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1802. Espana entre dos siglos Ciencia y Economia Coordinador Antonio Morales Moya Madrid. 2003 COLABORA: 6 DISENO DE LA COLECCION: Editorial AM3 FOTOCOMPOSICIO: Medianil Composicién, S. L. IMPRESION: ELECE, INDUSTRIA GRAFICA © de la edicién: 2: SOCIEDAD ESTATAL DE CONMEMORACIONES CULTURALES, S. A. Madrid 2003 Depésito Legal: M-45.185-2003 ISBN: 84-95486-67-9 Las expediciones cientificas en América (segunda mitad del siglo xvii y primeros afios del siglo xix) MARCELO FRIAS * Dpto. Humanidades. Universidad Carlos III de Madrid Dpto. Historia de la Ciencia, IH, CSIC, Madrid Uno de los principales aspectos de la ciencia durante el perfodo de la Ilus- tracién es la realizacién de grandes viajes y exploraciones cientificas que se llevaron a cabo fuera del continente europeo. Estamos hablando de proyectos en los que van a confluir una serie de motivaciones cientificas, pero también —y muchas veces, prioritariamente— politicas y econémicas. Las grandes potencias coloniales europeas habian iniciado ya en el siglo xvii un plan de conocimiento sistematico del mundo natural ultramarino con el objetivo de una mejor explotacién de sus recursos. Pero va a ser en el siglo xvi cuando estos imperios coloniales se consoliden: las labores cientificas de inventariado del mundo natural o de descripcién de la figura de la Tie- rra van a compartir espacios con los deseos de ocupar nuevas tierras —otras veces ser4 una reivindicacién de territorios de los espafioles—. A principios del siglo xvill se tiene un conocimiento parcial, por ejemplo, de las floras de las colonias holande- sas, el norte de Africa o el extremo Oriente, pero sigue habiendo un gran descono- cimiento de lo referente a Espafia y sus colonias. Hay dos personajes que protagonizaron proyectos expedicionarios de una es- pecial repercusién, en la segunda mitad del siglo xvill y primeros afios del xix: James Cook y Alexander Von Humbold. Quizds Cook sea el mas ilustre navegante del siglo xvi. Su primer viaje tiene como origen la observacién de un fenédmeno astronémi- co: el paso de Venus delante del Sol (1768). A propuesta de la Royal Society, el Al- * Membre Correspondant, Centre Alexandre Koyré, EHESS7CNRS/MNHN, Parts. — er MARCELO FRIAS mirantazgo britdnico dispuso un barco para que Cook y su tripulacién de desplazaran a Tahiti, zona considerada como una de las mds favorables para aquella observacién. Més allé de las instrucciones ptiblicas, de cardcter estrictamente cientifico, se pusieron de manifiesto los intereses politicos briténicos cuando se decidié que el barco prose- guirfa en un plan general de exploraciones que ya habfa comenzado Gran Bretafia des- de principios de siglo. Una primera parte del viaje en Tahiti, para hacer la observacién prevista, y una segunda parte en la que recorrerfan el Pacifico —Nueva Zelanda, Aus- tralia. Los posteriores viajes de Cook por tierras Australes asi como su tiltimo viaje por la costa Noroeste del continente americano contribuirian a prestigiar su figura’. Este protagonismo lo comparte como digo, con Humboldt, ya iniciado el si- glo xIx. Miguel Angel Puig-Samper, uno de los mejores especialistas sobre historia de las expediciones cientificas ¢ investigador que més recientemente y con mayor dedi- cacién se viene centrando en la figura de Humboldr, le ha sefialado como una figu- ra brillante, al que autores importantes han identificado con la entrada de la moder- nidad en el continente americano —caso de Leopoldo Zea—. Otros en cambio, han presentando actitudes mds moderadas, como es el caso del profesor francés Charles Minguet (Paris X-Nanterre), al situarle como «testigo excepcional» del proceso emancipador y también quiz4s como «un inductor indirecto», considerando su pro- fundizacién en la «toma de conciencia de las elites americanas sobre su propio terri- torio y sus posibilidades de futuro, incluyendo sus criticas al sistema colonial», he- cho que justificaria la reivindicacién que de su figura harfan posteriormente los padres de la independencia —como el propio Bolivar”. Sin cuestionar estas figuras, representativas de una época de brillantes y famo- sos viajes, si consideramos —y la amplitud de los trabajos abordados por el propio Puig-Samper son un buen testimonio de ello— que las expediciones cientificas espa- fiolas se encuentran, al menos como objeto de estudio histérico, a un nivel igual de in- terés que las de los personajes citados. Por ello consideramos conveniente insistir en esta labor importante que marca un amplio periodo‘en la historia del siglo xvill y prin- cipios del siglo xix, y que tiene que ver directamente con la accién de la monarquia es- pafiola, especialmente en el continente americano y las dindmicas a que dieron lugar’, —OBEYESEKERE, G. The apotheosis of Captain Cook: European Mythmaking in the Pacific, New Jersey, 1992. —PUIG-SAMPER, M. A., «Alejandro de Humboldt en el mundo hispdnico: las polémicas abiertas», De- bates y perspectivas, 2000, niim. 1, pp. 7-27. PUIG-SAMPER, M. A. y REBOK, S., «Alexander von Humboldt y el relato de su viaje americano redactado en Filadelfia», Revista de Indias, vol. LXU, * ntim. 224, 2002, pp. 69-84. : —Seutts, M., Peset, J. L., y LAFUENTE, A., Carlos IIIy la ciencia de la Ilustracién, Madrid, 1988. PE- se, J. L, (coord.), Ciencia, vida y espacio en Iberoamérica, Madrid, 1989. Diez TORRE, A. Ray MA- LLO, T,, PACHECO FERNANDEZ, D. y ALONSO FLECHA, A. (coords.), La ciencia espafiola en ultramar, a SS LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII I :Cémo surge este proyecto en la Espafia del siglo xViti?: ;Cudles son los fun- damentos de estos viajes cientificos surgidos desde la peninsula? En el intento de es- clarecer estas cuestiones debemos fijar nuestra atencién, en un principio, en la pro- pia Espafia del siglo xvill, pues no debemos olvidar,que estamos hablando de un proyecto impulsado por la Corona Espafiola. Durante el Siglo de Oro Espafia habfa hecho un amplio esfuerzo coloniza- dor: geografia, botdnica, mineralogfa. La més importante de las exploraciones cien- tificas fue la de Francisco Hernandez —con una descripcién meticulosa de la flora mexicana, que permanecié practicamente inédita hasta la Iustracién’. Ademis, la prictica totalidad de los cronistas de Indias incluyeron en sus textos indicaciones para el conocimiento y aprovechamiento colonial. Sin olvidar estos antecedentes que vinieron realizando desde los primeros afios de la conquista’, si podemos considerar que durante la Ilustracién se va a dar un salto cuantitativo y cualificativo en el conocimiento cientifico de los territorios americanos. Para ello, se va a articular un plan que va a conjugar la exploracién cien- tfica, la explotacién comercial y el incremento del prestigio nacional. Ello dard lu- gar a uno de los proyectos cientificos —fuera de las fronteras peninsulares— mas im- portantes protagonizados por el Estado espafiol. IIL Ese nuevo afan por el saber, que se respiraba en los circulos cultos de me- diados del siglo xvii, iba a definir afios més tarde el perfodo Ilustrado. Siguiendo las corrientes europeas Espafia también participé de este espiritu nuevo que tendria Actas de las I Jornadas sobre «Espafia y las expediciones cientificas en América y Filipinas», Madrid, 1991. PUIG-SAMPER, M. A., Las expediciones ciensificas durante el siglo vill, Madrid, 1991. La- FUENTE, A., ELENA, A, y ORTEGA, M. L. (EDS.), Mundializacién de la ciencia y cultura nacional. Ac- tas del Congreso Internacional «Ciencia, descubrimiento y mundo colonial», Madrid, 1993. Diez Torre, A. R.; MALLO, T., y PACHECO FERNANDEZ, D. (coords.), De la Ciencia lustrada a la Cien- cia Romdntica, Actas de las Il Jornadas sobre «Espafia y las expediciones cientificas en América y Fi- lipinas», Madrid, 1995. 4.—Atvarez, R., «El doctor Hernandez, un viajero ilustrado del siglo xvi, Revista de Indias, vol. XLVI, niim. 180, 1987, pp. 617-629. ALVAREZ PELAEZ; R. y FERNANDEZ GONZALEZ, F., De Materia Me- dica Novae Hispaniae. Libri Quatuor. Cuatro libros sobre la materia médica de Nueva Espaia. El Ma- nuscrito de Recchi, 2 vols., Madrid, 1998. 5.—¥ de algunas obras que tuvieron amplia difusién como la de MONARDES, Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, Sevilla, 1580. ae ee MARCELO FRIAS también su prolongacién en el continente americano®. Asi, postulados como progre- so, tolerancia y libertad... iban a encontrar acomodo. Unas nuevas orientaciones que, en el caso espafiol iban a encontrar una fuerte resistencia. Nos encontramos, en este sentido, un debate que habia de presenciar la lucha entre los partidarios de la acep- tacién de las innovaciones y los del recurso’a la tradicién. Los ilustrados espafoles hubieron de combinar, pues, la apertura hacia el mundo exterior con la preocupa- cién por la propia tradicién cultural. La Espafia del siglo xvii estaba impregnada, por tanto, de ese espiritu reno- vador que se dejaba sentir en las demds naciones europeas. Hace ya algunos afios que Jean Sarrailh ilustré esta afirmacién de forma seria y documentada; planteamiento en el que insistia Horacio Capel en la década de los afios 80 y que se ha seguido re- cordando desde los numerosos trabajos que se han llevado a cabo en los tiltimos vein- te afios. Contando con los elementos originales, en la corriente ilustrada espafiola en- contramos entonces esa comunién de ideas con unos nuevos postulados a los que era dificil sustraerse. La transformacién del espiritu cientifico, se va a reflejar en la apli- cacién extendida de la observacién y la experimentacién. Este anhelo de progreso cientifico iba a encontrar, especialmente en Espafia, como acabamos de sefialar, una fuerte resistencia. La lucha entre la aceptacién e impulso de las innovaciones y el re- fugio en las tradiciones, iba a marcar profundamente el debate cientifico. Un deba- te en el que se cuestionard la esencia patritica, especialmente por los defensores de la Espafia «de siempre». A pesar de todo, el espfritu de falso patriotismo, relatado de esa forma tan brillante por José Cadalso en sus Cartas Marruecas’, no pudo con los ilustrados es- pafioles, que supieron combinar, insistimos, su apertura hacia el exterior con una profunda fidelidad y preocupacién nacional, al tiempo que no olvidaban la tradicién cultural espafiola. En el contexto de una una progresiva alianza que se empezaba a vislumbrar entre la Corona y los ilustrados, el punto de mira estaba en la equiparacién europea de las instituciones espafiolas. Con estas perpectivas, durante el reinado de Felipe V aparecen unos centros en los que se van a practicar y ensefiar las nuevas ciencias. Es- tas instituciones, al margen de la Universidad, van a colaborar con la Monarquia en su intencién de hacer llegar la nueva ciencia a los profesionales y a la nobleza. Entre estos centros nos encontramos: la Academia de Ingenieros Militares de Barcelona, la Academia de Guardamarinas de Cadiz, el Real Seminario de Nobles de Madrid, o la ‘Academia Médica Matritense. Como vemos, instituciones ligadas al ejército; lo que HERR, R., Exparia y la Revolucion del siglo xvitt, Madrid, 1979. 