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¿Qué hacer este 2010 con nuestro México? ¿qué hacer el 16 de septiembre y el 20
de noviembre de este año? ¿es posible festejar los doscientos años del inicio de la
lucha por la Independencia y los cien años del inicio de la Revolución en estos
momentos cuando nuestro tejido social se encuentra tan debilitado (Cfr. Conferencia
del Episcopado Mexicano, febrero 2010)?
Supongo que la respuesta es tan compleja como sencilla: ¿qué se hace con
un hijo al que se quiere mucho cuando se sabe que no va por el mejor de los
caminos? Nadie piensa en abandonarlo. Al revés: la familia se une para festejar su
cumpleaños, ese momento suyo. Le hacen ver que el cariño no le falta, que el apoyo
es sincero.
Jean Meyer, agudo historiador de México, escribió hace poco que “toda
nación debería entender su historia; ninguna nación puede permitirse ser dominada
por ella”. En este año de festejos podríamos aprovechar para hacer una
introspección. Desentrañar nuestras raíces “castellanas y moriscas”, nuestro pasado
“rayado de azteca” como diría Krauze, y mirar hacia el futuro con una clara memoria
de nuestra historia.
Por otro lado se abre un ancho abismo, el abismo de la ignorancia. Éste nos
parece más atractivo por ser más divertido. Sólo tenemos que dejarnos llevar por los
festejos, por el mezcal, por somos mexicanos, hagamos maldades en Europa, por
los chistes de un alemán, un canadiense y un mexicano donde el mexicano es el
naco, el tramposo, y un largo epíteto de adjetivos afines.
Tanto una como otra manera de acercarnos a nuestra historia nos alejan del
verdadero México -que por cierto tiene mucho de ambas-.
Sin dejar los héroes y sin dejar las fiestas deberíamos aprovechar el
Bicentenario del inicio de la Revolución de Independencia –concepto utilizado por
los historiadores mexicanos de mediados del siglo XIX y abandonado a principios
del siglo XX– y el Centenario del inicio del Plan de San Luis para asincerarnos con
nosotros mismos y con nuestro pueblo. Que nos sirva para profundizar en el núcleo
de nuestra identidad sin los velos de las ideologías, de la proximidad en tiempo, de
los intereses. Conocernos como somos aceptando lo positivo de nuestra cultura,
reconociendo lo negativo de nuestros atrasos, corrigiendo los errores presentes.
Que este 2010 también sea un año –sea EL año– en el que nos sentemos
con los que no piensan con nosotros para poner las bases de un diálogo que tenga
como meta y objetivo la creación de un proyecto de país que incluya a todos los
Méxicos, a todos los mexicanos. Pues México no es un ente artificial sino las
decisiones de cada uno de los mexicanos. Aprovechemos la coyuntura histórica
para pisar fuerte.