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El aleteo de la mariposa
El miércoles 28 de mayo de 2003 falleció
en Bruselas, Bélgica, uno de los más
destacados científicos de la segunda
mitad del siglo XX: Ilya Prigogine.
Recibió el Premio Nobel de Química en
1977.
Sería incapaz de repetir los
descubrimientos de este hombre, que
fueron muchos. Sus investigaciones dan
origen a la teoría del caos cuya metáfora
mediática es muy conocida: “el aleteo de
una mariposa en Pekín puede producir,
un mes después, un huracán en Texas”.
Soy incapaz, por pura ignorancia, de
asegurar que la teoría del caos sea cierta
y que su metáfora mediática tenga visos
de contener cierta literalidad, pero la he
elegido para sugerir algunas reflexiones.
Si el aleteo de una mariposa en Pekín
puede producir un huracán en Texas creo
que significa que somos muy frágiles, que
nuestra vida es frágil, que nuestro
mundo, puede colapsarse u ordenarse por
la intervención de algo que no
controlamos, como puede ser el aleteo de
una mariposa.
Pero, en cambio, también he llegado a
otra conclusión contradictoria: si el aleteo
de una mariposa puede producir un
huracán en Texas, ¿de qué no seré yo
capaz? Mis aleteos pueden producir
mucho colapso y mucho orden, mucha
felicidad e infelicidad. Mis aleteos pueden
construir y destruir. Ante tal perspectiva y
con el mismo pensamiento expuesto aquí,
lejos de sentirme frágil me siento
poderoso, importante, único.
Supongo que el cierre que se deriva de
esta paradoja, de esta contradicción es
que no hay nada absolutamente cierto y
que probablemente nuestra capacidad
para asumir que esto es así nos hará más
libres, más tolerantes, con más
posibilidades de relacionarnos con los
demás, más felices.
En este aleteo de veinte minutos que se
me ha sugerido que dé mi objetivo no es
otro que influiros con algunos de mis
aprendizajes de la vida convertidos en
pensamientos. Sé que no seré capaz de
influir a todos, pero ojalá pueda influir al
menos a una o uno y que esa influencia
pueda convertirse en un aleteo
constructivo.
Me dirijo a partir de ahora, sin saber
quién es, a esa hipotética persona que
está en este salón.
Te preguntaras, querida, querido amigo –
permíteme que te llame así - cómo
quiere este tipo de 46 tacos influir en ti
en diez minutos
No, que va.. no se trata de darte consejos
y crear un decálogo con las sugerencias
para que consigas el éxito, en ser el
primero o cosas así.
Ese objetivo me parecería una torpeza,
eso de convertir la vida en la búsqueda
del éxito me parece impropio de alguien
que quiera manejarse con soltura y
serenidad.
Asociamos el éxito a conseguir un buen
puesto, tener dinero, tener casas y
cuanto más grandes mejor.., no
aprendemos.
El verdadero triunfo es conseguir la
serenidad que proporciona encontrarse
bien con un mismo.
A esa serenidad, a ese bien estar le
llamamos felicidad.
Aunque te parezca increíble, aunque
quizás te cueste o no quieras creerme,
muchos humanos hemos olvidado que
nuestra serenidad, nuestra felicidad es un
deber. Espero que tú no lo olvides.
Escucha lo que escribe Robert Louis
Stevenson:
“No hay deber que infravaloremos más
que el deber de ser felices. Siendo felices,
vamos sembrando por el mundo
anónimos beneficios, que nos son
desconocidos incluso a nosotros mismos
y que, cuando eclosionan a nadie
sorprenden más que al benefactor”.
Así pues, tu serenidad, tu felicidad se
convierte en un gran aleteo de
imprevisibles consecuencias, todas ellas
beneficiosas.
Pero ¿si es tan importante estar sereno,
ser feliz porque esta mariposa que habla
te dice que es probable que en el futuro,
cuando te hagas mayor y tengas
responsabilidades no hagas todo lo
posible por conseguir tu deber de ser
feliz?
Mi generación, la generación de tus
padres, está tan equivocada que el 35%
de los empleados de las empresas
mandarían a su jefe al psicólogo, entre
las diez medicinas más vendidas en
España en número de unidades se
encuentran tres medicamentos recetados
para la ansiedad: Orfidal, Lexatín y
Tranquimazín. Dos de cada tres personas
manifiestan no tener ningún proyecto que
les ilusione.
Algo tenemos que hacer para que esto
cambie y no cambiará si no actúas, si tú
no pones una solución. Pon tu granito de
arena para resolver lo que nos está
ocurriendo. La receta no es otra que
aprender a vivir y ese aprendizaje exige
disciplina, esfuerzo, renuncia. Todo en
aras de poder sentirte mejor para que los
que te rodeamos nos sintamos mejor.
