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Jurisprudencia: Tribunal Constitucional Sala Primera.

Sentencia 171/2004, de 18 de octubre


Ponente: JORGE RODRIGUEZ-ZAPATA PEREZ

Voces:
Constitucional: Recurso de Amparo: Derecho al Honor

La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y
Montiel, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo
Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA

En el recurso de amparo núm. 5037-2000, promovido por don R.L.M., representado por
la Procuradora de los Tribunales doña Montserrat Gómez Hernández, bajo la dirección
del Letrado don José María Azkuenaga Iturrioz. Se dirige contra Sentencia de la Sala de
lo Civil del Tribunal Supremo de 26 de julio de 2000, que no da lugar al recurso de
casación interpuesto frente a la Sentencia dictada el 11 de marzo de 1995 por la Sección
Cuarta de la Audiencia Provincial de Bilbao, resolviendo el recurso de apelación
interpuesto ante la misma contra la Sentencia dictada el 15 de noviembre de 1993 por el
Juzgado de Primera Instancia núm. 11 de Bilbao en el juicio sobre protección de
derechos fundamentales núm. 263/93. Han sido parte Unidad Editorial, S. A., Editorial
del Pueblo Vasco, S. A., don J.M.V.M. y don P.A.S.S., representados todos ellos por el
Procurador de los Tribunales don José Luis Ferrer Recuero y asistidos por la Abogada
doña Cristina Peña Carles. Ha intervenido el Ministerio Fiscal.

Ha sido Ponente el Magistrado don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, quien expresa el


parecer de la Sala.

Antecedentes de Hecho

1. El día 22 de septiembre de 2000 tuvo entrada en el Registro General del Tribunal,


procedente del Juzgado de guardia, escrito de la Procuradora de los Tribunales
designada por el turno de oficio doña Montserrat Gómez Hernández, quien actúa en
nombre y representación de don R.L.M.. Formaliza recurso de amparo constitucional
frente a la Sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo de 26 de julio de 2000,
que declaró no haber lugar al recurso de casación frente a la Sentencia dictada el 11 de
marzo de 1995 por la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Bilbao.

2. Los hechos de los que trae causa este procedimiento de amparo son, en síntesis, los
siguientes:

a) En los suplementos dominicales de los diarios "El Mundo del País Vasco" y "El
Mundo del Siglo Veintiuno" de 12 de XXX de 1992 apareció publicado un trabajo
periodístico firmado por don J.V., doña E.L. y don P.A.S.S. en el que, bajo la rúbrica
"La difícil situac
ión de ETA", se trataba de describir la situación de la banda terrorista ETA, figurando
un subtítulo bajo el anterior enunciado que rezaba: "Así se encuentra la organización
terrorista". A lo largo de las dos páginas del artícul

o se hacía mención de una serie de nombres, apellidos y apodos de los que se


consideraban como pertenecientes a la cúpula dirigente de dicha organización terrorista.
Así con relación al denominado aparato económico figuraba en el tercer lugar de la lista
el nombre de don R.L.M., hoy demandante de amparo, al que se añadía la palabra
"cura" sin mayor detalle. Meses más tarde, en su edición del día 17 de XXX de 1993, el
diario "El Mundo del País Vasco" publicó una nueva información titulada "Una
dirección acosada", teniendo como antetítulo "la operación realizada contra el aparato
armamentístico deja a ETA en su peor momento". Dicha información venía
acompañada de un cuadro en el que, según el informante, se estructuraba la cúpula
directiva de la organización terrorista, de tal modo que, bajo el título "así se encuentra la
estructura de ETA", se aportaban datos sobre los dirigentes de cada uno de los sectores
de aquélla, figurando como tal en el tercer lugar de los citados, y correspondiendo al
denominado "aparato económico", el ahora demandante de amparo.

b) En los meses inmediatamente anteriores a la publicación de los dos trabajos


periodísticos citados, concretamente en el número del día 31 de XXX de 1992, la
edición para el País Vasco del diario "ABC" había publicado una información en sus
páginas 26 y 27, en la que figuraba el nombre del Sr. L.M. dentro del organigrama de la
organización terrorista ETA y en concreto en el lugar tercero del aparato económico de
la misma, figurando también junto al nombre y apellidos del citado el término "cura".
Igualmente, en las ediciones de los días 5,6 y 11 de XXX de 1987 del diario "El Correo
Español-El Pueblo Vasco" se recogía la siguiente información. "R.L.M., 44 años,
Santurce, huyó a Francia en 1980. Se le considera, según fuentes policiales, vinculado al
aparato financiero de ETA; Veintidós de los cincuenta y cinco refugiados vascos
presuntamente vinculados a ETA que fueron entregados a la policía española por las
autoridades francesas por el procedimiento de máxima urgencia, se encuentran en
libertad, según informó la Dirección de la Seguridad del Estado". Entre los expulsados y
puestos en libertad se encontraba el ahora demandante de amparo. Del mismo modo,
otros dos medios de comunicación de amplia difusión en el País Vasco, como eran los
diarios "Deia" y "Egin", con ocasión de una operación policial llevada a cabo por las
autoridades francesas contra ETA en las mismas fechas del referido año 1987,
publicaron, también, sendas informaciones que tenían un contenido parecido a las del
diario "El Correo Español-El Pueblo Vasco", y en las que se afirmaba "R.L.M.,
sacerdote de Santurzi, considerado por fuentes policiales vinculado al aparato financiero
de ETA".

c) La representación del hoy demandante de amparo, a la vista de las informaciones


periodísticas publicadas en los días 12 de XXX de 1992 y 17 de XXX de 1993, con
fecha 16 de abril de 1993 dedujo demanda sobre protección de su derecho al honor
contra los tres periodistas firmantes del primer artículo citado, así como contra la
empresa editora del periódico, correspondiendo su conocimiento al Juzgado de Primera
Instancia núm. 11 de Bilbao. Dicho Juzgado dictó Sentencia el 15 de noviembre de
1993 en la que estimaba la demanda promovida por la representación del actor,
condenando a los demandados como responsables de una intromisión ilegítima en el
derecho al honor de aquél, consistente en la publicación y difusión de la inveraz noticia
de pertenecer al aparato económico de ETA, al tiempo que les imponía también la
condena de indemnizar conjunta y solidariamente al Sr. L.M. en la cantidad de cinco
millones de pesetas.

d) Contra la anterior resolución, la parte demandada en el procedimiento civil interpuso


recurso de apelación cuyo conocimiento fue asignado a la Sección Cuarta de la
Audiencia Provincial de Bilbao, dictando ésta Sentencia el día 11 de marzo de 1995 por
la que estimó íntegramente el recurso así formalizado, revocando la de instancia y
absolviendo de toda responsabilidad a los demandados. Notificada esta Sentencia, la
representación del demandante de amparo interpuso recurso de casación, en el que la
Sala Primera del Tribunal Supremo dictó Sentencia el día 26 de julio de 2000, por la
que declaró no haber lugar al recurso.

3. Funda el recurrente su demanda de amparo en la alegada vulneración de su derecho al


honor, por entender que los trabajos periodísticos publicados en los diarios "El Mundo
del País Vasco" y "El Mundo del Siglo XXI" han hecho públicas sendas noticias
referidas a su persona que no son ciertas, al haberlo incluido dentro del aparato
económico de la organización terrorista ETA en dichos reportajes, sin que el actor
pertenezca a aquélla, y que las Sentencias dictadas, tanto por la Audiencia Provincial de
Bilbao en apelación, como por la Sala Primera del Tribunal Supremo, en casación, al
haber concedido la razón a los medios de comunicación, han sobrepasado los límites
establecidos en el art. 18 CE, vulnerando su derecho fundamental al honor.

