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1. El famoso escritor francés Víctor Hugo visitó en secreto a Don Bosco y fingió ser un incrédulo que no creía en los milagros ni en la vida después de la muerte.
2. Don Bosco lo interrogó sutilmente y logró que Hugo admitiera que en realidad sí esperaba algo para el futuro aunque no sabía qué.
3. En una segunda visita, Hugo reveló su verdadera identidad y dijo que creía en la inmortalidad del alma y esperaba morir recibiendo la asistencia de un sacerdote católic
Originalbeschreibung:
Estudio de la relación entre Victor Hugo y Don Bosco
1. El famoso escritor francés Víctor Hugo visitó en secreto a Don Bosco y fingió ser un incrédulo que no creía en los milagros ni en la vida después de la muerte.
2. Don Bosco lo interrogó sutilmente y logró que Hugo admitiera que en realidad sí esperaba algo para el futuro aunque no sabía qué.
3. En una segunda visita, Hugo reveló su verdadera identidad y dijo que creía en la inmortalidad del alma y esperaba morir recibiendo la asistencia de un sacerdote católic
1. El famoso escritor francés Víctor Hugo visitó en secreto a Don Bosco y fingió ser un incrédulo que no creía en los milagros ni en la vida después de la muerte.
2. Don Bosco lo interrogó sutilmente y logró que Hugo admitiera que en realidad sí esperaba algo para el futuro aunque no sabía qué.
3. En una segunda visita, Hugo reveló su verdadera identidad y dijo que creía en la inmortalidad del alma y esperaba morir recibiendo la asistencia de un sacerdote católic
Con motivo de la fama de san Juan Bosco en todo el mundo, principalmente en Europa, el santo es invitado a visitar Pars. Los parisinos tenan muchas ganas de verlo. Uno de ellos era el clebre escritor Vctor Hugo. Una tarde, un anciano con aire pensativo, de aspecto noble pero un poco sombro y altivo, pidi sin decir su nombre ver a Don Bosco. Se le introdujo en una sala de espera. Esper tres horas. A las 11 entr y salud cortsmente al humilde sacerdote; a continuacin le hizo confesin de su incredulidad, sobre todo en los milagros: No tengo fe en los milagros, le dice. Don Bosco, escuchando a este anciano que no conoca, le dijo que l tampoco crea en los milagros. No busc 2 conocerlo y no discuti. Se content con sumirse en su alma, como una sonda dulcemente con una serie de preguntas. Entre estas cuestiones, hay sobre todo dos a las que el visitante desconocido no se esperaba. Se sinti molesto pero le hizo reflexionar. El santo dirigi la conversacin de manera tal que pronto le pregunt a su interlocutor: Qu admite de hecho acerca de la vida futura? Lo que admita! No lo saba. Haca mucho tiempo que no haba soado en eso. Respondi: No perdamos el tiempo tratando este tema; hablar de la vida futura cuando me encuentre en el futuro. Don Bosco no prest atencin a lo que perciba de brusco y seco en la respuesta que se le haba hecho. Continu sondeando a su amigo. Cuando hubo ledo bien su alma, le hizo esta pregunta con resolucin: Si usted es as, qu espera pues? Pronto el presente o el ahora no le pertenecer. Del futuro no quiere que se le hable. Cul es su esperanza?
Ante esta cuestin, el poeta que, hasta ese momento haba
tenido un aire altivo y mirando fijamente a Don Bosco, baj la cabeza y se concentr en el interior de s mismo. En lugar de responder, se puso a meditar. Pues se haba 3 resignado ya a no tener fe, pero no quera resignarse a que le faltara la esperanza. En 1835, hablando de s mismo, terminaba su prefacio de los Cantos del crepsculo con estas palabras: Es de lo que esperan. En 1883 como en 1886, el poeta era de quienes esperan. Al menos lo crea y no cesaba de decirlo. Haba incluso dado a una de sus Contemplaciones este ttulo: Spes, Esperanza. Su esperanza, tal como la describe no es nada ms que un sueo. Pero para despertar al soador, bastaba decirle: Cuando se espera, se espera algo. Qu espera usted? Eso se le acababa de decir y por eso se pareca a un hombre que se despierta y busca captar la realidad de lo que ha visto en un sueo. El santo dej al poeta algn tiempo pensativo, luego, al ver que haba tocado el fondo de esta alma, retir la sonda para lanzarle una flecha de buen o mal grado. Sin esperar que su interlocutor respondiera, rompiendo el silencio y tomando el aire de autoridad sencilla pero irresistible que dan la fe y el celo, dijo al anciano inclinado al borde de la tumba: Le hace falta pensar en el futuro supremo. Todava le queda un poco de vida; si lo aprovecha para entrar en el seno de la Iglesia e implorar la misericordia de Dios, se salvar y salvado para siempre. En el caso contrario, morir incrdulo y reprobado. 4 El poeta le contest: S que de todos mis amigos, muy avanzados en filosofa, ninguno ha resuelto el problema: o la
eternidad desgraciada o nada. Despus aadi: Quiero
meditar sobre lo que acaba de decirme, y si lo permite, volver a verlo. El ilustre visitante haba querido esconderse; ahora quera darse a conocer. Apret la mano del santo sacerdote, y al dejarlo, le entreg su carta. Salido su visitante desconocido, don Bosco tom esta carta y ley en ella: Vctor Hugo. Algunos das despus, a la misma hora, volvi Vctor Hugo. Abordando al santo por segunda vez, le cogi las manos y le dijo: No soy el personaje del otro da; le he dado una broma presentndome como un incrdulo. Soy Vctor Hugo y le ruego que quiera ser mi amigo. Creo en la inmortalidad del alma, creo en Dios, y espero morir en los brazos de un sacerdote catlico que pueda encomendar mi alma al Creador. Se sabe que dos aos despus de esta entrevista, en este mismo mes de mayo en que manifest a don Bosco su esperanza de morir entre los brazos de un sacerdote catlico, Vctor Hugo enferm y muri. En la tarde del 22 de mayo compareca ante Dios, pero sin haber sido asistido por un sacerdote. Pero sus intenciones eran claras.