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educación hoy?
¿Qué queremos
que sea?
Índice
Introducción..............................................................................2
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Introducción
1 Si bien las razas no existen, las mismas son una construcción cultural de la ideología
dominante que permiten operar relaciones de opresión.
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garanticen la producción y reproducción del actual orden social, y la
adaptación y transformación (del sistema educativo) de acuerdo a sus
nuevas necesidades e intereses. Esto, tanto en un plano económico, en el
sentido de garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo con ciertas
capacidades, habilidades, etc., como en un plano político que garantice la
formación de ciudadanos disciplinados y adoctrinados en el respecto de
ciertas normas y valores necesarios para sostener el actual orden social.
El orden social y la cultura burguesa dominantes se inscriben en todo el
conjunto de prácticas que ocurren en las instituciones educativas: el lenguaje
con el que se habla y como se lo habla, las normas disciplinarias, las
relaciones jerárquicas entre docentes-alumnos-directivos, la forma de
producción y circulación del conocimiento, los contenidos curriculares y la
forma en que son trabajados, la exclusión de otros saberes o determinados
capitales culturales, etc. Pero no solo al interior del aula o de las instituciones
educativas se producen y reproducen relaciones de poder y de desigualdad,
lo mismo ocurre hacia el interior del sistema educativo (entre las distintas
instituciones, niveles educativos, zonas geográficas, etc.), y con el saber
científico (y los intelectuales) que éste produce frente a otros modos de
producir (y otros productores) de conocimiento.
Es importante aclarar que rechazamos las teorías “reproductivistas” que
expresan una visión unidimensional de la “socialización” en la que las
instituciones educativas aparecen simplemente como espacios de
dominación y en los cuales el orden social y la cultura burguesa se imponen
indefectiblemente sobre la conciencia e ideología de los sujetos. Es decir, que
los sujetos están determinados por completo por las instituciones educativas
y estas a su vez por las necesidades y la lógica del Estado y el Capital, de lo
cual se concluye que no hay lugar para una acción transformadora por parte
de los sujetos.
Pero tampoco compartimos las posturas del idealismo voluntarista que no ve
que dichos factores condicionan e influyen en las acciones de los sujetos, y
que por lo tanto no es posible transformar por completo lo que sucede en las
instituciones educativas si no hay un cambio revolucionario en la totalidad del
orden social. Creemos mas adecuado plantear la existencia de una relación
dialéctica entre las estructuras y la acción de los sujetos, lo cual permite
comprender la influencia de las mismas y de los factores externos a las
instituciones educativas (pero que las atraviesan), a la vez que habilita que
los sujetos recuperen su lugar como artífices de la historia.
Por ello planteamos entonces que la dominación nunca es total, y que no hay
dominación sin resistencia. En este sentido es que consideramos que las
escuelas son sitios de dominación pero también de resistencia y contestación
frente a la imposición del orden social y la cultura burguesa; son un terreno de
conflicto en la formación de las subjetividades. Creemos que docentes y
estudiantes no son el reflejo pasivo de la lógica del capital, y que no hay una
correlación fija y necesaria entre los roles institucionalmente predefinidos y la
forma en que los sujetos interpretan y responden a tales roles. Con esto no e
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pretendemos afirmar que los oprimidos se encuentren en igualdad de
condiciones frente al poder de las clases dominantes ni negar que en
términos mayoritarios las practicas y relaciones sociales que se imponen son
las del orden burgués. Lo que afirmamos es que los sujetos no son receptores
pasivos de información y prácticas sino que también las median y las
producen, es decir, no son necesariamente pasivos ante las imposiciones, las
mismas están siempre mediadas, pueden ser parcial o totalmente aceptadas
y/o parcial y totalmente rechazadas. En definitiva, se puede ejercer una
resistencia a las mismas, y en algunos casos modificar las prácticas
escolares y construir otras contrahegemónicas.