4. Por providencia de 1 de octubre de 2001, la Sección Segunda de este Tribunal acordó


admitir a trámite la demanda de amparo, y a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
requerir atentamente a la Sala Primera del Tribunal Supremo, Sección Cuarta de la
Audiencia Provincial de Vizcaya y Juzgado de Primera Instancia núm. 11 de Bilbao,
para que en el plazo de diez días remitieran respectivamente testimonio del recurso de
casación núm. 1533/95, del rollo de apelación núm. 707/93 y de los autos de protección
de los derechos fundamentales núm. 263/93, interesándose al propio tiempo que se
emplazara a quienes fueron parte en el mencionado procedimiento, con excepción del
recurrente en amparo, que aparece ya personado, para que en el plazo de diez días
pudieran comparecer en este proceso constitucional, con traslado a dichos efectos de
copia de la demanda presentada.

5. Recibido en este Tribunal el correspondiente escrito, por diligencia de ordenación de


la Sección Segunda de 3 de diciembre de 2001 se tuvo por personado y parte en nombre
y representación de Unidad Editorial, S. A., Editorial del Pueblo Vasco, S. A., don
J.M.V.M. y don P.A.S.S., al Procurador don José Luis Ferrer Recuero, y se acordó a
tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC dar vista de todas las actuaciones por plazo
común de veinte días al Ministerio Fiscal y a las partes personadas, para que dentro de
dicho término pudieran presentar las alegaciones que a su derecho convinieren.

6. El 2 de enero de 2002 tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal escrito,


presentado por la representación procesal del demandante de amparo, en el que
formulaba las correspondientes alegaciones. Se insiste allí en que imputar falsamente a
una persona la pertenencia a ETA es una intromisión en su honor.

Niega que nos encontremos ante un supuesto de "reportaje neutral", puesto que no está
identificada la fuente de la información. Para él es patente, por otra parte, la falta de
veracidad de la noticia, dado que el específico deber de diligencia ha sido obviado por
los demandados.

Finalmente aduce que en modo alguno se puede afirmar que no adoptara desde el año
1987 hasta abril de 1993 ninguna medida dirigida a salvaguardar su honor, porque en
autos no existe ningún dato que acredite tal aseveración. Concluye suplicando al
Tribunal que dicte Sentencia otorgando el amparo y declarando que las Sentencias
recurridas han violado el contenido constitucional de su derecho al honor.

7. Procedente del Juzgado de guardia tuvo entrada el 4 de enero de 2002 en el Registro


General de este Tribunal escrito de alegaciones del Procurador de los Tribunales don
José Luis Ferrer Recuero, en nombre y representación de Unidad Editorial, S. A.,
Editorial del Pueblo Vasco, S. A., don J.M.V.M. y don P.A.S.S.. En el mismo, tras
repasar la jurisprudencia constitucional referente a los posibles conflictos entre el
derecho al honor y la libertad de información, resalta que las materias sobre las que
versa el reportaje enjuiciado son de interés público, que la libertad de información ha
sido ejercitada por profesionales a través de un vehículo institucionalizado de formación
de la opinión pública como es la prensa, y que la información proporcionada no es sino
la exacta reproducción de lo publicado por otros medios de comunicación durante más
de cinco años, con el conocimiento y consentimiento del ahora demandante. Sostiene
que cuando una información parte de lo previamente publicado, conocido y consentido
por el tercero durante más de cinco años, la lesión que pudiera producir aquélla en el
derecho al honor del aludido provendrá o será consecuencia no de la publicación
reciente de la misma información, sino de sus propios actos, de su propia culpa.
Concluye suplicando se dicte Sentencia declarando no haber lugar al amparo solicitado
y confirmando la adecuación constitucional de las Sentencias recurridas.

8. El 10 de enero de 2002 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal. En las mismas


repasa la doctrina constitucional sobre el concepto de "reportaje neutral", para concluir
que no nos hallamos ante un supuesto de este tipo, puesto que los periodistas que han
elaborado los artículos en cuestión no han citado la fuente de la que habían extraído los
datos publicados. Comprobado, por otra parte, que la noticia difundida tiene interés
público, pasa a analizar la diligencia observada por los periodistas autores de los
trabajos cuestionados razonando, por un lado, que utilizaron como fuente otros trabajos
realizados por otros diarios que por su seriedad informativa, o por su afinidad
ideológica con los entornos del terrorismo, les generaban una confianza ciertamente
reconocible y, por otro, que en ninguno de los casos anteriores el Sr. L.M. había
realizado esfuerzo legal o periodístico alguno por desmentir el contenido de tales
hechos. Todo ello le lleva a concluir que en el caso presente se cumplió también el
requisito jurisprudencial de la diligencia del periodista en la comprobación del hecho
noticiable antes de publicarlo. Consecuentemente, el Fiscal interesa del Tribunal que
dicte Sentencia desestimatoria de la pretensión de amparo invocada en la demanda.

9. Por providencia de 13 de octubre de 2004, se señaló para la deliberación y votación


de la presente Sentencia el día 18 del mismo mes y año, trámite que ha finalizado en el
día de hoy.
Fundamentos de Derecho

1. La demanda de amparo se dirige contra la Sentencia de la Sala de lo Civil del


Tribunal Supremo de 26 de julio de 2000, que declara no haber lugar al recurso de
casación frente a la Sentencia dictada el 11 de marzo de 1995 por la Sección Cuarta de
la Audiencia Provincial de Bilbao, resolviendo el recurso de apelación interpuesto ante
la misma contra la Sentencia dictada el 15 de noviembre de 1993 por el Juzgado de
Primera Instancia núm. 11 de Bilbao en el juicio sobre protección de derechos
fundamentales núm. 263/93.

Aduce el recurrente que se ha lesionado su derecho al honor, pues se le ha imputado


falsamente la pertenencia a ETA, sin que nos hallemos ante un reportaje neutral ni
quepa en este caso la excepción de la veracidad de la noticia.

La representación de los demandados en la vía judicial ordinaria argumenta que debe


prevalecer la libertad de información, puesto que se trata de un reportaje de interés
público, que reproduce lo publicado por otros medios de comunicación durante más de
cinco años con el consentimiento del demandante. Solicita, por todo ello, que se
deniegue el amparo.

El Ministerio Fiscal, por su parte, razona en primer término que no nos hallamos ante un
supuesto de reportaje neutral y, en segundo, analiza la diligencia de los periodistas en la
comprobación del hecho noticiable para concluir interesando que se dicte Sentencia
desestimatoria de la pretensión de amparo, puesto que aquéllos utilizaron fuentes de
confianza, y el demandante de amparo no realizó durante años ningún esfuerzo legal o
periodístico por desmentir los hechos que ahora fundamentan su queja.

2. Son varias las cuestiones que se plantean en este recuro de amparo, en el que aparece,
en primer lugar, un claro conflicto entre el derecho al honor del demandante de amparo
y la libertad de información de los demandados en el proceso ordinario. No es la
primera vez que dicho conflicto se plantea ante este Tribunal Constitucional, y para
resolverlo encontramos una segura guía en nuestra jurisprudencia, sintetizada
últimamente en la STC 54/2004, de 15 de abril, FFJJ 2 y 3.

Allí se razona de entrada que en estos casos, como hemos declarado en numerosas
ocasiones, "la competencia de este Tribunal no se circunscribe a examinar la suficiencia
y consistencia de la motivación de las resoluciones judiciales bajo el prisma del art. 24
CE. Por el contrario, en supuestos como el presente, el Tribunal Constitucional, en su
condición de garante máximo de los derechos fundamentales, debe resolver el eventual
conflicto entre el derecho a comunicar información veraz y el derecho al honor,
determinando si efectivamente se han vulnerado aquellos derechos atendiendo al
contenido que constitucionalmente corresponda a cada uno de ellos, aunque para este
fin sea preciso utilizar criterios distintos de los aplicados por los órganos judiciales, ya
que sus razones no vinculan a este Tribunal ni reducen su jurisdicción a la simple
revisión de la motivación de las resoluciones judiciales (entre muchas, SSTC 134/1999,
de 15 de julio, FJ 2; 180/1999, de 11 de octubre, FJ 3; 21/2000, de 31 de enero, FJ 2;
112/2000, de 5 de mayo, FJ 5; 282/2000, de 27 de noviembre, FJ 2; 297/2000, de 11 de
diciembre, FJ 3; 49/2001, de 26 de febrero, FJ 3; 204/2001, de 15 de octubre, FJ 2)"
(STC 158/2003, de 15 de septiembre, FJ 2).
En todo caso, nuestro examen debe respetar los hechos considerados probados en vía
jurisdiccional ante los Tribunales ordinarios [art. 44.1 b) LOTC]. Con escrupuloso
respeto a tales hechos, la cuestión a resolver en el presente recurso de amparo es la de
verificar si la Sentencia impugnada, al valorar aquellas informaciones, llevó a cabo una
integración y aplicación constitucionalmente adecuada de la libertad de información
[art. 20.1 d) CE] y el derecho fundamental al honor (art. 18.1 CE).

