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PRÁCTICAS QUE FAVORECEN LAS COMPETENCIAS MOTRICES EN LOS

NIÑOS DE EDUCACIÓN PREESCOLAR

INTRODUCCIÓN

Este ensayo contiene una breve explicación sobre el desarrollo motriz de


los niños relacionado con las prácticas educativas y la importancia que
tienen en los niños en edad preescolar que abarca aproximadamente la
edad de tres a seis años, por ello el tema de “Practicas que favorecen
las competencias motrices en educación preescolar”. Este contenido es
de gran ayuda para las futuras educadoras, nos servirá para establecer
una idea más concreta sobre este tema tan importante, tiene gran
relevancia en nuestra formación pues comprenderemos por qué es
importante que los niños desarrollen ciertas habilidades motrices.

Nuestra formación no se basa solamente en la teoría si no también


en saber aplicar nuestras actividades, es importante reconocer que
nuestras prácticas en los jardines de niños tienen un valor aún más
importante, con estas se complementaran nuestras competencias que
debemos adquirir para enfrentarnos en nuestro futuro trabajo.

• Lo que se destacará será

 Competencias motrices y cuales se deben desarrollar en el jardín


de niños

 Prácticas educativas

 Características que tienen las prácticas educativas que favorecen


el desarrollo de las competencias motrices en el jardín de niños

DESARROLLO DEL TEMA


Los niños en edad preescolar comienzan a obtener su independencia al
separarse de sus padres, en esta etapa es cuando se desarrollan más
sus competencias que según el Programa de Educación Preescolar 2004
“Una competencia es un conjunto de capacidades que incluye
conocimientos, actitudes, habilidades y destrezas que una persona logra
mediante procesos de aprendizaje y que se manifiestan en su
desempeño en situaciones y contextos diversos”. Entonces sus
competencias motrices necesitan capacidades que pueden lograrse con
la ayuda de la educadora, las actividades deben estar acorde a su edad,
cuando los niños tienen entre 3 y 5 años, sus actividades de juego
agrandan las experiencias y aprenden sin darse cuenta, como ya lo
sabemos, el juego es el gran interés de los niños en esta edad.

En ningún momento podemos perder de vista que las habilidades


motrices juegan un papel importante, no solo en el aprendizaje de los
niños si no también en su salud, hay que rescatar que las practicas
educativas “Son acciones relacionadas con el cuidado, la enseñanza y
la dirección de otros. Se configuran como saberes estratégicos,
conocimientos sobre los saberes, motivaciones y deseos compartidos; y
se sedimentan en tradiciones culturales y formas visibles de desarrollo
en las actividades educativas”.

Las educadoras debemos tomar en cuenta los movimientos


fundamentales que son precisamente las destrezas locomotoras,
equilibrio y las de recepción; nuestras prácticas educativas suelen tener
ciertas características que muestren el avance que tienen los niños, en
primera instancia el niño tiene que conocer su cuerpo, reconocer cada
parte y saber cómo lo puede mover.

Las prácticas permitirán el desarrollo motor, “habilidad de desplazarse y


controlar los movimientos corporales” (Desarrollo del niño y del
adolescente; Judith Meece, pp. 69), sin embargo no es tan fácil
conseguirlas, pues no todos los niños tienen el gusto por participar en
las actividades, muchos se cohíben pues no se les brinda la confianza y
la seguridad de hacerlo dentro de sus hogares, por lo tanto en el jardín
de niños la estimulación debe ser aún mayor, el reto no es tan fácil pues
se necesitan muchas estrategias que puedan conseguirlo.

En la tabla 2 se reflejan de una forma más resumida los diferentes


criterios de estos autores sobre las edades en que se manifiesta
determinada habilidad motriz. Se seleccionan 5 habilidades como
ejemplo.

Tabla 2
Criterios sobre la edad en que se manifiestan 5 habilidades
motrices.

No fue la intensión ni objeto del análisis realizado establecer


comparaciones de las características motrices del niño(a) dadas por los
diferentes autores, mucho menos si tenemos en cuenta que los autores
citados proceden de épocas diferentes, no obstante se evidencia en la
tabla 2 que no existe homogeneidad en estas caracterizaciones. Debido
a esto, seria un error copiar la caracterización descrita por un autor
específico, en lugar de estudiar mediante la aplicación de un
instrumento diagnostico las peculiaridades de la motricidad.