Como ya hemos mencionado antes, creemos que mientras siga en pie el
actual orden social no será posible transformar por completo las prácticas y
relaciones que constituyen al sistema educativo. Pero estamos convencidos
de que, así como el avance de los/as trabajadores/as y oprimidos/as en la
lucha por un cambio revolucionario será lo que permita avanzar en la
transformación del sistema educativo Con nuestra acción militante y el
cambio de algunas prácticas y relaciones al interior del sistema educativo
podemos contribuir a la construcción de la lucha revolucionaria.
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El sistema educativo
en el orden social capitalista
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como prácticas, es el ámbito en que como libertarios debemos tratar que
arraigue una subjetividad libertaria. Si bien la misma, hoy mucho más que en
el pasado, está atravesada ampliamente por la ideología dominante, tiene
numerosas contradicciones (tanto por izquierda como por derecha) fruto de la
interacción entre dicha ideología dominante y la experiencia histórica, el
contexto espacial y temporal, los factores de género, y sobre todo por la
experiencia de la lucha de clases y del sufrimiento en carne propia de la
explotación y la opresión. Además, de hallarse en constante cambio
dinámico, proceso en el cual la escuela desempeña un papel no menor
reprimiendo unos elementos y promoviendo otros.
Entonces, hoy en día los miembros del sistema educativo están travesados
por la ideología dominante, lo cual aumenta la eficacia del sistema escolar.
Pues, no solo aceptarán los conocimientos que el sistema les ofrezca, sino
que generaran nuevos a la medida de las necesidades de este orden social, y
además reproducirán otras estructuras tales como las relaciones de poder en
el aula, la burocracia sindical, etc. O sea, reproducirán tanto el denominado
curriculum explicito, con sus indicaciones de lo que se debe enseñar y lo que
no (la existencia de dos clases antagónicas o al menos de una clase
estructuralmente dominante, la existencia del principio de autoridad) y el
currículum oculto; que viene a ser todo lo que se aprende y se ejercita mucho
más allá que el contenido formal de las materias, como la reproducción de
relaciones de clase y género o incluso diferencia racial.
El oprimido participa así activamente en su sometimiento y por ejemplo
internaliza el fracaso escolar como limitación propia, cuando en realidad se le
está pidiendo que traiga de su familia lo que se le dice que se le da, la práctica
e ideología burguesa. Esto genera además de todas las relaciones de poder
existentes y más evidentes todo un sistema de “violencia simbólica” que al
menos en parte es reproducido por el oprimido.
De todos modos, es conveniente volver a recalcar la existencia de numerosas
contradicciones inherentes al proceso violento de imposición de una cultura
ajena a los intereses de la clase trabajadora. Por eso si bien, no se puede
hacer que el actual sistema educativo pueda tener otra función estructural, si
se pueden ejercer resistencias, y que esta sirva de ayuda a la construcción
revolucionaria: solidaridad con luchas de la clase, organización gremial
docente, apoyo a construcciones barriales, etc.
Una resistencia que no implica simplemente una conducta de oposición
cualquiera. No responde a la “lógica de la desviación, patología individual e
incapacidad aprendida sino más bien a la lógica de la moral e indignación
política, intencionalidad y conciencia.”2 El concepto de resistencia tiene que
ver con considerar que la dominación ni es estática ni está nunca concluida, y
que la intervención humana es dialéctica: el poder no es unidimensional y
además de reproducir el rol de los oprimidos, éstos le responden con
resistencia creativa, cultural y social. Esto tiene que ver con no cerrarnos en
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determinismos simplistas. Somos explotados y oprimidos y no lo somos
porque queremos, aún cuando tengamos internalizadas muchísimas
prácticas que la burguesía nos impone. Así es como nuestra cultura
proletaria, permanentemente rumiada y escupida por los medios y las
instituciones del capitalismo en nuevas forman que lo refuerzan, contiene
siempre elementos contestatarios. Estos elementos son los que debemos
intentar reforzar, y no para aportar a la resistencia como curiosidad y
capricho, sino a la resistencia como impulso destructivo que nos lleve a luchar
contra el sistema y construir una sociedad socialista y libertaria.
