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Uno de los puntos de fricción más importantes con los revisionistas es muy
sigificativo. Para ellos se trataba de someter a los equipos de la Revolución
Cultural a los órganos del Partido Comunista; por el contrario, para los
impulsores de la Revolución, de lo que se trataba era de atacar esos mismos
órganos y depurarlos. La consigna de disparar contra el Cuartel General tenía
ese significado, especialmente en Beijing: el enemigo era el propio Partido
Comunista.
La Revolución Cultural fue obra de Mao, que desde el Gran Salto Adelante
había sido desplazado de la dirección del Partido Comunista. También en este
punto se trata de un fenómeno original porque no hay muchos ejemplos en
los que la revolución la desencadene quien nominalmente es el máximo
dirigente del país. Al final del Gran Salto Adelante, a pesar de que había sido
relegado del primer plano de la vida política, Mao había esperado agazapado
hasta que pudo retornar, criticando muchas de las medidas adoptadas por la
dirección del Partido Comunista. Mao temía que en China se impusiera el
revisionismo como en la Unión Soviética con Jruschov. Sus críticas principales
a la conducción de Liu Shaoqi, Peng Zhen y Deng Xiaoping fueron el retorno a
las formas privadas de agricultura, el resurgimiento de los centros de
enseñanza superiores y el uso de la tecnología extranjera.
La Revolución Cultural era una necesidad muy sentida por las masas y sus
protagonistas más conocidos fueron los Guardias Rojos, formados
principalmente por estudiantes. Pero no se trata de los estudiantes ociosos
que conocemos en occidente sino de jóvenes que compatibilizaban el estudio
con el trabajo. En una emisión de radio se definió así: La guardia roja es una
organización creada por los escolares de enseñanza media de familias de
obreros, de campesinos pobres y medios, de cuadros revolucionarios y de
soldados revolucionarios. Su distintivo era un brazalete rojo que simbolizaba
el regreso a los tiempos heroicos de la Larcha Marcha y de Yenan. Se
recuperaron muchas de las consignas y gestos de las décadas pasadas,
tratando de volver al espíritu combatiente de antaño. Algunos guardias rojos
sacaron del baúl los viejos uniformes militares de sus padres y se los
volvieron a enfundar. En la literatura y el teatro se desempolvaron los temas
antiguos de la lucha contra los japoneses y las historias bélicas
revolucionarias.
La mejora cultural y científica debía llegar de los países más avanzados, que
no sólo eran capitalistas sino extraños desde el punto de vista nacional. El
progreso cultural debía nacionalizarse, esto es, adoptar una forma
propiamente china, con el obstáculo de que esas formas auctóctonas eran
feudales y que la mayor parte de los intelectuales eran de procedencia
burguesa. Las disputas que todo ello causó en la revolución china y el grado
de tensión que llegaron a alcanzar, es difícilmente descriptible. Y esas
divergencias no sólo eran técnicas sino que tenían una profunda carga
política porque el alcance de la producción artística tenía una extraodinaria
resonancia. Por ejemplo, en 1965 en China acudían al cine 2.000 millones de
espectadores.
El cambio se produjo en noviembre de 1965 con una crítica de Yao Wenyuan
(integrante luego de la Banda de los Cuatro) a la ópera del vicealcalde de
Beijing, el historiador Wu Han, titulada La destitución de Hai Jui. El objetivo
del ataque no era Wu Han sino su jefe inmediato, el alcalde Peng Zhen. Por
medio de una comisión de cinco intelectuales Peng Zhen dirigía desde Beijing
una parte importante de la producción artística y se había empezado a
producir un enfrentamiento entre ese tipo de producción literaria y el que
desde Shangai venían promoviendo otro tipo de intelectuales, encabezados
por Zhang Chungqiao y Yao Wenyuan, integrantes ambos de lo que luego se
conocería como la Banda de los Cuatro. El guión de la ópera de Wu Han
versaba sobre un antiguo emperador corrupto que despedía a un funcionario
público virtuoso, una alegoría para atacar veladamente a Mao y apoyar a
Peng Dehuai. La crítica abierta de dicha obra, publicada por Yao Wenyuan,
constituía una defensa de Mao pero, a causa del enconado enfrentamiento
literario existente, sólo se publicó inicialmente en un medio de escasa
difusión. Después de mucha resistencia fue publicado de nuevo en el Diario
del Pueblo en noviembre de 1965 y fue como el toque de trompeta que
desencadenó la Revolución Cultural.
