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La mirada de Marx:
el pensamiento como crítica
Introducción
Cabe decir, sin duda, que el pensamiento como ejercicio crítico de la cultura supone la para
la reflexión la asunción de un ineludible compromiso intelectual. Es decir, la existencia de
una cultura de la injusticia implica a la reflexión, al pensamiento, en tanto que éste no se
realiza en un clima aséptico, en una aislada burbuja de cristal que impide el paso de las
minucias que impiden un conocimiento límpido y transparente, aseado del grito silenciado
de quienes han sido privados de las condiciones materiales de desarrollo y plenitud
humana; por el contrario, el pensamiento se ejerce en medio de unas condiciones culturales
determinadas, no puede marginarse olímpicamente de ellas, sino que ha de afrontar su
concreta ubicación y hacerse cargo de la problemática humana que desde su entorno
emerge.
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Por ello, para el presente trabajo se tiene como objetivo principal resaltar el compromiso
intelectual del pensamiento de Karl Heinrich Marx, debido al carácter mismo de sus
trabajos su pensamiento se traduce como crítica, como desmantelamiento de los
mecanismos que los procesos de desarrollo histórico establece para naturalizar la injustica,
opresión y alienación humana. Asimismo, su legado intelectual no se basa únicamente en
los contenidos específicos elaborados por él en un marco histórico concreto, sino que
establecen una metodología, una mirada privilegiada que manifiesta el lado ocultado en el
tren del progreso que, en su pretensión de incluir a todos, excluye a la gran mayoría,
dejándolos únicamente con el deseo de haber disfrutado de su viaje.
a) De la forma a la materia
Así, las distintas tesis o teorías que establecen las bases normativas y/o formales para
formular la respuesta sobre la realidad conllevan el peligro de abandonar inadvertidamente
un modo de pensamiento histórico e historizador que deja fuera, en la periferia de la
atención teórica, a dimensiones de la misma realidad, como es el caso del conflicto socio-
histórico que la mayoría de los habitantes de la tierra llevan en su cuerpo. En este sentido,
la fuerza del pensamiento de Marx establece como punto de partida que el pensamiento, el
esfuerzo reflexivo por dar cuenta de la realidad no debe buscar sus parámetros normativos
en alguna dimensión ideal por encima de la historia, sino que los encuentra ya actuantes
dentro del propio proceso histórico, como lo muestran las percepciones, valoraciones y
acciones que realizan los sujetos históricos reales.
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En este sentido, el legado crítico de Marx abre, a partir de la propia realidad histórica dada,
una dimensión de trascendencia intrahistórica desde la cual se disuelve la apariencia
naturalizada de la misma realidad histórica. Tal trascendencia está representada por todo
aquello que, siendo parte de la realidad histórica, se vuelve perenne, e inclusive estas
condiciones de continuidad son discernidas. En este sentido, si el ejercicio del pensamiento
“tiene que investigar necesariamente si los objetos del conocimiento son realmente lo que
según su propio concepto pretender ser. De lo contrario sería una crítica meramente
formalista. La crítica inmanente no es jamás una crítica puramente lógica, sino también una
crítica del contenido, una confrontación del concepto con la cosa”1.
El peligro que se corre constantemente ante esta situación es la inclinación hacia un retorno
a los planteamientos básicos del pensamiento de Marx, lo que puede dar lugar a una nueva
ortodoxia que poco tiene que ver con el pensamiento crítico. Para sortear este peligro es
recomendable abrir el marco de interlocutores que permita un diálogo productivo de cara a
la articulación del pensamiento en tanto crítica de la cultura actual, más allá del círculo de
los denominados marxistas, orientándose hacia su círculo exterior o periferia.
1
ADORNO, Th. W., Introducción a la sociología, Gedisa, Barcelona, 1996, p. 33-34.
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dicen formalmente; es decir, no es el mundo, la vida o la realidad histórica sino la idea que
el ser humano formalmente genera de éstos.
