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Cariruto VIII LA EVOLUCIGN DE LA I.fRICA ROMANTICA GUSTAVO ADOLFO BECQUER En justa correspondencia esta vez con el valor y trascendencia de su obra, Ia bibliografia ' sobre Bécquer comprende ya un conjunto abrumador que 1a ocasion del reciente centenario ha contribuido a cnsanchar. Los mas variados aspectos de su obra han sido estudiades y ios mas intimos rinco- nes de su vida sometidos a tenaz investigacién. No obstante, si tanto sus versos como su prosa parecen haber sido adecuadamente valorados, quedan todavia rincones oscuros de su personalidad sujetos a encontradas inter- pretaciones, ¢ incluso sucesos concretos de su vida han escapade atin a la cnconada curiosidad de los bidgratos. RSOUEMA BIOGRAFICO Gustavo Adolfo Bécquer nacié en Sevilla el 17 de febrero de 18362, Su padre se Ilamaba José Marfa Dominguez Insausti, y su madre Joaquina 1 Cfr, Rubén Benitez, Ensayo de bibtiografia raconada de Gustavo Adolfo Bécauer, Buenos aires, 1961, Hsia la fecha de su publicacion recoge de fortaa casi exhaustive toda la bibliografia existente sobre Bécquer con un claro resumen y comentario critico da cada publicacion, que en algunos casos adquiere extensién considerable. Contiene ademas un estudio del proceso de ta critica becaucriana y un Apéndice sobre fa trans: mision de las imas y los problemas existentes para la fijacivin del texto detinitivo. Juan Maria Diez Taboada, «Bibliografia sobre Gustavo Adolfo Bécquer ¥ su obra», en Revista de Filologia Esparola, LIT, 199, pags, 651-695. Del mismo, «Bibliografia sobre Gustavo Adolfo Bécquer y su obra. Suplementos, en Boleiin de Filologia Espafiota, ins, 4949, 1973, pags. $7.40, Martin Alonso, «Recuento sistematizado de bibliografia bbocquerianas, on Segundo estilo de Bécquer, Madrid, 1972, pags. 491545. Véase también, Homero Seris, «Estado actual de los estudios sobre Bécquers, en Mélanges a la mémoire de Jean Sarraith, Paris, 1966, pags. 278388. 2 Bibliografia sobre su vida, Ramén Rodriguez Correa escribié la primera biogratia La evolucion, de la lirica romdntica 753 Bastida Vargas. El apellido Bécquer no aparece, pues, en ninguno de los dos progenitores, pero el padre, pintor de tipos y costumbres, era conocido en Sevilla por este apellido, que era ef de unos antepasados suyos de Flan- des, establecidos en Andalucta a fines del siglo xvs. Et plmtor, para atraer la atencién de sus clientes o por blasonar de su antigue Tinajs, que habia ocupado lugar distinguido entre la nobleza de su ciudad (dos hermanos, Miguel y Addn, caballeros veinticuatre, habian fundado en 1a catedral 1a capilla de Santiago, terminada en 1622), usaba de preferencia aquel apellido, que su hijo Gustave Adolfo, el quinto de los acho que tuvo el matrimonio, adopté también, anteponiéndolo a los legitimos. En 1841, cuando Gustavo Adolfo contaba tan s6io cinco afios, murié su padre. El huérfano, que hizo sus primeras letras on el Colegio de San An- tonio Abad, ingresé en 1846 en el Colegio de San Telmo para ®, Al fin, en fecha ya muy reciente, bajo el estimulo quiz4 del centenario de la muerte del poeta, Manuel Garcia-Vifié ha dedicado todo un volumen a las Leyendas de Bécquer ®, libro escrito con entusiasmo que no atentia su rigor y documentacién. La apreciacién global de Garcfa-Vinié sobre la prosa de Bécquer queda expresada en uno de sus jnicios preliminares: «Se- parar en Gustavo Adolfo al poeta det prosista no pasa de ser un mero artifici, Idéntica atmosfera, semejante tematica, igual tonalidad se dan en uno y en otro» ¥, Debemos afiadir también el libro de Rubén Benitez, repetidamente ci« tado, Bécquer tradicionalista, que, aunque basicamente dedicado a estudiar la ideologia de Bécquer y la gestacién de la Historia de tos Temptos de Espafia, aporta, como veremos, abundante informacién sobre las fuentes de varias Leyendas y juicios numerosos sobre el valor literario de su prosa. Explica Rubén Benitez que el interés por los relatos tradicionales forma parte de Ia concepcién que tiene Bécquer de Ia historia. «Las manifesta: ® tdem, id., pag. 221. ® Luis Cernuda, «Bécquer y cl poema en prosa espafiolr, en Poesia y literatura, i, Barcelona, 1964, pags. 61-72; ta cita en pag. 63. 1 Idem, fd., pags. 6465. % Manuel Garcia-Viié, Mundo y trasmundo de tas Leyendas de Bécquer, Madrid, 1970. 7 fdem, {d., pag. 24. ™m Historia de ta literatura espatiota ciones de la fantasia popular —escribe— integran orgénicamente el conte- nido del Votkgeist o espiritu del pueblo, y, como la historia, ayudan a re- construir los cslabones perdidos de esa totalidad espiritual»™, Debido a este concepto, dichos relatos tradicionales aparecen ya en el texto de la Historia de tos Templas de Espafia, relacionados con las tradiciones 0 su- persticiones religiosas. En la Historia, no obstante, como arriba dijimos, Becquer se siente limitado por la exigencia infarmativa y descriptiva, y sélo muy de paso puede acoger las tradiciones vinculadas a cada templo, pero quedan vibrando en su imaginacién y nutren después buena parte de sus propias leyendas sobre asuntos religiosos. Béequer —explica Benitez *— en casi todas sus narraciones procura convencer ai lector del fondo tradicional de su relato, para lo cual nos dice que se trata de una conseja escuchada en boca de Ia gente del pueblo. Re- nitez distingue® tres tipos en las Leyerdas de Bécquer: la simple tradicién transmitida en forma oral o escrita, y no elaborada por el escritor sino en detalles secundarios; el relato ficticio sobre temas 0 motivos de la tradi- cién popular claborados literariamente; y Ia leyenda ideal, con remota base en la tradicién, pero Mena de rasgos maravillosos y de recursos poé- ticos, semejantes a las manifestaciones de la fantasia popular. Dijimos entre los datos biogrificos del escritor que su primera leyenda publicada fue El caudillo de las manos rojas, que Rodriguez Correa envio a La Crénica de Ambos Mundos, donde aparecié entre mayo y junio de 18587. Entre octubre y noviembre de 1860 aparccié la segunda de estas composiciones, La cruz def diablo, igualmente en La Crénica. Con Ia publi- cacién de esta segunda leyenda —dice Rica Brown — Bécquer parece ha- berse dado cuenta de sus posibilidades, as{ artisticas como financieras, pues durante los tres afios siguientes —1861-1863— aparecieron en la prensa ma- dritefia dieciocho de las veintidés leyendas que se conocen de Bécquer. Por afios se distribuyen de este modo: a 1861 corresponden La ajorca de oro, La Creacién, El monte de tas dnimas, jEs raro!, Los ojos verdes y Maese Pérez el organista, todas ellas en FI Contempordneo; en 1862 se publicaron El rayo de luna, Creed en Dios, El aderezo de esmeraldas, Fl Miserere, El Cristo de la calavera, Tres fechas y La venta de los gatos, todas también en la misma publicacién; en 1863 aparecieron EI gnomo (en La América), La cueva de la mora (en El Contempordneo), La promesa (en La América), Apélogo (en La Gaceta Literaria), La corza blanca y Et beso (ambas en La 14 Bécquer tradicionalista, cit., pags. 92-9. %8 tdem, 1d, pig. 103. 1% fdem, fd., pags. 105-106. 7 Esta Leyenda venia slendo reproducida en todas las ediciones de manera incom: pleta, hasta que Gamallo Fierros restituy6 el texto integro acudiendo a la mencionada Dublicacién, Véase Def olvido en ef dngulo oscuro..., cit., pags. 109-169 18 Bécquer, cit., pag. 169. La evolucién de la lirica romdntica 773 América), La ultima leyenda becqueriana, La rosa de pasidn, aparecié en marzo de 1864 en El Contempordneo, Y aunque incompleta, cierra la serie La mujer de piedra, que Bécquer dejé copiada en ¢] manuscrito del Jibro de tos gorriones. Puede afirmarse que las Leyendas de Bécquer han sido, y son, extrema- damente populares y no pareceria indispensable hacer ahora referencia a su contenido argumental. Lo creemos conveniente, sin embargo, para mejor apoyar los respectivos comentarios sobre ellas. Bécquer subtitulé EU cauditlo de las manos rojas de «tradicién india», Aparecié en un momento en que las literaturas europeas comenzaban a poner de moda el exotismo hindu a través de sus tradiciones religiosas, sus grandes pocmas, la divulgacién histérica y geogréfica, ete., por lo que Béc- quer pudo tener acceso a diversas fuentes *, La leyenda de Bécquer refiere la expiacién del crimen cometido por Pulo, rey de Osira. Expulsado del reino por su hermano Tippot, le roba a éste cl amor de su prometida Siannah. Tippot descubre a los amantes, pero muere a manos de Pulo, quien no puede quitar de sus manos las manchas de sangre hasta cumplir la penitencia impuesta por el dios Vishnu; entretanto debe renunciar al amor de Siannah. Pero Pulo sucumbe en el iltimo instante a su hechizo, y no cumple tampoco Ia segunda penitencia impuesta por el dios, por lo que al fin ha de darse la muerte. En el dltimo instante puede ver todavia a Siannah, que se arroja a la misma hoguera donde él arde. Rica Brown comenta® que esta «tradicién india» de Bécquer sobresale Por tres motivos: por su exotismo oriental, que nada debe a Victor Hugo nia Zorrilla; por el profundo sentido religioso que inspira el tema y su desarrollo; y por su innegable belleza artistica, Estas tres caracteristicas le dan un sella de originalidad que le distingue de cualquier otro cuenta exético; pero su importancia capital —afiade Rica Brown-—- consiste en que en estas paginas advertimos, antes de publicarse ninguna de las Rimas, la misma sensibilidad poética, y hasta el mismo vocabulario, que ha de carac- terizar la mas auténtica lirica becqueriana. Garcia-Vinio, que destaca este mismo aspecto, llena cuatro compactas paginas" con palabras o frases de la leyenda, que se van a repetir, incluso literalmente a veces, en los escritos ® Informa Benitez —Béoquer tradicionalista, cits, pégs. 110 y sigs—- de que Manuel de Assas, el colabarador de Becquer en la Historia de fos Tempios de Esparia, (ue nom brado en 1856 el primer profesor de sinscrito en Espana, y en varios ntimeros del Se. manario Pintoresco Espafiol se recogié su discurso inaugural sobre ¢l sénscrile, au lite ratura y los poemas sagrados de la India. Sugicre Denitez (pag. 117) que Asoas pudo: ser et intermediario directo que interesé a Bécauer en ta lectura de tradictones rell: giosas hinduies. Véase, del propio Rubén Benitez, «La elaboracién literarla de Ef caudillo de las manos rojase, en Revista de Filologia Espanola, LII, 1969, pags, 370-392, ® Bécquer, cit., pag. 94. \ Mundo y trasmundo.... cit, pags. 267-27 774 Historia de ta literatura espaiola posteriores; supone por ello que El caudillo de las manos rojas, compuesto durante los cuatro afios de silencio poético que median entre la Oda a ‘Quintana (1855) y la primera Rima publicada, la XIII, en 