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La ponencia que sigue es la versión definitiva resultante del debate colectivo que tuvo lugar
en un local de Iruñea el pasado 23 de febrero, sobre el reparto del trabajo y de la riqueza
como uno de los medios actuales e inmediatos, urgentes, para detener la ofensiva
capitalista, para que el pueblo trabajador contraataque en la dirección estratégica de
aglutinar cada vez más sectores sociales, de frenar de cuajo la desmembración social y de
avanzar hacia un mundo sin explotación.
Como es sabido Herria abian! es un movimiento popular amplio y plural, con unos objetivos
básicos destinados a debatir colectivamente por qué el pueblo trabajador vasco está
sufriendo un empeoramiento de sus condiciones de vida y trabajo, mientras que una minoría
acapara cada vez más propiedades y detenta cada vez más poder. Esta característica
popular quedo confirmada por el mucho público que abarrotó el local, la práctica totalidad de
origen obrero. Lógicamente, desde el mismo instante en el que se debate por qué empeora
la situación social, a la vez se empieza a pensar sobre cómo revertir tal empeoramiento,
frenarlo y avanzar en una mejora sustancial de la vida colectiva. No es una meditación
pasiva. Por tanto, la exposición sobre el reparto de la riqueza y el trabajo tenía que estar en
cierta forma supeditada tanto a la naturaleza de Herria abian!, a sus objetivos ya descritos,
como al nivel medio de las personas asistentes, de su formación teórica y política, de sus
inquietudes.
En las izquierdas son muy frecuentes dos errores de bulto. Uno, en el medio académico,
consiste en la pedantería libresca, en buscar primero y ante todo el “prestigio” del ponente,
buscar que la comprensión crítica de sus ideas por las personas asistentes quede
supeditada al afán de notoriedad profesional o ególatra del ponente, que cree que el público
es sólo un objeto pasivo utilizable en beneficio propio, de su carrera profesional y/o de su
fama. Nadie le ha entendido pero él queda satisfecho. Otro, en la izquierda aparentemente
más radical y pura, el error consiste en abusar del lenguaje ultra radical, lleno de palabras
gruesas pero carente de pedagogía explicativa y eficacia concienciadora, de manera que, al
final, las personas asistentes pueden salir del acto con la moral un poco más alta pero sin
ninguna mejora en su comprensión teórica y crítica, y en su visión política, de manera que
no aumenta su capacidad de lucha, sino que queda tal cual estaba al comienzo del acto.
TRABAJO NECESARIO: es el trabajo que hay que hacer inevitablemente para comer,
protegerse del frío o del calor excesivo, de las lluvias, de la enfermedad, etc. Sin el trabajo
necesario la especie humana no existiría como tal, ni siquiera como homínidos, ni como
simios ni primates porque lo que caracteriza a la vida animal es que debe gastar mayor o
menor parte de sus reservas energéticas en el esfuerzo de alimentarse, protegerse y
reproducirse. Y tras gastarlas ha de reponerlas, o morir. Lo que se denomina “ahorro de
energía”, “mínimo esfuerzo” y “productividad del trabajo”, son nombres que expresan la
tendencia de todos los animales de obtener la máxima energía posible con el mínimo
cansancio. Por ejemplo, lo normal es que para hacer una tarta se dedique una hora de
trabajo, que puede ser menos si se tienen alguna máquina, o que pueden ser más si no se
sabe hacerla o no hay utensilios adecuados. Pero gastar más tiempo en hacerla
TRABAJO DOMÉSTICO: es la forma más común e invisible del trabajo explotado; consiste
en el trabajo realizado por las mujeres en los domicilios bajo la explotación sexo-económica
del patriarcado. Al margen de los modos de producción explotadores y de las distintas
formas de familia patriarcal existentes en cada uno de ellos, el trabajo doméstico es
imprescindible para el orden opresor porque, primero, es gratis, no remunerado por la
minoría dominante pese a que realiza múltiples funciones básicas, desde cocinar y limpiar,
hasta cuidar enfermos y atender a nietos y nietas; segundo, garantiza que la economía más
básica sobreviva siquiera en lo elemental en las peores crisis; tercero, impide la unión de las
mujeres, condenándolas a la soledad y al aislamiento domiciliario, lo que refuerza el orden
explotador; cuarto, sirve como canalización y desagüe de las frustraciones masculinas, que
se desahogan descargando sobre las mujeres indefensas su cobardía pública frente al
explotador que les machaca en la calla; y quinto, es un instrumento de creación de personas
sumisas y pasivas mediante la educación autoritaria y la represión sexo-afectiva.
TRABAJO CUALIFICADO: manejar una máquina nueva, por ejemplo para mezclar mejor y
en menos tiempo la masa de las tartas, exige mejorar el anterior, el que se necesitaba para
la máquina vieja sustituida por la nueva. La nueva técnica exige nuevo conocimiento,
cualificar mejor la fuerza de trabajo. También se le denomina trabajo complejo porque
conoce la complejidad tecnológica, mientras que el trabajo simple y no cualificado es el que
no sabe manejar las máquinas en uso. Por ejemplo, un trabajo simple tendría que mezclar la
masa con las manos, perdiendo mucho tiempo, con poca o nula higienes, etc. La
propaganda burguesa, sin embargo, sostiene que existe el “trabajo inmaterial”, el “trabajo
desmaterializado”, refiriéndose a lo mismo pero ocultando así tanto la realidad social de
trabajo asalariado como el hecho innegable de que siempre se ha de aprender de la
experiencia material. Por ejemplo, la introducción de una máquina digital, de una
computadora, etc., en el taller de las tartas no significa que haya desaparecido el trabajo
material, físico y psíquico, sino solamente que ahora la contabilidad, el control de calidad, la
medición exacta de las cantidades, las temperaturas y tiempos de cocción, etc., todo esto lo
realizan las máquinas, que han sido construidas sólo con de la fuera de trabajo humana
aplicada sobre otras máquinas, y así hasta llegar al momento en el que la especie humana
aprendió a realizar la primera herramienta.
