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NOCIONES BASICAS PARA AVANZAR

EN EL REPARTO DEL TRABAJO


(CHARLA-DEBATE ORGANIZADA POR HERRIA ABIAN!)

Iñaki Gil de San Vicente

La ponencia que sigue es la versión definitiva resultante del debate colectivo que tuvo lugar
en un local de Iruñea el pasado 23 de febrero, sobre el reparto del trabajo y de la riqueza
como uno de los medios actuales e inmediatos, urgentes, para detener la ofensiva
capitalista, para que el pueblo trabajador contraataque en la dirección estratégica de
aglutinar cada vez más sectores sociales, de frenar de cuajo la desmembración social y de
avanzar hacia un mundo sin explotación.

Como es sabido Herria abian! es un movimiento popular amplio y plural, con unos objetivos
básicos destinados a debatir colectivamente por qué el pueblo trabajador vasco está
sufriendo un empeoramiento de sus condiciones de vida y trabajo, mientras que una minoría
acapara cada vez más propiedades y detenta cada vez más poder. Esta característica
popular quedo confirmada por el mucho público que abarrotó el local, la práctica totalidad de
origen obrero. Lógicamente, desde el mismo instante en el que se debate por qué empeora
la situación social, a la vez se empieza a pensar sobre cómo revertir tal empeoramiento,
frenarlo y avanzar en una mejora sustancial de la vida colectiva. No es una meditación
pasiva. Por tanto, la exposición sobre el reparto de la riqueza y el trabajo tenía que estar en
cierta forma supeditada tanto a la naturaleza de Herria abian!, a sus objetivos ya descritos,
como al nivel medio de las personas asistentes, de su formación teórica y política, de sus
inquietudes.

En las izquierdas son muy frecuentes dos errores de bulto. Uno, en el medio académico,
consiste en la pedantería libresca, en buscar primero y ante todo el “prestigio” del ponente,
buscar que la comprensión crítica de sus ideas por las personas asistentes quede
supeditada al afán de notoriedad profesional o ególatra del ponente, que cree que el público
es sólo un objeto pasivo utilizable en beneficio propio, de su carrera profesional y/o de su
fama. Nadie le ha entendido pero él queda satisfecho. Otro, en la izquierda aparentemente
más radical y pura, el error consiste en abusar del lenguaje ultra radical, lleno de palabras
gruesas pero carente de pedagogía explicativa y eficacia concienciadora, de manera que, al
final, las personas asistentes pueden salir del acto con la moral un poco más alta pero sin
ninguna mejora en su comprensión teórica y crítica, y en su visión política, de manera que
no aumenta su capacidad de lucha, sino que queda tal cual estaba al comienzo del acto.

Ambos errores tienen en común el desprecio de las masas explotadas, el no respetarlas


como sujetos activos y conscientes de sí, sino como un rebaño solamente apto para
aplaudir. Por su parte, los movimientos populares y sociales, los sindicatos sociopolíticos,
las organizaciones de masas, y los grupos y partidos políticos revolucionarios imbricados en
el interior del pueblo trabajador. Estos y otros colectivos y personas individuales con
experiencia, se preocupan muy mucho porque sus mensajes, ideas y propuestas sean
comprendidos y debatidos colectivamente, buscando adoptar a cada contexto de debate el
equilibrio entre el imprescindible rigor teórico y la imprescindible eficacia pedagógica. Tanto
los ególatras de izquierda como las ultraizquierdas puristas creen erróneamente que este
necesario equilibrio es un retroceso total o parcialmente reformista, una concesión política a
la burguesía cuando, en realidad, se trata de aplicar la teoría marxista de la toma de
conciencia.
En todo lo relacionado con la ideología burguesa del trabajo, de la propiedad privada y de la
riqueza, con la realidad del desempleo y del paro, con el mito del “salario justo” y de la
“justicia social; en todo lo relacionado, en suma, con la base invisibilizada y ocultada de la
explotación asalariada mediante la mentira de la “libertad individual” y del “derecho al
trabajo”, o de la mentira que se esconde en los dichos populares de que “he encontrado
trabajo” o “tal empresario me ha dado trabajo”, etc., es decir, considerando esta realidad, es
más necesario que nunca explicar de manera convincente en qué consiste la reivindicación
del reparto del trabajo, del lema “trabajar menos para trabajar todos”, por qué y para qué se
difunden y cómo pueden ser llevadas a la práctica. Por esto, tenemos que definir nosotros
mismos los conceptos y la teoría nuestra, la que nos ayuda a emanciparnos, y no seguir
atados y entrapados en la ideología burguesa.

TRABAJO: es la capacidad de transformar cosas de la realidad para construir otras cosas


nuevas, mediante un gasto de energía y de tiempo, y su consiguiente cansancio psíquico y
físico. Todo trabajo cansa más o menos, y por esto la especie humana ha ido buscando
como reducirlo mediante la colaboración, la técnica y la ciencia. Por ejemplo, trabajar es
hacer una tarta mezclando con cierto orden y método harina, huevos, leche, azúcar, calor,
etc., resultando una cosa nueva que no existía antes en la naturaleza, porque nadie ha
tenido la suerte de ver caer del cielo tartas ya hechos y con paracaídas para que no se
aplasten al chocar con el suelo, excepto, dicen, algunos pocos hace miles de años cuando
su dios les echaba maná desde las nubes. Parece ser que ese dios se cansó tanto que no
ha repetido el trabajo.