1859, corresponde al momento culminante del periodo de formacién de Bécquer. «Descrip- ciones de la mafiana —dice por su parte Benitez—, la tarde, la noche, la tempeotad, Ja calma, el silencio nocturno, tienen valor auténomo: son pe- quefas unidades liricas, anticipos de las Rimas. La sensibilidad de Bécquer, su sensualidad andaluza, su gusto por los colores evanescentes, por los ma- tices delicados, se adectan perfectamente al marco oriental de su relato» ®, Los dos ultimos criticos aducidos extreman sus elogios a esta primera leyenda becqueriana: «No es extrafiie —comenta Benitez— que los moder- nistas hayan leido esta leyenda con entusiasmo. El exotismo de Bécquer tiene ya poco que ver con la descripcién pintoresca de Zorrilla. Hay ahora una proyeccién simbética: un interés por subjetivar cl mundo que se des- cribe y por objetivar las propias sensaciones. Lo exético no se reduce ya a la pintura de seres y de cosas sino que se amplia hacia la creacién de una atmésfera sensual y misteriosa. Para ello Bécquer crea una prosa nueva Hena de valores plasticus y musicales. Ef caudilfo de las manos rojas queda por eso como una expresiGn solitaria en la literatura espafiala hasta la renovacién estética modernista» ®. «Con ser Ia primera —eseribe Garcia- Vifi6—, posee toda la leyenda una riqueza imagin(stica, una musicalidad, una exuberancia de lenguaje sin igual en toda la prosa becqueriana» 4. Garcia-Viné pone de relieve el distinto caracter que EI cauditio de tas ‘manos rojas posee en relacién con las leyendas restantes, y que explica en buena parte la prolongada atencién que le dedica, Ef cauditio, viene a decir- nos, contiene «un algo de amanecer refulgente, de salida de un sol que cre- ce y crece hasta ir a dar en un mediodia deslumbrante»*. A diferencia de as otras leyendas, en las que Bécquer se centré més en los sentimientos y en el misterio, E! caudillo de las manos rojas «es mas sensual que senti- mental»; el ambiente y el tono de los poemas indios no son més que pre- textos para el lenguaje, las imagenes, las metaforas, las descripciones; el Bécquer que escribe esta leyenda es todavia cl Bécquer juvenil, impregnado de espiritu andaluz: «Luego —comenta Garcia-Vifé en un bello pasaje— Ja prosa de Bécquer se interioriza, sc esencializa. En el bafio de las ninfas cn La corza blanca, en ciertos pasajes de El gnomo, de Los ojos verdes, reaparece la prosa sensual, voluptuosa, brillante y desbordada, pero el ta- lante del escritor es otro y otro el tono del lenguaje. Este sigue siendo rico, adornado, abundante, pero nunca més ya con ese no sé qué de amanecer 0 manantial que tiene en esta primera leyenda, Bécquer se volveré en ade- Bécquer tradicionalista, cit., pags. 135-136, Idem, {d., pag, 136, Mundo y frasmundo.. cit., née. 262. Idem, {4,, pag. 263, BSa8 La evolucién de la lirica romantica 715 lante, definitivamente, sobre si mismo. Ya no escribir sobre paises remo- tos, sobre cosas que sdlo conoce a través de libros. Escribird sobre su aun- do: sobre sus creencias religiosas, su idea del amor, sus sentimientos, sus problemas. Se diré que més remotas que la India son esas regiones etéreas descritas en Creed en Dios, pero la verdad es que ésta afecta clarisima- mente al mundo a que Bécquer pertenecia: el de la poesia, por um lado; el de las creencias del cristianismo, por otro; el del pasado espafiol, en fin, que él queria conservar» La cruz del diablo, segunda en orden cronolégico, es la primera leyenda sobre asunto espanol. La accién transcurre en lugares conocidos, que el autor pudo visitar: el valle pirenaico del Segre. En ella introduce Bécquer uno de sus recursos favoritos, que habia de repetir después: el de hacerse presente en el lugar del relato y enlazarlo con un episodio autobiografico, Jo que a su vez le permite injerir una nota de confesién intima y personal; esto, como subraya Rica Brown, «sirve para poner al lector en contacto con el estado de alma del poeta, quien de esta manera da una realidad poética al cuento més fantastico y un fondo de sentimiento humano a la nartacién mas extraordinaria»®, El tema de la leyenda, al que también habia de volver en otras ocasiones, es el del mai caballero, el seiior per- verso y blasfemo, que hace el mal por el mero placer de hacerlo. Sus sib- ditos lo asesinan, pero su espiritu regresa, viste su propia armadura y prosigue sus tropelias. Al fin consiguen aquéllos dominarlo con ayuda de la oracién de San Bartolomé, funden la armadura y con ella construyen una cruz; pero las gentes creen, que por ser det diablo, tiene poderes maléficas y daa a quienes se postran ante ella. La narracién la hace esta vez un lugarefio —el guia que impide a Bécquer arrodillarse ante la cruz—, lo que permite al escritor hacer uso del cofor focal. El relate parece asi ganar en espontaneidad, pero, como sefiala Garcia-Vifié, pierde con ello temperatura estética ¥. En La ajorca de oro, primera de las leyendas publicadas en 1861, Béc- quer nos conduce al ambiente toledano; en ella destaca la descripcién de la catedral, segun la pauta ensayada en la Historia de fos Templos. Pedro, el protagonista, empujado por el capricho de su amada, Maria, mujer de hermosura diabélica, pretende robar para ella una ajorca de fa Virgen del Sagrario, pero al tratar de huir con la joya ve que las innumerables ectatuac del templo han descendido de sus nichos y ocupan todo el ambito de ta 1 pags, 266-267. © Bécquer, cit., pig. 170. & Mundo y trasmuindo..., cit., pig. 96, Véase un detenido estudio de las posibles fuentes de esta Leyenda en Rirhén Renitcz, Bécauer (radictanatista, cit.. pags. 183-193, 116 Historia de ta literatura espafiola iglesia. Pedro enloquece de terror. Rica Brown subraya® en la leyenda la presencia de una mujer de naturaleza incstable y caprichosa, capaz de perder al hombre con el hechizo de su hermosura, tema éste sobre el cual muestra Bécquer sostenida preocupacion. La Creacién (junio de 1861), sefiala el influjo de las lecturas del Rarna- yana; Bécquer la subtitula «, Garcia-Vifié pone de relieve que lo magistral de la leyenda es el relato del miedo de Beatriz, en ef que el escritor logra con los sonidos —al igual que en otras paginas ha de conseguirlo con el aire, los colores 0 la luz— «llevar al énimo det lector ta sensacién de avance lento, inflexible, macha- cén, del espectro invisible hucia la cama»; y afiade luego: «Pero tal vez lo més interesante de todo en esta descripcién sea esa modernisima objetiva- cién de lo psicolégico que Bécquer Hleva a cabo en ella; ese reflejar lo interno en 1o externo: el miedo, 1a angustia, los deseus, las esperanzas, los recuerdos, en los sonidos y las cosas» *. ‘También en noviembre del 61 aparecié la leyenda jEs raro! En ella, por una sola vez, Bécquer Hleva Ia accién a su propia época y a las calles del Madrid real. De hecho, no es propiamente una leyenda. Rica Brown dice ® que puede compararse con algunos cuentos de Maupassant; y Garcia-Vii sugiere que se trata més bien de un apdlogo, del que el autor se propane extracr una consecuencia. Ambos criticos convienen en sefialar la nota auto- biogréfica del relato (aunque m&s de ideas y de sentires —puntualiza Vi- fi6 \ que por rasgos puramente anecdéticos). Andrés, ef protagonista, vive miserablemente cn un cuchitril: «era uno de esos hombres en cuya alma véase Benitez, Bécquer tradicionatista, cit., pags. 164167. % Bécquer, cit., pag. 175. 7 Mundo y trasrmundo..., cit., pag. 159. % Idem, Id., pag. 163, 7718 Historia de ta literatura espafiola rebosan el sentimiento que no han gastado nunca, y el carifio que no pue- den depositar en nadie»; frecuentemente se decta: «|Si yo tuviese alguien a quien querer con toda mi alma! {Una mujer, un caballo, un perro si- quiera!», Y al fin consigue las tres cosas. Pero una noche encuentra al perro herido, moribundo, y el caballo y la mujer han desaparecido: un rap- tor habia huido con ella, usando su propio caballo. Andrés se vuelve loco y muere a los pocos dias. Los médicos le hacen la autopsia pero no le encuentran lesion organica alguna. Los oyentes —es Bécquer esta vez quien dice referir la historia en una reunién mundana— se sorprenden —jcs raro!— de aquella muerte sin causa. A lo que Bécquer apostilla —y queda clara la moraleja— con amarga ironia: «{Es natural! ». El tema de la mujer que acarrea con su belleza la destruccién del hombre retorna una vez més en Ia leyenda Los ojos verdes (diciembre del 61). Bécquer utiliza nombres de Soria o sus alrededores, pero en realidad ja accion transcurre en un lugar ideal y se basa en el tema antiquisimo de la ondina que seduce a un joven. Fernando, persiguiendo a un ciervo que ha herido con su venablo, se adentra por una espesura hasta Hegar a la fuente de Jos dlamos «en cuyas aguas habita ef espiritu del mals, segin Je avisa su montero, insténdole a retroceder, Pero a partir de ese dfa cam. bia su cardcter, anda mustio y sombrio y sélo desea la soledad; dia tras dia torna a la fuente porque junto a sus aguas ha visto brillar los ojos de una mujer, cual los que toda su vida habia sofiado en encontrar. Al fin, un dia, halla junto a la fuente a la mujer que habia creido un suefio, «hermosa sobre toda ponderacién», con los ojos que ét tenfa grabados en su mente, «unos ujos de un color imposible», por cuya sola mirada se siente dis- puesto a dar la vida, La misteriosa mujer le ofrece su amor y enlazindole con sus hrazos le arrastra hasta cl abismo. La descripcién de la fuente y del paisaje que la rodea cuenta entre las mas bellas paginas de Bécquer; es una de esas descripciones que, como dice Garcia-Vifié® con justo entusiasmo, «parecen pintadas con colores trans- parentes, sobre un lienzo de cristal, sobre un jirén de nubes o sobre el mismo aire inflamado del crepisculo». Pero Lus ojas verdes tiene otras muchas resonancias: una, la significacién simbélica, ya aludida, de la belleza femenina que acarrea la perdicién del hombre; otra, tanto o mas ahincada en el espiritu de Bécquer, la de la mujer ideal, creacién subjetiva de su imaginacion, suefo de su alma y de su carne, ficeién imposible, pero hacia Ia cual se siente arrastrado, tmica a la que ama, meta de su ansiedad y sus aspiracioncs, preferida a todas las mujeres reales de la tierra. Bécquer, como veremos luego, expresé este mismo pensamiento en varias de sus Rimas, pero recordemos al menos, de momento, Ia XJ, en Ia cual rechaza a las dos ® Mundo y trasmundo.., cit., pag. 181 La evolucion de ta lirica romdntica 79 mujeres que sc le ofrecen como corpéreas y materiales, y llama a la que es sélo un suefio, incorpérea e intangible, «vano fantasma de niebla y luz... Unos dias después de Los ojos verdes se publicé, también en El Con- tempordneo, Maese Pérez el organista, que ¢) autor localiza en Sevilla, en una época que corresponde con més 0 menos precisién al siglo xvi. Es et relato de un organista ciego, de sensibilidad excepcional, cuyo espiritu, des- pués de su muerte, regresa para tocar el érgano, que nadie después de él habia podido hacer sonar de idéntica manera. En Ia leyenda se cruzan dos planos: uno de tipo costumbrista, coloquial, a cargo de una mujer del pueblo que refiere los sucesos maravillosos, y otro literario, de la mano del propio autor, que en admirables paginas describe el prodigio musical de Maese Pérez y nos introduce en el clima de misterio y de prodigio sobrenatural que constituye el peculiar encanto de esta le- yenda. A mediados de febrero de 1862 se publics El rayo de luna, una de las més notables leyendas becquerianas. Es el suefio del ideal, de la mujer ideal, Manrique, el protagonista, es la proyeccidn del propio escritor, que se describe en aquél en la misma forma, casi con las mismas palabras, con que se habia desnudado en repetidas confesiones intimas y en muchas de sus Rimas. Manrique, como Bécquer, ama 1a soledad «porque en su seno, dando rienda suelta a su imaginacién, forjaba un mundo fantéstico, habita- do por extrafias creaciones, hijas de sus delirios y sus ensuefios de poe- ta», «Creia que en el fondo de las ondas del rfo, entre los musgos de la fuente y sobre los vapores del lago vivian unas mujeres misteriosas, hadas, silfides u ondinas, que exhalaban lamentos y suspiros 0 cantaban y se refan en el mondtono rumor del agua, rumor que ofa en silencio, intentando tra- ducirlo, / En las nubes, cn el aire, en el fondo de los bosques, en las grietas de las peiias, imaginaba percibir formas o escuchar sonidos misteriosos, formas de seres sobrenaturaics, palabras ininteligibles que no podia com: prenders ®, Manrique que vive, pues, de ensuefios, olvidado del tiempo, que crea y cree en Io que imagina, se enamora de una figura de mujer, que é! mismo ha forjado, y que resulta ser un rayo de luna; un rayo de Tuna que busca desesperadamente y que, como todo ideal, cs inasible. «Por via simbélica —ice Garcia-Viié—, lo que Gustavo Adolfo expresa a través de sus perso- najes y de las peripecias existenciales e ideales en que éstos sc ven envuel- "© Cfr., J. Gulsoy, «La fuente comin de Los ojos verdes y E} rayo de luna de Gus. tavo Adolfo Bécquers, en Bulletin of Hispanic Studies, XLIV, 1967, pags. 96-104. 1 Edicién Diaz-Plaja, cit., pag. 478. m2 Ydem, id., pag. 479. 780 Historia de ta literatura espajiola tos es su ascesis constante hacia un ideal, su incansable busqueda, su fra- caso estrepitoso, su lucha por desasirse de ‘este armaz6n de huesos y pelies jo’, su creencia en una realidad trasmundana, en la primacia de lo espi- vituale #8, Creed en Dios, publicada en los tiltimos dias de febrero del 62, no es, quiza, de las leyendas mas populares de Bécquer, pero es, en cambio, de las que ha merecido mas conercta atencién de los criticos, aunque mas en relacién con sus posibles fuentes ™ que por su mérito literario, con ser ste mucho, Parece ser que la leyenda formaba parte de un amplio pro- yecto literario, un poema grandioso que habia de titularse El suefto de los sigios, pero la publicacién de La leyenda de los siglos, de Victor Hugo, que contenfa alguna de sus caracteristicas, hizo desistir a Bécquer ™. Creed en Dios repite el tema del cazador matdito, que habia conocido en la titeratura europea diversas versiones. Cuenta Ia historia del conde Teubuldy de Montagut, bardn de Fortcastell, en el Pirineo oriental, hombre impfo y cruel, que comete todo género de fechorfas. Un dia, yendo de caza, se guarece de la Iuvia dentro de una iglesia con todos sus criados, perros y gerifaltes, y cuando el sacerdote Ie recrimina, le amenaza con darle caza como si fuera un jabali. Un jabali real aparece entonces y el caballero se Janaa en su persecucién; consigue herirlo, pero sui caballo cae al fin muerto de cansancio. Surge en aquel momento, de entre la espesura, un paje que trae de Ia brida «un corcel negro como 1a noche». Montagut lo monta y emprende un frenético galope, pero a poco el caballo se levanta de la tierra y corre durante tiempo indefinido por los espacios, cruzando regiones fan- tasticas, hasta que iega al Empireo, en donde cae a los pies del Sefior como un Angel rebelde. Cuando despierta de su vision, el caballero se encuentra en el misme sitio en que habia herido al jabali; regresa a su castillo, pero nadie lo reconoce: ha transcurrido un siglo, y su castillo es ahora un mo- nasterio. Teobaldo solicita ser admitido cn él para hacer penitencia de sus pecados. 1 Mundo y trasmundo..., cit., pag. 198. Cfr., Manuela Cubero Sanz, «La mujer en las Leyendas de Bécquers, en Revista de Filologia Espafiola, LUI, 1969, pags. 347-370, 14 Cfr., Alexander Haggerty Krappe, «Sur une Légende de Gustavo A. Bécquer (Creed en Dios), on Neophitoiogus, XVII, 1932, pags. 273277. Krappe supone que la leyenda recoge diversos motives procedentes det folklore general europeo, pero que Ie Hegan a Bécquer a través de una fuente literaria: una leyenda de Vseror Hugo. Marfa Rosa Lida de Matkicl nicga, sin embargo, esta atribucién de Krappe en «La leyenda de Réequer Creed en Dios y su presunta fuente francesa», en Comparative Literature, V, 1953, pags. 235-246. MS" Asi Jo refiere en su Semblanza de Bécquer Florencio Moreno Godino. Rica Brown reproduce este pasaje (Décquer, cit., pig. 184), que reproducimos por nuestra parte, pues se trata de un texto muy interesante y dificilmente ascquible: «Bécquer --dice Moreno— tenia proyectado escribir un pocma grandioso, especie de Diablo Mun- do, sin diablo, porque éste sélo intervenia al final, para ser redimido; idea que poste La evolucién de ta tirica roméntica 781 Para Garcia-Viio la prosa de Creed on Dios representa una de las cimas. mas ultas alcanzadas por el autor, asi como la visién césmica que se des- pliega en Ia cabalgada de Montagut «reciama —dice— casi una actitud de tipo mistico» "™, El aderezo de esmeratdas (marzo del 62), que es un relato deliciose, no suele contarse entre las leyendas porque sucede, 0 mejor dicho, se imagina en el Madrid comemporanco de Bécquer y no contiene ningun elemento sobrenatural. Pero si nu es leyenda en ese sentido, digamos ortodoxo, lo es en cuanto producto de la fantasia y en no ser mas que un imposible sofado, Esta vex es un amigo quien refiere a Bécquer la anécdota, pero claro esté que es el propio Bécquer quien la vive —Ia vive realmente— on su imagi- nacién. Un bohemio sin blanca aye a una mujer hermosisima ponderar la belleza de un adorno de esmeraldas de clevadisimo precio que se exhibe en un escaparate. Le obsesiona desde entonces el desco de regalérsclo en secreto a la hermosa sin mas propésite que darle ese placer. Escribe un libro, consigue un poco de dinero, se lo juega, y yana la fortuna necesaria para adquitir el aderezo. Y por medio de una sirvienta consigue hacerlo Ticgar al tocador de Ja mujer. La vista del collar despierta la maledicencia, y el bohemio desafia y mata a un detractor; pero queda herido... y un dia ve entrar cn su cuarto, para atenderlo, a la dama del regalo, Cuando el oyente del relato esté a punto de caer redondo de asombro, el bohemio confiesa que se trata de una fantasia. ¢No esté aqui Bécquer de cuerpo entero viviende en suefios, pero con la intensidad de cosa sucedida, lo que le negaba la realidad? El Miserere es una de las mas notables, y caracteristicas, leyendas de nuestro autor. Asegura Bécquer que se basa en una tradicién local de la riormente se le ocurriG también a Victor Hugo. Pero para realizar la idea de esta epopeya hubiera sido preciso que se compenctraran Bécquer y Zorrilla; aquél con su profundo y maduro pensamiento, y éste con su briflanter y actividad incansable. Bra tr poema que debia titularse El suciio de siglos 0 una cosa parecida, semejante al que despues dio a lur Victor Hugo con el nombre de La Leyenda de tos siglos; pues habla exttaiia concatenacién entre las ideas de los dos poetas cspafiol y francés. ere diferi tn el pensamiento generador: Victor Hugo narra los acontecimientos de los siglos, ¥ Becquer queria expresar la impresin que producirian en un hombre de alta inteli- gencia que los presenciara, El humnbre del pocma de Décqucr estaba dotude de Ta Facultad de dormir todo el tiempo que quisiera y desperiarse a su voluntad. Tenfa nna gruta en la més alta cima del Himalaya, donde no Hegan mi las dguilas, y deeper. faba de dos en dos siglos para sentir y comentar la maravillosa Impresién que 'e pro @ucian las wansformaciones de! mundo, asf fisicas como morales, y los falsos relatos historicos, Beequer pretendié que la publicacién del pocma francés le habla uesalen- tado, pero bien puede asegurarse auc aun cuando hubiesc vivido largos aos ng hu- bicra terminado su colosal concepeién: era muy colosal, no para la capacidad, pero si para la pereza de Bécquers. 0s Mundo y trasmundo..., eit,, pag. 62 82 Historia de ta literatura esparola Abadia de Fitero, que visité un par de veces con ocasién de tomar Ios bafios. Andaba —dice— revolviendo vohimenes de ta abandonada biblioteca, cuan- do dio con unos cuadernos de misica que contenfan un Miserere. Unos sig- nos extraiios le movieron a preguntar, y un viejo acompafiante le refirié 1a historia, En la cual hay una leyenda dentro de otra leyenda, segiin sabemos ya que es frecuente en Bécquer. Un misico, que en su juventud habia hecho de su arte «un arma pode- rosa de seduccién, desea en su vejez redimir sus culpas componiendo un Miserere «tal y tan maravilloso, que no hayan ofdo otro semejante los na- cldos; tal y tan desgarrador, que al escuchar ef primer acorde los arcdngeles dirdn conmigo, cubicrtos los ojos de légrimas y dirigiéndose al Sefor: iMiserteordia!, y el Sefior la tendré de su propia criaturay ", BL mis dice haber escuchado todos los misereres existentes, sin que ninguno le haya podido inspirar. Es entonces cuando un rabadan que asiste al didlogo le da noticia de un Miserere que nunca habra oldo, el Miserere de la Mon- Tana, que es el asunto de la segunda leyenda. Siglos atras hubo en aquellos montes un monasierio, que edificé un sefior «con los bienes que habia de legar a su hijo, al cual desheredé al morir, en pena de sus maidades», E} hijo —estamos de nuevo ante el caso del «mal caballero»— con un puado de bandoleros incendié el monasteria y asesind a todos los monjes en el momento en que éstos habian comenzado el canto del Miserere. Pero los monjes, en la noche del Jueves Santo, vuelven todos los afios para entonar el interrumpido salmo penitencial. Es Jueves Santo, precisamente, y el mu- sico peregrino sale hacia la montaiia para escuchar la maravilla referida