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usar bien o mal del mismo. El poder, de por s, es ambivalente. Los que lo ostentan
pueden utilizarlo para bien o para mal de sus sbditos. No obstante, los jerarcas religiosos
han recurrido con frecuencia a la infalibilidad para eliminar ese peligro de un mal uso del
poder religioso. El dogma de la infalibilidad es frecuente en el mundo de las religiones.
Con l, el jerarca quiere quitar al creyente todo temor de que l pueda usar mal de su gran
poder sobre las conciencias. El representa a la Divinidad, obra en nombre y en lugar de la
Divinidad. Si sta no se puede equivocar, el jerarca, como tambin su misma persona, es
un poder sagrado y, por tanto, indiscutible. Viene directamente de la Divinidad.
De esta manera, el poder de las religiones es fuertemente reforzado. No slo es
fuerte por ser poder sobre las conciencias, sino tambin porque es sagrado e infalible.
Ningn otro poder goza de estas prerrogativas.
La grandeza de las religiones radica as en dos aspectos bien diferentes: el ms
fundamental y autntico consiste en ser instrumento (no fin) de la religiosidad humana, la
religin fundamental del hombre. En servirle de cauce de expresin. En ofrecer al
creyente los medios concretos de realizar y desarrollar su religiosidad. El otro,
filosficamente no justificado, pero ampliamente atestiguado por la historia, consiste en
el enorme poder que tienen sobre la vida de sus creyentes en todas sus dimensiones:
fundamentalmente sobre la dimensin religiosa, pero tambin sobre la poltica, la
econmica, la artstica, etc. Digo que no est filosficamente justificado porque se apoya
en una inversin de valores: en que la religin es con frecuencia tomada por sus creyentes
e incluso presentada por sus jerarcas como un fin en s mismo y no como un medio al
servicio de la religiosidad del creyente.
La miseria de las religiones est marcada por el abuso de su poder no menos
ampliamente atestiguado por la historia. Probablemente, la mayor parte de los humanos
que no han muerto de muerte natural han muerto en nombre de la Divinidad bajo alguno
de sus infinitos nombres. Las Guerras Santas, bajo distintas formas, han estado presentes
constantemente en la historia del hombre. En todas ellas se mata en nombre de Dios.
Las Inquisiciones no son pecado de una religin concreta. Son un hecho histrico unido