Debe considerarse que los sujetos caracterizados, aunque


corresponden a niños(as) de las mismas edades, son de diferentes
orígenes geográficos y sociales. Esto demuestra la necesidad de
caracterizar al niño en las condiciones concretas de cada país, pues por
una parte la maduración es un factor biológico que determina en cada
grupo de edad un comportamiento diferente, y por la otra la influencia
de factores ambientales: sociales y educativos, tales como los
programas, la relación con el adulto y otros niños, el régimen de vida,
las costumbres y el clima, así como hasta la característica de la batería
diagnóstica que se aplique, hacen variar las peculiaridades de la
motricidad.

Conclusión:

Las capacidades motrices se desarrollan rápidamente cuando los niños se


hacen más conscientes de su propio cuerpo y empiezan a darse cuenta de lo
que pueden hacer; disfrutan desplazándose y corriendo en cualquier sitio, “se
atreven” a enfrentar nuevos desafíos en los que ponen a prueba sus
capacidades (por ejemplo, experimentan saltando de diversas alturas,
realizando acrobacias, etcétera) y ello les permite ampliar su competencia
física, al tiempo que experimentan sentimientos de logro y actitudes de
perseverancia. En estos procesos, no sólo ponen en juego las capacidades
motrices, sino las cognitivas y afectivas.
Cuando llegan a la educación preescolar han alcanzado –en general– altos
niveles de logro
en las capacidades motrices: coordinan los movimientos de su cuerpo y
mantienen el equilibrio, caminan, corren, trepan; manejan con cierta destreza
algunos objetos e instrumentos mediante los cuales construyen juguetes u otro
tipo de objetos (con piezas de distintos tamaños que ensamblan, con
materiales diversos), o representan y crean imágenes y símbolos (con un lápiz,
pintura, una vara que ayuda a trazar sobre la tierra, etcétera). Sin embargo, no
hay que olvidar que existen niñas y niños para quienes las oportunidades de
juego y convivencia con sus pares son limitadas en su ambiente familiar –
porque pasan una buena parte del tiempo solos en casa, en espacios
reducidos, viendo televisión, porque acompañan y ayudan a su madre o a su
padre en el trabajo–, o bien porque tienen necesidades educativas especiales.
Para estos pequeños la escuela es el espacio idóneo y seguro para brindar
oportunidades de juego, movimiento
y actividad compartida.
Reconocer el hecho de que cada niño y cada niña han desarrollado habilidades
motoras en
su vida cotidiana y fuera de la escuela con diferente nivel de logro, es un punto
de partida para
buscar el tipo de actividades que propicien su fortalecimiento, tomando en
cuenta las caracte-
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rísticas personales, los ritmos de desarrollo y las condiciones en que se
desenvuelven en el
ambiente familiar.
La intervención educativa en relación con el desarrollo físico debe propiciar que
los niños y las
niñas amplíen sus capacidades de control y conciencia corporal (capacidad de
identificar y
utilizar distintas partes de su cuerpo y comprender sus funciones), que
experimenten estilos
diversos de movimiento y la expresión corporal. Proponer actividades de juego
que demanden
centrar la atención por tiempos cada vez más prolongados, planear situaciones
y tomar decisiones
en equipos para realizar determinadas tareas, asumir distintos roles y
responsabilidades y
actuar bajo reglas acordadas, son situaciones que los pequeños disfrutan,
porque representan
retos que pueden resolver en colaboración.
Las niñas y los niños con necesidades educativas especiales o con alguna
discapacidad
motriz, aunque requieren atención particular, deben ser incluidos en las
actividades de juego
y movimiento y apoyados para que participen en ellas dentro de sus propias
posibilidades.
Animarlos a participar para que superen posibles inhibiciones y temores, así
como propiciar que
se sientan cada vez más capaces, seguros al participar y que se den cuenta de
sus logros, son
actitudes positivas que la educadora debe asumir hacia ellos y fomentar en
todos los niños y las
niñas del grupo.

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