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(Portada)
Facultad de Arquitectura
Universidad Pontificia Bolivariana
Medellín
Asesores:
Beatriz Elena Giraldo, Arquitecta.
Profesora Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín
Contenido
…..
5
Agradecimientos
…
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>Presentación
Seducidos por la casa, por su recuerdo, por sus memorias y su nostalgia, por sus espacios y los
acontecimientos que ocurren en su interior parte de la cotidianidad y la vida del ser humano, por
los sucesos, por las sensaciones, por sus objetos, por las fracciones de tiempo y espacio (real
y/o imaginario) que se conjugan revelando expresiones vivas del ser y sus múltiples dimensiones.
Preocupados por la reducción de todas ellas al tener que ocupar los espacios y tipologías de
arquitectura doméstica que ofrece hoy el mercado: cajas que se multiplican en forma masiva y
rentable, herencia de la aparición de la vivienda en la modernidad, producto de la sociedad de
consumo, violentadas por cables y prótesis que las conectan a sistemas masivos de información
y comunicación y le introducen nuevas funciones y necesidades que se suman a las ya impuestas
por los rápidos cambios y drásticas transformaciones de las costumbres y ritmos de vida
durante el último siglo, desprovistas de identidad y ensoñación, imposiciones espaciales que
limitan cada vez más el desenvolvimiento del ser y el establecimiento de relaciones con el
espacio, con los otros, imposiciones que le reducen, le oprimen. … Confundidos …contrariados.
¿Qué pasó? Dónde está el arquitecto? Qué estamos haciendo? Hacia dónde va la casa? qué clase
de arquitectura estamos proyectando? qué podemos hacer para recuperarla? Es importante
recuperarla? cuál es nuestra responsabilidad y cuál debe ser nuestro compromiso frente a la
proyectación y futuro de la arquitectura doméstica contemporánea?
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Y nos sentamos a pensar sobre la casa… tres personas deliberando alrededor de sus propias y
complejas percepciones; lanzando atrevidas definiciones en un intento por atrapar en una frase
sencilla la idea de lo que era una casa —como si hablar del espacio doméstico pudiera ser tan
simple!—; con las narices metidas en los libros, hurgando entre las palabras de diferentes
autores (provenientes de tiempos y lugares distantes algunos, un poco mas cercanos los otros);
creyendo descubrir a lo largo del camino la verdad común, absoluta; aquella tan clara y definida
que desvelaría el compromiso a tomar por el arquitecto para la proyectación y recuperación de
la buena arquitectura doméstica.
Parecía un proceso infalible, lineal, lógico: A + B + C = D, por supuesto!. Una formula perfecta
con toda seguridad, para encontrar la respuesta de aquello que nos preocupaba. Y partimos de
viaje, bien equipados, confiados, con la ruta bien trazada, y mirada firme en un punto claro en el
horizonte. Y empezamos a adentrarnos en la materia, a observarla con un poco mas de cuidado,
a explorarla, manipularla, estudiarla, destriparla, digerirla, escupirla… mientras las discusiones
pasaban de la expresión de opiniones personales a reflexiones que comprometían cada vez mas
nuestra posición frente al oficio. Y el cielo se fue oscureciendo, el horizonte se desvanecía en
el vacío, la ruta a seguir se desdibujaba tras la niebla, y las estrategias a seguir comenzaban a
parecer cada vez mas absurdas. Cómo hacer que todo volviese a tener sentido?
Fue así como nos vimos forzados a hacer un alto en el camino reevaluar los métodos, las rutas
y las estrategias; reconocer que la ambición de encontrar una respuesta absoluta era tan
irrisoria como la idea de llegar a alguna parte al final del camino y que lo más valioso de todo
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el proceso, se encontraba precisamente allí donde todo lo que habíamos aprendido; confluía
abriendo un espacio para la reflexión: punto importante, neurálgico, indispensable, determinante
para enfrentar aquello que nos convocó a trabajar en esta monografía.
A continuación recogemos e hilamos de forma coherente en una serie de ensayos las ideas más
importantes producto de aquellas exploraciones y deliberaciones. No pretendemos en ningún
momento lanzar definiciones ni verdades absolutas, como tampoco dar respuesta a todas las
preguntas que teníamos al comienzo; de hecho, es posible encontrar ideas en algunos ensayos
que contraponen y pueden hasta negar las expuestas en otros. Hay otras que se apoyan entre
sí, pueden también yuxtaponerse, complementarse, o incluso abrir todavía más preguntas.
