al final, las organi-
zaciones agrarias siguen la dinámica que les impone la Administración. Son utili-
zadas, desde mi punto de vista. Tendríamos que tener más debate ideológico y
tener más claras las estrategias de trabajo. Creo que ha faltado. Y aquí en Castilla
y León especialmente, cuando hay una crisis interna, pues la gente las energías
las dedica a las crisis y no a hacer ese debate, que era necesario. Entonces, esta-
mos esperando que se cierre la crisis para hacerlo. Pero yo creo que todavía se está
esperando, y es un error.

¿Cuál ha sido la evolución de las organizaciones agrarias de


pequeños/as productores/as frente a la modernización de la agricultura?
Cuando hablo de que falta un debate ideológico estoy hablando de esto. Si hubie-
ra habido un debate ideológico fuerte, con intensidad, igual no se hubiesen apoya-
do los procesos de modernización del campo tal y como se han apoyado. Por ejem-
plo en mi comarca, aquí, ahora se está con el debate de la modernización de los
nuevos regadíos. Todo con un discurso teórico de ahorro de agua que es mentira.
O sea, no se va a ahorrar agua, porque todos están pensando en modernizar los
regadíos para aumentar la demanda. Y no hay más oferta, porque el agua que hay
es la que hay. Yo muchas veces digo: «igual no hay que dedicar energías aquí; igual
hay que dedicar energías a fomentar las agriculturas de las estepas, de las zonas
de secano…», porque cumplen un papel agronómico, social y medioambiental, de
producción de alimentos de calidad. Ese debate no se ha hecho. Incluso, desde
Plataforma Rural lo hemos dicho, que en vez de reivindicar el Plan Nacional de
Voces en el desierto 205

Regadíos, habría que reivindicar el Plan Nacional de Secanos. Es posible que


tuviera mucha más lógica.
Por ejemplo, en mi pueblo la gente más progre, ligados a COAG o a la UPA,
defiende la modernización del regadío porque entiende el concepto de ahorro de
agua, y porque además con un móvil están en Marbella y pueden regar toda su
explotación. Y es así, se va a instalar así. Yo he ido y les he dicho: «Tenemos que
hacer otro debate. No regadío sí o regadío no; o modernización sí o modernización
no… Vamos a hacer otro debate: qué es lo que vamos a cultivar, dónde vamos a
colocar la producción, quién lo va a comer, qué cultivos… Vamos a hacer un deba-
te más profundo, si lo que vamos a cultivar nos van a dejar cultivarlo… Vamos a
ver todo eso, ¿no?» Ese debate no se ha hecho.
Es más, ¿para qué queremos modernizar tanto esto, si eso va a suponer que
donde ahora hay cuatro agricultores, mañana sólo queden dos?, ¿quién es el que
se tiene que ir de los cuatro? Les he hecho esta pregunta. Porque como vosotros me
decís: «No, si es que con un móvil se riega»… ¿Y quién se va? Todos estáis endeu-
dados… ¿Quién es el que se tiene que ir?, ¿quién se quiere ir? Porque sobra
gente… Esto pasa por un debate ideológico, y yo creo que éste no se está haciendo.
De modelos: por qué modelo de agricultura apostamos, y qué modelo de sociedad.
De economía y de sociedad.

¿Qué posiciones plantean estas organizaciones frente a los grandes


problemas sociales que has apuntado antes?
Frente a esto, desde las organizaciones convencionales, más competitividad. Y
seguir trabajando en el mismo modelo, un modelo que les expulsa. Pero no ven
otras alternativas. Y yo creo que lo alternativo, lo de la construcción de otros mode-
los, lo estamos planteando grupos muy pequeñitos. Posiciones de grupos muy
pequeñitos, que necesitan el apoyo de la sociedad. La salida que hay es que sean
propuestas de la sociedad, no sólo de un pequeño grupo de agricultores. Y ésa es
la baza que tiene que jugar Plataforma Rural. Plataforma Rural tiene que ser un
elemento articulador de muchos grupos que defiendan propuestas que no son sólo
alternativas para los agricultores, sino para todos los ciudadanos. Tener alterna-
tivas para una agricultura diferente, que tienen que ser asumidas por todos los
ciudadanos y ciudadanas. Es así de radical. En Plataforma Rural yo creo que lle-
vamos mucho camino recorrido. El mejor camino que hemos recorrido desde
Plataforma Rural es que hemos interiorizado que el trabajar en red y juntos, desde
la diversidad, desde tener claro que no tenemos que ser hegemónicos, es un avan-
ce. Aprender a trabajar juntos, desde la diversidad. Ahora queda el que aprenda-
mos a sacar a la palestra, ante la sociedad, los grandes problemas que tiene el
campo, la agricultura y la alimentación, que son problemas de los ciudadanos y no
sólo de los agricultores.
206 Los pies en la tierra