Recordábamos en la citada STC 158/2003, de 15 de septiembre, FJ 3, que "este Tribunal


ha elaborado un cuerpo consolidado de doctrina en torno a los casos en que exista un
conflicto entre el derecho a la libertad de información y el derecho al honor, coincidente
en lo sustancial con la desarrollada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al
interpretar el art. 10.1 del Convenio europeo de derechos humanos (STC 144/1998, de
30 de junio, FJ 2). Dicha doctrina parte de la posición especial que en nuestro
ordenamiento ocupa la libertad de información, que no sólo protege un interés
individual sino que entraña el reconocimiento y garantía de la existencia de una opinión
pública libre, indisolublemente unida al pluralismo político propio del Estado
democrático (STC 21/2000, de 31 de enero, FJ 4 y las allí citadas).

El valor preferente o prevalente de este derecho ha sido sin embargo relativizado en


nuestra jurisprudencia, negando su supremacía sobre otros derechos fundamentales
(SSTC 42/1995, de 13 de febrero, FJ 2; 11/2000, de 17 de enero, FJ 7). De ahí que
hayamos condicionado la protección constitucional de la libertad de información, frente
al derecho al honor garantizado en el art. 18.1 CE, a que la información se refiera a
hechos con relevancia pública, en el sentido de noticiables, y a que dicha información
sea veraz (SSTC 138/1996, de 16 de septiembre, FJ 3; 144/1998, de 30 de junio, FJ 2;
21/2000, de 31 de enero, FJ 4; 112/2000, de 5 de mayo, FJ 6; y 76/2002, de 8 de abril,
FJ 3)".

Respecto al primero de los requisitos ---el de la relevancia pública de la información---


la misma parece indudable en el caso que nos ocupa, dado que se trata de supuestas
actividades en conexión con ETA, materia de evidente interés para todos los
ciudadanos, dadas las repercusiones sociales y políticas que las acciones de la misma
han tenido y tienen en nuestro país. En cuanto al segundo ---que la información sea
veraz--- diremos algo más adelante.

3. Nos corresponde examinar antes si nos hallamos en un supuesto de los llamados


reportajes neutrales, lo que excluiría la responsabilidad de los comparecidos, de acuerdo
con una consolidada jurisprudencia. Transcribiendo lo que se afirma en la STC 76/2002,
de 8 de abril, FJ 4, cabe indicar que hemos caracterizado lo que denominamos
"reportaje neutral" en los siguientes términos: "a) El objeto de la noticia ha de hallarse
constituido por declaraciones que imputan hechos lesivos del honor, pero que han de ser
por sí mismas, esto es, como tales declaraciones, noticia y han de ponerse en boca de
personas determinadas responsables de ellas (SSTC 41/1994, de 15 de febrero, FJ 4, y
52/1996, de 26 de marzo, FJ 5). De modo que se excluye el reportaje neutral cuando no
se determina quién hizo tales declaraciones [STC 190/1996, de 25 de noviembre, FJ 4
b)]. b) El medio informativo ha de ser mero transmisor de tales declaraciones,
limitándose a narrarlas sin alterar la importancia que tengan en el conjunto de la noticia
(STC 41/1994, de 15 de febrero, FJ 4). De modo que si se reelabora la noticia no hay
reportaje neutral (STC 144/1998, de 30 de junio, FJ 5) y tampoco lo hay cuando es el
medio el que provoca la noticia, esto es, en el llamado periodismo de investigación
(STC 6/1996, de 16 de enero, VP), sino que ha de limitarse a reproducir algo que ya sea,
de algún modo, conocido. c) En los casos de reportaje neutral propio la veracidad
exigible se limita a la verdad objetiva de la existencia de la declaración, quedando el
medio exonerado de responsabilidad respecto de su contenido (STC 232/1993, de 12 de
julio, FJ 3). Consecuentemente, la mayor o menor proximidad al reportaje neutral
propio modula la responsabilidad por el contenido de las declaraciones (SSTC
240/1992, de 21 de diciembre, FJ 7, y 144/1998, de 30 de junio, FJ 5)."

Como ponen de manifiesto tanto la Fiscalía como el demandante de amparo en sus


alegaciones, no se cumple en el presente caso el requisito de la clara identificación de
las fuentes de las informaciones que se transmiten, que aparece como presupuesto
imprescindible para que pueda hablarse de reportaje neutral. En los reportajes
publicados el 12 de XXX de 1992 y el 17 de XXX de 1993 en el diario "El Mundo" no
se hace la más mínima referencia a cuál pudiera ser el origen de la aseveración de que el
demandante de amparo forma parte del aparato económico de ETA, limitándose los
periodistas firmantes de la noticia a incluirlo en un organigrama o cuadro, que pretende
reflejar la estructura de la organización terrorista, como uno de los responsables de
aquél. No se determina, por tanto, la fuente de la que proceden esos datos que no
pueden atribuirse, basándonos exclusivamente en lo publicado, sino a la elaboración
propia por parte de los que han redactado los artículos correspondientes. Por todo ello,
no nos hallamos en este caso ante un supuesto de reportaje neutral que excluyera la
responsabilidad de los demandados en la vía judicial ordinaria.

4. En cuanto a la veracidad de las informaciones publicadas, que sería, como sabemos,


junto con el interés público, el requisito que pudiera determinar que prevaleciera la
libertad informativa sobre el derecho al honor del demandante de amparo, debemos
traer a colación la doctrina que sentamos en la STC 54/2004, de 15 de abril, FJ 4, en
donde se recuerda que sobre la misma este Tribunal ha establecido que este requisito
constitucional "'no va dirigido a la exigencia de una rigurosa y total exactitud en el
contenido de la información, sino a negar la protección constitucional a los que
trasmiten como hechos verdaderos, bien simples rumores, carentes de toda constatación,
o bien meras invenciones o insinuaciones sin comprobar su realidad mediante las
oportunas averiguaciones propias de un profesional diligente; todo ello sin perjuicio de
que su total exactitud puede ser controvertida o se incurra en errores circunstanciales
que no afecten a la esencia de lo informado (SSTC 6/1988, de 21 de enero, 105/1990, de
6 de junio, 171/1990, de 12 de noviembre; 172/1990, de 12 de noviembre; 40/1992, de
30 de marzo; 232/1992, de 14 de diciembre; 240/1992, de 21 de diciembre; 15/1993, de
18 de enero; 178/1993, de 31 de mayo; 320/1994, de 28 de noviembre; 76/1995, de 22
de mayo; 6/1996, de 16 de enero; 28/1996, de 26 de febrero; 3/1997, de 13 de enero;
144/1998, de 30 de junio; 134/1999, de 15 de julio; 192/1999, de 25 de octubre). La
razón se encuentra en que, como hemos señalado en muchas ocasiones, cuando la
Constitución requiere que la información sea 'veraz' no está tanto privando de
protección a las informaciones que puedan resultar erróneas como estableciendo un
deber de diligencia sobre el informador a quien se le puede y debe exigir que lo que
transmite como "hechos" haya sido objeto de previo contraste con datos objetivos
(SSTC 6/1988, de 21 de enero; 28/1996, de 26 de febrero; 52/1996, de 26 de marzo;
3/1997, de 13 de enero; 144/1998, de 30 de junio). De este modo, el requisito de la
veracidad deberá entenderse cumplido en aquellos casos en los que el informador haya
realizado con carácter previo a la difusión de la noticia una labor de averiguación de los
hechos sobre los que versa la información y la referida indagación la haya efectuado con
la diligencia que es exigible a un profesional de la información.' (SSTC 21/2000, de 31
de enero, FJ 5; 46/2000, de 25 de febrero, FJ 6; 52/2000, de 25 de febrero, FJ 5; y
158/2003, de 15 de septiembre, FJ 4).

