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Toda persona, desde temprana edad, va configurando una máscara que desfigura específicos rasgos en función del ámbito en el que se mueve. Nadie se comporta de igual forma, ni mantiene idénticas conversaciones con extraños, con clientes, con proveedores o en la intimidad. Esa diversidad de actitudes es normal. En ocasiones, sin embargo, puede degenerar en una patología denominada hipocresía: quien por delante ensalza a otro para inmediatamente denigrarle a sus espaldas desarrolla un fingimiento más allá de lo aceptable.
Toda persona, desde temprana edad, va configurando una máscara que desfigura específicos rasgos en función del ámbito en el que se mueve. Nadie se comporta de igual forma, ni mantiene idénticas conversaciones con extraños, con clientes, con proveedores o en la intimidad. Esa diversidad de actitudes es normal. En ocasiones, sin embargo, puede degenerar en una patología denominada hipocresía: quien por delante ensalza a otro para inmediatamente denigrarle a sus espaldas desarrolla un fingimiento más allá de lo aceptable.
Toda persona, desde temprana edad, va configurando una máscara que desfigura específicos rasgos en función del ámbito en el que se mueve. Nadie se comporta de igual forma, ni mantiene idénticas conversaciones con extraños, con clientes, con proveedores o en la intimidad. Esa diversidad de actitudes es normal. En ocasiones, sin embargo, puede degenerar en una patología denominada hipocresía: quien por delante ensalza a otro para inmediatamente denigrarle a sus espaldas desarrolla un fingimiento más allá de lo aceptable.
Toda persona, desde temprana edad, va configurando una mscara que
desfigura especficos rasgos en funcin del mbito en el que se mueve. Nadie se comporta de igual forma, ni mantiene idnticas conversaciones con extraos, con clientes, con proveedores o en la intimidad. Esa diversidad de actitudes es normal. En ocasiones, sin embargo, puede degenerar en una patologa denominada hipocresa: quien por delante ensalza a otro para inmediatamente denigrarle a sus espaldas desarrolla un fingimiento ms all de lo aceptable. Organizaciones hipcritas.1 Ese fenmeno individual se acrecienta en las organizaciones, independientemente del objetivo que proclamen. Se tilda, con motivo, de escndalo que un poltico sonriente y en apariencia solcito se comporte con prepotencia, soberbia y/o estupidez cuando juzga que los micrfonos o las cmaras no funcionan. Tambin cuando se pone de manifiesto que quien agota a otros exhortando a la justicia social y a la defensa de los proletarios en realidad acumula un desproporcionado patrimonio que pone de manifiesto que instrumentaliza a los desheredados para sus aviesas intenciones. O, por poner un tercer ejemplo, cuando alguien agita nacionalismos caducos con el anhelo de encubrir tras una advenediza bandera actuaciones econmicas que se hallan ms cerca de la estafa que de un recto intercambio mercantil. No es a esas acciones rayanas con la insania (o con un egosmo colosal) a las que ahora quiero referirme, sino a esa enfermedad colectiva que destella cuando se trasciende lo individual y se torna corporativa. Slo as se entiende que una entidad financiera que debera preocuparse por el bien de sus clientes y proveedores, se torne en institucin cuasi criminal (o sin cuasi) para el enriquecimiento ilcito de quienes la dirigen o de sus accionistas. La hipocresa organizativa suele funcionar en cascada. Cmo poner lmites a alguien en sus desafueros si son los mismos que acomete la alta direccin? Con qu autoridad se exigir austeridad a quienes de uno dependen si esa palabra no deja de ser ms que palabrera huera que se enfrenta al afn del mximo directivo de vivir como gran seor? Organizaciones hipcritas.2La doblez organizativa tiene mltiples facetas. Una frecuente es llevar a cabo lo contrario de lo que se propone como meta del colectivo. Algunas muestras: universidades pblicas o privadas en las que se clama por la investigacin que han de llevar a cabo los alumnos mientras los docentes abandonaron los libros una vez lograda la sinecura en la que se amparan; ONGs que viven de prometer buenas intenciones mientras sus directivos invierten caudales recogidos entre gente de buena voluntad en inmuebles de los que se apropian; instituciones que ofrecen servicios de
salvacin y en realidad aspiran a contar con clones que ni sienten ni piensan,
que se limitan a cumplir con ordenamientos rutinarios, y muchas veces mentecatos y mendaces por su origen y finalidad. Resulta cuando menos interesante para el anlisis sociolgico que instituciones que reniegan con razn- del principio marxiano de que el fin justifica los medios se enroquen en esa mxima convirtiendo lo colectivo en excusa para cualquier actuacin disparatada con respecto al individuo al que prometan auxiliar. Cmo es posible, y los ejemplos son reales, que una Escuela de Negocios que hace de la tica bandera de captacin de alumnos expulse ipso facto de su cuadro de docentes a quien en el ejercicio de su libertad no comulga con ruedas de molino? Existen personas y organizaciones que son trigo limpio. No est de ms, sin embargo, permanecer alerta ante aquellas o stas que con cambalaches no buscan stakeholders, sino tteres a los que manipular. Como he sealado en ms de una ocasin, y de forma amplia en El management del III Reich (LID), algunos, simulando reclamar lealtad, lo que solicitan es terquedad ofuscada para nico beneficio de quienes son strapas enmascarados en supuestas buenas intenciones.