TRABAJO ABSTRACTO: es lo que une e identifica internamente a cualquier forma concreta


de trabajo, material o intelectual, aunque sea el realizado hace 20000 años con un hacha de
piedra, o ahora con un ordenado de última generación. Todos ellos, al margen del tiempo y
de la forma concreta, exigen un desgaste de energía psicosomática, un esfuerzo mental y
físico, una determinada preparación menor o mayor: aprender a coger un hacha de piedra y
no aplastarse los dedos con ella, aprender a manejar el más complejo ordenador actual, o
dominar los recientes descubrimientos químicos para producir sabores nuevos en las tartas.

TRABAJO NECESARIO: es el trabajo que hay que hacer inevitablemente para comer,
protegerse del frío o del calor excesivo, de las lluvias, de la enfermedad, etc. Sin el trabajo
necesario la especie humana no existiría como tal, ni siquiera como homínidos, ni como
simios ni primates porque lo que caracteriza a la vida animal es que debe gastar mayor o
menor parte de sus reservas energéticas en el esfuerzo de alimentarse, protegerse y
reproducirse. Y tras gastarlas ha de reponerlas, o morir. Lo que se denomina “ahorro de
energía”, “mínimo esfuerzo” y “productividad del trabajo”, son nombres que expresan la
tendencia de todos los animales de obtener la máxima energía posible con el mínimo
cansancio. Por ejemplo, lo normal es que para hacer una tarta se dedique una hora de
trabajo, que puede ser menos si se tienen alguna máquina, o que pueden ser más si no se
sabe hacerla o no hay utensilios adecuados. Pero gastar más tiempo en hacerla

TRABAJO SOBRANTE: es el trabajo que se realiza cuando se han satisfecho las


necesidades básicas que exigían la realización del trabajo necesario. Técnicamente se le
denomina plusproducto. Por ejemplo, hacer una tarta era necesario para aplacar el hambre
o para terminar bien una fiesta colectiva, mientras que hacer dos tartas implicaba que una
de ellas sobrase, se quedase sin comer, es decir, que se había realizado un trabajo
sobrante que adquiría la forma de una tarta guardada en el frigorífico para otro momento,
para el día siguiente o para regalar o venderla. Según cómo sean las relaciones de
propiedad y de trabajo, la tarta sobrante puede terminar siendo repartida colectivamente,
entre los niños enfermos y personas necesitadas, etc., según las necesidades colectivas, o
puede terminar siendo engullida por el obispo, el rey o el burgués, o por los tres, que dejan
un trozo para el policía. El trabajo sobrante puede también terminar siendo desperdiciado si
no se almacena o acumula de algún modo. La forma y la cuantía del trabajo necesario y del
sobrante están determinadas histórica y socialmente, cambiando de una época a otra.

TRABAJO ACUMULADO: es el trabajo sobrante que se ha ido guardando, es lo que la


especie humana ha materializado en forma de máquinas, herramientas, carreteras, edificios,
libros, cultura, hospitales, etc. Nada de esto aparece colgando de los árboles de la noche a
la mañana, o flotando en el mar. Las diosas y dioses tampoco nos regalan escuelas ya
hechas y festines cocinados. Todas estas cosas, todo lo que existe y que previamente no
estaba en la naturaleza, es obra de la especie humana, es trabajo humano acumulado en
forma de catedrales y mezquitas, o de laboratorios, las religiones mismas son trabajo
cultural acumulado en forma de alienación y opio religioso. También se llama trabajo muerto
al trabajo acumulado, por cuanto se le diferencia del trabajo vivo, el que solamente puede
hacerlo la especie humana. Muchos burgueses niegan que cualquier cosa hecha por los
humanos sea trabajo acumulado, trabajo muerto, porque entonces tendrían que reconocer la
materialidad del trabajo, que no es algo inmaterial, metafísica e ideal, sino material, que
cansa y agota.

TRABAJO EXPLOTADO: cuando el producto sobrante o excedente del trabajo, o


plusproducto, queda en manos de una minoría, sexo-género, clase social o nación
dominantes; cuando queda en manos del marido, del esclavista, del obispo, del capitalista
y/o del Estado nacionalmente opresor. Tarde o temprano, las clases trabajadoras se
sublevan contra el trabajo explotado. Para lograr que éste siga realizándose, las clases
propietarias precapitalistas imponían esta forma de trabajo por la fuerza militar, el miedo y el
terror, y la religión y las creencias, de modo que el trabajo explotado era trabajo forzado,
impuesto por la fuerza material y/o simbólica. Pero en el capitalismo, la fuerza represiva
pasa a un segundo lugar, apareciendo como causa fundamental la coerción sorda, la
dependencia absoluta, el miedo al hambre, la alienación y el fetichismo, que luego veremos.
En el capitalismo, el trabajo explotado aparece como “trabajo libre” dado que el obrero cree
que vende “libremente” su fuerza de trabajo al empresario, sin saber que toda la estructura
social le obliga a ello bajo por pura necesidad biológica. En el capitalismo, la fuerza
represiva asciende del segundo al primer lugar conforme la lucha revolucionaria amenaza la
propiedad privada y su Estado, pero vuelven a segundo lugar una vez que el terror burgués
reinstaura la paz de la explotación.