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Y ese es más nuestro objetivo: exponer a través de esta monografía nuestros descubrimientos
y abrir más puntos de reflexión alrededor de estos temas, provocando en quien los lee un
cuestionamiento personal sobre el oficio de hacer arquitectura doméstica y la responsabilidad del
arquitecto a la hora de proyectar la casa —refugio y cobijo— del Ser humano.
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(>Pensando La Casa
Definiendo Algunos Conceptos.
Pensar y hablar sobre la casa no resulta ser cosa sencilla… mucho menos cuando, una palabra
aparentemente tan simple, se presenta cargada de tan variada cantidad de significados,
significantes y simbolismos, según sus diferentes papeles y funciones. La Casa es ideal
(arquetipo, idea, sueño, ilusión) en la construcción de identidad individual y colectiva, de identidad
política, nacionalismos, regionalismos, ciudadanía; es prótesis básica, extensión que protege este
cuerpo que nos es humano, descubierto y vulnerable a la intemperie; es refugio del alma y
espejo del espíritu; y resulta también pieza clave, piñón, parte indispensable en el gran
engranaje de los procesos de producción —economías nacionales, regionales, individuales—, así
como en la construcción de ciudades y colonización de territorios.
De forma paralela cuando pensamos en la casa aparecen a lo largo de las discusiones una serie
de términos recurrentes que se hace totalmente necesario revisar para poder definir de forma
un poco más clara lo que es una Casa y aquello qué hace una Casa. Las ideas y
conceptualizaciones alrededor del Hogar, el Habitar y el Morar aparecen como fundamentales en
la construcción y descripción de las complejas redes de relaciones físicas, espaciales y
espirituales que se tejen entre los cuerpos de diferentes personas, objetos, y espacios
construidos; con sus espíritus, las evocaciones y las memorias; y con todo aquello que se nos
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escapa mencionar en este momento pero que se conjuga para estructurar La Casa, y las
debemos definir para poder adentrarnos posteriormente en la exploración de aquellos temas más
complejos, cargados de simbolismos y variadas significaciones.
En principio podemos decir que la Casa se refiere básicamente a tres cosas. Por un lado, la casa
es una idea, un concepto, un algo abstracto e intangible que se acerca más al mundo de los
sueños, al de nuestras memorias y nostalgias, al de nuestras sensaciones espaciales, corporales
y la forma como nos vemos en un tiempo y espacio imaginarios como individuos y como parte de
una colectividad específica (una ilusión, …un anhelo tal vez?); es la casa-concepto, la casa de
nuestros sueños, la sensación térmica inscrita en la piel, la imagen de aquello que nos protege y
nos es confortable (para el alma, la mente, el cuerpo y el espíritu).
Por otro lado, podemos igualmente definirla como la construcción espacial, arquitectónica,
tangible, e inscrita en un tiempo y espacio determinados, proyectada y/o pensada, bien sea por
el arquitecto, o por el constructor o el ciudadano común que construye su espacio. Ella es la
casa (unifamiliar, bifamiliar, incluso trifamiliar), que es totalmente diferente al apartamento; una
cajita que consta mínimamente de un techo o cubierta que protege del sol y la lluvia, que cubre;
de un piso que separa los cuerpos y los objetos de la tierra y demarca territorio sobre el
paisaje (espacio construído, domesticado), superficie que es colonizada, humanizada; y de unas
paredes que protegen del viento y la intrusión de extraños a la casa y encierran el espacio
privado, íntimo —el interior—, y lo separan y diferencian (impidiendo incluso un contacto directo
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visual si se quiere) del espacio público, el exterior —el afuera—. Es esta la casa-espacio
arquitectónico, la casa-espacio construído.
