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Textos narrativos - novelas

Estofado de ternera en salsa blanca

M
¡ enudo agujero en el estofado! Apenas se hablaba pero se
masticaba de lo lindo. Dentro de la fuente honda se iba abriendo
un agujero y el cucharón quedaba plantado en la salsa espesa,
una buena salsa amarilla que temblaba como una gelatina. De ahí
dentro se iban pescando los trozos de ternera; y no se acababan, la
fuente viajaba de mano en mano, las caras se asomaban buscan-
do en la salsa champiñones. Las hogazas de pan, amontonadas
contra la pared, tras los comensales, parecían evaporarse. Entre
bocado y bocado, se oía el ruido que hacían los culos de los vasos
cayendo sobre la mesa. La salsa estaba un poco salada, hubo que
beberse cuatro litros de vino para ahogar ese pedazo de estofado,
que se engullía como una crema y que calentaba la barriga. Y sin
que diera tiempo ni a respirar, la paletilla de cerdo, colocada en
otra fuente honda, rodeada de patatas grandes y redondas, llega-
ba en medio de una nube.
Émile Zola La taberna
Estofado de ternera en salsa blanca
Émile Zola, La taberna

hogaza
Estofado de ternera en salsa blanca
Émile Zola, La taberna

ternera cría de vaca


de lo lindo mucho
fuente plato grande
espesa densa
gelatina sustancia sólida y transparente
hogaza pan grande
evaporarse ‘desaparecer’
engullir tragar la comida sin masticarla
paletilla pierna
6 Textos informativos - guías de viaje

Estofado de ternera en salsa blanca

Ternera: cría de vaca


¡Menudo agujero en el estofado! Apenas se hablaba pero Estofado: guiso
se masticaba de lo lindo. Dentro de la fuente honda se iba de lo lindo: mucho
abriendo un agujero y el cucharón quedaba plantado en la fuente: plato grande
salsa espesa, una buena salsa amarilla que temblaba como espesa: densa
una gelatina. De ahí dentro se iban pescando los trozos de gelatina: sustancia sólida
ternera; y no se acababan, la fuente viajaba de mano en y transparente
mano, las caras se asomaban buscando en la salsa champi-
ñones. Las hogazas de pan, amontonadas contra la pared, hogaza: pan grande
tras los comensales, parecían evaporarse. Entre bocado y evaporarse: desaparecer
bocado, se oía el ruido que hacían los culos de los vasos ca-
yendo sobre la mesa. La salsa estaba un poco salada, hubo
que beberse cuatro litros de vino para ahogar ese pedazo de
estofado, que se engullía como una crema y que calentaba engullir: tragar la comida
la barriga. Y sin que diera tiempo ni a respirar, la paletilla sin masticarla
de cerdo, colocada en otra fuente honda, rodeada de pata- paletilla: pierna
tas grandes y redondas, llegaba en medio de una nube.

Émile Zola La taberna

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