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Como haré amigo, para callar a mis adentros, como haré si no lo quiero,
Como sabré escuchar una por una las almas que desde el pozo gritan atormentadas
pidiendo la luz que las libere
del profundo pesar de la oscuridad de mis lamentos.
Como negarles la libertad que tanto deseo,
cuando mis labios son cadenas
que atan mis dedos, que poseen las llaves de la puerta del níveo papel
al que virginal versos entrego.
El cuerpo desespera,
el lenguaje se libera,
por no poder gritar versos,
por no poder escribir sueños.
El poeta sonrió ante aquella visión hermosa, y entonando sonoro cántico, le regaló a las
deidades un himno ditirámbico; quienes lo recibieron danzando, como después del
holocausto. Mientras el poeta quedó absorto, en la imagen de ella, y allí se detuvo la
Rueda, nunca más corrió la arena, el tiempo entonces fue eterno,
el tiempo de El, el tiempo de Ella.
SUEÑOS
I
Me encuentro enamorado
del imposible de tus manos.
Tus cumbres inalcanzables,
tu cuerpo indígena, salvaje,
eterno vigilia de mi insomnio.
II
¿Cómo ser imparcial
en la eterna dicotomía de este Juego?
Ajedrez de la Vida,
Oraniam del lúdico sueño.
III
Que bello saber que usted no es mía.
Para saber que la tengo.
Que bueno saberla lejos.
Para cerca sentirla.
Que dulce avistarla en el horizonte.
Para en sueños tocarla, acariciarla, besarla,
y despertarme, y perderla…
IV
Si supiera donde buscarte mi
búsqueda abdicaría.
No tendría ese sabor el futuro beso, el abrazo urgente,
las lágrimas dormidas.
Si supera donde buscarte, perdería sentido la Vida,
Vida del peregrino, vida tuya, vida mía.
Pero no sé donde buscarte,
Tal vez no es necesario,
tal vez las almas de los amantes solas se encuentren,
para nuevamente pederse,
para continuar buscando.
V
El Verso es lágrima de poeta,
que llora al penetrar el virginal silencio.
Su tinta es la sangre de sus venas y su alma,
Muelle abandonado en el desierto.
VI
No te quiero niño amor, no te quiero,
Quisiera quererte pero no puedo,
Por no poderte en tu ausencia muero,
Sueño con morir dormido en tu pecho.
Para que despertar si no quiero,
Quiero buscarte a ti,…hay, no sé si lo quiero,
No te acerques mas, por favor te lo ruego,
Que cada paso en mi herida es fuego,
Que aviva a esa mujer, que llevo velada en mi pecho.
VII
El Poeta es sólo la pluma que utiliza
la Poesía en este mundo;
como el títere y el titiritero.
VIII
Amarte a destajo…
Ayer salí a buscarte, lento, taciturno anduve por entre las calles, por entre las
gentes y las personas. Y pude ver sonrisas tristes y tristezas contentas de vivir en la
amargura. Te seguí buscando, cada vez mas, en cada una de esas manos; porque sabes
que me gustan tus manos; observando atentamente cada una de las curvaturas de los
Continué paso a paso, lento, cansado, por entre las muchedumbres apesadumbradas,
buscándote tanto y tanto; y me pareció verte algunas veces en ciertos pares de ojos que
distraídos se cruzaron con los míos. Tantas veces te dejé pasar, sin decirte nada, tantas
veces la vergüenza dejó vacía mi casa. Aun así te seguí buscando, paso a paso, día a día,
Sin embargo hoy, aun se que estás ahí afuera, y que estás como sabiéndome, o
tal vez no me sepas, y yo crea que estás y solo esté tu ausencia. No importa, yo te sigo
lluvia, mirando al otro lado de la calle, en la otra parada a ella que miraba al frente, que
notó mi mirada; yo tal vez acompañado por algún viejo, bohemio, también cansado de
ser, cansado ya de buscar, que me quiera convencer que no te busque, para seguirte
buscando, y seguirme enamorando de todas las manos, de todas las mirada y de todos
los abrazos.