Y finalmente, una tercera concepción, más desde un punto de vista antropológico, sociológico, y
hasta probablemente filosófico, es la de la casa como aquella construcción individual y/o
colectiva de relaciones del ser como habitante de aquellos espacios arquitectónicos, con ellos,
los objetos y las demás que los comparten, y por medio de las cuales les transforma, los
caracteriza, los individualiza, los personaliza y les imparte identidad. Es ese lugar que resulta de
la conjugación de ese espacio material e inmaterial, real e imaginario donde residen y confluyen
(buscando permanentemente el equilibrio y mutando junto con el ser y sus transformaciones) la
casa-concepto, como imaginario, como idea, y la casa-espacio arquitectónico, la casa-espacio
construído, sin que sea posible su creación sin la participación de estos dos condicionantes; no
puede existir sin ambos. Esta es la casa que escapa a la proyectación del arquitecto. Es
imposible para el arquitecto diseñarla, pretender proyectarla, anticiparla… el puede apoyar su
proceso, facilitarlo, puede incluso dar instrucciones de cómo usar y habitar los espacios (como
cualquier electrodoméstico o producto de consumo masivo hoy por hoy en el mercado y que va
acompañado de su manual de instrucciones), pero el no podrá nunca adivinarla, ni siquiera cuando
se trate de la construcción de su propia casa, porque esta Casa es de construcción permanente
y se hace sobre la marcha, es proceso constante, meteorización de los rastros que el habitante
va dejando en la medida en que va habitando esos espacios, evidencia de las relaciones que se
construyen entre el habitante, los espacios, los objetos, y las otras personas que también
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habitan esos espacios. Es esta La Casa, La Casa-lugar, eso que cada uno llega a llamar: Mi Casa
y refiere tanto espacio arquitectónico como espacio existencial, el Hogar.
Habitar es una acción propia de las personas, de los cuerpos, y está directamente ligado a la
presencia o la ausencia de estos en el espacio (lo habitado frente a lo des-habitado) y las
relaciones personales, profesionales, laborales, casuales,… que se construyen entre ellos.
Nuestra condición de seres inscritos en una dimensión espacio-temporal implica, desde un
principio, que nuestros cuerpos irremediablemente ejecuten la acción de habitar; existimos
siempre en un lugar, que puede o no haber sido construído por el hombre, y todo el tiempo nos
desenvolvemos en función de él. No obstante, el Ser suele establecer dos tipos de relaciones
con el espacio que lo contiene. Estas pueden ser de adaptación o de transformación. Una relación
de adaptación se da generalmente en espacios en los que el ser, bien sea porque no le es
posible o no lo ve necesario, termina no apropiándose del espacio y decide que es mejor
ajustarse a él a partir de las condiciones que este le dicta y/o establece creando relaciones
frágiles y efímeras con los espacios y los objetos; mientras que en una relación de
transformación, el ser crea vínculos tan estrechos con el lugar que lo llevan a modificar sus
condiciones físicas imprimiéndole su sentido de apropiación, individualizándolos e imprimiéndoles un
carácter personal que los identifica como pertenecientes a ese habitante particular..
El Habitar puede darse en cualquier espacio y es mucho menos arraigado que las relaciones que
implica el Morar, mientras sucede, el espacio puede o no sufrir un proceso de transformación,
puede reducirse simplemente a un proceso de adaptación por parte del hbitante. Pero el Morar
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demanda la construcción de relaciones más complejas entre los cuerpos y los espíritus, supone
transformación; ya no solo se reduce a la presencia y ausencia de esos cuerpos y sus
relaciones “superficiales” y casuales en los espacios, sino que hace referencia a relaciones más
particulares, más complejas y ante todo íntimas, bien sea del ser con un espacio específico y su
individualidad, o de este y una colectividad, inscrita igualmente en un espacio determinado. El
Morar a diferencia del Habitar, siempre refiere la intimidad y las relaciones entre personas y
lugares que transforman y construyen espacios que dan forma a las ideas y pensamientos mas
complejos, mas personales y particulares, propios de los seres como individuos.
El hogar como lugar se construye a partir de dos elementos fundamentales: un velo decorativo,
referente a los objetos, texturas, y colores, dispuestos desde el morar; y unos individuos que
establecen relaciones consigo mismos y entre sí, como una colectividad que logran compartir en
la intimidad sus propias maneras de morar. El hogar aparece entonces como extensión del cuerpo
y el espíritu de las personas que habitan esos espacios, expresa lo que son como individuos y
les identifica; El hogar es parte de ellos, es lo propio, es donde el individuo se puede
desarrollar libremente, se desenvuelve frente a los otros y con los otros, con sus múltiples
maneras de vivir, de habitar ese “lugar” que brinda protección y seguridad que es el Hogar.