TRABAJO DOMÉSTICO: es la forma más común e invisible del trabajo explotado; consiste
en el trabajo realizado por las mujeres en los domicilios bajo la explotación sexo-económica
del patriarcado. Al margen de los modos de producción explotadores y de las distintas
formas de familia patriarcal existentes en cada uno de ellos, el trabajo doméstico es
imprescindible para el orden opresor porque, primero, es gratis, no remunerado por la
minoría dominante pese a que realiza múltiples funciones básicas, desde cocinar y limpiar,
hasta cuidar enfermos y atender a nietos y nietas; segundo, garantiza que la economía más
básica sobreviva siquiera en lo elemental en las peores crisis; tercero, impide la unión de las
mujeres, condenándolas a la soledad y al aislamiento domiciliario, lo que refuerza el orden
explotador; cuarto, sirve como canalización y desagüe de las frustraciones masculinas, que
se desahogan descargando sobre las mujeres indefensas su cobardía pública frente al
explotador que les machaca en la calla; y quinto, es un instrumento de creación de personas
sumisas y pasivas mediante la educación autoritaria y la represión sexo-afectiva.

FUERZA DE TRABAJO: en el capitalismo el proceso de trabajo no se realiza como en los


modos de producción anteriores, ya que el trabajo aparece como una mercancía más
porque el trabajador, que no posee absolutamente nada, ha de venderse al patrón por un
salario. El patrón compra al obrero su fuerza de trabajo a cambio de un salario que le
entregará al final del contrato. La fuerza de trabajo es la cualidad interna del trabajo
abstracto en el capitalismo: el empresario puede hacer trabajar al obrero en una máquina o
en otra, haciendo zapatos, abriendo carreteas o investigando en un laboratorio
ultrasofisticado. Todos estos trabajos concretos tienen el común que el trabajador gasta su
fuerza psicofísica e intelectual de trabajo, y los resultados materiales de ese esfuerzo, o sea,
las mercancías creadas, desde un zapato hasta una nueva tecnología, se los queda el
empresario que los vende luego en el mercado. El patrón ha comprando la fuerza de trabajo
y se ha quedado con la mercancía creada por esa fuerza psicofísica e intelectual de trabajo,
con esa mercancía, creada durante el proceso productivo.

TRABAJO CUALIFICADO: manejar una máquina nueva, por ejemplo para mezclar mejor y
en menos tiempo la masa de las tartas, exige mejorar el anterior, el que se necesitaba para
la máquina vieja sustituida por la nueva. La nueva técnica exige nuevo conocimiento,
cualificar mejor la fuerza de trabajo. También se le denomina trabajo complejo porque
conoce la complejidad tecnológica, mientras que el trabajo simple y no cualificado es el que
no sabe manejar las máquinas en uso. Por ejemplo, un trabajo simple tendría que mezclar la
masa con las manos, perdiendo mucho tiempo, con poca o nula higienes, etc. La
propaganda burguesa, sin embargo, sostiene que existe el “trabajo inmaterial”, el “trabajo
desmaterializado”, refiriéndose a lo mismo pero ocultando así tanto la realidad social de
trabajo asalariado como el hecho innegable de que siempre se ha de aprender de la
experiencia material. Por ejemplo, la introducción de una máquina digital, de una
computadora, etc., en el taller de las tartas no significa que haya desaparecido el trabajo
material, físico y psíquico, sino solamente que ahora la contabilidad, el control de calidad, la
medición exacta de las cantidades, las temperaturas y tiempos de cocción, etc., todo esto lo
realizan las máquinas, que han sido construidas sólo con de la fuera de trabajo humana
aplicada sobre otras máquinas, y así hasta llegar al momento en el que la especie humana
aprendió a realizar la primera herramienta.

TRABAJO ASALARIADO: en el capitalismo la gran mayoría de la población carece de sus


propios instrumentos de trabajo, de campos que arar, de herramientas para ser un artesano
independiente, de un local propio en el que establecer un negocio, etc. Las denominadas
“clases medias” son en su inmensa mayoría trabajadores cualificados con altos salarios,
pero que los pierden y se empobrecen cuando estallan las crisis. Todo este bloque social
mayoritario depende de un salario para sobrevivir, sin ese dinero se hunden en la miseria
más espantosa. A diferencia de los anteriores modos de producción, que mantenían alguna
independencia de vida económica de las masas trabajadoras, el capitalismo ha destruido a
sangre y fuego esta posibilidad de alimentarse sin tener que depender de un salario. Los
esclavos antiguos, los siervos y campesinos dependientes, y los artesanos medievales
tenían el derecho de ser alimentadas por sus explotadores cuando no había trabajo que
hacer. Los modernos esclavos asalariados, que carecen de todo instrumento de producción
propio, sólo tienen el derecho a una mísera ayuda cuando la han conquistado mediante
duras luchas sociales, y nunca es segura, nunca está garantizada eternamente porque su
continuidad depende de la correlación de fuerzas sociales enfrentadas en la lucha de clases.