Precisando el alcance de la diligencia exigible a un profesional de la información hemos


señalado asimismo que 'no puede precisarse a priori y con carácter general, pues
depende de las características concretas de la comunicación de que se trate por lo que su
apreciación dependerá de las circunstancias del caso (SSTC 240/1992, de 21 de
diciembre, FJ 7; 28/1996, de 26 de febrero, FJ 3, entre otras muchas). En este sentido,
hemos establecido algunos criterios que deben tenerse en cuenta para el cumplimiento
de este requisito constitucional, y que aparecen recogidos en las citadas Sentencias.
Entre otros, hemos señalado que el nivel de diligencia exigible 'adquirirá su máxima
intensidad, 'cuando la noticia que se divulga puede suponer por su propio contenido un
descrédito en la consideración de la persona a la que la información se refiere' (SSTC
240/1992, de 21 de diciembre, FJ 7; 178/1993, de 31 de mayo, FJ 5; 28/1996, de 26 de
febrero, FJ 3; 192/1999, de 25 de octubre, FJ 4). De igual modo ha de ser un criterio que
debe ponderarse el del respeto a la presunción de inocencia (SSTC 219/1992, de 3 de
diciembre, FJ 5, 28/1996, de 26 de febrero, FJ 3)''.

Y continuábamos diciendo que 'también debe valorarse a efectos de comprobar si el


informador ha actuado con la diligencia que le es constitucionalmente exigible cuál sea
el objeto de la información, pues no es lo mismo "la ordenación y presentación de
hechos que el medio asume como propia' o 'la transmisión neutra de manifestaciones de
otro" (STC 28/1996, de 26 de febrero).

Sin descartar además la utilización de otros muchos criterios que pueden ser de utilidad
a estos efectos, como son, entre otros, los que se aluden en la STC 240/1992, de 21 de
diciembre y se reiteran en la STC 28/1996, de 26 de febrero: el carácter del hecho
noticioso, la fuente que proporciona la noticia, las posibilidades efectivas de
contrastarla, etc. (STC 21/2000, de 31 de enero, FJ 6)' (STC 158/2003, de 15 de
septiembre, FJ 4)".

5. Proyectada esta doctrina general sobre las circunstancias del presente caso debemos
poner de relieve que los periodistas comparecidos aducen que, aún sin citarlas, como
hemos dicho, sus informaciones estaban basadas en otras, publicadas en diversos
medios de comunicación, y ante cuya aparición el demandante de amparo no había
reaccionado en absoluto. Del estudio de las actuaciones se deduce, efectivamente, como
ya tuvimos ocasión de reflejar en los antecedentes de hecho de esta Sentencia, que el
diario "Egin" en su número de 7 de XXX de 1987 publicó que don R.L.M. había sido
entregado a la policía española y puesto en libertad tras una operación policial en
Francia y que el mismo era "considerado por fuentes policiales vinculado al aparto
financiero de ETA"; el mismo día el diario "Deia" citaba al Sr. L. como uno de los
expulsados del país vecino; el 6 de XXX el diario "El Correo Español-El Pueblo Vasco"
afirma que al demandante de amparo "se le considera, según fuentes policiales,
vinculado al aparato financiero de ETA"; finalmente, el 31 de XXX de 1992 el diario
"ABC" publicó un organigrama en el que se incluía a don R.L.M. en el aparato
económico de la banda terrorista.

Es patente, por tanto, que varias veces, y en diversos medios de comunicación de muy
diferentes tendencias y grado de relación con las agrupaciones independentistas vascas,
el demandante de amparo había sido vinculado con la organización terrorista ETA,
siempre como miembro de su aparato financiero o económico, de modo que dichas
afirmaciones, repetidas por diferentes diarios y a lo largo de una serie bastante dilatada
de años, acabaron por ser lo que en términos latinos se conoce como vox populi, y de
esa opinión general es de la que proceden las informaciones concretas, hechas públicas
por el diario "El Mundo", ante las que, ahora sí, el Sr. L. reacciona mediante la
presentación de una demanda de protección de su honor, no debiendo olvidarse que ésta
es, tal y como se deduce de las actuaciones, la primera vez que considera que las
noticias, que podían ser de todos conocidas, dada su naturaleza y la difusión en el País
Vasco y en el conjunto de España de los periódicos que hemos citado, lesionaban sus
derechos.

No estamos, por ello, ante simples rumores o meras invenciones no comprobadas y,


aunque pudiesen resultar erróneas las informaciones sobre don R.L.M., resultan veraces
si se examinan desde la perspectiva del canon de nuestra doctrina constitucional, así
como producto de un uso suficientemente diligente de la libertad de comunicar y recibir
libremente información, reconocida en el art. 20.1 d) CE, por parte de los periodistas
comparecidos. La propia actitud del recurrente, quien durante años había permanecido
pasivo frente a la difusión de una información que podía suponerle un descrédito, abona
la convicción de que los periodistas procedieron con la debida diligencia en la
comprobación de la veracidad de lo informado, pues pudieron razonablemente
interpretar en ese sentido aquella actitud pasiva. No se trata, sin embargo, de que el
silencio del recurrente durante años sea equivalente a su consentimiento para la difusión
de la información que le afectaba; tampoco de que le fuera exigible, por su parte, alguna
diligencia en la negación pública de la veracidad de aquélla. Más simplemente, ese
silencio adquiere aquí relevancia en la medida en que permite fijar el umbral del rigor
exigible a los periodistas en el proceso de verificación de la noticia, mayor, obviamente,
cuando existen negativas explícitas del afectado.

En conclusión, nos hallamos ante un caso de transmisión de información veraz en la que


el derecho al honor de las personas afectada por la misma, reconocido en el art. 18.1
CE, debe ceder ante la libertad de información de los periodistas, protegida por el art.
20.1 d) CE.

6. Tras comprobar que la información supuestamente vulneradora del derecho al honor


del demandante de amparo era de interés público y veraz, y que cumplía, por ello, los
requisitos exigidos por nuestra jurisprudencia para que prevalezca la libertad de
información sobre aquél, procede denegar el amparo solicitado.

Fallo

En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD


QUE LE CONFIERE LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA, Ha
decidido

Denegar el amparo solicitado por don R.L.M..

Publíquese esta Sentencia en el "Boletín Oficial del Estado".

Dada en Madrid, a dieciocho de octubre de dos mil cuatro.


Jurisprudencia: Tribunal Constitucional Sala
Segunda. Sentencia 232/2002, de 9 de diciembre
Ponente: EUGENI GAY MONTALVO

Voces:
Constitucional: Recurso de Amparo: Derecho al Honor

La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Tomás S. Vives
Antón, Presidente, don Pablo Cachón Villar, don Vicente Conde Martín de Hijas, don
Guillermo Jiménez Sánchez, doña Elisa Pérez Vera y don Eugeni Gay Montalvo,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA

En el recurso de amparo núm. 5064/99, interpuesto por don Á.R.G., representado por la
Procuradora de los Tribunales doña Isabel Soberón García de Enterría y asistido por el
Letrado don Javier Tazón Ruescas, contra la Sentencia de la Audiencia Provincial de
Santander de 30 de septiembre de 1999, recaída en el rollo de apelación 120/99 contra
la dictada por el

Juzgado

uzgado de Instrucción 1 de Santoña en juicio de faltas 151/98. Han intervenido doña


N.P.S., representada por el Procurador don Ignacio Argos Linares y asistida por la
Letrada doña Marta Muñoz Díaz, y el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado
don Eugeni Gay Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.

Antecedentes de Hecho

1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 30 de noviembre de 1999, se interpuso


en tiempo y forma demanda de amparo núm. 5064/99, promovida por don Á.R.G.,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Isabel Soberón García de
Enterría y asistido por el Letrado don Javier Tazón Ruescas, contra la Sentencia de la
Audiencia Provincial de Santander de 30 de septiembre de 1999, recaída en rollo de
apelación 120/99 contra la dictada por el Juzgado de Instrucción 1 de Santoña en juicio
de faltas 151/98.

