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Definición
El concepto de “desarrollo sostenible” del inglés sustainable development tiene cada vez mayor
difusión en amplios foros durante la última década, después que fuera acuñado en el informe
Nuestro Futuro Común de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, mas
conocido como el informe Brundtland 1.
Bueno es recordar que la idea de sostenibilidad tiene reminiscencias que se remontan y provienen
de las economías indígenas tradicionales, destacando como uno de sus elementos el compromiso
generacional con la vida larga o durable de la comunidad en una perspectiva de largo plazo y
considerando cómo resolver los problemas del corto plazo.
El mencionado concepto se refiere a la idea de que debemos satisfacer nuestras necesidades sin
comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
Quiere decir que no debemos hipotecar el futuro de nuestros hijos. Se trata por lo tanto de un
planteamiento ético de solidaridad con el futuro, de solidaridad intergeneracional en primera
línea, pero también de solidaridad intrageneracional.
Modelo Hegemónico
Los problemas ambientales que estamos viviendo están generados por un modelo hegemónico de
desarrollo, la historia de la humanidad nos muestra que la degradación ambiental acontecía
desde tiempo atrás, solo que esta no representaba un fuerte impacto en la naturaleza y por lo
tanto no se podía considerar como un problema ambiental. En la naturaleza las cosas
sencillamente son. No están atravesados por criterios ni juicios de valor ni de moral. Esto es
fácilmente demostrable, aceptando que la tierra tiene una edad aproximada de 4.500 millones de
años, la naturaleza ha construido sus propios ciclos sin la presencia humana que surge recién en
los últimos dos millones de años.
1
Debido al apellido de la presidenta de la comisión, la social demócrata noruega Gro Harlen Brundtland
con una percepción estrecha de la realidad marcada por una falta de solidaridad entre los
hombres y desvinculada de la naturaleza .La tierra es una unidad viviente en si misma donde se
dan complejas interacciones que la sostienen. La unicidad de cada especie inmersa en la gran
sopa de la diversidad, permite el flujo y reflujo de la energía constante. No es casual, y
fundamentalmente en occidente, que la concepción judeo-cristiana antropocéntrica, eleve a los
humanos al rango de especie superior, mirando a la naturaleza como depósito de recursos a ser
utilizados, en lugar de un eslabón en la cadena de la vida.
Francis Bacon, científico y político inglés, tuvo expresiones extremas de esa posición señalando
que la Naturaleza debía ser perseguida, obligada al servicio, esclavizada, estableciendo como
meta de los científicos “torturarla hasta que revele sus secretos”. 2
Este proceso civilizatorio pautado por un modelo de sociedad incompatible con la sustentabilidad
biológica, social, cultural y económica es el que viene desencadenando el fenómeno que se da en
llamar la “crisis ambiental” que en realidad es una “crisis de civilización”. Esta crisis es sumamente
seria ya que es global, esta relacionada a nuestra sobrevivencia, a la de la futuras generaciones y
en general a la sobrevivencia del planeta.
Cambio de Paradigma
Se trata entonces de modificar nuestros hábitos y nuestros paradigmas para dar una salida
coherente a la crisis ambiental, es preciso cambiar de un “paradigma económico” a un
“paradigma ambiental” que nos humanice. Para eso tenemos que cambiar nuestra concepción
occidental judeo-cristiana de separación del hombre de la naturaleza y relacionarnos y rescatar
nuestro lado andino y amazónico, el concepto de PACHAMAMA. Debemos cambiar el paradigma
Cartesiano que nos impulsa a “conocer la naturaleza para usufructuarla, controlarla y dominarla”
dentro de ese viejo criterio de que los seres humanos tenemos el poder de dominar la naturaleza
a través del conocimiento científico haciendo de ella nuestra esclava.
Este paradigma que muestra nuestro exacerbado antropocentrismo y que nos impulsa a identificar
progreso con acumulación de riqueza es el que venimos trasmitiendo de generación en
generación y es parte de nuestro bagaje cultural, pero este paradigma ya entró en colisión con la
vida, con la naturaleza, con el hombre. Por lo tanto debemos formar en nuevos valores éticos, en
nuevos conceptos científicos, en una visión sistémica del universo y del medio ambiente, basada
en interrelaciones e interdependencias, en el desarrollo de tecnologías compatibles con nuevos
sistemas de valores, menos consumidoras de recursos, ecológicos y socialmente correctos,
adaptados a los ecosistemas y ecorregiones donde deban ser utilizadas; una nueva economía
que contemple los costos socio-ambientales alejados del lucro; una distribución de la renta y de la
riqueza más equitativa; desarrollo sustentable que involucre una gestión ambiental participativa
y, una educación ambiental para la sostenibilidad.
