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Los talleres
Debido a toda esta atrocidad, las madres no podían enviar a sus hijos a
la escuela, por lo cual no recibían educación. Trabajaban en la casa
día y noche, fines de semana, ayudando en la tarea de costura y
bordado de pañuelos. Estos pañuelos eran vendidos a los europeos,
por las compañías americanas, en cientos de dólares la unidad, precios
exorbitantemente altos justificándolos por su calidad. La calidad de los
mismos era excelente, pero las manos diestras de nuestras mujeres
nunca recibieron la compensación justa y adecuada.
Sabidas las buenas nuevas, los gobiernos de los países de Sur América
llegaron a entender que con tanto dinero que pasaba por Puerto Rico,
gracias a las inversiones de las empresas americanas, el borincano
mantenía una vida de esplendor. ¡Que triste sorpresa se llevarían años
más tarde!
Fue tanto así, que en el primer tercio del siglo pasado, el Presidente
Franklin D. Roosevelt, en 1934 y posteriormente su esposa, Eleanor
Roosevelt, visitaron la isla para evaluar la situación. Fue horrible lo que
encontraron. Para atender los problemas de Puerto Rico, Roosevelt
instituyó dos agencias que fueron clave en el proceso de aminorar las
condiciones deprimentes existentes en la Isla, la PRRA y la PRERA.
¡Que irónico no!, esto fue parte de un plan de ayuda de corte
socialista, NO CAPITALISTA.