por el rabadén. Y los monjes aparecen, en efecto, cantando el Miserere, por entre las ruinas del monasterio, que se recompone milagrosamente a su vez. El misico regresa a Fitero y pide asilo hasta que consiga escribir la mtisica que ha oido; compone la mitad del Salmo pero es incapaz de proscguir, enloquece y muere sin concluirlo, dejando sélo los cuadernos que el escri- tor habia visto en la biblioteca. Es cierto, como apunta Garcia-Vifié ™, que en El Miserere se rednen todos los grandes temas becquerianos; excepto el amor, sélo aludido. Pero lu que aqui sobresale, posiblemente, es su pasién por la mtisica, que, aun- que Bécquer no conocia en forma técnica, constitufa uno de sus mayores entusiasmos. Traducir la musica a poesia, expresar su fascinacién en tér- minos literarios, es un prodigio que logra Bécquer repetidas veces, pero en ninguna como en ciertos momentos de El Miserere. También ahora es ma- gistral su arte para hacer palpable lo imposible y dar cuerpo a una atmés- fera de misterio irrealidad, Dirfase que Bécquer puede hacer tan visibles los suefios porque, para él, «los suefios son realidades, Cuenta con ellos, iW Edicién Diaz-Plaja, cit, nage. 511-512 i Mundo y trasmundo..., cit., pag. 40. La evolucién de ta lirica romantica 783 pero sabe perfectamente que son ‘otras realidades’, y que no para todos los que le rodean Jo son igualmente. Fl se sabe, y en muchas ocasiones lo dice, distinto, ‘extravagante’ —es la palabra que cmplca—, habitante de ese mundo, ‘huésped de las nicblas’, testigo posible de prodigios como de esie Miserere de ia Montatia» ™. También de Tres jechus (junio del 62) se ha discutido si es propiamente una leyenda o mas bien un esbozo autobiografico, ya que el autor hace de si mismo un personaje; pero es evidente que guarda estrecho paren tesco con la atmésfera de irrealidad de sus leyendas més genuinas. Béc- quer, protagonista aqui, es hermano gemelo, como dice Gareia-Vii ™, del Manrique de Ef rayo de luna, que busca también, como éste, una som bra femenina inalcanzable, un ideal que sabe una ilusién, pero que, al mis- mo tiempo, es mas real para él que las mujeres de carne y hueso. Garcia- Viii6 trac a cuento oportunamente aquellas palabras del propio Bécquer en su Introduccion sinfénica: «Me cuesta trabajo saber qué cosas he sofiado y cuales me han sucedido: mis afectos se reparten entre fantasmas de la ima- ginacion y personajes reales; mi memoria clasifica revucltos nombres y fechas de mujeres y dias que han muerto o han pasado con los dfas y mu jeres que no han existido sino en mi mente»; palabras que, casi iguales, repite en otras muchas partes y en varias de sus Rimus, y que describen tan certeramente Ja vida imaginativa en que vivia inmerso el escritor. En Tres fechas recoge tres momentos de diversas estancias suyas en Toledo, cn cada uno de los cuales tuvo el atisbo de la presencia de una mujer en forma misteriosa, Podemos preguntarnos si fueron vividos 0 sofiados aque- los sucesos: «A efectos no sdlo estéticos —responde Garcfa-Viié— sino incluso autobiograficos, tenemos que decir que da lo mismo. Y de todas formas, aun decidiéndonos, como parece ser la creencia comin, por el ca- racter real de los acontecimientos, queda el cardcter ideal del nexo de union con que nos los presenta; nexe que no sélo constituye el cenit de la confe- sin intima que estas paginas representan, sino que también tiene ta virtud de elevar a la enésima potencia el cardcter estético de la que en otras ma- nos podrfa haber quedado en unos simples apuntes autobiogréficos» ™. En El Cristo de la calavera (leyenda toledana) —julio del 62—, Bécquer yetorna al tema de Ja mujer fatal que acarrea la perdicin de sus anantes; aunque esta vez parece que el autor destruye el maleficlo con una burla final que, si no una venganza, delata al menos un desahogo. Dos caballeros, 1 Idem, id., pags. 48-49. 40 Idem, id., pag. 132. 1 tdem, fd, pag. 133. Véase el delicioso comentario de Rafael Montesinos —.Dos muchachas toledanas», en Bécquer. Biografia e imagen, cit., pags. 455t— sobre esta leyenda y su posible relacién con las Rimas LXX, LXXIV y XII. 784 Historia de ta literatura espanola ivales en el amor de una mujer, van a batirse por ella en un rincén de Toledo iluminado tan sélo por el farolillo del Cristo. Pero, milagrosamente, el farolillo se apaga cada ver. que intentan cruzar los aceros; hasta que al fin, viendo en ello la vor del cielo, desisten de la lucha. Al dia siguiente, cuando van a partir para la guerra —la accién tiene lugar vagamente du- rante la Reconquista— sorprenden a la dama despidiéndose amorosamente de otro galén y ambos estallan en una estruendosa carcajada, Es de notar en esta leyenda la descripcién de las calles de Toledo y, sobre todo, la del sarao en un saldén de palacio la noche antes de la partida, descripcién —esta ultima— particularmente notable por sus valores plasticos y pic- toricos 42, La Venta de los Gatos —finales de noviembre del 62— le fue inspirada a Bécquer por un cantar andaluz, aunque también probablemente recoge en ella recuerdos personales. Como en otros casos, ya mencionados, puede ‘Aiscutirse el calificativo de ', GCarcia-Vifié ha rounido on un bello capitulo, que titula Los fantasmas de piedra, diversos lugares becquerianos en que la obra de arte plistico, particularmente escultérica, ejerce su peculiar fascinacién sobre el escri- tor. En La ntujer de piedra no se trata, como en los otros casos citados, de Ja estatua de una tumba, sino de una figura de mujer extrafiamente situada en la parte exterior de un dbside, entre angeles, patriarcas, evange- listas y apéstoles, Mas, como observa Garcia-Vifié ", en todos ellos lo que preocupa a Bécquer no cs la mucrte, sino la vida, «una forma especial de vida producto del arte»; «debajo de aquel granito —dice Bécquer en La mujer de piedra— circulaba como un fiuido sutil un espiritu que le pres- taba aquella vida incomprensibles; «Yo no creo —afirma el capitan francés de Ja leyenda con palabras que pod{a decir el mismo Bécquer— que esas estatuas son un pedaze de marmol tan inerte hoy como el dia en que lo arrancaron de la cantera. Indudablemente, el artista, que es casi un dios, le da a su obra un soplo de vida que no logra hacer que ande y se mueva, pero que le infunde una vida incomprensible y extrafia, vida que yo no me explico bien, pero que la siento...» #8, «Son seres de otro mundo —comenta Garcia-Vifié, aludiendo a diversos pasajes becquerianos—, el mundo del arte, capaces de levantarse a la voz de la campana; sentir indignacién ante tas profanaciones y echar mano de sus espadas; bajar de sus nichos para celebrar de nuevo sus triunfos; susurrar palabras y aun encarnar un ideal, una mujer ideal, capaz de despertar el ms grande, trdgico, inextinguible amor». La estatua de la iglesia toledana enamora al oficial francés —en- tiéndase a Bécquer, por supuesto— porque contiene ese ideal inasequible 1% Bécquer traticionalista, cit., pag. 89. 4 Berenguer Carisomo —La prosa de Bécquer, cit., pag. 4, nota 79— informa de que el manuscrito de esta Rima se conserva en el Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires; su dibujo fue reproducido en la edicién de las Rimas de «Pleamars, Buenos Aires, 194. Lo reproduce también Rafacl Montesinos en Bécquer. Biografia © imagen, cit, pag. 197. IM Bécquer tradicionatista, cit., pags. 9091. 1 Mundo y trasmundo...y cit., pig. (20. 1 Edicién Diaz-Plaja, cit, pag. 625. 1M Mundo y trasmundo.... cit., pigs. 127128. La evolucién de ta lirica romdntica 71 que nunca ha conseguido encontrar en las mujeres reales, pero que descu- bre en la mujer de piedra y en la estatua yacente de la Rima. Las palabras del oficial son preciosisimas para definir ia peculiar mentalidad becque- riana: «—jMiradla!... jMiradla!... ¢No veis esos cambiantes rojos de sus carnes mérbidas y transparentes?,.. ¢No parece que por debajo de esa ligera epidermis azulada y suave de alabastro circula un fluido de luz de color de rosa?... ¢Queréis mas vida?... ¢Queréis mas realidad?... —jOh, si, seguramente! —dijo uno de los que lo escuchaban—. Quisiéramos que fue- se de carne y hueso. —jCarne y hucso!... {Miseria, podredumbre! ... —ex- clamé cl capitan—. Yo he sentido en una orgia arder mis labios y mi cabeza. Yo he sentido este fuego que corre por las venas, hirviente como la lava de un volcan, cuyos vapores caliginosos turban y trastornan el cerebro y ha- cen ver visiones extrafias. Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de mi con disgusto, con horrar, hasta con asco, porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve... Nieve tefiida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol... Una mu- jer blanca, hermosa y fria, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantastica hermosura, que parece que oscila al compas de fa Hama y me provoca entreabriendo sus labios y ofreciéndome un tesoro de amor... jOh, sit... Un beso... sélo un beso tuyo podrd calmar el ardor que me consume» %, A 1864 pertenece La rosa de pasion (24 de marzo), Gnica de este afio y la Ultima de las leyendas que publica Bécquer. Se subtityla «Leyenda religio. sa» y refiere la historia de una bellisima judfa, enamorada de un cristiano, que es crucificada por su padre la noche del Viernes Santo; el sacrificio estaba dispuesto para el amante, pero Sara, la judia, anuncia que la victima, prevenida por ella, no vendra; confiesa que se ha convertido al cristianismo y se ofrece a ser sacrificada en lugar del cristiano que esperan. Del sepulero de Sara nace la «pasionariay 0 «rosa de pasién», en la cual se ven figurados los atributos de la pasion de Cristo. Benitez nos recuerda'* que se trata de un asunto de amplia difusion en la tradicién europea y especialmente en Ia espaficla. Bécquer, no obs. tante, altera estas tradiciones, haciendo que la victima de la crucifixion no sea un cristiano, sino la propia hija del judio, En cuanto a la metamortosis de la joven en flor, bastante repetida en ¢l mundo de los «milagros cristi nos», Bécquer pudo tener un antecedente literario en la leyenda de Zorrilla, La Pasionaria, aunque cn este caso la metamorfosis de una joven en cata misma flor precisamente tenga causas distintas, BS Edicién Diaz-Plaja, cit., pags. 625.626. 136 Récquer tradicionalista, cit., pags. 181-182. 