Sie sind auf Seite 1von 15
Mitologia griega JASON Y LOS ARGONAUTAS Relato de GRACIELA MONTES ibujos de LILIANA MENENDEZ L. famosa expedicién de los argonautas co- menzé6 con una pelea de familia: Jasén, el hijo de Es6n, estaba convencido de que el trono del reino de Yolcos le correspondfa a él, pero su tfo Pelias, el hermano de Es6n, pensaba lo mismo. Y, como no caben dos en un mismo trono, el asunto se fue poniendo feo. Jas6n era un muchacho fuerte, hermoso y valiente, y estaba muy decidido a recuperar lo que le correspondfa. Y Pelias, aunque era mucho menos joven, menos hermoso y me- nos valiente que su sobrino, no estaba dis- puesto a cederle nada. ‘YY asi estaban las cosas cuando Pelias tuvo una idea brillante. —Jas6n, muchacho —le dijo al sobrino ha- ciéndose el tio bueno-, estoy dispuesto a entregarte el trono, Pero, digo yo, como cosa mia, antes de instalarte como rey, ,no te con- . xy vendria hacer algo realmente heroico, algu- na de esas Cosas que nos traerfan fama a to- dos los de la familia? Veamos, por ejemplo, aver... {qué te pareceria la idea de ir en bus- ca del vellocino de oro? £Quién no conocfa en Grecia la historia del vellocino de oro? Era muy famosa. Pare- ce ser que Frixo y su hermana Hele, hijos del rey de Beocia, habian tenido que huir de una madrastra muy mala que tenfan monta- dos en un carnero alado, regalo del dios Hermes, un carnero maravilloso, tan mara- villoso que en lugar de estar cubierto por un vell6n de lana como cualquier otro camero, estaba cubierto por un vellén de oro puro. Parece ser que el carnero los levé Por el i ro muy lejos, que atravesaron tie- mas y mares y dearon muy atrds el reino de Beocia y parece ser, también, que la pobre Hele perdié el equilibrio y cay6 al mar y que Frixo, en cambio, bien sujeto alas hebras de oro siguié cabalgando por los aires hasta que por fin aterrizé en las tierras de Colquida, junto al Mar Negro, donde nadie lo conocia ni él conocfa a nadie. Se contaba también que e] rey de Célquida, Ectes, habia recibi- do muy biena Frixo y lo habia casado consu hija mayor, Calefope, y que Frixo, agradeci- do, habia sacrificado el carnero alado a los dioses y le habia regalado el vellén de oro a su flamante suegro. Desde ese dia el veollocino de oro del carnero alado estaba sujeto con clavos a un Arbol del bosque sagrado de Célquida y un drag6n monstruoso, que nunca dormia, cui- daba de que ningtin ladr6n se le acercase. La historia del vellocino de oro era tan popular en Grecia que no habfa héroe que no sofiase con matar al dragé6n y rescatar el tesoro. De modo que, cuando Pelias le pro- puso a su sobrino tamafia aventura, Jason se entusiasm6 y empezé a fantasear con con- vertirse en un gran héroe. —Esté bien, tio, estoy de acuerdo —dijo-, pero en cuanto vuelva con el vellocino me devolvés el trono. Pelias se sonrié amablemente: en el fondo pensaba que era muy improbable que el mu- chacho volviese vivo de tan terrible expedi- cién. Al dfa siguiente comenzaron los prepara- tivos. Los mejores armadores de toda Gre- cia se unieron para fabricar, bajo las directi- vas de la diosa Atenea, un barco indestructi- ble, de cincuenta remos, un barco formida- ble, nunca visto. Le pusieron por nombre. “Argos”. wdorer, Liter es Enel “Argos” se embarcaron los més fa- mosos héroes de esos tiempos, incluso, se- gan se cuenta, el propio Hércules, que acom- pafié la expedicién durante un trecho. Como viajaban en el “Argos” eran los “argonautas” y el jefe de todos fue Jasén. Fue un viaje largo y dificil, lleno