¿Cuál viene siendo la propuesta de Desarrollo Rural desde las


organizaciones agrarias?
A veces sólo piensan en clave de agricultura, y no de agricultores. Y no de desarro-
llo rural. Yo creo que Plataforma Rural lo tiene bien definido. Nosotros pensamos
también que el desarrollo rural pasa por la agricultura, pero por una agricultura
viva con agricultores. El desarrollo rural son muchas más cosas, no sólo la agricul-
tura. Aun así, la agricultura tiene que ser el motor, sólo desde ella podremos gestio-
nar los cuatro recursos fundamentales que tenemos para la vida: el agua, la tierra,
las semillas, la biodiversidad… Pero el desarrollo rural no es sólo eso: el que sabe
hacer casas, el que sabe hacer un queso…, también participa de él. A veces nos apun-
tamos al carro de lo rural para querer ser hegemónicos de ese discurso también, por-
que creemos que es un discurso que lo están monopolizando otros sectores. Y es ver-
dad que lo están monopolizando otros sectores, entonces yo digo: «Sí señor, las orga-
nizaciones agrarias tienen que liderar ese discurso, pero tienen que hacer suyo ese
discurso sin ser hegemónicos». El desarrollo rural tiene que ser, igual que la agricul-
tura, un asunto de los ciudadanos y de la sociedad. Nosotros tenemos que cumplir
ciertos papeles como organización agraria, que no los pueden cumplir otros sectores.
Entonces, falta lo mismo, profundizar muy bien sobre todos esos conceptos.

¿Existen alternativas a este tipo de sindicalismo agrario?


Sí, yo creo que la alternativa es la Vía Campesina, y se está trabajando bien a esos
niveles, desde COAG se está trabajando bien. Ahora hay un debate para construir
Vía Campesina Europa, y esto va a ser un paso de gigantes. Porque yo creo que la
alternativa está en la Vía Campesina. La Vía Campesina, como digo yo, no es el
nombre de un movimiento social, sino que es el nombre de una alternativa, es el
nombre de la alternativa. Y no sólo es la alternativa para los campesinos, sino que
es la alternativa para la sociedad. La alternativa pasa por volver la mirada al
campo, y volver la mirada a la tierra. Pero eso no lo tenemos que hacer sólo los
agricultores, sino que lo tiene que hacer la sociedad también, aunque siga vivien-
do en el mundo urbano. Porque no nos queda más remedio, esto no lo vamos a cam-
biar de la noche a la mañana. Pero la alternativa es la Vía Campesina, que pasa
por la propuesta de soberanía alimentaria, de reforma agraria, de que la tierra sea
para un uso social, que pasa por construir otros mercados, por producir a pequeña
escala. Y yo tengo la esperanza de que en España la COAG va a liderar esto, y se
están dando pasos firmes y pasos interesantes, pero pasa por ahí.

¿Cómo puede una organización mundial como Vía Campesina


dinamizar las redes locales, en el sentido que nos has estado explicando
que hace falta?
La Vía Campesina son los grupos sociales. No es una organización jerarquizada,
sino un movimiento social. Es un movimiento social con una propuesta. Y esta pro-
Voces en el desierto 207

puesta hay que construirla en lo local. Yo siempre he defendido el modelo y la pro-


puesta de Vía Campesina, pero en el foro que se ha celebrado sobre reforma agra-
ria en Brasil, en marzo de este año, pude comprobar realmente lo que significa Vía
Campesina. Yo vi allí a cientos de campesinos/as procedentes de todo el mundo que
tienen claro el concepto: la idea y la propuesta, el proyecto a construir. Y yo creo
que es un movimiento que precisamente nos ha enseñado cómo se debe trabajar de
lo local a lo global y de lo global a lo local, y no con cuatro iluminados que dicen lo
que hay que hacer. Yo me siento Vía Campesina en Amayuelas, eso es la Vía
Campesina. Y me alegro mucho de que eso se vaya interiorizando en la COAG, por-
que COAG está en Vía Campesina, COAG y el SOC.