TRABAJO ALIENADO: si la absoluta dependencia hacia el salario, si la absoluta indefensión


vital es una característica aterradora del trabajo asalariado, la otra es su esencia alienada.
El trabajador asalariado entrega por ese salario al empresario el producto de su trabajo, la
mercancía por él creada. En la sociedad capitalista, el ser humano está roto en dos, el
productor de mercancías y el consumidor de mercancías, que ahora ya no pertenecen al
productor sino al empresario, al único que tiene fuerzas productivas. Una vez en el mercado,
la mercancía adquiere un poder total, dominando al ser humano, que es alienado por la
mercancía que él mismo ha creado. La alienación significa que el creador de las cosas pasa
a ser dominado por esas cosas creadas por él, en vez de a la inversa. Peor aún, junto a la
alienación aparece el fetichismo, es decir, el trabajador termina creyendo que las
mercancías por él creadas tienen propiedades mistéricas, esotéricas, fetiches divinos a los
que debe someterse por omnipotentes y caprichosos, a pesar de haberlos creado él mismo.
El fetichismo de la mercancía es la más inhumana fuerza destructora generada por el
trabajo asalariado, por el capitalismo.
TRABAJO ASALARIO Y PLUSVALÍA: los trabajadores no tienen otros recursos de vida que
su fuerza de trabajo, no tienen máquinas propias para hacer y vender ellos las tartas, por lo
que tienen que trabajar para el pastelero a cambio de un salario, o morirse de hambre. El
pastelero tiene las máquinas, la tienda y el capital, y contrata a dos trabajadores por un
salario de 10 euros que les paga al final del mes. Pero antes de cobrar los trabajadores ya
han hechos muchas tartas, que se han vendido y que han dejado al pastelero una ganancia
total de 100 €. Antes de pagar el salario a los dos obreros, el pastelero cuenta los gastos en
materias primas, electricidad, propaganda, impuestos, devolución de préstamos al banco,
etc., que ascienden a 40€; después cuenta las ganancias totales obtenidas tras la venta de
las tartas: 100€ brutas. Resta de las ganancias los gastos adelantados, o sea, 100 menos
40 igual a 60€ de ganancia, pero de aquí ha de restar los 20€ de salarios a los dos
empleados, con lo que obtiene un beneficio limpio y neto de 40€ después de todas las
cuentas. Ese beneficio es la plusvalía.

TRABAJO ASALARIADO Y CRISIS: pero ocurre que, por diversas circunstancias, se


empiezan a vender menos tartas, y los costos de la materia prima, etc., aumentan, de modo
que los gastos iniciales han subido de 40€ a 50, y las ganancias brutas por ventas han
bajado de 100 a 90€ brutos. De éstos tiene que descontar los 50€ adelantados con lo que
sus ganancias antes de pagar los salarios se reducen a 40€, es decir, 90 de ganancias
brutas menos 50 de gastos totales, dan 40€ antes de pagar los 20€ de salarios. Una vez
pagados los salarios los beneficios se han reducido a 20€, que es la plusvalía que sobra de
restar 20 de 40. Hemos visto que antes su plusvalía era de 40€ y ahora es de 20€. Muy en
síntesis, esta reducción en los beneficios últimos es la crisis. Pero el empresario quiere
seguir ganando lo mismo o más que antes, o sea aquellos 40€ o incluso más, en vez de
estos 20€. Para lograrlo tiene que descargar la crisis sobre los dos trabajadores en concreto,
y sobre la clase obrera y el pueblo trabajador en su conjunto. ¿Cómo lo hace?

TRABAJO, MÁQUINAS Y PARO: descargar la crisis sobre el pueblo se hace, básicamente,


aumentando el tiempo de trabajo de los dos empleados para hacer más tartas, con lo que se
pueden bajar los precios por unidad aumentando así las ventas; también se hace
aumentando las máquinas para hacer más tartas y a la vez echando al paro, al desempleo,
a uno de los dos trabajadores, porque el otro hace más tartas gracias a las nuevas
máquinas que abaratan costos y ahorran tiempo. Y a la vez reduciendo los salarios de
ambos, o incluso del único que ha quedado trabajando, aunque trabaje más que antes, y
para esto ha sido necesaria la ayuda del sindicalismo reformista para “convencer” al obrero
que debe “sacrificarse” por la “economía nacional”. También se busca reducir los costos de
las materias primas, de la electricidad, los tiempos de pago de las deudas, la reducción de
impuestos, etc. Al final, el empresario ve que sus gastos iniciales han quedado en 45€ en
vez de en 50, las ventas han subido de 90 a 95€, y los salarios se han reducido de 20 a 8€
ya que ha echado al paro a uno de los dos trabajadores, y ha reducido el salario del otro de
10 a 8€ con promesas que no piensa cumplir. Por tanto, la plusvalía resultante es de 95
menos 45 menos 8, igual a 42€, es decir, 2 euros más que al comienzo de la crisis.