de extra- fias aventuras. Debieron enfrentarse con grandes peligros y librar muchas batallas. Cuando ya estaban muy cerca del reino de Célquida estuvieron a punto de morir aplastados de modo que esta historia estuvo a punto de no poder ser contada. Navegaban a toda marcha, ansiosos por Hegar cuanto antes al sitio donde se guarda- bael vellocino, cuando un estrépito atronador sacudi6 el barco. Dos grandes masas roco- sas se estrellaban frente a ellos. Eran las Siemplégadas, dos enormes islas flotantes, de roca pura, que con el vaivén del mar se alejaban una de la otra y luego volvian a acer- carse hasta tocarse. Cuando esto sucedia las olas se elevaban a cientos de metros y un horrible temblor sacudfa las aguas. —No podremos pasar —grit6 desde la proa el vigia del “Argos”. —Vamos a pasar —dijo Jas6n-. ;Todos a sus puestos! 10 Tifis, el timonel del “Argos”, se mantuvo firme en su puesto, alerta, Entre un choque y otro choque habia ape- nas tiempo de que una paloma pasase volan- do entre las rocas. Si se demoraban un solo instante ms el “Argos” quedaria destroza- do como una nuez entre las dos moles. -jAhora! -dijo Tifis en cuanto las Siem- plégadas empezaron a alejarse una de la otra. Y los cincugnta remeros del “Argos” re- maron a la mayor velocidad a que hubiese remado nunca un barco griego. -|Més! ; Mas! —los animaba Jas6n-. ;M4s fuerza, mas remo! Y el Argos pasé entre las dos murallas de roca justo antes de que comenzase el nuevo acercamiento. Pero ya se levantaba en la popa una gi- gantesca ola furiosa. Toda la fuerza de los cincuenta remos no alcanzarfa para salvar al barco del choque inminente. Y parece ser que fue entonces cuando Atenea, la protectora de los argonautas, se hizo presente y le dio al “Argos” un empujoncito, apenas un empujoncito, para que se salvara y pudiese continuar con su aventura. —jJusto a tiempo! —grit6 Jasén mientras veia volar astillas del tiltimo madero de popa que se habja aplastado entre las Siemplé- gadas. Pocos dias después Iegaron a las costas de Célquida. 13 Acababan de desembarcar cuando se en- contraron con cuatro muchachos cubiertos de harapos. Los argonautas se mostraron amables con ellos y los invitaron a compar- tire] almuerzo. ~{Quiénes son ustedes? {De donde vie- nen —pregunt6 Jasén cuando terminé de sa- borear su pescado. ~Somos los hijos de Frixo, el que viaj6 con el carnero alado, y de Calciope, la hija ma- yor del rey Eetes. Cuando nuestro padre muri6, no hace mucho, nos embarcamos en busca de aventuras. Pero parece que nuestro abuelo no nos dio un buen barco: a la prime- Ta tormenta se nos hizo pedazos y aqui esta- mos, ndufragos y hambrientos. 14 Entonces Jasén les conté quién era él y por qué habia venido con ese grupo de hé- toes hasta Célquida. —Venimos a llevarnos el vellocino— dijo. —No creo que puedan —dijo el mayor de los muchachos-. Mi abuelo es un rey cruel y poderoso. Nadie puede hacerle frente. ~Tal vez Eetes sea cruel y poderoso —le contest6 Jas6n-, pero nosotros somos los argonautas, los mas grandes héroes de toda Grecia. Supongo que habrén ofdo hablar de Grecia... Atenea nos protege y ningtin rey, por mas poderoso que sea, podrd detenernos. 