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Consideraciones para reflexionar acerca

de la Seguridad Nacional Sudamericana


a inicios del siglo XXI
Rafael Castillo Alfaro

YMT
Edición con fines académicos

Fuente: http://www.idepe.org/pdf/arti_rafael_consideraciones.pdf
Consideraciones para reflexionar acerca de la Seguridad
Nacional Sudamericana a inicios del siglo XXI1
Rafael Castillo Alfaro2

La actualidad mundial nos exige reflexionar acerca de la seguridad como una


necesidad vital que permite evaluar las posibilidades del desarrollo humano.
Esta problemática no es sólo un imperativo de la comunidad intelectual, sino
que compromete a la sociedad en su conjunto. Dentro de este contexto,
Sudamérica está llamada a analizar el rol que desempeña en el mencionado
debate, estableciendo las coordenadas fundamentales que beneficien el
diálogo fluido entre Estados, y la consecuente confianza en la región. Por esta
razón, es ineludible una teorización que nos acerque de manera profunda a la
percepción de seguridad que guía la defensa nacional a inicios del presente
siglo en el sur del continente americano.

Así, con esta tarea pendiente, introducimos dos directrices básicas para el inicio
de una deliberación teórica sobre la seguridad nacional en Sudamérica. La
primera directriz nos plantea brevemente cómo la modernidad,
específicamente un producto de ella: el Estado nación, se establece en la
región, qué características resultan pertinentes para evaluar nuestra propia
modernidad, y de qué manera éstas configuran la idea de seguridad nacional
en las repúblicas del sur de América.

La segunda directriz, traza algunas líneas de nuestra propuesta teórica,


presentando una terminología, que consideramos adecuada, para el estudio
del concepto de seguridad que actualmente prepondera en las políticas de
defensa propias de los estados nacionales. De esta manera, la
conceptualización resulta apropiada para el análisis dentro de un contexto
globalizado, hegemónico y capitalista que la realidad mundial nos ofrece.
Además, ofrece soluciones a diversos errores fomentados por cambios
constantes e impredecibles en las condiciones que la región debe afrontar.

1
Esta presentación es parte de un estudio sobre la relación entre la idea de seguridad nacional que se maneja en Sudamérica y las políticas de
adquisición de tecnología militar en la cuenca del Pacífico Sur, donde se analiza específicamente los casos de Perú y Chile. Referida
investigación será difundida en la próxima publicación del Instituto de Estudios Políticos y Estratégicos.
2
Estudiante de la Escuela Académico Profesional de Sociología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), asistente de
investigación del Instituto de Estudios Políticos y Estratégicos.
Cabe resaltar, que ambas directrices se encuentran íntimamente relacionadas,
ya que, apuntan a sugerir el inicio de un debate sobre la manera apropiada de
pensar la seguridad nacional en zonas diferentes a la europea occidental, en
donde la modernidad logró imponerse a la tradición y donde la posterior
decepción generada por el fracaso del proyecto moderno occidental, incapaz
de generar el progreso de la humanidad occidental guiado por la razón,
menguó la confianza en las instituciones modernas por parte de las sociedades
científicas de occidente a finales del siglo pasado.

Por esta razón, recurriremos a desanclar en tiempo y espacio determinados


aspectos de las primeras etapas de la modernidad, donde la seguridad nacional
adquiere sus particularidades, primero en la Europa occidental, y después en
América del Sur. Luego, se desarrolla un marco conceptual que nos permita
ciertas facilidades de análisis en cuanto a la segmentación histórica, que es
producto de una realidad en constante cambio, particularidad que provoca una
sensación de incertidumbre e inseguridad sobre el devenir histórico.
Finalmente, presentamos algunas reflexiones finales encauzadas a iniciar una
polémica, especialmente dentro de las ciencias sociales, que contribuya al
desarrollo del tópico de seguridad en el Perú.

Los indicios de la modernidad y de la seguridad nacional en Europa y


Sudamérica

El Estado moderno europeo nace como un régimen de poder cerrado que


regula a sus ciudadanos y los dirigentes políticos en el poder. Sin embargo,
existe un conjunto de innovaciones institucionales y conceptuales que detallan
tanto deberes de este tipo de Estado como derechos del mismo sobre sus
miembros.