Te aviso que los apasionantes vaivenes
de la vida que un día te hacen sentirte la
persona más afortunada y otro día un
miserable deben ser recibidos siempre
con humildad. Tendemos a magnificar en
exceso tanto el éxito como el fracaso.
Quiero sugerirte algunas ideas o
reflexiones al hilo de lo hasta ahora
dicho.
La primera reflexión es que nosotros
somos nuestros pensamientos. Puedes
ser infinitamente poderoso, rico, tener la
familia más maravillosa que si tus
pensamientos te llevan por el camino
equivocado de la angustia, de la envidia,
de la insatisfacción serás un infeliz.
Puedes no tener para comer mañana que
si tus pensamientos son positivos y
alegres, reirás y te sentirás bien.
Escucha bien esta frase de
Schopenhauer: “Para bien y para mal, es
mucho menos importante lo que le
sucede a uno en la vida que la manera
que lo experimenta, o sea el tipo y el
grado de receptividad en cualquiera de
las maneras”.
Esta primera reflexión te invita a que tus
pensamientos sean positivos, alegres
incluso en los momentos más difíciles.
Ello te proveerá de una gran fuerza que
te hará imbatible, nadie podrá ganar a
tus pensamientos.
Procura tener un buen genio que, según
el mismo autor, es aquella persona que
se alegra de los buenos resultados y no
se enoja cuando son desfavorables.
Te sugiero que cuides tu cuerpo, cuides
tu mente y te ejercites para poder
dominar tus pensamientos.
Mi segunda idea o reflexión tiene que ver
con un comportamiento humano propio
de las sociedades ricas. El dinero se ha
convertido en el dios al que adoramos. Y
eso no debe ser.
Dice Bertrand Russell que los animales
son felices en tanto tengan salud y
suficiente para comer. Los seres
humanos, dice Russell, deberían serlo
también pero en el mundo moderno no lo
son o al menos así ocurre en la gran
mayoría de los casos.
Creo que está bien que ambiciones, pero
serás estúpido o estúpida si tus
ambiciones y deseos te esclavizan.
Según dice Cipolla, estúpido es aquel que
se hace daño a si mismo mientras hace
daño a los demás.
Algunos de tus compañeros han dicho
que se ven dentro de treinta años en
chalets grandes, con familia, con buen
trabajo, ganando mucho dinero y siempre
siendo muy felices.
Otros compañeros no proyectaban
ambiciones especiales, lo prioritario para
ellos es trabajar en lo que les gusta y ser
felices.
Hay una compañera anónima que dice
que “en la vida lo importante son esos
pequeños momentos, todas las pequeñas
cosas que mantienen viva la ilusión y que
ayudan a continuar el camino”.
Lamentablemente, mi generación ha
decidido de forma mayoritaria que eres lo
que tienes, espero que tú puedas ayudar
a solucionar esto para que valgas lo que
eres. No dejes que la riqueza te
empobrezca como persona.
Este el siguiente pensamiento: No tengas
miedo. Una de las paradojas más tristes
es la persona miedosa, agobiada y
peleada con la vida porque no se atreve a
dar un cambio porque no quiere perder lo
que actualmente tiene, no está dispuesta
a renunciar.
“Tengo que seguir con mi nivel de vida”,
es una falacia moderna que implica que
lo conseguido anteriormente se convierte
en cadenas que aprisionan, en una
obligación. Hay incluso padres que echan
la culpa a sus hijos. Llegan a decir “Mis
hijos se han acostumbrado a ciertas
cosas”. Los hijos quieren amor y los
padres demasiado a menudo y para
desgracia de unos y otros confundimos el
cariño con la posibilidad de comprar
cosas.
Tengo amigos, compañeros del colegio
que llevan años, literalmente años,
respondiendo a la pregunta ¿Cómo estás?
con un “Hasta las narices. Deseando
jubilarme, irme de aquí”.
¿Por qué no te vas, sabes hacer otras
cosas? le digo, “No puedo perder lo que
tengo”. Ese tipo de vida corresponde al
de una persona miedosa.
Como escribió Shakespeare “De lo que
tengo miedo es de tu miedo”. Las
personas miedosas aletean destruyendo y
produciendo infelicidad.
Para Vargas Llosa hay demasiada gente
muerta en vida. Te pido por favor que tú
no seas una de ellas, sólo de ti depende.
Debes intentar tratar de disfrutar con lo
que haces y procura eliminar de tu
vocabulario frases como esta tan utilizada
por los de mi generación: “nadie me ha
regalado nada. Todo lo que tengo me lo
merezco”. Quien dice esto es un
desagradecido y no sabe del valor, de la
maravillosa y caprichosa suerte.