CAPITAL, PARO Y SUBEMPLEO: hemos visto que una de las soluciones que tiene el
capital para salir de la crisis es la del paro, la de echar trabajadores a la calle para reducir
costos, intimidar a la clase obrera y dividirla, aumentando los beneficios. El capitalismo
necesita siempre disponer de una reserva pasiva y atemorizada de fuerza de trabajo
dispuesta a venderse por un salario mísero con tal de comer, es el “ejército industrial de
reserva” que presiona a la baja a los trabajadores en activo, sobre todo durante sus huelgas.
Si la lucha de clases es fuerte y la burguesía no puede aumentar el paro, busca emigrantes
esquiroles para derrotar a los trabajadores del propio país, o traslada a otra región o país
más barato, dócil y rentable, táctica empleada desde los orígenes del capitalismo industrial a
finales del siglo XVIII. La burguesía también recurre al subempleo, que es un paro a medias,
encubierto y que la prensa oficial presenta como trabajo normalizado.
ROMPER LA UNIDAD DE CLASE: toda crisis es aprovechada por el capital para asestar un
golpe demoledor a la clase trabajadora rompiendo su unidad de clase. Para ello, ahora,
intenta dividirla en tres bloques grandes con múltiples subdivisiones internas: uno, formado
por un pequeño grupo de trabajadores muy cualificados, con buenos sueldos fijos
aumentados con horas extras, y fieles. Otro, el opuesto, el formado por la creciente masa
precarizada, con poca cualificación del trabajo, movible y con contractos revocables
unilateralmente por la empresa con la mínima excusa. En el intermedio entre estos dos
extremos, un sector flexible semicualificado, capacitado para realizar parte de los trabajos
del primer sector, cubriendo sus bajas por enfermedad, vacaciones, etc., con contratos más
estables que el bloque precarizado pero más inseguros que el pequeño bloque cualificado.
Pero la mundialización económica supone una amenaza incluso para el pequeño bloque de
fieles trabajadores cualificados, porque sus puestos pueden ser cubiertos en otros países, y
las nuevas tecnologías de la comunicación permiten procesos productivos altamente
cualificados dirigidos a tiempo real por una central sita en un país imperialista pero
descentralizados en empresas muy distantes.
REPARTO DEL TRABAJO: se trata de una consigna imprescindible que supera a la clase
obrera para extenderse al pueblo trabajador en su conjunto y, a la vez, que tiene un directo
contenido político socialista muy fácil de explicar. Por esto mismo, la burguesía no admite ni
remotamente esta consigna tal cual la llena de contenido el movimiento obrero y popular.
Como veremos, el contenido obrero choca frontalmente con el burgués en todas y en cada
una de las áreas en las que debe aplicarse el reparto del trabajo empezando por el mismo
concepto de “reparto”. El concepto burgués de “reparto de trabajo” se limita en exclusiva y
únicamente a “repartir” los puestos de trabajo ya existentes entre los trabajadores en
plantilla para aumentar la productividad del trabajo manteniendo los sueldos, flexibilizando
los horarios, aumentando la intensidad del trabajo, etc.; y si por las presiones obreras, la
patronal no tiene más remedio que aumentar un poco los salarios, lo hará siempre
aumentando todavía más la productividad, es decir, solamente si ella aumenta antes su
beneficio más que los salarios, de manera que incluso se hace con más capital del que
disponía antes de “repartir” el trabajo según sus criterios empresariales.
REPARTIR EL TRABAJO CON LOS YACIMIENTOS DE TRABAJO: que son todas las
necesidades colectivas e individuales que, por las razones que fueran, no han caído todavía
en la comercialización capitalista y que pueden ser atendidos socialmente mediante trabajos
públicos, voluntariado remunerado, grupos de ayuda social, atención a la tercera edad, a los
discapacitados, a los centros culturales, deportivos, recreativos, y un largo etcétera en el
que hay que introducir puestos de trabajo explícitamente rechazados por la mentalidad
mercantil que solamente busca la máxima ganancia empresarial. Desde una perspectiva
opuesta a la burguesa, que prime el derecho colectivo a un trabajo social, a un salario
básico menos injusto, a formas de trabajo no explotado, no asalariado por una empresa
privada, etc., desde esta perspectiva totalmente factible dentro incluso del sistema
capitalista dependiendo de la fuerza de lucha del pueblo trabajador, es posible y fácil ampliar
las ofertas de trabajo que absorban el paro oficial y encubierto. Algunos autores hablan
también de la “economía social”, de “economía alternativa”, etc., que exploran formas de
intercambio de trabajo basadas en la reciprocidad y el trueque, en otras maneras de
contabilizar el precio y el valor de la fuerza de trabajo gastada, etc.; sin entrar ahora a un
análisis crítico de estas propuestas, debemos decir que no hay que negarlas de entrada,
que todo depende de la línea sociopolítica y de la fuerza del movimiento obrero y
revolucionario.