TRABAJO, RIQUEZA Y CAPITAL: la humanidad ha de trabajar para existir porque las


medicinas, los cereales y las casas no descienden en paracaídas ni salen de los volcanes.
Los productos necesarios y los excedentarios los crea el ser humano mediante su trabajo.
La riqueza la crea el trabajo, y cuando es riqueza colectiva es riqueza potenciadora de las
cualidades humanas, pero cuando es riqueza privada, de una minoría, es destructora de
esas potencialidades humanas, es riqueza injusta. Hay una diferencia cualitativa entre la
riqueza y el capital: la primera es la forma que tenían las clases propietarias precapitalistas
de poseer el excedente privatizado, pero el capital es la necesidad burguesa por ampliar esa
riqueza mediante su reinversión en la producción material. La riqueza no se empleaba para
producir más riqueza dedicándose al consumo suntuario y ostentoso, prestarla por un
interés o al comercio, o guardarla sin producir nada. El capital, por el contrario, se reinvierte
en la industria para producir más capital, en una espiral acumulativa imparable y obsesiva
que termina precipitándose en la crisis, para reiniciar después su marcha alocada hacia otra
crisis más devastadora.

CAPITAL, PARO Y SUBEMPLEO: hemos visto que una de las soluciones que tiene el
capital para salir de la crisis es la del paro, la de echar trabajadores a la calle para reducir
costos, intimidar a la clase obrera y dividirla, aumentando los beneficios. El capitalismo
necesita siempre disponer de una reserva pasiva y atemorizada de fuerza de trabajo
dispuesta a venderse por un salario mísero con tal de comer, es el “ejército industrial de
reserva” que presiona a la baja a los trabajadores en activo, sobre todo durante sus huelgas.
Si la lucha de clases es fuerte y la burguesía no puede aumentar el paro, busca emigrantes
esquiroles para derrotar a los trabajadores del propio país, o traslada a otra región o país
más barato, dócil y rentable, táctica empleada desde los orígenes del capitalismo industrial a
finales del siglo XVIII. La burguesía también recurre al subempleo, que es un paro a medias,
encubierto y que la prensa oficial presenta como trabajo normalizado.

ROMPER LA UNIDAD DE CLASE: toda crisis es aprovechada por el capital para asestar un
golpe demoledor a la clase trabajadora rompiendo su unidad de clase. Para ello, ahora,
intenta dividirla en tres bloques grandes con múltiples subdivisiones internas: uno, formado
por un pequeño grupo de trabajadores muy cualificados, con buenos sueldos fijos
aumentados con horas extras, y fieles. Otro, el opuesto, el formado por la creciente masa
precarizada, con poca cualificación del trabajo, movible y con contractos revocables
unilateralmente por la empresa con la mínima excusa. En el intermedio entre estos dos
extremos, un sector flexible semicualificado, capacitado para realizar parte de los trabajos
del primer sector, cubriendo sus bajas por enfermedad, vacaciones, etc., con contratos más
estables que el bloque precarizado pero más inseguros que el pequeño bloque cualificado.
Pero la mundialización económica supone una amenaza incluso para el pequeño bloque de
fieles trabajadores cualificados, porque sus puestos pueden ser cubiertos en otros países, y
las nuevas tecnologías de la comunicación permiten procesos productivos altamente
cualificados dirigidos a tiempo real por una central sita en un país imperialista pero
descentralizados en empresas muy distantes.

PROBLEMA POLÍTICO Y NO SÓLO TÉCNICO: la ruptura de la unidad de clase es sobre


todo un plan político y no solamente técnico. De entrada, una vez que la lucha obrera
economicista supera determinado umbral, adquiere un contenido político ya que intervienen
las fuerzas represivas, es decir, el Estado burgués, a favor de la patronal. Y sobre todo,
cuando la crisis social se profundiza y extiende, aumentando la lucha de clases, el contenido
político aparece públicamente porque el Estado despliega además de su poder represor
directo, también su represión preventiva y estratégica, su capacidad planificadora, sus
decisiones socioeconómicas concretadas en los presupuestos generales del Estado. Por
último, la política, que es la economía concentrada en forma de fusil estatal, se convierte en
la única alternativa del capital cuando ha de masacrar al pueblo trabajador mediante el golpe
militar, el militarismo, el fascismo o la contrarrevolución.