7.—Reyes CANO, R., José Gadalso. Cartas Marruecas, Madrid, 1975. = FT a LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII sin duda serfa determinante en la fuerte tendencia jerarquizante de los nuevos cen- tros. Esta orientacién hacia el mundo militar se iba a profundizar durante el reinado de Fernando VI: en Cadiz, Academia de Ingenieros, la Academia de Matematicas del Cuerpo de Artilleria y el Observatorio de Marina’. En el aspecto sanitario destaca especialmente la creacién de los Colegios de Cirugfa, comenzando por el de Cadiz, en 17489. Estos centros aportaban innova- ciones en la docencia médica, introduciendo una linea més préctica y experimenta- lista, que irremediablemente los enfrentaba con el sistema de las Universidades, an- cladas en su mayoria en la tradicién escoléstica. La creacién de estos Colegios de Cirugia supuso un afianzamiento de las dis- ciplinas naturales, pues en ellos se ensefiaba una «medicina y una cirugia de nuevo tipo», que se apoyaba «en la fisica, la quimica, la botdnica, la anatomfa y la ensefian- za clinica», al tiempo que en las universidades se ensefiaba una medicina tedrica y la cirugia estaba «desligada de la medicina». Por su parte, la botdnica ilustrada va a tener su signo de identidad en los jar- dines botdnicos, en los que tendran cabida tanto el utilitarismo farmacolégico como la practica agricola promovida en el siglo xvitt. El Real Jardin Botdnico de Madrid se convertird en el estandarte de esta ideologia, sirviendo al mismo tiempo de difusor de una doctrina que va a discurrir en los cauces de la sistematica linneana. Todo ello, dentro de un renovado interés por los estudios de la naturaleza, donde habrd de te- ner una especial significacidn el continente americano. IV Como les he comentado anteriormente en mi intervencién, si la proyeccién espafiola hacia el nuevo mundo habfa sido inequivoca desde los primeros afios del si- glo xvi, el interés por los recursos naturales —exceptuando las explotaciones mine- ras— no lo habja sido tanto. A pesar de los trabajos a los que aludi antes, podemos 8.—LarvENTE, A. y PEser, J. L., «Las actividades e instituciones cientificas en la Espafia Ilustrada», en Srtits, M., Peset, J. L. y LAFUENTE, A. (coords.), Carlos IIL... op. cit., Madrid, 1988, pp. 29-80. Capen. H., Geografia y Matemdticas en la Espaiia del siglo xviut, Barcelona, 1982. CaPéL, H., SAN- cuz, J. E. y Moncaba, O., De Palas a Minerva. La formacién cientifica y la estructura institucio- nal de los ingenieros militares en el siglo xvitt, Barcelona, 1988. LAFUENTE, A. y SELLES, M., El 0b- servatorio de Cadiz. 1753-1831, Madrid, 1988. CALLEIA, M. C., La reforma sanitaria en la Espafia Mustrada, Madrid, 1988. PuiG-SaMPER, M. A., «Los avances cientificos en la ilustracién espafiolar, en MARTINEZ Ruiz, E. y PAZzZis Pt CORRALIS, M. DE (eds.), Carlos Linneo y la ciencia ilustrada en Expaiia, Madrid, 1998, pp. 37-56. 9.—FERRER, D., Historia del Real Colegio de Cirugia de Cadiz, CAdix, 1961. Se MARCELO FRIAS considerar que nos encontramos con un gran paréntesis —especialmente significati- vo en el siglo xvil— tras el cual, la llegada del setecientos nos presentard los nuevos impulsos de la monarqufa espafiola por afianzar su presencia en el continente ame- ricano. Este impulso, unido a las nuevas ideas propagadas desde los postulados ilus- trados, y al convencimiento de la utilidad que ofrecfa una inexplorada naturaleza americana, va a dar lugar a los proyectos expedicionarios que habfan de marcar la po- Iitica cientifica espafiola del siglo xvitl. Primero va a ser a través de la aparicién de algunos extranjeros contratados por la Corona y, a partir del ecuador del siglo, con proyectos complejos y estructurados en los que va a privar el componente espafiol. Las noticias y andlisis de los primeros envios que llegaban de tierras ameri- canas produjeron un serio impacto en los medios cientificos ilustrados. Este impac- to que los nuevos descubrimientos habian producido, supuso un cuestionamiento de las teorias aceptadas hasta aquellos momentos. El hecho de que aparecieran en el nuevo mundo animales y plantas hasta ese entonces desconocidas —junto a las du- das que planteaban a su llegada a Europa— iba a cuestionar la concepcién de una naturaleza inmutable. Todo ello ponfa en evidencia una situacién que hasta enton- ces parecia obviada: el desconocimiento que se tenia de la naturaleza y flora ameri- cana. Efectivamente, el continente americano, durante la mayor parte del siglo xvilI —incluso en su etapa final— era un mundo précticamente desconocido para los circulos cientfficos occidentales. La historia natural del nuevo mundo era ig- norada en gran medida, lo que la hacia significativamente atractiva e interesante a los ojos europeos. Es asi, que los cientificos de esta parte del mundo anhelaran su co- nocimiento y persiguieran un contacto més estrecho con los secretos que acogia el mundo natural americano'®. No habjan faltado las criticas a las descripciones de la fauna americana, rea- lizadas desde prestigiosos pulpitos como pueden ser las figuras de Carlos Linneo o el conde de Buffon. Este tiltimo contribuyé abiertamente al debate sobre la inferiori- dad de las especies del nuevo mundo. Buffon encontré que habia claras similitudes entre las especies americanas y las de Europa, y que, en muchos casos, presentaban rasgos de mayor debilidad. Ello le llevaba también a una critica de la naturaleza ame- ricana, pues la consideraba hostil al desarrollo de los animales''. Ante esta «concep- cién agresiva» de muchos cientificos europeos, no es de extrafiar que se retomara, en el siglo xviit, «el mito del cardcter paradisiaco de la naturaleza americana, madre y 10.