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“Cuentos desde Gotiasan” – Vol.

I
Todos los Derechos Reservados
Oiga la narración del cuento en: http://www.cuentosdesdegotiasan.blogspot.com

“Cuando al Manager le pica...”


Alfredo Milano
Santiago, 1 de Noviembre, 2008

Leo Guillén era un buen manager, pero se estaba poniendo viejo. Su estrategia en el juego
ahora era monótona y sus jugadas, repetitivas. El equipo, “Estrellas de la Loma”, a su
pesar, daba la pelea. Era un team muy costoso, los jugadores lo sabían y los aficionados
también.

Funeraria San Benito


donde su muerto, queda “igualito”

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La serie de tres encuentros con su encarnecido enemigo, las “Panteras de Oriente”, estaba
empatada. Era el tercer juego. En ese momento el “Estrellas” abría la novena entrada como
visitante y perdía por una carrera.

Desde hacía un rato Leo había sentido unos pinchazos, pero ahora se estaban haciendo
más intensos.
Antes del juego había comido un helado de mantecado que estaba en malas condiciones y
la intoxicación estaba comenzando. Él no lo sabía, pero su organismo estaba reaccionando.
En tales circunstancias, Leo no le prestaba atención al juego; su mente estaba en blanco.
Detestaba esas pequeñas molestias, comezones, y picaduras de insectos (a los cuales
también era alérgico).
Estaba de muy mal humor. Gruñía.

Ahora le tocaba batear al Gordo Martínez, el catcher. Ya a Leo le molestaba la oreja


derecha y empezó a rascársela.

Cuando Juan Antonio, el coach de tercera, vio hacia el dugout, tuvo que mirar dos veces a
Leo: ¡estaba mandando a Martínez a “tocar!”.

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Esto le pareció raro; Martínez era un bateador de poder, pero lento al correr y ahora Leo lo
mandaba a “tocar” sin nadie en las bases.
Pensó, “bueno el jefe sabe lo que quiere” y al primer lanzamiento en recta, el Gordo tocó
magistralmente hacia tercera, sorprendiendo a todos, que le jugaban profundo. A pesar de
ser lento, corrió bien duro y pudo “embasarse”.
Eso no fue todo, Leo empezó a sobarse ambos antebrazos con furor y, cuando el Zurdo
Petit estaba bateando, por primera vez en su vida el Gordo Martínez se robó la segunda
base.
¡Claro, eso fue después de la señal inesperada de Leo!
Nadie se explicaba las jugadas, pero estaban funcionando.

De pronto, Leo frotó su axila derecha y el Zurdo bateó una rápida bala por encima del
jugador de la primera, permitiendo al Gordo llegar hasta tercera.
Cuando se frotó ambas cejas con las dos manos, Ramón González colocó la bola en el right
field de elevado permitiendo una carrera.
Quedaba Petit en primera con un out.

Ya las “Estrellas de la Loma” estaban empatadas, y en eso, Leo se frotó ambas piernas,
dándole libertad a Yurbín Peña (el peor bateador del equipo) para que lo hiciera por donde
le diera la gana.
Yurbín, inspirado y por razones de la suerte, metió el primer y único jonrón de su vida
peloteril. Ya el equipo estaba ganando.
Sacaron los tres out y ahora les tocaba jugar a la defensiva el último inning.

Cuando el coach de tercera llegó a la cueva, felicitó a Leo por sus jugadas tácticas, Leo sólo
gruñó.
¡No te mortifique más, Aurora!
déja de llevar esa vida miserable.
¡Quítate de encima a los cobradores!

Aquí, en la Casa de Empeños “Trapito Viejo”,


te ayudamos a salir de deudas
te recibimos: tus prendas, joyas,
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-como no nos interesa quedarnos con tus cachivaches-
te damos suficiente tiempo para que los rescates.

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Su pitcher cerrador, Felipe Lira, empezó el último inning, había que ganar, no permitir
carreras.
Vió hacia el dugout, desde donde Leo le mandaba unas señas confusas:
¡ las empezaba y luego las borraba!

Se frotaba las manos frecuentemente; es decir “olvídalo”.


Iniciaba otra serie de señas y, otra vez, “olvídalo, olvídalo”.

El Gordo Martínez, el catcher, supuso que a lo mejor debía tener cuidado con el robo de
señas y, veterano al fin, pidió tiempo. Se acercó a Felipe y, tapándose la cara con el guante,
le comentó:
---“Creo que el jefe, quiere que te dirija. Así que hazme caso. Tira lo que yo te pida. Creo
que él trata de confundir al otro equipo. ¡Ese jefe es un genio!”

Así sacaron out a los dos primeros bateadores, pero, desafortunadamente se embasaron los
dos siguientes.

Las tribunas rugían.


Los fanáticos de las “Panteras de Oriente”, equipo local, gritaban a todo pulmón. En eso,
cuando Leo se frotó los cachetes, dándose luego golpecitos con los puños, ni el pitcher ni el
catcher lo podían creer. ¡Mandaba a que le dieran un pelotazo al bateador!

¡Qué les puedo decir!


Lira hizo lo mejor que pudo. Simulando, lanzó una recta que explotó en el casco del
contrario; éste se tiró al suelo pero no pudo evitar que el pelotazo le diera de lleno y lo
dejara atontado por unos segundos.

En seguida, todos los jugadores de las “Panteras” se lanzaron al terreno y se inició una
refriega.
¡Puños, batazos, corri-corre, pitas, latas de cerveza! De todo lo imaginable se utilizó en la
gran pelea del año.

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Todos los jugadores fueron expulsados, mientras nuestro amigo el manager Leo Guillén
seguía sobándose furiosamente por todo el cuerpo. El juego fue confiscado y anulado.

Se determinaron responsabilidades, Leo Guillén fue liberado de toda culpa, cuando se supo
lo ocurrido.

De ahí en adelante, prohibieron a todos los miembros de los equipos ingerir cualquier
alimento potencialmente peligroso, antes y durante el juego.

A Leo, específicamente, le advirtieron mediante un memorándum:


“Evitar los helados de mantecado desde 3 horas antes de los juegos, ya que
no hay nada más peligroso que un Manager mandando señas locas porque
está intoxicado.”

La serie de juegos entre “Panteras de Oriente” y “Estrellas de la Loma”


ha sido posible gracias al patrocinio de
----la Funeraria San Benito, donde se muerto queda igualito, y
----la Casa de Empeños Trapito Viejo, la que no te saca el pellejo

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