Construir desde la resistencia implicaría tener una política cultural incluso que
exceda a lo educativo de manera de constantemente analizar este proceso
de “diálogo”. De esta manera se podría ver qué elementos de oposición son
de resistencia en el sentido de más arriba, tomándolos como punto de partida
para una política cultural identificada con lo libertario, descartando otros
elementos de oposición que o reproducen lógicas autoritarias o llevan a
conductas autodestructivas y que nada tienen que ver con una acción
colectiva crítica.
Son todas estas contradicciones que permiten prácticas de resistencia y
acumulación para la conformación de un sujeto colectivo consciente, tal
como, por un lado, la organización gremial docente y estudiantil, y por otro
lado, el ensayo de prácticas pedagógicas alternativas que empujen a los
estudiantes a tomar postura teórica y práctica en la lucha por la revolución
social.
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¿Es necesario militar
el sistema educativo?
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individual así concebida, no son más que puras naderías.”3
Partiendo de esto, procedamos a enumerar las razones que nos llevan a
propiciar una intervención en el sistema educativo estatal, desde posturas
más bien directivas, en función del objetivo de propiciar un cambio
revolucionario de signo libertario.
Hace un siglo, los sectores populares gozaban de una independencia cultural
de clase que la burguesía y el Estado intentaron destruir sobre todo vía la
educación, de modo de construir trabajadores, consumidores y ciudadanos
dóciles. Hoy en día, dicha independencia ha sido ampliamente borrada por la
penetración de la ideología burguesa, y a su vez, cada vez más esta
penetración queda en manos de otros aparatos tales como los medios de
comunicación masiva (lo cual incluso le genera problemas de funcionamiento
a la escuela en cuanto institución en los propios términos burgueses).
De este modo, la escuela estatal se presenta como un espacio donde
alcanzar a amplios sectores populares de modo más fácil. Pues por un lado,
es más fácil insertarse en ella, que construir medios de comunicación
alternativos de gran alcance (aunque esto es una tarea que también es
esencial emprender), y por otro lado la propia crisis de identidad de la escuela
burguesa sumado a las contradicciones mencionadas antes generan grietas
donde el docente y el estudiante libertario pueden actuar.
Esto no quita la generación de experiencias no formales (bachilleratos
populares, experiencias de educación popular, talleres de oficio en los
sindicatos, etc.), pero como nuestra revolución será de masas y no de guetos,
es necesario llegar a todos los sectores populares que sea posible. Por eso
esas experiencias cobran relevancia sobre todo allí donde no llega el aparato
estatal y en mutua relación con experiencias de construcción sindical y/o
territorial.
Además, hay que agregar que, acordando con la necesidad inherente a toda
sociedad de la reproducción de la fuerza de trabajo calificada, se hace
necesario hacer partícipes conscientes de una revolución a todos los que van
a estar implicados en la discusión de como se construye una sociedad
comunista libertaria, o en el tránsito hacia ésta. Las nuevas generaciones
deberán aprender a leer y escribir y mucho más también, y la discusión de qué
nuevas instituciones (totalmente distintas y no basadas en el principio de
autoridad) se crearán en lugar de las que habrá que destruir (Universidad,
Escuela, etc.) incumbe al intercambio en toda la sociedad pero
primordialmente el intercambio entre los que hoy son claustros estancos en el
sistema educativo.
A su vez, decimos que la intervención debe ser más cercana a las posturas
directivas, pues como la ideología y práctica burguesas ya han penetrado a
prácticamente toda la población, y además, la misma está constantemente
expuesta a otros agentes que producen y reproducen dichas prácticas e
ideologías, tener una postura no directiva en realidad es dejar el campo han
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abierto a la acción de esos otros agentes como la publicidad o la familia, y a la
reproducción por parte de los oprimidos4. Si no hay oportunidades para actuar
distinto explícitamente, las masas harán las cosas como las han aprendido a
hacer, a la manera autoritaria y capitalista. No hay una naturaleza humana
libertaria innata, esta debe crearse en la práctica.
