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Una técnica horneada desde hace siglos y utilizada por los panaderos
europeos ahora está formando parte de una nueva corriente: masas
“cultivadas” o agrias, que le dan al pan un nuevo valor en calidad, sabor y
cuerpo como los mejores vinos y quesos del mundo.
“En Estados Unidos, una cubeta de masa con varios años de ‘cultivo’ como
base para elaborar una pequeña producción de pan puede ser valuada en más
de 5 mil dólares”, asegura el especialista.
En el país galo, los números del tipo de harina (type de farine) indican el
contenido de ceniza en miligramos por cada 10g de harina. El tipo 55 es el
estándar (harina blanca de trigo duro para hornear); el tipo 45 a menudo es la
harina para pastel, hecha con un trigo más suave; los tipos 65, 80 y 110 son
harinas de pan más fuertes y oscuras. Y la tipo 150 es una harina de grano
completo.
Nunca se amasa, sólo se incorporan (ver foto 1 y 2). El contenedor deberá ser
de vidrio o plástico y lo suficientemente grande para permitir que el iniciador
crezca al doble de su tamaño original (ver foto 3). Evite el metal en los
utensilios porque modifica el sabor de la masa agria. Cubra el contenedor con
un trapo, toalla o plástico envoltorio. Si usa una cubierta o contenedor de
plástico, asegúrese de hacer un pequeño orificio en ella para permitir que el
gas escape y la levadura respire, de otra forma, el gas acumulado podría
romper o deformar el contenedor.
Atención con este paso, el cual alimenta, cultiva o añeja su masa. Repita el
proceso de desechar la mitad de la masa y alimentarla (siempre con una taza
de harina y agua, o la cantidad original de harina y agua que usó para su
mezcla inicial) en lapsos de 12, 24 y 48 horas, una semana después, para
luego refrigerarla y alimentar la masa sólo una vez al mes, ya que la
refrigeración disminuye el proceso de fermentación.