II
Si supieras cuantas veces te dejé ir de mi lado, sin que yo hiciera nada; inquieto,
inmóvil, por el espasmo producido por la posibilidad imperiosa de que fueras vos la que
estaba ahí, frente a mí, desviando la mirada, como buscando algo solo para que yo viera,
y tal vez, en algún atisbo de atrevimiento, lanzarme con mis palabras o mis silencios a
labios. Si supieras cuantas veces sangraron mis labios, por la rabia de sentir que fue mi
mano la que no buscó la tuya, que no fue mi boca la que no quedó entreabierta
expectante a tu respuesta, como saberlo ahora que te has alejado, en cada par de ojos
fugaces que quisieron gritarlo; pero ya te fuiste con un silencioso paso que entonaba un
ensordecedor “nunca más”. Ahy, si supieras cuantas lágrimas mis ojos han llorado, por
esa fuerza que no me dejó acercarme, esa fuerza que siendo fuerte veo en el espejo
III
Ayer de noche, como todas las noches me deslicé por entre los oscuros silencios,
y me adentré en la noche buscando alguno de tus recuerdos, y fue así que encontré en
una esquina, encadenada, a ella, La pobre Esperanza, flaca, con sus ropas de mármol,
oscuras, contrastando con su hermana, que sonreía desde lo alto, alborotada por la copia
impúdica del sátiro que la acompañaba. Y fue así cuando la liberé, y la traje a mi casa.
Una vez adentro, prendí la luz y allí pude verla en plenitud, y la recosté en mi cama,
mientras le sacaba el velo que cubría su cuerpo escandaloso. Recuerdo, que le secaba
sus lágrimas de esos ojos color Jade con trozos de nube. Luego, me senté a su lado y le
hablé de vos. Y pude notar que mientras le hablaba de tu risa, tus labios, tu boca, tus
ojos, y todos los tus, ella iluminaba mas y mas aquella casa. Ya no era la flaca
escuálida, sucia, casi olvidada, que había encontrado por error en aquella esquina, sino
que era una mujer que no se dejaba ver, porque su imagen era análoga a tu figura, y así,
por la ventana. Mientras yo seguía hablando, contando los tus y deseando los nos.
Mirando el espejo de cuerpo entero que siempre tuve en aquella esquina del cuarto, y
pude verla aún echada sobre la cama, escuchando todas tus cosas, por eso le seguí
hablando, y contando.
IV
Tantas veces mi Amor se enamoró de vos; que tuviste tantas caras que ya ni
recuerdo. Aunque recuerde el aroma que dejó tu mirada en mis ojos, y el color que
escuchó mi pecho latente y expectante a una palabra tuya, a un gesto. Cuantas veces mi
amor enamorado cantó solitario en una plaza, llorando versos en la pálida hoja que se
batía en guerra contra el invierno. Cansado mis pies de seguirte por ese camino de no se
donde, con agujeros en mis zapatos por las mordidas del Tiempo. Mi cara eché a los
vientos para poder sentir tu aroma y porque no, esperar alguna caricia. Cuantos versos
inconclusos, estrofas mal paridas, por el sabor amargo que dejaron tus pasos ya lejanos.
Confianza perdida y precipitada al olvido de los amantes, que ahora son maridos, que
no son lo que fueron, porque lo que fueron ya es olvido. Si los pasos que pasan frente a
Sabes bien que salgo a la calle a enamorarme, a cruzarme con los ojos que
sabiendo, nunca los había querido, con ese cabello moderno, en cascada, como todas lo
usan, como a nadie le queda. Sabes que salgo a la calle a encontrarte todos los días, a
sabidas, nunca enunciadas, palabras que no existen. Callar la boca, cerrarla fuertemente,
con los labios sangrantes, y sentir que el pecho desborda ahora por los poros, y que el
sudor son lágrimas como río. Sabes bien que lo hago, y que tantas veces estuve tan
cerca y casi pude respirar tu aliento, y simplemente vencido volví borracho de soledad y
silencios, con el cuerpo gritando agonías. Y sabes bien que cada vez que parto, o que
partís con paso sentido, es una muerte más que acumula la agónica vida.
VI
Melancolía, palabra tan bella, tan sentida, palabra que me fascina, como la
vistan mis sentimientos, solo el silencio ha sabido cobijarlos, solo el silencio ha sabido
pregunto si la palabra puede despertarme del sueño, este sueño que vivo, tal vez sin
vivir, y muriendo; porque vivo muriendo, porque camino a ello y mientras sigo
buscando, buscándote a vos, buscando el silencio. Los ojos arden en las hojas de los
poetas muertos, y mi cuerpo desespera por no sentirlo dentro, el labio reseco apresura la
letra que ya sale de la fuente, y tarda en llegar a la mano que mata a la idea en el lienzo;
ay como duele la vida, la vida con ella, sin ella… la vida con Poesía…la vida con
versos.
