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Welle fray a win i 4 di. Fl enue de whe dow Mu ” a oat ten ee EE tides ghee begeile. Eager Ae "Tree pet Tolan EE Tedeceiay y Hannu Sey te yp whe ent Trd. Albabe pes bus Maney pedcd: Mbede fch-yous, U9 6s ALEGORIA Y TRAUERSPIEL Wr dee gebrchliche Hoten / ods lene Echen sere / mit ener grag Hr wt nse / de wr Kon fr ‘hen Auspruch machen / noch das Zjelmaf der gerindten Desde hace més de cien afios pesa sobre la filosofia del arte el dominio de un usurpador, que accedié al poder en la confusién del Romanti- cismo. El coqueico de la estética romintica con el cone’ = | Tumbrante, yen definitiva gratuito, de un absoluto dio carta de natura Teza en los mas simples debates sobre teoria del arte a un concepto de) simbolo que no tiene en comiin con el auténtico més que su nombre, Ei cual de hecho, siendo pertinente en lo que hace al émbito teolégico, ‘Mati Mataling: (Tato dein muerte o Dic ftbre, ot. pp 86 +. «Quien cata fies ‘abuts en que ln miaeriaadorna ada rincén / quisiera abillantar con razonable ‘pitome /no a: exprestria inapropisdamente/ni sobrepesriaJo limits de la verdad rndnds llamar al mando una ends oniveral,/un flat de la muerte, / donde ‘Gd hombre la mereanciaen cuno, /la muerte el prodigiowo mereader, /Dios el com tador excrupuloeo, /elsellado sy el lznacén la sepltara>. + Jebunn Ghrtoph Mining 559-1729: poeta ytbrico alemén de lteraura. (8. detT] se _____ 376 2 onsen pe ruuensnes ALAN nunca habria podido extender en la filosofia de lo bello esa penumbra de tonos sentimentales que desde el final del Romanticismo temprano se ha ido haciendo cada ver més densa. Y, sin embargo, ¢s precisamente ‘uso rubrepticio de ese mismo discurso de lo simbélico lo que al final pposibilita el examen ‘en profundidad! de cualquier configuracién artis- tica, lo cual contribuye enormemente a la comodidad de las investiga~ ‘ciones en la ciencia del arte. Lo més sorprendente en éste, en su uso Lingiistico vulgar, e sin duda el hecho de que el concepto, que con una actitud imperativa se refiere a una ligazon indisdluble de forma y conte~ ido, queda puesto al servicio de una mitigacién de earécter filos6fico “Je csa incapacidad en virtud de la cual, a falta de un auténtico temple dialéstico; is Formal se pierde el contenido, y en Ia estética ! i jerde Ja forma.-Pues este abuso, tn efecto, tiene ‘en a obra artistica se expresa la ‘manifestacién’ de 1 Clr, Walter Benjariny Der Begriff der Rehr in der detucen Romani, Berna, 1920 ‘Oftoe Bene Ahendlange vr Pies und rer Gesich, 5 [Nverr ene bees oreo [flowfiaysshidoa 5D, pp. 8. (nota 3)y pp. 80. esto pat ft sha0L0 YLA ALEGORIA EN ELCLASICISO 377 oncepto de lo alegérico es legitimo al proponerse como él oscuro fondo contra el cual el mundo del simbolo debia destacarse claramente. Laalegoria, lo mismo que otras formas de expresion, no perdié su sig nificado por el mero hecho de ‘envejecer’. Més bien, en ésta como en. tantas ocagiones, se produjo una cierta controversia entre la anterior y ls posterior, que resultaba tanto més propensa a pasar en silencio por cuanto también era aconceptual, encarnizada y profunda. Hacia 1800, Ta mentalidad simbolizante estaba tan ajena a la originaria forma sleg6- rica de expresién que los sislados intentos de discusi6n te6rica carecen. totalmente de valor —en tanto en cuanto son definitorios de la profun- didad del antagonismo~ para el examen de la alegoria. Como retros~ pectiva construceién negativa puede sin duda alguna definirse la siguiente afirmacién de Goethe: «Hay una gran diferencia entre el hecho de que el poeta busque lo particular en funcién de lo universal y elhecho de que vea lo universal Eis particular. Delo primero nace la alegoria, donde lo particular cuenta tan sdlo.como peradigms, en tanto ‘Gie ejemplo de lo universal; pero la naturaleza de la poesia es propia ‘mente hablando la segunda: pues ella expresa algo, particular-sin-pencar ‘enJo universal ni referirse a ello. Ahora bien, el que capta con viveza darse cuenta de ello o tan s6lo advirtiéndolo més tarde". Tal seria, a propésito de un escrito de Schiller, la postura de Goethe con respecto a In alegorfa: el poeta no podia hallar en ella ningin objeto digno de reflexi pprolija resulta una observacién algo posterior de Scho- penhauer en el mismo sentido: «Ahora bien, si el fin de todo arte es la comunicacién de la idea aprehendida ...; si, més atin, en el arte es 2 Goethe: Since Wirk [Ob conpleta,edicidn del jubileo, fe, vol. 38: Seven ar Twat, [Eero reir, 1, p. 261 (asinen nd Refereed. exp. Meira ref ‘one, Edhass, Barcelona, 1996, pp. 70 +) Zz ee suténticos documentos de la moderna concepei6n alegérica, a saber, las obras embleméticas, gréficasy itera- las, del Barroco, A través de los epigonos tardios y més difundidos del toca wel 1: De Wiel Wied Vertling. 1, 2*impresion, [ed exp Blmande como wendy reac, Porc, fr, William Enptungen nd Eng, reduccidn alemans eintroduecién de Friedrich Eckstein, Leipng, 1906, p11 ‘Condo del pintoritabnno Annsbale Crrvace (1960-1609), [¥. de] rismo constituye la ley estlistica dominante del alta Rarroco en , ‘cular>" fe hace perder ou vlor el intento de adoptar m.formulacioside | ‘on modo folalmente incidental, como si fuera un eslogan. Pue 3 Cyares be ep. 40. 8 Oymrs be ot. p. 296- 3 Friedrich Creurer, Symolitund Mtoe der cen Volker, onde de Grice 1 Lindley ‘nla dlr pc eng, eset Gelorgreges 1,24 parte, edieibn completamente ‘eslabornds, Leipelg/Darmatadt, 1819, p. 18. 4 Erledech Grewser €1771-1858): eradito y Sldlogo alemin. Profesor en Heidelberg y ‘iembro del ‘cendeulo romantica’ ale deben diverse eatadioe sobre a erararay In mltologi antigass, af come diversas trduceiones. [¥. del] 380 iL OneN DEL TRAUERSPIEL ALEMAN Por lo demés, las grandes disquisiciones teéricas sobre el simbolismo en ¢l primer volumen de la Mitogis de Creuzer son mediatamente muy ‘aliosas para el conocimiento de lo alegérico, Junto ala banal doctrina lun espiritu que se aparece de repente, o como un relimpago que ilu- nina de pronto la oscuridad de la noche. Un momento que inviste ‘nuestro ser ... A.causa de esa fecunda brevedad, ellos> ‘lo comparan sobre todo con el laconismo ... Por ex0, importantes de la vida, cuando cada momento esconde rico en consecuencias, momento que mantiene al alma en tensién, en. instants fatales, los antiguorpereibian las schales divin que «lama | Aesto se oponen, pues, las . En el simbolo plistico, «el ser no tiende alo excesivo, sino que, obedeciendo a la naturaleza, se adapta a su forma, la penctra y la anima. Aquel conflicto entre lo infinito y lo finito lo resuelve el hecho Es el simbolo de los dioses, que atina prodigiosamente la belleza de la forma y la suprema plenitud del ser, y que, puesto que aleanzé su méxima perfeccién en la escultura griega, puede denominarse el sim- bolo plistico>™!, El Clasicismo buscaba, pues, lo 'humano’ en cuanto suprema ‘plenitud del ser’, movido por este ankelo, como debia des- preciar la alegoria, no capt sino una engafiosa imagen de lo simbélico. ‘A consecuencia de esto, también se encuentra en Creuzer una com- paracién, no alejada de las teorias en bogs, del simbolo ™!, La "9! Esta iden, sin embargo, no daria ni 382 EL OMIOEN DEL TRAUERSPEL ALEMAK leyenda; al simbolo que, siendo originariamente hijo de la figurativi- dad, estando incluso él mismo incorporado al discurso, gracias a su sig- nificativa brevedad, gracias a la tolalidad y a la concentrada exuberancia de su esencia, e# mucho més apropiado que la leyenda pars aludir alo ‘uno ¢ inefable de la religion". A propésito de estas y otras disquisi- ciones semejantes, Gérres” hace en una carta la siguiente y magnifica otra parte, la alegoria no se encuentra exenta de una correspondiente dialéctica, y la calma contemplativa con que se sumerge en el abismo ‘entre el ser figurativo y el significar no tiene nada de la desinteresada ‘suficiencia que se encuentra en la en spariencia emparentada intenci6n del signo. La violencia con la cual el movimiento dialéctico se agita en x | Legte-abismo de la alegoria debe revelarla el estudio de la forma del _ Traverpiel con mucha més claridad que cualquier otro. Esa amplitud mundana, es decir, la historiea, que Gores y Creuzer atribuyen a la intenci6n sleg6rica, es, en cuanto historia natural, en cuanto historia 14 Creer be ep. 19, 16 Graer bee ppet47® 2 Jekannjorpnvon Corres (776-1848); wmizador principio dee BewolcionFran~ seate comarca no dee principales animador dl rascal de pod romint- ‘Sry Tacomas de Heidelberg ycolbor con lon hermanoe Gri ena reunin de ‘Sdtony leyenda lemanes, Desde pagans de ou periodico Bec Rew defen ‘Lo nderie tl nacionalie emia. Arasedo de Lbertsmo, es ca). aon Maman bap, detenderal ea de un cthcmns sles. Pde) —+— { sinno.0 LA ALESORIA EW EL ROMANTICISNO 383 ie primordial del significar o de laintencidn, de indole disléctica. Bajo la,” Gecisiva categoria del tiempo, cuya introduccién en el campo dela ¢ ‘empefia su papel en C: mis moderna desde el punto de vista barroco. Contra ella se pronun- Gia, caracteristicamente, un wator como Vo"; Johann Heinrich Vol (1751-1825); famouo erudito y poeta alemin. Suyas son sendat seejacciones en alejandvinoe de Lo ods Za Ons, junto aalgunor dlios que, a pent ‘Secor nencimentaliamo, coositayen una buena descripein de la pequetia burgue- sidenote dels Alemania devs emg. [de] sc _“Reitarce de Saznotracie (220-143 2.0). graaiticoy extio grego. Alumno de Aris~ 384 1 ORIEN DEL TRAVERSPUEL ALENAN la divinidad por creencias ingenuas de la €poca heroica de Néstor". Pero Grates", al que se unieron el gedgrafo Estrabén"*” y los graméticos pos- teriores, las consideraba simbolos primordiales de secretas doctrinas Grficas, procedentes de Egipto sobre todo. Tal simbologis, que remon- taba arbitrariamente a un pasado primitivo las experiencias y exis religio- sas de los tiempos posthoméricos, continuaria siendo dominante alo largo de los siglos del monaquismo, y se denominé mayoritariamente alegoria® "®., El autor desaprueba esta referencia del mito a la alegoria, pero también concede que no es impensable, y que estriba en una teo- Romanticismo tenia que aproximar entre si al épar y la alegoria. Asi formulé Schelling el programa de la exégesis dlegérica de la épica en la famosa frase segin la cual la Odieo era la historia del espiritu humano, y la Mad Ia historia de la naturaleza [La misma expresion alegérica viene al mundo con un entreeruzamiento peculiar de naturaleza e historia. A arrojar huz sobre su origen dedicé su vida Karl Gichlow, y tan sélo a partir de su monumental investigacion sobre La erghfin de huranizmo en la alegoria del Renacimiento, especialmente en el arco detrunfo de emperndor Maximiliao 1 ha sido posible establecer, incluso histé~ Ficamente, que y de qué manera la alegoria moderna, surgida en el siglo XVI, se destaca de la medieval. Ciertamente ~7 esto apareceré como sumamente significativo en el curso de este estudio, entre ambas existe ‘problemas del origen de los pucblos, ‘los ete etudia Is relaciones entree {ORIEN DE LA ALzDORIA MODENA 385 permaneciendo fie a este amor alo alegorico, que pareci6 revivir en el figlo xvIt ... Durante el mismo perfodo, conforme a la seriedad del ‘carécter nacional de los alemanes, la alegoria adoptaria entre ellos una orientacién de indole més ética. Con los avances de Ia Reforma, lo sim- terios de la religion ... El antiguo amor por lo intuitivo se manifestaba ... en representaciones sizabélicas de indole politica y moral. Sin embaxgo, ahora la alegoria tenia incluso que encarnar aquella verdad recién cono- ‘cida. Un gran escritor de nuestra nacién que, gracias alo amplio de su ‘espiritu, no encuentra inmadura ni pueril sino digna y merecedora de stenci6n esta manifestacin de la fuerza alemana, aprovecha la generali- ____ dad que entonces tenia exe modo de representacion para amar ¢ es epoca de aia Ta epee 7 ou ciones que conviene tener sin duda en ‘cuenta>"', Conforme al preca~ rio estado del conocimiento de la época, Creuzer tainpoco pudo corre- gir més quella valoracién, pero no el conocimientp, que corresponde ala alegoria, Asi, solamente la obra de Giehlow, en cuanto que ¢s obra de Sndole histrica, abre la posibilidad de penetrar esta forma desde el 17 obann) Gfotteied] Herder: Vem Schifen (Ext: micelde), vol. 5» Zptrate Tate Wj dope], Viens, 180%, segunda edicién, nueramente revsada, Viens, 386 LOMO DEL TRAUERSPIEL ALENAM. 