2. Los hechos de los que trae su causa el presente recurso de amparo son, sucintamente
expuestos, los que siguen:

a) El día 23 de septiembre de 1998, sobre las 20 horas, cuando se celebraba el Pleno


ordinario del Ayuntamiento de Escalante (Cantabria), tras una discusión sobre la gestión
política de la entonces Teniente de Alcalde, doña N.P.S., ésta llamó repetidas veces al
Concejal don Á.R.G. "ladrón", "cacique", "cínico" y le emplazó a que devolviese "todo
lo que había robado al Ayuntamiento"

b) Al día siguiente don Á.R.G. denunció tales hechos en dependencias de la Guardia


Civil, lo que dio lugar a la apertura de las diligencias policiales 271/98. Doña N.P.S.
declaró en su comparecencia, realizada en el mismo lugar, que tal manifestación se
realizó en el ejercicio de sus funciones como Concejala y durante una sesión plenaria.
c) El Juzgado de Instrucción de Santoña núm. 1 acordó mediante Auto de 5 de octubre
de 1998 reputar falta el hecho que había dado lugar a las diligencias precitadas, lo que
originó la formación de los autos de juicio de faltas, registrados con el número 151/98.
Aunque la posterior providencia de 13 de noviembre de 1998 señaló la celebración del
juicio de faltas para el 10 de febrero de 1999, esta fecha fue aplazada, por encontrarse el
denunciante en el hospital, fijándose entonces su señalamiento para el 26 de mayo
(providencia de 17 de marzo). Tras la celebración del juicio de faltas, en el que ambas
partes propusieron diversa prueba testifical y documental, el Juzgado dictó Sentencia,
en la que recogió como hechos probados los recogidos supra, en el apartado a) de los
antecedentes de esta Sentencia, y condenó a doña N.P.S. por una falta de injurias a la
pena de 20 días multa a razón de 1.000 pesetas por cuota diaria, y a que indemnizara a
don Á.R.G. en la cantidad de 50.000 pesetas por daño moral.

d) La defensa de doña N.P.S. interpuso recurso de apelación, mostrando su


disconformidad con el relato de hechos probados contenido en la Sentencia de instancia,
y justificando la ausencia de responsabilidad penal de la entonces Teniente de Alcalde
en diversas razones (se juzga un hecho aislado y desprovisto de elemento subjetivo, que
constituye una respuesta a una actitud constante de menosprecio y descrédito de don
Á.R.G. y que tiene lugar en el marco del debate político STC de 8 de junio de 1988). El
ofendido sostiene, en su escrito de impugnación del recurso de apelación, que no se
pueden cuestionar los hechos probados porque sean menos amplios de lo que la parte
pretende, y que no cabe advertir la concurrencia de circunstancia alguna modificativa de
la responsabilidad criminal.

e) La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santander estimó íntegramente el


recurso de apelación interpuesto por doña N.P.S. en la Sentencia dictada el 30 de
septiembre de 1999. A juicio del Tribunal, "resulta indiscutible que las expresiones
reflejadas en los hechos probados son objetivamente injuriosas, que por su significado
ha de presumirse la intención también injuriosa de su autora, intención que no se
desvanece por la concurrencia de un animus retorquendi, pero esa conducta queda
justificada y extramuros del Derecho penal, ya que ha de entenderse amparada por la
libertad de expresión que, como herramienta de control y crítica a los grupos políticos
rivales y a las personas que los integran, resulta imprescindible para la propia existencia
del Estado democrático". De ahí que, manteniendo el relato de hechos probados fijado
en primera instancia, falle la libre absolución de doña N.P.S..

3. La demanda de amparo entiende que la Sentencia dictada el 30 de septiembre de 1999


por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santander lesiona los derechos al
honor y a la tutela judicial efectiva de don Á.R.G., por lo que pretende su anulación,
sobre la base de los siguientes argumentos.

a) No es posible aplicar a los hechos probados la doctrina contenida en la STC 20/1990,


de 15 de febrero, como hace la Audiencia Provincial de Santander, porque aquélla se
amparaba en la libertad de expresión como piedra angular del Estado democrático. En
este caso nos encontramos ante unas expresiones que son objetivamente injuriosas y que
han sido vertidas con tal intención por doña N.P.S..

b) Las manifestaciones realizadas por ésta incluyen expresiones ("ladrón", "cacique") e


imputaciones injuriosas (apropiación de bienes municipales y petición de que los
reintegre), por lo que deben entenderse implicadas las libertades ideológica y de
información. Ninguna de ellas ampara el insulto (la primera, porque las declaraciones
pretendían herir a su destinatario, la segunda, por su contenido falso y de calumnia, que
desconoce la exigencia constitucional de que la información sea veraz).

c) En relación con la condición pública o privada del ofendido, en la demanda se


sostiene que la posición de un concejal de un pequeño pueblo no es equiparable a la del
político profesional, siendo aquél más vulnerable en su honor. En todo caso, los
políticos no se ven privados del derecho al honor (STC 336/1993).

d) Finalmente, se recuerda, al amparo de la STC 105/1990, que los exabruptos y la


exteriorización de sentimientos personales nada tienen que ver con la libertad de
expresión. Como señaló este Tribunal en la citada resolución, "la Constitución española
no reconoce un pretendido derecho al insulto, que sería por lo demás incompatible con
la dignidad de la persona que se proclama en el art. 10.1 CE" (FJ 8).

4. Por providencia de 27 de julio de 2001 la Sala Segunda acordó admitir a trámite el


presente recurso de amparo, y conforme a lo dispuesto en el art. 51 LOTC requirió a la
Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santander y al Juzgado de Instrucción
núm. 1 de Santoña para que en el plazo de diez días remitiesen certificación o copia
adverada de las actuaciones correspondientes al rollo de Sala núm. 120/99 y al juicio de
faltas núm. 151/98, respectivamente, así como para que procediesen al emplazamiento
de quienes hubieran sido parte en el mencionado procedimiento, con excepción del
recurrente de amparo, para su comparecencia en este proceso constitucional.

5. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 12 de septiembre de 2001, el


Procurador de los Tribunales don Ignacio Arcos Linares, en representación de doña
N.P.S., interesó que se tuviere por personada en este proceso constitucional a su
representada.

6. Por diligencia de ordenación de 27 de septiembre de 2001, la Sala Segunda tuvo por


personado y parte en el procedimiento al Procurador don Ignacio Arcos Linares, en
representación de doña N.P.S., y dio vista de las actuaciones recibidas a las partes
personadas y al Ministerio Fiscal por un plazo común de veinte días, para que pudieran
presentar las alegaciones que estimaran pertinentes.

7. El 18 de octubre de 2001 tuvo entrada en el Registro de este Tribunal el escrito de


alegaciones de la representación procesal del recurrente en amparo, en el que se dieron
por reproducidos los argumentos contenidos en la demanda de amparo.

8. La representación de doña N.P.S. evacuó sus alegaciones a través de escrito


registrado en este Tribunal el 22 de octubre de 2001.

a) Se recuerda que la Sentencia impugnada en amparo entendió que sus declaraciones se


encontraban amparadas por la libertad de expresión, "que como herramienta de control
y crítica a los grupos políticos rivales y a las personas que los integran, resulta
imprescindible para la propia existencia del Estado democrático".

b) Se pretende la desestimación íntegra del recurso de amparo, ya que las


manifestaciones de las que se duele el recurrente en amparo se realizaron en un Pleno
ordinario del Ayuntamiento, después de que éste hubiera estado dirigiendo ataques
constantes hacia doña N.P.S., incluso minutos antes de que ésta le respondiera. Estos
extremos han quedado acreditados con las pruebas que obran en autos (referidas a las
testificales, a la noticia aparecida en un diario local, a las actas de otros plenos
municipales y a la denuncia interpuesta por el Alcalde de Escalante contra don Á.R.G.).

c) La calificación jurídica realizada por la Sentencia dictada el 30 de septiembre de


1999 por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santander es correcta y
coherente con la doctrina fijada por este Tribunal en la Sentencia 20/1990, de 15 de
febrero, ya que el debate se produce en el marco de un debate político, entre concejales
y en el ejercicio de la libertad de expresión.

9. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 8 de marzo de 2000, elevó sus


alegaciones el Ministerio Fiscal interesando la estimación del presente recurso de
amparo, declarando que la Sentencia dictada en apelación por la Audiencia Provincial
de Santander en fecha 30 de septiembre de 1999 vulneró el derecho al honor (art. 18.1
CE) de don Á.R.G..

a) El Ministerio Fiscal realiza, al hilo de la jurisprudencia constitucional, dos


consideraciones previas que es oportuno evocar. Se recuerda, en primer lugar, que el
Tribunal Constitucional solamente puede anular resoluciones penales absolutorias
cuando se han desconocido derechos procesales de rango constitucional (STC 215/1999,
de 19 de noviembre, FJ 1), pero no cuando, como aquí es el caso, se discute sobre
cuestiones distintas (SSTC 41/1997, FFJJ 3-6, y 218/1997, FJ 3). Se trae igualmente a
colación que el Tribunal Constitucional ha señalado de forma reiterada que cuando está
llamado a verificar si el órgano judicial ponderó correctamente el conflicto que hubiera
podido producirse entre los derechos recogidos en los arts. 18.1 CE, de un lado, y las
libertades contenidas en el art. 20.1, apartados a) y d), CE, de otro, no puede limitarse a
determinar si la interpretación realizada por el órgano judicial es razonable, sino que
debe confirmar su acierto (STC 148/2001, FJ 3).

b) Entiende que es, precisamente, en esta última Sentencia citada (FFJJ 5-7) donde se
contiene una buena parte de la doctrina aplicable a la presente demanda de amparo.
Partiendo de que la propia Audiencia Provincial considera que las manifestaciones de
la, en aquél momento, Teniente de Alcalde no podían justificarse por la existencia de un
ánimo de retorsión y que se realizaron con el ánimo de dañar la dignidad ajena, no es
admisible que después las ampare a través de la libertad de expresión. Tal ponderación
judicial desconoce "que la crítica u opinión vertida que exclusivamente consiste en
expresiones formalmente injuriosas y en imputaciones de delitos penalmente graves,
desprovistas de toda otra argumentación y en respuesta a la previa crítica sobre la
gestión política realizada no están cubiertas por el manto de la libertad de expresión".
No consta, además, el tenor literal de la crítica previa realizada por el recurrente en
amparo, pero sí que la entonces Teniente de Alcalde no inició acción alguna tendente a
examinar su corrección constitucional, por lo que no cabe presumir que no se atuviera al
análisis de la gestión de aquélla. Si así fuera, el Tribunal no solamente habría privado al
recurrente de su derecho al honor; habría represaliado asimismo su actividad política y
la crítica legítima ejercida en el desempeño de la misma.

10. Por providencia de 5 de diciembre de 2002, se señaló para deliberación y votación


de la presente Sentencia el día 9 del mismo mes y año.
Fundamentos de Derecho

1. El recurrente en el presente amparo, don Á.R.G., concejal del Ayuntamiento de


Escalante, dirige su demanda contra la Sentencia de la Audiencia Provincial de
Santander de 30 de septiembre de 1999, que absolvió a doña N.P.S., en aquel momento
Teniente de Alcalde del mismo Ayuntamiento, por las manifestaciones vertidas en un
Pleno municipal en el que calificó al recurrente de "cacique" y de "ladrón" y le requirió
para que devolviese "todo lo que había robado" a la corporación local.

La representación de don Á.R.G. estima que dichas manifestaciones han lesionado su


honor y, en la medida en que la precitada Sentencia, dictada en apelación, absolvió a la
Teniente de Alcalde, pretende su anulación. Apoya su pretensión en que las
declaraciones de ésta no se hicieron en el marco de la expresión de ideas políticas o
ideológicas, sino que son expresiones objetivamente injuriosas vertidas con tal
intención, tal y como ha reconocido la propia Sentencia que se impugna. Por otra parte,
recuerda que las libertades contenidas en el art. 20.1 CE no amparan, en caso alguno, el
insulto. Finalmente, mantiene el recurrente que el concejal de un pequeño pueblo no
puede equipararse al político profesional, lo que supone que es más vulnerable en su
honor. Por el contrario, la representación de doña N.P.S. solicita la desestimación
íntegra del amparo, ya que sus manifestaciones tenían una indudable naturaleza política
(se realizaron en un órgano de tal naturaleza, y tuvieron por destinatario a un concejal),
por lo que deben verse amparadas por la libertad de expresión, básica en un Estado
democrático.

El Ministerio Fiscal, por su parte, solicita la estimación del presente recurso de amparo,
pues considera que las debatidas manifestaciones no encuentran cobijo ni en la libertad
de expresión ni en la de información. Entiende que estamos en presencia de unas
declaraciones objetivamente injuriosas, realizadas con tal ánimo por la entonces
Teniente de Alcalde y que no se inscriben en un discurso político que merezca una
protección por parte del Tribunal Constitucional (sino que, más correctamente, han
servido para debilitar el del recurrente). Aunque el animus retorquendi podría servir
como un elemento circunstancial para calificar la injuria proferida como leve, en ningún
caso podría justificar que se negara su existencia y relevancia penal.

2. El recurrente considera que las manifestaciones vertidas por doña N.P.S. en el Pleno
del Ayuntamiento de Escalante celebrado el 23 de septiembre de 1998 han vulnerado su
derecho al honor.

Para analizar esta queja, debemos primero recordar que este derecho, que ampara la
buena reputación de una persona, protegiéndola frente a expresiones o mensajes que la
hagan desmerecer en la consideración ajena al ir en su descrédito o menosprecio o que
sean tenidas por afrentosas (por todas STC 180/1999, de 11 de octubre, FJ 3, reiterada
en las SSTC 297/2000, de 11 de diciembre, y 49/2001, de 26 de febrero), puede verse
condicionado por las libertades de expresión e información [art. 20.1, apartados a) y d)
CE].

A este respecto, debe también recordarse que "este Tribunal ha elaborado un cuerpo
consolidado de doctrina en relación a los derechos regulados en el art. 20.1 CE
(respecto de la que cabe citar desde la contenida en la STC 104/1986, de 17 de julio,
hasta la recogida en la STC 49/2001, de 26 de febrero, FJ 6) distinguiendo entre los que
garantizan la libertad de expresión, cuyo objeto son los pensamientos, ideas y opiniones
(concepto amplio que incluye las apreciaciones y los juicios de valor), y, por otra parte,
el derecho a comunicar información, que se refiere a la difusión de aquellos hechos que
merecen ser considerados noticiables. Esta distinción entre pensamientos, ideas y
opiniones, de un lado, y comunicación informativa de hechos, de otro, tiene decisiva
importancia a la hora de determinar la legitimidad del ejercicio de esas libertades, pues
mientras los hechos son susceptibles de prueba, las opiniones o juicios de valor, por su
naturaleza abstracta, no se prestan a una demostración de exactitud, y ello hace que al
que ejercita la libertad de expresión no le sea exigible la prueba de la verdad o
diligencia en su averiguación, que condiciona, en cambio, la legitimidad del derecho de
información por expreso mandato constitucional, que ha añadido al término
'información', en el texto del art. 20.1 d) CE, el adjetivo 'veraz' (STC 4/1996, de 19 de
febrero, FJ 3)" (STC 144/1998, de 30 de julio, FJ 2).

3. A la vista de esta doctrina, nuestra primera tarea consiste en determinar si las


manifestaciones efectuadas por la Teniente de Alcalde en aquel momento se inscriben
en la libertad de expresión o de información, o en ambas, porque los criterios para
resolver el conflicto "entre los derechos y libertades en colisión varía notablemente
según se trate de la libertad de expresión o de información, por un lado, o de la
protección del derecho al honor, a la intimidad o a la propia imagen, por otro (por todas,
SSTC 107/1988, de 8 de junio, FJ 2; 197/1991, de 15 de noviembre, FJ 2; 20/1992, de
17 de marzo, FJ 3; 223/1992, de 14 de diciembre, FJ 2; 46/2002, de 25 de febrero, FJ
4)" (STC 148/2002, de 15 de julio, FJ 4).

