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¡ enudo agujero en el estofado! Apenas se hablaba pero se
masticaba de lo lindo. Dentro de la fuente honda se iba abriendo
un agujero y el cucharón quedaba plantado en la salsa espesa,
una buena salsa amarilla que temblaba como una gelatina. De ahí
dentro se iban pescando los trozos de ternera; y no se acababan, la
fuente viajaba de mano en mano, las caras se asomaban buscan-
do en la salsa champiñones. Las hogazas de pan, amontonadas
contra la pared, tras los comensales, parecían evaporarse. Entre
bocado y bocado, se oía el ruido que hacían los culos de los vasos
cayendo sobre la mesa. La salsa estaba un poco salada, hubo que
beberse cuatro litros de vino para ahogar ese pedazo de estofado,
que se engullía como una crema y que calentaba la barriga. Y sin
que diera tiempo ni a respirar, la paletilla de cerdo, colocada en
otra fuente honda, rodeada de patatas grandes y redondas, llega-
ba en medio de una nube.
Émile Zola La taberna
Estofado de ternera en salsa blanca
Émile Zola, La taberna
hogaza
Estofado de ternera en salsa blanca
Émile Zola, La taberna