20. Kasl Giehlow Die Hirwghheunde des Humoninas in de Algor der Reno, bonded [Bronte Rars Mason Bn Yrch Mit nen Noch von Ad WigsieLajeegife del i sina hierar Troupe, enn age de Aro Wepre, Viena/Leipig, 1915 ae ‘Seunenges de lercen Reser Aono dele elcome ria del ete de lesen ‘elmisob deta, vol. 32, Cuaderne 0, p. 26- a1 Gf Coste Ripa Iona, Roman, 1609. tf Horapelo (. 194.C) eruditoegipeo. El texto griego de sus Heng, supuests- EL omneN DE LA ALEGORIA HODERIA 387 Jos jeroglificos alegéricos y con tales inscripciones enigméticas se ena ron las medallas, las columnas, los arcos triunfales y todos los restantes objetos artsticos del Renacimiento>™". «Junto con la teoria griega de la bertad de la intuicién artistica, el Renacimiento también tomé de la Como defecto de la primera, tan sélo conocida en su rritico de la forma: En su Comentario a las Enéados de lotino®, Marsilio Ficino [51 ORI OE LA ALEDORIA MODERNA 389 hacer pensar tanto en la teleologia de la Iustracién, para la que el fin supremo de la naturaleza era a felicidad humana, como en la bien dis- ‘tinta del Barroco. No estando dedicada ni a la dicha terrena ni ala moral de las criaturas, ésta esté aplicada Gnicamente a su iniciacién en los mis- terios. Pues para el Barroco la naturaleza es itil a la expresién de su sig- nificado, a la representacién emblemitica de su sentido, la cual, en ‘cuanto alegérica, continsa siendo irremediablemente distinta de sa rea- lizacién hist6rica. En los ejemplos morales y en las catéstrofes, la historia no contabs sino como un momento temitico de la emblemética. El que hominem creatum uideat, et omnia quae coelo, aére, aqua, terraque continent, hominis causa generata esse>"""*. La no ha de asssESSESESESP 0g) S FORA seassneceeeeessesesesansneneeseeseesesssnesceeeseeseeisesosnec 26. Hierogpic sine dears eprom Biers commestari, owns Peri Veron Boao Bellare (cogtfiex Gomentaa«lrlera rad ai, de own: ero Vr, Bosra ___expresion de ‘encriptado’. ¥ en ello operaba ya Bailes, 1556. Frontispicio, 2) Perio Valerianc. a ot, limina 4 (dela paginacin particular). 2 . Pero dice también, por otro lado: de Opitz. Pues, por una parte, concibe el esoterismo teol6gico propio de - i “matis lux inferatur> 5", En efecto, esta comparacion es particular~ 128 Borin: Ache Pend ther (La ign otic eter ele), wee {$1 pita: Proce Geman, Or Bc on der Desiche Per VPraeialemanao Libr dela oss tp i8o, ‘dra ect 2 4 29. Bevkiaks Die AntienPoethnd Fenster, vol. 2, oe cpp 208 ‘ga [Reena anoaizon de Menererier Lphlop desma (La lof deme en] Ade 32. Clr Nicolmes Grussinus: Pipher glia eeerun rater pram htesaran ‘culm Uetedeeubta), anno DOLE pobliats, Lipase ULaiprgh 108, p.7- 4 Miptome Delbene Gp0"1608)" aed dela sedis cterionse de Hautecombe, em Saboye fx dl) ant we SE poet no ener primes poe ots com gue una tcloga slegiie> [Nd (ste del eardenal Richelieu. (N. del] ‘ontenlacieteapeuble exter un doctrina de ls vrvades que result uy il par Johann Valentin Andrese (1586-1654); pastor ytelogo proteitentedlemin, mupuesto Iivida cl y del mismo modo que las monedas arrojan luz sobre la historia stam qeeibor deta Hermandad de lor omeroce fed) ign low cblemas arrojan salu sobre la Rlowofs mora», [v. del.) ey Cee HEHE RE EEE EE Ee H be eee Eee Eee te eee eee eee eee eee eee eee eee ee ee eee tala lll lle 392 omen on. reavenstoe: ALEMAN mente afortunada. Ala naturaleza, sin embargo, que aqui aparece hists- ricamente marcada, es decir, en tanto que escenario, le es también inhe~ rente absolutamente algo numismético. Asi, el mismo autor —resefiador de las Ada erodtorum— dice en otro pasaje: "", ¢Azul ... con rojo, / ex descortesia>™), «Negro ... con pirpura, / devocién cons- tante>"", por no seguir citando. «Las numerosas orcuridades en la conexién entre signo y significado ... no intimidaban sino que més bien estimulaban a servirse como simbolos de cualidades que eran cada vex més remotas respecto del objeto representativo, a fin de superar hasta a los egipcios con nuevas sutileras. A ello se afiadia la fuerza dogmatica de los significados heredados de la Antigtiedad, de tal modo que una y la ‘misma cosa podia simbolizar tanto una virtud como un vicio, es decir, todo en definitiva> Enta circunstancia lleva a las antinomias de lo alegérico, cuyo trata eens dle no se puede eludir si es que se desea conjurar la ima~ ‘gen del Truverpiel. Cada persanaje,eade-eosa y-cada-situacién puede sig- | nificarcusiquier otra. Posibilidad que emite un juicio devastador pero {justo sobre el mundo profano: al definirlo como un mundo en el cual apenas importa el detalle. Sin embargo, y sobre todo para el que tiene presente la forma de la exégesis textual alegérica, no cabe duda alguna de que esos accesorios del significar, precisamente por aludir a algo dis- tinto, cobran una potencialidad que los hace parecer inconmensurables con las cosas profanas y las eleva a un plano superior, pudiendo incluso llegar asantificarlas. Segin esto, en la consideracién aleg6rica el mundo ‘profano aumentaré de rango en la misma medida en que se devaliia. El correlato formal de esta dialéctica religiosa del contenido es la dé la ‘ambas son antagSnicas por naturaleza Pero asi como en general trina barroca concebia la historia en tanto que creado acontecer, vencién. Expresién por tanto de la autoridad, secreta por la dignidad misma de su origen y publica por el ambito de su valider. Se trata en este 37, Bader: be et. p. 109. 98 Beckler: beet p. 81 40. Buckler beet, p83 1B Cishlow: De Hargbphenbide de Haran der Algor de Recap. 127 — ERE RE BEeEH epee be eH be eco bee Eero bee eCeeee ee ere eee eee eee eeee ete Cae eee te eal 394 LORIN DEL TRAUERS Pi ALEMAN ANTINOMEAS DE LA ALECORESIS 305 | ‘caso, una vez mis, de ese mismo caracter antinémico que se encuentra del torso de Hércules en el Belvedere de Roma de Winckelmann'*”, donde lo reco- figuradamente en el conflicto de la fria técnica prefabricada con la ze troz0 a trozo, miembro a miembro, y esto en un sentido nada clé- cruptiva expresin de la alegoresis, también aqui una solucién dialéctica aio. No por casulidad esto se realiza con un torso. Asi, en el campo de que radica en la esencia de la escritura. En efecto, de la lengua revelada 7 la intuicion aleg6rica, la imagen es to, Fig. Su belleas simb6- se puede pensar sin contradiccién un uso més vivo y mucho més libre en feae fo tealogico, resultando con ello ‘el que no pierda nada de su dignidad. No aside exa escritura con Ia cual + Qisipada la falea apariencia de totalidad. Pues eledos se apaga, el simil se queria darse la alegoria. De hecho, la santidad de la escrivura es insepa- ‘disuelve, el cosmos abs contenido se deseca. En les éridas rebus resultan— rable de la idea de su estricta codificaciGn. Pues toda escritura de caréc- ‘tes hay una clarividencia atin accesible al que rumia confuso. ¥ es que ésta precisamente la que, oculta debajo de su pompa extravagante, pro- clama Ia alegoria del Barroco con un énfasis que no tiene precedentes, Un profundo barrunto de la problematica del arte —dado que no era s6lo por afectacién clasista, sino por escrépulo religioso, por lo que su rictica se relegé a los 'ratos perdidos'— surge asf como reaccién a su autoexaltacién renacentista. Si los artistas y pensadores del Clasicismo no se ocuparon de lo que para ellos era solamente caricature, algunas proposiciones realizadas en el seno de la estética neokantiana dan idea de la aspereza del debate. La dialéctica de esta forma de expresion es en. general mal entendida, desconfiéndose de ella como ambigiedad. ‘€Pero, en efecto, la ambigitedad, la multiplicidad de rignificados, es del Clasicismo, algo que hasta ahora solamente en el Romanticism se i raigo fundamental de la alegoria; la cual esté orgullosa, como lo esta el hhabia aceptado reconocer. Y no se puede resstir la tentacién de indager Barroco, de la riqueza de sus significados. Mas esta caracteristica ambi- ‘en ambos las constantes. En ambos, tanto en el Romanticismo como en el 1 siiedad es también la riqueza del derroche; Ia naturaleza, al contrario, Barroco, de lo que se trata no es tanto de una correccién al Clasicismo ; segiin las viejas reglas de la metafisica como segtin las propias de la mecé- como al arte mismo. Al contrastante preludio del Clasicismo que resulta |L_____ Bateencuentm sometidseey del shoro. La ambighcd por tanto gbeeaitettee ccc : : inate eet aura ace) aa autoridad y una validez més duradera en esa correccién. Mientras que, : No menos doctrinarias nos resultan las reflexiones de Carl Horst, disci- ‘en nombre de la infinitud, asi como dela forma de la idea, el Roman- pulo de Hermann Cohen, quien por el tema de sus Problemas del Boroco se ticismo potencia criticamente la forma completa! la profundidad de i cencontraba obligado a realizar un enfoque més conereto. A pesar de lo la mirada alegGrica transforma de golpe las cosas y las obras en una | cual, de la alegoria se nos dice que “siempre revela una ‘transgresion de escritura emocionante, Tal mirada es penetrante todavia en la Desripeién ; Jos limites de otra indole’, una entrada de las artes figurativas en el \ émbito de representaci6n de las ‘discursivas’, Tal violacion de los imi- (42 Cf. Benjamin: Der Beri der Kurtin