792 Historia de Ia literatura espanola Garcia-Viié pondera " La rosa de pasion por la «magnifica etopeya del judios, la descripcién de ambiente y la propiedad del didlogo, que valora «como uno de los mas frescos, jugosos y cargados de matices, si no el que mis, que salieron de la pluma de Bécquer». Pero, sin 4nimo de rebajar aqui los asiertos del escritor, disentimos un tanto por esta vez de los entusias- mos del critico. Consideramos mas justa la opinion de Benitez "™ que estima El Cristo de la calavera y La rosa de pasion como las leyendas de Bécquer de menor calidad literaria, y supone escrita esta wltima para cumplir com- promisos de publicacién, aunque destaca Ja delicada figura de Sara, pin. tada fclizmente con unos poces trazos. Un aspecto, no obstante, nos parece mas discutible, Sugiere Benitez que el antisemitismo de La rosa de pasién no puede explicarse tan sélo por razones literarias; y sostiene que Ia elec- cion de semejante asunto —aunque reproduzca una vez mas el mundo de la Edad Media—, en pleno siglo xtx y en momentos de violenta represion contra los liberales, implicaba también un compromiso ideol6gico; de don- de deduce que xel antisemitismo de Bécquer es un aspecto mas de su tradicionalismo catélico» ™. La deduccién de Benitez quizd sea excesiva: Bécquer, puesto a escribir una leyenda por compromisos editoriales y bus- cando un asunto, como apunta el propio Benitez, «de accptacién inmedia- ta», dificilmente podia evadirse de Ja interpretacién tradicional del judio, que atin estaba en vigor dentro del mundo literario; si semejantes conven- cionalismos hubieran sido ya impropios del historiador, eran casi insalva- bles para el autor de una Icyenda situada en el marco del Toledo medieval. Por otra parte, claro esta que si la ideologia de Bécquer hubiera sido basi camente distinta, hubiera dado de lado a semejante tema ™. La descripcién de Jos asuntos de las leyendas becquerianas, en la que hemos tenido que demorarnos inevitablemente, ha podido persuadir al lec- tor de que se dan en ellas los caracteres romdnticos més genuinos, que podemos leer, por ejemplo, en la enumeracién de Garcta-Vifié: «melanco- lia, pesimismo, tristeza; aficién a lo vago e indefinido, a Io informe e inco- herente, a la fantasia y el ensuefio; marcada tendencia a lo sobrenatural y a evadirse del presente y del pasado inmediato; medievalismo; pasién, melan- colia y subjetivismo; soledad; apego a todo lo que sea del pueblo y de la tierra; a todo lo que sea sencillo, aunque también tosco ¢ ingenuo; amor a Ja Kibertad y a la independencia; aficién a los cementerios, las ruinas y la velleza que sc marchita; al tema del amor desenfrenado y omnipotente» "!. 137 Mundo y trasmundo..., cit., pags. 232 y sigs. 1 Bécquer tradicionalista, cit., pag. 182. 18 fdem, id, pég. 183. 1 Cfr., Rafael Cansinos Asséns, «La Rosa de Pasién de Bécquer», en Los judios en ta titeratura espufuta, Bucnos Aires, 1937, pags. 53462. 4 Mundo y trasmundo,.., cit., pags. 5354 x3 NN La evolucion de ta lirica romdntica 793 Rasgos todos que podrian definir por igual a las leyendas innumerables que inspiré la moda romantica. Por otra parte, son bien conocidas las concami- tancias entre las leyendas de Bécquer y otras diversas formas de literatura imaginativa. Seguin Benitez "?, participan de las caracteristicas del relato folklérico al modo de los imitadores de Fernén Caballero, de la leyenda fantdstica zorrillesca y del cuento moderno basado en Ia creacién de una atmésfera, al modo popularizado por las obras de Tieck, Hoffmann y Poe; y conocida es también Ja huella de Espronceda en el tratamiento de lo misterioso y terrorifico. Con todo, ningtin escritor en nuestra lengua se acercd, ni aun remota- mente, a la perfeccién de Bécquer. Recordemos los juicios, que arriba di- mos, de Baquero Goyanes, para quien el género alcanza en manos de Béc- quer cl maximo logro, y cl de Cernuda que le otorga la condicién de creador del poema en prosa. Pero tales excclencias necesitan ser concre- tadas. El propio Benitez, cn unas bellas paginas finales de su estudio, resu- me las razones de la superioridad becqueriana: «Como todo escritor autén- tico —dice—, Bécquer supera el denominador comin de los relatos legen- darios de su tiempo a fuerza de talento expresivo. Los asuntos mas comu- nes encubren en él una tematica de humana permanencia: Ja felicidad inasible, las consecuencias de la pasion desbordada, tos limites entre la posibilidad humana y el ansia de infinitud. No importan tanto los argu- imentos como la captacién de un mensaje, Leer sus leyendas es acompafiar al narrador en una aventura espiritual misieriosa» ®, Cuantos han estudiado con alguna detencién las leyendas de Bécquer, han puesto de relieve su capacidad para captar y describir lo maravilloso, Jo que esté mas allé y por encima de la realidad, los misterios que la raz6n no puede comprender, las extrafias conexiones entre lo visible y to descono- cido. José Luis Varela ha escrito un hermoso ensayo para explicar la génesis, y funcionamiento de esa preferencia de Bécquer por el misterio y lo im- palpable, en el que quisi¢ramos detenernos, aunquc no es posible seguirlo aqui en detalle ni mucho menos reproducir los pasajes del propio Bécquer sobre los que ejemplifica su exposicion. Segun Varela, lo real y natural equivale para Bécquer a monctono y precario; la realizacidn artistica ha de superar esa circunstancia sensible merced a lo sobrenatural, misterioso y extraordinario, a lo que se aleja de la existencia vulgar y cotidiana y nos reintegra a otra verdadera, originaria y superior. El mundo estético de Béc- quer —dice Varela *— se insorta en el idealismo postfichteano, primer gran combate contra el racionalismo, seguido Iuego por Ja valoracion del inconsciente, creaciones todas orientadas hacia e] descubrimiento de «la “2 Bécquer tradicionalista, cit., pag. 196. 5 tdem, id., pag. 197. “4 ¢Mundo onirico y transfiguracién...», cit, pag. 149 1S dem, fd., pég. 151 794 Historia de ta literatura espanota otra realidad», en las cuales, dentro del romanticismo alemén, colaboraron indistintamente fildsofos, escritores y cientificos: «En general y muy suma- riamente cabe afirmar que pensadores, artistas y naturalistas laboraron con juntamente dentro de un panteismo ya conocido por la Europa renacentista {Keplero, Bruno, Paracelso): el universo es para ellos un alma viviente donde una identidad esencial reine a todos los seres bajo Ja gran cupula del Todo» ™, Esa unidad pantefsta de espiritu y naturaleza habia sido rota, sin embargo, por la razén «y era preciso restaurarla mediante el incons- ciente, sentido divino que alienta en el hombre y admirablemente activo en sus suciios. Por los sucfios recupera el hombre sus origenes; se reconcilia, en una palabra, con la Naturaleza», Bécquer —sigue explicando Varela "— participa de esa general actitud antirracionalista, despierta y anima a los espiritus dormidos en la naturaleza, sugiere la existencia de una verdad oculta en un mundo natural, que es cl mismo del hombre, y procura me- diante el suefio la reintegracién de sus criaturas a esa existencia originaria y verdadera que la razdn oculta: la naturaleza esta poblada de espititus elocuentes, que reclaman Ia incorporacién del hombre para recuperarto e integrarlo fatalmente en una existencia oculta y més intensa, en la que la raz6n, salvoconducto para lo cotidiano, caduca» "*, La noche es el adecuado momento para las transformaciones maravillosas: en cl hombre, mediante el suefio; en la naturaleza, mediante el despertar de los espiritus. Para Béc- quer —dice bellamente Varela ®— los suefios son el espiritu de Ja realidad, aunque bajo formas de mentira. Jorge Guillén, que ha estudiado también los puntos de contacto de Bécquer con los idealistas alemanes ™, reproduce algunos pasajes de éstos que podrian haber salido de la pluma de nuestro escritor. Decla Jean Paul: «La vigilia es la prosa, el suefio es Ja aérea poesia de la existencia, y la locura es la prosa poética»'!; y Novalis: «Estamos mas estrechamente ligados a lo invisible que a lo visible... Realmente, el mundo espiritual esté ya abierto para nosotros, ya es visible. Si cobrasemos de repente la elasti- cidad necesaria, veriamos que estamos en medio de ese mundo» "; y Hél- derlin: «El hombre es un dios cuando suefia, un pordiosero cuando refle- xiona»™, «Y ya estamos con Bécquer —escribe Guillén, después de repro- ducir otros diversos textos de idéntica sustancia—. Culminacién de la poe- sia sentimental y fantéstica de mediados del siglo xix, aquel exquisito y 1% Mundo onirico y transfiguracién...», cit., pags. 152-133, ut fdem, id., pig. 155. M8 fem, td. 1 Idem, fd., pag. 158. 150 Jorge Guillén, «Lenguaje insuficiente. Bécquer 0 Io incfable sofiados, en Lengua- ie » poesia, Madrid, 1969, pags. 113-114. ist En idem, id., pag, 114. 182 Idem, id. 18 fdem, fd. La evolucién de la lirica romdntica 795 profundo Gustave Adolfo es el espafiol que asume del modo més auténtico el papel de poeta visionariv. ‘Cuando la materia duerme, el espiritu vela,’ Alli, en el espfritu del durmiente surgiré 1a ‘visién magnifica, profética y real en su fondo, vana sélo en la forma’s Quiz4 lo dicho sea suficiente para explicar ese mundo peculiar de las leyendas de Bécquer con la constante presencia tangible del més alld, de una realidad trasmundana que opera y se confunde con Ia vida real, con la consecuencia de que la realidad vivida y Ia sofiada no tenga fronteras en su universo poético. Certeramente dice Benitez" que cada leyenda de Béc- quer esté planteada como Ja lucha entre unos espfritus que no creen en nada y otros que castigan diabélicamente csa incredulidad. Debemos todavia hacer siquiera mencién de un estudio que apenas ha sido considerado, el de Henry Charles Turk, pero que aporta datos de interés sobre posibles influjos germanicos en las Leyendas becquerianas. EL influjo germénico en la lirica de Bécquer ha sido ubjeto de amplisima y discutida atencién, como veremos en paginas siguientes. Lineas més arri- ba hemos visto las referencias de Jorge Guillén a los puntos de contacto de Bécquer con los idealistas alemanes; pero estas alusiones, aunque las hemos aducido a propésito de las Leyendas, apuntan realmente a la con- cepcién global de su mundo poético. En cambio, sobre el posible germa- nismo de las Leyendas en particular no creemos que exista otro andlisis que el referido. Turk sefiala que Ia difusién de Ja literatura alemana en Espaiia durante los afios de formacién de Bécquer fue mucho mayor de To que suele cominmente admitirse, teniendo en cuenta ademas el conoci- miento que de ella podia adquirirse por medio de las traducciones france- sas y casi més atin a través de las revistas literarias del pais vecino, con las cuales estaban familiarizados nuestros escritores, Turk examina el repe- tido uso que fa literatura romantica alemana, desde Novalis hasta Tieck y Hoffmann, hace de motivos fantasticos como las sirenas, los espiritus de las aguas, los gnomos, rayos de luna, metamorfosis de animales y seres 4 fdem, fd., pag. 116. 