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18.

El genocidio indio
Robert Pac

Los indios de América han sido víctimas del mayor genocidio en la historia de la
humanidad. Para satisfacer las ansias de riqueza de los europeos, los pueblos indígenas
de América fueron exterminados en las Antillas, en México, en América del Sur, en
Brasil y en América del Norte por los españoles, los portugueses y los anglosajones.
Este genocidio se prosigue todavía en la actualidad bajo formas a menudo muy
diferentes.

Ilustraciones del genocidio indio cometido por los conquistadores españoles


(grabados del s.XVII)

Las Antillas Mayores (Cuba, La Española, Jamaica) estaban pobladas por


aproximadamente millón y medio de autóctonos en el momento de la llegada de
Cristóbal Colón, en 1492. En 1550, no quedaba un solo indio en estas islas. Los relatos
de Bartolomé de las Casas dan fe de ello: "Mientras los indios estaban tan bien
dispuestos para con ellos, los cristianos han invadido estos países como lobos rabiosos
que se lanzan sobre dulces y apacibles corderos. Y, como todos los hombres que
vinieron de Castilla eran gentes despreocupadas de sus almas, sedientas de riquezas y
poseídos por las más viles pasiones, pusieron tanta diligencia en destruir estos países
que ninguna pluma, ni incluso ninguna lengua bastaría para hacer el relato. Tanto es así
que la población, estimada en un principio en un millón cien mil almas ha quedado
completamente disipada y aniquilada".[137]

"Otras poblaciones indígenas más agresivas se organizaron para el combate, pero iban a
sufrir la misma suerte: como los caniba (Martinica, Guadalupe), los puelches,
picunches, tehuelches de la Pampa y la Patagonia; como los araucanos (Chile), cuya
resistencia y coraje dejaron estupefactos a los conquistadores capitaneados por Valdivia,
que pagó con su vida su obstinación; como los chibchas (Colombia), que se opusieron a
la penetración de las columnas militares de Jiménez de Quesada a la búsqueda de
Eldorado".[138]
Brasil

Cuando los portugueses descubrieron Brasil en 1500, estaba poblado por


aproximadamente tres millones de indios. En 1940 se estimaban en 500.000. En 1950,
100.000. Se puede calcular la amplitud del genocidio. Se puede constatar también que
este genocidio prosigue en nuestros días, puesto que 800.000 indios han sido liquidados
físicamente desde 1900. Desde esa fecha, han desaparecido totalmente 90 tribus.

Cada avance de la civilización industrial ha empujado a los indios hacia zonas más y
más inhóspitas. Esto es así desde que en la segunda mitad del siglo XIX estalló el boom
del caucho industrial. En 1910 se creó el SPI (Servicio de Protección a los Indios), cuya
función era, en principio, asistir a los indios en el ejercicio de sus "derechos" y
promover para los mismos mejores condiciones de vida. En 1968, estalla el escándalo
estruendosamente. Las autoridades reconocieron que los funcionarios del SPI se dejaban
sobornar fácilmente por los colonos, los aventureros y los funcionarios del gobierno
corruptos, y procedían ellos mismos a la venta de indígenas que maltrataban hasta la
tortura, así como a la venta de tierras indias, y que cerraban los ojos sobre los métodos
más atroces a los que recurrían los compradores, cuando no les ayudaban: masacres con
ametralladoras, destrucción de poblados y de sus habitantes con dinamita,
envenenamiento con arsénico y con pesticidas. Así desaparecieron tribus enteras como
los Cintas Largas o los Tapalunas, sobre los cuales el ejército experimentó nuevos
métodos de ametrallamiento. También perecieron los Parintintinos, acusados de haber
matado a un militar, los Bocas Negras, declarados rebeldes, los Pacas Novos, a los que
se "pacificó" por medio de dulces envenenados.

La FUNAI (Fundación Nacional del Indio) sucedió al SPI. Pero se reveló muy pronto
impotente para cumplir su misión. Aún más, se la acusó de subordinar las necesidades
del pueblo indio a los objetivos de expansión nacional y del desarrollo capitalista. La
colusión de la FUNAI con compañías privadas fue denunciada muy frecuentemente por
voces dignas de crédito. Además, el presupuesto de la FUNAI es insuficiente.

La FUNAI y la jurisprudencia india de Brasil apuntan sobre todo a promover "la


integración de los indios en la comunidad nacional". Ese es el objetivo del Estatuto del
indio, que agrupó las medidas legales que les concernían. El capítulo II del estatuto
indica que, mientras un indio no esté asimilado, está bajo la tutela del Estado y no puede
ser protegido por la Constitución brasileña. Pero un indio asimilado ya no es un indio,
puesto que ha renunciado a su cultura. Para el indio, esta asimilación, supone
encontrarse en el nivel más bajo de la escala social. Es la miseria, la mendicidad, el
alcohol, la prostitución entre las mujeres. Pues el indio no tiene ninguna existencia legal
en su particularidad y en su especificidad y no puede llevar a cabo actos jurídicos
válidos sin la asistencia del agente tutelar competente. Algunos expertos estiman que el
sistema de tutela priva a los indios de los derechos humanos fundamentales y los coloca
en una situación parecida a una esclavitud legalizada.
El Estatuto del Indio niega a los indígenas la posibilidad de una elección propia en lo
concerniente a su porvenir. El artículo 60 del estatuto habla de desarrollo síquico antes
que de desarrollo cultural y considera al indio como a un hombre que no se ha
desarrollado todavía, es decir, ¡como a un niño! De hecho, ¿lo considera como a un
hombre?

