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Resumen: Abstract:
Una breve definición operativa (C.O.P., 2005) nos sugeriría que la Psicología Jurídica
“comprende el estudio, explicación, promoción, evaluación, prevención y en su caso,
asesoramiento y/o tratamiento de aquellos fenómenos psicológicos, conductuales y
relacionales que inciden en el comportamiento legal de las personas, mediante la utilización
de métodos propios de la Psicóloga Científica y cubriendo por lo tanto distintos ámbitos y
niveles de estudio e intervención”.
En contraste a ello, parece ser claro que a lo largo del tiempo, el campo de la Psicología
Jurídica que tratamos de definir [y delimitar, constantemente] ha establecido diferentes
objetos y focos de trabajo, conforme su acción en distintas áreas adyacentes al sistema legal
–y la ley en general-, ha incidido de manera diferenciada y ha adquirido una importancia
consonante con su función en unas y otras, esencialmente a partir del éxito con el trabajo
interdisciplinario.
Sin querer afirmar que la Psicología Jurídica se ha constituido en una disciplina técnica más
que científica, sí quiero hacer hincapié en los factores que han incidido en el retroceso de la
idea de un desarrollo correlativo entre crecimiento e investigación que caracteriza a las
ciencias contemporáneas. No ligando el concepto disciplinar a una mera necesidad de
explicar porqués (porque ciertamente existe una primacía del campo de la intervención y la
evaluación), sí resulta factible hablar de la Psicología Jurídica idealizada sobre la cual se
habló con resonancia desde principios del siglo XX, aquella que indudablemente partió de
la investigación social tratando de comprender el papel de la ley en la interacción entre lo
individual (aunque vale más la pena hablar aquí de subjetivo) y social (o colectivo).
Aquel primer acercamiento a explicar las relaciones sujeto-objeto, mediadas por la ley -
como mecanismo más funcional que estructural-, nos remite a concebir una ciencia que
descubre una importancia aún incierta pero valedera de lo psicológico en la construcción,
conducencia y ejecución de la norma, es decir, aceptar que la subjetividad juega un papel
importante en los grandes y pequeños fenómenos sociales, que parten no sólo de la
concepción de la ley por parte de unos y otros, sino del desconocimiento mismo y la
estructuración de esquemas normativos propios que develaban a la conducta criminal como
una realidad histórica.
Allí, y de manera paralela, radica también el origen de la criminología moderna, y por qué
no, del desarrollo de una victimología adaptable a la inclusión paradigmática de la víctima
como parte del sistema jurídico demarcado en una relación multidireccional, no construida
tan sólo por la descripción y adopción de castigos poco o nada vinculables a la naturaleza
del crimen, que hablan de un atraso innegable que da correspondencia al afán por crear y
desarrollar una Psicología Penitenciaria. Nacen también paradigmas que definen al
transgresor como víctima vitalicia de la desigualdad macroestructural, y otros que le
condenan inquisitivamente. Pero no por ello hablábamos de cientificidad ni mucho menos.
En tanto, el origen de una nueva Psicología Jurídica, que se planteó años después,
primordialmente mediante la investigación1, no recayó así en la idea de una cientificidad
tan sólo por buscar métodos para estudiar el crimen y lo psicológico del afrontamiento a la
ley ni a la disonancia que crea ésta entre el deseo, la cognición y la conducta.
Se dijo nueva precisamente porque volvió a ser pensada, y a pesar de los (quisiéramos)
inmemorables grandes hallazgos lombrosianos y otros devenires, fundamentó una buena
parte de sus esfuerzos y recursos en obtener cierta institucionalidad como Psicología,
integrándose a facciones representativas de la gran matriz de la Psicología social que de
alguna manera comienza en la confrontación Durkheim-Mead (autores que valdrá la pena
mencionar más adelante) y que desemboca en la integración de conceptos, disciplinas y
saberes que permiten un desarrollo representativo frente a los cortos saltos precedentes en
el área.
1
La primera gran reforma a partir del desarrollo de técnicas y métodos de investigación posterior a la obra de
teóricos como Briw, Stern y Munsterberg, que concentraron sus escritos más en aspectos relacionados con los
procesos psicológicos del testimonio y a la Psicología del delito, es la aparición masificada de trabajos en
Psicología Legal, en mayor concordancia con el apoyo a las decisiones y procesos de investigación
correspondientes al sistema legal y los fenómenos asociados a la interacción del sujeto con el mismo
(McCarty y Robinson, esencialmente).
Pero ¿por qué pensar en la Psicología social como una base casi irremediable –o
inseparable- para la Psicología Jurídica? Precisamente, una definición sintética del objeto
de estudio de la Psicología social, nos habla de “la influencia de la presencia real o
imaginada del otro en la conducta, pensamiento y sentimiento del sujeto en el ámbito de la
interacción (…)” (Páez, 1997). Sin mencionar el marco de la ley, que bien puede ser
interpretado como parte integral de la cultura y de la articulación social por excelencia
(toda sociedad tiene una, aún hoy…), he de recurrir a citar al sujeto como inmerso en un
conjunto de relaciones que envuelven su desarrollo, y una de ellas es irremediablemente el
descubrimiento de la necesidad (y capacidad) de regulación de la conducta individual, la
búsqueda de un equilibrio entre el proyecto individual y el colectivo, y la importancia de su
actuación sobre su conglomerado.
Tres factores que sin duda alguna nos remiten a pensar en la norma, en la necesidad de
hacerla funcionar, y ¿por qué no?, en la de lograr hacerla parte de la estructura de nuestros
sujetos. El cómo corresponde más a una duda metodológica (educación, amenaza o castigo)
que a un fin en sí mismo, pero es un punto importante como precedente en la búsqueda de
una teoría social parsimoniosa que nos permita cumplir con estos tres objetivos
mencionados hace breves renglones.
