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En todas las librerfas ‘Mas cuentos de la Mitologfaa Griega La Mar de Cuentos ee Un viaje alos mundos imaginarios més espléndidos de Ia humanidad (Cuntros ne La srovocta cxueck (altos de Gracie Moses Dias de Lilian etnies) ‘Mis cumos ne La wrrovocia enuec (ot Gs Meas be Ma) (CunT0s pe as Ma y Ura Noces (laos de Grail Mons. ibs de ia Menénder) Hisrows pe La Buss (ets de Grail Montes. Dijon Se Osa Rost) (Canautenos ne La Mesa ReoNDA (Retuos de Gracia Mone Dios de Ox Res) Los cuesras ne Prana (rac de Graciela Mantes Dib de Se) Avoanaas oe Juan nt Zonno (Reta Homo Clement, Dit de Taba) Los vases ne Guuver (Aapacon de RogeaC Pardes Dio de Sa) Fiputas pe Esoro (esa de Heber Cardoso Dior de Mar Gt) 2 les ‘isrbuidor exclusive: Edisons Cathe, Din Vals $125, (1406), ‘eens Are ena Tain (9888448 See ea Pagina/12 La Mak DE CUENTos Més cuentos de la Mitologia Griega NARCISO Relatos de GRACIELA MONTES Dibujos de, LILIANA MENENDEZ, ‘Liss griegos desconfiaban de los espejos. Decian que encontrarse con el doble podta ser muy peligroso. Tal vez, cuando decfan eso, pensaban en Narciso. Narciso era hermoso. Siempre, desde nifio, lo habfa sido. Cuando su padre, el dios- 1fo Ceftio lo llevaba en andas hasta la orilla del mar, 0 cuando su madre, la ninfa Leirfope, lo Hevaba a recoger castafias al ‘monte, provocaba la admiracién de todos ‘cuantos se cruzaban con ellos por el cami- no, Tenfa los cabellos dorados, unos gran- des y profundos ojos verdes y un rostro de- licado y perfecto, Todo era armonioso en 1, cada trozo de su cuerpo, cada movimiento, cada gesto, Ay, hijo mfo ~decia Leirfope~ je6mo puede ser que seas tan hermoso? Leirfope tenia miedo de tanta belleza. Sa- bia que la mucha belleza o la mucha destre- za a veces ponfa celosos a los dioses del Olimpo. La pobre Aracne se habfa vanaglo- riado de tejer mejor que Atenea y habia ter- ‘minado convertida en arafia. Niobe estaba demasiado orgullosa de sus siete hijos y sus siete hijas y Latona, la madre de Apolo y Artemisa, se los habfa arrebatado todos, uno auno, Fue a ver a Tiresias. Tiresias era un adivi- no ciego. No vefa lo que otros vefan, ni la luz del sol, nila hierba del prado, ni el vue- lo de los pajaros en el cielo. Pero tenfa bien abiertos otros ojos més secretos, y con ellos vefa el destino, eso para lo que todos los demés eran ciegos. Se decfa que era espe- cialmente sabio porque habia sido hombre, mujer y luego hombre de nuevo, razén por Ja cual era capaz. de penetrar en todos los misterios. Todos en Grecia, hasta los olim- picos, lo consultaban. Estaba sentado a la entrada de una gruta. Los ojos sin pupila, blancos, extraordinaria- mente quietos, y sin embargo saludé a Leirfope por su nombre y respondié asu pre- gunta antes de que ella la formulara. Tu hijo, Leirfope ~le dijo a la madre-nin- fa preocupada-, ser muy amado, de eso estoy bien seguro. “iY seré feliz? -pregunt6 la madre, te- merosa siempre del castigo de los dioses, Hubo un silencio. ~{Feliz? —repiti6 Tiresias-. Sf, también serd feli =LY su vida serd larga? El adivino parecié ensombrecerse. =No lo sé, puede que sf, puede que no. Puede vivir muchos afios siempre y cuando... {Siempre y cuando....? repiti6 Leirfope. Siempre y cuando no se ande mirando enel espejo. Leirfope habfa sentido miedo por un mo- ‘mento, pero enseguida recuperé Ia calma. Narciso viva en el bosque. Seria