18 Bécquer tradicionalista, cit., pag. 198, 1% Henry Charles Turk, German Romanticism in Gustavo Adolfo Bécquer's Short Stories, Lawrence, Kansas, 1959. Rubén Benitez no lo incluye en su Bibtiografia, cit., pero lo acoge en nota (pag. 107, nota 48) en su Bécquer tradicionalista, cit., aunque dando tan sélo su titulo y escuela nocion del contenido. José Luis Varela lo menciona en su «Mundo onirico y transfiguracién...», cit, también en nota (pag. 151, nota 2), con cierta extensién y haciendo constar que es, por cl momento, «la més completa aporta- cién general al temas, pero lo deja al margen de su propio estudio. El trabajo de Turk, aunque valioso, cs, sin embargo, un primer asedio al problema, un punto de partida, segdn el mismo autor reconoce. Se trata, en realidad, de una tesis de Licen- ciatura —lo que nosotros Hamariamos una «tesinar~, de s6lo 70 paginas impresas, aun- que muy notable para lal ubielo. Su probable tirada en corto niimero de ejemplares explica, quizd, su escasa difusion, evidentemente desproporcionada con su valor real, 796 Historia de ia literatura espatiola humanos, ete; asimismo recuerda la conocida concepcién panteista de la naturaleza, tan peculiar del pensamiento romantico aleman, a la que se debe la intima relaci6n ¢ incluso Ja mistica identificacién entre la naturale- za y el hombre, y, como consecuencia, la frecuente descripcién o evocacién de aquélla en términos antropomérficos y en un plano de fantasfa que parece tan natural como la misma realidad cotidiana. Sobre esta base, Turk investiga los dos aspectos del problema: la mencionada semejanza general existente entre las Leyendas y la literatura romantica alemana, y las fuentes especificas de Leyendas concretas. Entre éstas examina con mayor detalle Los ojos verdes, La corza blanca, La rosa de pasidn, El rayo de tuna y El Miserere, pero seiiala también menores puntos de contacto en otras varias Leyendus, ¢ incluso en escritos de distinto género, como La noche de difuntos y La pereza. Turk concluye que Bécquer absurbié el influjo del romanticismo ale- man porque se avenfa con sus propias inclinaciones; sus Leyendas revelan un amplio fondo de literatura germana, y en ello precisamente se dife- rencia de los restantes romanticos espafioles. Nu obstante, aunque traspor- t6 a nuestra lengua la mentalidad filosdfica alemana y en su fusion del hombre con la Naturaleza y sus fuerzas misteriosas —fuesen buenas o dia- bolicas-- reflejé el monismo panteista de aquélla, no to hizo como pen- sador, sino como esteta, como un artista que encontré en aquella menta- Tidad la belleza que le seducia y armonizaba con su espiritu. Creemes que el estudio de Turk abre un ancho campo de investigacién, que, después de él, apenas ha sido cultivado, aunque parécenos que el tema puede scr propicio a la controversia. Robert Pageard, en un importante y bien conocido articulo sobre el «germanismo» de Bécquer, dedica las paginas finales a comentar la posible relacion entre las Leyendas de Béc- quer y el cuento roméntico alemin. El articulo de Pageard es anterior a la tesis de Turk, pero crecmos indispensable resumir la opinién del gran ecquerista francés. Las Leyendas de Bécquer —escribe Pageard— son pre- sentadas con extrema simplicidad; nada hay en cllas de las contorsiones, de la acumulacién de peripecias, de la accin exuberante tan estimadas por los romanticos alemanes, de todo lo cual representa Hoffmann un caso Imite. Se trata, por el contrario, de describir un estado de cspiritu, de evocar una atmésfera, y el lector es trasportado a un mundo en donde cl arte es lo primero. La poesia personal que envuelve el relato del cronista © la conseja popular se opone radicalmente al espiritu objetivo, casi siem- pre cruel, del cuento o del fied aleman. Bécquer cuenta la historia de luga- res que le son queridos: viejos castillos perdidos en tas tristes y solitarias montajias de Soria y del Moncayo, 0 antiguos templos y casas de Toledo, Isa Robert Pageard, «Le germanisme de Bécquer», en Aullerin Hispanique, LVI, 1954, pags. 83-109. La evolucién de ta tirica romantica 797 Estas leyendas son Ja obra de un viajero dotado de ardiente imaginacién, ansioso de silencio y de soledad. Pageard examina con cierto pormenor las no escasas semejanzas exis- tentes cntre algunas Leyendas de Bécquer y varios relatos de Hoffmann, y subraya la identidad del tema cemtral en los dos escritores, que es la busca angustiada de la mujer ideal, cuya imposibilidad es igualmente cierta para ambos. Sin embargo, el critic francés sostiene que, pese a todas las afini- dades fundamentales entre Bécquer y los alemanes Heine y Hoffmann, seria excesivo extender la analogia a todo ei movimiento romantico germa- no en general; hay en aquellos tiltimos -~dice— un humor frecuentemente recargado y grave del que Bécquer no hace nunca un instrumento impor- tante para su arte; la ironfa, arma esencial del romanticismo aleman —como se advierte en Tieck, en Hoffmann, en Heine— sefala la diferencia entre ellos y Bécquer. Otro aspecto del romanticismo de éste reside en el rechazo de toda elemento maravilloso de origen pagano. Lo sobrenatural de las Leyendas procede generalmente de creencias populares espafiolas, cristianas por tanto. Los genios alemanes que corresponden a las divinida- des inferiores de ta mitologia grecolatina —elfos, gnomos, espiritu de la tierra—, presentes en los cuentos de Tieck, de Uhland, de Hoffmann, no aparecen sino de forma excepcional en las Leyendas de Bécquer. Las fuen tes del poeta espaftol proceden especialmente del Romancero (La promesa, La cueva de la mora, Creed en Divs}, de la historia local (El Monte de tas Animas, La cruz del diablo, El Cristo de la calavera, El Miserere), 0 de la tradicién oral (Ef beso). Las creencias religiosas del pueblo espafiol se en- cuentran asi en el origen de la mayorfa de las Leyendas. Si éstas —concluye Pageard— deben a la cruzada alemana en favor del Volkstied su redescu- brimiento en Ia Peninsula, es todavia mas importante el constatar que elas forman parte integrante del patrimonio cultural alemn, tan sélo desde que Uhland incorporé muchas de ellas a sus baladas. LAS «CARTAS DESDE MI CELDA* Entre mayo y octubre de 1864 Bécquer publicé en El Contempordneo nueve cartas que titulé Desde mi celda, Fueron escritas en et monasterio de Veruela, a donde Bécquer se retiré por algin tiempo por consejo de los anédicos con el propésito de reponer su delicada salud; la situacion det an- tiguo monasterio cistercionse, en las Iaderas del Moncayo, parecia muy oportuna. Con tales Cartas trataba Bécquer de mantener su obligada cola- boracin en el periddico, pero este pie forzado no fue dbice para la alta calidad de tales escritos. Sostiene Rica Brown ! que en la literatura caste- 157 Béequer, cit., pag. 239. 18 Historia de la literatura espurtola Hana habia un curioso hueco: no habia ensayistas; faltaba un ejemplar espaiiol, equivalente a lo que Montaigne, Bacon, Charles Lamb, Heine, re- presentaban en otras literaturas, y Bécquer Iené este hueco con sus Cartas; con ellas —dice— Espaiia entra en Ia tradicién literaria del ensayo. Pero no estamos seguros de que las Cartas de Bécquer puedan califi- arse de ensayos con demasiada propiedad ni aun dilatando gencrosamente los limites del género. Las Cartas de Bécquer contienen cosas muy diversas, desde la més intima confesién personal hasta Ia leyenda y el cuadro de costumbres, y nos parece muy dificil aplicarles una definicién, Lo mas importante, sin duda, es que, en su conjunto, constituyen unas paginas ina- preciables para penetrar en la personalidad del escritor y en sus ideas sobre el arte y Ia vida. No es posible establecer en cllas una clasificactn; de todos modos, en las cuatro primeras Cartas predomina el elemento auto- biografico aludido; en las cinco restantes la narracién y la descripcién de costumbres locales, La Carta I describe el viaje desde Madrid a Veruela: primero en ferro- carril hasta Tudela, después en diligencia hasta Tarazona, finalmente a lo- mos de una mula hasta el monasterio, Creemos que todo este relato no tiene rival en ninguna pagina de nuestros mas afamados costumbristas; Diaz-Plaja subraya exactamente que la descripcién de algunos tipos, como ¢l regidor pueblerino, los medios de locomocién, las hospederias, estén narrados con una ironja tan cortante como la de Figaro: «No se ha desta- cado bastante —dice— el estupendo periodista que se descubre en el Béc- quer de la Carta I>", Es sorprendente, en efecto, la agudeza de Bécquer para captar y describir primorasamente los més pequerios detalles, siem- pre, sin embargo, profundamente significativos. Junto a esto hay que des- tacar la constante interferencia de las emociones del escritor frente al paisaje o los seres humanos y su impenitente vuelo imaginativo, que le leva a forjar toda una novela a propésito de una bella compaiiera de viaje a la que no se atreve a hablar, sin embargo, en todo el trayecto. La nostalgia de Madrid, con el ajetreo de la vida politica y literaria, y su contraste con el melancélico recogimiento de la soledad de Veruela, desatan los comentarios con que se inicia la Carta IJ. A propésito de FI Contempordneo, que le llega a su retiro todos los dias, hace una descrip- cién de su conexién con el periédico, a la que ya hemos aludido, y de lo mucho que su actividad de periodista significaba para él. Son bellsimas, emotivamente poéticas las descripciones del monasterio y de las tierras colindantes, el relato de sus paseos silenciosos y la alusién a sus constantes imaginaciones con las que pucbla su soledad de seres siempre tan reales 188 PrOlogo 2 la-edicién cit., pag. 0. 300 Historia de la literatura espatiola pocu de Uerra echada con respeie y que no apisonen y pateen los que se- pultan por oficio; un poco de tierra-blanda y floja que no ahogue ni opri- wa; cuatro ortigas, un cardo silvestre y alguna hierba que me cubra con su mano de raices, y, por ultimo, un tapial que sirva para que no aren en aquel sitio ni revuclvan mis huesos. / He aqui, hoy por hoy, todo Je que ambicio- no: ser un comparsa cn la inmensa comedia de la Humanidad y, concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se aperciba siquiera de mi salida» ™, La carta concluye con una desgarradora afirmacién de pesimismo, aun- que Bécquer parece suponer una supervivencia, en un mundo del espiritu, para todo aquello que no encuentra su puesto entre Ia odiosa realidad: «Ello es —dice— que cada dia me voy convenciendo mas que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un stomo aqui! Toda la carta es un desahogo intimo del escritor que yuelca a no poder més su desesperanza como el que deja escapar el contenido de un vase rebosante. Tan séio un hombre de la sensibilidad de Bécquer, acuciado por tal deseo de comunicacién, pudo desnudar de semejante mancra su alma en un escrito dedicado a un periédico. Rica Brown supone ™ que el estado de protunda melancolia que encontramos cn csta carta cs el reflejo del estado de salud de Gustavo, recién salide de una enfermedad y todavia preocupado con Ja muerte (Bécquer, en efecto, aparte su estado de dolencia crénica, habia caido enfermo después de enviar la segunda carta y slo un mes mis tarde reanudé la colaboracién). «La tercera carta —dice Brown— es la més bella y la mas conmovedora de todas. Su tema verdadero es la muerte, la muerte corporal y espiritual, la muerte de la juventud y sus divinos tesoros, Ja ilusién y la fe. Aunque no tenemos noticia exacta de la gravedad de la enfermedad, la tercera carta, con su tono de exaltacién espi- ritual y su ambiente luminoso, responde a un estado de convalecencia en la que el enfermo vuelve a los brazos de la vida después de un viaje inte- riory ©, Diaz-Plaja relaciona “ el estado de animo de la Carta IT con otras situaciones parecidas expresadas en diversas Rimas; asi, la XV —«En mar sin playas, onda sonante...»