El desarrollo sostenible esperado, para ser tal, debe ser intrínsecamente el de la vida, unos
desarrollos socialmente deseados de satisfacción de necesidades humanas tanto materiales y
culturales, de la presente y futuras generaciones, medio ambientalmente posibles y
extremadamente cuidadosos de la utilización de los recursos y ciclos naturales de la
biodiversidad, y a la vez ser también económicamente viables.
2
Ver diversas obras de F. Bacon en http://www.westegg.com/Bacon
3
Descartes, Rene (1989) “ El discurso del método”. Alianza Editorial, Madrid.
Se requiere poner a la naturaleza en el centro y al ser humano como partícipe y objeto del
desarrollo, devolviendo la economía a su rol y papel instrumental.
Según Toynbee e Ikeda “la raíz de la contaminación es la codicia. El poder que el hombre adquirió
sobre su medio ambiente ha alcanzado ya un grado en que dicho poder podría determinar la
destrucción del hombre, si éste continúa empleándolo al servicio de su codicia” 4
“Los seres humanos - continúan estos autores - pueden saber que la codicia, servida por el poder,
es destructiva, y por lo tanto, mala, y pueden realizar el esfuerzo moral de ponerle coto. (...) La
única manera de impedir los desastres es que se produzca una revolución interna en cada ser
humano individual”.5
Y es que hay que diferenciar necesidades de ambiciones, como en la muy famosa y repetida frase
de Mahatma Gandhi: “La Naturaleza puede satisfacer todas las necesidades del hombre, mas no
todas sus ambiciones”.
El informe Brundtland afirma también que “para conseguir este desarrollo sostenible es menester
que continúe el crecimiento económico”. Afirmación de la que se valen algunos escritores e
intelectuales defensores del neoliberalismo para deformar el concepto y proponerlo como
“crecimiento sostenido”, es decir un crecimiento económico constante y regular que hace
desaparecer cualquier contenido ecológico y como opuesto a un desarrollo socialmente justo,
ecológicamente compatible y económicamente viable.
Para el capitalismo la idea del progreso infinito y la idea de las necesidades ilimitadas es el
aspecto clave de sus postulados, pero la contradicción radica en que la naturaleza y la vida no
son una mercancía, los peces no se incrementan por la demanda del mercado, más bien se
depredan. El tiempo de la naturaleza entra en contradicción con el capital, el ciclo de reproducción
de la naturaleza entra en contradicción con el ciclo de realización del capital, al cual no le interesa
la justicia social, la preservación ambiental o la sostenibilidad.
En estas circunstancias es posible evidenciar cómo la reproducción ampliada del capital es la otra
cara de la moneda de la pobreza, y ambas, riqueza y pobreza extremas son los elementos
claves de la depredación y ejes de la nueva contradicción de nuestra época entre el capitalismo
y el medio ambiente, entre el tiempo de reproducción de la naturaleza y el tiempo de reproducción
del capital.
Este paradigma que muestra nuestro exacerbado antropocentrismo y que nos impulsa a identificar
progreso con acumulación de riqueza es el que venimos trasmitiendo de generación en
generación y es parte de nuestro bagaje cultural, pero este paradigma ya entró en colisión con la
vida, con la naturaleza, con el hombre. Por lo tanto debemos formar en nuevos valores éticos, en
nuevos conceptos científicos, en una visión sistémica del universo y del medio ambiente, basada
en interrelaciones e interdependencias, en el desarrollo de tecnologías compatibles con nuevos
sistemas de valores, menos consumidoras de recursos, ecológicos y socialmente correctos,
adaptados a los ecosistemas y ecorregiones donde deban ser utilizadas; una nueva economía
que contemple los costos socio-ambientales alejados del lucro; una distribución de la renta y de la
riqueza más equitativa; desarrollo sustentable que involucre una gestión ambiental participativa
y, una educación ambiental para la sostenibilidad.
Por lo tanto los valores que debemos rescatar y transmitir en una propuesta de educación
ambiental multidimensional deberían ser: