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Reflexiones de Semana Santa.

Los cristianos sabemos muy bien que la Pascua, que etimológicamente significa
"paso", es un momento central de nuestra fe. El camino de la cruz está íntimamente
relacionado con las zonas más oscuras de nuestro espíritu. Ellas deben ser
transformadas, a través de este paso de la vida a la muerte, que se da durante la Semana
Santa. La cruz que era signo de muerte, tortura y espanto, se transforma a través de
Jesús en signo de luz, de plenitud y de vida abundante.
El calendario cristiano, tiene dos formas de medir el tiempo, inspirados en la
tradición. El ritmo solar; que tiene que ver con las celebraciones que caen en un día fijo.
Cuyo ejemplo típico es la Navidad, que se celebra el 25 de diciembre. Por otro lado, el
ritmo lunar, que hace que las fechas vayan variando. Por ello es que la Semana Santa no
cae siempre en el mismo día. El domingo de Pascua se celebra el domingo posterior a la
luna llena, que sigue al "equinoccio" de primavera en el hemisferio norte. Es decir, el
domingo posterior a la luna llena del 21 de marzo. El significado de esta fiesta está
asociado al inicio de la primavera, en la que la vida renacía y toda la naturaleza adquiría
un nuevo esplendor. Este mes, que sería nuestros meses de marzo-abril, era denominado
por los hebreos, el mes de "Nisán". El día catorce, que coincidía con la luna llena, era el
día que se celebraba la Pascua y se lo vinculaba con el inicio del año. Según la Biblia,
en esa fecha ocurrieron los acontecimientos de la liberación de Israel de la esclavitud a
que se hallaban sometidos en Egipto y el paso a través del mar Rojo. A partir del siglo
III de nuestra era, pasó a celebrarse la fiesta pascual, no el día catorce del primer mes
del año, sino el domingo posterior a ese día catorce de luna llena. El primer día de la
semana que para los hebreos es el domingo y día dedicado al sol para los romanos, es el
día de la primera aparición de Jesús resucitado a sus discípulos.
La celebración del jueves Santo o la misa de la Cena del Señor, nos hace recordar
que Cristo instituye tres dones fundamentales: En primer lugar, la eucaristía como
signo de la nueva alianza, que sella con los hombres y que será consumada por medio
del sacrificio en la cruz. Por medio de signos sensibles como el pan y el vino, quiso
quedarse como alimento cotidiano para nuestra almas. En segundo lugar, el orden
sagrado o sacerdotal. Y por último el mandamiento de la caridad o fraternidad, que
se manifiesta a través del lavatorio de los pies.
El ayuno y la abstinencia del día viernes no tienen una finalidad masoquista, sino
prepararnos para revivir en cada uno de nosotros, los acontecimientos que está por vivir
Jesús. Y por sobre todo, tener en cuenta que lo más importantes ese día no está en comer
y descansar, sino en orar y contemplar.
El camino de la cruz, significa cargar con nuestras penas para que sean
transformadas en Cristo. "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que
tome su cruz y me siga" (Mt 16, 24). Cargar con nuestras cruces, no significa solamente
soportar nuestras dificultades, sino también experimentar el amor que oculta tras de sí
su entrega en la cruz. Nuestro vía crucis son las dificultades, los dolores y
preocupaciones que llevamos a cuestas a lo largo de nuestras vidas. En su pasión y en su
muerte, Cristo, nos revela la verdad sobre Dios y sobre el hombre.
Según la tradición, la Santísima Virgen visitaba asiduamente las estaciones
originales. Probablemente fueron los franciscanos, los primeros en establecer el Vía
Crucis, ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más preciados
de Tierra Santa. Pero muchos cristianos no podían ir a Tierra santa ya sea por la
distancia y las dificultades para el traslado, ya sea por el control que los musulmanes
ejercían sobre el territorio y las persecuciones a los cristianos. Entonces, creció la
necesidad de representar la Tierra Santa en otros lugares, para ir a ellos en
peregrinación.

Para hacer nuestro pequeño Vía Crucis elegimos meditar las siguientes
estaciones:

1) Jesús en el huerto de los Olivos: (Mc 14, 32-36). Bajo las ramas de olivo del
"Getsemaní" que significa "molino de aceitunas", Jesús comienza su noche más oscura.
Ningún lenguaje es capaz de expresar el dolor y el espanto, que sobresalta su alma en
este momento. La palabra que usa el evangelio de Lucas, para manifestar esa sensación
de angustia, es el término griego "agonía". Es decir que en su interior siente una terrible
"lucha" que lo divide. La oración de Jesús, tiene entonces la tensión de un combate. Con
un sudor de sangre, se llena de temor ante los difíciles momentos que está por atravesar.
Son signos del terrible tormento que está padeciendo en su interior. Entonces, se le
aparece un ángel que lo reconforta. Sin embargo, Jesús comprende que esa es "su hora"
(Jn 2, 4). Ese es el momento, que había sido planeado por el Padre desde siempre. Es el
momento en que nuestro tiempo, se va a llenar de Eternidad.

2) La traición de Judas y el arresto de Jesús: (Mc 14, 43-52) El beso de Judas se ha


transformado en símbolo de todas las infidelidades, las traiciones y los engaños. El
traidor se olvida de todo lo que había compartido junto a su maestro y lo entrega. Pero
la angustia y el arrepentimiento no tardan en llegar. El peso de las treinta monedas de
plata, colgadas sobre su cintura, se trasforman para él en un grito desde el infierno.
Jesús es abandonado por sus amigos, por aquellos mismos con quienes había
compartido su vida. Se había preocupado por ellos, les había brindado su amistad y
colmado de favores. Pero ahora, el abandono y la traición de quienes compartieron su
vida con él, lo conducen al aislamiento de la soledad. Ya no se trata de la soledad, a la
que se retiraba para orar. No se trata de esa fuente de paz y serenidad que buscaba en el
encuentro solitario con su Padre. Se trata de una experiencia dolorosa de abandono y de
repudio. Ya les había advertido a sus apóstoles en la última cena, qué sucedería y quién
lo entregaría. Porque ya estaba escrito: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas".

3) Jesús ante Pilato: (Lc 23, 1-7, 13-25). "¿Eres tu el rey de los judíos?... Mi Reino no
es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mi gente hubiera combatido para
que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí. Pilato le dijo:
¿Entonces tu eres rey?
Jesús le respondió: Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al
mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz.
Pilato le preguntó: ¿Qué es la verdad?" " (Jn 18, 33.36-38).
La pregunta sobre la verdad, no se trata de una cuestión filosófica, acerca de la
naturaleza de la verdad. Se trata de una pregunta existencial, acerca de la íntima relación
de la vida con la verdad. La negación de la verdad, genera dolor y muerte. No basta con
lavarse las manos, para evitar el castigo de entregar sangre inocente. Hoy también
nosotros; no nos animamos a ser responsables y a comprometernos ante las dificultades,
lavándonos las manos como los hizo Pilato.
En Jesús, se encuentra toda la verdad acerca del Salvador, preanunciada a los
profetas. En Él reside la verdad sobre el Siervo de Yahvé, anunciada a Isaías. No ha
venido a juzgarnos sino a salvarnos y en esta escena es sometido a una injusticia. Pero
la injusticia humana dará lugar a nuestra salvación. El pueblo sólo pide que lo
crucifiquen y en base a mentiras y calumnias busca condenarlo. "Se presentan contra mí
testigos falsos; me piden cuenta de cosas que ignoro; me devuelven mal por bien,
dejando mi alma desolada". (Sl 35, 11-12).
La condena a Jesús es injusta, pues sólo se basó en la opinión del pueblo enardecido.
Nadie defendió su causa, sino que fue condenado de manera injusta. "Aunque no
encontraron nada en Él que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo condenara".
(Hech 13, 28). Tal como ya lo había preanunciado el profeta Isaías: "Fue detenido y
juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte?" (Is 53, 8). Pero su condena se
debe sobre todo; al miedo de Pilato a comprometerse con la verdad. No podía
comprender, que el pueblo quiera condenar a ese hombre tan débil en apariencia.
¿Cómo semejante despojo humano podía ser un peligro para el emperador? ¿Qué
problemas podría traer un rey de otro mundo? Entonces, por un momento, piensa en
liberarlo.
Pilato era un pagano supersticioso, que había oído hablar de los hijos de los dioses.
Tampoco ignoraba los anuncios de los profetas acerca del Mesías y liberador que estaba
por llegar. También sabía que los reyes de oriente, habían venido a ver a Herodes,
preguntándole acerca del rey que había nacido. Su mujer Claudia Procla, le dijo que
estaba conmovida a causa de un terrible sueño, que había tenido acerca de ese hombre.
Pero estas verdades le dan temor, le crean dudas acerca de su permanencia en el poder y
prefiere condenarlo de manera injusta. Por todos lados, se escucha la poderosa voz del
pueblo, que lo presiona para crucificarlo. El tumulto, la agitación y la ovación, le
hicieron pensar en una posible rebelión, si no entregaba a ese hombre. Entonces,
prefiere manipular a las masas enardecidas, promoviendo el indulto de un homicida y
condenar a un justo. Bajo la presión popular, se deja arrastrar por el interés personal y la
indiferencia ante la verdad. Así aparece ante nuestros ojos, la vanidad de la justicia
humana, que es miserable en comparación con la justicia Divina. Tal como dice Isaías:
"nos hemos convertido en una cosa impura y toda nuestra justicia es como un trapo
inmundo" (Is 64, 5). Mientras tanto Jesús permanece callado. Y en su mente, resuenan
aquellas palabras del profeta Miqueas: "¿Qué te hice pueblo mío, o en qué te molesté?
Respóndeme". (Miq 6, 3).

4) La flagelación de Jesucristo: (Mt 27, 26-30). El sufrimiento de Jesús no tiene


límites. Hoy nuevos verdugos golpean a Jesús sin piedad. Mientras tanto, Él los mira
con sus ojos llenos de sangre, reclamando un poco de misericordia. "Desde la planta de
los pies a la cabeza, no hay en él nada intacto: ¡heridas, contusiones, llagas vivas, que
no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite!". (Is 1, 6).
Jesús recibe todo tipo de golpes, insultos, latigazos. Pero a pesar de todo, sigue con
valor el camino que Dios le tiene preparado. Los romanos, se descargan contra Jesús, al
que el pueblo llama el "rey de los judíos". Todo el odio y sed de venganza que sienten
contra ese pueblo rebelde, lo hacen actual en el castigo al que lo someten. En Jesús; ven
representado a ese pueblo al que tanto odian y por ello su agresión esta llena de
violencia. La corona de espinas, no es más que una burla ante éste, que representa la
realeza del pueblo.

5) Jesús carga con la cruz: (Jn 19, 16-17). Por una calle de Jerusalén, que luego se
llamará "Vía dolorosa" avanza un condenado a muerte. Es escoltado por una patrulla del
ejército romano, que impide a la gen e acercarse. Camina sosteniendo el patibulum, es
decir, el brazo transversal de la cruz cuyo palo vertical ya estaba plantado entre las
piedras de una colina rocosa. El nombre arameo de dicha colina es Gólgota y en latín
Calvario, es decir, lugar del "Cráneo". El camino a la cruz, parte de la torre Antonia, que
Herodes había mandado a construir, para poder controlar el templo. Los romanos, tenían
allí su cuartel, desde donde vigilaban la ciudad. Según la tradición, fue allí donde Cristo
recibió la condena a muerte. No estaba permitido condenar a la cruz a un ciudadano
romano, pues era una muerte humillante. Pero desde el momento que Jesús carga con la
cruz, marca un cambio en la historia. La cruz deja de ser un signo de muerte infame y se
convierte en signo de vida que nos conduce al misterio de Dios. "Porque tanto amó Dios
al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que
tenga vida eterna". (Jn 3,16). El Padre ha elegido la cruz para su Hijo, quien a través de
ella nos ha ofrecido su vida. La cruz, se ha transformado entonces, en un signo de amor
sin límites.
"Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el
Señor hizo recaer sobre Él, los pecados de todos nosotros". (Is 53, 6). Han sido nuestros
pecados y los de toda la humanidad los que lo han aplastado contra la tierra.

6) Jesús se encuentra con María y las mujeres: (Lc 23, 27-28). Maria se encuentra
con su hijo en el camino de la cruz y siente que "una espada atraviesa su alma" (Lc 2,
35). La cruz de su hijo es de alguna manera su cruz. Ahora comprende cuáles son las
cosas de su Padre, de las que Jesús debía preocuparse. Siente la más absoluta
impotencia y sólo puede ayudar a su Hijo, aceptando la voluntad del Padre. Sólo las
mujeres, signo de la debilidad, son las únicas capaces de seguir a Jesús. Aquellas que no
podían participar en plenitud de la sociedad y eran excluidas, son quienes muestran
mayor valentía ante las dificultades. Sin embargo, les dice: "no lloren", "no teman"
como calmándolas. Con estas palabras nos quiere decir que el dolor, la imperfección y
el poder del mal no van a triunfar sobre el mundo. Se compadece de aquellas mujeres,
pero se preocupa por el futuro de su pueblo.
"Todos ustedes, los que pasan por el camino, fíjense bien y miren si hay un dolor
comparable al mío: a este dolor que me atormenta, porque el Señor ha querido afligirme
en el día de su furor... El Señor pisoteó en el lagar a la virgen hija de Judá. A causa de
esto estoy llorando, mis ojos se deshacen en llanto, porque está lejos de mí el
consolador que podría reanimarme. Mis ojos están desolados, porque triunfa el
enemigo". (Lm 1, 12.15-16).