Entre dichas innovaciones destacan: Primero, la delimitación territorial


mediante fronteras exactas entre Estados modernos; segundo, el monopolio
legítimo de la fuerza como instrumento de coerción para lograr una estabilidad
interna dentro del territorio; tercero, el rompimiento con una estructura
personalista de poder que la tradición trató de mantener hasta mediados del
siglo XIX, el cual dio paso al establecimiento de un aparato impersonal de
poder dentro del territorio; cuarto, la legitimidad creciente de los derechos del

2
Estado basaba en la participación, aunque elitista, de los ciudadanos en el
orden político. Esto se logra al iniciarse el proceso de cambio antes
mencionado: se abandona paulatinamente una estructura de poder
personalizado, basada en el derecho divino de gobernar, para adoptar una
organización de poder impersonal, con suprema jurisdicción sobre el territorio
y fundamentada en la representatividad política de perspectivas e intereses de
sus ciudadanos; aunque, en este último punto, es preciso señalar que la
representatividad nunca llegó a sacudirse de las pretensiones de grupos
minoritarios en desmedro de la mayoría.

Ahora, una nación, dentro de un territorio y que legitima a un Estado moderno,


hace manifiesta su necesidad de percibir una situación libre de amenazas. En
consecuencia, es el Estado quien debe salvaguardar los intereses del común a
través de un conjunto de acciones orientadas a eliminar la sensación de riesgo
en la población, configurándose de esta manera la defensa nacional.
Paralelamente, la naturaleza de los Estados modernos europeos exteriorizó una
capacidad para organizar la coerción que, como ya se mencionó, es aceptada
voluntariamente dentro de su territorio y esta, al mismo tiempo,
potencialmente presta a ser utilizada en un momento determinado contra otro
Estado -aquí nos estamos refiriendo específicamente a las diferentes formas de
fuerza militar.

Sobre este segundo punto, podemos afirmar que el desarrollo y


mantenimiento de la capacidad coercitiva fueron decisivos en el proceso
evolutivo del Estado nación, y marcaron su naturaleza en sí; tal como lo
establece Held3: “El proceso de construcción del Estado, y la formación del
sistema de Estados modernos (...) fue en gran medida el resultado del esfuerzo
activo de los gobernantes, cada uno por medio de su aparato de gobierno, por
ampliar y asegurara su base de poder y aumentar su propia eficacia y dirección
en el manejo y la movilización de los recursos sociales (...) Los constructores del
Estado moderno quedaron atrapados en una competencia incierta y feroz, en
la cual, (...) la mayoría de los contendientes perdía (...) Los casos exitosos de
construcción del Estado, como Gran Bretaña, Francia y España, fueron los
supervivientes”.

3
HELD, David. La democracia y el orden Global: del Estado Moderno al Gobierno Cosmopolita. Editorial Paidós, Barcelona, 1997, p. 77.

3
No obstante, en esta etapa pre-moderna la competencia se matizaba por “la
misma estructura del sistema internacional: los Estados individuales, para
garantizar su propia seguridad, debían preparase para la guerra, un proceso
que bastaba para generar inseguridad en los demás Estados y los llevaba a
responder con la misma moneda (...) Este círculo vicioso de inseguridad mutua
se conoce como “el dilema de seguridad” del Estado”4. En consecuencia, las
acciones militares a gran escala necesitaban de un volumen considerable de
recursos (hombres, armas, víveres, etc.) De esta manera, el Estado veía la
carencia de tales recursos como una vía rápida a su sometimiento comercial,
político o militar.

Este hecho fue aprovechado por los súbditos para lograr un tipo de
recompensa política, presionando a los monarcas a establecer estructuras
burocráticas y coercitivas para controlar a los futuros ciudadanos.

En conclusión, siguiendo a Held, “se puede trazar conexiones directas entre el


crecimiento de la necesidad de recursos para financiar la guerra, la expansión
de los procesos de extracción y la concomitante formación de los cargos
ejecutivos y administrativos dentro del Estado para organizar y controlar esas
transformaciones. El desarrollo de ciertas organizaciones básicas del Estado
moderno recibió su impulso de la intersección de la guerra y los intentos de
financiarla”.5

Esta situación se ha mantenido a lo largo de las variantes del Estado moderno:


Constitucionalismo, liberalismo, democracia liberal y unipartidismo. La historia
nos muestra a un Estado moderno occidental superior a otras formas de
Estado, supremacía basada en la espiral de guerras y el cambio tecnológico,
propio de un desarrollo sustantivo de la técnica en esta parte del mundo.
Empero, las estructuras burocráticas modernas no lograron erradicar los
conflictos políticos entre gobernados y gobernantes provenientes del Estado
absolutista; lo cual, dentro de la espiral de guerras que el Estado moderno
hereda al momento de nacer, consolidó los vínculos entre los requerimientos
militares y administrativos del Estado nación, y la politización de las relaciones
sociales.