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Marx va más allá del nivel del formalismo y abstracción que la facticidad hegeliana,
actualmente heideggeriana, establecen como categorías ontológicas constitutivas de la
realidad, del ser y permite entender, por su legado, esta dimensión de lo real en términos
radicalmente históricos y geopolíticos2. Pues si la el pensar está constituido por una
facticidad histórica, geográfica y socio-política, entonces resultan engañosas o quiméricas
las propuestas de un pensamiento puramente formal, teórico o trascendente en cualesquiera
de sus formas, sea como fenomenología, metafísica o reflexión trascendental.
Se acepte o no, se quiera o no, todo pensamiento está ya siempre ubicado en una
determinada posición definida por un entramado de intereses, entre kos que ocupan un
lugar privilegiado los ético-políticos y los económico-sociales. Esta situación obliga al
pensamiento a reflexionar sobre el contenido del pensamiento mismo, así como el origen
histórico de su propia estructura, de los intereses ye definen su posición y apertura al
mundo, no para extirparla sino para asumirla y hacerla refleja en la manera de una opción
explícita y reflexiva, de una toma de partido en el mundo dividido por los conflictos entre
los cuales se vive3.
Este paso metodológico del pensamiento formal al material implica una opción que elige
ese lugar que da verdad4, esa posición en la estructura mental del ser humano es la que hace
realizable la clara aprehensión del escándalo moral implicado en el sostenimiento y
reproducción de una estructura opresora, excluyente e inhumana. Este acto de optar
reflexivamente por el lugar que da verdad se va a concretar como opción por los
condenados de la tierra, por los sin historia, por aquellos que se encuentran fuera del
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Marcuse ya había cuestionado a finales de los años 20 del siglo pasado el
planteamiento de Ser y Tiempo, de Martin Heidegger, en los términos arriba señalados.
Cfr. Th. Mccarthy, “Heidegger y la teoría crítica: el primer encuentro”, en Th. McCarthy,
Ideales e ilusiones: deconstrucción y reconstrucción en la teoría crítica contemporánea,
Tecnos, Madrid, 1992, p. 92-106.
3
ELLACURÍA, Ignacio, “Hacia una fundamentación del método teológico
latinoameriano”, en Estudios centroamericanos (ECA), # 322/323, Universidad
Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), San Salvador, 1975, p. 413 y 420. Esta
concepción de la facticidad del pensamiento crítico puede también encontrarse en
diálogo en Slavoj Žižek, El espinoso sujeto, Paidós, Buenos Aires, 2001.
4
Esta afirmación es de Ignacio Ellacuría, “Función liberadora de la filosofía” en Ignacion
Ellacuría, Veinte años en la historia del El Salvador (1969-1989). Escritos Políticos, UCA,
San Salvador, 1993, Vol. I, p. 47.
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régimen de la propiedad vigente con mayor rigor en las formas de relación y convivencia
contemporáneas.
El pensar sólo tiene sentido cuando está vinculado a una praxis a la que debe dar luz y
alimento. En este sentido, el pensamiento crítico, si esto no es ya considerado como
tautológico, es un momento de la acción que puede realizar el individuo. Es decir, el pensar
es acción, y la acción es ejercicio del poder, por lo que el poder tiene un impacto
eminentemente de carácter político. Pues, toda posición intelectual implica ya siempre una
toma de postura en el escindido campo de lo social.
Así, pensar en los acontecimientos que se han recrudecido en las últimas décadas,
como la extrapolación social, la marginación política y el despotismo económico son
posicionamientos de carácter político-social frente a las circunstancias que vienen de lejos y
que se han exaltado por las maneras contemporáneas de comprender y organizar, tanto al
mundo como a las relaciones interpersonales. La situación se agrava cuando, en los
distintos ámbitos de relación y cotidianidad humana, se establecen formas de comprensión
estandarizadas, homologadas e inclusive orientas por el uso de afirmaciones estereotipadas.