der deatchen Hamat lo cy p 205 Cod exp.» | tes, prosigue el autor, "!, Obviamente, este solo hecho habria tenido que pro- vocar otro modo de consideracién de la alegoria. Pero el modo de pen- ” \captar Ia sintesis que en la eseritura alegérica resulta de la lucha entre la intencién tealogica yla artistica, no tanto en el sentido de una paz como fen el de una ireguade-entre las dos posiciones en contflicto. ,, Sion el Truenpie! la historia entra en excena, esto lo hace en tanto que | eseritura. La naturaleza lleva ‘historia’ escrita en el rostro con los carac- teres de la caducidad. La fisonomia alegérica de Ia historia-naturaleza aque escenifica-el Teqenpel esté presente en-tanto-que-ruint. Pero.con sta, la historia se-redujo.sensiblemente aescenario. Y asi configurada, a historia no se plasma ciertamente como proceso de ua vida eterna, si ce Se eee ea oa mucho mis allé de la belleza {Las alegorias son en el reino de los pensa~ 3 maientos lo que las ruinas en el reino de las cosas) De abi el culto ‘barroco a la ruina. De él sabe Borinski, menos exhaustivo en la explica~ ‘Gn que acertado en tx misms descripcion de los: partido y las columns derruidas estin abi para(ar testimonioMel mila- gro de que el edificio sagrado resistiera hasta a las fuerzas de destruc tién, el rayo, el terremoto, aquellas fuerzas més elementales. Lo artifi- | cialmente ruinoso aparece como el dltimo legado de una Antigiedad | que en elmelo mederno ya no seve sino en nu realidad de pintoresco | terreno de escombros>!, ¥ una nota dice: «La proliferacion de esta | tendencia te sigue bien en la ingeniosa préctica propia de los artistas | senacentistas de situar el nacimiento y adoracién de Cristo, en lugar de 45. Carl Hora, Bowen [bona i Barc], Mich, x2, pp. 39 8 tambien pp. As $B Bovina Die Ante in Poet und Runt, vo. lc eb, pp 198 8 1-", Pero muy por encima de las reminiscencias de la Antigdedad, se imponfa con ello un sentimiento estilistico actualisimo. Lo que ahi yace reducido a escombros, el fragmento altamente signifi- cativo, el mero trozo, es la materia més noble de la creacién barroca. Pues es comin a aquella poesia la acumulacién incesante de fragmentos sin idea rigurosa de un propésito, junto a la adopcién de estereotipos para su realce, a la espera permanente de un milagro. En este sentido, como un milagro tuvieron que considerar los literatos barrocos la obra de arte. ¥ si, por otra parte, dicha obra ge les anunciaba como caleula- ble resultado de Ia acumulaci6n, ambas cosas no son menos conciliables que la anhelada ‘obra’ milagrosa con las més sutiles recetas tebricas pre~ sentes en la conciencia de un alquimista. La experimentacion de los poetas barrocos se asemeja a la prictica de los adeptos. Lo que la Anti- ¢giedad les ha legado resulta para ellos, pieza a pieza, el conjunto de ele- ‘mentos con los cuales ese nuevo todo se combina. O mejor: construye. Pues la visién completa de eso nuevo era en efecto la ruina. Por la cual, al dominio redundante de elementos antiguos en una construccién, que, sin unificarlos en . resultara aun en Ia destruccién supe ‘rior a las antiguas armonias se aplica esa técnica que, en lo particular, es ostentosamente referida a los objetos concretos, a los florilegios y a las reglas. La poesia se debe calificar de ‘as inveniendi, con lo cual la imagen, i is adeun__ tras que la ‘fantasia’, la facultad especificamente creadora en el sentido empleado por los modemnos, no era reconocida como criterio de una jerarquia de Jos espiritus. €El que nadie hasta ahora en la poesia alemana haya podido igualar a nuestro Opitz, ni aun mucho menos superarlo (lo que tampoco va asuceder en el futuro), tiene como causa principal, ademas de la excepeionsl habilidad de la excelente naturaleza que hay en él, el hombre capaz de manejar soberanamente los modelc 47 Borin oe ot, p.278. 2” Domenico di Tommaso Ghislandaio (5449-1494): pintor italiano, En ma taller orem tino eatudié Miguel Angel. 398 EL oMomNoeL TRAUERSPEL ALENAN hecho de que sea tan leido en lor esritosgriegosylatinosy de que sepa cexpresarie ¢ inventar justamente a su vez>"#", Mas la lengua alemana, ‘como la veian los graméticos de la €poca, no es en este sentido sino otra ‘naturaleza’ junto a la presente en los modelos antiguos. La ¢naturaleza le aftade fuerza alguna, y no crea ninguna verdad nueva con la natura- Jeza autocreadora que se expresa®™, Pero el poeta no debe disimular su combinar si no quiere disimular también el mero todo, pues la cons- dependiendo del uso lingtistico y del pensamiento de medievales, por ‘ms que el valor de la palabra y de la idea de ‘naturaleza’ crezca a ojos centiende por imitacién de la naturaleza es la imitacin de la naturaleza modelada por Dios". Pero, en cambio, aquella en que se imprime la imagen del decurso historico es la naturaleza ya caida. La propensién 48 August) Buchner: Wigecter a1 detchen Tiamat (Cua dele pet slemana), Jena 8. 8. [1663], pp. 80m. ctado wegin Borchert Ants Bucher, lc. p- 8. 50 Burdachs be ct, p.178. 2° Paul Hankamer C1997): gramético « historiador dela iterararaalemin.(¥. del] aun 399 del Barroco a la apoteosis es reflejo del modo que le es propio de con- siderar las cosas. En la omnipotencia que caracteriza su significar alegé- rico llevan éstas el sello de lo demasiado terreno; nunca se transfiguran desde dentro. De ah{ procede su iluminacién frente a las candilejas de Ja apoteosis. Apenas hubo alguna ver una poesia cuyo virtuoso ilusio- nismo haya expulsado mas radicalmente de sus obras aquella apariencia ‘que las transfigura y por la cual en un tiempo se intent6 con razén deter- minar la esencia de la configuracién artistica. En efecto, de esta falta de ‘manto, recubierto de perlas, de la eternidad!»'*: as{ nos pinta Hall- mann, desde el punto de vista del repertorio teatral, la vida eterna. El ppertinaz apego al accesorio frustraba de ese modo la representacién del amor. La palabra pose aqui una lujuria ajena al mundo, que se pierde en la representacién. ", A las tfpicas obras del Barroco siempre les falta velar el contenido. Incluso en las formas literarias menores, sus ‘estética de la época y como ideal de los Travenpiele'™, refuerza de manera [5t Hallman Teer, Frden-vnd Schfenpi, oct, Marana, p. go (V, 47238) 52 Lobenaein: Apiin, be ot, pp. 38 (tt, 980 a.) 33. fr. Kote ot, pp. 166 Pee eee eee eee eee eee ee ee eee ee eee ee ee eee cee ee ee eee eee ee ee eee ee eee eee ce ee te 400 "5 ONOEN DEL TRAUERSPIEL ALEMAN , LUPEROIOA DE ALMA DE Lo ALEGORIEO 401 enteramente nueva ese ¢5} Ia pesantez. En cuanto alegérico ‘en objeto del ssher_¥ si es cuestionable sila belleza que perdura debe ‘expert entre muchos teéricos, Harsdorffer fue el que més radical- | __ seguir laméndose belleza, lo seguro es que sin algo digno de ser sabido belleza alguna. La filosofia no debe jjustamente lo que dicta el predominio del enfoque alegérico. Exage- ‘rando las cosas de modo polémico, Winckelmann no hace sino aclarar el nexo, pues observa: «Vana es... In esperanza de aquellos que creen, , ‘que la alegoria puede Ilevar al punto de que incluso podria pintarse una oda>"!, A esto se afade otra cosa més desconcertante. Cémo se intro~ de sus relaciones més corrientes, y ocuparse de ellas era en menor ‘medida que més tarde un asunto privado que no habia que justficar. La lectura era por su parte obligada y formativa. Como correlato de esta , concepcién se concibe entre el piblico la deliberada masividad, caren cia de misterio y mayor amplitud de los productos. Las obras se sienten, menos destinadas a difundirse en el tiempo con el crecimiento que a ifn abajo y la obra se afirma en tanto que ruina. En la construccién Tlenur torronaly actuaimente sulugar, ¥en no pocossentidon encon- -¢—_{alegGrica del Trani barraca ax perflan de siempre: clarainieats tales | | traban en ello su recompensa. Ahora bien, por ello justamente, la cri- formas muinnsss dela obra de arte salvada, _ tion te deepiega con sara caridad en ums remota duracion. Desde el principio las obras estan dispuestas a aquella descomposicion critica que @ Lamisma historia de la salvacién favorecia el giro de la historia hacia la ‘ejercié sobre ellas el curso del tiempo. Su belleza no tiene nada intimo para el ignorante, pues para éste pocas cosas hay tan éridas como el ~- Trauerpel-elemén- Su-apariencia murié por ser de lo més basta..Lo.que— perdura en cambio es el raro detalle de las referencias alegoricas: un “objeto del saber que anida en los edificios reducidos metédicamente a ‘escombros. La critica es en efecto mortificacién de las obras, a lo cual manera barroca, infinitamente propedéutica, divagante y voluptuoss- 54 Winckelmann: be et, p19. 36 Cle. Benjamin, De Bade Runa nd death Ramat, le ct, pp- 63. Led. exp 56 Petersen: be. tps 12. ‘npr, pp. 63m. 57 Strich: leet. p. 26 402 HL onmen DEL reaversPi ALEAN mente vacilante, de dar forma. Muy acertadamente se ha sefalado incluso, como lo hace Hausenstein®, que en las apoteosis pictéricas se acostumbra tratar el primer plano con exagerado realismo, a fin de hacer parecer tanto mis plausibles los mas lejanos objetos visionarios. El dréstico primer plano trata de abarcar en si el completo acontecer del EI Sturm und Drang interviene contundentemente sobre esto, anotando con Merck™* que «al gran hombre en nada puede afectarle que se sepa bbarroca, en cuyos poemas no hay un movimiento de cardcter progre- sivo, sino una inflacién que se produce desde dentro®™', Para contra- Frestar la absoreién, lo alegérico ha de desplegarse siempre de modo libros de emblemas, moan aque ‘pts wntotan vay el constants se treo de la moda en que a parts del mitd del siglo una com sucedia 2 eee rgd ora es totalmente oS panera ik sete teres sélo de nosotros depende que cualquier objeto de la naturaleza se use como signo convencional de una idea, tal como vemos en la escritura per ates ara nat ne eee TTT nosotros le prestamos>"!, Una nota comenta este pasaje: ", «De alguna otra parte® Ia recoge pues el alegorico, mas con ello no evita en modo ~ alguno el arbitrio como dristies manifestacién del poder del saber. La abundancia de cifras que encontraba en el mundo de las eriaturas, pro- fandamente marcado por la historia, justifica las quejas emitidas por ‘Cohen respecto al ‘derroche’. El cual bien podria no hallarse conforme 60. Franevon Baader: Sonmtiche Werke (Obrasconpes). ed. x través de una mociacion de ‘emigos del difasto: Frans Hoffmana (y otros), 1 seccin principal, 2° vo., Leipzig, o ‘Shure nuvi dl bod quem dj de corer los de Bohne Sat Mar tin, Ejereé ra influencia sobre Novalis, Schelling y Stephens. del. 406 {1 OMEN DEL TRAUERSPIEL ALEHAN bolo formal, en el que cl espiritu se afans por superar Ia forma y des- espiritu y la naturaleza, sigue faltando la antitesis de aquél, el simbolo real, en el que la forma corp6rea devora