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ESCUELA DE POSTGRADO
MAESTRÍA EN DERECHO
MENCIÓN EN DERECHO PENAL Y CRIMINOLOGÍA
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Acerca de la confesión sincera
y su valoración en sede fiscal
mediante apelación de sentencia
Abg.da Sandra Maribel Bringas Flores
Abg.do Mario Lohonel Abanto Quevedo
Sumario: Advertencia preliminar. I.‐ Supuesto problemático y
justificación de la discusión. II.‐ Conceptos preliminares. 2.1.‐ El
sistema procesal penal vigente en el Perú. 2.2.‐ Los fines del proceso
penal en un sistema político democrático. 2.3.‐ El principio de
inmediación. 2.4.‐ La posición del procesado con relación a la defensa
de sus derechos fundamentales. 2.5.‐ La sentencia condenatoria. III.‐ El
recurso de apelación como medio de impugnación. IV.‐ La sinceridad
de la confesión en la normatividad procesal penal peruana. 4.1.‐ La
confesión sincera en el nuevo Código Procesal Penal. V.‐ Las facultades
del Fiscal Superior Penal ante el caso que conoce mediante apelación
de sentencia. 5.1.‐ Una limitación funcional del Ministerio Público y
propuesta final. VI.‐ Conclusiones para el establecimiento de
mecanismos de acción. VII.‐ Lista de referencias.
Advertencia preliminar
Para abordar el tema de la confesión sincera hemos creído por conveniente
tratar un problema que en el actual proceder judicial hemos identificado y que
se expresa como una limitación funcional del Ministerio Público, a partir de un
caso concreto que trataremos desde nuestra modesta posición, finalizando con
una alternativa de solución que proponemos.
I.‐ Supuesto problemático y justificación de la discusión
El supuesto problemático sobre el que se construirá la propuesta de esta
breve ensayo, es el siguiente: si en el caso concreto, concluido un proceso penal
sumario (en el que no hay audiencia ante un Tribunal Colegiado ni acusación
oral) y pronunciada la sentencia condenatoria, los beneficios de la confesión
sincera han sido inaplicados por el juez de la causa y el sentenciado recurre de
esta resolución en apelación, ¿puede el Fiscal Superior Penal pronunciarse al
respecto? La respuesta que debe darse en el Perú, actualmente, debe ser
negativa, aunque en la práctica, dicha impugnación proceda. Fundamentamos
esta afirmación en las líneas siguientes.
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Como puede apreciarse inmediatamente, la decisión condenatoria emitida
por el juez y contenida en la sentencia, que inaplica los beneficios de la
confesión sincera, perjudica al condenado, en el sentido de que, pudiéndosele
imponer una condena que en el extremo del quantum de la pena, sea más
benigna, no se ha hecho tal cosa. Por el contrario, se ha agravado la
materialización de la pretensión punitiva estatal, en tanto esta persona va a
cumplir un periodo más extenso en el establecimiento penitenciario, que aquel
que podría fijársele, pues apreciar esta circunstancia influye directamente sobre
la determinación de la pena, en atención a lo prescrito por el artículo 46 del
Código Penal y el artículo 136 del Código de Procedimientos Penales; y además,
por la naturaleza del derecho penal, sobre la que no se abundará aquí, por ser
ya bastante conocida.
En este caso no debe perderse de vista que los derechos fundamentales del
sentenciado están comprometidos 1 y si tales derechos resultan lesionados, es
porque en un proceso penal, éstos se hallan en la primera línea de defensa de la
persona y por lo tanto, son los más vulnerables (derechos fundamentales
procesales, en Burgos, 2002). Así ya se ha evidenciado en la historia judicial y
extra judicial del Perú, sobre todo, en la época nefasta de la violencia terrorista
que asoló este país, panorama de violaciones a los derechos humanos que ya
todos conocemos 2 .
II.‐ Conceptos preliminares
El tratamiento de este tema requiere de una rápida revisión de conceptos
que sirven de marco general al proceder judicial en materia penal, por lo que
vamos a concentrarnos en tal tarea en este segundo punto, para luego entrar
directamente en el tratamiento del supuesto problemático ya enunciado; sin
1
Entre ellos y sólo por mencionar algunos, el derecho al libre desarrollo y bienestar,
la libertad ambulatoria, el derecho de defensa y derecho al debido proceso.
2
De acuerdo al Documento de Estudio n.o 004-2004/JUS sobre la Política Democrática de
Defensa Jurídica del Estado ante el Sistema Interamericano de los Derechos Humanos,
elaborado por el Ministerio de Justicia se dijo:
“En el 2004 fueron 345 y este año llegarán a 360. Un promedio de una por día”, señaló
Santiago Cantón, Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
en relación a las denuncias que recibe este organismo por violaciones de los derechos
humanos en nuestro país (Diario Perú 21, 11/09/05). (…)
Estando al número de denuncias contra el Estado peruano, y al hecho que un número
significativo -hasta 360- son casos actuales, es de anotar que ello podría ser reflejo
del cuestionamiento y falta de legitimidad de la justicia peruana para procesar
debidamente las peticiones en el ámbito interno, de un lado; y del conocimiento
adquirido a nivel nacional sobre los mecanismos de protección de los derechos humanos,
al parecer superior a la media existente en otros países de la región, de otro lado.