REPARTO DEL TRABAJO: se trata de una consigna imprescindible que supera a la clase
obrera para extenderse al pueblo trabajador en su conjunto y, a la vez, que tiene un directo
contenido político socialista muy fácil de explicar. Por esto mismo, la burguesía no admite ni
remotamente esta consigna tal cual la llena de contenido el movimiento obrero y popular.
Como veremos, el contenido obrero choca frontalmente con el burgués en todas y en cada
una de las áreas en las que debe aplicarse el reparto del trabajo empezando por el mismo
concepto de “reparto”. El concepto burgués de “reparto de trabajo” se limita en exclusiva y
únicamente a “repartir” los puestos de trabajo ya existentes entre los trabajadores en
plantilla para aumentar la productividad del trabajo manteniendo los sueldos, flexibilizando
los horarios, aumentando la intensidad del trabajo, etc.; y si por las presiones obreras, la
patronal no tiene más remedio que aumentar un poco los salarios, lo hará siempre
aumentando todavía más la productividad, es decir, solamente si ella aumenta antes su
beneficio más que los salarios, de manera que incluso se hace con más capital del que
disponía antes de “repartir” el trabajo según sus criterios empresariales.

REPARTIR EL TRABAJO REDUCIENDO EL TIEMPO ASALARIADO: un objetivo vital y


necesidad estratégica del movimiento obrero y revolucionario es reducir el tiempo de trabajo
asalariado mediante varias tácticas, entre la que destaca en tiempo de crisis la de “trabajar
menos para trabajar todos” reduciendo así el paro y fortaleciendo la unidad y la fuerza
obrera, y en tiempo de expansión económica la de “trabajar menos para vivir más y mejor”.
El tiempo asalariado, que es el que padecemos en el trabajo explotado tal cual se
materializa en el capitalismo, es un tiempo alienado, opresor y opresivo, que destruye las
potencialidades humanas, que embrutece y embota, que genera enfermedades psicofísicas,
que anula los valores éticos y la autoestima y que abre las puertas a las drogadicciones
múltiples con sus secuelas morales dañinas. El trabajo explotado siempre ha sido rechazado
y odiado por la humanidad, y siempre ha sido un signo de salud mental y ética luchar contra
el trabajo explotado. Dado que en el capitalismo el trabajo explotado adquiere la forma de
trabajo asalariado, la lucha contra el tiempo asalariado es un objetivo socialista prioritario.

REPARTIR EL TRABAJO REDUCIENDO EL TIEMPO DE RECOMPOSICION: que es el


tiempo imprescindible para reponer las fuerzas psicosomáticas consumidas durante el
tiempo de trabajo asalariado. Es otro objetivo básico que va adquiriendo cada vez más
importancia conforme el capitalismo introduce más máquinas que exigen más trabajo
cualificado, que mayor atención y desgaste psíquico, emocional y nervioso. A la vez,
aumenta la necesidad de tiempo de recomposición en la medida en que aumenta la
distancia entre el puesto de trabajo y el domicilio por lo que hay que perder más tiempo en el
traslado de casa al trabajo, con el cansancio añadido que eso supone. En contra de lo que
se cree, el desgaste psíquico y emocional requiere más tiempo de recuperación que el
simple desgaste físico, de fuerza bruta, excepto en casos especiales. Uno de los medios de
dominación más eficaces es el agotamiento psicofísico que lleva a cada vez más gente a
recurrir a drogas legales, a pasar más horas delante del televisor o en entretenimientos
alienantes y escapistas, trampas como el “desarrollo personal”, “meditación”, “culto al cuerpo
sano”, etc. Si no se puede reducir el tiempo de recuperación entonces hay que reducir aún
más el tiempo asalariado y sobre todo el que agota mucho psicofísicamente.

REPARTIR EL TRABAJO AUMENTANDO EL TIEMPO PROPIO: que consiste en el tiempo


verdaderamente libre, el tiempo en el que podemos actuar y pensar críticamente porque no
estamos agotados por la esclavización asalariada, porque no estamos nerviosos, tensos,
dormidos, sin reflejos; el tiempo en el que las angustias y los temores causados por la
precarización inherente a la incertidumbre capitalista, a su coerción sorda, no logran
aplastarnos y sojuzgarnos porque tenemos activas todas nuestras facultades crítica y
creativas humanas. El tiempo libre y propio es imprescindible para la emancipación humana
porque es el único que nos permite desarrollar al máximo nuestras facultades creativas en la
lucha por un mundo mejor. Las clases explotadoras de todas las épocas han conocido el
poder emancipador del tiempo libre y propio de las clases y naciones explotadas, de las
mujeres, y siempre han hecho lo imposible por controlarlo, por anularlo, o simplemente por
prohibir lo que pudieran hacer y pensar durante su transcurso.

REPARTIR EL TRABAJO SIN REDUCIR LOS SALARIOS: ninguna de estas y de otras


conquistas imprescindibles para reducir el paro y avanzar al socialismo tiene sentido si el
movimiento obrero y popular cede en la reivindicación salarial. El sindicalismo reformista sí
defiende la tesis de: “cambio de salario por empleo”, tesis que en realidad es ceder salario
ante una patronal que no va a crear empleo y sí se va a quedar con esa porción de salario
cedido, regalado inútilmente, por la clase obrera. Aunque la cesión de salario aparezca
como un acto de solidaridad, la verdad es que históricamente ha sido un fracaso estrepitoso,
una autoderrota que más temprano que tarde desilusiona y desanima a quienes han hecho
ese sacrificio. Esta tesis reformista refuerza la nefasta ideología interclasista de “compartir
sacrificios” con la burguesía, cosa que esta clase no hace nunca. Por último, las razones
que explican la reducción del paro no son las cesiones obreras sino la recuperación del ciclo
alcista en la economía.