—, 0 la LXIX: Al brillar un reldmpago nacemos, y atin dura su fulgor cuando morimos. iTan corto es el vivir! La gloria y el amor tras que corremos, sombras de un suefio son que perseguimos. ;Despertar es morir! Edi Diaz-Plaja, cit., pags. 193-194. 4 tdem, fa., pag. 1M. wa Béeguer, eit, pag. 247 16) fdem, id., pags. 244-245. im Prologo a la edicién cit., pags. 93 y sigs La evolucién de la tirica romdntica 801 o la LXI: Al ver mis horas de fiebre € insommio lentas pasar, @ Ia orilla de mi lecho, cquién se sentard? Cuando mis pélidos restos oprima la tierra ya, sobre a olvidada fosa, equién vendrd a Horar? Quien, en fin, al otro dia cuando el sol vuelva a brillar, de que pasé por el mundo, quién se acordard? o la desolada Rirna LXVI: cAdénde voy? el mds sombrio y triste de los péramos eruza; valle de eternas nieves y de eternas melancélicas brumas. En donde esté una piedra solitaria sin inscripcién alguna, donde habite et olvido, alli estard mi tumba. Y todavia, la visién del humilde cementerio campesino puede asociarse con la tan conocida Rima LXXIII: {Dios mio, qué solos se quedan los muertos! Curado un tanto de su profunds melancolfa, y a favor de una tempera. tura agradable, Bécquer emprendié una excursién mas larga por los pinto- rescos lugares del Somontano, y de estas andanzas, con las reflexiones que provocaron, surgi la Carta IV, publicada pocos dias después de 1a ante- rior. El estado de animo ha cambiado, pero también estas paginas son inapreciables para conocer el sentir de Bécquer, sélo que cn un campo distinto, Después de aludir a sus andanzas, durante las cuales ha recogido un «botin de ideas e impresiones», escribe: «Los escritores y los artistas debian hacer con frecuencia algo de esto mismo, Sélo asi podriamos recor ger la dltima palabra de una época que se va, de la que sélo quedan hoy LT, ESPARULA, Iv, — 26 802 Historia de la literatura espafiola algunos rastros en los mds apartados rincones de nuestras provincias, y de Jas que apenas restaré magiana un recuerdo contuso» *, La Carta IV es la visién sentimental de Ia Espafia antigua que desapa- rece frente a los avances de a civilizacién niveladora. Algunas de sus ideas las hemos ya comentado arriba: Bécquer tiene fe en el porvenir —nos asegura— y admira las invenciones que cstrechan los vinculos de los paises y hacen cacr las barreras que scparan a los pueblos; pero al mismo fiempo sicnte una vencracién profunda por cl pasado que desaparece. No desea que retornen los tiempos idos: «No es esto decir que yo desee ni para mi ni para nadie la vuelta de aquellos tiempos. Lo que ha sido no tiene razén de scr nucvamente, y no scrar™, Pero precisamente por cllo desea conser: var los tesoros de arte y de historia que dan testimonio del pasado, y que en los dias de Bécquer por incuria, 0 por sectarismos, o por el necio afén de una modernidad sin sensibilidad, se destruian o se dejaban perecer. Al- gunas veces las palabras de Bécquer se han interpretado maliciosamente para presentarlo como un retrégrado en ideas, adorador de un pasado imposible; pero nada mas inexacto, Lo que Bécquer desea conservar es el Jegado artfstico de un pasado que, si se destruye, sera insustituible: «A la inflexible linea recta, suefia dorado de todas las poblaciones de alguna importancia, se sacrifican las caprichosas revueltas de nuestros barrios mo- riscos, tan lenos de caracter, de misterio y de fresea sombra. De un retablo al que vivia unida una tradicién no queda aqui més que el nombre escrito en el azulejo de una bocacalle; a un palacio histérico, con sus arcos re- dondos y sus muros blasonados, sustituye mds allé una manzana de casas a la moderna; las ciudades, no cabiendo ya dentro de su antiguo perimetro, rompen el cinturén de fortaleza que las cifie y, una tras otra, vienen al suelo las murallas fenicias, romanas, godas, arabes. / ¢Dénde estén los canceles y las celosfas morunas? ¢Dénde los pasillos abovedados, los aleros salien- tes de maderas labradas, los balcones con su guardapolvo triangular, las ojivas con estrellas de vidrio, los muros de los jardines por donde rebosa Ja verdura, las encrucijadas medrosas, los caracoles de Jas tafurerias y los espaciosos atrios de los templos? El albafil, armado de su implacable pi- queta, arrasa Jos Angulos caprichosos, tira los puntiagudos tejados o de- mucle los moriscos miradores, y mientras el brochista roba a los muros el artistic color que le han dado los siglos, embadurnéndolos de calamocha y almagra, ¢l arquitecto los embellece a su modo con carteles de yeso y cariatides de escayola, dejindolos mas vistosos que una caja de dulces franceses» ™’, Desde los dias de Bécquer la situacién ha cambiado por en- tero; la conservacién del tesoro artistico nacional, de la historia que vive 165 Edicion Diaz-Plaja, cit., pag. 196. we fdem, id., pag, 197 10 fdemn, id., pags. 199.200, La evolucién de la lirica roméntica 803 on las picdras y los monumentos, es ya una norma politica y cientos de veces la hemos visto detener piquetas demoledoras, aun frenando altas co- dickas mercantiles, para salvar la vida de una tuina venerable; que es justamente lo que Bécquer reclamaba en su Carta. ¥ no pide en ella senti- mentalismos inoperantes, sino estudio y trabajo, y la ayuda gubernamental para lo que él califica de «expediciones artisticas a nuestras provincias» '*, La Carta V diriase un ejemplo practico de tales demandas, y asf lo anun- cia, en efecto, en las tltimas lineas de su carta anterior. La presente es, en realidad, un cuadro de costumbres en dos tiempos: en el primero describe de modo incomparable la plaza del mercado de Tarazona; en el segundo, a las «aiioveras», las muchachas del cercano pucblo de Afién, que acuden alli para vender sus cargas de lefia, Este segundo es un poderoso dibujo de estas enérgicas mujeres, cuyo coraje y resistencia fisica asombran al escritor, El primero es un cuadro animadisimo que parece moverse, oler, Iborutar, hasta tal punto ha captado Bécquer toda Ja vida de la escena que reclama los cinco sentidos del espectador. De no poder Ievarla a sus paginas (ntegramente se lamenta Bécquer en un pasaje que, por afectar a su arte literario, comentaremos luego. En la Carta VI se refiere al veridico ascsinato de la tia Casca, a la que las gentes del lugar habian despefiado por bruja. El relato se lo hace a Bécquer un pastor, cuya mentalidad y cicga fe en la supersticién esté sa- gazmente retratada, Bécquer es aqui el chombre fuerte» que siente ver atin atraigada en la creencia popular tan absurdas creencias, y que estimula socarronamente al narrador para que concluya su relato. La situacién ¢s curiosa, porque esta presencia de lo sobrenatural en la vida ordinaria era precisamente lo que inspiraba el mundo artistico de Bécquer, lo que él habia levado a sus Leyendas, y que ahora le devolvian de verdad, ne por modo fantastico, sino como un suceso histérico, realmente acontecido. Béc- quer confiesa al final que, impresionado por las palabras del pastor y lo espectacular del escenario donde tiene lugar el didlogo, sinlié «una impree sién angustiosa, mis cahellos se erizaron involuntariamente y la razén, do- minada por la fantasia, a la que todo ayudaba, el sitio, la hora y el silen- io de la noche, vacilé un punto, y casi cref que las absurdas consejas de las brujerias y los maleficios pudieran ser posibles> ™. En una Postdata Bécquer da cuenta de que la joven que le sirve le ha ofrecido referirle la historia completa dc las succsoras de la tia Casca, con- tinuadoras-de su condicién brujeril, y Bécquer se la promete a los lectores para la Carta VII. Mas como quicra quc, scgiin la tradicién local, las brujas 188 Idem, id., pag, 204 1 fdem, pég. 231. 804 Historia de (a literatura espariola de Ios contornos sc retinen periddicamente en las ruinas del castillo de Trasmoz, Bécquer difiere la informacién de Ja sirvienta para contarnos en esta Cartu ta construccién del castillo, obra de las brujas, de acuerdo con una tradicion muy antiguas. Y una vez metido en harina, dirfase que Bécquer se despoja de cu anterior escepticismo frente al relato del pastor y nos cuenta Ia historia como propia, con el mismo talante literario, con el mismo temblor ante el misterio, con idéntico entusiasmo por la presencia de lo sobronatural y con el mismo primor de arte—, que habia Hevado a sus més genuinas leyendas. Una vez mas, la magia de lo sonado usurpaba para Bécquer Jos fueros de Ja realidad y se identificaba con ella: Béequer le quitaba Ia palabra a Ja imaginacién del pueblo para tomar su puesto y hablar en su lugar. Por fin, en la Carta VIII, reficre Bécquer la historia de las brujas segun el relato de su sirvienta, pero de nuevo haciéndola suya; es Bécquer quien describe en unas paginas deliciosas cémo la sobrina de un pobre cura se entrega al mundo de las brujas para lograr las galas y vestidos que desea su vanidad, fundando de este modo la dinastia que azota al pueblo; desde entonces, «las brajas, con grande asombro suyo [del cura, mosén Gil] y de sus feligreses, tornaron a aposentarse en el castillo; sobre los ganados ca- yeron plagas sin cuento; las jévenes del lugar se velan atacadas de enfer- medades incomprensibles; lus nifios eran azotados por la noche en sus cunas, y los sébados, después que la campana de Ia iglesia dejaba oir el toque de 4nimas, unas sonando panderos, otras afiafiles o castaiiuelas, y todas a caballo sobre sus escobas, los habilantes de Trasmoz vefan pasar una banda de viejas, espesa como las grullas, que ihan a celebrar sus en- diablados ritos a la sombra de los muros y de la Tninosa atalaya que corona