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Cuando las personas viven y utilizan un lugar estableciendo relaciones generales y casuales
entre ellas y con el espacio, hablamos de Habitar; si estas relaciones se complejizan tejiendo una
intimidad entre los cuerpos (personas, objetos y espacios construídos) y sus espíritus
imprimiendo huellas, aparece entonces la idea del Morar.
El Morar se vale de esos elementos, y ante todo del velo decorativo para comenzar a construir
lugar, y cuando toma carácter se define como una identidad, como el Hogar. El Hogar como un
lugar más imaginario que real (pero que irremediablemente se apoya en ambos) encuentra su
materialización como espacio construído y espacio existencial, cargado de significaciones y
simbolismos, en La Casa. Las relaciones entre los individuos, los objetos, las memorias, los
espíritus, se vuelven tangibles en elementos y temas composición arquitectónica (dobles pieles,
rincones, exteriores íntimos...) que albergan y potencializan los diferentes grados de relaciones
que se tejen en el Habitar, el Morar y el Hogar respectivamente; y que deben constituir un
punto de partida y exploración si se quiere proyectar una arquitectura doméstica que, en vez de
reducir y limitar al habitante y su ser existencial con sus múltiples dimensiones y necesidad de
establecer relaciones y crear sus espacios íntimos, individuales; le apoye en sus procesos de
construcción de identidad, en la construcción de La Casa, Su Casa.
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>Antecedentes
habitar e impone el reconocimiento de espacios más reducidos. Estos cambios fueron explorados
y cuestionados con la aparición de los CIAM, quienes luego acompañan y regulan todos estos
procesos de transformación.
Con la aparición de los nuevos discursos en rescate del Ser que habita y mora los espacios
arquitectónicos, Martín Heidegger empieza a redescubrir el sentido del Ser en la arquitectura y
lo ubica en un medio ambiguo entre lo material —tangible— y lo etéreo —intangible— del espacio,
y es posiblemente esta la primera aproximación que se da al tema concreto del habitar y el
morar. Más tarde Gaston Bachelard en medio de un discurso filosófico describe en ―La Poética
del Espacio’ las concepciones del intangible y la relación de los seres humanos con el espacio de
la casa, con los espacios en la arquitectura doméstica, y explora en ella la pérdida de estos
valores espaciales a causa de las nuevas costumbres y formas de habitar.
Ahora, bajo el ámbito académico nace un acercamiento critico a este problema; planteando los
temas de la arquitectura doméstica en 1984 en Europa y debatiendo acerca de la casa y los
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nuevos modelos de habitar desde la última década del siglo XX; se percibe así, un intento de
cambio desde la escuela y aparece como tema emergente en el marco docente una búsqueda de
nuevos parajes en las respuestas al problema.
mobiliario e instalaciones como bandas activas dentro de la casa (interior práctico y, fachada o
perímetro como banda activa): muros equipados, objetos clasificados, muebles mutantes, bloques
técnicos e infinidad de innovaciones en los aparatos que hacen que la casa funcione; el pautado
de espacios para lograr casas que pueden crecer y ser extensibles en el tiempo es otra de las
estrategias dirigida al concepto de lo flexible no solo en relación al espacio sino también a las
necesidades de quien lo habita.
Desde otro ángulo, Georges Perec afirma que la nueva arquitectura doméstica adopta el
espacio vacío como respuesta a una naciente manera de concebir la casa y de habitar o no
habitar, en donde el rigor de caracterizar las funciones al interior de la casa se hace cada vez
menor y la casa empieza a ser un punto medio entre lo público y lo intimo descodificando su
estructura espacial tradicional o moderna, alcanzando a redefinir en el espacio tanto lo
codificado como lo desprovisto de carácter. La desaparición de los códigos domésticos conlleva
a que exista una supuesta tendencia a abandonar la casa y a que se empiecen a materializar y
habitar espacios simples, en donde se asume un nuevo protagonismo del Ser en relación con el
espacio y en su manera de hibridar lo tradicional con lo vacío.