7) El encuentro con la Verónica: Ya había preanunciado Isaías lo que le sucedería al


Siervo de Yahvé: "Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas a los que me
arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían". (Is 50, 6). La
Verónica no aparece en los evangelios y según la tradición griega se la llama Berenice.
Si bien se menciona que algunas mujeres, acompañaron a Jesús en su camino a la cruz,
esta escena no aparece en los en ningún relato evangélico. Según la tradición, una mujer
se abrió camino entre los soldados que escoltaban a Jesús y limpió con su velo el sudor,
la sangre y las escupidas que tenía sobre su cara. No se deja amedrentar por la violencia
de los soldados ni se inmoviliza a causa del miedo. Entonces, el rostro del Mesías queda
impreso sobre el velo, como un verdadero ícono. El nombre de la mujer hace alusión a
esta auténtica imagen que recibe como don de Dios. Ella es la "Veron icon", es decir,
quien recibe la verdadera imagen de Dios. El redentor del mundo le deja a la Verónica
una imagen verdadera de su rostro. La mujer, cumple en ella misma las palabras del
salmo: "Tu rostro buscaré, Señor, no me ocultes tu rostro". (Sl 26, 8-9). Esta escena nos
enseña, que cualquier gesto de caridad o solidaridad al servicio del prójimo, deja en el
corazón del hombre una marca de la gracia de Dios.
8) El Cireneo le ayuda a cargar su cruz: (Mc 15, 21-22). Las caídas de Jesús en la
cruz, representan la verdad de nuestras vidas. Jesús cae, para levantar al ser humano. No
borra nuestras dificultades, pero nos da la fuerza para superarlas. La cruz es un peso que
supera las fuerzas del hombre. Pero gracias a Él, sabemos que el final de este camino
tiene un sentido. Hasta el mismo Dios hecho hombre, no puede mantenerse en pie, ante
semejante peso. El poder devastador del pecado lo humilla contra el suelo. Esta escena
nos recuerda que el pecado nos pesa, nos derriba, nos hace daño y nos quiere aniquilar.
Pero en su caídas no triunfa el mal y la debilidad, sino el amor y la entrega generosa por
nosotros. Sus caídas que parecen la debilidad de Dios, son también un mensaje de su
amor para nosotros. Siendo fuerte, se hace débil por nosotros, para redimir lo más bajo
que tenemos. Nuestra debilidad, nuestro sufrimiento, nuestra pequeñez, adquieren un
nuevo sentido en la debilidad de Cristo.
Los soldados le piden ayuda a Simón de Cirene, temiendo que el condenado no
lograra llegar al Gólgota con vida. Tienen que pedir a un curioso que pasaba por allí,
que colabore con el peso de la cruz. No es que los romanos sean bondadosos, sino que
Jesús ya estaba casi agonizando. Estaba abrumado por el peso de la cruz, repleto de
heridas, atacado por la fiebre, debilitado por la pérdida de sangre, sediento y con dolores
increíbles. No podía aguantar mucho más en ese estado. Si le hubieran exigido un poco
más, se hubieran perdido toda la crueldad de la crucifixión.
Y mientras Jesús caminaba, hacía memoria de las palabras del salmo. "Pero yo soy un
gusano, no un hombre; la gente me escarnece y el pueblo me desprecia; los que me ven
se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: < Confió en el Señor,
que Él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto >... Tu Señor me sacaste del seno
materno... No te quedes lejos de mí, porque asecha el peligro y no hay nadie para
socorrerme" (Sl 22, 7- 11).
Su caída en la cruz, nos muestra la máxima manifestación de su humillación
(Kenosis) o abajamiento. Nos deja claro, que no ha venido para ser servido, sino para
servir. Tal como lo manifestó en su servicio del jueves santo, en la última cena, en
donde le lava los pies a sus apóstoles.
"Él, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que
debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a si mismo, tomando la condición
de esclavo y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
exaltó y le dio el Nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda todilla
se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos". (Filip 2, 6-10).