cazador y ‘miraba en el espejo. Los humanos buscaban | ver su propia imagen, pero las ninfas y los faunos y los dioses, no, nunca los habfan necesitado. Y asi fue. Narciso se cri6 en el bosque, F aprendié a usar el arco y la flecha y se hizo cazador. ¥ ningtin dios, al parecer, se sinti6. agredido por su belleza. Es més, hasta tenia sus madrinas en el Olimpo: Artemisa y Afrodita, las dos buenas cazadoras, que lo protegian y le seftalaban las presas. Pero Narciso seguia siendo bello, bellfsi- mo, demasiado bello. Bastaba verlo para ‘enamorarse de él sin remedio. Las j6venes ninfas del bosque comenza- ron a perseguirlo. Loespiaban por entre las hojas de los sau- ces cuando lo vefan pasar, y luego escapa- ban riendo. 10 Las mas audaces se le acercaban y le pro- ‘metian su amor. Otras le arrebataban el car- caj para obligarlo a correr tras ellas. O lo acariciaban a hurtadillas con sus cabellos hiimedos. Lo llamaban con mil nombres y Ie deslizaban palabras de amor en el ofdo. au Pero hubo una que lo amé més que nadie. Se amaba Eco y era suave y timida, con ‘una dulce voz. Amé en silencio al cazador durante muchos dias. Lo segufa como una sombra, Si Narciso tensaba el arco, ella gra- baba en su memoria la curva de sus hom- bros. Si corria bajo los Srboles, admiraba la fuerza de sus muslos, la agilidad de su talle. Se extasiaba en los labios y en el modo en ‘que se entreabrian en una sonrisa cuando la flecha daba en el blanco. De noche, cuando Narciso no estaba, pasaba las horas evocan- do el tono de su piel, 1a forma en que los rizos cafan sobre la frente. Imaginaba que el cazador la persegufa por el hosque como hacia con los ciervos y que ella se dejaba atrapar y envolver con fuerza entre los bra- 208. Un dfa cobré énimos y lo llamé. Le dijo: ~iNarciso! Narciso se dio vuelta: =i Quién me Hama? Eco tuvo miedo y se escondi6. Narciso volvi6 a su tarea. Estaba tallando flechas a la orilla de un arroyo que bajaba vertiginoso de la montafia pero Iuego se amansaba al llegar al bosque. Era su sitio favorito, umbroso y amable. Con el tiempo 12 el agua habia ido cavando un lecho no de- masiado ancho pero sf profundo, y avanza- ba serena por entre los gruesos troncos de sauces y castaiios, En las estrechas orillas, hechas de un limo muy blando, crecfan algunos juncos. Narciso levanté los ojos de su tarea y los fij6 en el agua. Se sentia bien solo. Por al- gin motivo, que no sabfa bien cual era, no habfa buscado nunca la compaiifa de las nin- fas, Se daba cuenta de que eran hermosas, pero él no las necesitaba. ~iNarciso! —volvi6 a lamar Eco desde su escondite. Narciso no respondi6, pero se puso de pie y parecia enojado. \Otra vez las ninfas! ~protest6, buscan- do.con los ojos entre el follaje-. jFuera! ;No quiero verlas! ;Yame tienen cansado! ;Quie- ro que se vayan y me dejen tranquilo, eso quiero! Eco deseaba decirle que ella lo amaba, que Jo amarfa siempre, que no era una ninfa bur- Iona, Pero no pudo. Fue tanta Ia angustia que sintié al ver a su amor asf, furioso, que s6lo atin6 a repetir: ~i-..quiero! ~gPor qué serén tan tontas estas ninfas? Eco suspiré: =... ninfas. ~Y ésta, la més tonta de todas. ... todas —repiti6 Eco, y se puso a llorar ensilencio, Se daba cuenta de que habia perdido sus palabras para siempre, y que, de entonces en més, s6lo podfa recoger las migajas de las palabras de otros. Narciso se volvi6 a sentar a la orilla del arroyo