Hablando ahora del aspecto económico y comercial que de algún modo rige también
características de la vivienda, hay una tendencia clara en conquistar desde el mercado lo que
el ser humano anhela y entonces el sueño de la casa se compra gracias a la simulación digital,
pero así mismo, como la casa se publica y vende antes de ser habitada, no se constata ni cómo
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funciona ni que virtudes o defectos proyecta esta materialización, y aún menos si realmente
cumple el sueño de quien la habita o si encuentra relación alguna con su estilo de vida.
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La aparición de la vivienda ha conllevado a que nuestra práctica cotidiana de habitar no sea una
acción de la cual usualmente reflexionemos, sino que simplemente subvaloremos por el simple
hecho de vernos como víctimas y receptores de un producto que inicialmente nos genera un
placer físico, un tanto fetichista al estar en contacto con un espacio que continuamente nos
esconde, mima y protege nuestros cuerpos mas no nuestras almas, pero que luego nos puede
generar un vació para nuestra existencia. Lograr vivir en función de nuestra contemplación
corporal, basados por los ordenes estricticistas de las maquinas domésticas, de las habitaciones,
pero a la vez en función de una búsqueda irracional de algo que vamos perdiendo lentamente,
una búsqueda por hallar un nuevo orden o secuencia lógica que cuide de nuestra alma y sueños,
que nos remita a nuestras memorias individuales, a todo aquello que esta ahí y nos es difícil
encontrarlo y materializarlo, todo aquello que se ha desaparecido con la casa.
1
Referencia al Genius Loci de C. Norberg – Schulz.
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singularidad del Ser, dentro de una continua alteración de nuestra vida privada inmersa en la
ciudad.
Después de todo… qué ha hecho usted, qué hemos y haremos nosotros como arquitectos y
responsables del pensamiento y materialización de la arquitectura, ante la imponencia latente de
la vivienda…? Al final de cuentas, no somos consumidores de espacio, sino de objetos.
2
Sistema de medidas con relación a la proporción del cuerpo humano. Le Corbusier
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Un lugar donde habitar, sin importar el contexto de lugar, de tiempo; sería poner a prueba la
relación del Ser con el espacio y sus múltiples afectaciones de la existencia de vínculos con los
objetos, memorias y evocaciones, imágenes y todo lo que nuestras ensoñaciones pueden producir
alrededor del morar. De este breve cuestionamiento nace una eterna discusión que contempla
toda una historia de principios teóricos y prácticos en torno a la casa y la vivienda, como si se
tratase de un juego de intereses el defender cada posición y situación del morar ante una
sociedad que continuamente se estremece con los estragos de la arquitectura doméstica. He
aquí la forma en que la arquitectura —y no solo la arquitectura como tal, sino también el
arquitecto y demás personajes artífices de la arquitectura— ha dilucidado después de muchos
intentos, a través del tiempo, las sugerentes tendencias a las cuales el ser humano ha sido
receptivo a abordar estos espacios lisos y estriados que ofrece la ―contemporaneidad‖ de
nuestras ciudades; la casa y la vivienda como protagonistas o antagonistas de la domesticidad.
>La Casa
3
La Casa Forma y Diseño. Charles Moore p. 257
26
>La Vivienda
Más allá de la generación de nuevos dispositivos formales relacionados con los hábitos
disciplinarios y de la simple conversión a la técnica y universalización tipológica, la vivienda ha
empezado a generar nuevos diagramas en los esquemas tácticos del morar. La arquitectura de
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la vivienda ha dejado de ser —sí es que alguna vez fue— la extensión corporal de los seres
humanos, hoy vemos cómo la vivienda es un suplemento activo y funcional autónomo al individuo,
de esta manera el desligamiento del Ser con la vivienda es cada vez mucho mas prolongado; de
igual forma se promueve de manera un tanto inconsciente un habitar común para toda una
colectividad, la vivienda no es mas que un simple arquetipo.