¿Y tú crees que este proceso es comprendido por las bases de las


organizaciones agrarias?
Esto está llegando a ciertas bases de COAG. A todas no, pero a algunas sí. La cons-
trucción de Vía Campesina en Europa está costando un debate interno, y eso hay
que transmitirlo a las bases. Muchos socios de COAG, compañeros míos, hace diez
años decían que el único modelo era el que tenemos, y ahora no. Ahora dicen: ¡ojo!
Y le empiezan a dar importancia a la agricultura de autosuficiencia. Y hay gente
que se plantea: «Pues igual hay que colgar los tractores», ¿sabes? A pequeña esca-
la, pero lo importante es que está ocurriendo. Antes estábamos más en la dinámi-
ca de discutir el decreto-ley que nos planteaba el Ministerio, y ahora estamos
empezando a discutir nuestras propuestas. Primero lo de la soberanía alimenta-
ria. Ahora, a finales de año se celebra en Sevilla la reunión de la Conferencia
Preparatoria Mundial de la V Conferencia de Vía Campesina, y si se hace aquí es
porque COAG en concreto ha decidido que se haga aquí, para apoyar la
Conferencia. Y ahí es donde se va a debatir el marco ideológico. Es una apuesta
importante por parte de COAG.

¿Cuál es la apuesta y el impacto de Plataforma Rural en este escenario?


Es un instrumento, no es una organización nueva, ni mucho menos. Es un instru-
mento para que trabajemos juntos un montón de organizaciones plurales y diver-
sas, pero que a todas nos une la lucha contra el neoliberalismo y la defensa de un
mundo rural vivo, con agricultura y con agricultores. Esta tarde, cuando presente-
mos la organización del V.º Foro, presentaremos los cinco temas claves que más
nos preocupan en estos momentos: soberanía alimentaria; las políticas de la OMC;
biodiversidad y transgénicos; reforma agraria, el tema de la tierra; y agricultura
campesina. También ir construyendo modelos de agricultura campesina y defen-
der el concepto de campesinado desde lo que está sucediendo a nivel mundial.
Nosotros tenemos que defender que nuestra propuesta es la que realmente se
practica en el mundo. En el mundo hay 3.000 millones de seres humanos que de
alguna manera dependen del campo y son campesinos/as, con tierra o sin tierra,
208 Los pies en la tierra

pero son campesinos/as. Y es un modelo que alimenta más bocas que el modelo de
agricultura industrial. Tener claro eso es fundamental. La agricultura de autosu-
ficiencia es un modelo válido, y lo tenemos que defender. Hacer posible que la
Plataforma Rural sea un instrumento para que las 20 organizaciones que la for-
man trabajen sobre esos cinco temas, desde la diversidad y la pluralidad. Tener
claro que tienen que ser temas no hegemónicos de nadie, sino de todos. Para mí
tiene un papel muy importante que jugar ahí la alianza entre agricultores, consu-
midores, movimientos sociales y movimientos ambientales, es imprescindible y
fundamental. Si somos capaces de trabajar juntos y ponernos de acuerdo para arti-
cular propuestas, estrategias y acciones conjuntas, el paso que queremos dar es de
suma importancia. Plataforma se convertirá en una estructura que dinamice y que
facilite las alianzas. Es un trabajo pedagógico para fortalecer las luchas en cada
una de las organizaciones en las que estamos. Plataforma Rural tiene que articu-
lar, tiene que dinamizar… Es trabajo pedagógico, de canalizar información, socia-
lizar esa información… y no crear más estructuras, porque las organizaciones ya
las tenemos.

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