la animacién, y aqui encajarian bien el emblema y el simbolo slemén vistos en su sentido més extricto®™!. La posicién roméntica de ambos autores estaba demasiado poco contolidada como para que no hubieran reaccionado con animo- sidad frente al didactismo racional del que esta forma parecfa sospe- chosas y por otra ps popular posee buena parte de sus productos tenia que complacer en gran medida, por lo menos, a Gérres. £1 nunca lleg6 a la claridad. Y lo personal, como del fragmento sobre lo total, la alegoria se enfrenta polarmente al simbolo pero, por ello mismo, con el mismo vigor. La personificacién alegorica siempre ha movido a engafio sobre el hecho de que lo que sin duda le incumbia no podia ser personificar lo césico, sino entes bien configurar lo c6sico aiin mucho més imponentemente ataviéndolo como persona. i dotados, bien a los comitentes més obturos, ex necesaria ala alegoria. ‘Tanto mats notable es que Novalis, que con precision incomparable mente mayor que todos los roménticos posteriores se sabia separado de los ideales clisicos, en los pocos pasjes que rozan el tema demuestre tan profundo conocimiento de la etencia de la alegoria. El interior del poeta tipico del siglo xv1, en su condici6n de alto funcionario, gran experto en aruntos secretos de Estado y sobrecargado de obligaciones, aparece de pronto ante el lector atento del apunte siguiente: ™!, En este espiritu es como de hecho ni coherencia ~estrofas aisladas, comprensibles a lo sumo-, como fragmentos de las mas diversas cosas. La verdadera poesia puede tener alo sumo un sentido alegérico global y puede produeir un efecto indi- recto, como la misiea, ete. La naturaleza es por tanto puramente poé- tica, ylo mismo lo es el aposento de un mago, o el de un fisico, o un cuarto infantil, o también un desvin y una despensa>'™. De ningén ‘que sucede en el caso de las perifrasis de conceptos, munca carecen las alegorias propiamente dichas;-ve agrupe siempre multitud de emblemas:— Y Gstos parecen ordenados arbitrariamente: asi, La zorte'confusa® —titalo que encabera un Trouenpiel espafiol podria adoptarse como esquema precisamente de la alegoria, ‘Dispersi6n’ y ‘reunion’ se denomina la ley participacién en su existencia vuelve a dispersarlas, El desorden propio de la puesta en excena alegérica constituye aqui la contrapartida del bou- 430. Novalis: rife vl 3 be 5. Fr Nowlin Srp akc at 308 P Grgina punch Hp nfl: dict pracipe de Pere Bloto, Hut, 2634s eee | eee 404 "5 ORIOEN DE TRAVERSPIEL ALENAN con el poder de le naturaleza, donde se expresa de modo incomparable la voluptuosidad con que el significado do: traiciona y devahia de manera inefable toda cosa. La funcién que es propia del ideograma barroco no es tanto el desvelar las cosna sensibles como ¢! ponerlas sin més al desnudo. El emblematico de hecho no revela la esencia existente ‘detrés de la imagen’, Es en cuanto escritura, en cuanto firma, que en los libros de emblemas se encuentra intima- mente conectada con lo representado, como arrastra a su esencia a pre- sencia en la imagen. En el fondo, tambien el Trauepiel. que ha nacido en 1 dmbito de lo alegérico, es, segiin su forma, drama destinado a ser leido. Sobre el valor y posibilidad de su puesta en escena dicho conoci- miento nada dice, Pero deja bien claro que el selecto espectador de Travenpiele se sumerge en si meditabundo, y ello tanto al menos como el propio lector; y que las situaciones no cambiaban con demasiada fre- cuencia, pero lo hacian a la velocidad del rayo, lo mismo que el aspecto de la letra impresa cuando se pasa pégina; y deja claro cémo, si bien en un barrunto irritante y extrafio de la ley de estos dramas, Ia investigacion ‘més antigua insistfaen el hecho de que nunca habian sido escenificados. Gtertamente, ena concepein era sin duds ermnes La ‘emerger de las profundidades de la alegoria cede pronto el paso a su des- consolado rostro cotidiano, y asa la participacién absorta del enfermo en lo aislado ¢ infimo le sigue aquel desilusionado dejar caer un ‘emblema ya vacio, cuya ritmiea un observador que sea dado a la especu- lacién podria hallar elocuentemente repetido en el comportamiento de Jos monos. Pero los detalles més amorfos, que s6lo se dan alegérica- ‘mente, no dejan de apremiar. Pues si dice la preseripeién que ‘cada cosa’ 62 Hobscher beat, p- $60. 63 Hbscher oe et B 556. arrogant osentacion con aque el objeto mis banal parece ‘A reammenracion aLogntca 405 hha de ‘considerarse para si, de modo que’ con ello la inteligencia crezca y el gusto se refine™!, entonces el objeto que resulte adecuado a tal riados, como el bosque, el érbol o la piedra, que actisan y hablan, mien- tras que atin da lugar a otro género el hecho de que las palabras, silabas y Jetras aparezcan como personajes>"!, En esta ultima direccién se distin- {gui6 especialmente Christian Gryphius*, el hijo de Andreas, en su pieza dlidctica Las diferentes edades del lengua olemana. Esta fragmentacién del gra~ fismo es clarisima en tanto que principio de la consideraci6n alegérica. De hecho, sobre todo en el Barroco, se ve al personaje alegérico retroce- der frente a os emblemas, los cuales ademés la mayor parte del tiempo se ofrecen a la vista en desolada y triste dispersion. Como rebelién contra cate estilo ha de entenderse buena parte del Ersgo de una aleora escrito por Winckelmann. "". Evidentemente, estos entres como prefiere Lohenstein, una edificante psicologia de las pasiones, 0 bien, como en Gryphius, sea predominante la reflexién religiosa, mas 0 ‘menos en todos estos tipos el incidente dramaitico no esta concebido Jo que la construccién gradual del entremés se convierte en el espacio de una ‘extensa estatuaria. ". Por lo demés, en la 'repre- sentacion muda’ Ja voluntad de alegoria retiene con todas sus fuerzas la palabra evanescente a fin de hacérsela accesible a la intuicién carente de fantasia. El equilibrio, que podriamos lamar atmosférico, entre el espacio de una percepcién visionaria del personaje drarético y la pro- fana del espectador un riesgo que el mismo Shakespeare rara vez 8 Kole le at, p. 182, 9. Gir. Kolitz: be ct, pp. 102 7368. 30. Kolite le, p- 168. svevmnents aLcoénico 43 asume— pone de manifiesto tanto més claramente su tendencia cuanto sits modestos son los logros de estos maestros menores. La descripcién, visionaria del cuadro viviente es un triunfo de Ia drasticidad y de la anti- tética barroca: "™, «La técnica dramética de Andreas Gryphius consiste por lo tanto en separar muy tajantemente en la accién y en el Reyen el mundo real de las cosas y los acontecimientos de ‘un mundo ideal de los significadosy las causas>"", Si se entiende per- amitido utilizar estas afirmaciones en tanto que premisas, pronto se llega ala conclusion de que el mundo que se hace perceptible en el Reyen es el de los sueiios y los significados. La experiencia que manificsta la unidad de unos y de otros es la més propia posesién del melancélico, pero tam- ‘poco la radical separacién entre accién y entremés e sostiene a los ojos, del que es su selecto espectador. Aqui alld, sin dud, Ia vinculacién sale ‘ala luz en el proceso dramatico. Asi cuando en el Regen Agripina se ve salvada por sirenas. Pero, atin més significativamente, en ninguna otra parte se da de modo més bello e impresionante que a través del perso- naje de un durmiente, como el que representa en el intermezp, tras el ‘acto 1¥ del Popinian, el emperador Bassiano. Durante su suefio, un Reyen representa su parte més significativa. El emperador despierta y sale triste>"!, «Seria quinis ocioso preguntarse de qué modo el poeta, para dentes del reino del luto; surgen atraidos por el entristecido, que rumia sobre los signos y el futuro. Menos claras se encuentran las razones para ‘ic peculiar aparicions de esptritus de vivos. Ast, en el primer Reyer de-ese Tauenpiel de Lohenstcin, €el alma de Sofonisba> se encara a sus pasio- nea", mientras que en el comentario escénico a Ia Liberata de Hall mann", asi como en Adonisy Rosbel™, de lo que se trata no es mas que de disfrazarse de espectro. Cuando Gryphius hace aparecer un espiritu 6. 887. 1599 Cini Pols Poiions, V, acotacin eedaica). 44 Steinberg lc tp. 78. 15 Cie, Lohenatein Sophonile, lac ct,pp. 17 a. (1, $23 5.) 16 Gfr. Kolite be at, p.199- 37 Gfe, Kolias beet, p11, up. 12 Hobecher: be et. p- ot Ps P. 414 HL OMOEN DEL TeAUERSPIL ALEDAM que muestra la Gigura de Olympia, éne es un nuevo giro del motivo. Lo cual ne significa, nararlmente, un mero 'isparste ‘9, tal como estos dramss una armazén fuertemente clasicista contrasta con lo expre- 18 Of. Gryphon: bet, pp- 910. (Codon Caine, 13. Alagoa echo ls Cape aa fn nde ing (Gtr Bere Gece de Daman V1 aban (La Tenuerpiee Did Go [ers Isher on crc cl ale Cleopatra. Dacor ster dé don {vil Paderborn, 1877. p- 52. 220, Hallam Ter, Frade nd Sfp, ec: Di iodide stice Mere- ‘Soph (emo ooo if marr ono, p. 69 Gentacionectaka. 21 fe, Ena store Endl let), Aten, 1704. Tabla. 22, Hausenatin: be chp. 9. 23, Flemming: Anus Gp und de Bo, p13. Ast Kerb: Boga fenco-bolanda: [8 del] ser de ningin modo un didlogo; slo una explicacion de las imagenes, que es ademés por ellas pronunciada>"™, " Eotas explicaciones, si no se renuncia a su forzada aplicacién, también Rinrieadel drama de Klinger, le debilided que aqueja mu eatil y lo embrollado y ‘extrargante de su inrigale dan au obra un wlor aratico medioere [¥-del.] 418 ‘2 omen oe reaversri ALENAN csporédicamente para mostrarse en calidad de motivo emblemitico. Lo ‘que distingue por tanto al Truerpiel no es en absoluto la inmovilidad, ni siquiera la lentitud de su proceso —«au lieu du mouvement on rencon~ tre limmobilité>"™*, observa Wysocki- sino el ritmo intermitente de luna pausa constante, de un repentino cambiar de direceién para petri- ficarse nuevamente. Cuanto mis empefio se pone en acuiiar un verso como sentencia, tanto mis ricamente suele el poeta pertrecharla con unos nombres de cosas que corresponden a la emblemitica deseripcién de lo que se quiere lo de esta época —que Erich ‘Schmidt ciertamente plane6, pero sin realizarla'— se podria llenar un. atribuirse a una propensién hacia el modo aleg6rico de expresién, pero no ciertamente ala tan invocada 'sensibilidad poétiea’, pues justamente el lenguaje evolucionado, y también ciertamente el lenguaje poético, evita ls constante acentuacién de lo metaférico en que sin duda se basa. Pero, por otro lado, buscar en aquel modo de hablar ‘a la moda’ «el principio necesario ... para despojar al lenguaje de una parte impor- Jos esfuerzos dedicados a poner el lenguaje al servicio de-an trato social mas refinado>™, es igualmente en Ja gran poesia de entonces. Pues el preciosismo de éste, como en general del modo barroco de expresi6n, reside en buena parte én In 36 Wyrodkl lo at, p. 6. 37 Of Erich Scheidt oc ot, p. 41. 