Los viejos patrones y la aparente estabilidad hace que la vivienda posea un sello de garantía de
donde suponemos que es mejor resuelta actualmente, pero encontramos —y de manera no muy
sorprendente— que cada vez la presencia del conflicto al interior del espacio y la implicación
inicial del ―sueño‖ de orden y armonía como respuesta a la estética urbana en la ciudad
contemporánea, ha hecho que la vivienda tienda cada vez mas a convertirse en un ―no lugar‖, en
un espacio que muta gracias a los nuevos rituales domésticos los cuales aparecen con la
continua mezcla entre lo cotidiano y extraordinario, sugiriendo de manera incondicional un nuevo
modo de vida para una nueva población.
>vs.
Intentamos suplir necesidades espirituales y corpóreas que nos remitan a nuestra posición
existencial en un lapso de tiempo y lugar, pretender habitar la casa o la vivienda es trascender
en el pensamiento para tratar ingresar al interior de los espacios y mutar de de manera
inconsciente nuestra relación con nuestro ambiente.
La vivienda logra escapar del modelo y orden —un tanto espontáneo— que se da al interior de la
casa, pero al mismo tiempo cae inmerso en un orden estricto y riguroso en el cual el ser humano
—como habitante— tiene que asimilar lo suficientemente bien y exacto, para llegar a la idea de
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habitar estos espacios desprovistos de memoria y ensoñación. Tanto la casa como la vivienda
añoran una necesidad de protección, pero obviamente debemos ser cuidadosos por lo que cada
una nos ofrece para nuestro Ser. Llegar a determinar cual de las dos es la mejor tendencia o
solución al habitar, es arriesgarse a caer en banalidades sin fondo que sólo conllevarían a
causar afirmaciones erróneas y confusas ara el ser humano.
4
Pink Floyd. 1986
5
Fabio Restrepo. Profesor de Teoría, Crítica e Historia de la Fac. de Arquitectura de la Universidad de los Andes.
Apunte hecho en el conversatorio realizado en la Facultad de Arquitectura U. P. B. marzo 14 de 2003
29
>Sobre La evocación
y Los Espacios Existenciales
Vivencia Y Sensibilidad
Somos con respecto al espacio. Este despierta de nuestro interior los significados, nostalgias,
memorias y sentimientos como el gigante de intangibles que permanecía adormecido; y ya, en el
cuerpo despierta los comportamientos del espacio, la construcción de relaciones con el espacio,
dependientes de el carácter que en nuestra memoria tenemos de él y juzgamos como apropiado.
La evocación existe en el espacio con espíritu, nace en la conexión de éste con el espíritu
mismo del hombre. El espacio llama siempre a la memoria, pero sólo evoca cuando en el ser
encuentra la forma de acoger su sentimiento. La evocación es en si misma el espacio que tiene
acontecimientos propios, gestos, venias frente al hombre, tamices, luces, materiales, formas y
conversaciones con el lugar, con el tiempo, con el plasma y el cosmos; y que así, objetiva su
propia manera de ser, amplificándose para el hombre y lo que él realiza en su desdoblamiento
sobre ese espacio.
Tenemos el ingenio de entender del espacio lo que éste quiere comunicar cuando el espacio es
evocador y obtiene carácter; o, el de ir más allá, cuando la evocación no es contundente, y
hacer que este evoque en nuestro Ser lo que nosotros desearíamos que fuese por medio del
objeto. El espacio liso y vacío, la caja desprovista de significación y con nada menos que un
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nombre, no evoca en el Ser un sentimiento fuerte. La vivienda como un lugar liso, de espacios
codificados —hasta ahora —, no invoca en nosotros más que a la memoria colectiva del ámbito de
las masas y la perdida de la identidad individual, no sugiere siquiera una evocación amplia, digna,
y apenas enuncia como titulo cual debería ser su acontecer. El hombre, no tiene más sentido que
el de llenarla de objetos que le pretenden encontrar evocaciones, pero que finalmente no se
pueden constituir como las evocaciones del espacio sino como las del velo decorativo, como las
evocaciones de la imagen.
Ahora, la tan aclamada calidad espacial está vinculada con lo que sentimos del espacio con su
capacidad de evocación, el arquitecto es quien la violenta o acoge como parte importante de la
arquitectura doméstica cuando decide o enuncia como vivimos, como es el espacio para vivir y que
es importante en él, concretándolo en el proyecto arquitectónico. Más lejos, el arquitecto tiene
en sus manos el poder de matar o rescatar aquellas evocaciones que determinan culturalmente
nuestra imagen particular de lo que es y hace la casa y que nos sacan del anonimato universal.