Evidentemente, una verdadera reforma del sistema de justicia nacional, aunado a un
trabajo profesional de las fiscalías y juzgados orientado a la búsqueda de la verdad y
la solución justa de las controversias, contribuiría a poner las cosas en su verdadero
estado y su exacta dimensión; de suerte que, con bastante probabilidad, disminuiría
ostensiblemente la exposición del Perú ante los tribunales e instancias supranacionales
de derechos humanos y nuestro récord no distaría mucho de cualquier otro Estado
democrático. (García, 2005)
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perder de vista que constituye el camino para abordar la confesión sincera
como tema asignado.
2.1.‐ El sistema procesal penal vigente en el Perú
Para comprender el estado actual del proceso penal peruano, debemos
empezar por comprender al sistema mixto, que amparó el Código de
Instrucción Criminal Francés de 1808, que tuvo auge en Europa por el éxito de
las ideas propias de la Revolución Francesa y del dominio napoleónico. En este
sistema perduran dos postulados del sistema inquisitivo, a saber: la persecución
penal pública de los delitos, como regla, y la averiguación de la verdad histórica
como fin del proceso penal, a fin de sustentar con ello, la sentencia.
En ese sistema, la dignidad de la persona humana cobró notoria
importancia frente a los postulados del modelo inquisitivo, por ello es que las
garantías y derechos individuales conforman su estructura. Para este caso, el
procedimiento penal se divide en tres etapas: investigación preliminar, a cargo
del Ministerio Público o del Juez Penal; un procedimiento intermedio
(requerimiento de juicio público o acusación, o sobreseimiento) y, el juicio o
procedimiento principal. En el decurso de este último se lleva a cabo un debate,
cuyas notas distintivas son la oralidad, publicidad, concentración, continuidad,
inmediación y defensa.
Este sistema fue introducido en el Perú por el Código de Procedimientos
en Materia Criminal de 1920 y se mantiene, con algunas modificaciones en el
vigente Código de Procedimientos Penales de 1940 3 . Ahora bien, el estado
actual del desarrollo procesal penal peruano se circunscribe en el modelo mixto,
debido a la vigencia simultánea del Código de Procedimientos Penales de 1940
y del Código Procesal Penal de 1991, e incluso de algunos artículos del Código
Procesal Penal de 2004, además de la inconstitucional sumarización de nuestro
proceso penal en virtud al Decreto Legislativo n.o 124 y sus posteriores
modificaciones (Burgos, 2002, p. 202). Por ello, nuestro sistema acumula una
diversidad de características que lo hacen singular, entre ellas tenemos:
3
Entre sus características están: 1) la separación entre la función de acusar, instruir
y juzgar, confiadas a órganos distintos, esto es al Fiscal, al Juez de Instrucción y al
Tribunal con Jurado, respectivamente; 2) excepto para el Tribunal con Jurado, rige el
principio de la doble instancia; 3) también rige el principio del Tribunal Colegiado; 4)
el imputado es sujeto de derechos, le asiste la presunción de inocencia, el derecho de
defensa y la aportación de pruebas en igualdad con el acusador; 5) la valoración de la
prueba es libre; 6) la acción penal es indisponible y rige el principio de necesidad en
todo el curso del procedimiento. La acción penal también es irretractable; y 7) la
sentencia puede ser materia de revisión por la instancia superior.
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‐ El proceso penal se desarrolla en dos etapas: la instrucción (reservada y escrita) y el
juzgamiento (público y oral).
‐ La primera etapa de la instrucción tiene una nueva orientación al que se le otorga el
papel indispensable en la recolección de las pruebas. Desaparecen los jurados y se
incorporan los jueces profesionales.
‐ Con relación al juicio oral, éste le compete a una Sala penal, en donde la audiencia es
dirigida por su Presidente, bajo los principios procesales de oralidad, publicidad,
inmediación, libertad de declaración del acusado, unidad, continuidad, concentración
preclusión y celeridad.
2.2.‐ Los fines del proceso penal en un sistema político democrático
A nuestro entender, el proceso penal tiene dos finalidades teóricas, una
concreta y otra abstracta. Por la primera se persigue imponer una sanción penal
a una persona natural, ante la comisión, activa o pasiva, de una conducta
tipificada como delito, con finalidades preventivo especiales, a través de un
debido proceso penal, con las garantías del contradictorio 4 . Adicionalmente, y
no menos importante, es la búsqueda que se hace, a través del proceso penal, de
la reparación del daño directamente ocasionado por la comisión del delito. La
finalidad abstracta del proceso penal guarda estrecha relación con los fines de la
pena y así dependerá de la concepción político criminal que sobre el particular
adopte cada sociedad organizada para la composición de los conflictos de
mayor gravedad que acontecen en su medio social.
Sin embargo, el cumplimiento de los fines de la pena, que desde nuestro
punto de vista son los fines preventivo general y especial, en el aspecto
positivo, se lograrán sólo si se cuenta con un adecuado sistema penitenciario.