En efecto, "este Tribunal ha venido diferenciando desde la STC 104/1986 entre la


diversa amplitud de ejercicio de los derechos reconocidos en el art. 20.1 CE según se
trate de libertad de expresión (en el sentido de la emisión de juicios personales y
subjetivos, creencias, pensamientos y opiniones) y libertad de información (en cuanto a
la narración de hechos). Con relación a la primera, al tratarse de la formulación de
'pensamientos, ideas y opiniones' [art. 20.1 a) CE], sin pretensión de sentar hechos o
afirmar datos objetivos, hemos dicho que dispone de un campo de acción muy amplio,
que viene delimitado sólo por la ausencia de expresiones intrínsecamente vejatorias
(SSTC 107/1988, de 8 de junio, 105/1990, de 6 de junio, 171/1990 y 172/1990, ambas
de 12 de noviembre, 85/1992, de 8 de junio, 134/1999, de 15 de julio, 192/1999, de 25
de octubre, y ATC 271/1995, de 4 de octubre) que resulten impertinentes e innecesarias
para su exposición .... Por el contrario, cuando se suministra mera información sobre
hechos, la protección constitucional se extiende únicamente a la información veraz [art.
20.1 d) CE]. Requisito de veracidad que no puede, obviamente, exigirse de juicios o
evaluaciones personales y subjetivas, sin perjuicio de que, como acaba de decirse, de
venir aquella información acompañada de juicios de valor u opiniones, como sucede en
el caso de autos, estas últimas deban someterse, además de a las exigencias de
veracidad, al canon propio de la libertad de expresión [art. 20.1 a) CE], esto es, a la
comprobación de si, en el contexto en que se emplean, poseen o no carácter deshonroso
o vejatorio" (STC 297/2000, de 11 de diciembre, FJ 6).

Pues bien, es claro que los calificativos "cacique" y "cínico" constituyen juicios de valor
y, por esto mismo, se inscriben en la libertad de expresión (STC 61/1998, de 17 de
marzo, FJ 5) de la, entonces, Teniente de Alcalde de Escalante.
Mayores dudas pueden plantearse respecto del apelativo "ladrón" y de la petición de que
devolviere al Ayuntamiento "todo lo que había robado", en la medida en que encierran
un juicio de valor ("ladrón") pero relacionado con un contexto concreto, aunque
indeterminado, cual es la corporación local. En otras ocasiones hemos puesto de
manifiesto la dificultad que existe en deslindar pensamientos, ideas y opiniones, de un
lado, y comunicación informativa, de otro, puesto que la expresión de la propia opinión
necesita a menudo apoyarse en la narración de hechos y, a la inversa, la comunicación
de hechos o noticias comprende casi siempre algún elemento valorativo, una vocación a
la formación de una opinión (SSTC 6/1988, de 21 de enero, 107/1988, de 8 de junio,
143/1991, de 1 de julio, 190/1992, de 16 de noviembre, 336/1993, de 15 de noviembre,
y 4/1996, de 16 de enero).

En el presente caso se realizaron estas controvertidas manifestaciones en un Pleno


municipal, entre dos concejales y acompañadas de otros juicios de valor ("cacique",
"cínico"). De hecho la misma suerte habría corrido el apelativo "ladrón" si no se hubiera
incardinado con el alegato de que el recurrente devolviera lo robado. Es este último dato
el que permite inferir un hecho, cual es que se ha robado al Ayuntamiento. Sin embargo,
esta afirmación está desprovista de una mínima concreción y se diluye en los restantes
juicios de valor expuestos por doña N.P.S.. Esta falta de concreción del hecho relatado
es lo que nos lleva a entender que dicha manifestación se realizó, como las anteriores, al
amparo de la libertad de expresión, ya que no estamos ante la pretensión de difundir
"hechos que puedan considerarse noticiables" (STC 19/1996, de 12 de junio, FJ 1).

4. Debemos, en consecuencia, evaluar si las declaraciones vertidas en el Pleno


municipal por la, entonces, Teniente de Alcalde, realizadas al amparo de la libertad de
expresión, han desconocido o no el derecho al honor.

Nuestro examen debe comenzar recordando, una vez más, que la libertad de expresión
(al igual que la de información) presenta una dimensión especial en nuestro
Ordenamiento "en razón de su doble carácter de libertad individual y de garantía de la
posibilidad de existencia de la opinión pública, indisolublemente unida al pluralismo
político propio del Estado democrático (SSTC 104/1986, de 17 de julio, y 78/1995, de
22 de mayo, entre otras muchas)" (76/2002, de 8 de abril, FJ 3).

Desde esta perspectiva es oportuno señalar que las polémicas manifestaciones de las que
nos estamos ocupando se realizan entre dos políticos y en un Pleno municipal. Aunque
fuera cierto que las personas dedicadas a la política en pequeños municipios ocupan una
posición distinta a los políticos profesionales, como opina el recurrente en amparo, lo
cierto es que "quienes tienen atribuido el ejercicio de funciones públicas son personajes
públicos en el sentido de que su conducta, su imagen y sus opiniones pueden estar
sometidas al escrutinio de los ciudadanos, los cuales tienen un interés legítimo,
garantizado por el derecho a recibir información del art. 20.1 d) CE, a saber cómo se
ejerce aquel poder en su nombre. En esos casos, y en tanto lo divulgado o criticado se
refiera directamente al ejercicio de las funciones públicas, no puede el individuo oponer
sin más los derechos del art. 18.1 CE" (STC 148/2001, de 27 de junio, FJ 6). Esta
afirmación cobra especial vigencia en el marco del debate político, que se exterioriza,
en el ámbito municipal, en los plenos de la corporación.

Es así cierto que "las personas que ostentan un cargo de autoridad pública, o las que
poseen relieve político, ciertamente se hallan sometidas a la crítica en un Estado
democrático. Pero como ha declarado este Tribunal, ello no significa en modo alguno
que, en atención a su carácter público, dichas personas queden privadas de ser titulares
del derecho al honor que el art. 18.1 CE garantiza (SSTC 190/1992, FJ 5, y 105/1990,
FJ 8)" [STC 336/1993, de 15 de noviembre, FJ 5 a)]. También en este ámbito es preciso
respetar la reputación ajena (art. 10.2 CEDH, SSTEDH caso Lingens, de 8 de julio de
1986, §§ 41, 43 y 45, y caso Bladet Tromso y Stensaas, de 20 de mayo de 1999, §§ 66,
72 y 73) y el honor, porque estos derechos "constituyen un límite del derecho a
expresarse libremente y de la libertad de informar" (SSTC 297/2000, de 11 de
diciembre, FJ 7, 49/2001, de 26 de febrero, FJ 5, y 76/2002, de 8 de abril, FJ 2).

En efecto, desde la STC 104/1986, de 17 de julio, hemos establecido que, si bien "el
derecho a expresar libremente opiniones, ideas y pensamientos [art. 20.1 a) CE] dispone
de un campo de acción que viene sólo delimitado por la ausencia de expresiones
indudablemente injuriosas sin relación con las ideas u opiniones que se expongan y que
resulten innecesarias para su exposición (SSTC 105/1990, de 6 de junio, FJ 4, y
112/2000, de 5 de mayo, FJ 6), no es menos cierto que también hemos mantenido
inequívocamente que la Constitución no reconoce en modo alguno (ni en ese ni en
ningún otro precepto) un pretendido derecho al insulto. La Constitución no veda, en
cualesquiera circunstancias, el uso de expresiones hirientes, molestas o desabridas, pero
de la protección constitucional que otorga el art. 20.1 a) CE están excluidas las
expresiones absolutamente vejatorias; es decir, aquéllas que, dadas las concretas
circunstancias del caso, y al margen de su veracidad o inveracidad, sean ofensivas u
oprobiosas y resulten impertinentes para expresar las opiniones o informaciones de que
se trate (SSTC 107/1988, de 8 de junio; 1/1998, de 12 de enero; 200/1998, de 14 de
octubre; 180/1999, de 11 de octubre; 192/1999, de 25 de octubre; 6/2000, de 17 de
enero; 110/2000, de 5 de mayo; y 49/2001, de 26 de febrero)" (STC 204/2001, de 15 de
octubre, FJ 4).