9) La crucifixión: (Mc 15, 24-26) A las doce de la noche, hora en que los hebreos
ofrecían el cordero pascual, Jesús es elevado en lo alto. Sus palabras de dolor, se van
mezclando con la constante oración por medio de salmos, cuyas predicciones se estaban
cumpliendo en Él. "Entonces vi un cordero que parecía haber sido inmolado: estaba de
pie entre el trono y los cuatro seres vivientes". (Apoc 5, 6). La cruz, signo de tormento y
escándalo, se transformará a partir de esta escena en signo de vida. Las cruces son
inevitables en el camino de nuestras vidas, pero a partir de ahora podemos afrontarlas
con la esperanza que nos da Cristo. Pero también podemos olvidarnos de Él y caer en la
desesperación. Sólo con Él, se transforman en signo de victoria sobre el pecado. Deja de
ser algo absurdo y se convierte en signo de salvación. "Han taladrado mis manos y mis
pies y me hunden en el polvo de la muerte. Yo puedo contar todos mis huesos; ellos me
miran con aire de triunfo, se reparten mi ropa y sortean mi túnica". (Sl 22, 17-19).
10) Jesús es crucificado junto a dos ladrones: (Lc 23, 39-43). Junto a Él son
crucificados dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. Hacía un tiempo que
habían sido condenados a la cruz, por causas de asesinatos y rebelión. La tradición suele
llamarlos Dimas, el bueno y Gestas, el malo. Pero los sacerdotes habían diferido su
condena, porque querían asociar a Jesús a los malhechores. Buscaban demostrar así, que
Jesús era justamente condenado por sedicioso y malvado. Así se cumple la profecía de
Isaías que decía: "Mi servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de
ellos... Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables". (Is 53, 12).

11) La muerte de Jesús: (Lc 23, 44-46). Su agonía en la cruz, durará tres horas. Toda la
creación se conmueve ante la muerte del rey del universo y se manifiestas con signos de
dolor. La tierra tiembla, las rocas se abren y resucitan los muertos. Nada pasa ajeno a
este momento pleno de la historia.
Entonces, nos surge una pregunta: ¿Era necesario que el Padre entregara a su Hijo
para la salvación de los hombres a una muerte en la cruz? ¿Podíamos haber sido
perdonados de otro modo? Ciertamente Dios no tiene necesidad de justificarse ante el
hombre, es suficiente con que sea todopoderoso y quiera perdonarnos. Pero Dios,
además de ser omnipotente es Sabiduría y Amor. No es un absoluto o una abstracción
que está fuera del mundo y por lo tanto le es indiferente el sufrimiento humano. Es el
Emmanuel, el Dios con nosotros, que comparte la suerte del hombre y su destino.
"Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda el sólo; pero si muere, da mucho
fruto". (Jn 12, 24).
Su cadáver es descolgado y entregado en el más absoluto dolor a su madre. Antes del
amanecer es llevado a su sepultura. Esto se debe a que la leyes hebreas, no permitían
que el condenado pase toda la noche en exposición. "Si un hombre, culpable de un
crimen que merece la pena de muerte, es ejecutado y colgado de un árbol, su cadáver no
quedará en el árbol durante la noche, sino que lo enterrarás ese mismo día, porque el
que está colgado de un árbol es una maldición de Dios". (Dt 21, 22).

12) La resurrección de Jesús: (Mt 28, 1-15). A diferencia de lo que había sucedido con
otros cuerpos, sometidos al suplicio de la crucifixión, algo cambiará en la historia. La
crucifixión, castigo cruel para los revolucionarios y esclavos, comenzará a tener un
sentido distinto. Parecería que todo ha terminado, que ha triunfado el mal y los
enemigos de Cristo. Pero el sepulcro de Cristo es semilla de nueva vida, una llamada a
despojarnos del hombre viejo, que se corrompe siguiendo su propio egoísmo. La muerte
en la cruz y el sepulcro, se transforman en medios de resurrección y de gloria. Desde el
momento en que nos alejamos del árbol de la vida, a causa de nuestro pecado, la tierra
se transformó en un lugar de muerte. La muerte se nos apareció como un mal inevitable,
una realidad dramática de la que no podemos escapar. El árbol de la vida del que el
hombre fue alejado por su pecado, se ha revelado a los hombre nuevamente en el cuerpo
de Cristo. "Si alguno come de este pan, vivirá para siempre, y el pan que yo les daré es
mi carne, para la Vida del mundo" (Jn 6, 51). El sepulcro vacío es el signo de la victoria
definitiva de la verdad sobre la mentira, del bien sobre el mal, de la misericordia sobre
el pecado, de la vida sobre la muerte. El sepulcro vacío es signo de esperanza, que no
defrauda, pues "nuestra esperanza está colmada de inmortalidad". (Sab 3, 4). Es el signo
de la victoria definitiva de Dios sobre todos los males que heredamos como
consecuencia del pecado. Nos muestra de alguna manera, que la muerte ya no tiene
poder sobre nosotros.

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