Durkheim mismo instó a la sociología a pensar en un statu quo [estátu-kuó] que demarcase
el equilibrio sujeto-objeto como una necesidad a preservar; en sus palabras (Durkheim,
1893), “una sociedad estructurada en torno a un sistema, en el que cada individuo cumple
un rol y unas funciones, es decir, un conjunto de obligaciones definidas antes de que su
concreción llegue a darse” requeriría de elementos prototípicos que facilitasen la
consonancia entre el rol social y la actuación individual, irremediablemente mediada por lo
jurídico, lo que no puede dejar de ser. No obstante, la relación se configura como algo
menos lineal de lo esperado, y en consecuencia surgen fenómenos de la talla de la anomia
[una sociedad moviéndose fuera del marco de la norma -¿no funcionó la religión?-], y en la
imparable dinámica del desarrollo, ello desencadena en fenómenos altamente cognoscibles
desde cualquier mirada de la investigación social.
2
Las explicaciones de los problemas sociales, tienden a plantear las atribuciones de causalidad de éstos a la
conducta inadecuada de los componentes e instituciones de la sociedad, generalmente suponiendo factible y
pertinente el modelo social en el que ocurre el fenómeno. Así, por ejemplo, la permeabilidad de las
instituciones políticas se tiende a atribuir mas a la corrupción de sus miembros que a la estructura misma de
éstas, haciendo del sujeto un actor social de primera responsabilidad. (Zizek, 1992).
Asimismo, se juega el papel de ser observador no partícipe en la mayoría de los espacios de
investigación y análisis desde la Psicología y ciencias que se dicen sociales, pues
relativamente, estudiamos fenómenos abstractos e intangibles con repercusiones concretas
y perfectamente tangibles sobre la sociedad. En el desarrollo mismo de la Psicología
Jurídica, se juega el papel de ser fuente de desarrollo a partir de la investigación; ejemplos
relevantes de ello son el estudio y hallazgo de diferencias significativas en cualidad y
cantidad entre criminalidad masculina y femenina, de la psicopatología como factor
disociador entre el crimen y la asunción subjetiva de la culpa, y la idea de inimputabilidad.
A los avances en investigación, y no solo en aplicación les debemos una gran parte de las
posibilidades de intervención en el ámbito jurídico desde la Psicología, de la credibilidad en
estos espacios y fundamentalmente, de seguir proyectando a la misma como una
construcción disciplinar en crecimiento –conforme a las necesidades y novedades del
sistema legal tanto como del sistema social que define a la ley-.
Una vez más, se plantearían objetivos acordes con la razón misma de ser de la Psicología
Jurídica: extensa y diversificada [ideológicamente] en todos los ámbitos de la interacción
sujeto-ley, si finalmente, una parte representativa (y fundamental) de la Psicología Jurídica
deviene de la Psicología social, pero se ha olvidado de ello para hacerse disciplina en
función del derecho.
3
Se puede entender por Ego Disciplinar la tendencia de las disciplinas a asumir la importancia de sus avances
más desde su propio desarrollo (estructural) que desde su función social extensiva, en tanto obedece a
preservar la esencia disciplinar desde la perspectiva propia, más que a fortalecer su utilidad externa real.
(Lugo, 2006).
Bien lo diría Habermas (1987) en una formulación genérica de las ciencias, aplicada a la
Psicología Jurídica, ésta debe plantearse su propio retorno a la “modernidad”, a su
momento cumbre, aquel en que fue pensada e ilustrada con objetivos tan diversos como
ciertos e incluyentes.
Queda pues el reto, la necesidad de comenzar por plantear una integración masiva, no
indiscriminada como extremo, de los ámbitos vinculantes de la Psicología Jurídica con
posibilidades y alternativas nuevas, o por lo menos innovadoras que contribuyan en la re-
identificación de la Psicología Jurídica como área de conocimiento y reconocimiento de
diversidad de espacios y contextos sociales, es decir desarrollo de trabajos fuera de la mera
interacción con el derecho en campos donde éste no interviene con igual relevancia, aunque
sea el derecho un componente hoy fundamental para hablar de lo jurídico de nuestra
Psicología.
Un claro ejemplo de ello es la intervención desde la Psicología Penitenciaria, que abarca el
estudio y la inmersión en el campo de los elementos asociados a la privación de la libertad
como castigo (o fuente de rehabilitación) y los fenómenos propios de la vida carcelaria.
Uno más cercano aún al problema discutido, es el enfoque investigativo de la Psicología de
la Delincuencia, que sigue métodos y patrones de análisis altamente correlativos con los
propios de la Psicología social descrita en éste texto, ámbitos que están relacionados
cercanamente con los objetos de estudio del derecho, pero que no cubre su actuación de
manera contundente, posibilidad que sí parece visibilizarse para la Psicología.
Bibliografía
C.O.P. (2005): Perfiles Profesionales del Psicólogo Jurídico. Colegio Oficial de Psicólogos
de Madrid. Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos. Madrid, España.
Lugo, L., Rivas, M. (2006): Psicología Jurídica: Una Nueva Perspectiva para la
Psicología. Asociación Venezolana de Psicología Judicial. Caracas, Venezuela.
Merton, R. (1934): La División del Trabajo Social de Durkheim. American Journal of
Sociology. Vol. 40, No. 3. Reis. USA.
Von Wright, H. (1979). Norma y Acción: Una investigación lógica. Tecnos. Madrid,
España.