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Horkheimer señala que el concepto de crítica estuvo presente desde los inicios de
la razón burguesa. Esta práctica de invalidar un pensamiento por su articulación o
contenido ha depurado y diluido la propia institución que la creó (la razón
burguesa) (2001). Este es sólo una de las razones por las que el pensamiento
burgués no posee la universalidad que presume tener.
Otra razón aún más evidente, de porqué la razón burguesa no es universal, es la
falta de juicio o racionalidad que esta razón termina por promover (Horkheimer,
2001). Como se infiere del texto de Horkheimer, a la vez que la modernidad invita
a los individuos a servirse de la razón, de forma contradictoria también promueve
dinámicas feroces y totalitarias en los distintos espacios de la vida moderna (la
ciudad, el trabajo, la familia, la escuela) (2001). En estos escenarios, muchas
veces hostilizados por la dinámica moderna, el individuo debe renunciar a su
juicio e incluso al pensamiento a la hora de “ser razonable”. Este ser razonable,
desde el punto de vista burgués, es tener que emplear una razón carente de
“racionalismo”:
Cuando (…) el dictador anima a emplear la razón, quiere decir que él posee más
tanques. Fue lo bastante racional para construirlos; los demás deben ser lo bastante
racionales para ceder (2001: 203).
El mismo autor asegura que los acaudalados son a quienes les es dado elegir el
pensamiento o posición de su preferencia, siempre y cuando estos hayan sido
aprobados por el filtro de la censura. En cambio, son los pobres quienes más
seguido se ven obligados a renunciar al pensamiento y acatar la razón que se les
impone (2001). Sin embargo, para Horkheimer la violencia a sí mismo es una
consecuencia del pensamiento burgués a la que se deben someter tanto ricos
como pobres: los pobres, por ser el blanco fácil de la opresión y los ricos porque:
“a pesar y a causa del inmenso capital del que deben disponer, se captan a sí
mismos en tan escaza medida como los sometidos” (2001: 213).
Esta idea de Mannheim nos remite a la razón subjetiva de Horkheimer, pues para
éste lo mismo que para el primero, las imágenes del mundo están en función del
individuo y su posición social. Incluso, se asemeja a la razón subjetiva de
Horkheimer en cuanto que éste también reconoce que la razón no siempre es una
distorsión deliberada de la realidad por la cual el individuo pretende alcanzar sus
fines, dando a entender que a veces sucede a manera de reflejo (y, por tanto, un
tanto inconsciente), ante la inminente amenaza a la cosmovisión en la que
reposan sus intereses. Así, el pensamiento no siempre se niega a la razón
objetiva, sino que simplemente a veces “(…) es incapaz de captar la idea de lo
objetivamente razonable –sin la que la razón subjetiva no pasa tampoco de
insegura e inconsistente- (…)” (2001: 227).
Por otro lado, la ideología en sentido amplio es para Mannheim “(…) la ideología
de una época o de un grupo histórico social concreto, por ejemplo, de una clase,
cuando estudiamos las características y composición de la total estructura del
espíritu de nuestra época o de este grupo” (1987: 49). Este tipo de ideología, dice
Mannheim, es igualmente susceptible de ser acusado de inconsistencias, aunque
aquí lo que se pone en tela de juicio es “(…) toda la concepción del mundo
(inclusive su aparato conceptual) del adversario y [uno] se esfuerza por
comprender dichas concepciones como un producto de la vida colectiva en que
participa” (1987: 50).
Una de las diferencias entre uno y otro sentido de ideología consiste en que la
particular es analizada a la luz de la psicología, mientras que la amplia es de
carácter noológico o, como ya se mencionó anteriormente, su contenido y forma
son determinados por el espíritu de una época o historia determinadas (1987).
Esto lo expone Mannheim al explicar que en una interacción en la que un
interlocutor aguzado y poco comprometido por los intereses del otro, el primero
siempre puede rebatirle sus razones, pues ambos comparten “criterios de validez
objetiva”. Es decir, comparten hasta cierto punto el mismo sistema conceptual y de
verdad objetiva. En el sentido amplio, sin embargo, cuando uno analiza un grupo
en su contexto, tal vez social pero siempre histórico, es el espíritu propio de este
contexto el que le imprime un espíritu no sólo al contenido, sino también la forma
del pensamiento de dicho grupo. Por ello, el análisis deja de ser psicológico para
ser noológico o teórico (1987).
Por otro lado, al intentar comprender las ideologías de Mannheim uno puede
pensar que el sentido particular de ideología (individual) no es sino una parte de
su sentido amplio (grupal), y que al sumar los individuos sus pensamientos
particulares se conforma así el pensamiento del grupo. Sin embargo, Mannheim
advierte que esta es una concepción simplista de la interacción entre ambas
esferas de ideología. Para el autor, la ideología de grupo debe estar
necesariamente conformada por el pensamiento individual, sin el cual no podría
ser el todo que es. Sin embargo, y tomando como ejemplo las clases trabajadoras,
señala que los individuos que a ella pertenecen no tienen todos una concepción
proletaria de la realidad, sino que cada individuo, por sus propias particularidades,
participa sólo con ciertos fragmentos de este pensamiento. Después, estos
pensamientos particulares, en lugar de unirse en el todo de forma fragmentada y
errática, lo hacen de forma armónica, dada su dinámica de sistema (1987).
Por lo anterior se infiere que para Mannheim sólo es posible encontrar los criterios
referentes de verdad objetiva al interior de determinados contextos históricos.