4
Ibid., p. 78.
5
Ibid., p. 78. Las cursivas son nuestras.

4
Entonces, se origina una relación estrecha entre la construcción del Estado
moderno y el hambre de seguridad nacional por parte de sus gobernantes y
ciudadanos, con el fin de lograr el progreso constante garantizado por las
luminarias que la razón otorgue a los hombres de ciencia europeos.

El siglo XIX proporcionó a América del Sur la coyuntura necesaria a favor del
establecimiento de la institución moderna por excelencia: el Estado nación. El
rompimiento tanto espacial como temporal de la modernidad sudamericana
con respecto al proceso europeo, hace imperiosa la alternativa de una lectura
no lineal de la historia; reconociendo que, si bien algunas de las concepciones
e instituciones modernas pueden instaurarse sin mayor problema, éstas
adquieren connotaciones específicas en cada parte de la región, como
resultado de las diferencias en los procesos históricos.

A diferencia de Europa, la modernidad en Sudamérica no llegó a desplazar a


una tradición que ni siquiera se le puede catalogar como autóctona. El sustento
de tal afirmación es el contacto de más de tres siglos entre la tradición indo-
americana y la euro-española, que marcaron tradiciones diferentes, y, que
incluso, en determinados casos, se llegaron a mezclar conviviendo en una
sincronía.

De esta forma, América del Sur se reconoce como una heterogeneidad


plenamente identificada, pero tributaria de su tradición misma, este es un
vínculo que se mantiene hasta el día de hoy. Así, Manuel Castillo 6manifiesta
que, a diferencia del proceso noroccidental del globo, donde la modernidad
socavó a la tradición, en Sudamérica la tradición simplemente se basó en un
reconocimiento de diferencias de carácter tradicional, en donde la
heterogeneidad posee en un inicio matices racistas. Dicha etapa da paso a la
aceptación primaria una relatividad cultural de carácter tradicional, que bajo
ninguna circunstancia puede pensarse que es condición suficiente para la
convivencia tolerante en una nación.

Por ello, el papel de la tradición en América del Sur nos lleva a pensar en un
proceso histórico esencialmente diferente, que debe de ser respetado por toda
pretensión seria que intente un análisis de la realidad sudamericana y sus

6
Castillo Ochoa, Manuel y Carranza, Víctor Editores. Desencantados y Fascinados. La Postmodernidad desde el Perú. Instituto de Ciencia y
Tecnología de la Universidad Ricardo Palma, Lima, 2002.

5
componentes, uno de los cuales es la idea de seguridad en esta parte del
continente.

Sin embargo, es imposible negar que algunas particularidades primordiales


que dieron funcionamiento al primigenio Estado moderno ofrecieron en
América un resultado no acorde con los apreciados durante el proceso
europeo. Así, los jóvenes Estados americanos del Sur asumieron la iniciativa del
establecimiento de seguridad para sus intereses, y en varios casos para los de
un reducido grupo instalado en el poder; pero detrás de referida característica,
no había un marcado proceso interno de masificación de la ciudadanía. Aquí la
tradición entra a jugar un rol determinante.

La diferenciación o heterogeneidad de corte racista, donde se expresaba una


idea de superioridad de la raza blanca y sus descendientes, mermó el inicio del
proceso de reconocimiento de la ciudadanía para todos los habitantes de un
territorio delimitado por fronteras, donde el Estado tiene una jurisprudencia
autónoma. De manera que, se asumieron características que favorecen a la
consolidación del Estado nación, pero no se desarrollaron los procesos
necesarios para obtener óptimos resultados en la nueva, y muy atractiva,
empresa que la modernidad proponía: el progreso constante.