38 Kerehbols be ot, p. 89. Ealganes dela época aa moda®), Earaibarge. 1914 Cit fr ech Mofrchn Resi flag ena). Splements alvel. 15) p- 25 ft. tmbien pp. 315. + "Ee lager del movimiento, ee encuentra In inmonbidad. (W. del} a ellas por un lado y de mostrar por otro la elegunte antiteticidad es tan acusada que, cuando lo abstracto ya parece inevitable, con frecuencia A cay el Animo estan ene cofrecilo del elec andiente>", «Ved / como “¢E] agita el mar de nuestros corszones, /| de modo que el orgulloso cempuje de las olas | nos produzca a menudo ardientes dolores, /| pero no es sino el flujo milagroso / | por cuyo inconcebible movimiento / se aplaca el mal de nuestra desdicha>™!, Algo que resulta tan 48. Clr, Suachels oc ot, pp. 396 1. 49. Halimian: Fr ee ELEMENTS DE UNA TEORIA UNOOISTICA BARROCA, 421 jeroglificay enigrtica pesa sobre toda laexpresisn! >’ it lela ‘observa al respecto en el mismo sentido, fons Jakob Bodmer* contra ‘Hofmannswaldau”. Esa literatura se mostraba de hecho incapaz de liberar en el sonido ani- mado el profundo sentido confinado en el ideograma significative. Su lengua eek leno de pesados fardos mat ales. Nunea te habia excrito lo, ve Spas 1 de la cucsti6n, en cuanto uno de los més ricos y felices, se Teviene ala mano a quien aborda recta y abiertamente las fuentes eseri~ de Dich (Obra ar rl tie pti de p-107 7425 0. ~ Gielen gree ran ena en sorrel) segunda ei- t von Hofmannevaldaa (1616-167): poets lirico slemén. Bajo la {nfluencia de Opits, compuso poems de inapicacion slteraativemente buclica, ens tea y religious, en un etilo emanerado y preciosa que ya antunciaba el decive dela poesia barroca (W, del.) 426 1 omoen ek ravers enn 2 sndlogoreaparcei sm vex en el Sten endDrg, La Leng a se retuerce®", Sacada del contexto de lo alegérico, tal es la flosofia. dela criatura y su lenguaje. La derivacién del alejandrino, en cuanto forma métrica del Travenpiel de su interior. De hecho, para decirlo con Omeis*, el ™. Si ante las colosales proporciones de la arquitectura y la pintura barroca se ha podido destacar en ambos casos la “propiedad de simular la ocupa- cin del espacio", el lenguaje del Traverpiel, que en el alejandrino se descarga de modo pintoresco, tiene exactamente la misma tarea. La sen- tencia~por estacionariamente que persista en el momento la accién por ella sefialads— debe simular ¢l movimiento; pues en eo estribaba una necesidad técnica del pothos. Harsdérffer hace que veamos claramente la concreta violencia que, por serlo respecto del verso en general, también es propia de las sentencias. «4Por qué tales obras estén escritas en su ‘mayor parte en lenguaje medido? Respuesta: pues los énimos deben ser movidos con maxima vehemencis, / 2 los Traenpiele y los dramas pasto- riles les es itil el edificio de la rima, / que, como una trompeta, la pala~ bra /y la vor comprime, / para que asi produzcan tanto mayor impre- si6n>®, ¥ como la sentencia, que a menudo se encuentra obligada a Soe op 4 Go oe i Fr Unkeridad de Altdorty uno dc lon pesdentes del grep de on: panores de Pega que fue fundado en Néremberg por Harsddsffer. [N. del] {EL ALEAANDRINO / EL DESHEMBRAMIENTO DEL LENOULIE 427 adherirse al repertorio que forman la imagenes, se complace en llevar al tan poco de su inteligibilidad que la oscuridad aun puede aumentarla. Los principios de teoria del lenguaje y los hébitos de estos escritores hacen surgir en un lugar absolutamente inesperado un motivo funda- 73 Werner Richter: Lehstenpf1630 und Sheu 1670. En Belg av dchen Theslephicte sn cht [Cmbo eee 650) mene e670. ns er ori dl teat ole del igo vr, Belts, 1910 Caete 78), pp. 70: 74 Of Flemming: Gok nsdn den Londen dec Ses ee, pp: 270, ©) Werner Richter (187-1960): germanina slemin. [N-del.] 424, EL ORIOEN DEL TRAUERSPIEt ALEOAM , ELEMENTS DE UNA TEORIALMOOISTICA BARROCA 425 Por una parte se intentaba asi apropiarse de los contenidos culturales mis reine delat palabras, sino que et disulio en mus sonidony eonan- . i >". «Para élla a era la primera letra, Tague le del corazén; | la iel tentro del amor supremo; lar, past gue ‘raspa: " Neremberg, 1644, p. 1 [dels ogioncion particular]. 65 Gir. Borcherdt: Anus Bue, nec, pp. 8 «777 (aot 2). 'y para T. Tie, 66 Tiemann: be ot, ps 228. ‘de las formas verbale latina, ra inclusion en las onomatopéyicas sumenta no menos 67 Hlaradorffer Sctoceffir de Tete Sprache, lc, p. 14. chest. Aa, ramp rompe mis que ran, [N. del] 68 Such: beet. pp. 45. & ' 422 1 ORIOEN DEL TRAUERSPIEL ALENAM tas, Sélo cuando, ante las profundidades de su abismo, prevalece la de los més grandes alegéricos cuando habla del lenguaje, defendia el valor de los sonidos frente al silencioso sentido profundo. E desarro- fia /y palm onm ms propia wbunead eterna haa que soeaa remene/ igual que un érgano de abundantes voces es accionado por un soplo Xinico, / de modo que eada una de las voces /y cada uno de los tubos da su ido de coodicconer, doadela perfecion rij dsl imperfecibn. Suinlluen- etc do pei pemdans tes posers como Hamann, Hel -ELEWENTOS DE UNA TERIA LINGOISTICA BARROCA 423, tono>'™), «Cuanto de Dios se dice, / ——: Hennepin ery yannren Pero si el espiritu deseu- bre la signatura, / entonces entiende la boca de otro /y ademas entiende 7 de qué modo el espiritu ... se revela en el sonido con Ja vor ... Pues en lnvaina de la figura externa de las criaturas, / como en sus impulsos y deseos, /7 en sus sonidos emitidos, / en su vor o lenguaje / se reconoce € espiritu escondido ... Cada cosa tiene boca para la revelacién. Tal es el lenguaje de la naturaleza / con el cual cada cosa habla a través de sus cua~ lidades / y continuamente se revela a si misma>'™", Fl lenguaje hablado 5, por consiguiente, ambito de la expresién libre, originaria, de la cria- tura, mientras que el ideograma alegérico esclaviza las cosas en las imbri- caciones excéntricas del significado. Y este lenguaje, que en Bihme es el de las criaturas bienaventuradas, y el de las caidas al contrario en el verso de los Traverpiele, se postula como natural no sélo por lo que hace a su t6ricamente, spare la Bla, gus ovginarament odo cl munde, también por tanto el de la Antigiiedad clisica, era sin duda slemén>"™™. pore calriaiamo. Fs tambien conocido por mu a save del Ti Eid 4572) y dl primer libro del Gogoi de Rabelais (8. del] 416 "EL ORIEN DEL TRAVERSPVEL ALEHAN, logia medieval, la imagen aleg6rica aparece triunfante. «Ahora bien, lo ‘mismo que Catalina ya ha probado antes la victoria que sobre la muerte obtiene el amor sacro, asi éstos nos mucstran el triunfo 0 cortejo de la victoria dela muerte sobre el amor terreno>"", as se lee en efecto en la sinopsis inchuida en Cardeioy Celinda. «El principal objetivo que guia este drama pastoril>, observa Hallmann a propésito de Adonisy Resblla, es el amor ingenioso que sale triunfante de la muerte>"". [a virtud vic- tra, crea Hugs Sinn: Ta moda més reciente de ta Tiong a aoa Kothen el sho 1643 qu fron Invalides de este esquema. Pues Italia, cuna de la emblemétics, siempre marcé la pauia en estas cosas. O, como dice Hallmann: ¢Los italianos, que sobre- sentido, se puede el a iadamente a las sentencias como -™!. locuciones propiamente emblemiticas"™, sino discur- 26 Gryphius: lec, p. 269 (Core und Celine, Sinope). 27 Hallmann Two readen- und Sfp, loc. p 9 (del prologo no paginade]. " nih ie goiter 3 Ole Hallmann etd, hep. 7- grabado sleg6rico. Asi los versos introductorios del héroe en el Papi~ 4a soberbia altura | del imperio estalla en resplandecientes llamas bajo él, de las olas se va abriendo camino hasta los campos | y aqui la célera del ciclo, mezelada con el rayo y con el trueno, | aleanza torres y templos, y cémo Jo que la noche logra refresear | lo quema ardiente slain yw que esta concepei6n casi pues i concepcién global>", Por supuesto que su improvisada {én eritica no a6lo habré de hallarle de mala gana paliativos, alejarse de su comprensi6n tanto como hace el autor ce lo que hay que demostrar-, en relacién con el simbolo la alegoria occidental es un producto tardio resultante de muy fecundos debates corte obligado én el que la a 33, Gryphion: bot. p 522 Gdns Pou Papvons , tm.) ‘34 Elrmat] Willen: Ober dekh Bhendug der istic Spe, Halle, 1873, p. 1 35 Meyer: be ct p- 967. 428 ft onoeN EL TRavensPieL ALMA mental de la concepcién aleg6rica. En los anagramas, en los giros ono- matopéyicos y en muchos juegos de palabras de toda indole, la palabra, ‘como la silaba y el sonido, se pavonea emancipada de cualquier asocia~ ‘cin de sentido heredads, a saber, como cota que se puede explotar ale- ‘Gryphius, por la plasticidad esposa de Herodes, le caen a la vista por casualidad los trozos de una ‘carta en la que su marido, caso de que muera, ordena que la maten con el fin de proteger su honor, que esté supuestamente amenazado. Ella evanta del suelo estos trozos y luego da cuenta de su contenido reci~ pio cierto tinte alegérico. Reducido a escombros, el lenguaje deja de servir como mero medio de comunicacién y, en cuanto objeto que acaba de nacer, pone desde ahora su dignidad junto ala de los dioses y los rios, las virtudes y otras configuraciones naturales exaltadas hasta lo alegérico. Esto viene a ser algo particularmente dréstico, tal como ya se hha dicho, en el caso concreto del joven Gryphius. Si en el alemén no se 75 Calderon: Schaupide (Obra, trad. sl. de Gries, vol. 3, Belin, 1818, p. 316 (Eifr- ach ds gift Shu [mayer mente lose, 1) or. exp. cit: p. 478) y | ) FL DESMEMBRAMIENTO DEL LENOUNIE 429 encuentra, ni aqui ni en parte alguna, ningtin equivalente al incompa- elarte de lograr que en la digputa los personajes se repliquen unos a otros como en jirones sueltos del discurso. Asi se ve por ejemplo en el ‘segundo tratado® del Leén de Armenia: "*" tan abundantes en el Fruenpidl. El gesto que de este modo trata de incorporarse el signi~ ficado resulta ser uno con la deformacién violenta de la historia. En el lenguaje como en la vida, no adoptar otra cosa que el tipismo del movi- miento de las criaturas y expresar sin embargo el todo que compone el mundo cultural de la Antigiedad hasta Ia Europa cristiana es la actitud 79 Cie. De Gre Mate foannas wen Nom, citado vein Wei oo. pp-148 {80 Hallman Troe~ Freer und Schafer Spe, a ot, p.t [del prélogo no paginade) Laon 431 ‘extraordinaria que jamés se desmiente ni siquiera en el Traversiel. Su artificioso modo de expresién se fundamenta por tanto‘en la misma extrema nostalgia de la naturaleza que contienen los dramas pastoriles. Pero, por otro lado, precisamente este modo de expresién, que sélo representa ~a saber, representa la naturaleza del lenguaje— y elude ‘cuanto puede Ia profana comunicaci6n, es también cortesano, distin- de sus odas. Su engolamiento se basa mucho menos en el sonido y la imagen que en la composicion, en la disposicién de las palabras. La tension fonética del je del siglo XVII nos conduce a la misica ‘ida del discurso cargado de sentido. , también ésta se imbrica con las de lo ‘los dioses mismos! | Antonius: jLa danza, dulce como el anicar, es lo que endulza todo sufrimiento! | Suetonius: jLa danza, dulce como el anicar, mueve tanto las piedras como el hierro! | Julianus: (La danza, dulee como el azdcar, hasta el mismo Platén debe alabarla! | Septituis: {La danza, dulce como el anicar, vence toda la concupiscencia! | Hono- ius: jLa danza, dulce como el azicar, reconforta tanto el pecho como el alma!