Por otro lado, no obstante todas las tesis acerca de la guerra popular
prolongada y la primacía del factor humano sobre el armamento en el
Ejército, China había seguido investigando para fabricar armamento nuclear,
aún sin la ayuda soviética. La Revolución Cultural no paraliza ni un instante
siquiera la puesta punto de cohetes atómicos. La primera prueba nuclear se
experimenta favorablemente en 1964 y la segunda en diciembre de 1966; el
17 de junio logra el salto a la bomba de hidrógeno. Entonces Geng Biao, que
lleva las riendas del Ministerio de Asuntos Exteriores, publica dos artículos al
respecto en el Diario del Pueblo (15 de enero y 20 de junio de 1967) en los
que afirma que gracias a ello la influencia de China en la escena internacional
se ha reforzado de manera irresistible. Pero el armamento por sí solo no
basta; un arma poderosa requiere un poder fuerte y coherente; sin embargo,
añade Geng Biao, hoy la autoridad es inconsistente y lleva la marca de una
dispersión de responsabilidades.
La diplomacia triangular
Pero Lin Biao y Chen Boda pierden la batalla. En el verano de 1970 Chen
Boda es apartado de la dirección del Partido Comunista; también es
marginado -temporalmente- Kang Sheng y, poco después, en setiembre del
año siguiente, le llega el turno a Lin Biao, que supuestamente muere en un
accidente de aviación cuando trataba de huir precisamente a la Unión
Soviética: No teníamos información de primera mano sobre este asunto, dice
falsamente Kissinger (Mis memorias, pg.533), pretendiendo lavarse las
manos. A la mentira de unos le seguía la de los otros. Por expreso deseo de
los imperialistas, toda la operación diplomática entre Washington y Beijing se
llevó a cabo en el más absoluto secreto, al margen de los cauces de la
Secretaría de Estado. Kissinger no era el secretario de Estado, no tenía
ninguna responsabilidad en las relaciones internacionales; su función era la
seguridad, el secreto y el espionaje y, a pesar de ello, nada sabía de la
muerte de Lin Biao.
Lin Biao cae y las posiciones izquierdistas son derrotadas porque no están
unidos, mientras que los revisionistas presentan un frente unido y una
política más pragmática y sutil que es capaz de embaucar a una parte de los
izquierdistas que luego sería conocida como la Banda de los Cuatro: Jiang
Qing, Zhan Chungqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen. La caída posterior de
estos últimos era sólo cuestión de tiempo.
Bajo la tesis del peligro ruso, los chinos pasaron a convertirse en los más
fervientes partidarios de la reunificación de Alemania. Desde el verano de
1972 ya no se encuentran menciones a los revanchistas alemanes en los
documentos diplomáticos chinos para referirse a la República Federal
Alemana. Los antifascistas alemanes ya no son sólo la República Democrática
Alemana: hubo un puñado de nazis pero eso poco tuvo que ver con la
mayoría del pueblo alemán. Todo vale para sabotear cada una de las
iniciativas diplomáticas soviéticas.
Es gente que opina que se puede ocupar una posición de línea intermedia,
colocándose entre la Unión Soviética y América para, de esta manera,
desempeñar una función de puente; éste era el método de Yugoeslavia (Mao
íntimo, pg.26).
En fin, coincidiendo con la ruptura con la URSS, Mao pasó de hablar de tomar
partido a hablar de sacar partido de las nuevas posiciones tercermundistas y
neutralistas. Pasó de hablar de que la zona intermedia se ponga del lado de
China a hablar de China se ponga del lado de la zona intermedia. Estaba
recorrido todo un abismo ideológico: el que va del alineamiento a una
neutralidad confusa, de una política de principios a una política pragmática.