La Radicalización de la modernidad y la necesidad de plantear la


seguridad desde América del Sur

La etapa denominada como “Guerra Fría” engloba un conjunto de


acontecimientos que caracterizaron la historia de la humanidad. Durante dicho
período Latinoamérica fue observada, y llegó a constituirse como un escenario
marcadamente bipolar. Es en ese momento, donde el concepto de seguridad
obedecía a un planteamiento propio de la lógica de acciones impulsadas por el
Estado con un respaldo militar detrás de éste; asimismo, es aquí donde un
Estado seguro, supone una ciudadanía segura.

Con el derrumbe del aparato estatal soviético, las características de la


modernidad se han acentuado notablemente, transfigurando la percepción de
certezas concernientes a la seguridad. Este efecto es originado por la velocidad
y violencia de los cambios que dicho proceso trajo consigo y, cuya mayor parte

6
no están orientados a un verdadero progreso que la modernidad ofreció. Así
mismo, en la actualidad, y dentro del marco mundial, se han enterrado viejos
enemigos para la seguridad y, sin embargo han brotado otros nuevos, tales
como el narcotráfico, terrorismo, etc. Esta situación nos lleva a pensar en la
perfecta inserción de algunos países latinoamericanos como Colombia, Bolivia
y Perú dentro del punto de vista que pondera los nuevos peligros en el ámbito
mundial, sobre los antiguos peligros. Pero ¿De qué viejos peligros estamos
hablando en el ámbito sudamericano? ¿Sudamérica ha logrado enterrarlos? ¿Es
correcto tratar de aplicar la percepción de amenazas de un grupo de países
desarrollados al resto de las naciones? ¿Es éste acaso un efecto del proceso
denominado Globalización o de la hegemonía imperante?

Es por ello que se despliega una propuesta teórica dúctil a esta radicalización
de las características de la modernidad, aquí partimos de una especificación del
significado denotativo que encierra la terminología preparada para esta
presentación. Así, definiremos visión, noción y perspectiva para obtener
herramientas de trabajo adecuadas en función de constituir un cuerpo teórico
que responda a los referidos cambios constantes e impredecibles que el
mundo actual presenta, y así tener la capacidad de corregir futuros desfases en
los contextos utilizados para el estudio de una determinada duración histórica,
ya sea larga, mediana o corta.

Antes de empezar a desarrollar este punto, es necesario aclarar que en un


contexto de significación puramente connotativo, las tres palabras (visión,
noción, percepción) manifiestan una relación de sinonimia. Así, estos términos
se pueden reunir dentro del concepto de “idea”. Pero, a qué nos estamos
refiriendo con la palabra idea. La definiremos como el acto de entendimiento
mediante el cual nos aproximamos al conocimiento de algo. Ahondando un
poco más, es claro aquí que “idea”, asumiendo una línea de pensamiento
kantiana, esta en relación con la necesidad de trascender lo contingente para
captar la mayor cantidad de elementos que conforman lo constante en la
realidad, con la finalidad de establecer un conjunto de acciones acordes al
contexto que el mundo real nos proporciona.

Entonces, siguiendo este esquema, la idea influye prioritariamente sobre la


acción a realizar, marcándose así la existencia de una relación entre el hecho
empírico y el pensamiento que se maneja sobre determinados tópicos. De
manera que, acceder hermenéuticamente al pensamiento que guía las

7
acciones, permite discernir categorías de diferente rango o nivel acerca de los
elementos que se manejan con respecto a la totalidad. A referidas categorías
las denominamos: visión, noción y perspectiva.

En la seguridad nacional, la idea de visión corresponde a la primera forma de


enfocar dicha función en el cuerpo de obligaciones del Estado nación
emergente dentro de un clima novedoso de modernidad, donde algunas
necesidades básicas se convertían en derechos de los ciudadanos, y éstos en
obligaciones para los gobernantes. Por tanto, desde el primer momento de la
modernidad, el encargado de brindar la sensación de seguridad a su población
ha sido el Estado.