VII
Serán los estigmas del Sol que me duelen aquí dentro, serán cada una de las
flechas que han clavado tantas veces en mi cuerpo, que me duelen día y noche, que me
cabeza te busca por todos los lúgubres rincones de mi cerebro, y en ese laberinto, por
alguna parte, todos ellos, mis hijos y mis dueños dicen que te han visto correr por los
pasillos des ese laberinto que hizo llorar al Minotauro. Ya con los ojos cerrados me he
lanzado a tu caza, sintiéndote ya cerca, hoy más que nunca, tuve un atisbo entre sueños
de tu rostro, tus ojos, tu cabello. Mientras tanto continúo entre los pasillos, pero
comienzan a pesarme las cadenas que me aprisionan acá afuera, donde la gente dice ser
libre, no comprendiendo que la libertad esta dentro. Cadenas, cadenas y mas cadenas
que me traen fuera, me sacan de la libertad de los adentros, cadenas que salen por mis
ojos, mis orejas, cadenas en mis manos y mis piernas, cadenas en mi boca, me arrastran
con la mañana, lejos de tu encuentro, y de pronto a la sombra de la luz del día no tengo
mas que una hoja, mis poemas, que ven la luz en el salitre de tu recuerdo.
VIII
Te vi, te vi, ahí estabas, ahí estuviste, cerca de mí, muy cerca. Ahora la imagen
de tu recuerdo me flagela, estuviste ahí y te vi. En ese momento supe que estabas ahí.
Pero me quedé inmóvil, azorado por tantos enemigos recuerdos de veces que quisieron
y no fueron. Pero te vi y mis ojos te abrazaron, pude oler tu fragante sonrisa, que dejó
ver tu bendición tan blanca. Pero tus ojos…recuerdo tus ojos, insignes, todos…esos ojos
fueron todo…todo mi mundo…me transformé en tus ojos, me bañe en tus ojos azules
que me inyectaron de celestial placerina que ahora tanto deseo. Pude…si que pude
hablar con tus ojos, dialogar con ellos…y me hablaron de tristezas, de amores
desamores y sueños ya perdidos, sueños dormidos y sueños olvidados todo eso y mas
me dijeron tus ojos, que nunca me miraron. Aunque fue tan solo un instante, que tu
mirada cruzó con la mía y tus ojos reconocieron los míos, en tantas hogueras que
palabras de amor que nos bautizaron en aquella hoguera, como reconocí en tus ojos
todas las noches que vivimos entre tantas sábanas mojadas, entre tanta tierra que
caminando dejando en el éter tu aroma celeste, tus ojos marinos siguieron su camino
mientras toda el alma me dolió. Y me dolieron los brazos, mis pies, mis manos y todo
mi cuerpo. Luego me dolieron todos los segundos y los minutos que pase recordando tu
rostro en aquel lienzo, y cada imagen me torturó, y a medida que me dolía reconocí que
sacro amor era ese profano, que osó levantarse de las cenizas del desvelo y de la
recuerdo, se fue tu cuerpo, no el deseo. Y ahora se que te amo, hoy te amo, solo ahora te
amo…y el te amo me baja del tiempo. Pero como amé tus ojos aquella noche. Pero tus
ojos retornan a mi vista cada vez que cierro los ojos, y te veo en mi día, pero más en mis
noches, que son las más tristes. Dolor, dolor, dolor placentero, silencio extático…
¡exaltación!, que importa la muerte, que importa, si hoy te vi y supe que eras, que fuiste
y que sos. Ni un te amo basta, solo el silencio contiene la palabra nunca dicha del alma
que te tiene teniéndome, porque ahora sé que mi libertad se encuentra en elegir estar
encadenado a tu recuerdo, a tu aroma, a la rosa de tus labios, el sueño de tu cuerpo
Despertar
No se que hacer en esta casa. Desde que te fuiste me queda tan grande. Te vas
por unos días lo sé, no es esa “ida” para siempre es cierto, es una ida tuya y mía, solo de
unos días, o serán meses o serán siglos. Lo cierto es que me encuentro perdido, sin
rumbo, desconociendo lo que hace una brújula. Te fuiste y mi Norte quedó mas abajo
que el de Torres García. Ni nariz se pega a tu almohada para intentar retener tu olor, tu
aroma, la fragante bienvenida por las noches; estoy tan perdido…ayer buscaba el papel
higiénico en la heladera y en el baño abrí la tapa del inodoro para guardar el helado. Por
la tarde, caliente conmigo mismo, fui y me miré en el espejo…no vi nada, pude ver todo
en derredor pero nunca encontré mi cuerpo, ni mi cara, ni mis manos ni mis dedos,
unos minutos y no encontré nada. Así pase la tarde, buscándote y ahora, buscándome.