Sistema que en la praxis busque la realización de los objetivos que, en la
normatividad peruana, constan en el Artículo II del Título Preliminar del
Código de Ejecución Penal vigente, concordante con el artículo 125º y siguientes
de dicho código, pertenecientes a la Asistencia Post Penitenciaria, que tiene por
finalidad apoyar al liberado en su reincorporación a la sociedad, ya que sus
actividades complementan las acciones del tratamiento penitenciario 5 . Es por
todos sabido que en la realidad penitenciaria latinoamericana, el logro de los
fines de la pena es irreal. En el Perú, las cárceles son centros de
perfeccionamiento delictivo, de degradación moral y muestra de corruptela
institucional; que producen personas resentidas y rencorosas, que al recuperar
4
En contra, Zaffaroni, Alagia y Slokar (2005, 5), desde una perspectiva negativa acerca
de la legitimidad del sistema penal.
5
El derecho penal ha evolucionado desde los tiempos de la venganza hasta el de la
rehabilitación. Véase el inciso 22 del artículo 139º de la Constitución Política del
Perú de 1993 y el inc. 3 del art. 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, del que el Perú es suscriptor: “El régimen penitenciario consistirá en un
tratamiento, cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los
penados”.
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su libertad ambulatoria, enfrentan el desprecio y discriminación de la sociedad,
por la mácula que significa el haber estado interno en un penal (Zaffaroni 1991,
58). Sin contar, que muchos de ellos incluso perfeccionan su técnica “delictual”
por llamarla de alguna manera.
De esta manera, los fines del proceso penal en un sistema democrático, que
guardan estrecha relación con los fines de la pena, se tergiversan
inexorablemente, conduciendo al sistema a su deslegitimación en función del
aseguramiento de las libertades individuales. Las etapas del proceso penal
deben estar al servicio de la realización de las libertades individuales, a fin de
concretizar las garantías materiales y procesales de las que gozan los
ciudadanos en un Estado democrático de derecho, aunque éstas se diluyan
luego por las desgracias del sistema penitenciario (CEAS, 2005).
2.3.‐ El principio de inmediación
En su desempeño jurisdiccional y funcional todo magistrado debe
observar los principios procesales de legalidad, inmediación, concentración,
celeridad, preclusión, igualdad de las partes, oralidad y economía procesal, y
sancionar toda contravención a los deberes procesales de lealtad, probidad,
veracidad y buena fe, así como la temeridad procesal. Sobre el particular, nos
concentraremos en el principio de inmediación, por ser de particular
importancia para el supuesto problemático planteado al inicio de este artículo.
Este principio, según Roxin (2000), “importa que el juez debe elaborar la
sentencia de acuerdo con las impresiones personales que obtiene del acusado y
de los medios de prueba (…). Este principio rige sólo para el juicio oral; por ello
se debe tratar allí”. De la misma opinión es el Tribunal Constitucional Peruano
(Exp. n.o 0290‐2002‐HC/TC), cuando opina al respecto en el caso Calmell del
Solar:
(…) en el caso no se ha producido la infracción del principio de inmediación, pues
sencillamente el proceso se encuentra en su etapa investigatoria a cargo de los jueces de
instrucción, (…)
A contrario de esta posición, creemos que los principios de inmediación y
contradicción deben aplicarse también durante las actuaciones probatorias
preliminares en las que la figura del Juez y el procesado confluyan; y es más, en
un futuro no muy lejano, en función al principio de inmediación, el Fiscal Penal
también debe ser facultado a pronunciarse por el valor probatorio de ciertas
actuaciones en la que éste ha participado desde el principio, pues qué duda
cabe, no es el Juez quien se involucra primero con el imputado, sino los
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miembros de la Policía, quienes realizan una sumaria investigación preliminar
que dirige el Fiscal Penal, por ello es que la posición de éste con relación al
imputado es privilegiada, incluso respecto a la confesión y más aún a la
confesión sincera.
2.4.‐ La posición del procesado con relación a la defensa de sus derechos
fundamentales
En este contexto debe afirmarse que el proceso penal sirve al procesado, al
agraviado y a la sociedad. Así pues, respecto al procesado y en virtud de la
garantía de no incriminación, éste tiene derecho a introducir válidamente al
proceso la información que considere adecuada a la realización de su derecho
de defensa. Implícitamente, esto significa que también puede elegir la forma
para hacerlo. No es posible en un sistema procesal respetuoso de los derechos
humanos, admitir algún coto a la actividad probatoria del procesado, que
materializa su derecho de defensa, que en la Constitución Peruana ha quedado
reconocido en el Artículo 139, cuando se enumeran los principios y derechos de
la función jurisdiccional:
( …)
14.‐ El principio de no ser privado del derecho de defensa en ningún estado del proceso.
Toda persona será informada inmediatamente y por escrito de la causa o las razones de
su detención. Tiene derecho a comunicare personalmente con u defensor de su elección y
a ser asesorada por éste desde que es citada o detenida por cualquier autoridad.
(…)
Similares disposiciones han sido amparadas por las Constituciones de
Bolivia (artículo 16), Chile (artículo 19, inciso 3), Colombia (artículo 24, inciso
10), Venezuela (artículo 49) y Ecuador (artículo 24, inciso 10 de la Constitución
de 1998).
