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Reflexión:
Lector 1: ¿Qué necesitamos para poder transformar la realidad? ¿No será que hay
que empezar con fe y confianza de que tal transformación es posible? ¿Y no hay que
ponernos de acuerdo sobre en qué queremos transformar nuestra realidad? ¿No sería
que hay que tener un plan común, un sueño común?
Lector 3: El amor nos hará ver que la transformación del la realidad se realizará
renovando nuestro respeto y reverencia hacia toda la Madre Tierra, buscando una
íntima relación con ella como la tienen los grupos indígenas, y esforzándonos más
para conservarla. Se realizará reconociendo a la mujer como compañera igual a igual
con el hombre. Entonces, podríamos realizar un sueño común:
En toda la tierra no habrá necesidad de dejar la patria para buscar una vida mejor
porque nadie vivirá empobrecida; cada uno tendrán trabajo digno que se hará con
esmero, contribuyendo al bien común. Las parejas serán fieles, no dejando ni padre ni
madre desamparada en el cuidado de sus hijos. Cada hogar será un lugar de alegría,
gozo y instrucción en el bien. Los enfermos serán sanados, los afligidos consolados,
los ancianos respetados. Todos vivirán en amistad y la compasión dirigirá la manera
de vivir.
Los gobiernos servirán a todos sus ciudadanos. Los ciudadanos vigilarán a sus
gobernantes, optando por actuar con justicia, desapareciendo el engaño y la
corrupción. Las guerras se acabarán porque las naciones aprenderán a vivir en paz
Se restaurará la doliente, sangrante Madre Tierra. Producirá nuevamente hierbas,
granos y frutas en abundancia. Cada labrador tendrá lo necesario, dando de las
cosechas a los discapacitados y ancianos y guardando lo suficiente para el invierno.
Cada ser viviente será la causa de celebración y el Mundo entero será un santuario
donde toda la vida se considerará sagrada.”
OCTAVO DÍA:
EL ESPÍRITU SANTO EN LA UNIFICACIÓN DEL MUNDO
Invocación: Ven Espíritu Santo, desciende sobre nosotros para que, en medio de
una realidad adversa, encontremos lo que nos pueda unir con todos nuestros
hermanos y hermanas en todo el mundo.
Oremos: Dios Madre/Padre, te damos gracias porque tú eres un Dios para todos,
nombrado en distintas maneras por distintas religiones y culturas, siendo siempre el
Dios de amor y unidad. Amen.
Lector 1: En la noche de la última cena, Jesús oró a su Padre ante sus apóstoles,
pidiendo lo que fue, para él, el colmo de su misión: “Que todos sean uno, como tú,
Padre, estás en mi y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el
mundo crea que tú me has enviado.” (Juan 17, 21) Para asegurar esta unidad, Jesús
pidió a su Padre la presencia del Espíritu Santo.
En la actualidad, nuestro mundo está fracturada por diferentes formas de religión,
sistemas políticos, económicos y culturales, unos opuestos a otros. Los islámicos
odian a los cristianos y visa versa; los capitalistas buscan derrotar a los socialistas; los
conservadores quieren acabar con los liberales.
Lector 2: La violencia es otra realidad asombrante que nos hace desconfiar unos en
otros. Por la emergencia del tráfico de drogas, las maras, las extorsiones, los asaltos,
secuestros y asesinatos, vemos que muchas comunidades han optado a vivir detrás
de rejas y con guardias de seguridad.
Parece que ni las religiones, ni los sistemas políticos, económicos y educativos tienen
la capacidad – o la voluntad - de buscar la unidad. Muchos piensan que los demás
tienen que ser “convertidos” para que crean y actúen como ellos.
Lector 3: En toda esta realidad, ¿sobre cuál fundamento nos podremos unir? ¿Dónde
está la fuerza unificadora que es el Espíritu Santo de Dios? ¿No sería el esfuerzo que
hacemos, empujados por el mismo Espíritu, de buscar la unidad necesaria para poder
cambiar nuestra realidad, de crear comunidad y de valorar y cuidar lo que tenemos
en común? ¿No sería en pensar en el bien estar de los niños, jóvenes y ancianos de
nuestras comunidades? ¿No sería en todo lo que hacemos por revitalizar el medio
ambiente? Vimos en el tema de la Visitación que Dios prefiere al los pobres y
pequeños. Hay que confiar en esta preferencia divina y crear en nosotros mismos.
Apreciemos los pequeños esfuerzos que hemos hecho y los que están por hacer.
Sigamos pidiendo que el Espíritu Santo aletee sobre nosotros, dándonos su energía
creativa para que podamos hacer aun más.
Conclusión:
Sigamos en la seguridad de la presencia creativa del Espíritu que nos ama; confiando
en que este mismo Espíritu así está obrando en todo el mundo y pronto vendrá el día
en que los pequeños y humildes verán los frutos de Dios obrando a través de sus
esfuerzos. (invitamos a las personas a convocar a los vecinos a y a participar de la
Vigilia de Pentecostés)
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