La consigna ya no es Proletarios del mundo uníos sino Proletarios, países y
pueblos oprimidos del mundo uníos, que sigue siendo el sello de las
publicaciones maoístas aún hoy día. El acento ya no está en el proletariado
sino en los países y en las naciones; la forma de organización ya no es el
partido sino el frente. El antimperialismo sustituye al comunismo y el
revisionismo pasa de contrabando con más facilidad con su barniz
izquierdista.
El núcleo de las contradicciones tampoco se situaba ya en el interior del
imperialismo sino en las zonas intermedias donde la clase obrera
desempeñaba una función meramente auxiliar. La geografía sustituye a las
clases sociales: el viento del este prevalecía sobre el viento del oeste; la
contradicción principal es el sur contra el norte. Las colonias ya no eran la
reserva del proletariado en la lucha revolucionaria sino el destacamento de
choque más importante y, como había sucedido en China, el campo mundial
debe rodear a la ciudad mundial. Los comunistas chinos empezaron hablando
exclusivamente de los países coloniales y semicoloniales, de las luchas de
liberación porque era la época del auge descolonizador y las luchas de los
pueblos contra el imperialismo aparecían en un primer plano. Pareció que la
lucha de los pueblos coloniales era el ejemplo a seguir.
Pero el neutralismo de esta tesis era falaz porque conducía a unirse con unos
imperialistas para luchar contra otros imperialistas. Uno de los primeros
grupos maoístas franceses, el Centro Marxista-Leninista, llamará a votar a De
Gaulle en las elecciones presidenciales de diciembre de 1965. Liu Shaoqi
había enseñado que los comunistas chinos eran internacionalistas y
nacionalistas al mismo tiempo. Eso valía para cualquier imperialista de la
zona intermedia. Había que unirse a los imperialistas franceses, japoneses o
ingleses para luchar contra las superpotencias, y a veces incluso mejor: había
que unirse con los imperialistas estadounidenses contra los
socialimperialistas rusos porque éstos eran mucho peores que aquellos.
Cuando Qiao Guanhua defendió públicamente las tesis del informe de Chai
Zemin en Bandera Roja apareció por primera vez la defensa de la soberanía
como un principio fundamental, un principio universal e intangible que inspira
la política internacional de China que, a partir de entonces, de forma
declarada, deja de ser una política de principios, una política de Partido para
convertirse en una política de Estado. La diplomacia china, a pesar de las
estridencias propagandísticas, se atiene al pragmatismo nacional más
estrecho. Aunque se reviste y justifica con principios ideológicos, siempre
priman por encima de todo los intereses particulares de China. Así se expresa
una nota interna de Nie Rongzhen de enero de 1968: Nuestra política
exterior, sin traicionar el mensaje revolucionario y su alcance, debe ser
esencialmente pragmática, evitando cualquier confrontación con Estados
Unidos que pueda provocar un choque frontal. Esta eventualidad perjudicaría
grandemente nuestros intereses.
Pero según la teoría de los tres mundos, los países no se dividen conforme a
la naturaleza de clase de sus Estados respectivos, sino conforme al grado de
desarrollo de las fuerzas productivas, en subdesarrollados, desarrollados y
muy desarrollados. No existían países que trataban de construir el socialismo
sino países en vías de desarrollo. El tercer mundo lo conforman los países
subdesarrollados, dependientes y coloniales; en el segundo están los países
más avanzados, incluso aunque tengan naturaleza imperialista; y en el
tercero están las dos grandes superpotencias, la Unión Soviética y Estados
Unidos, que conforman el núcleo de riesgo para todos los demás países, los
enemigos más temibles. La teoría de Deng Xioping propugna, además, la
unión más estrecha de todos los pueblos del tercer y del segundo mundo
contra las superpotencias, especialmente contra la Unión Soviética. Muchas
organizaciones autodenominadas maoístas del mundo defendieron esta tesis,
que a nada les comprometía en sus respectivos países.