(…) el principio de no ser privado del derecho de defensa en ningún estado del proceso,
constituye una de las condiciones indispensables para que un proceso judicial sea
realizado con arreglo al debido proceso. (…) El ejercicio del derecho de defensa, de
especial relevancia en el proceso penal, tiene una doble dimensión: una material, referida
al derecho del imputado de ejercer su propia defensa desde el mismo instante en que
toma conocimiento de que se le atribuye la comisión de determinado hecho delictivo; y
otra formal, lo que supone el derecho a una defensa técnica, esto es, al asesoramiento y
patrocinio de un abogado defensor durante todo el tiempo que dure el proceso. Ambas
dimensiones del derecho de defensa forman parte del contenido constitucionalmente
protegido del derecho en referencia. En ambos casos, se garantiza el derecho a no ser
postrado a un estado de indefensión. (Tribunal Constitucional Peruano. Exp. n.o 2028‐
2004‐HC/TC)
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Con el argumento del Tribunal Constitucional del Perú, se fundamenta
también que la defensa del procesado, que le da derecho a introducir, desde que
tiene conocimiento de la imputación que se le formula (entiéndase a la
imputación en sentido lato), la información pertinente para asegurar su libertad
o una mejor posición de defensa, incluida la confesión; más aún si esta es
sincera, debe ser apreciada por una autoridad competente, que pueda asignarle
un valor a tal actividad del procesado, que finalmente pueda emitir una opinión
asignando valor a ese desempeño voluntario, que bien puede traducirse en una
atenuación de la pena por debajo del mínimo legal prescrito.
2.5.‐ La sentencia condenatoria
El acto de juzgamiento precisa de una cabal valoración de la actividad
probatoria desplegada por los operadores judiciales para arribar a una
sentencia condenatoria 6 . Ya es bastante conocido que sólo es posible condenar a
una persona cuando no quedan dudas acerca de su culpabilidad, es decir,
cuando no hay razón que pueda sustentar siquiera la posibilidad de aplicación
del principio in dubio pro reo. Para que el juez llegue a este convencimiento, es
menester interpretar la norma penal respecto al caso concreto y tal
interpretación se aproxima a la corrección cuando menos se aleje de la vertiente
constitucional. Así, no es posible únicamente verificar la tipicidad de la
conducta y la ausencia de elementos negativos del delito para enviar a una
persona a la cárcel (responsabilidad objetiva proscrita), la norma penal debe ser
tan flexible como lo permitan las características específicas del acusado, las
circunstancias del caso y aún, la co‐culpabilidad de la víctima y la sociedad.
Por ello, la realización del silogismo aristotélico 7 aquí es inadmisible, no
sólo por sus inconsistencias internas, sino por que el método del cual es
6
Según Roxin (2000), la sentencia es “la decisión que pone fin a la instancia, dictada
por el tribunal decisor sobre la base de un juicio oral”. La sentencia condenatoria
establece la existencia de responsabilidad penal en el actuar del procesado, establece
la graduación de la pena a imponérsele y la forma de su ejecución, también se pronuncia
por el quantum de la reparación civil, y por las consecuencias accesorias del delito, de
ser el caso. Por ello, su naturaleza es la de restringir derechos de la persona, como
tal, el objeto de la sentencia es el objeto del proceso y en el medio procesal penal
peruano, se fundamenta en la averiguación de la verdad histórica sobre la comisión del
delito.
7
Aristóteles definió el silogismo como un argumento en el cual, establecidas ciertas
cosas, resulta necesariamente de ellas, por ser lo que son, otra cosa distinta de las
antes establecidas. Esta definición por ser tan general se puede aplicar a la inferencia
deductiva general. También da pie a pensar que el silogismo es la forma principal o
única de razonamiento deductivo, cosa más errónea. El silogismo es un tipo especial de
inferencia en las cuales se establece un proceso de deducción que conduce a establecer
una relación de tipo sujeto-predicado partiendo de enunciados que manifiestan asimismo
la relación sujeto-predicado. En este proceso deductivo, además, se supone que la
conclusión -que consta de dos términos- es inferida de dos premisas, cada una de las
cuales tiene asimismo dos términos, uno de los cuales no aparece en la conclusión.
(Olvera, 2005)
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tributario, no se puede aplicar con la misma pretensión de validez, al ámbito
del derecho y menos al derecho penal.
En atención a ello, reconocer la cualidad de sincera a la confesión del acusado
influirá decisivamente en la graduación de la pena a imponérsele a éste y la
forma de su ejecución, también respecto al quantum de la reparación civil, y por
las consecuencias accesorias del delito, de ser el caso. No es admisible no
hacerlo si es que la confesión de ha producido, pues se estaría perjudicando al
acusado y este resultado lesivo, como producto marginal del proceso penal, no
es compatible con la defensa de la persona humana, que la Constitución
peruana consagra en su artículo primero.
III.‐ El recurso de apelación como medio de impugnación
La apelación es un recurso amplio que conduce al examen fáctico y
jurídico de la sentencia penal; tiene por objeto afectar autos y sentencias,
buscando su revisión ante una instancia superior de mérito. Para Monroy
(2003), su fundamento radica en que, siendo el acto de juzgar una actividad
humana, es susceptible de error. Siendo así es necesario e imprescindible que tal
acto pueda ser revisado por otros seres humanos, teóricamente en mejor aptitud
para apreciar la bondad de la decisión adoptada, sea para ratificarla
(confirmarla) o desvirtuarla (revocarla).