El devenir histórico marca el ritmo y las condiciones que las modernas


instituciones deben afrontar; es por ello que, la idea moderna de seguridad se
ha adaptado a los diferentes contextos históricos, pasando a ocupar un lugar
privilegiado en las reflexiones que los gobernantes se ven obligados a realizar
acerca de su papel en la construcción de la misma. En consecuencia, la idea
pionera del Estado moderno, donde la seguridad de la nación se basa la
ausencia total de amenazas, se convierte en un prototipo perfecto, un anhelo,
en una visión de seguridad nacional.7

Además, aceptar el movimiento constante de la historia nos lleva a establecer


en ella periodos de cierta estabilidad y periodos de grandes cambios en las
condiciones; por lo tanto, acorde a dichas circunstancias se organizan, dentro
de la idea de seguridad, dos categorías de pensamiento derivadas de la visión:
perspectiva y noción. Al implantarse la modernidad, los Estados establecen
diferentes nociones que se adecuan a un manejo relativamente circunstancial
para la época de grandes y traumáticos cambios; así, ellos manejaban un
rudimento conceptual acerca de la seguridad que les permitió actuar. En
conclusión, con una noción de seguridad cada Estado hace uso de un
conocimiento elemental para la manejar los rompimientos históricos.

Seguidamente, el conocimiento que ha logrado cimentarse dentro del


pensamiento y cuyo desarrollo termina por ajustarse -al menos en sus
7
Al mismo tiempo, la Visión de Seguridad Nacional llega a formar parte de la totalidad de la realidad. “Conocer por tanto no es poder
explicarlo todo ni aprehenderlo todo, ya que el conocimiento se encuentra limitado ante una realidad sin límites que se recrea día tras día.
Conocer es un esfuerzo que se encamina a desentrañar aquellos elementos que estructuran y organizan la realidad social y que permiten
explicarla como totalidad. Es, por tanto, necesario distinguir entre totalidad y completud. La totalidad es lo que organiza una realidad infinita.
El conocimiento puede, por tanto, formular una explicación de la totalidad, pero nunca su completud” Morin, Edgar. Introducción al
Pensamiento Complejo. Gedisa Editores, Barcelona, 1998, página 142.

8
requerimientos básicos- al conjunto único y complejo que es la realidad,
adquiere la categoría de perspectiva. En consecuencia, una perspectiva es la
forma en que nos representamos las cosas, especialmente las esperanzas y las
contingencias que se prevén para el futuro, dentro de un contexto histórico sin
cambios significativos. Así, una perspectiva de seguridad nacional es
correspondiente con lo que denominaremos estabilidad de las relaciones entre
los actores Estatales, en una determinada etapa histórica.

El pensamiento de seguridad en Latinoamérica es sin duda tributario de la


visión moderna de seguridad, pero el problema radica en la categorización
correspondiente, ya que algunos planteamientos teóricos han tratado de
obviar el rol de la visión, encasillándola como una idea caduca para el
desarrollo de una perspectiva que marque el comienzo del entendimiento
entre Estados.8

Una vez aceptada la visión de seguridad como base, se debe considerar el


contexto que se está viviendo a inicios del siglo veintiuno; una vez caída la
bipolaridad en el equilibrio estratégico de fuerzas a nivel mundial, Sudamérica
se sacude definitivamente de las perspectivas que sugerían luchas ideológicas
que en realidad tuvieron un menor peso. Creemos que desde un inicio, éstas
fueron aceptadas como una adaptación conveniente que sucumbió al caer una
columna de la estructura. En otras palabras, las condiciones mismas
desbarataron lo que en esencia subyacía a la perspectiva de seguridad nacional
que tanto el bloque comunista como el capitalista propugnaban por todo el
mundo durante la llamada guerra fría: la carrera armamentista entre Estados.

Al preguntarnos acerca de lo que se mantuvo incólume con respecto a la


seguridad dentro de la zona sudamericana, postulamos que fue la visión de
seguridad nacional matizada por las particularidades propias de cada región.
En la actualidad, el reto de una perspectiva supone el manejo de una idea
homogénea acerca de la seguridad que daría pie a un fluido diálogo entre
Estados, con la finalidad de establecer diferencias básicas que sirvan de

