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En la iglesia de Corinto, en los tiempos de Pablo se vivió una “división” interna que
llevo a los creyentes a tomar partido frente a un nombre y un líder.
Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que
hay entre vosotros divisiones.
Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo
de Cefas; y yo de Cristo (I Corintios 1:11.12).
En esta división institucional, hubo cierto grupo que se hizo llamar los creyentes
“paulistas” (seguidores de Pablo), el otro grupo estaba constituido por los “cefistas”
(seguidores de Pedro) y en un tercer grupo se organizaron los “apolistas”, (seguidores
de Apolos). Un grupo más cuerdo se catalogaban como “crististas”, (seguidores de
Cristo).
Sin embargo, a estas divisiones internas, el apóstol Pablo les salió al paso cuestionando
duramente estas diferencias, pero en ninguna de sus exhortaciones mando al infierno a
los “cefistas” ni a los “apolistas” y mucho menos a los “cristitas” como sucede hoy en
día con los diferentes creyentes asociados bajo determinada personería jurídica
identificada con cierto nombre.
Inmigrar de una institución a otra hoy en día, es catalogado como un acto de rebeldía
o falta de sujeción a las normas de dicha institución, comportamiento calificado por sus
líderes como un “pecado mortal” que le repercute en la pérdida de la salvación de su
alma.
Este tipo de conducta fue cuestionado por el apóstol Pablo de la siguiente manera:
1:13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis
bautizados en el nombre de Pablo?
1:14 Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a
Gayo,
1:15 para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre (I Corintios 1:15).
La unidad de la iglesia está garantizada no por un rotulo sino por la unidad del
Espíritu y la unidad de la fe.
Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a
un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).
El mayor error de los líderes religiosos es creer que la unidad de la iglesia de Cristo
la mantiene un rótulo con una personería jurídica, como dije anteriormente, las
mayores divisiones doctrinales y administrativas del cuerpo de Cristo se viven bajo un
mismo rótulo entre sus mismos líderes y creyentes, no obstante, la unidad del cuerpo
de Cristo que es su iglesia compuesta por los que en cualquier lugar del mundo
invocan el nombre del Señor, Señor de ellos y nuestro, la alimenta la unidad de la fe y
del Espíritu.
4:4 un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza
de vuestra vocación;
4:5 un Señor, una fe, un bautismo,
4:6 un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos (Efesios
4:4-6).
Dividir el cuerpo de Cristo que esta unido alrededor del mundo por la unidad de la fe y
el Espíritu por medio de rótulos y personerías jurídicas, lanzándose acusaciones
mutuas y mandándose recíprocamente al infierno es una DIVISIÓN contra la iglesia del
Señor y tales líderes son catalogados en la epístola de Judas como gente que no tiene
el Espíritu de Dios.
Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu
(Judas 19).
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