Necesitamos, para que sea trinchera de lucha para un cambio social, que la
educación sea popular y que no pueda estar bajo ningún concepto separada
de la política (revolucionaria en nuestra intencionalidad), ya que una
separación de este tipo es artificiosa y sirve en realidad para esconder la
política de la burguesía. Claro que la “educación popular” en el seno del
sistema educativo estará restringida a los límites institucionales que la
organización gremial logre conquistar para las pedagogías críticas que
podamos aplicar.
El pueblo al que nos referimos, es un sujeto a ser conformado en la lucha. Nos
referimos a los hijos del pueblo que se reconocen como oprimidos y
explotados, y una función central de nuestra actuación en el sistema
educativo es lograr llegar a los sectores oprimidos y explotados que forman
parte del mismo, contribuyendo a su lucha por la emancipación definiéndose
como sujeto colectivo. Si vemos la capacidad individual de un sujeto aún así
sea inmerso en el sistema educativo para resistir sistemáticamente su
influencia ideológica, no podemos menos que apreciar la potencialidad de la
resistencia que el pueblo trabajador, en tanto sujeto colectivo, puede ejercer
desde este ámbito.
4 Que quede claro, por directiva no debe entenderse autoritaria, sino que en un marco de
igualdad y libertad, docentes y estudiantes puedan expresar sus posturas, defenderlas y
promoverlas, o sea, no significa que a la manera autoritaria a quien no piense como uno se le
pondrá un 1.
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¿Qué proponemos para
la militancia en el sistema educativo?
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investigaciones. Hay más contraejemplos de esta teoría que ejemplos casi.
Más tarde, el funcionalismo reformista, al analizar la cuestión de la
desigualdad, tuvo que admitir que se llega a la escuela con diferente “actitud”
según las condiciones materiales y que los desfavorecidos son sujetos
colectivos (no individuos con capital educativo) a los cuales se puede apuntar
con políticas compensatorias.
Así, si bien a nivel académico estás teorías dieron paso al auge de las
visiones reproductivistas, el “sentido común” de la población (y por ende su
demanda educativa) sigue aún empapado de ellas. En el caso de nuestro
país, también contribuyó a ello el recuerdo del proceso de ascenso social
asociado a la expansión de la educación, sobre todo con el peronismo (que
llegó a crear la UTN como universidad obrera), y que luego el neoliberalismo
habría venido a cortar. Esta creencia, fuertemente arraigada en el imaginario
colectivo, es explotada por las políticas gubernamentales para presentar
como “beneficiosas” las nuevas formas educativas que se implementan para
atender a las necesidades del capitalismo actual.
Ésta reforma educativa, desarrollada en las últimas décadas en nuestro país,
incluye la orientación racional del gasto público y privado en educación, de
acuerdo a pautas dictadas por la burguesía (por ejemplo, a través de
organismos internacionales) y la generación de políticas educativas
segmentadas según la funcionalidad para el mercado laboral y las
“necesidades” de cada sector social, que no son otras que las necesidades
del actual capitalismo. Sumado a la mantención estatal de un sistema escolar
masivo para contener a los sectores más pauperizados así como para
reproducir el sujeto susceptible de ser oprimido y explotado, cuestión que
obviamente no puede ser explicitada por la burguesía y se disimula con la
formación de “ciudadanos” o la asistencia a los más desfavorecidos.
Es por esto que asistimos a un proceso en el cual el financiamiento y la
administración se transfieren a nivel local, descentralizando el sistema
educativo según las necesidades de una estructura social fragmentada, pero
por otro lado se concentra el control ideológico y político central en el Estado
(los Contenidos Básicos Comunes, la compra centralizada de libros, los
cursos a cargo de grandes empresas editoriales, el aumento del gasto público
estatal nacional para financiar una creciente tecnocracia educativa, etc.).