Esta forma del ejercicio crítico del pensamiento es un proceso de capacitación y factibilidad
que no se da sólo en el marco de la relación entre el individuo y el mundo circundante son
también, y sobre todo, en el seno de una intersubjetividad problemática por su carácter
fracturado y conflictivo. Por ello tal ejercicio pasivo y aparentemente acrítico es concebido
como poseyendo una importante dimensión social y moral en la que el conflicto social
juegan un papel claramente relevante. Además, estos procesos de capacitación y
factibilidad son considerados no sólo en términos individuales sino colectivos. Lo que
ilumina nuevas posibilidades históricas a partir de las capacidades adquiridas como
actividades colectivas cuyo agente es toda una generación, y más aún, una generación
perdida. Esto permite sostener que cada época va a estar caracterizada por una iluminación
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específica de posibilidades por parte del colectivo social, la cual es vinculante para las
decisiones u orientaciones políticas de la formación social. Asumiendo lo anterior, el
proceso de capacitación realizado incoadamente por Marx puede ser concebido como un
proceso complejo que abarca las dimensiones práctica, cognitiva, social y moral, que se
traduce en un proceso de participación, aún en sus vertientes poco ortodoxas y
tradicionales, pues las nuevas capacidades adquiridas por los individuos y las
colectividades constituyen el factor de apertura de nuevas alternativas históricas a partir de
la crítica de las condiciones vigentes en el mundo social crcundante.
El pensamiento de Marxes el primero que destaca en realizar una guía para la crítica de las
ideologías, pues traza un nuevo abordaje que permite el discernimiento de las mismas desde
bases histórico-materiales, generando una mirada crítica de la sociedad, y que luego, mano
de sus herederos, se ve trocada en ideología, en un saber esclerotizado convertido en
doctrina oficial de un régimen totalitario, pero eso no es motivo de las presentes
reflexiones.
En este sentido, el pensamiento de Marx puede ser considerado como una mirada
antropológica de la historia en la que viven los hombres concretos. Su presupuesto
antropológico fundamental es la consideración del ser humano en tanto un ser de la praxis,
posibilitado para ella por u libertad y urgido por las carencias que implican las necesidades.
A partir de ahí, podemos pensar junto con Marx, que el hombre es hacedor de su historia y
negar la existencia de una fuerza sobrenatural, que hace él mismo a lo largo de la historia,
condicionado en todo caso por la historia que el mismo ser humano ha ido construyendo.
Por ello, en la crítica a las ideología de Marx supone una alienación, pues ésta corresponde
a lo que Marx denomina “falsa conciencia”. Por ello, lo que trata es de llegar a las raíces de
la existencia alienada del hombre. A ese respecto considera la alienación religiosa y política
como derivada del trabajo mismo, dadas las condiciones de explotación que realiza y
encubre ideológicamente el capitalismo bajo la ficción jurídica-legal de un contrato entre
iguales. Es esa alienación, del trabajo, del producto, del trabajador mismo, alienación
respecto del otro en unas relaciones humanas cosificadas y también alienación respecto de
la naturaleza, la que se constituye partiendo de la existencia real de los individuos
concretos, en fenómeno social, que, como tal, marca el tono de la cultura. Concretamente,
la ambigüedad de la cultura, el fenómeno de la alienación pone de relieve el carácter
deshumanizante de la cultura capitalista, que queda enmascarada entre la explotación
económica y el encubrimiento ideológico de la misma, y la justificación del sistema que
sobre ella se asienta. Por ello, la dinámica de las ideologías se desencadena imparable
hasta extenderse por todos los extremos de la superestructura, dado que lo ideológico no es
algo fijo sino que lo que funciona como tal, y el mecanismo encubridor y distorsionante que
supone, opera en los distintos ámbitos de la vida. Ante la sutileza de la ideología la crítica
es necesaria parece insuficiente, pues de lo que se trata es de transformar la realidad social
existente; pues no basta con desmantelar las ilusiones existentes, sin que lo importante es
cambiar la situación que hace posible y necesarias tales ilusiones para poderse sobrellevar.