La evocación nace en la arquitectura y el lugar, no hay que determinar que sentimiento producir
en , por que esta no es así de objetiva, pero si recalcar que exista un sentimiento, que el
espacio produzca ese juego con el nuestro espíritu, y en la casa, con el encuentro del Ser
desnudo, el sentimiento de hogar, calor y la afirmación del primer valor del ser; el existir, la
vida, a través del espacio existencial.
El espacio existencial es una evocación al Ser. Bajo la relación que el habitante establece con su
morada elabora frente a ciertos lugares de la misma una relación de estrechez con su espíritu e
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intimidad. Sentimos estos lugares como espacios existenciales, cálidos, tibios, como lugares de
suspiro, comunes a todo ser humano y propios del alma y de la corporeidad. El espacio
existencial hace la casa, labra en el Ser la idea de la casa como sentimiento.
La casa de otrora, con sus múltiples estancias, con el lugar de cada acontecer y, con su peso
memorial y arquitectónico, nos hace hallar trozos de existencia por doquier, ahora, la vivienda en
cambio con su espacio codificado que pretencioso insinúa un acontecer que no nos cabe en él o
que ya se a ausentado de las nuevas maneras de vida, nos lleva a escudriñar en cada rincón —
si los hay— y ansiar el encuentro con esos espacios, con nuestra existencia para poder sentir
nuestro hogar.
Si estos son espacios verdaderos, que existen físicamente, por qué no enunciarlos y simplemente
aplicarlos en cada creación de arquitectura doméstica como el tratado a seguir? funcionaría?
acaso sería un tratado absoluto y universal?
El ser siempre nos asombra mostrándonos los nuevos paisajes de su vida y el nuevo panorama
de sus necesidades, va un paso delante de la arquitectura, su vida y existencia no son
atemporales, no pueden ser vistas como tal. Aún así, de manera sumisa ante él, presentamos
algunos de aquellos espacios que hemos denominado como existenciales:
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Espacios entre el interior y el exterior que ligados al espesor de las pieles, las paredes, las
ventanas, amplifican exterior e interior siendo, teniendo y conteniendo parte de ambos, y
convirtiéndose en envolventes del ser mientras él permanece en el espacio. El espesor es el
entre espacio, el lugar donde somos, lugar que es morado como parte igualmente integrante de
La Casa y que por su carácter evocador y dual concede alas al desdoblamiento del ser.
6
BACHELARD, Gastón. La Poética del Espacio. 1ra ed. Bogotá: Fondo de Cultura Económica Ltda.,
1993. p.175
34
Vivimos sobre la memoria; en ella encontramos cobijo o miedo, escudriñando en ella elevamos
nuestros sueños, por ella pertenecemos a una historia y, gracias a ella encontramos
desprevenidamente los objetos del recuerdo. Al final, en la memoria mantenemos nuestro lugar y
palpamos aquello que somos.
Estamos inmersos en un mar de memorias: nadando entre aquellas que despliega nuestra
construcción cultural y que se sostienen como memoria colectiva; entre otras que encontramos
flotando en la vida misma y cautelosamente guardamos como parte nuestra, individual; y entre
muchas que se nos prenden como vibraciones sensibles y más allá nostálgicas cuando frente
imágenes y objetos encontramos significantes.
La casa, vestida con los trajes de la historia, del hombre y de la arquitectura, alberga ya un
sentido; pero es el Ser quien la amplifica y la reafirma como centro simbólico de sus nostalgias
e ilusiones cuando sobre ella impregna su huella, construyendo sobre el trasfondo de la ruina, la
tradición y la memoria un sentimiento grande, importante: el espacio donde se es, el espacio que
evoca en el Ser su singularidad, cuando en cada fragmento de este ve reflejada su vida misma,
su memoria, su sentido.