>"!, Por razones estilisticas podré suponerse que tales pasajes se 81 Hinutnetein oc ot, . 14. 85, Hamann Toner Frond SiS, lc Spin. 70(V, 1858) cep 108 a.) ————$— 432 x rues Den. AERSPAEL ALEMAM ATER LA ESCRITURA 433 recitaban a coro! Asi tambiém Flemming” con respecto a Gryphius: precisemente en tanto que es el hombre no-artistico en si. Y como no Spe lor papeles secundarios no eabia esperar demasiado, Por 50 los bezrunta la profundidad dionisiaca de la mses, eransforma el goee hace hablar poco, prefiriendo, juntarlos en un coro, y de este modo musical en una retérica intelectual de palabras y sonidos de la pasion Toga importante efectos ataticon que no a habrian pode seguir temitidos en silo rapprsentatio y en la voluptuosidad de las artes del canto; y ee ants cl lenguaje naturalista de los individuos. Ast uta ¢ aris 2 - no siendo capaz de contemplar ninguna vision, obliga al maquinista yal Mowe del eed astico la coersién deo natural” Se ha de pen- decorador a servirle; y no sabiendo captar la verdadera esencia de! artista, sar en los juec onjuradosy comparsas de Lain deArmeia, en los corte hace aparecer ante él, mégicamente, a su gusto, el "hombre artistico pri aoe de Catalina o en las doncellas de Julia. Empujabs dems hacia la sitio ex decir el hombre que en a pasion eantay dice vereo >, Por pera aquella obertura musical que entre los jesus Y los protestantes insuficiente que para el conocimiento de la épera siga siendo cualquier precedia siempre al espectéculo, *Yampoco los intermedios coreogréf comparacin que pueda establecerse con la tragedia ~no digamos con la rere como el exile, coreogrifico en sentido més profundo, propio de ‘musical, nos resulta sin duda indiscutible que, desde el punto de vista {a intriga son ajenos a esta evolucion, que hacia el final del siglo trajo la dela poesia y sobre todo del del Trovenpicl, la 6pera tiene necesariamente vee gn del Fouenpel en la opera. En El naciniete dela regeia Nietzsche {que aparecer como producto de una decadencia. La inhibicién del signi- danas las conexiones que se destacan en estas reminsscencia. L0 qe ficado y de la intriga pierde enteramente su importancia, y el despliegue lye proponia era diferenciar adecuadamente la qe la" ‘ragica’ obra de la fabula operistica tanto como el del mismo lenguaje operistico no sscame total reapecto de la 6pera Kédica, que se babia ido preparando sncuentran obsticulos hasta desembocar en Jo banal. Gon la inhibicion see clo largo del Berroco. A ésa, al contrario, le decara le guer=®, al desaparece el luto, que es el alma misma de a obra, yal vciarse la arma: coe nar el reeitativo, Com ello se adheria a aquella forms que an A zon dramética, también lo hace la exeénica, Ja cual ahora ~puesto que Ia ane eprresponiia a una tendencia de moda, revivir el sonido origh> alegoria, cuando no desaparece por completo, queda reducida a un ara veda ceutura. «Cabin. entregare al suefio de haber bad ‘opaco ormamento—se busca otra justificacién. evo alos paradisiacos comienzos de Ia humanidad, cuando también la ‘iaiea tenia que haber poseido mecesariamente aquells Pures, aquel La voluptuosa complacencia en la mera sonoridad tiene su parte en la poder e inocencia insuperados de los que an conmovedoramente sabsan decadencia del Traverpel. Pero, pese a ello, la misica—no por concesion Pepi los poctas a través de sus dramas pastoris ~» El ecitative ss Soo {Ge los autores, sino sin duda por su propia esencia— se encuentra ligada aoe Dino el Lenguaje sedexcubierto de aquel primer hombres yla Sntimamente con el drama aleg6rico. Al menos esta seria la leecién que ‘pera, como el pais reencontrado de aquel ser idilica o heroicamente se sacaria de la filosofia de Ja musiea de los roménticos, quienes tienen. reer gue en todas aus azciones obedece al misma tiempo a wn info con ella una afinidad electiva, a la que aqui se podria interrogar. Por lo vtnion natural, que en todo lo que ba de decir eanta al menos op Poy ‘menos en ella, ys6lo en ella, se produciria la sintesis de la antiteticidad vr cantar en seguida a plena vor ante la msligera exctacion ae a prudentemente instituida en el Barroco, y tan sélo con ela aleanzaria Fe ny mpotenteaicamente te cea una pec de rts pleno derecho la antitetcidad. Al menos con semejante enfoque romén~ {ico de los Trouespide se plantea la cuestién de eémo en Shakespeare y en Calderén la miisica esté asociada con ellos de modo no puramente tea~ fe Richard Maria Werner, Johan Chitin Halas se Deas {efotann tral. Porque tal es el caso. ¥ asf cabe esperar que la siguiente explicacion i care ein del genial Johann Wilhelm Ritter’ abra una perspectiva en la que esta ‘exposicién ha de renunciar a profundizar como a una improvisacién 85 Niewche lec pp 192m [ed ep: pp 153-155) 35 Meera cn Racer 776-1810) fica slemdn, Poe el primero cm observer que 434 11 OMEN be reaueRsPeL ALEMAN ‘irresponsable. Sélo podria emprender exa tarea una imprescindible dis cusién sobre los fundamentos histérico-filoséficos del lenguaje, de la misicay de la eseritura. Lo que sigue son pasajes de un largo tratado, si ed: de, W. Riser [edicon gia, egundo tomo, Heidceng, ro. pp. 227m 87, River ec, 9. 250- + Eruat Chisdai (756-1827): fico alemn. En 1794 afirmé el origenebemico dele ‘meteorites. Autor de rabajordeactstien, descubrie Int vibrcions longiudinales de uTTen Y LA cscarruna 435 ‘imagen cs an slo signatura, sélo monograma de la esencia, no la esencia ‘misma ¢ni gu énvoltorio. Sin embargo, en si misma la escritura nada tiene de meramente utilitario, no queda eliminada como escoria durante la Jectura. Ella entra en lo leido como ‘figura’ suya. Asi, los impresores, ¢ incluso los escritores del Barroco, dedicaban sin duda la mas intensa casey eas irate dea plac con yd dea ares fn (om ae amadas figuras de Chladnie). (W. del, +P 243, Sn promiches Jaden Se ets een rol, ed 29 vol: dace trl Pops Ste aw loins lsfnwf, 2 ed, Visa, 1906, p. 6 le. eps Digest isp, em Obrien Fundacion Universitaria Epatla, Madrid 198g, vol p GO} 436 EL ORIEN DBL TRAUERSPIEL ALEHAN atencién a la imagen perteneciente ala escritura. De Lohenstein se sabe aque eejereité de su propia mano en la mejor figura impress sobre el punto de vinta de lateoria del lenguaje, ex tunidad del Barroco de la palabra junto con el Barroco de la imagen. p. 7 (nota). gt Maller: be: 32 Herder mide Si hep. 198% 93 Stich: leat, p-42. 94 pure lo of, . 14- ‘ fue hallado incorrupto atin en la tumba Traverpiel propio del Barroco apuntara menos claramente al Sturm und ; pasados muchos aftos de su entierro!™, Si el martirio apresta de este Drorg y al Romanticismo, y la salvaci6n de su mejor parte se esperara de modo embleméticamente al cuerpo del vivo, no carece sin embargo di modo menos apremiante, aunque esto también sin duda en vano, de los importancia el hecho evidente de que el dramaturgo tuviera siempre experimentos dramiticos més recientes. La precaria construccién de su Presente el dolor fisico como tal en tanto que motivo de la accién. No contenido ha de tomarse en serio —como es obvio-, sobre todo esos ‘6lo el dualismo de Descartes ¢s sin duda barroco; en el més alto grado, smotivos tan ingratos de los que no parecen deducirse sino exclusivamente | 4¢ toma en consideracién como consecuencia de la doctrina del influjo constataciones teméticas. Ante todo: ga qué vienen esas escenas de i sicofisico la teoria de las pasiones. En efecto, como el espiritu es en si horror y de martirio en que se regodean los dramas barrocos? Con- i ‘mismo razén pura, siempre fiel a s{ misma, siendo las influencias cor- forme a la ingenua, irreflexiva actitad de la critica de arte del Barroco, las \ porales las que por fin lo ponen en contacto aélo y exclusivamente con fuentes para una respuesta inmediata escasean. Pero hay una, oculta aun- el mundo exterior, la violencia de los tormentos que éste sufre consti- ( | Dicha emblemética particién ~transpuesta al émbito de una propiedad i contiméen ereciendo en el eadéver. En la pli, en la mneme misma, hay | ‘un ‘memento mori’ siempre en vela; Ia obsesiGn barroca por la muerte 1 | tempranos productos de Lohenstein hay notables muestras de este | P Pro y mi His ormened eee a | tema Ifrico. Todavia en la escuela debié celebrar, siguiendo en esto un. 3 Bockler: loc cit, p. 104. ' 4 Marin Opis jth Brel, 1695, Folio Ai. + Enero, el cuerpo humano ne pure formar parte de wn icone simblico, pro una i 5 Off. Halleann: Lede, lc cb, p. 977 pert del cuerpo noe nupropiada pra nu consitucién>. [N. del 7.) | 5 Gryphon cc, ps 390 (Care Shar, 989/390). a 440 FL OROGN DEL TRADERS PIL. ALEMAM antiguo esquems, "". Como es bien sabido, también en Pare el Tews! de siglo x01 el cadiver se convierte ene accesorio emblemético. Sin él las apoteosis serian casi impensables. ilidos eadiveres>", y es cosa del tirano abastecer de Ilas de la influencia del teatro de bandidos sobre el Gryphius tardio, pone bien a la vista lo que Bassiano Caracalla ha hecho a la familia de Papiniano. El padre y sus dos hijos han sido asesinados. «Criados de Papiniano traen a excena ambos cadéveres en sendos catafalcos y los colocan uno frente a otro. Plautia ya no Kabla, sino que con suma tris- teza va de un cadaver a otro, besa de vex en cuando las cabezas y las manos, hasta que por tltimo se desmaya sobre el eadéver de Papiniano, siendo levada por sus damas de compafiia en pos de los cadéveres>"™!, Y en la conclusion de la Sofia de Hallman, tras la consumacién de todos los martirios sobre la inflexible crintiana y sus hijas, se abre el escenario que nos «muestra el banquete funerario, / es decir, las tres cabezas de los nifios con tres vasos de sangre>"!, De hecho, el '™!, Més tarde tales banquetes aparecieron en escena, recurriéndose al efecto a un truco italiano que Harsdérfler y Birken recomiendan. Por un agujero en el tablero de una mesa, cuyo mantel colgaba hasta la altura del suelo, aparecia Ia cabeza de un actor. En ocasiones, estas exhibiciones del cuerpo inanimado se dan también al comienzo del Trauenpiel. Tal es el caso de la acotacién escénica en la introduccin a la Gatalina de Georgia, tanto como del curioso decorado ‘de Hallmann en el primer acto de su Herodio: «Un gran campo, / leno de cadéveres del ejército derrotado del emperador Mauricio, junto a varios arroyuelos que van brotando de las montafias vecinas>!, ‘No es tan s6lo un mero interés de anticuario lo que impuléa aqui a seguir las buellas que. més claramente a partir de este punto que no de cualquier otro, nos remiten hasta la Edad Media. Pues no podré sobre- ‘estimarse en modo alguno el reconocimiento del origen cristiano de la concepeién alegérica en au significado en el Barroco. Y, por muchos incluso en el mudar de su intencién. Los poetas del siglo XVI te asegu- raron a menudo retrospectivamente esta huella. Asi, en el easo de Los sufmients de Cristo, Harsdérffer remite a su discipulo Klai al Poemade la ién Gryphius «tradujo casi yeinte himnos de la Alta Edad Media ... a una lengua que era sin duda 12 Gayphius oe et, p. 17 (Catharina v0 Gepo,1 649 m4). 