REPARTIR EL TRABAJO SIN AUMENTAR SU INTENSIDAD: frecuentemente, si el


sindicalismo reformista y la patronal no pueden convencer o intimar a la clase obrera para
que ceda salario, le proponen como alternativa el aumento de los ritmos, de la intensidad del
trabajo, de la cantidad de mercancías que deben producirse por la misma unidad de tiempo,
etc. La ley de la productividad del trabajo es una ley tendencial objetiva en la naturaleza
orgánica y sobre todo en el capitalismo, y por tanto es la misma trampa pero presentada de
otra manera. Ya no se trata de ceder salario trabajando lo mismo, sino de mantener el
salario pero trabajando más, produciendo más. La trampa radica en que es el empresario el
que sale ganando, y son los trabajadores los que pierden porque cobran menos cansándose
lo mismo, o cobran los mismo pero cansándose más. De una u otra forma, la burguesía en
su conjunto aumenta su capital mientras que el pueblo trabajador sufre un deterioro en sus
condiciones de vida y de trabajo, sin reducir el paro.

REPARTIR EL TRABAJO SIN FLEXIBILIZARLO: cuando la burguesía y el reformismo


sindical no logran imponer ninguna de las dos “soluciones” anteriores, proponen flexibilizar,
agilizar los horarios, los turnos, adaptándolos a las necesidades de la producción, tal cual
las define la patronal. En el capitalismo actual ya no es bueno tener grandes cantidades de
mercancías almacenas a la espera de poder venderlas. La nuevas tecnologías permiten
innovar, producir, transportar y vender en poco tiempo, y el empresario que ahorre tiempo
ahorra gastos y multiplica beneficios, y al contrario. Es por esto que la patronal y el
sindicalismo colaboracionista proponen la flexibilización de los turnos y horarios,
introduciendo el trabajo nocturno, que es agotador, o la rotación de turnos entre mañana,
tarde y noche, que es todavía peor. Se rompe así la jornada unitaria, seguida y completa,
destrozando la vida cotidiana y laboral de la clase obrera, de sus familias, que deben
amoldarse a los horarios flexibilizados de la producción burguesa. Todas las investigaciones
sobre salud laboral confirman los efectos desastrosos de la flexibilización de los turnos.

REPARTIR EL TRABAJO AMPLIÁNDOLO A LAS MUJERES: que constituyen uno de los


componentes fundamentales del paro oficial o encubierto, del subempleo, o sea, del ejército
industrial de reserva en toda su extensión. Como mínimo son tres los argumentos que
explican esta urgente necesidad: uno, liberar a las mujeres del “dulce hogar”, auténtico
campo de concentración, facilitándoles su acceso a la libertad. Dos, desautorizar los
argumentos burgueses de que el paro puede combatirse “devolviendo” al “dulce hogar” a las
mujeres que trabajan asalariadamente; y tres, asestar un duro golpe a una de las
instituciones reaccionarias fundamentales en la reproducción de las mentalidades sumisas
como es la familia patriarco-burguesa. La experiencia demuestra que la libertad colectiva
aumenta conforme crece el trabajo asalariado de la mujer, que el patriarcado más rancio ha
de adaptarse mientras se prepara para contraatacar y que, para vencerlo, lo mejor es
profundizar y ampliar las libertades de todo tipo, sobre todo las de las mujeres.

REPARTIR EL TRABAJO CON LOS YACIMIENTOS DE TRABAJO: que son todas las
necesidades colectivas e individuales que, por las razones que fueran, no han caído todavía
en la comercialización capitalista y que pueden ser atendidos socialmente mediante trabajos
públicos, voluntariado remunerado, grupos de ayuda social, atención a la tercera edad, a los
discapacitados, a los centros culturales, deportivos, recreativos, y un largo etcétera en el
que hay que introducir puestos de trabajo explícitamente rechazados por la mentalidad
mercantil que solamente busca la máxima ganancia empresarial. Desde una perspectiva
opuesta a la burguesa, que prime el derecho colectivo a un trabajo social, a un salario
básico menos injusto, a formas de trabajo no explotado, no asalariado por una empresa
privada, etc., desde esta perspectiva totalmente factible dentro incluso del sistema
capitalista dependiendo de la fuerza de lucha del pueblo trabajador, es posible y fácil ampliar
las ofertas de trabajo que absorban el paro oficial y encubierto. Algunos autores hablan
también de la “economía social”, de “economía alternativa”, etc., que exploran formas de
intercambio de trabajo basadas en la reciprocidad y el trueque, en otras maneras de
contabilizar el precio y el valor de la fuerza de trabajo gastada, etc.; sin entrar ahora a un
análisis crítico de estas propuestas, debemos decir que no hay que negarlas de entrada,
que todo depende de la línea sociopolítica y de la fuerza del movimiento obrero y
revolucionario.