y siguié tallando sus flechas. Al rato volvi6 a levantar la vista del tra- bajo y una vez més fij6 los ojos en el agua. uv Flufa mansa con s6lo algunas hojitas secas ‘como barquitos floténdole encima. Dejé la flecha en el suelo y se inclin6 sobre ella, para lumbrar el fondo. Vio un rostro hermosi- simo. Mucho més hermoso del que hubiera ‘visto nunca, Mas hermoso que el de su ma- dre, que era hermosa. Mas hermoso que el de cualquiera de las ninfas que lo persegufan. ~iCuéinta belleza! -suspir6, deslumbrado. Y luego, enardecido, se dirigié al joven del agua. Dijo: iNo puedo dejar de mirarte, bellisimo amigo! ;Quiero conocerte! ;Tocarte! Hablaba con una vehemencia nueva en él, olvidado por completo de sus flechas. EL joven del arroyo movia los labios tam- bién, pero el agua acaflaba sus palabras. Entonces Narciso se acereé atin més y srité: {Te quiero, te quiero, te quiero! Eco repetfa desde detras del tronco de un gran castaf quiero... quiero... quiero... Narciso, en su emocién, crey6 tal vez que era la voz del joven atravesando el ahogo del agua. En ese instante asom6 entre el follaje una corzuela, brincando sobre las hojas y sedien- 19 ta seguramente, porque corria hacia el arro- yo. Pasé sin temor junto a Eco, que se afe- traba a su Arbol y parecia formar parte del tronco. Pero se sobresalté al toparse con el cazador que, olvidado de su carcaj, su arco y sus flechas, grité una vez més “Te quie- rol”, acercando sus labios al agua. Sintié miedo, interrumpié su carrera y se detuvo con brusquedad en Ia orilla. Luego pegs media vuelta en el aire y sali6 disparada de ‘nuevo hacia la espesura del bosque. Fue un instante apenas, pero se conmovis la esce- na, Los cascos de la corzuela, al golpear contra la tierra blanda de la orilla, salpica- ron barro, hojas y pequeiias piedras sobre la corriente. El agua del arroyo se agit6, perdi su bri- Io, y el bello joven desapareci6 de la vista. 20 ~iAy, se ha ido! ~suspiré Narciso-, Se ha ido sin hablarme siquiera. ;Ay, qué desgra- ciado soy, se ha ido. YY, mientras también él se alejaba, apena- do, pensando en el bello desconocido, Eco Jo seguia de lejos con la mirada, y repetfa, 2 en su delicada voz. de ninfa, cada vez mas triste y més leve: =... ido... ido... ido. Leirfope encontré a su hijo demasiado pensativo. {Qué te pasa, hijo mfo? {El bosque ya no te alegra? ~Sfque me alegra. jLo amo! Amo el bos- que mas que nada porque en el bosque hay alguien de rostro tan bello, pero tan bello que ya nunca podré olvidarlo, Leirfope se sonri6, pensando que alguna linda ninfa habfa atravesado por fin el cora- z6n solitario de su hijo Narciso. -Entonces tendrés que volver maiiana para buscar a ese alguien que tu corazén afiora -le dijo. Narciso volvi6, y se sent6 una vez més a laorilla del arroyo. En el mismo recodo, jun- to al tronco del mismo Arbol. Pero esta vez no se puso a tallar flechas sino que de inme- diato se acereé al agua. Elsol iba subiendo y la superficie del arro- yo se vefa luminosa y quieta. Se inclin6 un poco més, miré hacia el fon- do, y ahi estaba el joven otra vez, el bello de toda belleza. ~iAy, qué hermoso es, qué hermoso! iQuiero estar con él! {Quiero estar con él Eco, trepada a un sauce, confundiendo sus largos cabellos plateados con las linguidas amas, extendfa sus brazos hacia el vacfo y Tepetia: =... Vida... vida... vida... Narciso no la escuchaba, o confundia su voz con susurro de la brisa contra las ho- jas, con el rodar del agua sobre las piedras. 