El procedimiento de apelación en procesos sumarios, según el caso
detallado en el supuesto problemático, se resume así: luego de que el Fiscal
Provincial Penal ha emitido su dictamen acusatorio, en el que únicamente opina
por la responsabilidad penal del procesado, el Juez sentencia, y si el sentenciado
apela porque se han inaplicado los beneficios de la confesión sincera, el Juez
dispone el traslado de los actuados a la Sala Pena, compuesta por tres
magistrados, quienes emitirán su resolución previa opinión del Fiscal Superior
Penal. Es en este momento cuando se presenta el problema, pues el Fiscal
Superior Penal recién toma conocimiento del caso, nunca antes había conocido
que tal proceso existía. Es en este contexto en que este representante del
Ministerio Público, tutor de la legalidad, debe pronunciarse, teniendo en cuenta
que los derechos del sentenciado recurrente dependen también de la decisión
que emita.
IV.‐ La sinceridad de la confesión en la normatividad procesal penal peruana
Aquí trataremos el tema asignado, así como aquello que el atribulado
Fiscal Superior Penal debe tener en cuenta para emitir su dictamen. La confesión
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es una de las formas en las que el procesado puede introducir medios probatorios al
proceso y además, efectiviza de esta forma su derecho a la defensa, como ya hemos
referido trilladamente. El Código de Procedimientos Penales de 1940, artículo 136,
no conceptualiza qué es la confesión (es decir que no brinda un concepto legal),
como antaño sucedió con los códigos precedentes, pero sí detalla sus efectos, y
en particular los de la confesión “sincera” cuando ésta ha sido “debidamente
comprobada” en su contenido, pudiendo el Juez considerarla para rebajar la
pena del confeso a límites inferiores a su mínimo legal 8 .
Pero, ¿cuándo la confesión es sincera? Pareciese que añadir el adjetivo
“sincera” a la palabra “confesión” es un pleonasmo que sólo puede ser
admitido en la medida que refuerce su significado, pero en nuestro medio este
calificativo adopta algunas características específicas respecto al instituto
procesal de la confesión, tal como detalla Mixán (1991, 59‐67) en seis punto
específicos: a) la confesión es una declaración personal y oral del imputado,
pues no hay confesión ficta; b) es una declaración libre y consciente, por lo que
siendo voluntaria, su autor no debe ser presionado o inducido psicológica,
mental o químicamente para prestarla; c) debe ser sincera, en cuya virtud el
imputado debe proferir una narración veraz; d) debe tener un contenido
razonablemente verosímil, por lo que el relato debe ser explicable, cognoscible y
no contrario a una ley natural, a un hecho notorio o a leyes lógicas; e) la
confesión debe ser circunstanciada, es decir, el imputado debe proporcionar los
detalles pertinentes en orden a su intervención delictiva y a las circunstancias
anteriores, concomitantes y posteriores, objetivas y subjetivas, del hecho y de su
comportamiento; y, f) debe aceptar simple o calificadamente la imputación.
Como es obvio, estas características importan un elevado contenido
subjetivo para lograr su apreciación, en otras palabras, la autoridad que reciba la
confesión debe estar en contacto directo con el imputado y actuar de manera
personalísima al evaluar la sinceridad de la confesión. No perdamos de vista que del
resultado de esta evaluación y de la corroboración con actuaciones probatorias
de su contenido, depende la aplicación facultativa del beneficio de reducción de
8
En el caso del Código de Procedimiento Penal de Colombia, la parte pertinente de su
artículo 40 establece fracciones de la pena que deberán disminuirse, en función del
momento preliminar o procesal en que se realice la confesión: “Cuando las rebajas por
confesión y sentencia anticipada concurran en la etapa de instrucción, la rebaja será de
las dos quintas (2/5) partes y cuando concurran en la etapa de juzgamiento, será de una
quinta (1/5) parte”.
Algo parecido sucede en nuestro país, con lo dispuesto por el Decreto Legislativo n.o
901, Ley de beneficios por colaboración, cuando en su artículo cuarto, literal b)
establece: “El que en el transcurso de la investigación policial o en cualquier estado
del proceso penal por los delitos previstos en los Decretos Legislativos 895 y 896 hasta
antes de la Acusación Fiscal, confiese su participación en el delito y colabore con la
investigación; la pena a imponérsele podrá ser reducida hasta la mitad del mínimo legal.
Lo dispuesto en este inciso no es aplicable a los casos de detención en flagrante
delito.”
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la pena por debajo del mínimo legal. Siguiendo lo expresado por San Martín
(1999, Vol. II, 622‐623), la única confesión posible, en un sistema procesal inquisitivo,
es la prestada ante el juez del debate, en el acto oral, para que su actuación cumpla
con todos los requisitos propios de un acto de prueba, es decir, inmediación del
juez, publicidad del debate, información sometida a contradicción, todo ello con
observancia de los requisitos que se derivan del derecho de defensa 9 .