REPARTIR EL TRABAJO RECUPERANDO LA NATURALEZA: necesidad que se opone a


los trabajos asalariados del ecocapitalismo, capitalismo verde, etc., ya que éstos se basan
en la privatización y mercantilización de la naturaleza. Por el contrario, desde una visión
ecosocialista --sin definir ahora este concepto-- se debe y se puede cambiar el grueso del
proceso productivo, de su orientación y de sus fines, lo que permite multidividir y ampliar
muchos puestos de trabajo que ahora funcionan unidos por la férrea exigencia de la ley de
la productividad del trabajo burgués y por la ley de la concentración y centralización de
capitales. Desde una estrategia socialista todo esto debe ir cambiando rápidamente, lo que
exige y facilita la proliferación de nuevas formas de trabajo mucho menos dañinas con la
naturaleza, pero incompatibles con la ley del máximo beneficio capitalista.

REPARTIR EL TRABAJO MEDIANTE LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA: que es un objetivo que


surge inmediatamente de todo lo anterior. Una buena parte, cada vez mayor, de las
innovaciones tecnocientíficas que se realizan en la investigación privada y pública, es
aparcada y arrinconada, o subempleada, porque no es rentable en el actual sistema
productivo, porque democratiza la producción, porque ahorra tiempo y trabajo, etc. Una
aplicación verdaderamente democrática y progresista del potencial tecnocientífico ya
disponible puede reducir mucho el tiempo de trabajo necesario, reduciendo así el tiempo
asalariado y en parte también el tiempo de recomposición de la fuerza de trabajo,
aumentando consiguientemente el tiempo libre y propio. A la vez, esa aplicación puede
reducir mucho los denominados “accidentes de trabajo”, o sea, el terrorismo empresarial, lo
que redunda en una mejora drástica de las condiciones laborales y cotidianas del pueblo
explotado. Pero ninguna clase dominante ha optado nunca por democratizar
verdaderamente el saber, la cultura, el conocimiento técnico y científico, ya que sabe que el
conocimiento es poder y por tanto riqueza, beneficio y acumulación ampliada de capital.

CONTROL OBRERO Y POPULAR PARA ASEGURAR EL REPARTO DEL TRABAJO:


porque la burguesía y su Estado tienen a su favor todo el conocimiento capitalista, toda la
estructura legal y jurídica, todo el sistema de contabilidad y de definición de lo que es la
economía, y sobre todo, tienen a su favor la ley del secreto empresarial, que permite a las
empresas negar toda información importante a los trabajadores. Con estos recursos legales,
con los especialistas en leyes y en contabilidad doble y triple, con la tolerancia oficial hacia
los espacios grises en los que se mueve la contabilidad empresarial, con todos estos
recursos, la burguesía puede engañar masivamente a la clase obrera, y de hecho lo hace a
diario; puede cerrar empresas rentables y negarse a pagar indemnizaciones aduciendo
quiebras y otras mentiras. También el sindicalismo reformista, podrido y oportunista, cede de
inmediato a los chantajes empresariales, buscando salvarse de la quema con buenas
jubilaciones abandonando en la miseria a los trabajadores en paro. Para evitar todo esto es
urgente conquistar el derecho colectivo al control obrero y popular dentro de las fábricas, en
los barrios, en todas partes.

CONTRAPODER, DOBLE PODER Y PODER OBRERO: como únicas garantías que


permitan que tanto el control obrero y popular como las demás reivindicaciones urgentes
puedan irse logrando en una dinámica ascendente de movilizaciones sociales. Pero no sólo
se trata de conquistar esos vitales objetivos que deben surgir a la vez que crecen los
contrapoderes, sino que también se trata de irlos extendiendo y coordinando con las
conquistas y luchas que se libren en otras áreas productivas y geográficas, de manera que
del contrapoder aislado se pase a situaciones ascendentes de doble poder, sin las cuales la
lucha contra el paro terminará en derrota tarde o temprano porque la burguesía nunca cede
sin lucha, y siempre está preparando contraataques furiosos y masivos para recuperar lo
que cree que son derechos exclusivos suyos, derechos negados en la práctica a la mayoría
social. Y de aquí, de esta situación de doble poder al logro de un poder popular existe un
trecho en el que se juega definitivamente todo, cualquier conquista social por nimia e
insustancial que parezca ser pero que la burguesía codicia para sí, y sólo para sí. Sin un
poder popular organizado en Estado obrero, nada de lo logrado está seguro.

INDEPENDENCIA NACIONAL E INTERNACIONALISMO COMO GARANTÍAS: porque el


capitalismo ya mundial, su mercado es mundial y porque el imperialismo aplica su terror
económico, político, militar, cultural, etc., a escala mundial. Por esto mismo, es vital la
independencia de los pueblos en base a sus Estados obreros solidarios entre sí mediante el
internacionalismo. Sin embargo, no podemos esperar pasivamente a que llegue ese
momento, ya en la actualidad el internacionalismo obrero es imprescindible en la lucha
efectiva contra el paro y para la masiva y correcta repartición del trabajo en base a los
puntos aquí propuestos.

IÑAKI GIL DE SAN VICENTE


EUSKAL HERRIA 8-III-2010

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