la cumbre del monte> ™. La ironia, claro est4, transpira de este parrafo final, en el que Bécquer parece haber despertado de su propio suefio ima- ginativo. Pero de nuevo, como en la carta anterior, siente el aleteo de lo sobrenatural. Con mezcla de ese zumbido misterioso y de ironia, que cons- tituye su mayor encanto, Bécquer nos declara el estado de su espfritu: «Verdad es —confiesa— que, como ya creo haber dicho antes de ahora, hay aqui, en cuanto a uno le rodea, un no sé qué de agreste, misterioso y grande que impresiona profundamente el dnimo y lo predispone a creer en Io so- brenatural. / De mi puedo asegurarles que no he podido ver a la actual bruja sin sentir un cstremecimiento involuntario, como si, en efecto, la colérica mirada que me lanzé, observando la curiosidad impertinente con que espiaba sus acciones, hubjera podide hacerme dajio. La vi hace pocos dfas, ya muy avanzada la tarde, y por una especie de tragaluz, al que se alcanza desde un pedrusco enorme de los que sitven de cimiento y apoyo 1 Ed, Diaz-Plaja, cit., pag. 264. La evotucion de la lirica romantica 805 a las casas de Trasmoz. Es alta, seca, arrugada, y no lo querran ustedes creer, pero hasta tiene sus barbillas blancuzcas y su nariz corva, de rigor en las brujas de todas las consejas. / Estaba encogida y acurrucada junto ai hogar, entre un sinmimero de trastos viejos, pucherillos, cantaros, ma mitas y cacerolas de cobre, en las que la luz de la Hama parecia centup carse con sus brillantes y fantasticos reflejos. Al calor de Ia lumbre hervia yo no sé qué en un cacharro, que de tiempo en tiempo removia la vieja con una cuchara. Tal vez seria un guiso de patatas para la cena; pero im- presionado a su vista y presente atin la relacién que me habian hecho de sus antecesores, no pude menos de recordar, oyendo el continuo hervidero del guiso, aquel pisto infernal, aquella horrible cosa sin nombre, de las brujas del Macbeth, de Shakespeares ”, La Carta IX fue publicada el 6 de octubre, a casi tres meses de distancia de Ja anterior. Rica Brown supone' que en el momento de escribirla no estaba ya Bécquer en el monasterio. La Carta no sélo va dedicada «A Ia sefiorita M. L. A», dama misteriosa que los biégrafos no han conseguido identificar, sino que lc esté dirigida a ella personalmente para cumplirle la promesa de contarle fa historia de la imagen en cuyo honor se levanté el monasterio, «Yo escribo —dice Bécquer— y dejo poner estas desalifiadas lincas en letras de molde, porque la mia es mala, y sélo asi le sera posible entenderme; por Io demés, yo las escribo para usted, para usted exclusiva- mente, porque sé que las delicadas flores de la tradicién sélo puede tocarlas la mano de la piedad, y sélo a ésta le es dado aspirar su religioso perfume sin marchitar sus hojas» ™. Después de unas palabras en que Bécquer rechaza la erftica erudita como inadecuada para juzgar la tradicién que va a referirnos, cuenta como la Virgen se aparecié al caballeto don Pedro Ata- rés, cuando éste, perdido en el bosque, imploré su socorro, y le ordené erigir un templo en el mismo lugar de la aparicién. Bécquer describe en hetlas paginas Henas de color la aventura del caballero y el momento lumi- noso del prodigio, y da luego rienda a su nostalgia al contemplar e! monas- terfo en st estado presente, abandonado y en ruinas; su dolor, que ya cono- cemos, ante la pérdida de los venerables tesoros de arte y de historia, sc vacia en un melancélico parrafo final "™, 11 tdem, id., pag, 265. 1 Bécquer, cit., pig. 255. M3 Edicién Diaz-Plaja, cit, pdgs. 267-268, a La Carta X, que se incluye en muchas ediciones de Bécquer —Diaz-Plaja Ia re. produce en la suya, pags. 279.280 ha resultado apécrifa; es otra de las mintificaciones de Iglesias Figueroa. 806 Historia de la literatura esparola LA TEORIA POETICA DE BECOUER. «CARTAS LITERARIAS A UNA MUJER» Aunque escritas con anterioridad a las Leyendas y a las Cartas desde mi celda, hemos postpuesto el examen de las Cartas literarias a una mujer porque son de cupital importancia para el estudio de sus ideas posticas y constiuyen Ta mas oportana intraduccién al mundo de sus Rimas. Las Cartas titerurias, cuatro en ntimero, fueron publicadas anénimas en Jas paginas de Ff Coniempordneo, en la seccién de «Variedades», los dias 20 de diciembre de 1860 y 8 de enero y 4 y 23 de abril de 1861. Nunca hubo duda de la paternidad de Bécquer; sin embargo, no fueron incluidas en la primera edicién de obras del poeta en 1871, aunque si en 1a segunda de 1877 y en las sucesivas. A pesar de fos espacios de tiempo que las separan, forman un todo bien trabado. La cuarta concluye con un «Se continuard», pero Ia prometida continuacién nunca se produjo. Probablemente Bécquer tenia la intencién de escribir un libro, pero su propésito se quedé corto. Francisco Lopez Estrada, que ha dedicado a las Cartas literarias el mas detenido y largo estudio que existe hasta la fecha", ha puesto de relieve una vez mds, como quedé ya dicho a propésito de las Leyendas, los escasos comentarios que las Cartas han suscitado, A propésito de la prosa de Béc- quer, Lopez Estrada recuerda la obra, ya mencionada de Berenguer Cari- soma, y, mds concretamente sobre las Cartas literarias, el estudio de Jorge Guillén, que traeremos a colacién, el de Cernuda, ya aludido, la Poética becqueriana, de Rafacl de Balbin, un ensayo de Gabriel Celaya, «La meta- poesia en Gustavo Bécquers, en su libro Exploracién de ia poesia, del que también hemos de ocuparnos; y, sobre las Leyendas, ct volumen, repetida- mente citado, de Garcia-Vifié. También José Pedro Diaz, aunque Lépez Estrada omite mencionarlo a este propésito, ha consagrado demorada aten- cidn a las Cartas literarias en su libro fundamental. Pero parece poco ain, al menos en comparacién con otras aspectos de la obra de Bécquer, objeto de abrumadora bibliografia Semejante parquedad de estudios y sobre todo el interés, hoy existente, por los problemas de la teoria y técnica literarias, han movido a Lépez Estrada a centrar su andlisis en las Cartas literarias a una mujer con el propésito de estudiar en ellas la conciencia que tuvo el autor de su propia obra y deducir de aqui la modernidad de su pensamiento. Por su parte, también José Pedro Diaz, que concede todo un capitulo de su libro a exa- minar la Teoria del arte» en Bécquer, basdndose extensamente, segtin he- mos dicho, en las Cartas, afirma como principio 1a conciencia estética del autor: «La meditacién sobre la poesia —dice—, su voluntad de hacerse "5 Podtica para un poeta..., cit. en nota 34. La evolucién de la lirica romdutica 807 consciente de ella, son en él una constante, hasta el punto de que, a me- nudo, su tema poética es la meditacién sobre el hecho poético. En sus obras en prosa ha dejado, ademas, abundante y preciso testimonio de esas preocupacioness "*, Adviértase bien —segiin claramente se deduce de estas palabras de Diaz— que Bécquer se refirié posteriormente a estos mismos asuntos en numerosos articulos y leyendas, en diversas Rimas y en la Introduccion sinfonica del Libro de tos gorriones. Cuando publicé las Cartas literarias, Bécquer apenas era poeta «en piiblicos, pues tan sélo habia dado a Ja im- prenta tres Rimas; no obstante —como subraya Jorge Guillén— «su actitud y su tono presuponen una actividad poética ya encauzada», y resulta cvi- dente que «todos Jos textos convergen hacia una constante linea tedrica, Sin ninguna contradiccién ni distraccién, el pocta sc ha mantenido fiel a su criterio» 17, Diversos textos de Bécquer tendran, pues, que ser aqui adu- cidos, al hilo de las Cartas, Las Cartas, segun indica cl titulo, van dirigidas a una mujer. Esto les da un tono conversacional y una andadura ondulante y suelta, que las exime de toda pretensién crudita (y también —io que constituye no flojo pro- blema— un cardcter divagatorio y asistemético, que hace a veces dificil su interpretacién). Scgtin advierte Lopez Estrada, decir que las Cartas cons- tituyen una Poética seria un tanto arriesgada: «la misma palabra, con su regusto de disciplina escolar, hubiera asustado a Bécquer»"; pero es va- lida si Ja entendemos con la suficiente flexibilidad, pues declara —ajiade el comentarista— los principios basicos sobre los cuales se asegura el edificio de su creacién. La Carta I comienza planteando el magno problema: «En una ocasién ~le dice a la mujer— me preguntaste: —,Qué es la poesia?» ¥ después de describir romdnticamente a su interlocutora y evocar la escena, contesta Bécquer: «jla poesfa,,. la poesia eres tal», Recordemos que es la misma situacién, ¢ idéntica respuesta, que se.describe en ta brevisima Rima XXI: Qué es poesia?, dices mientras clavas en mi pupita tu pupila azut: iQué es poesia! ¢¥ ti me lo preguntas? Poesia... eres ti. La respuesta podria parecer una vulgar evasiva galante, pero nada mas lejos de eso. Porque Bécquer se propone decir primeramente qué es la poesia, mas no como materia literaria, lograda en un poema, sino coma it Gustavo Adolfo Bécquer, cit., pag. 319. 17 «Lenguaje insuficiente..v, cit., pags, 117-118, ¥8 Pogtica para un porta..., cit,, pag. 39. 808 Historia de la literatura espafola sustancia inieial, existente en sf misma, anterior a todo propésito de arte. sEn su primera significacién --aclara Guillén— el vocablo poesia no alude a la obra hecha por ¢l hombre sino a lo que en el mundo real es poético» ™, En la Rima 1V lo define Bécquer maravillosamente: Podrd no haber poetas... pero siempre iHabré poesia! Y siguen las cuatro conocidas esirofas en las que cl poeta enumera las fuentes diversas, desde los asiros at corazén, de donde mana la poesia. Comentando esta Rima ha escrito José Maria de Cossfo: «La poesia tiene una exisiencia objetiva, independiente del poeta que la capta. La onda existe sin la antena, Rn tres sectores capitales reside y se produce, que Bécquer da perfecta y metédicamente delimitados, E] mundo de lo sensible imagenes, luces, sonidos, perfumes—. EI mundo del misterio —origen de Ia vida, destino de la humanidad, universo desconocido—. El mundo del sentimiento —desacuerdo del corazén y la cabeza, esperanzas y recuerdos, amor—»™, Y Jorge Guillén, que aduce también este pasaje, comenta a su vez: «Valores poéticos parecen, pues, aunque nadie los hubiera convertido en poesia, la creacién con su hermosura y su misterio, el alma con sus hermosas y misteriosas emociones. Hasta podria hablarse de poesia ent ac- cién, por ejemplo, en una ‘época de grandes pasiones..., de trastornos, de peligros y de combates’, Poesia es todo eso, y poeta es quien lo descubre y hace suyo» Pero, ¢de qué manera lo hace suyo? Mediante el sentimiento, que quiere decir amor, ya que el amor

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