—GALERA, A., Félix de Azara. Descripcién del Paraguay, Madrid, 1990, pp. 7-10 y 12-13. 11.—GeRsi, A, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica. 1750-1900, México, 1982, pp- 7-46. DucHer, M., Antropologta e historia en el siglo de las luces, México, 1984, pp. 199-242. Se Eto LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII. diosa de:sus hijos»’y que «en el comienzo del nacionalismo americano» sé planteara este «papel benefactor y protector» que juega la naturaleza. Estas objeciones surgidas en Europa recibieron distintas reprobaciones, pues se referfan a una fauna, como decimos, précticamente anénima. Fue un «desconoci- miento generador de un saber pretencioso y poco verdadero, en gran medida fanta- sioso ¢ irreal, alejado del empirismo predominante, formulado sobre las noticias y es- pecimenes traidos a los puertos europeos, en la mayoria de los casos, por las tripulaciones de los buques mercantes»'?. Debemos aludir también a la costumbre que se implanté en la Espafia de la Ilustracién de viajar a tierras americanas en el contexto del viaje ilustrado!. Ast se inscribe el deseo de muchos naturalistas de estudiar in situ la naturaleza del nuevo continente. Una actividad a la que habria de afiadir el estudio del hombre desde las perspectivas fisica y moral, como «un requisito imprescindible para todo viajero que en el siglo xviii se precie de ilustrado»'*. La Hlegada de Carlos III a la monarquia espafiola iba a consolidarse esa poli- tica que empezé a echar sus rafces, como les sefial¢é antes, durante el reinado de su antecesor, Fernando VI. José Luis Peset en una frase clasica, ha referido que «si la di- nastia Habsburgo habia coleccionado pintores, ahora empieza el interés de la Bor- bén por los cientificos, que debian proporcionar nuevas fuentes de riqueza para el real erario, tan desfallecido al iniciar el setecientos». Esta frase recoge el cambio que supuso la llegada de la nueva familia real. «El antiguo coleccionismo regio —escribe Peset— dirigido hasta entonces hacia las artes, pasaba ahora a preocuparse de la be- Ileza y la utilidad que los ricos especimenes alli llegados del nuevo mundo —y de muchas otras partes— pudieran presentar para la corona»!>. La nueva politica daria pie, por lo tanto, a un replanteamiento de la utilidad de los productos de los terri- torios espafioles y a una racionalizacién en el aprovechamiento de los mismos. Asi, las regiones de la Corona en el nuevo mundo aparecian como el elemento apropia- do para investigar, descubrir nuevos productos y especificos, y ponerlos al servicio del proyecto del Estado. El espiritu racionalista que habfa marcado los primeros via- jes ilustrados iba a prevalecer en las empresas cientificas en América. La inquietud por la naturaleza americana iba a conllevar, en definitiva, tanto la posibilidad de des- cubrir especies novedosas, como la de obtener un beneficio econédmico mediante la 12.—Gatera, A. (ed.), Alejandro Malaspina, En busca del paso del Pacifico, Madrid, 1990, p. 9. 13.—Morates Moya, A., «El viaje ilustrado, EN GOMEZ MENDOZA, J. et al., Viajeros y paisajes, Ma- drid, 1988. 14.—GateRa, A. (ed.), Alejandro Malaspina..., op. cit, Madrid, 1990, p. 15. 15.—PEser, J. L., Ciencia y libertad. El papel del cientifico ante la independencia americana, Madrid, 1987, p. 103. 5 MARCELO FRIAS connaturalizacién de plantas americanas con una factible repercusién comercial. Con ello, al mismo tiempo, la Corona espafiola volvia sus ojos sobre unos dominios un tanto abandonados y sobre los que venian centrando sus ojos tanto franceses como ingleses, especialmente desde principios de aquel siglo xvill. Nos encontramos, por la tanto, con una confluencia de intereses que iba a marcar este periodo que ocupa principalmente la segunda mitad del siglo Xvill y que llegarfa hasta lo primeros afios del xix. Etapa en la que se produce, segtin las pala- bras de Gémez de la Serna que hemos citado ya en anteriores ocasiones, el «apasio- nante momento histérico en que se pruduce, con mayor o menor intensidad, la coincidencia de los resortes del poder y de los modos de actuacién de la inteligen- cia»!®, En esta linea, tenemos que inscribir la aventura expedicionaria del siglo XVIII en el marco de las nuevas relaciones que se establecen entre los cientificos y el Esta~ do. La ciencia va dejando de ser paulatinamente una actividad de gabinete, més o menos conventual, académica o nobiliaria, para interesarse por los problemas con- cretos que planteaba el desarrollo econémico y social. Las expediciones del siglo xvii eran herederas de una larga tradicién expe- dicionaria de cardcter militar o comercial, en la que apenas habfan tenido importan- cia los hombres de ciencia. Evidentemente, en los distintos viajes siempre se habian Ilevado a cabo tareas de descripcién de costas, reconocimiento de interiores o la me- jora de las rutas. En la prdctica, estos trabajos eran realizados por «expertos» sin ex- cesiva cualificacién cientifica —dado que la botdnica, la nautica, la geografia— eran disciplinas eminentemente empiricas. A lo largo del siglo xvul, se uniré el desarrollo de la ciencia a la mayor capacidad financiera y tecnolégica de lo que podrfamos de- nominar aparato productivo. Ello conllevarfa més exactitud en las medidas y permi- tirfa llevar a cabo proyectos mds amplios y sistematicos de exploracién —también de explotacién y dominio— especialmente en América y en el Pacifico. Vv Una de las cuestiones mds controvertidas que se han venido planteando en las ultimas décadas ha sido la de la clasificacién del conjunto de estas denominadas expediciones cientificas a América. Evidentemente, no podemos considerar como «cientificas» todas o la in- mensa mayorfa de las expediciones enviadas durante los siglos XVIII y XIX «por el sim- 16.