4.1.‐ La confesión sincera en el nuevo Código Procesal Penal
El sistema acusatorio 10 que propugna el nuevo Código Procesal Penal de
2004, y sobre el cual nuestro país viene experimentando tanto en su aplicación
como en su evolución, nos conduce hacia el modelo procesal que más se
aproxima al sistema de “administración” de justicia típico del common law o
anglosajón (adversarial system), y que además importa necesariamente un
retorno hacia los principios constitutivos del derecho penal y procesal penal,
que legitiman la pretensión punitiva estatal en un Estado Democrático de
Derecho, respetuoso de las libertades individuales, donde el papel del Fiscal es
protagónico, en resguardo de la legalidad y del debido proceso, pues, qué duda
cabe, la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin
supremo de la sociedad y del Estado.
9
Esta posición ha sido amparada por diversas ejecutorias en nuestro país, que en su
conjunto integran una tendencia jurisprudencial sobre el tema (Gaceta Jurídica, 2005,
184).
R. N. n.o 3694-2002-Callao, de fecha 28 de marzo de 2003: “El procesado ha reconocido su
culpabilidad en los hechos que se le imputan a nivel policial, instrucción y juicio
oral, narrando las formas y circunstancias en que se produjo el evento delictivo,
encontrándose por lo tanto incurso en la atenuante procesal de confesión sincera
contemplada en el artículo ciento treintiséis del Código de Procedimientos Penales,
situación que no se ha tenido en cuenta al momento de determinar la pena.”
Exp. n.o 1330-2000, de fecha 29 de septiembre de 2000: “El reconocimiento del encausado
respecto a la actividad ilícita materia de la imputación, que se advierte tanto de su
manifestación policial como instructiva, tiene los efectos jurídicos de la confesión
sincera, no perdiendo dicha situación en mérito a la divergencia en cuanto a las
circunstancias de su intervención, pues en lo sustancial existe concordancia entre la
imputación y el reconocimiento.”
10
Respecto a la fase acusatoria de este nuevo sistema procesal, cabe resaltar las
siguientes características: - La imposibilidad de que el proceso penal sea iniciado con
prescindencia de una denuncia dirigida al órgano jurisdiccional: ne procedat iudex ex
officio. - El ejercicio y mantenimiento de la acusación por un órgano distinto al juez,
al que se añade la exigencia de una acción pública y popular: nemo iudex sine actore. -
La carga de la prueba corresponde a quien denuncia o acusa, a fin de desvirtuar la
presunción de inocencia. - El juzgamiento y la sentencia se limitan a los términos de la
acusación, salvo en el caso de la determinación alternativa.
En cuanto a su faceta adversarial, extraída del modelo anglosajón, este sistema procesal
penal tendrá las siguientes características al adaptarse a nuestro sistema procesal: -
Procedimiento marcadamente contradictorio entre las partes, acusador y acusado, ante un
tercero imparcial (juez) únicamente con facultad decisora. - Igualdad funcional entre
las partes, como garantía de la imparcialidad del juez, para presentar, sustentar y
tachar el material probatorio que estime conveniente. - El juez tiene funciones de
garantía de fallo en un sistema constituido sobre el adversarial system, debido a la
imparcialidad que el sistema le garantiza. - Postula la presencia de mecanismos de
solución al conflicto jurídico-penal, como por ejemplo, las negociaciones y las
conformidades, y de esta forma se gana en economía procesal, ya que, los profesionales
se benefician con la disminución de las exigencias técnicas y de la complejidad del
trabajo.
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Ahora bien, respecto de la confesión en el Nuevo Código Procesal Penal
(Decreto Legislativo n.o 957) la encontramos regulada dentro del Título II
dedicado a los medios de prueba; particularmente en el Capítulo I, artículo 160,
en donde se establece que la confesión para ser tal deberá consistir en la
admisión de los cargos o imputación formulada en su contra por el imputado y
sólo tendrá valor probatorio cuando: a) esté debidamente corroborada por otro
u otros elementos de convicción; b) sea prestada libremente y en estado normal
de las facultades psíquicas; y, c) sea prestada ante el Juez o el Fiscal en presencia
de su abogado. En este punto, nos preguntamos ¿ante qué Fiscal, aquel condujo
la investigación, o el que conoce por apelación en el supuesto del problema
planteado? Al respecto, consideramos que es el Fiscal de la investigación, pues,
es quien, por el principio de inmediación, conoce directamente la conducta del
imputado, así como los elementos que condujeron a la respectiva formalización
de denuncia.
Seguidamente, el artículo 161, regula los efectos de la confesión cuando
ésta es sincera (ya hemos expuesto las consideraciones jurídico‐procesales que
según Mixán tiene la confesión sincera) y en este sentido prescribe:
Si la confesión, adicionalmente, es sincera y espontánea, salvo los supuestos de
flagrancia y de irrelevancia de la admisión de los cargos en atención a los elementos
probatorios incorporados en el proceso, el Juez, especificando los motivos que la hacen
necesaria, podrá disminuir prudencialmente la pena hasta en una tercera parte por
debajo del mínimo legal (el subrayado y resaltado es nuestro)
De la lectura de este artículo, se refrenda nuevamente la consideración
suprema que le otorga el nuevo sistema procesal a la libertad de la persona, y
aunque se consigna en condicional esta facultad jurisdiccional de disminuir
prudencialmente la pena al confeso “sincero”; es de resaltar que el instituto
procesal de la “confesión sincera” se torna en una herramienta por explotar en
aras de contribuir a una eficaz intervención de la función jurisdiccional.