13 Gopi p24 (Cabin ee» serine 14 Hallmans: Tuer 15 Of. Tiumana: bec. 442 ft nveeN DEL TRAVERSPIEL ALEMAN {0s CUGRPOS BE L05DIOSES EN EL CRISTAMISMO 443, replica Sofia". Esta escindi6, y sa oscura secuela en la Edad Media revivié nueramente en su luminosa reproduccin durante el Humanismo. A partir de un clima de afinidades electivas, Warburg nos muestra fascinantemente de qué manera en el Renacimiento «los fenémenos celestiales eran humana~ hasta qué punto lo hacen lo muestran las escenas de conjuros de los Frovenpiele-, pe jeculacién sobre las imégenes que quizas ain sea decisiva en la formaci6n del estilo. ¥ su emblematica esté ligada todavia al mundo medieval. No hay ningin engendro, por més barroco que sea, de la fantasia aleg6rica que no del Troverpid los antiguos dioses aparecen en el mismo nivel que las ale~ gorias. Y como el temor a los demonios hacia por fuerza que la carne siempre toxpechosa pareciera de forma particularmente opresive, ya en la Edad Media se procedié radicalmente a su dominio emblemético. La desnudez como emblema®: asf podria sin duda titularse la siguiente 444 1 OROEN DEL TRAUERSPIEL ALEMAM exposicién de Bezold”. «Sélo en l més all deben los bienaventurados ser participes de una corporeidad incorruptible y de un disfrute reci- proco de su belleza en pureza completa. (Agustin: Deciotate Dei, Xx31, 24.) Pero hasta entonces la desnudez sigue siendo un signo de lo impuro, como apropiada que era en todo caso para los dioses griegos, es decir, demonios infernales. Consecuentemente, también la ciencia medieval, cada ver que se encontraba con figuras desnudas, trataba de interpretar cesta inconveniencia recurriendo @ un simbolismo a menudo traido por los pelos, la mayoria de las veces de earécter hostil. Léanse si no las cexplicaciones que nos dan Fulgencio™ y sus seguidores de por qué causa ya Baco se los pinta desnudos: a Venus, p. €j-» por que a sus adoradores los devuelve a casa completamente desnudos, 0 no se puede ocultar; a Baco, porque los posesiones, porque el embriagado no es capaz de guardar para si ni sus pensamientos més secretos ... Alam~ bicadas hasta la saciedad son las relaciones que un poeta carolingio, Walafrido Estrabén"™, intenta descubrir én su més que oscura deserip- ion de una escultura desnuda. Se trata de una figura secundaria de la estatua dorada de Teodorico a caballo ... El hecho de que ... el ‘acom- pafiante’ negro, no dorado, exhibiera su piel enteramente desnuda, induce al poeta al juego intelectual de que el desnudo ofende también al desnudo, al tirano arriano privado enteramente de toda virtud>"™". ‘Como de esto cabe deduecir, In exégesisalegérica apuntaba ante todo en dos direcciones: estaba claramente determinada a fijar en términos 10 rindrch yon Besold: Ds d te te matali Herma La een Codes duns angel Hare need, Bona/Lsiig 1988, pp. 31 Gi. Vent on Bena eve columnar 299/16 (acide Rage). Gamay Theodor Fricrich oa Berold (848-1994): argues e hitoriador de ate emis. (dele £849); monje benedictino, poetay diplomaticoslemn, Tras trabajar una déenda en la carte, en el no 839 el exaperador Ladorico Pi (nacvor de! To nombrs “bed de Reichenau. Ya en el 827 hab serio el er deuteron (Liotta ‘elorherte), que es también conocido como el Herul, una dels obras de boténica ‘de importantes de toda la Edad Media. Trasla muerte de Walahfrid,Reichensu dejs pronto de ser un importante centro de ealtara (N. del.) FL LTO EW EL ORIOEN DE LA ALEOORIA 445 cristianos la verdadera naturaleza, demoniaca, de los antiguos dioses, yal tiempo servia a la mortificacién pindosa del cuerpo. De ahi que, no por azar, Edad Media y Barroco se complacieran en ingeniosas yuxtaposicio- nes de las imagenes de idolos con las osamentas de los muertos. Asi, en la Vida de Consantino, Eusebio* Hega a hablar de calaveras y huesos presentes cn las estatuas de los dioses, en tanto que Mannling sostienc que los El concepto de Io alegérico no puede Traverpiel mas fmbolo teologico eron disponibles en cuanto cémodos medios de tica. A partir de los poetas de la €poca neroniana, destacado representante, que marcé la pauta para todo el peri terior, seria Nonno”*; asi como, en el ambito de la literatun ‘steampatis en lt [nda ulkinayurdisepopeya pagana, en la que un rics maginacién ‘queda romergida por Ineradicion lejndcinay por una retérica exuberants. Conver ‘ido despucealcrianismo, compas tna Prefane dl Faget ganna. (¥. del] ee 446 Lome DEL reAUeRSPet ALAN 2 LuTO EW EL ONCE DE LA ALESORIA 447 Claudio Claudiano*, nacido en Alejandria. Todo, cualquier accién, tanto el hecho de que el impresionable sentimiento religioto de la Anti- giiedad podia elevar sin Peeve rege ee nnn nn gore ‘SDebemos admis tir por 1 Vener bees. 986 GE Gti mn ct Cnr a 70 10 pon ‘cre pie cay cpopan malopen sn Boga eet ‘cae pecs tcilde Secon Hone Sele cones hime pra ea spUabiegeet cca iter esa) at User bsp. $e mba pp. 65 ica na tenreen aera cic iaca tenia! 3 Ait ltog Pedoni Gn Santos (Ce Sal, 90/50 sada parativo le convirié en fandador de a moderna historia de la religion. [W. del.) tegiin Bezold, be at, p- 30. a imocentes se alzarén los bronces que ahora se tienen por 448 1 OR0NH DEL TRAUeRsPie ALENAN ain no se habia cumplido doce afios més tarde. Para el Barroco, ¢ incluso para cl Renacimiento, el marmol y los bronces de la Antigtie- dad conservaban todavia algo del horror con que San Agustin habia reconocide en ellos, «por asi decir, los cuerpos de los dioses>. «En. su interior habitaban espiritus que serfan evocados, y podrian datiar a aquellos que los veneran y adoran, o cumplir sus deseos>"™". O bien, como Warburg lo expresa para el Renacimiento: ¢La belleza formal de las figuras de los dioses y el elegante equilibrio entre la fe eristiana y la pagana no deben, sin embargo, hacernos perder de vista que incluso en la Italia de hacia 1520, es decir, en la época de la actividad artistica mis libre y creativa, la Antigiiedad se veneraba, por asf decir, en un Hermes bifronte que presentaba un rostro de oscuridad dem. nfaca, para exigir un culto supersticioso, y otro de olimpica dad, que demandaba una veneracién estética>"™. Hay que tener en ‘cuenta que los tres momentos més importantes en el origen de la ale~ goresis occidental no son antiguos, sino antiantiguos: los dioses, que penetran en el mundo extrafio, se vuelven maléficos y se convierten ‘en criatura. Pero subsiste el ropaje de los olimpicos, en torno al cual se rednen los emblemas en el curso del tiempo. Y este ropaje es tan creatural como el cuerpo de un diablo. En este sentido, la ilustrada teologia helenistica puesta a punto por Evémero" incorpora, curiosa- sn elemento propio de la naciente creencia popular. Pues luccién de los dioses a meros hombres se vinculaba crecien- temente con la idea de que en los restos de su culto, y ante todo en sus imagenes, seguian operando malignas fuerzas magicas. La demostra- ia vuelve a debilitarse sin embargo cuando cierto satdiiicos asumieron competencias antes a ellos ‘ag Dati gwd enc Biche wander Std Ctes [Wins dee Cid de Dios P. Sibert del latin dela edicion de Maurin, vol. I. ‘merisme). [N. del] Ls TERRORES ¥ LAs PROMESAS DE SATAN 449 negadas>"" Por otra parte, junto a los emblemas y ropajes, perduren las palabras y los nombres, que, en Ia medida en que se pierden como Jos vivos contextos de los cuales derivan, se convierten en origen de aquellos conceptos en los que estas palabras adquirian lo que ya era un nuevo contenido, ahora predispuesto a la representacién alegérice, n la Fortuna, Venus (en cuanto Dama Mundo) y otras Con ello, la extincién de las figuras y la derivacién de los conceptos son por tanto premisa para la transformacién alegérica del Panteén en ese nuevo mundo de mégicas figuras conceptuales. Yen ella estriban la representacién del amor , o el pervivir de seres fabulosos, como el fauno, el centauro, la sirena y la arpia, en calidad de Sigua legsvien amid en cl clo del infierno cristiano. «El guedad en general, que olvidamos que es una recreacién fruto de la cultura humanista erudita; es més, este lado ‘olimpico’ de la Antigte- dad tuvo que serle primero arrebatado al aspecto ‘demontaco’ y tradi- ional; pues, en calidad de demonios césmicos, los dioses antiguos ain formaban parte, ininterrumpidamente desde el final de la Antigiiedad, de los poderes religiosos de Ia Europa cristiana, condicionando tan decisivamente su configuracién prictica de la vida que no se puede negar un poder paralelo de la cosmologia pagans, y en, coped - astrologia, téitamente consentido por Ia Iglesia exiatiana> ™. acierta més profundamente de cuanto se supone. ls Cercania de lox dioses se convierte en vital necesidad para el vigoroso desarrollo de la alegoresis>"™. La concepeién alegérica posce su origen en la confrontacién entre la ‘pbs cargada de culpa que instituy6 el cristianismo y una més pura natura deorum, que se incorpor6 al Panteén. Al reavivarse lo pagano con el Renacimiento, y lo cristiano con la Contrarreforma, también la alego- fa, en cuanto forma de su confrontacién, debié renovarse. La impor- 26 Berolds lc op. 5- 2) Warburg le cp. 5 28 Hom le ot, p42 450 "EL ORIOEN EL TRAVERSPL ALEBAN tancia de esto para el Trauenpiel consiste en el hecho de que en la figura de Satin la Edad Media catecba furiemente made eebado ents lo con la concentracién de lat 1 rigurosamente definido en términos teolbgicos, se le asigné ala materia més unfvocamente que 20 # Tot demontos una sombria spariencia dominant. Con ello lege ‘mirada del aleg6rico. Tan s6lo la Edad Media grabé los angulosos y afi- lados rasgos de este Satén en la cabeza més grande, originariamente, de Jos demonios antiguos. Creada segiin la doctrina gnéstico-maniquea en aras de la buscada del mundo, destinada por tanto a absorber en si misma lo diabélico a fin de que con su eliminacién el sma intelectualiamo, de abi eu saber en torno al significado. La eriatura muda ex capaz de esperar la salvaci6n por lo significado. Pero la saguz 2 eee are traits erator 'y Sant, lo. at, p. 72. 