—GOMEz DE LA SERNA, G., Los viajeros de la Iustracién, Madrid, 1974, p. 97. es LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII... ple hecho de que realizaran alguna medicién, recogieran determinados materiales y objetos o tomaran apuntes que sirvieran para conocer mejor la realidad americana»'”. En este sentido, Angel Guirao ha propuesto una serie de criterios para deli- mitar el cardcter «cientifico» de las expediciones, entre los que destacamos los si- guientes!®: n 1. Que tengan una intencionalidad estrictamente cientifica. Aqui encon- trarian cabida las expediciones que ya fueron consideradas cientificas en la propia época. Asi va a suceder con la mayor parte de las expediciones. Sin embargo, no debemos olvidar que hay otro tipo de expediciones, que aparentemente no son cientificas, pero que en la practica harén tra- bajos en este sentido (Azara, en Paraguay, por ejemplo). 2. Que estén relacionadas con instituciones cientificas. Aqui se harfa referencia a «Academias cientificas, Jardines Botd- nicos, Gabinetes de Historia Natural, Escuelas y Academias militares que —ya hicimos alusién antes a ello, se encuentran en la vanguardia cientifica—. Va a ser muy dificil que cuando hablamos de una expedi- cién cientifica, no encontremos relacién —ya sea en su origen o en su desarrollo— con instituciones como las que les acabo de sefialar. En este caso la identificacién va a ser més sencilla. Cuando encontremos algiin viaje 0 expedicién en los que halla relacién con alguna de estas institu- ciones, no debemos temer a empezar a utilizar la denominacién de «ex- pedicién cientifica». 3. Participacién de personal cientifico especializado —lo que va a conllevar asimismo la utilizacién de un instrumental preciso, y contar con apoyos materiales. : Es decir, hay que contar con los elementos necesarios para lle- var el trabajo a buen fin y con el personal capaz de utilizar esos elemen- tos —o que implica unos conocimientos determinados—. Seguin avan- zaba el siglo Xvill era mayor la evidencia de que los «trabajos para elaborar una cartograffa exacta y realizar observaciones y estudios de ca- racter botdnico, geoldgico, etnogréfico o histérico estaban cada vez més lejos del alcance de un viajero individual y exigian la organizacién de ex- 17.—GuIRAO DE ViERNA, A., «:Expediciones cientificas 0 ciencia en las expediciones? Tres ejemplos cla- rificadores», en DEL PINO Diaz, F. (coord.), Ciencia y contexto histérico nacional en las expediciones ilustradas a América, Madrid, 1988, p. 111. 18.—Idem, pp. 109-128. oe EE, MARCELO FRIAS pediciones cuidadosamente preparadas, en las que participarén amplios equipos humanos con los consiguientes medios técnicos». Junto a estos especialistas nos encontraremos también con bi- bliotecas especializadas —como la de José Celestino Mutis, en el Nuevo Reino de Granada, con més de de 5.000 ejemplares. Promocién de adelantos, estudios y progreso cientifico en los territorios donde desarrollan sus actividades. Los trabajos de las expediciones cientfficas van unidos a la ges- tacién y —muchas veces fundacién— en los territorios americans de todo tipo de instituciones: cétedras académicas, jardines botanicos, ob- servatorios astronémicos o gabinetes de historia natural. Organizacién de la publicacién de sus resultados y difusién. Este es otro de los elementos tradicionales que se han propues- to para definir las expediciones cientificas. Parte de la premisa que con- sidera que el trabajo cientifico «no consiste sélo en recoger materiales», sino que «es necesario llevar a cabo una labor de gabinete, consistente en ordenar, clasificar y estudiar los materiales» para poder hacerlos ptiblicos y que consigan la necesaria difusién. Sin embargo, no podemos olvidar que algunas de las consideradas grandes expediciones cientificas —la de Malaspina! 0 Mutis®® por ejemplo— no vieron difundidos hasta bas- tante mds tarde sus trabajos y no por ello son consideradas menos «cien- tificas». VI Aceptando incluso el cardcter cientifico de la mayoria de las expediciones, se nos presenta el problema de delimitar los objetivos y disciplinas priorizados en cada una. Con esta pretensién, y tras un loable intento de Ana Maria Verde Casanova — por su cardcter pionero—, los tres acercamientos mds destacados de intentar arrojar luz en el tema de la clasificacién han sido los de Francisco de Solano, Angel Guirao y Fermin del Pino y Manuel Lucena Salmoral. 19.—Gatera, A., La Ilustracién espanola y el conocimiento del Nuevo Mundo. Las Ciencias Naturales en la Expedicin Malaspina (1789-1794): La labor clentifica de Antonio Pineda, Madrid, 1988. PIMENTEL, J., La fisica de la Monarquta., Ciencia y politica en el pensamiento colonial de Alejandro Malaspina (1754-1810), Madrid, 1998 20.