8
Desde esta visión se desprendió una perspectiva tradicional de seguridad nacional, que se consolidó como una manera de adecuarse al
requerimiento de una etapa específica de la historia del S. XIX: La guerra fría. Así, mencionada perspectiva se materializó en las Políticas de
Seguridad Nacional llevadas a cabo por los diferentes Gobiernos. Cabe aclarar al lector, que generalmente esta diferenciación se toma como
tácita, cosa que dificulta o descarrila una percepción correcta del tema, llegando a confundir indistintamente una perspectiva con la visión de
seguridad del Estado nacional. Según la Doctora María C. Rosas, la Concepción Tradicional de Seguridad Nacional corresponde a una
definición basándose en términos netamente militares, que obedece a la lógica según la cual un mayor número de armas con respecto al resto
de países garantiza la seguridad de éste al menos dentro de su región. Rosas María, Cristina. Las Amenazas a la Seguridad Canadiense y los
Límites de la Política Exterior de Ottawa en la Post-Guerra Fría. Revista Mexicana de Estudios Canadienses, Septiembre de 1999. Páginas
31-35.

9
plataforma para una tolerancia entre países. Finalmente, estamos convencidos
que este nivel de relación entre Estados permitiría una convivencia regional
apuntalada al progreso en bloque; en definitiva, Sudamérica estaría dando un
gran paso hacia un desarrollo autónomo.

Conclusiones

1) Los Estados modernos que lograron preparar ejércitos y armadas


permanentemente aseguraron una ventaja clave en su progreso como
Estados. Y si éstos alcanzaron una capacidad para desarrollar la técnica
necesaria para la solución de problemas, se llegaron a convertir en “fuerzas
políticas dominantes y establecieron las reglas de juego político de todo el
planeta. Ellos determinaron las formas de la guerra, la naturaleza y los
límites del intercambio diplomático y, por último, el tipo de organización
estatal que finalmente prevalecería – el Estado Nación unificado y
centralizado”. 9
2) En Sudamérica la idea de seguridad es dependiente tanto de ciertos
elementos de la tradición que aún persisten, como de la modernidad. Esto
no representa una inferioridad cultural con respecto a los países poderosos
del Hemisferio Norte. Más bien, el reconocimiento de las diferencias se
realiza con el fin de establecer un punto de inicio para trabajar en un
análisis de la realidad que contribuya a una tolerancia pacífica, en beneficio
del surgimiento y progreso de las naciones sudamericanas
3) A pesar de haber perdido fuerza en la teoría política internacional moderna,
conducida por teóricos de la región noroccidental del planeta, los
conceptos ligados a la visión de seguridad y correlativos a la fuerza militar
de una nación -tales como seguridad nacional, soberanía y defensa
nacional- se encuentran vigentes dentro de la realidad y del imaginario
colectivo de las naciones sudamericanas. Por lo que es necesario replantear
de manera integral la óptica bajo la cual se establecerán dentro de la región,
para luego vislumbrar su rol dentro del panorama mundial de la seguridad.
4) Es necesario dejar sentado que en países con rasgos distintivos en su
conformación como Estados nacionales, los cuales resultan disímiles a las
características de los propulsores del novedoso parámetro conceptual de

9
HELD, David. Ibid., pp. 78-79.

10
seguridad, no es posible dejar parcialmente de lado la visión
correspondiente a la seguridad nacional; ya que, en Sudamérica el riesgo
verdadero -aun en la etapa más álgida de la llamada “guerra fría”- no era un
posible avance del pensamiento ideológico proveniente de Europa Oriental
o de Asia, ni siquiera la instauración de gobiernos socialistas por la vía
democrática o de regímenes dictatoriales de corte militar que soslayasen la
práctica democrática y los derechos humanos; el verdadero riesgo se erigía
sobre un potencial conflicto armado que llegase a determinar poderosos
parámetros de influencia en los procesos de construcción de una identidad
nacional y en la consolidación como Estado-nación, como caracterizó el
enfrentamiento decimonónico entre el Estado peruano y el chileno.
5) En la actualidad no se puede hablar de una perspectiva de seguridad en
Sudamérica. Creemos que tanto el rol de esta región dentro del contexto,
así como el contexto mismo que nos presenta el inicio del presente siglo, no
permite asumir la categoría de perspectiva para la idea de seguridad que
maneja esta parte del continente. Esto, debido a los escasos estudios que
permitan visualizar, entre las nociones de cada país, una perspectiva
regional de seguridad nacional; y al tiempo histórico donde destacan la
globalización y la hegemonía como factores imperantes en el ámbito
mundial, en donde predomina un capitalismo degenerador de las ideas
liberales postuladas por la economía política clásica, paradójicamente
llamado “capitalismo neoliberal”.

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