La aplicación de esta doctrina a la presente demanda de amparo conduce a su


estimación. Las controvertidas manifestaciones realizadas en el Pleno municipal por
parte de la, entonces, Teniente de Alcalde constituyen, indudablemente, un ataque a la
reputación del recurrente de amparo. Ni siquiera la Sentencia de la Audiencia Provincial
de Santander que absuelve a doña N.P.S. discute que "las expresiones reflejadas en los
hechos probados son objetivamente injuriosas" y "que por su significado ha de
presumirse la intención también injuriosa de su autora, intención que no se desvanece
por la concurrencia de un animus retorquendi" (fundamento de Derecho 1).

Aunque quizás este dato bastaría para entender que se ha vulnerado el derecho al honor
del recurrente, es oportuno hacer notar que la lesión es, si cabe, más flagrante, desde el
momento en que las manifestaciones vertidas en el Pleno municipal no tenían otro
objeto que atacar al recurrente en amparo y constituyen, por esto mismo, un ejercicio
desmesurado y exorbitante de la libertad de expresión (vid. STC 11/2000, de 17 de
enero, FJ 7). Como razona acertadamente el Ministerio Fiscal, si el Tribunal
Constitucional amparara dichas declaraciones en la libertad de expresión, deformando
lo señalado en su día en la STC 20/1990, de 15 de febrero, estaría constriñendo
indebidamente, además del honor, la actividad política y el legítimo derecho de crítica
del concejal recurrente en amparo sobre la actuación de los miembros del gobierno
municipal.
5. Queda por determinar cuáles son los efectos que debemos dar al amparo solicitado.
La pretensión del recurrente consiste en que este Tribunal anule la Sentencia de la
Audiencia Provincial de Santander de 30 de septiembre de 1999, recaída en apelación
contra la dictada por el Juzgado de Instrucción 1 de Santoña en juicio de faltas 151/98.
Solamente podremos acceder o denegar a conferir tal alcance al fallo de la presente
Sentencia después de realizar un detenido examen de los hechos y de las resoluciones
judiciales impugnadas porque estamos en presencia, es bueno recordarlo una vez más,
de resoluciones penales absolutorias.

Este Tribunal ha señalado en multitud de ocasiones, en efecto, que la Constitución no


otorga ningún derecho a obtener condenas penales (ATC 228/1987, de 25 de febrero;
SSTC 147/1985, de 27 de marzo, FJ 2; 83/1989, de 10 de mayo, FJ 2; 157/1990, de 18
de octubre, FJ 4; 31/1996, de 27 de febrero, FJ 10; 177/1996, de 11 de noviembre, FJ
11; 199/1996, de 3 de diciembre, FJ 5; 41/1997, de 10 de marzo, FJ 4; 74/1997, de 21
de abril, FJ 5; 218/1997, de 4 de diciembre, FJ 2; 21/2000, de 31 de diciembre, FJ 2).
Nuestra única misión es controlar si el órgano judicial (en este caso, de naturaleza
penal) realizó una interpretación y una aplicación constitucionalmente correctas del
derecho fundamental alegado (SSTC 218/1997, de 4 de diciembre, FJ 2, y 21/2000, de
31 de enero, FJ 2).

En el caso que nos ocupa, referido a los procesos penales en los que se invoca el
derecho al honor, hemos señalado "en la STC 42/1995, de 13 de febrero (FJ 2), que si
bien la legislación penal otorga una amplia protección a la buena fama y al honor de las
personas y a la dignidad de las instituciones mediante la tipificación de los delitos de
injuria, calumnia y falta de respeto a las instituciones y autoridades, el reconocimiento
constitucional de las libertades de expresión y de información ha modificado
profundamente la problemática de los delitos contra el honor en aquellos supuestos en
que la conducta que incide en este derecho haya sido realizada en ejercicio de dichas
libertades, pues la dimensión constitucional del conflicto convierte en insuficiente el
criterio subjetivo del animus iniuriandi tradicionalmente utilizado por la jurisprudencia
penal para el enjuiciamiento de este tipo de delitos (SSTC 104/1986, de 17 de julio,
FFJJ 4 a 7; 107/1988, de 25 de junio, FJ 2; 105/1990, de 6 de junio, FJ 3; 320/1994, de
28 de diciembre, FFJJ 2 y 3; 42/1995, de 18 de marzo, FJ 2; 19/1996, de 12 de febrero,
FJ 2; 232/1998, de 30 de diciembre, FJ 5; 297/2000, de 11 de diciembre, FJ 4; 2/2001,
de 15 de enero, FJ 6)" (STC 148/2001, de 27 de junio, FJ 3 ab initio). Y es que son los
órganos judiciales quienes están constitucionalmente habilitados para analizar si
concurren o no los elementos del tipo delictivo (salvo cuando la interpretación por ellos
efectuada sea irrazonable y pueda conllevar una vulneración del principio de legalidad
-STC 189/1998, de 28 de septiembre), porque esta es una tarea de estricta legalidad
ordinaria (AATC 321/1984, de 30 de mayo, 582/1984, de 10 de octubre, 847/1988, de 4
de julio, 189/1989, de 17 de abril, 61/1992, de 3 de marzo; STC 78/1995, de 22 de
mayo).

Ello entraña que "el enjuiciamiento [constitucional de la cuestión] se traslade a un


distinto plano, en el que no se trata de establecer si el ejercicio de las libertades de
información y de expresión ha ocasionado una lesión al derecho al honor penalmente
sancionable, sino de determinar si tal ejercicio opera o no como causa excluyente de la
antijuridicidad; ello sólo se producirá, lógicamente, si el ejercicio de esas libertades se
ha llevado a cabo dentro del ámbito delimitado por la Constitución (en este sentido, y
por todas SSTC 110/2000, de 5 de mayo; 297/2000, de 11 de diciembre; 2/2001, de 15
de enero)" (STC 148/2001, de 27 de junio, FJ 3 ab initio).

Esta doctrina nos ha llevado a dictar, en ocasiones, Sentencias estimatorias de alcance


meramente declarativo, entendiendo lesionado el derecho fundamental invocado, "pero
sin que tal pronunciamiento conlleve, a su vez, la declaración de nulidad de la
resolución judicial impugnada. ... De esta forma, en el caso de que se llegara a la
conclusión de que la Sala ha infringido el derecho fundamental invocado por no haber
efectuado una valoración del mismo acorde con su contenido constitucional y se
otorgase el amparo solicitado, el recurrente podría obtener la protección del derecho
fundamental que estima lesionado mediante un pronunciamiento declarativo en el que
se le reconozca el derecho o libertad pública cuya lesión ha motivado la demanda de
amparo [pronunciamiento expresamente previsto en el art. 55.1 b) LOTC]. Tal
pronunciamiento constituye en sí mismo la reparación del derecho fundamental
invocado, sin que su carácter declarativo le prive de su efecto reparador, ya que a través
del mismo no sólo se obtiene el reconocimiento del derecho, sino que, además de
proporcionar esta reparación moral, puede conllevar otro tipo de efectos al ser
potencialmente generador de una futura indemnización (STC 218/1997, de 4 de
diciembre, FJ 2)" (STC 21/2000, de 31 de enero, FJ 2).

Fallo

En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD


QUE LE CONFIERE LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA, Ha
decidido

Otorgar el amparo solicitado por don Á.R.G. y, en consecuencia, reconocer que se le ha


vulnerado su derecho al honor.

Publíquese esta Sentencia en el "Boletín Oficial del Estado".

Dada en Madrid, a nueve de diciembre de dos mil dos.

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