—FRIAs NUNEZ, M., Trai El Dorado Vegetal. José Celestino Mutis y la Real Expedicin Botanica del Nuevo Reino de Granada (1783-1808), Sevilla, 1984. See LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII Verde Casanova ya llamaba la atencién sobre la dificultad clasificatoria de la expediciones dado que, «aunque prevaleciera en ellas un interés especial por alguna rama de las ciencias naturales», el hecho de dedicarse a los tres reinos de la naturale- za y al hombre, ademés de los objetivos de estudio de la «situacién sociopolitica y ad- ministrativa en alguna de ellas», las convertfa en heterogéneas”!. Asi, Verde proponfa una sencilla divisién en tres grandes apartados en los que distribuia la decena de expediciones que consideraba de més relevancia. 1. Expediciones boténicas. ‘Aqui inclufa la de Ruiz y Pavén por Perit y Chile”, la de José Celestino Mutis en Nueva Granada, la de Sessé y Mocifio”’, la de Cué- lar’ y la de los hermanos Heuland. 2. Expediciones de tratados de limite con Portugal. Especialmente la de Félix de Azara, pero también la de Léfling, en 1754, 3. Expediciones de circunnavegacién. Fundamentalmente la expedicién de Malaspina (1789-1794). VII Francisco de Solano ha abordado la clasificacién de las expediciones desde dos trabajos. En el primero de ellos aborda 19 expediciones para el siglo XVIII, to- mando como limites la Expedicién Geodésica Hispano-Francesa a Quito, en 1735- 21.—VeRDE Casanova, A. M., «Notas para el estudio etnolégico de las expediciones cientificas espa- fiolas a América en el siglo xvitt», Revista de Indias, ntims. 159-162, 1980, pp. 81-128. 22.—GONzALEZ BUENO, A. (ed.), La expedicién boténica al Virreinato del Peri (1777-1788), Barcelona, 1988. SreELE, A. R., Flores para el Rey. La Expedicion de Ruiz y Pavén y la Flora del Peri (1777- 1788), Barcelona, 1988. 23.—ARIAS DIVITO, J. C., Las expediciones cientificas espafiolas durante el siglo xviit. Expedicién de Nue- va Espana, Madrid, 1968. Lozova, X., Plantas y luces en México. La Real Expedicién Cientifica a ‘Nueva Expaha (1787-1803), Barcelona, 1984. MALDONADO Poto, J. L., Las huellas de la razén. La expedicién cientifica de Centroamérica (1795-1803), Madrid, 2001. 24, —BANAS LLANOS, B., Don Juan de Cuéllar y sus comisiones cientificas en Filipinas (1785-1801), Tesis Doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 1991. 25.—LUCENA GIRALDO, M., «Ciencia para la frontera: las expediciones espafiolas de limites, 1751-1804, Cuadernos Hispanoamericanos, Los complementarios/2, 1988, pp. 157-173. PELAYO F. (ed.), Pebr Léfling y la expedicién al Orinoco (1754-1761), Madrid, 1990. =F MARCELO FRIAS 1745 y la Expedicién de Sessé y Mocifio a Nueva Espafia en 1786-1803, al tiem- po que marca una diferencia entre los «viajes cientificos» y las «misiones y comisio- nes, montadas con escaso personal»2’. Dos grandes grupos van a aparecer en esta pri- mera divisién: 1. Expediciones con fines de investigacién astronémica. Comprende un total de diez expediciones. Entre ellas, ademds de las expediciones hispano-francesas a Quito y a la Baja California’, se incluyen la expediciones de limites y las expediciones oceanogréficas. 2. Expediciones de «investigacién botdnica». ‘Aqui aparecen las consideradas grandes expediciones boténicas: la de Pert y Chile (Ruiz y Pavén), la de Nueva Granada (Mutis) y la de Nueva Espafia (Sess¢ y Mocifio) Ademés Solano considera dos expediciones de singulares caracteristicas fue- ra de la division anterior: la expedicién de los hermanos Heuland (mineralégica) y la expedicién alrededor del mundo de Alejandro Malaspina («la expedicién por exce- lencia»). En un posterior trabajo, Solano va a profundizar més en su clasificacién, am- pliando el numero de expediciones””. En este nuevo estudio, la tipologfa propuesta por Solano destaca seis apartados: 1. Por la forma de las expediciones. Solano insiste en la distincién entre «Expedicién» —con las dificultades que conlleva organizarla— y el resto de viajes, que aunque tuvieran un cardcter de mi- sién 0 comisién cientifica, resultaban menos costosos y con menos dificultades or- ganizativas. Seguin este criterio, las expediciones «verdaderas» serfan realmente esca- sas: las de Limites, las Hidrogrdficas a las Antillas®, Malvinas y Patagonia y las grandes botdnicas —Nueva Espafia, Nueva Granada y Perti—. 26.—LAFUENTE, A., y A. MAZUECOS, Los caballeros del punto fijo. Ciencia, politica y aventura en la expe- dicién geodésica hispano-francesa al virreinato del Peri en el siglo xviii, Madrid, 1987. 27.—SOLANO, F. DE, «Expediciones cientificas a América durante el siglo xviti», en Expedicién Malespi- na,1789/1794. Viaje a América y Oceania de las corbetas «Descubierta» y «Atrevida», Madrid, 1984, pp. XXXII-XL. 28.—BERNABEU, S., «Astronomia en la América de Carlos Ill: la expedicién hispano-francesa a medir el Paso de Venus, Cuadernos Hispanoamericanos, Los complementarios/2, 1988, pp. 175-186. 29.—SOLANO, E. DE, «Viajes, comisiones y expediciones cientificas espafolas a ultramar durante el siglo xvi», Cuadernos Hispanoamericanos, Los complementarios/2, 1988, pp. 146-156. 30.—BERNABEU ALBERT, $., «Las expediciones hidrograficas», en SELLES, M., PESET, J. L., ¥ LAFUENTE, A, Carlos IIl..., op. cit, Madrid, 1988, pp.353-370. GONZALEZ-RuroLt. Navarko, M. D., «Las ex- 40 == LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII... 2. Por sus dmbitos. Este criterio aparece como menos clarificador, dado la diversidad de ambi- tos de la expediciones: «desde reclamaciones territoriales a repoblacién de dreas des- pobladas...hasta la biisqueda de materiales botdnicos, zoolégicos y mineralégicos y empresas mineras e hidrogréficas; asi como de apertura o consolidacién de rutas ndu- ticas». Frente-a esta diversidad, las misiones-y-comisiones aparecerin como més mo- nograficas. i 3. Por el destino de los viajes. Aqui se cubre practicamente la totalidad del continente americano —con las Antillas— ademas de diversas islas y archipiélagos del Pacifico. 