Unido ello, se advierte que, mediante Ley n.o 28122 (Ley sobre la
conclusión anticipada de la instrucción en procesos por delitos de lesiones,
hurto, robo y micro comercialización de droga, descubiertos en flagrancia con
prueba suficiente o imputados sometidos a confesión sincera) se establece la
posibilidad de proceder a la conclusión anticipada de la instrucción judicial,
cuando el imputado hubiese formulado confesión sincera ante el Juez conforme
al artículo 136 del Código de Procedimientos Penales. Con ello se fortalece la
necesidad de someter al imputado a un proceso rápido y eficaz, donde se valora
su aporte de confesar en forma veraz las circunstancias y asumir su
responsabilidad con respecto a la comisión de los delitos que dicha ley describe.
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Siendo así, consideramos que es un avance y que abre la posibilidad de seguir
incorporando a otros delitos la posibilidad de concluir con el proceso si el
acusado acepta ser autor o partícipe del delito materia de la acusación y
responsable de la reparación civil.
V.‐ Las facultades del Fiscal Superior Penal ante el caso que conoce mediante
apelación de sentencia
Es obvio que estando a los requisitos de validez de la confesión sincera, a
que la potestad de administrar justicia se ejerce por el Poder Judicial y sobre
todo al principio de inmediación procesal, en virtud del cual el juez se
encuentra en relación directa con el objeto procesal y es con su intervención que
transcurre la actividad probatoria, sólo éste es el facultado a pronunciarse
respecto a la aplicación de los beneficios de la confesión sincera, y siendo esto
así, tal facultad deviene en individual y exclusiva.
Esto apareja la consecuencia de que la apelación sobre este extremo
carezca de objeto, pues el Fiscal Superior Penal no puede pronunciarse sobre el
tema, más aún, teniendo en cuenta, además, que en el proceso penal ordinario
quien interviene en la investigación preliminar y la instrucción (reservada y
escrita) no es él, sino el Fiscal Provincial. Aquí se evidencia el cuestionamiento
que debe hacerse respecto a la falaz presunción que prima en los procesos
ordinarios, a la luz del derecho material, de que la actividad probatoria se
incorpora válidamente al juicio oral a través de su oralización, en los cargos que
verbalmente formula el Fiscal Superior en la audiencia y que componen su
acusación ante los miembros de la Sala Penal y la defensa de acusado.
Sin embargo, el Fiscal Superior Penal, en los procesos ordinarios, pero no
en los sumarios, sí puede exigir dos elementos de la sentencia, respecto a la
confesión. En primer lugar, ésta debe contener la exposición detallada del Juez
acerca de la confesión, la concurrencia o no de los elementos necesarios para
considerarla “sincera”, la aplicación o inaplicación de sus efectos y los motivos
que han sido considerados en uno u otro caso, alternativamente. Tal exigencia
se funda en el deber, constitucionalmente prescrito, que tienen los jueces de
motivar las resoluciones judiciales, deber enunciado expresamente en el inciso
quinto del artículo 139 de la Constitución Política de 1993, no siendo admisible
únicamente el sólo hecho de motivar, sino que se entiende que esta motivación
debe ser la adecuada para asegurar los derechos sustanciales y procesales de las
partes involucradas en un debido proceso penal. Esto concuerda con el tenor
del artículo 280 del Código de Procedimientos Penales de 1940.
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5.1.‐ Una limitación funcional del Ministerio Público y propuesta final
El Ministerio Público peruano fue creado como un organismo autónomo
por la Constitución Política del Perú de 1979, manteniéndose en la actual
Constitución Política del Estado, y bajo el amparo de su Ley Orgánica Decreto
Legislativo n.o 052, aprobada el 16 de marzo de 1981. Sin embargo, ésta siempre
se ha encontrado presente en nuestro ordenamiento jurídico, aunque
primigeniamente formara parte del Poder Judicial.
La actual separación del Ministerio Público del Poder Judicial, se basa en la
búsqueda del mejoramiento y modernización del Sistema de Impartición de
Justicia, (llamado actualmente Administración de Justicia), es decir crear una
estructura al interior del denominado Tercer Poder ‐según la doctrina de la
División de Poderes propugnada por Montesquieu‐ y que ha sido superada por
la Teoría del Constitucionalismo Moderno o Contemporáneo. Si logramos
asimilar esto, y para que se pueda garantizar la plena vigencia de un debido
proceso en un Estado de Derecho, es necesario esta separación de funciones;
por lo que el Ministerio Público es una Magistratura particular que colabora con
el Poder Judicial en la Impartición de Justicia, y en la cual nadie tiene injerencia,
ni en su organización ni en su funcionamiento, es decir es autónomo.