Cuando un individuo analiza la forma de pensar de un grupo y no es
contemporáneo a éste, no puede rebatir su concepción del mundo abogando una
falta de objetividad, pues simplemente no comparten los criterios de verdad por
estar ubicados en contextos socio-históricos distintos (recordemos que este
contexto demarca la percepción y sistema conceptual de los individuos que
“contiene”). Como se menciona más arriba, lo más que puede hacerse en estos
casos es intentar comprender la ideología del grupo como parte de la vida
colectiva en la que tiene lugar. A propósito de esto, Mannheim desalienta al
investigador social a establecer relaciones de causa-efecto entre el pensamiento
de un grupo y su forma de vida, advirtiendo que sólo debe aspirar a comprender y
caracterizar la situación total (1987).
Por otro lado, resulta claro que ni siquiera el científico social escapa de verse
influenciado en su sistema de ideas e imágenes del mundo por el contexto
histórico en el cual vive (1987). Así, Mannheim no reconoce una verdad objetiva
como referente universal que trascienda contextos sociales e históricos.
Contrastando esto último con la denuncia que Horkheimer hace de la falta de
objetividad, juicio y coherencia de la razón burguesa, surge la pregunta: ¿existe
para Horkheimer -a diferencia de Mannheim- una razón objetiva permanente,
inalterable y ajena a los siglos, las personas y los lugares, a la cual todos, en
cualquier momento, podamos apelar y obtener siempre las mismas “verdades”
para las mismas preguntas?
.
GIDDENS Y HORKHEIMER: TRADICIONALISMO/SUBJETIVIDAD vs.
COSMOPOLITISMO/OBJETIVIDAD
Ante el panorama desolador que deja la crítica a la razón burguesa de Mannheim,
este apartado se acudirá al pensamiento conciliador del sociólogo británico
Anthony Giddens, también dedicado a estudiar el fenómeno de la modernidad y su
impacto en las diferentes esferas de la vida de los individuos.
1
Si seguimos el pensamiento de Mannheim, ese mosaico está presente incluso en el individuo
con su “pensamiento fragmentario” (1987).
2
Como el mismo autor afirma en “Un mundo desbocado”, la tradición se encarga de dar forma y
continuidad a la vida (2006). Por otro lado, en “Más allá de la izquierda y la derecha”, Giddens
afirma que el tradicionalismo o conservadurismo, en tanto que guardián de las instituciones
tradicionales, en muchas ocasiones se manifiesta, contradictoriamente, a favor de ciertas
dinámicas de la sociedad moderna (sobre todo científicas y de mercado) que aceleran el
desvanecimiento de las instituciones que pretende defender (2000).
Giddens, teniendo que recurrir al autoritarismo y, en veces, llevando al
fundamentalismo (2000). No es difícil encontrar la relación entre el tradicionalismo
de Giddens y la razón burguesa o subjetiva de Horkheimer. Por otro lado, el
cosmopolitismo, analiza racionalmente las estructuras y las desafía en sus fallos
con razones “racionales”, con los argumentos objetivos3 que exige el mismo marco
de intercambio democrático que la modernidad ha puesto de tablero para el juego.
A lo único que cosmopolitismo es intolerante, es a la falta de razón objetiva (si no
hay razones racionales para rechazar, prohibir o suprimir algo, es aceptado por
éste). Se puede decir, entonces, que el cosmopolitismo sigue la recomendación
que Horkheimer encuentra en muchos “grandes filósofos y sabios” premodernos,
citada en el primer apartado: la modestia en el saber (evitar la autoafirmación), lo
cual ha de lograrse mediante el uso la razón objetiva. Por lo anterior, es también
fácil encontrar paralelismos entre razón objetiva de Horkheimer y cosmopolitismo
de Giddens, en tanto que este último se vale de aquella para la participación
democrática y “avanzar” en sus demandas en lo que considera los fallos del
sistema.
CONCLUSIÓN
Al hacer su crítica a la razón burguesa, Horkheimer la desnudó en toda su fealdad,
a la vez que admitía el grado en que los individuos modernos estamos
compenetrados en ella y lo inútil que es ir en su contra (que equivaldría a ir contra
la comunidad y, por tanto a un suicidio social, o a un suicidio “a secas”). Giddens,
por su parte, afirma que, aunque la supresión total de la tradición no es lo
deseable, en tanto que ésta da forma y continuidad a la vida, el cosmopolitismo es
la actitud que logrará articular a la sociedad moderna de la mejor manera (2006).
Teniendo en mente este brillante pensamiento de Giddens (brillante por su
claridad, aunque no ilumine en el camino para conseguir la ansiada armonía 4), la
3
Esas razones objetivas, según Mannheim, lo serán con respecto a ese “criterio común de
validez”, ante el cual puede hacerse ver que el adversario está siendo “víctima de una ideología”
(1987).
4
Según lo expuesto en “El eclipse de la razón” (1974) por Horkheimer, la autora supone que
este, de haber sido contemporáneo a Giddens, lo hubiera tachado de “pensador conservador”, por
trazar nuevos horizontes donde los efectos adversos de la modernidad pueden ser manejados “sin
autora imagina un equilibrio seguramente difícil de conseguir entre las dos razones
(la objetiva o cosmopolita y la subjetiva o tradicionalista), pero que no nos queda
mejor alternativa que intentar conseguirlo.
BIBLIOGRAFÍA
Bauman, Zygmunt (2005) “Modernidad y ambivalencia”. Anthropos Editorial,
Barcelona.
Jiménez García, Marco Antonio (2001), “La escuela de Frankfurt y el sujeto moral
de la Ilustración” en La escuela de Frankfurt, UNAM, México.