4. Por los expedicionarios. La mayor parte de los viajes son programados y llevados a cabo desde Espa- fia, aunque algunos proyectos especialmente significativos —como, por ejemplo, el de Mutis en Nueva Granada— tuvo una gestacién desde el continente americano. Asimismo, la participacién es masivamente espafiola —con una proporcién mayori- taria de peninsulares frente a criollox—. Esta presencia espafiola se hace especial- mente significativa en la direccién de las expediciones. Con todo, también hubo par- ticipacién extranjera, algunas de especial importancia, como la de Pehr Léfling, Tadeo Hanke, Louis Née, Dombey o el siempre cuestionado Malaspina. 5. Por reinados y gobiernos, Partiendo del mimero de sesenta y tres expediciones que Angel Guirao con- tabiliza —sdlo para el siglo xvill— y del que parte ahora Francisco de Solano, el gran volumen de expediciones se concentra en Carlos III y Carlos IV. Tomando como fe- chas limites las de 1753 y 1810, dos expediciones corresponderian al reinado de Fe- lipe V —entre ellas la de la Condamine—, dos al de Fernando VI —las expedicio- nes para delimitar fronteras con los portugueses, del marqués de Valdelirios y de Teurriaga/Solano—, treinta y dos se llevarian a cabo durante el reinado de Carlos III —de fronteras, geopoliticas y las «grandes boténicas»: las de Ruiz y Pavén, Mutis, Cuellar y Sessé y Mocifio— y veinticinco durante el del Carlos IV —hidrogréficas, de limites, boténicas..., concluyendo con la de Malaspina «como expresién del mas alto rango alzanzado por esta consistente politica cientifica». pediciones hidrograficas en el Caribe: el Atlas Americano», en Dfez Torre, A. R., MALL, T., Pa- CHECO FERNANDEZ, D. ¥ ALONSO FLECHA, A. (CooRDS.) La ciencia espaitola en ultramar.... op. ¢ Madrid, 1991, pp. 301-307. GONZALEZ-RPOLL NavaRRO, M. D., A las érdenes de las estrellas. (La vida del marino Cosme de Churruca y sus expediciones a América), Madrid, 1995. =i = MARCELO FRIAS 6. Por los resultados. Este elemento es quizds de los mds problemdticos dada la diversidad —y es- casez— de resultados. Parece confirmado, tras el ntimero abundante de estudios mo- nogrficos de los que hoy disponemos, que los resultados no estuvieron acordes con los objetivos. En este sentido Solano distingue entre las instituciones que se consoli- daron en territorio americano —como el Tribunal de Minerfa en México, el Obser- vatorio Astronémico en Colombia o los distintos jardines boténicos—, la fijacién definitiva de fronteras con Portugal, la adquisicién de conocimientos hidrogréficos y los estudios y materiales que regresaron a Espafia. Estos tiltimos no tuvieron la difu- sién oportuna en su momento, quedando relegados a una posterior recuperacién «académica» cuando su posible impacto y aportacién cientificos —evidentemente— ya ha quedado superado. VUl Una tercera propuesta es la que encontramos en Fermin del Pino y Angel Guirao a la hora de clasificar las expediciones*!. Estos autores consideran que el to- tal de las expediciones pueden ser agrupadas en torno a dos elementos: el geogréfico y el naturalista. Por ello proponen una nueva tipologia, «segiin predomine en ellas el cardcter estatal o privado y la iniciativa nacional o internacional». Asi aparecen cua- tro grandes grupos y dentro de cada uno de ellos encontraremos las consiguientes subdivisiones. 1. Expediciones estatales de iniciativa internacional (Expediciones france- sas a la costa peruana, expedicién hispano-francesa al Meridiano ecua- torial, expedicién hispano-sueca de Léfling al Orinoco, expedicién his- pano-francesa de Chappe d’Auteroche a California). 2. Expediciones estatales de iniciativa nacional (Expedicién de Ruiz y Pa- von a Perti y Chile, la expedicién de José Celestino Mutis en el Nuevo Reino de Granada, la expedicién de Sessé y Mocifio sobre México, Cen- troamérica, Cuba y Puerto Rico, la expedicién de Alejandro Malespina por la Améria meridional y el Pacifico). 3. Expediciones ¢statales de iniciativa plurinacional (expediciones al Pact- 31.—Det Pino Diaz, E. ¥ GuIRAO DE VIERNA, A., «Las expediciones ilustradas y el estado espafiol», en Det PINo Diaz, F. Coord.) Ciencia y contexto historico nacional... op. cit., Madrid, 1988, pp. 19-69. : ani§d-ae LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII fico noroeste americano, expediciones al Pacifico sur americano, expedi- ciones a la Patogonia y Estrecho de Magallanes, expediciones hispano- lusas). é 4, Expediciones privadas de iniciativa nacional e internacional (Comisién botdnica de Antonio Parra a la isla de Cuba, comisién boténica de Juan de Cuéllar a Filipinas, expedicién de los hermanos Heuland a Chile y Pert, la Real Comisién de Guanténamo, la Comisidén arqueolégica de Guillermo Dupaix, expedicién de Alexander von Humboldt). Ix Otro intento clasificador es el de Manuel Lucena Salmoral, en su caso, refe- rido al reinado de Carlos III**, que considera que la propuesta de Solano —aten- diendo a la disciplinas— conlleva la dificultad —al aplicarlo— de que la mayoria de las expediciones abordaron més un aspecto cientifico. En cuanto a la tipologia de Del Pino y Guirao considera que, a pesar de que «mejora sensiblemente los procedi- mientos utilizados», también adolece de un resultado poco practico: el cardcter esta- tal y nacional de —salvo contadas excepciones— la practica totalidad de las expedi- ciones. En cuanto a las propuestas de Lucena podemos destacar: 1. Cuantificacién. Es el primer problema que plantea Lucena. En su intento de cuantificar las principales expediciones Ilevadas a cabo durante el reinado de Carlos III, sefiala un total de 20 —frente a las 32 de Solano—. La explicacién aparece cuando Lucena in- dica, oportunamente, la dificultad de delimitar el desglosamiento de algunas expe- diciones. As{, por ejemplo, la Expedicién al Rio de la Plata, en 1782, podrfa consi- derarse también como cuatro expediciones, dado que se dividié en las comandadas por Varela, Alvear, Azara y Aguirre. 