1s Jas6n era un muchacho muy decidido, ya ven, pero no era ningun tonto, de modo que quiso empezar por acercarse a Eetes por las buenas: siempre era mejor Ilevarse el vello- cino sin tener que librar una batalla. Se puso sus mejores ropas, reunié a un grupito de argonautas, y junto con los nietos de Eetes, rumbe6 hacia el palacio. La madre de los muchachos, Calciope, salié a recibirlos. Feliz de ver que sus hijos se habjan salyado del horrible naufragio, empez6 a abravzarlos y a gritar su alegria en Ja puerta del palacio. Sali6 entonces Medea, su hermana, la menor de los hijos de Eetes. Cuentan los griegos que Medea era belli- sima. Sus cabellos eran dorados como las hebras del vellocino y sus ojos, dorados tam- bién, brillaban como el sol. Jasén no pudo dejar de mirarla. Ni ella pudo dejar de mirar a Jas6n mientras daba la bienvenida a sus sobrinos. Y parece ser que fue en ese mismo momento cuando Eros, el dios del amor, es- condiéndose detras de Jas6n, le disparé una flecha a Medea en el centro mismo del cora- z6n. Lo cierto es que, desde ese mismo mo- mento, Medea se enamoré irremediablemen- te de Jas6n para toda la vida. Detras de sus hijas, salié también Eetes a la puerta del palacio y se alegré de ver a sus nietos vivos. Recibi6 a los argonautas amablemente. Pero, en cuanto se enteré de que venian a buscar el vellocino de oro, dejé de sonreir- 7 les y empez6 a pensar si lo mejor seria dego- Iarlos en el momento o asarlos a fuego lento al dia siguiente. -Rey Eetes —Ie dijo Jasén-, no venimos a pedir lo que no es nuestro. Buscamos el ve- Hocino porque salié de Grecia. El vellocino es griego, nos pertenece. No venimos a qui- tarte nada que sea tuyo. Eetes pensé mejor lo que iba a decir. Se dio cuenta de que no le convenfa ponerse en contra a toda Grecia. No queria que esos ex- tranjeros se levasen el vellocino de oro, pero tampoco queria ir a una guerra. De modo que pens6 que lo mejor era disimular su rabia. -Esté bien, extranjero —dijo-. Acepto que te lleves el vellocino siempre y cuando me 18 demuestres que sos un valiente. Al menos que sos tan valiente como yo. —Esté bien -dijo Jasén, que, después de tantas pruebas, estaba ya un poco cansado de tener que seguir demostrando que era va- liente-. z Y de qué manera puedo demostrar- te mi valentia? —Muy sencillo —dijo el rey—. Arando mi campo. —jArando tu campo? -se sonrié Jas6n-. Nunca pensé que arar un campo fuese cosa de valientes. Es que hay campos y campos —dijo Estes con voz socarrona~. Y el mio tiene sus co- sas... En primer lugar, a este campo hay que aratlo con dos toros bravos, de pies de bron- ce, que echan fuego por la boca. Vas a tener que atraparlos y ponerles el yugo. Y con el arado tenés que abrir los surcos y en los sur- cos tenés que sembrar unas semillas espe- ciales, Bueno, no son semillas, en realidad. son dientes del drag6n que cuida el vellocino. De cada una de esas semillas va a nacer un guerrero y a cada uno de esos guerreros loten- drds que matar con tu lanza... Espero que antes dela cafda del sol hayas terminado el trabajito... No es gran cosa. Es lo que hago yo todos los dfas... para mantenerme en forma. Jas6n dej6 de sonreir. Tragé saliva. Era un muchacho valiente, pero no estaba muy seguro de poder pasar por esa prueba. Ca- Ilado y preocupado volvié al barco. Los argonautas se pasaron la noche dis- cutiendo acerca de si Jas6n podria 0 no po- dria cumplir con tamafia empresa: que si, que podia, que no, que era imposible, que igual habfa que intentarlo, que era una locura... Hasta que a uno de los nietos de Eetes se le ocurrié la idea de pedirle ayuda a Medea. Ustedes sé preguntaran que podia hacer una muchacha rubia de ojos dorados contra dos toros furiosos o contra miles de guerre- tosnacidos de los dientes de un dragon. Bue- no, lo que sucede es que Medea no era una muchacha comin y corriente. Sus ojos eran