Una de sus principales funciones es la de conducir desde el inicio la
investigación del delito (art. 159 inc. 4 de la Carta Magna). Ésta se basa en la
necesidad de separar las funciones de investigación de las del juzgamiento,
pues es incompatible con el Sistema Acusatorio Garantista. En consecuencia,
partiendo de esta premisa, se tiene que el Ministerio Público tiene exclusividad
en el ejercicio y la disposición reglamentada de la acción penal, como sucede
con el principio de oportunidad. Ergo, el Ministerio Público está ligado a la
abolición del Proceso Inquisitivo, porque busca separar la función de
persecución y la función de decisión en dos organismos diferentes. Esto es
saludable, por cuanto se garantiza que no existan arbitrariedades por parte del
Poder Judicial, ya que éste no puede ser Juez y parte al mismo tiempo;
recordemos pues que la función jurisdiccional es juzgar y hacer ejecutar lo
juzgado. La instrucción por un Juez, es una instrucción netamente inquisitiva,
incompatible con el proceso penal propio de un Estado de Derecho, el cual y de
acuerdo a las nuevas tendencias, exige la más amplia vigencia del principio
acusatorio. El Ministerio Público debe de limitar de manera eficaz los
amplísimos poderes investigadores del Juez, acercando más bien la figura del
Juez instructor, al papel de árbitro.
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En este contexto, siendo una de las características del modelo procesal
mixto, la separación entre la función de acusar, la de instruir y la de juzgar,
confiadas a órganos distintos, esto es al Fiscal, al Juez Especializado en lo Penal
y a la Sala Penal, respectivamente, corresponde al juez (o jueces) decidir,
finalmente, por la pena. Respecto a ella, en los procesos sumarios el papel del
fiscal provincial se limita a una opinión, que de ninguna manera vincula al juez.
Para el caso que nos ocupa en este ensayo, esto concuerda incluso con la
redacción in fine del artículo 136 del Código de Procedimientos Penales
peruano: “La confesión sincera debidamente comprobada puede ser
considerada para rebajar la pena del confeso a límites inferiores al mínimo
legal.” (El subrayado es nuestro) Y esta potestad discrecional, que descansa en
el convencimiento de la sinceridad de la confesión y de la concurrencia de sus
características, anotadas ut supra, sólo puede ejercerla quien finalmente decide
sobre la pena, la reparación civil y, de ser el caso, otras consecuencias accesorias
como la inhabilitación o la prescripción de tratamiento terapéutico, es decir,
únicamente el Juez.
La propuesta final de este ensayo es que, implementándose el nuevo
sistema procesal penal en el Perú, se establezca explícitamente la improcedencia
de la apelación de la sentencia, con vista del Fiscal Superior Penal (Ministerio
Público), por haberse denegado la apreciación facultativa de los beneficios de la
confesión sincera; o en su defecto, que se establezca la vinculación del Juez
respecto a la apreciación de la confesión sincera que haga el Fiscal Provincial
Penal. En la situación planteada se hace palmaria la necesidad de superar una
de las limitaciones del Ministerio Público en un modelo procesal mixto como el
que actualmente rige la actividad procesal del Perú. Si se opta por la
inaplicación de los beneficios, el juez debe motivarse tal decisión en la
sentencia, en concordancia con el mandato constitucional contenido en el inciso
quinto del artículo 139 de la Constitución Política, a fin de garantizar un debido
proceso penal y salvaguardar los derechos materiales del imputado.
VI.‐ Conclusiones para el establecimiento de mecanismos de acción
Desde un punto de vista que considera únicamente el aspecto legal del
proceso penal, el Fiscal Superior Penal no puede pronunciarse respecto a la
aplicación o inaplicación de los beneficios de la confesión sincera para el
sentenciado, pues esta autoridad no ha participado en la conformación del
proceso, entendiendo a ésta desde el conocimiento de la notitia criminis por
parte del Fiscal Provincial Penal, hasta la sentencia dictada por el Juez Penal.
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Esto es así en tanto que en el desempeño funcional del Fiscal Superior no
halla oportunidad para aproximarse a alguna situación parecida al principio de
inmediación procesal, que sí se le reconoce al Juez en un sistema procesal mixto
como el que impera en el caso peruano. No obstante ello, el Fiscal Superior
Penal, en tanto defensor de la legalidad, sí está obligado a exigir que el Juez se
pronuncie por la confesión y sus circunstancias particulares en el caso sometido
a su conocimiento, pronunciamiento que debe estar correctamente motivado, de
acuerdo a la Constitución Política y el Código de Procedimientos Penales.
Dependiendo de su participación real, que debe ser desde el principio de
la investigación preliminar, esto es en sede policial, el Fiscal Provincial Penal,
quien emite su dictamen opinando por la responsabilidad o irresponsabilidad
penal del procesado, el quantum de la pena y reparación civil, sí podría
también opinar por la procedencia de la aplicación de los beneficios de la
confesión sincera. Debe recordarse pues que los medios probatorios actuados
con presencia del fiscal en la etapa policial, mantienen su valor probatorio en
sede jurisdiccional, razón por la que esta posición encuentra respaldo.
En necesario potenciar el trabajo del Ministerio Público y de los Fiscales a
fin de que los efectos de la confesión sincera, sobre los que opina el Fiscal,
vinculen al Juez para su aplicación. Esto sólo será posible durante la evolución
que el nuevo sistema procesal de nuestro país vaya experimentando ya con la
vigencia del nuevo Código Procesal Penal.
VII.‐ Lista de referencias
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constitucionalidad. (Tesis de Magíster en ciencias penales, Universidad Nacional Mayor de San
Marcos).
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Editorial ROEL S.A.C. Primer edición, marzo de 2005.
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2005.
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