25 Sélo_pensaba en el joven, sélo él lo con- co suspiraba: movia =... imo... amo... amo, Quiso tocar ese rostro que lo seduefa sin Narciso se aproximé aun mds a la super- remedio, y hundié su mano en el agua. ficie del agua diciendo: La superficie se agit6, pero al momento recuper6 su calma, Entonces pudo ver que también el otro extendfa su mano para to- carlo. {Qué emocién tan intensa! También é1 me quiere! ;Y sabe que lo =..,juntos... juntos... juntos... Los labios del joven del agua afloraron casi hasta Hegar a la superfice. Bastaba in- clinarse apenas un poco més y los labios se juntarfan, Y Narciso se incliné. De repente sintié el frfo del agua en el ‘mentén y retrocedié sobresaltado. Pero el 26 A bello rostro estaba siempre ahi, de algdn modo lo Hamaba ~iVoy! ~dijo, como respondiendo al Ila- mado-. No nos separaremos nunca... Y hundié su rostro en el agua del arroyo. Eco quiso salvarlo, Hamarlo por su nom- bre. Pero ya no tenfa fuerza ni palabras. Confundida con el follaje del sauce, sélo atinaba a repetir: ~...munea.... nunca... nunca... “con una ‘voz que ya casi no era voz, sino puro viento, Por un momento Narciso crey6 sentir en 28 su piel la piel del otro y en sus labios el beso més bello y més deseado. Fue un instante apenas. Luego el cuerpo entero, entregado, se deslizé hacia el agua. ‘No hubo ninguna agitacién, ningiin chapo- teo. Sélo el agua profunda que devoraba al enamorado y ya comenzaba a llevarlo len- tamente rio abajo, mucho més allé del bos- que, rumbo al mar por parajes desconoci- dos. Eco lloré amargamente en la orilla. Cuan- do algunas horas después Leiriope legé hasta el sitio, alarmada por la ausencia del hijo, segufa llorando sin consuelo. ~{Dénde esté mi hijo? ~pregunt6 la ma- dre, con la certeza de una desgracia, Y Eco repiti = «hijo... hijo... hijo. La joven ninfa estaba arrodillada en la orilla, y con los largos cabellos acariciaba elagua. Leirfope se incliné también sobre el es- pejo del agua, comprendié el misterio de esa muerte prematura y también ella se eché a Morar sin consuelo, Las légrimas de Eco y de Leiriope cafan sobre el limo blando de las orillas donde segufan estando el arco y el carcaj lleno de flechas de Narciso, Sucedié algo extraiio. Al dia siguiente comenzaron a crecer allf unas flores nunca antes vistas. Eran amarillas y muy bellas. Brotaban muy cerca del agua y, cuando la brisa las agitaba, se bamboleaban amorosas sobre el agua. La corola, muy delicada y de color azafranado, recordaba unos labios en- treabiertos. 31 En todas ls librerias La Mar de Cuentos Un viaje alos mundos imaginarios ss espléndidos de la humanidad Cunnros pe a naroLocta camca (Relate de Grails Mone, ibe de iam Menénd2) ‘Mis cumros oe La srrovocts omic ie Cs Me gs dein Mei) ‘Cursos oe 4s Ma v Una Nocues (Relate de Grace Monies, Dito de ian Menéaden) Hisrontat pe LA BELA (Reltos de Gri Montes Dios de Oca Rous) ‘Canatenos De LA Misa RxponDs (Relate de Gracil Montes, Dib de Ona ej) Los comeras ne Pensaut (xascdn de Gris Montes Dibsjos Sa) Annas ve Juan. ZorKo (Retaog de onc Clemente. Dib de Tabs) Los vans pe Geuiven ‘natacin de Rogelio C. Pees. Dib de Sat FisuLas ve Esoro (ern de Heber Caos Dies de Mart ia) rami Caine oe Diner xs Eisner aloe ir Ver 125, (25) Boece Are Arn, Tv 988-4191 418

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