Este Estatuto del Indio no le reconoce la propiedad de la tierra (que permanece como
un bien del Estado federal). Los artículos 34, 35 y 36 del título 3 permiten la
deportación de poblaciones indígenas completas por simple decreto del presidente de la
República por diferentes motivos, como la "seguridad nacional" y el "desarrollo de la
región por máximo interés nacional".

México y Guatemala

Según los trabajos de la Escuela de Berkeley, en México había doce millones de indios
a la llegada de Cortés en 1519; 120 años más tarde, a mitad del siglo XVII, no quedaban
más que 1.270.000, según Eric Wolf.

Como en toda la llamada América latina, el contacto entre los dos pueblos, español e
indio, se tradujo en una vertiginosa caída de la población indígena. Hambre, represión,
masacres, trabajos forzados y las enfermedades traídas por los europeos (principalmente
la viruela), contra las cuales los habitantes del Nuevo mundo no poseían ninguna
inmunidad biológica, al haber vivido en un círculo cerrado desde el paleolítico, hicieron
perecer al 90% de la población indígena de México en el transcurso del siglo XVI.

Después, ocurre la conquista del Imperio maya por Alvarado en 1523 y del Imperio inca
por el sanguinario Francisco Pizarro entre 1532 y 1537. "De este modo, en el espacio de
veinte años, imperios construidos durante varios siglos son aniquilados, comunidades
autóctonas desmanteladas y subyugadas, socavados los cimientos de asombrosas
civilizaciones". [139]

La población de América Central y del Sur, estimada por el doctor River y la Escuela de
Berkeley en 70 millones antes de la llegada de los españoles, cae a unos 20 millones. El
Imperio azteca, constituido por una población de 25 millones de indios en 1519, sólo
contará, treinta años más tarde, con seis millones, para alcanzar apenas un millón a
finales del siglo XVI. En esa fecha, en América Central y del Sur, la población india es
de sólo siete millones de personas, es decir ¡diez veces menos que ochenta años antes!

Las masacres de indios se prosiguen en nuestros días en estas regiones, como lo han
recordado los recientes acontecimientos de Chiapas. Amnistía Internacional, en un
informe de 1985, daba cuenta de masacres en el mismo Chiapas, en Tzacacum, el 24 de
marzo de 1983 y en la región de Comitán en 1985. En Guatemala, ocurre la masacre de
108 campesinos indios en Panzos, en mayo de 1978. El 31 de enero de 1980, veintiún
indios Quiché son quemados vivos con lanzallamas en la embajada de España, en
Ciudad de Guatemala, por elementos del Ejército guatemalteco. Las masacres de indios
por el Ejército guatemalteco y las milicias antimotines se han multiplicado en estos
últimos años, porque son sistemática-mente sospechosos de ser cómplices de los grupos
guerrilleros.

En toda América del Sur se tienen noticias de masacres de indios. En Colombia, en


Perú, en Chile... Estos son víctimas de las sociedades multinacionales y de la política
del garrote por la que los Estados Unidos disponen de hecho del derecho de custodia e
intervención sobre la evolución política de esos países.

Estados Unidos

Las estimaciones de la población en el actual territorio de los Estados Unidos a la


llegada de los anglosajones a comienzos del siglo XVII han sido durante mucho tiempo
imprecisas. Pero en la actualidad existe consenso en la cifra de entre diez y doce
millones de individuos. Oficialmente, los americanos han ofrecido durante mucho
tiempo la cifra de un millón, lo que constituía un modo de disminuir la importancia de
los indios y de minimizar la amplitud del genocidio que condujo el número de indios a
solamente 250.000 en 1900.

Imágenes del genocidio indio cometido por los Estados Unidos

El genocidio fue una larga serie trágica y sangrienta de masacres, de tratados violados
por los europeos, de epidemias de enfermedades importadas contra las que los indios no
poseían ninguna inmunidad. Todo ello acompañado por robos de territorio y de una
empresa de destrucción de las ancestrales culturas de los amerindios.

Las reservas, que eran verdaderos campos de concentración a su creación en 1851, y en


las cuales los indios siguen confinados en la actualidad, constituyen graves violaciones
de los artículos II b y II c de la Convención internacional para la prevención y la
represión del crimen de genocidio de las Naciones Unidas, que condenan el "grave
perjuicio a la integridad física o mental de los miembros del grupo y la sumisión
intencional del grupo en condiciones de existencia que vayan a acarrear su destrucción
física total o parcial".

Por ejemplo, las malas condiciones de vida en las reservas hacen que uno de cada tres
niños muera en los seis meses posteriores a su nacimiento. En algunas de ellas, se
lamentan 100 muertos por cada 1.000 nacidos, contra 8'1 para los blancos. La esperanza
media de vida para un indio es de 63 años contra 76 para los blancos, pero existen
reservas donde desciende a 46 años.

Los suicidios entre los indios doblan el de los blancos: 21'8 contra 11'3 por cada
100.000 habitantes. Golpean especialmente a los jóvenes. Un indio de entre 14 y 24
años es cuatro veces más susceptible de suicidarse que una persona blanca. Un 75%
sufre de desnutrición. El alcoholismo golpea a un hombre de cada cuatro y a una mujer
sobre ocho. Los indios de las ciudades sufren más este azote que los de las reservas,
pero el 80% de los indios son víctimas por diversos conceptos de esta forma de
alineación causada por la ociosidad y la conciencia de su pérdida de identidad. La
droga, sobre todo el crack, hace hoy estragos importantes entre los indios.

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[137] Rapport des dominicains de I'Isle Espagnole d M. De Chiévres (1519) en Las


Casas et la déjense des Indiens, Julliard, París, 1971.

[138] Feliz Reichlen, en Les Amérindiens et leur extermination délibérée, Éd. Pierre-
Marcel Fabre, Lausanne, 1987.

[139] Feliz Reichlen en op. cit.

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