2. Orden cronolégico. Con este tradicional elemento clasificador, nos encontramos con los si- guientes bloques: Las cuatro expediciones de 1768 a las fronteras de la América es- pafiola: California, Patagonia, Malvinas y Chiloé, las expediciones de 1770-73 al Pa- 32.—LUCENA SALMORAL, M., «Las expediciones cientificas en la época de Carlos II (1759-88)», en Diez Torre, A. R., MALLO, T., PACHECO FERNANDEZ, D. Y ALONSO FLECHA, A. (CoorDs.) La ciencia espaftola en ultramar...op.cit, Madrid, 1991, pp. 49-63. a MARCELO FRIAS cifico, las expediciones de 1774-79 a la costa norpacifica de México, la expedicién de Ruiz y Pavén a Peri de 1777, las expediciones a la Patagonia de 1778-80, la ex- pedicién al Rio de la Plata de 1782, la expedicién de Mutis por el Nuevo Reino de Granada de 1783, las expediciones al estrecho de Magallanes de 1783 y 1788 y de 1785 a Filipinas, la expedicin de 1786 a la costa sur chilena, la expedicién de Ses- sé y Mocifio a Nueva Espafia de 1787. 3. Geopolitico. Este es el elemento clasificador por el que finalmente apuesta Lucena. Par- tiendo de la premisa de encajar «las expediciones cientificas dentro de la politica uti- litarista del despotismo ilustrado», estos proyectos estarian relacionados directamen- te con el problema fronterizo de la monarqufa espafiola. El pardmetro de clasificacién serd entonces el de la «finalidad en funcién del interés geopolitico» —que sélo dejaré fuera de esta relaci6n a las grandes expediciones botdnicas y a la de Auteroche a California—. Aplicando este criterio, el reparto de las 20 expediciones consideradas por Lucena quedarfan en 15 de finalidad geopolitica, cuatro de rees- tructuracién de los recursos productivos y una de cardcter astronémico. En la misma linea, y considerando ahora el cardcter de frontera de estas ex- pediciones, otra posible clasificacién nos presentarfa tres expediciones a territorios fronterizos ocupados, cinco a territorios «débilmente ocupados», cinco a territorios ocupados por extranjeros, cuatro a territorios desocupados y tres a la América nuclear. xX Para concluir, quisiera sefialar que al poner la mirada desde un punto de vis- ta histérico en Ja labor de las expediciones cientificas espafiolas no estamos propo- niendo ninguna revisién nacional de la historia de aquellos afios, ni pretendemos destacar una hipotética edad de oro de la ciencia espafiola. Tampoco pretendemos, evidentemente, incitar a un nuevo capitulo de /a polémica de la ciencia espafola que Masson de Morvilliers inicié con su famoso articulo en la Encyelopédie Methodique sobre la deficiencias cientificas espafiolas. Como ha sefialado acertadamente Javier Puerto, «la Iustracién no se presenta hoy, como ¢l momento de mayor esplendor de la ciencia espafiola», ni siquiera puede considerarse «como el periodo histérico du- rante el cual el Estado presté mas interés al desarrollo cientifico»**. Tampoco po- 33.—Puerro, F. J., «La repercusién de las expediciones cienuificas en la ciencia espafiola», De la Cien- cia Ilustrada...op. cit., Madrid, 1995, p. 269. Rie LAS EXPEDICIONES CIENTIFICAS EN AMERICA (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII driamos aludir hoy a la originalidad del proyecto. Ya hemos indicado antes la con- juncién de novedad y tradicién en la Ilustracién espafiola, de la que las expediciones cientificas fueron un buen reflejo. La propia limitada influencia y repercusién inme- diata de los trabajos, por ejemplo, de las expediciones botdnicas también ha sido se- fialada**, Con todo, el conjunto de expediciones cientificas espafiolas responde a una importante movilizacién de personal humano y recursos, en una confluencia milti- ple de objetivos politicos, econémicos y cientificos. Esa «ilusién quebrada»®> en que finalmente se convirtieron los proyectos de las expediciones no resta significacién ni interés académico a una etapa de la historia espafiola continuamente presente en los debates cientificos contempordneos y que, como investigadores, debemos seguir in- tentando historiar. 34.—RopriGuez Nozat, R., FRANCES CausaPe, M. C., GONZALEZ BUENO, A. ¥ SANCHEZ SANCHEZ, P., «La influencia de las expediciones boténicas ilustradas en las farmacopeas espafiolas», en Diez To- RRE, A. R., MALLO, T., PACHECO FERNANDEZ, D. Y ALONSO FLECHA, A. (Coorps.) La ciencia es- panola en ultramar...op.cit., Madrid, 1991, pp. 235-247. RODRIGUEZ NozaL, R., La oficina de la flora americana (1788-1835) y la marginacién del proyecto de las expediciones botdnicas ilustradas, Te- sis Doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 1993. 35.—En la acertada y ya clisica expresién de Francisco Javier Puerto, PUERTO SARMIENTO, F. J., La ilu sion quebrada. Botanica, sanidad y politica cientifica en la Espana Iustrada, Madrid, 1988. ——

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