tan dorados y tan brillantes porque descendia de Helios, el sol, como toda la familia de Eetes, y Hecate, la diosa de los infiernos, le habfa en- sefiado muchas magias y brujerfas. Medea sa- bia fabricar polvos y ungtientos milagrosos y tenfa poderes de esos que no todos tienen. Fue por eso que a sus sobrinos se les ocu- rrié la idea de pedirle ayuda. No fue dificil convencerla. Medea ya es- taba tan enamorada de Jasén que no podia soportar la idea de que alguien le hiciese daiio. . —Que venga a verme —dijo Medea-. Yo voy a ayudarlo. Esa noche, sin que Eetes se enterara de nada, Medea y Jas6n se encontraron en se- creto. : a Jasén le prometié que, si todo salia bien, se la ibaa llevar con él a Grecia para casarse con ella; le prometié que iban a ser muy feli- ces. Medea le sonrid como s6lo sonrien las ena- moradas y le dio un ungiiento magico. 21 —Untate el cuerpo con esto. Untd también tu lanza, tu espada y tu escudo. Te vas a sen- tir inmensamente fuerte y los toros no po- drdn dafiarte. Cuando empiecen a brotar los guerreros de la tierras arrojdles una piedra bien grande. Se van a pelear por ella, furio- sos como perros hambrientos peleando por un mismo hueso. Entonces podrds destruir- los. Jas6n le dio las gracias y se despidié con un beso. Al dia siguiente Jasén hizo como Medea le habia indicado y, bien untado con el filtro magico, fue hacia el campo de Eetes. El rey ya lo estaba esperando y el pueblo entero se habia reunido para ver a ese griego 22 valiente que se les animaba a los toros de fuego. -jEstas listo? -pregunt6 Eetes. —Estoy listo —dijo Jas6n, que, como el fil- tro mdgico habia hecho su efecto, se sentia realmente invencible. Entonces Eetes le dijo: —Acé estén tus semillas —y le entreg6 un yelmo Ileno de dientes de dragén. Jas6n avanz6 hacia el campo. Clavé su Janza en el suelo, dejé el yelmo junto a la lanza y, protegiéndose s6lo con su escudo, avanz6 en busca de los toros. Aparecieron de pronto y por donde me- nos se los esperaba, mugiendo horriblemen- te y arrojando fuego por la boca. Los cascos 23 de bronce golpeaban contra la tierra y la ha- cfan resonar como el parche de un tambor. Enun instante Jas6n se sintié rodeado de len- guas de fuego. Los toros inclinaban la cabe- zay lo amenazaban con los cuernos. Pero el héroe, de pie, firme, esperé la embestida. Se sentia poderoso y el ungiiento lo protegia del espeluznante fuego. Uno de los toros se estrellé contra el escudo yun alarido de terror se levant6 en el grupo de los argonautas. Nadie esperaba que Jas6n so- breviviese a esa feroz embestida, Pero el escu- do resistié. Jason, aproveché el desconcierto del toro y, con una habil maniobra, lo tom6 por el cuerno y lo obligé a hincarse. Estaba por ponerle el yugo en la cerviz cuando el segundo toro avanzé al galope, levantando polvo y arrojando Ilamaradas fu- siosas. Sin soltar el cuerno del primero, Jason dejé el escudo en el suelo y, desprotegido, esperé la embestida. Cuando el toro estuvo cerca, el pufio izquierdo de Jasén se aferré a uno de sus cuernos. Asf como habfa hecho hincar al primero, hizo hincar al segundo y obligé a ambos a ponerse el yugo del arado. 24 La primera parte de la tarea habia sido cumplida. Mucho antes de que el sol estu- viese alto, Jasén, con mano firme, empufia- ba el arado y los dos toros de pezufias de bronce y aliento de fuego avanzaban man- sos como bueyes por el campo. En los sur- cos recién abiertos Jas6n iba arrojando los dientes del dragén. 