Para lograr ello es necesario mirar aquello que puede ser aplicable al tiempo actual, o
retomar el potencial creativo y crítico del pensamiento de Marx. Pues ante la llamada
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muerte del hombre, el optimismo antropológico permite pensar una total resolución de las
contradicciones culturales de la modernidad, permite considerar la plena erradicación de la
alienación, permite confiar excesivamente en la razón y voluntad humanas y sobre todo en
lo que se refiere al sujeto colectivo constituido principalmente por el proletariado, porque
no tenía nada que perder más que su condición subordinada y oprimida. No obstante, a
pesar de este optimismo y confianza al ser humano, lo cierto es que da pie para pensar de
un modo nuevo la realidad y la posibilidad del hombre y su cultura, la realidad de la
alienación deshumanizante y la posibilidad de una cultura emancipadora. Ésta, de todas
formas, debe articularse sobre dos polos: del reino de la necesidad, que el hombre finito no
puede abandonar; y el reino de la libertad, al que el hombre, desde su finitud, debe aspirar.
Por tanto, la función de la crítica es abrir paso a una práctica transformadora, más aún, la
crítica ya es una práctica transformadora que permite la articulación de las dimensiones que
integran al ser humano y los distintos ámbitos que lo congregan y permiten la
intersubjetividad. Por ello, el pensamiento es una actividad crítica consciente de las
condiciones en las cuales el ser humano se desarrolla de cara a relaciones intersubjetivas
caracterizadas por la libertad y la justicia. La tarea del pensamiento comienza en el
desmontaje de los discursos interesados de una falsa conciencia que sucumbe al autoengaño
en lo que a la incontaminación de sus productos se refiere.
La mirada suspicaz que nos hereda Marx hace aflorar el efecto de los condicionamientos
socioeconómicos que pesan sobre las espaldas de los seres humanos. Pero de lo que se trata
es de que se abra paso al pensamiento, a una mirada que permita asumir prácticas
autoliberadoras, una práctica fundida con la teoría, y una teoría hecha uno con la práctica.
Donde el pensamiento se realice en la construcción histórica de la realidad. Ese imperativo
de congruencia, de una búsqueda de la mayor aproximación entre lo que se piensa y lo que
se hace para procurar mayores ámbitos de libertad personal y colectiva, pero dejando a
salvo, por el bien de ambas, la necesaria, y en definitiva insalvable distancia entre ellas. Es
condición para la función emancipadora del pensamiento crítico una sana coherencia.
d) Conclusión (provisional)
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A partir de lo expuesto se constante que puede tematizarse a partir de la producción teórica
de Marx la conversión entre pensamiento y crítica, la cual, independientemente de los
discernimientos teóricos y ejemplos iluminadores que el mismo Marx realiza, resulta
productiva e iluminadora para la época contemporánea, con distintos matices, pero cuya
mirada profunda se caracteriza por una toma de postura clara de frente a las exigencias de
quienes se encuentran privados de las condiciones materiales necesarias para su desarrollo
pleno. Además, esta mirada orienta la crítica que también afecta a los planteamientos
teóricos que defienden a capa y espada la normatividad de una dimensión trascendental o
cuasitrascendental, a la que la crisis ha hecho perder su credibilidad y efectividad
condenándolas a una impotencia estéril.
6
WALZER, Micheal, La compañía de los críticos, Nueva Visión, Buenos Aires, 1993, p.
32.
7
BORGES, J. L., “Remordimiento por cualquier muerte”, en Jorge Luís Borges, Obras
completas, T. I, Emecé, España, 1996, p. 33. A continuación cito en su totalidad el
poema: “Libre de la memoria y de la esperanza, ilimitado, abstracto, casi futuro, el
muerto no s un muerto: es la muerte. Como el Dios de los místicos, de Quien debe
negarse todos los predicados, el muerto ubicuamente ajeno no es sino la perdición y
ausencia del mundo. Todo se lo robamos, no le dejamos ni un color ni una sílaba: aquí
está el patio que ya no comparten sus ojos, allí la acera donde acechó la esperanza.
Hasta lo que pensamos podría estarlo pensando él también; nos hemos repartido como
ladrones el caudal de las noches y los días”. Idem.
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Bibliografía
BORGES, J. L., “Remordimiento por cualquier muerte”, en Jorge Luís Borges, Obras
completas, T. I, Emecé, España, 1996
WALZER, Micheal, La compañía de los críticos, Nueva Visión, Buenos Aires, 1993, p. 32.
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