Decidí tomarme aquella botella de vino para vencerme y quedarme dormido, luego de
varios intentos de descorcharla con una tijera, un tenedor y un cuchillo, algo en mí,
como una especie de locura me dijo que existe un aparato especial para descorchar, lo
busqué y como por arte de magia lo encontré. No se cuando ni quien lo puso allí, pero
allí estaba. Entonces tuve la esperanza de poder encontrarme en el espejo, fui corriendo
al recibidor, ahí donde está el dresoir y encima ese espejo grandote de medio cuerpo…
la copa, dejando una estela espumosa que parecía una sonrisa. Yo también me sonreí
saboreándome…catando cada uno de mis adentros. La sonrisa del vino era un poco más
amplia, que dejaba entrever su garganta llena de matices que hablaban de taninos medio
amargos. En aquel momento, de una manera algo altruista, decidí dejar que un cigarro
me fumara también despacito, suave, como besando labios de mujer soñada, mujer de
humo que se esparce y desaparece en el aire. Sentí unos pasos en el otro cuarto y salté
raudamente del sillón y en breve estaba mirando entre las sombras, sin encender la
luz…creo que pensé que podrías ser vos, o algunos de nuestros recuerdos
materializados simplemente por un instante, pero no era nada, o casi nada, simplemente
eran unos pies descalzos que caminaban como buscando algo, un poco cansados y sin
encontrarlo todavía. Me di vuelta y me dejé otra vez caer en el sillón. Y ya, habiendo
sido bebido y fumado, decidí apagar la luz y dormirme en el sillón, como queriendo ser
aquella cama sola, sin vos, aunque en verdad no fuera la cama, sino el espacio, tan
Cerré los ojos y mi mano buscó la llave de la luz hasta encontrarla, apagada ya, sentí
una ligera sensación en mis párpados…de pronto sentí correr por mi lado los pies
perdidos, como asustados, abrí los ojos y vi que se escondieron detrás de mí, miré hacia
los agujeros rectangulares donde hay puertas abiertas cuando hay luz y vi las puntas de
Gustavo cuando me contó que todo era un rayo de luna…pero cuando intenté cerrar los
ojos, una sombra claramente visible, con la figura de un él…o un ella, se apersonó y me
señaló el cuarto, donde estaba la cama vacía donde debería estar tu cuerpo y el mío,
descansando del trajinar. La sombra parecía molesta, y me pareció que ella también te
extrañaba aunque nunca lo dijo, me pareció que de los puntos mas oscuros de su rostro
oscuro -que pienso hoy eran sus ojos- desde allí vi evaporarse dos hebras oscuras…las
vi diluirse en el aire, como dos gotas de sangre se diluyen en un estanque de agua pura y
clara. Quedé mirando la sombra por largo rato. Mientras ella se tambaleaba, caminaba
iba y venía mirando el cuarto, mirándome y sacudiendo sus brazos de sombra como
Hoy ya es el tercer día. Me di cuenta cuando abrí los ojos y vi que no estabas.
Cuando abrí los ojos y lo primero que vi fue el espejo…salté y miré para dentro,
levanté y al pasar por el reloj de pared, aquel de péndulo, el que nos regaló tu viejo,
estaba parado, luego miré mi reloj de la muñeca y me di cuenta que también no andaba,
sin embargo, el tiempo seguía pasando, derechito como siempre o medio curvo, pero
pared, siendo tan sencillo como darle cuerda. Pero por mas cuerda que le di seguía
inmóvil, como protestando por tu partida. No tuve otra opción que prepararme un café,
tirar unos de los puff frente de él, mirarlo fijamente y hablarle. Le expliqué que era por
unos días que te habías ido y que todos te extrañamos, todos tus gritos y tus locuras de
loca de verdad, tu infrenable pasión por monopolizar todas las actividades de la casa,
por no dejar que pasen sed las plantas que desde ayer no les doy agua y por todas y
todas esas cosas. Pero no obtuve respuesta, el reloj se negó a movilizar su péndulo y
dejar así que el padre tiempo lleve a cabo su destino…aunque el tiempo seguía pasando.
