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El documento critica la virulencia con la que algunos grupos se oponen a los pronunciamientos de la Iglesia católica sobre temas como la homosexualidad y el matrimonio, a pesar de no formar parte de la Iglesia. Argumenta que el matrimonio debe regularse como una institución que garantiza la continuidad de la sociedad a través de la procreación, en lugar de convertirse en un derecho individual basado en la voluntad de los cónyuges. Defiende que reconocer el matrimonio homosexual supondría una "aber
El documento critica la virulencia con la que algunos grupos se oponen a los pronunciamientos de la Iglesia católica sobre temas como la homosexualidad y el matrimonio, a pesar de no formar parte de la Iglesia. Argumenta que el matrimonio debe regularse como una institución que garantiza la continuidad de la sociedad a través de la procreación, en lugar de convertirse en un derecho individual basado en la voluntad de los cónyuges. Defiende que reconocer el matrimonio homosexual supondría una "aber
El documento critica la virulencia con la que algunos grupos se oponen a los pronunciamientos de la Iglesia católica sobre temas como la homosexualidad y el matrimonio, a pesar de no formar parte de la Iglesia. Argumenta que el matrimonio debe regularse como una institución que garantiza la continuidad de la sociedad a través de la procreación, en lugar de convertirse en un derecho individual basado en la voluntad de los cónyuges. Defiende que reconocer el matrimonio homosexual supondría una "aber
Los homosexuales y la Iglesia Juan Manuel de Prada
SIEMPRE me ha producido perplejidad la virulencia con que determinados individuos o
colectivos que alardean de hallarse fuera del seno de la Iglesia catlica arremeten contra las recomendaciones y pronunciamientos eclesisticos. En dicha virulencia he advertido el impulso totalitario de quienes, no satisfechos con pensar y actuar en libertad, aspiran a imponer sus pensamientos y actuaciones a quienes piensan o actan de manera distinta. Por qu no les basta con hacer caso omiso de esas recomendaciones y pronunciamientos que no les ataen? Por qu se dan por aludidos, cuando orgullosamente no se cuentan entre sus destinatarios? Supongo que en dicha actitud subyace la conviccin de que los obispos an poseen cierto prestigio entre capas nada exiguas de la poblacin que a ellos les gustara tener amodorradas por el pensamiento nico; pero su afn un tanto frentico por anular dicho prestigio slo admite una explicacin patolgica. No les basta a estos individuos con emitir su doctrina y allegar, mediante muy agresivos mtodos proselitistas, pareceres concurrentes, sino que pretenden silenciar dictatorialmente a quienes se atreven a disentir. El ltimo episodio de virulencia anticlerical lo ha desatado un documento de los obispos titulado En favor del verdadero matrimonio. En un artculo tan bendecido por el sentido comn como suelen estarlo todos los suyos, Martn Ferrand se preguntaba: Hay algo ms natural que las mitras se dirijan a sus feligreses para orientarlos en asuntos de fe, dogma o, como es este caso, relativos a las costumbres y su valoracin moral? Podran entenderse los reparos de quienes, siendo creyentes y practicantes, discrepan en su valoracin con la de la Jerarqua; pero a qu viene la rabia de quienes no lo son?. A esta pregunta -seguramente retrica- del maestro Martn Ferrand creo haber respondido ya en el prrafo inicial de este artculo. Sobre las uniones entre homosexuales ya me he pronunciado en anteriores ocasiones. Durante siglos, la homosexualidad fue considerada una perversin o vicio nefando que la psiquiatra estudiaba y las leyes repriman. Desde el momento en que dicha conducta sexual ha dejado de constituir un delito, el Derecho no puede ignorarla, pues su misin fundamental consiste en proporcionar seguridad a quienes se hallan bajo su imperio. Parece, pues, de justicia que el Derecho arbitre algn instrumento que regule las uniones de homosexuales. Ahora bien, es injusto y contrario a derecho que dicho instrumento sea el matrimonio, institucin jurdica que regula una realidad social distinta. Pues el matrimonio incluye en su misma naturaleza fines de mantenimiento de la propia sociedad (me refiero, claro est, a la procreacin de hijos) que la unin entre homosexuales no posee. No debemos dejar de considerar que una poblacin formada exclusivamente por homosexuales estara condenada a la extincin. El Derecho no puede otorgar el mismo grado de reconocimiento a las uniones que garantizan la propia subsistencia de la sociedad que a otras que la abocan a su consuncin. Si se lo otorga, est incurriendo en una aberracin jurdica. El documento episcopal, por lo dems, proclama la dignidad inalienable de los homosexuales; execra su menosprecio y discriminacin; reconoce los derechos que les asisten; y exhorta a los fieles a acogerlos como corresponde a una caridad verdadera y coherente. Recoge, en definitiva, aquel mandato de Jess que, en uno de los pasajes ms emocionantes del Evangelio, se niega a condenar a la mujer adltera, tras salvarla de la lapidacin. Pero este gesto de amor supremo lo remata con una muy persuasiva admonicin: Vete y no peques ms. Quien tenga odos para or, que oiga. Y quien no, por favor, que se calle un poquito.