25 A poco de caer en la tierra, cada uno de esos dientes germinaba y se convertfa en un horrible guerrero, de gesto fiero, armado de Jacabeza a los pies. En cuanto todos los gue- rreros nacieron, Jas6n hizo lo que Medea le habja aconsejado: levanté una piedra enor- me -una piedra que sélo un héroe como él podia levantar~ y la arrojé en medio de los guerreros. Tal como Medea habia previsto, los gue- Ireros se arrojaron unos sobre otros, peleén- dose por esa roca como si fuese un bien muy valioso. Se clavaban las lanzas, se rebanaban las cabezas con sus espadas y el campo de Eetes empezé6 a tefiirse de rojo. La sangre de los guerreros corria formando arroyos por los surcos. Cuando sélo un tiltimo guerrero que- daba en pie, rodeado de los caddveres de todos sus compaiieros de simiente, Jasén se acercé lentamente a él y le clavé la lanza. 27 La tarea estaba cumplida. Una ovacién de admiracién saludé al héroe. Los argonautas estaban exaltados. Hasta los célquidos lan- vaban gritos de admiraci6n por tamafia va- lentia. Eetes, mientras tanto, apretaba los dien- tes y masticaba su rabia: ese griego le trafa mas problemas de los que estaba dispuesto a tolerar. Furioso y sin siquiera saludar al yencedor, volvié al palacio. No se le esca- paba que su hija Medea, que conocfa tantas magias y que miraba con ojos tan tiernos al extranjero, podia tener algo que ver con lo que habfa sucedido ese dia. Alanoche se reuni6 con sus jefes y, entre todos, comenzaron a planear cé6mo desha- cerse de los malditos argonautas. Medea, escondida, los oyé hablar. Se dio cuenta de que su amado corrfa grave peligro. Sin pensarlo dos veces, corrié a la nave de los griegos en busca de Jasén. —Mi padre no te va a perdonar que lo ha- yas vencido. Tenés que irte cuanto antes —le dijo. —Pero no me puedo ir sin el vellocino — dijo Jasén—. Demasiado sufrimos para irnos con las manos vacias. -Entonces vamos a buscarlo —propuso 28 Medea -, pero ya mismo, antes de que sea demasiado tarde. Y esa misma noche, mientras Eetes y sus hombres tramaban una venganza contra los argonautas, Jasén y Medea se internaron por el bosque sagrado donde el drag6n que nun- ca dormia cuidaba el vellocino. Avanzaban en la mayor oscuridad, pero de pronto lanoche se les volvié dia: clavado en el tronco de un grueso drbol estaba el ve- Ilocino del carnero afado que habfa transpor- tado a Frixo. Un rayo de luna lo rozaba ape- nas y lo hacia brillar como si fuera un sol. 29 Junto al vellocino, un horrible dragén de ojos rojos y largo cuello, se paseaba, vigi- lante, feroz, lanzando tremendos silbidos. —No vamos a poder -dijo Jasén mirando la cabeza enorme del monstruo y sus fauces plagadas de dientes filosos. -Si vamos a poder -dijo Medea, que no en vano era bruja—. Voy a cantarle un arrorré. YY muy suavecito, melodiosamente, Medea empezé a arrullar al dragén, y el drag6n se fue dejando arrullar. Poco a poco dejé de pasearse, se acurrucé en el suelo y empezé a cabecear. Los parpados por primera vez le cubrieron los ojos, rojos de nunca dormir. Medea se le acercé despacio, le tocé la ca- beza con una rama de enebro y el monstruo cay6 en el mas profundo de los suefios. Entonces Jasén descolgé el famoso vello- cino por el que tantas aventuras habia corri- do y huy6 con Medea del bosque tenebroso. Al dia siguiente, el “Argos” levaba anclas y se alejaba de la costa de Cdlquida. A bor- do iban muchos héroes —a los que el destino atin les tenia reservadas muchas aventuras—, una pareja de enamorados y un refulgente vellocino. Viajaban rumbo a Grecia.

Das könnte Ihnen auch gefallen