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Este artículo argumenta que el gobierno colombiano está buscando una paz que elimine el conflicto sin abordar sus causas fundamentales como la injusticia, la desigualdad y la corrupción política. El autor sospecha que el verdadero motivo para buscar la paz es permitir la explotación de los recursos naturales del país por parte de grandes empresas extranjeras, sin preocuparse por mejorar las condiciones de vida del pueblo colombiano. Para que la paz sea verdadera y duradera, debe ir acompañada de reformas
Este artículo argumenta que el gobierno colombiano está buscando una paz que elimine el conflicto sin abordar sus causas fundamentales como la injusticia, la desigualdad y la corrupción política. El autor sospecha que el verdadero motivo para buscar la paz es permitir la explotación de los recursos naturales del país por parte de grandes empresas extranjeras, sin preocuparse por mejorar las condiciones de vida del pueblo colombiano. Para que la paz sea verdadera y duradera, debe ir acompañada de reformas
Este artículo argumenta que el gobierno colombiano está buscando una paz que elimine el conflicto sin abordar sus causas fundamentales como la injusticia, la desigualdad y la corrupción política. El autor sospecha que el verdadero motivo para buscar la paz es permitir la explotación de los recursos naturales del país por parte de grandes empresas extranjeras, sin preocuparse por mejorar las condiciones de vida del pueblo colombiano. Para que la paz sea verdadera y duradera, debe ir acompañada de reformas
Lo que verdaderamente est en juego no es la paz, que es clamor unnime, sino decidir cul es la paz que necesita el pas. Gracias a un esfuerzo de muchas gentes y de mucho tiempo, el presidente Santos ha logrado que la solucin negociada del conflicto sea un camino que ya nadie niega, ni siquiera los que siguen exigiendo de modo irreal una justicia de venganzas y una paz de vencidos. Pero este gobierno pregona por todas partes una paz sin cambios esenciales. Repite, para tranquilizar a los grandes poderes, a las Fuerzas Militares y a los Estados Unidos, que no se va a alterar el modelo econmico ni el modelo poltico. Para el santismo y para el uribismo se trata entonces de eliminar el conflicto, cosa que le conviene mucho a la dirigencia, pero no las causas del conflicto, que es lo que le conviene a la comunidad. Por eso insisten en que la causa de esta guerra es la maldad de unos terroristas y no, como pensamos muchos, un modelo profundamente corrodo por la injusticia, por la desigualdad, por la mezquindad de los poderosos y la negacin de una democracia profunda. Pretenden que la paz no tiene que enfrentar el problema de un sistema electoral donde slo pueden ganar las maquinarias del clientelismo. Pretenden encarnar la legitimidad, pero todo el mundo sabe que nuestro Estado es un monstruo burocrtico irrespirable, que las Fuerzas Armadas requieren cambios profundos, que los niveles de desigualdad son los ms escandalosos del continente, que los niveles de violencia son pavorosos, que la pobreza y la negacin de su dignidad mantienen a vastos sectores hundidos en la indiferencia o el delito. Qu extrao sera que de repente desapareciera el conflicto sin que fuera necesario modificar ninguna de las deformaciones de la democracia que lo hicieron posible. Sospecho que la razn por la cual la dirigencia quiere acabar el conflicto no es el dolor por la muerte de tantos colombianos, ni el dolor de las vctimas acumuladas, ni los millones de hectreas arrebatadas, que por las vas jurdicas propuestas no sern restituidas en cien aos. Han descubierto que Colombia tiene la mitad del territorio lleno de recursos naturales que seran un negocio incalculable ante la demanda planetaria de materias primas, y el palo en la rueda para la venta de esos recursos, y para la implantacin de la gran agricultura industrial en la altillanura, es la desesperante guerra de guerrillas que agota la paciencia inversionista y gasta en un conflicto interminable los recursos pblicos. Han llegado a creer que es posible terminar el conflicto sin cambiar las miserias que lo alimentan, y cualquier precio parece barato comparado con los beneficios que podran obtener. Europa y Asia han extenuado sus recursos naturales durante miles de aos, mientras Colombia tiene la mitad de su territorio en el segundo da de la creacin. Una dirigencia acostumbrada por siglos a la corrupcin, a hacer negocios privados con la riqueza pblica, est lista para vender al mejor postor esa riqueza, con la conocida falta de patriotismo con que fue capaz de ceder la mitad del territorio nacional en los
litigios fronterizos y el proverbial egosmo con que ha condenado a la sociedad a la
precariedad, a la mendicidad y a la desesperacin. Por eso debera estar claro que la paz negociada slo le sirve a Colombia si es una paz que perfeccione la democracia, que ayude a convertir el pas en lo que debi ser desde el 8 de agosto de 1819: una repblica decente, una democracia incluyente, con un Estado que defienda el trabajo, donde la economa no sea vender el suelo en bruto; donde tengamos industria, agricultura, mercado interno; una infraestructura pensada para favorecer al pas y no slo a unos cuantos empresarios; y un orden legal donde la proteccin de los dbiles sea prioridad de las instituciones. Colombia tiene demcratas suficientes para no seguir permitiendo que una lite simuladora y aptrida mantenga el pas en las condiciones vergonzosas de precariedad en que permanece. Colombia tiene ya las condiciones para conformar la franja amarilla, para poner freno a esas minoras, y para exigir de los poderes en pugna que acuerden la paz, no para satisfacer intereses mezquinos, sino para que el pas entero pueda respirar una era distinta. La insistencia del Gobierno en que con esta paz nada esencial va a cambiar, anuncia que lo que quieren es mantener el mismo desorden que produjo la guerra, la misma injusticia que la aliment por dcadas y la misma pobreza del pueblo que la padeci, pero sin la molestia que representa el conflicto para los negocios de los poderosos. As como al terminar la guerra de los partidos, bajo la amenaza de una nueva violencia, nos impusieron la dictadura del bipartidismo, ahora exigirn que aceptemos un acuerdo sin ms beneficio que no padecer la brutalidad de los ejrcitos. Pero eso no es todava la paz, no es todava la modernidad, no es todava la reconciliacin. Es una astuta manera de atornillarse en el poder otros cien aos. El pueblo podra quedar otra vez fuera del pacto, los guerreros querran ser los nicos beneficiarios y que la comunidad simplemente legitime sus acuerdos. Hasta propondrn otra vez que el pueblo sea el rbitro pero renuncie a ejercer su soberana, como en 1958, cuando se maquin una clusula por la cual la ciudadana se prohiba a s misma volver a expresarse en plebiscitos. Nuestra democracia siempre fue dcil para la caricatura. Que hagan la paz y que estn todos en ella. Pero del pueblo depende que esa paz, por primera vez en nuestra historia, represente beneficios efectivos para la comunidad siempre aplazada, no una mera limosna de los perdonavidas.