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Por eso no nos debe extraar que, en la celebracin, haya muchos detalles
que hablan de esta superioridad del Evangelio: orden de las lecturas, proclamacin,
canto del aleluya, incensacin, veneracin del evangeliario...
La lectura del Evangelio constituye la cumbre de la Liturgia de la Palabra. La
Liturgia misma ensea que debe tributrsele suma veneracin, cuando la distingue
entre las otras lecturas con especial honor, sea por parte del ministro delegado para
anunciarlo y por la bendicin o la oracin con que se prepara; sea por parte de los
fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les
habla, y escuchan de pie la lectura misma; sea por los mismos signos de veneracin
que se tributan al Evangeliario (OGMR, 60).
Dios, despus de haber hablado muchas veces y en diversas formas a
nuestros padres por medio de los profetas, en estos das, que son los ltimos, nos ha
hablado por el Hijo (Hebr 1,1-2). En la lectura del Evangelio es donde se realiza de
manera ms visible la enseanza del Concilio: cuando se lee en la iglesia la
Sagrada Escritura es l quien habla (SC, 7).
La lectura de la Palabra de Dios no ha sido nunca, ni en la liturgia sinagogal ni
en la liturgia cristiana, una simple lectura. La lectura del evangelio es ms bien una
celebracin de Cristo. Realmente es a l a quien se aclama y no al libro, cuando
se dice al comienzo de la lectura del evangelio: gloria a Ti, Seor, y al final,
Gloria a Ti, Seor Jess. El Misal resume la tradicin: Hay que concederle la mayor
veneracin a la lectura evanglica. Y esa veneracin es la que se da a Cristo.