1+ Enrique de Gate 1217-1299) lente emus franc. Infido por Arai, seopuso al tomiame, [x. del) 10S TERRORES LAS PROMESAS DE SATAN 451 yersatilidad del hombre se expresa a s{ misma y, al hacer con el més rrero de tragedia plenamente hindrico, del modo como éllo reconoce en su propio aparte> "1, Ahora bien, no se trata precisamente de un héroe 452 1 OR0=N Det TRAUERSPIEL ALEMAM de tragedia. Este fagaz excurso puede encontrar més bien su justifica- ién en la repetida remision al hecho de que para Ricardo 111, como para Hamlet, como para las ‘tragedias’ de Shakespeare de modo general, la teorfa del Trauerpiel esté sin duda predeterminada a contener los prole- gomenos de la interpretacion. Pues en Shakespeare lo alegérico penetra mucho mas que lo hace en las formas de la metéfora, donde llamé la atencién de Goethe. «Shakespeare es rico en tropos maravillosos que surgen de conceptos personificados que a nosotros no nos van bien en absoluto, pero que en él estén puestos en su sitio, dado que en su tiempo todo el arte estaba dominado por la alegoria>'™!, Mas categori- camente todavia ‘Novalis: «En una posible encont lea arbitraria, una aleg: Sturm und Drong, que descubrié a Shakespeare para 8¢ fija s6lo en lo elemental, realmente no en lo alegérico. Y, sin embargo, a Sha- ‘kespeare lo caracteriza precisamente esto, que esos dos aspectos le resul- tan igualmente esenciales. En efecto, toda expresién elemental de la criarura queda colmada de significado precisamente gracias a su existen~ cia alegérica, y todo lo aleg6rico por su parte se colma de energia gracias tuvo a Shakespeare, se qued6 sin embargo en este barrunto. Pues en Shakespeare la primacia la tiene sin duda lo elemen- jue en Calderén la tiene lo alegorico. Satén, en el Into, Socrates puede equivocarse al afirmar que el conocimiento del bien conduce a hacer el bien, esto es mucho més vilido en lo que respecta al conocimiento del mal. ¥ no es la luz interior, no es ninguna lumen natu- role, o que surge en la noche de la tristeza como este conocimiento, sino que lo que despunta del seno de la tiezra es zesplandor subterrineo. A quien rumia sobre éste se le enciende la honda mirada rebelde de Satén. De nuevo se confirma la importancia de Ia polimatia barroca pars Ia 32 Goethe Sandie irks [Obrs compl], ediciSn de jubile, loc, vol. 38; Scrflvas Laer, 3 sea obec, 2), p. 258 (Mari nd Bein [ed exp. ct: p- 60). 83, Novalis: Sven, ol. 3 le Bp 13, (es TERRORES ¥ LAs PROMESAS DE SATAN 453 literatura del Tavenpil, pues s6lo justamente para el que sabe puede algo representarsealegéricamente. Mas, por otra pare, esjustamente sla cuando no mira pacientemente a la verdad, sino que incondicional e impulsivamente muestra su aspiraci6n al saber abso- luto, a la que se Te escapan las cosas en lo que es u esencia més sencilla, para pretentarse ante ella como enigméticasalusiones alegéricas, més Ia verdad, que lo que en ella apare: curiosidad, enderezada hacia un mer Ia fota morgona de un reino de absoluta espiritualidad, esto es, sin Dios, que, vinculado « lo material en cuanto contrapartida, tan s6lo el mal permite experimentar en concreto. Elestado de dnimo dominante es ¢] indole espiritual. En las figuras del intrigante o del tirano, no deja el Traenpiel de mostrarlas en accién. Lo que seduce sla ilusién de Libertad en la exploracién de lo prohibido; la ilusion de la autonomia en Ja sece- si6n de la comunidad de los devotos; la iusién de la infinitud sumidos 34 Hiallemana: Ledeen, lee p45 Se eS US = Te =e se Tes 454 (EL omen DL reaversPre ALEMAN en el vacfo abiamo del mal. Pues es propio de toda virtud tener ante sf un término -es decir, su modelo en Dios-; de la misma manera que toda depravacién abre un progreso infinito en Ia profundidad. La teo- logia del mal se ha de derivar, por tanto, mucho mis de Ia'caida de Satan, en la cual se confirman los motivos mencionados, que de las admoniciones en que la doctrina de la Iglesia suele representar al Caza dor de almas. La espiritualidad absoluta, que es precisamente lo que Satin significa, se arrebata la vida al emanciparse de lo sagrado. La -s6lo aqui inanimads— materialidad se convierte en su patria. Lo material sin ‘méay lo expiritual absoluto son los polos del émbito satdnico, y la cons- ciencia su sintesis barata, con la que remeda la auténtica, la que corres ponde a la vida. Pero el especular de la consciencia, que es ajeno a la tacién carente de fondo. Sus datos no se prestan a entrar en constela- ciones filoséficas, sino que estan asi depositados en calidad de mero repertorio para el sombrio despliegue de la pompa en los libros de emblemas del Barroco. Mas que con cualesquiera otras formas, el Travenpiel trabaja justamente con ese repertorio. Transformindolas, interpreténdolas y profundizéndolas infatigablemente, intereambia sus imagenes entre si. En ello predomina la oposicién ante todo. Y, sin embargo, serfa equivocado, o al menos claramente superficial, relacio nar con el placer de la mera antiteticidad los innumerables efectos por Jos cuales, visual o ya s6lo linguisticamente, la sala del trono se trans- forms en cércel, el aposento del placer en eripta funeraria, la corona en guirnalda trenzada de ciprés ensangrentado. Ni siquiera la oposicion 35 San Agustin: lc ct, p. 564 (or, 20) [ed. exp ct p. 588). + «Unsole demonio mbe més que tse. [nw del LUNE OE LA MEDTACION 455 entre apariencia y ser puede dar cuenta exacta de esta téenica de las metéforas y las apoteosis. A la base esta el esquema del emblema, desde el cual, a través de un artificio que siempre tenia que avauallar de nuevo, brota palmario lo significado. Corona significa guirnalda de ciprés. Entre los innumerables documentos de este furor emblemitico hace ya mucho tiempo que se han reunido pruebas al respecto™-, por su cru- deza arrogante es insuperable el texto en el que Hallmann, «cuando el cielo politico relampaguea>, hace al punto que un arpa se transforme en '™”. En idéntica linea parece hallarse esta ‘exposicién de i toda su completa oscuridad, vanagloria y distanciamiento respecto de Dios no parecen ya sino autoengaiio. Aun asi, significa sin embargo no ‘comprender nada lo aleg6rico el querer separar el acervo de imigenes en ‘que se produce dicho vueleo hacia la salud de la salvacién de aquel otro sombrio que significa la muerte y el infierno. Pues, precisamente, en las visiones de embriaguez destructora en que todo lo terreno se derrumba hhasta quedar reducido a un campo de escombros no se descubre tanto el ideal de la inmersién slegérica como més bien su limite. La desconso- lada confusién del Gélgota, que puede ser leida como exquema de las figuras alegéricas en miles de grabados y descripciones de esa misma époces, no es sélo simbolo de la desolacion de la existencia humana, 36 Of. Suche: be ct, pp. 336% 9% Halimann Lad 8. ; 38 Hallmann: be a. p. 3 [del prologo no paginado]. 39 Off. Lohenstein: Appin, ect. Pr 74), y Lohcaaein:Sopnébe, be op. 75(¥)- es 456 ELONGEMDEL TRALERSPIEL ALEMAN En élla caducidad no es significada, no es alegéricamente representada, tanto como es significante y ofrecida como alegoria, Alegoria de la resu- Jo repudiado, se convierten en alegorias, junto con el hecho de que éstas colman y al tiempo niegan justamente aquella nada en que se represen ‘an, con lo cual finalmente la intencién termina por no seguir perseve~ rando en la fel contemplacién de la osamenta, sino que ya, infielmente, salta de golpe ala resurreccién. ‘Con Manto espatcimos las semillas sobre los barbechos | y, tristes, nos marchamos®'“". Vacia se va asi la alegoria. El mal sin més, que ella cus~ todiaba como duradera profundidad, no existe sino en ella, es inica y caclusivamente alegoria, significando algo distinto de lo que es. Y por cierto que significa precisament te el no-ser de lo que esto representa. {Los vicios absolutos que los tranos cintrigantes repretentan son alego- las, Asi, no son reales, y aquello por lo que estin sélo lo tienen ante el 40 Teens Bloor, lst, Hyacntion, p. 50 (Reener Tadun-Kopf Hern Maths Macines)- (Die Fial-fate Tesi Aut on Siomunde Bea [Sd on Biter} (lean ede eng Foprede or Samide Bea [Semana Biel), Necemberg, 1612, pT “PownerAcion misTERIOSA 487 mirar subjetivo de la melancolia; de este modo, son esa mirada que sus Propios engendros aniquilan, pues s6lo significan su ceguera. La medi- tacion subjetiva que setialan es lo tinico a lo que deben su existencia. 458 Lom oEN DEL reAUeASPiL LEM apariencia del mal ve por su parte plenamente reconocidos sus derechos dada en especticulo se convierte en garante formal del milagro, porque proclama la acci6n divina misma. Y «no hay ningain giro que el estilo barroco no haya coneluido a través de un milagro®'*, «Fs la idea aris- “Ponmenacion nIsTERIOSA 459 dobles y triples columnas y pilastras salientes, refuerzos y garantias de cohesién, para sostener un balcén tan sélo? gQué es lo que delatan sino hacer que mediante las dificultades de sustentacién resalte desde abajo el milagro de la suspension desde lo alto? Con ello se presupone como porible eso que sc lama la ponderacion mpteriosa, la intervencién de Dios en la obra de arte>"", La subjetividad, que como un angel se pre- cipita en las profundidades, es recuperada en alegorias y fijada en el cielo, es fjada a Dios, a través del recurso a la ‘ponderacién misteri Solo que, con el banal repertorio de teatro, que despliegan el Reyen, el entremés y la pantomima, no se puede poner en pie ni tan siquiera la transfigurada apoteosis que Calderon enseia a conocer. La cual se constituye de modo necesario a partir de una significativa constelacion del todo sobre el que no hace sino més hincapié, por més que menos duraderamente. La patente insuficiencia del Travespielalemén la consti- tuye ein duda la carencia que afecta al desarrollo de la intriga, Ia cual dificilmente, ni de lejos, esta nunca ala altura que alcanza el espafol. ‘Solamente la intriga habria sido capaz de conducir Ia organizacién de la ‘escena hacia esa alegGrica totalidad con la que en la imagen de la apote- osis surge algo de indole distinta a las imagenes que encarnan el decurso, dando al luto su comienzo y ru final. El poderoso esboro de esta forma ha de ser pensado hasta su fin, y s6lo bajo esta condicién puede tratarse la idea del Traverpie!alemén, Como en las ruinas de los ‘grandes edificios la idea que corresponde a su proyecto habla de manera mis impresionante que en otros menores aunque todavia bien conser~ ‘vados, el Trauerpie! alemén propio del Barroco aspira a una interpreta~ cién, En el espiritude Ia alegoria se hallx desde un principio concebido entanto que ruina, que fragmento. Si otras formas distintas resplande- cen con la majestad del primer dia, en el Gltimo la imagen de lo bello ha quedado fijada en esta forma. 48 Bovina: Dic Anti n Peta Kuthors, vol, best, . 19,

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