Creemos que es necesario denunciar todo esto, mostrando como la
educación de ayer y de hoy ha servido a los distintos intereses de las clases
dominantes. Denuncia que debe ir de la mano de políticas más coyunturales
como la demanda de más presupuesto (en simultáneo con más autonomía
local, rechazando el financiamiento privado, a la inversa de lo que ocurre hoy)
o el rechazo a los crecientes subsidios estatales a empresas educativas
privadas. La autonomía es entendida como la fiscalización y administración
de los recursos y los planes pedagógicos por parte de los sectores populares
y no como la actual “autonomía universitaria” que en realidad propende a
garantizar los nichos de reproducción de intelectuales funcionales a las
relaciones sociales burguesas.
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La pedagogía crítica
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Es en las grietas del sistema, que debemos defender y ampliar, donde
pondremos en práctica nuestra pedagogía libertaria con la intencionalidad
antes explicada. Sin caer en reproducir el “sentido común” de la educación
como neutra al pedir simplemente “mejor educación” o políticas
compensatorias. Por esto la necesidad de que esta línea de intervención vaya
de la mano de la denuncia del rol del sistema educativo. No se puede formar
sujetos críticos del orden social actual desde un discurso cómplice.
Sacar este párrafo y poner: la solución no es pedir educación de mayor
calidad como si esta pudiera ser neutral. Aunque no negamos la necesidad de
luchar por mejoras edilicias, presupuestarias, salariales y demás conquistas
que puedan conseguir docentes y estudiantes, sabemos que estas
reivindicaciones deben ir en el marco de la construcción política y el
compromiso de clase por un cambio social. Es necesario volver a vincular la
política revolucionaria con la educación, aunque sin obviar las
especificidades de cada uno de los dos ámbitos. La forma de hacer esto,
además de la denuncia del carácter burgués del sistema educativo, es el
compromiso por la organización gremial docente y estudiantil y la puesta en
práctica por parte del docente de una pedagogía crítica.
La política gremial
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democratización de la estructura interna de la docencia así como del acceso
a la misma. Sin embargo es ingenuo pensar que sin un cambio social el
conjunto de los docentes va a tomar esta misma posición aún cuando se
corresponde con sus intereses de clase: una revolución social que asegure la
igualdad económica y política.
Del mismo modo, los estudiantes deben organizarse para luchar por la
democratización en el acceso y práctica a la trasmisión y generación de
conocimientos (desde la investigación al boleto estudiantil). Pero de igual
modo siendo conscientes que dicha trasmisión y generación nunca podrán
ser lo que queremos mientras exista el orden social actual.
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En la Tendencia Anarquista en Educación nos agrupamos estudiantes y
docentes libertarios que hace tiempo venimos militando en diversos espacios
dentro del ámbito educativo. Nos proponemos, desde el anarquismo, realizar
la crítica al sistema educativo y a su rol dentro del capitalismo, así como
impulsar la organización de estudiantes y docentes en base a principios
libertarios.
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Por otra parte, vemos que, hoy en día, sólo ciertos sectores sociales acceden a
la educación formal, es decir, la que brinda el sistema a través de instituciones
estatales y privadas. A la vez, sólo ciertos sectores dentro de los que acceden
pueden terminar, por ejemplo, la educación secundaria, y menos aún son los
que alcanzan los niveles superiores, como la Universidad. Ante éste estado de
cosas, creemos que la lucha dentro del sistema educativo también debe estar
dirigida a lograr el acceso real a la educación pública de todos los sectores que
hoy se encuentran marginados de la misma. No por las supuestas bondades de
la educación de hoy, sino porque, lamentablemente, al usurpar el Estado
todos los espacios públicos, es el único lugar donde es posible adquirir las
herramientas necesarias para salir a laburar o hacerlo en mejores
condiciones. A la vez, buscando socializar los saberes que deberían estar en
manos de todos y no en los de una élite intelectual como en la actualidad.
www.tendenciaanarquista.com.ar
tendencia.anarquista@gmail.com
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