La destruccin del Derecho - Juan Manuel de Prada
PUBLICABA ayer el profesor Javier Martnez-Torrn en estas pginas un muy atinado artculo sobre el matrimonio que, implcitamente, propona una reflexin sobre la destruccin del Derecho. Denunciaba el profesor Martnez-Torrn que el matrimonio ha dejado de ser una institucin propia del derecho de familia, con unos requisitos y unas finalidades concretas, para convertirse en un derecho individual; esta privatizacin del matrimonio permitira su libre configuracin (ya no sera necesario que los contrayentes fuesen hombre y mujer), as como una mayor flexibilidad en su disolucin, que ya no estara supeditada a unas causas establecidas, sino a la mera voluntad de los cnyuges. As, el matrimonio se convierte en un derecho del individuo que se casa con quien le apetece y se descasa cuando le viene en gana; tal grado de ejercicio librrimo de la voluntad no se observa ni siquiera en los contratos privados. De este modo, el Derecho claudica en su funcin primordial (que no es otra que la consecucin de un bien social a travs de la seguridad jurdica), para someterse a la voluntad del individuo y autorizar legalmente su capricho. Este entendimiento del Derecho es el mismo que, en su da, postularon los totalitarismos: solo que ahora la voluntad unilateral del tirano se disfraza de voluntad ciudadana, democrtica. Pero relativismo y totalitarismo anhelan un mismo objetivo: la destruccin del Derecho. Por supuesto, en esta deificacin de la voluntad del individuo subyacen conveniencias inconfesables. La destruccin del Derecho reporta rditos electorales: esa, y no otra, es la razn por la que la faccin gobernante ha impulsado una reforma de la institucin matrimonial; esa, y no otra, es la razn de los titubeos de la faccin opositora, que teme que su recurso ante el Tribunal Constitucional adelgace su provisin de votos. Lo que en dicho recurso se sustancia no es tanto la constitucionalidad del llamado matrimonio homosexual, sino la determinacin de su naturaleza. La institucin matrimonial, tal como la concibi el Derecho, no atiende a las inclinaciones o preferencias sexuales de los contrayentes, sino a la dualidad de sexos, conditio sine qua non para la continuidad social. La finalidad de la institucin matrimonial no es tanto la satisfaccin de derechos individuales como la supervivencia de la sociedad humana, a travs en primer lugar de la procreacin y luego de la transmisin de valores y derechos patrimoniales que dicha procreacin genera. Quienes defienden el llamado matrimonio homosexual se preguntan contrariados por qu habr gente que no desea que los homosexuales sean felices; naturalmente, esta pregunta es una necedad o un alarde de cinismo (o ambas cosas a la vez), puesto que la misin de la institucin matrimonial, segn la concibe el Derecho, no ha consistido jams en garantizar la felicidad de los contrayentes (con cierta frecuencia, incluso, ha garantizado ms bien su desdicha solidaria). Pero en esta vindicacin retrica de la felicidad se demuestra que la satisfaccin de un deseo, de una pura volicin personal, ha suplantado la finalidad originaria de la institucin matrimonial. Esta concepcin del matrimonio como garante de la felicidad individual incorpora, adems, un inexistente derecho a la adopcin. De este modo, una institucin jurdica que trataba de restablecer los vnculos de filiacin del nio (vnculos que presuponen a un hombre y a una mujer) se ha transformado en un nuevo derecho de los cnyuges; de este modo, el nio adoptado se convierte en un bien mostrenco que los contrayentes -heterosexuales u homosexuales- pueden procurarse segn su capricho. Estamos caminando sin darnos cuenta hacia la destruccin del Derecho. Tampoco los borregos que se hacinan en el remolque de un camin saben adnde los llevan.