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De la casa nacen entonces las memorias del hogar; recuerdos corpóreos, epidérmicos y viscerales
del nuestra existencia en el espacio. Perpetuamos la ilusión de encontrarnos de repente con la
evocación de alguno de estos, y así entonces desplegamos frente a la casa natal la creación de
la imagen de la casa soñada —que más tarde en la vida intentaremos construir—; esa es la
casa que retiene el sueño individual, el recuerdo de la niñez, la concentración de todo lo que se
ha estimado cómodo, confortable, sano, sólido, e incluso codiciable para los demás. La nostalgia
se prende luego de las paredes de esa casa: la nostalgia protectora de la madre, la nostalgia
melancólica de la casa, la nostalgia del calor del lugar, entre muchas, que finalmente se funden
y pierden unas en otras expresando y albergando la vida; deviniendo así arquitectura deseada.
Gracias a la nostalgia, nos sentimos unidos a detalles insignificantes porque éstos nos
recuerdan momentos que no volverán. El tecnicismo reinante desearía convencernos de que la
nostalgia no sirve para nada. Es posible, pero forma parte de la humanidad del Hombre y no es
admisible castrarla, hay que dejarla existir, y mas allá, crecer con ella.
7
“La casa es, más aun que el paisaje, un estado del alma.” dice Bachelard,“(...) gracias a la
casa, un gran número de nuestros recuerdos tienen albergue, y si esa casa se complica un poco,
si tiene sótano y guardilla, rincones y corredores, nuestros recuerdos hayan refugios cada vez
más caracterizados. Volvemos a ellos toda la vida en nuestros ensueños. (...) El poeta sabe muy
bien que la casa sostiene a la infancia inmóvil en sus brazos.”8
7
Ibíd. p. 105
8
Ibíd. Pág. 38.
37
Ahora, la casa se construye en relación a quien la mora, como hombres llenamos nuestras
casas de significado, nostalgia e ilusión, y allí son los objetos la memoria constante del
acontecer de la casa. Entre objetos técnicos y objetos de sentido formamos un juicio estético
proveniente e incubado desde la nostalgia y más lejos lo vinculamos con nuestra experiencia
pasada, presente y futura, conformando en profundidad el velo decorativo.
habitante, que vela, revela o muestra, debilidades y fortalezas del Ser en su continua
apropiación de los espacios.
Este velo es o intenta ser la capa o tamiz que se sitúa entre los límites del espacio
(contenedor), el espacio mismo (contenido), y el Ser (morador); logrando que el espacio que
anteriormente era insípido obtenga las condiciones de calidez que como humanos necesitamos y
buscamos al morar. Así el velo decorativo se convierte en ese componente esencial que
cargamos a cualquier espacio que se desea y busca morar, y ello sumado a los factores y
elementos circunstanciales propios del Ser y su cotidianidad; resulta en una composición compleja
que se cristaliza en aquello que denominamos como el paisaje doméstico.
El velo decorativo con sus colores, tejidos y texturas en los umbrales del sueño teje la trama
subconsciente y la poesía que anuda la cueva y la fogata, la chimenea y la casa, el calor y el
hogar, entre tanto, la memoria las mantiene vivas como parte del sueño, la realidad y la utopía.
Ahora, si todo esto es vital y vivo en la casa, el morar y Ser de forma propia, singular e
intransferible, y si a su vez crece de manera amorfa y difícilmente maleable, como sentimiento
intangible en el espacio y vagamente perceptible de forma objetual, ¿Cómo puede entonces el
arquitecto asumirlo en su proyectación?, ¿Cómo proyecta la casa que no existe?, ¿la vivienda
que no ha sido morada?, ¿Cómo logra cargar con todo ello?, ¿Cómo se puede delegar tal
responsabilidad cuando la casa es una construcción individual? ¿Cómo hemos podido concebir la
casa sin esto?
39
>Bibliografía
ALARCIA, Abel; ALURRALDE, Carlos; et al. Diccionario Enciclopédico Quillet. Buenos Aires,
Argentina: Editorial Argentina Aristides Quillet, S.A., 1971. VIII tomos. il.
ASENCIO, Francisco. Casas del Mundo. Colonia: Kônemann Verlagsgesellschaft mbH. 999 p.
BANHAM, Reyner. Un Hogar no es Una Casa. En: Contra la Casa. Tres textos sobre la
casa de la modernidad. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana. p. 25-39
BELJON, J.J. Gramática del Arte. Madrid: Celeste Ediciones, 1993. 240 p.
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