Ahora bien, por la tarde comencé a sentir unos murmullos y pensé que era la sombra
jugando con los pies descalzos, que ahora se hicieron amigos. Pero no eran ellos, eran
poder escucharlos hablar, y poder sentir, que hablaban de vos, y de que también te
extrañan, tu paso lento y seguro, tu paso largo por lo largo de tus piernas, tu sonrisa
soslayada en algún cómplice chocolate cuyo envoltorio siempre quedaba tirado arriba
de la mesa, como para observar tu propia culpa de tu propio crimen. No supe que hacer
y luego de vacilar unos instantes fui a hablar con ellos, pero tampoco quisieron
hablarme, parecía que la casa se hubiera puesto de acuerdo y que me culparan por tu
ausencia. Por la tarde decidí ir a hacer unas compras y a comprar remedios para mi
alma, lo que se traduce en bastante comida, porque debo decirte que lo de la “angustia
oral” es verídico y pienso, que así como el tomar o el fumar, esto de comer y comer me
simplemente mi punto de vista. Comí y dormí, o por lo menos creo que dormí, con los
ojos abiertos, inclinado hacia tu lado en la cama, estirando mi pierna en una torpe
búsqueda por la tuya, con la persiana abierta, dejando entrar las luces de la noche
mirando las copas de los árboles y escuchando el viento que se reía…si…que se reía.
Ahora estoy durmiendo mientras miro desde la esquina del cuarto mi cuerpo tumbado
observado por mi mismo o por algo, o por alguien que sin lugar a dudas, también te
extraña.
Ya han pasado creo que cuarenta años y ni el tiempo pudo borrarte de mis
mañanas al abrir los párpados y mirar hacia los lados. Mi mano ha buscado a lo largo de
todos estos años el encontrarte allá, del otro lado de la cama…pero nunca pudo ser. No
empezado a regar. Tampoco llegaron a un acuerdo mis dedos, que nunca conocieron
tantas curitas en su vida como desde que nos haces falta, por eso intentaron suicidarse
con el cuchillo cuando cortaba pan, con la engrampadora o con todas y cada una de las
puertas. Llamé al médico y como todos los médicos que hubieran escuchado mis
Por lo que ni puedo negar que no saliera a la calle a verlas pasearse con todo su
garbo y su osadía pretendiendo ser la reina de las amazonas. Lo cierto es que con la
excusa de algún libro me estuve sentando en las plazas y mis oídos comenzaron a
escarbar en cada una de las conversaciones de índole femenino que se efectuaban en los
alrededores….y que tan pocos comentarios me sirvieron para darme cuenta que no
cabían. Pero sin que lo intelectual importase mucho –cosa de la que me tuve que
convencer realizando un auto hipnotismo- salí a medir con tu cara y tu cuerpo a las
féminas que osaron caminar por la calles de Montevideo y luego de horas y horas, de
mano y al no encontrar una que estuviera a tu altura recordé las palabras del poeta de
Isla Negra: “hay mas bellas que tu….pero yo te he nombrado reina”. Aquella noche me
recosté en el sillón, ya envejecido por los años a tu espera y me dejé llevar por el
Creo que ya han pasado algo así como cinco siglos y la vejez ya casi no me deja
moverme, tampoco pensar. La última vez que anduve por la casa recuerdo que miré
universos…..
que un dios de un mundo lejano había descansado luego de crearlo. El séptimo lleva
implícito el siete, la perfección, las siete artes, las siete notas y todos los sietes….pero lo
único que me importa hoy día es tu regreso. Cuanto soñé en estos días, meses años y
dijo un amigo que mas o menos es lo mismo, ahora estas a unos minutos de la esperada
llegada y en casa estamos todos contentos. Las plantas están con sus hojas mas verdes
preparándote una sorpresa, las paredes se vistieron con los rayos matutinos de eso sol
que ya me había demostrado su inconformidad los días que se brindaba entrar por la
ventana y no te veía a mi lado. Los pies, los pies descalzos, que estuvieron perdidos hoy
se fueron por dentro del espejo, junto con la sombra…porque ahora son pareja y en el
espejo volvió todo, hasta mi imagen…que ahora está un poco mas clara, ahí….si ¡ahí
estás! Y no puedo evitarlo yo también me desespero, al igual que los cuadros de Aneff
que tenías guardados boca abajo se enderezaron para ver tu llegada, mientras un libro de
azul, hasta el cisne que tengo dibujado en mis manos. Voy a salir a abrazarte, no sin
antes mirar por la ventana y ver a mi vecino…mi pasado que se estuvo burlando todo
este tiempo…lo saludo, con algo de sorna, y vuelvo para mis adentros. Ahí estás…y