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La Oropéndola

Consejos para observar el comportamiento de las aves

Existen diferentes técnicas para observar el comportamiento de las aves, según el hábitat en que vivan. Si no lo ha hecho antes, empiece por observar las
aves que llegan al patio de su casa o a un parque de su comunidad. Siéntese cómodamente en un lugar donde las aves no puedan verle espiándolas. Si no las
ve a simple vista, puede hacer uso de sus binoculares. Puede anotar en un cuaderno lo que hacen cada día, a qué hora lo hacen, dónde lo hacen y de qué
forma lo hacen. También es conveniente tomar nota de las condiciones atmosféricas, presencia de depredadores y otros factores.

En ocasiones podemos sentirnos tentados a atribuir a las aves actos o características propias de las personas; sin embargo, aunque es indudable que las
aves tienen un cerebro desarrollado (y, por ende, inteligencia) en general sus actos son la respuesta a los estímulos del ambiente. Si por ejemplo un pájaro
siente hambre, busca su alimento; cuando lo encuentra, no se detendrá a pensar "¡Qué buena está esta comida!, pero debe tener bastantes calorías y si
como mucho me puedo engordar". Algunas aves, motivadas por el hambre, pueden emplear palitos para escarbar insectos en un viejo tronco. Se sabe de
individuos que, al no poder alcanzar el agua contenida de un recipiente, echan piedras para subir el nivel del agua y así poder acceder al líquido.

Trate de iniciar su observación a tempranas horas de la mañana o al atardecer, que es cuando en general están más activas, excepto si desea observar
lechuzas. No se desanime si solo observa palomas domésticas: en ellas podemos estudiar fácilmente comportamientos de cortejo, limpieza, territorialidad,
vocalizaciones...

Incluso al estar en un período de "descanso", las aves muestran comportamientos interesantes. Algunas entran en un ritual de limpieza. Observe el patrón
de movimientos que hacen al limpiarse: ¿siempre empiezan por el ala de primero?; hunden la cabeza en las plumas?; ¿cuánto duran en esa actividad? ¿Lo
hacen diariamente?

Los científicos se han beneficiado mucho de las anotaciones de aficionados a la observación de las aves en todo el mundo, pues han ayudado a incrementar
el conocimiento sobre el comportamiento de estos seres vivos.

Imitadores

¿Se recuerda cuando usted estaba en la escuela y había alguien que se pasaba imitando a todos los profesores? Pues no crea que la imitación es solo un don
de las personas. También en el mundo de las aves existen imitadores de la talla de Julio Sabala. Recuerdo una vez en que escuché las de un melodioso mirlo
pardo (Turdus grayi); al buscarlo no encontré más que una inteligente urraca copetona ( Calocitta formosa) vocalizando como mirlo. Esas misma urraca
podría silbar para llamar a un perro o maullar como un gato para espantar a otras aves.

Los mejores imitadores plumíferos están dentro de la familia Mimidae. Entre ellos sobresale el pájaro gato gris
(Dumetella carolinensis) y el campeón de los imitadores:Mimus polyglottos (en inglés northern mockingbird y en
español cenzontle norteño o sinsonte común) al que podemos ver en la fotografía. Hay registros de un Mimus
polyglottos que sabía imitar las vocalizaciones de más de 50 especies de aves en una hora. Esta ave es capaz de
imitar el motor de un carro, el timbre de la puerta y otros sonidos de su entorno. Siga este enlace para escuchar
algunas de sus vocalizaciones.

Algunos científicos comentan que posiblemente el comportamiento de imitar los cantos de machos territoriales de otras especies puede ayudar a los
imitadores a reducir la competencia por alimento y espacio.

Oropéndola/ Oriolus oriolus


Uno de los pájaros más espectaculares que visitan nuestra geografía, es sin duda la Oropéndola, Oriolus oriolus. Un macho adulto en plumaje normal tiene todo el cuerpo por
encima y debajo de color amarillo vivo o dorado intenso. La cola posee un diseño especial, y cuando está desplegada se ve bien una ancha banda negra que apunta en las
rectrices centrales de forma que el amarillo del extremo es más extenso en las rectrices exteriores. El mismo diseño se aprecia en las plumas supracobertoras caudales,
del mismo color que el obispillo. Las alas son negras, con las puntas de las primarias blanco amarillentas. Más anchas son las superficies blanco amarillentas de los extremos
de las secundarias. Las cobertoras de las primarias tienen las puntas amarillas, lo que forma un destacado parche de ese color sobre el negro general. El pico es largo y de
color rosa fuerte: los tarsos y los pies son gris pizarra oscuro, y el iris de los ojos varía del carmesí al pardo rojizo. Los machos, en su primer
invierno, se parecen a las hembras adultas, pero hay en su plumaje mayor cantidad de amarillo. La garganta es gris amarillenta: el pecho, amarillo
verdoso, con numerosas rayas parduscas, y el pecho, vientre y flancos, amarillos, pero éstos débilmente rayados en pardo. La cola no es negro
intenso, sino marrón. También las alas son menos negras, más parduscas, pero siempre más oscuras que las de las hembras. Algunos machos
adultos, en su segundo invierno, pueden tener las partes superiores verdosas y las inferiores con un claro rayado del mismo color.

Las hembras adultas son mucho menos brillantes en la coloración del plumaje. Por encima, verdoso amarillentas; blancuzcas por debajo, con un
ligero rayado en el pecho, y las alas y la cola, pardo oscuras, teñidas de oliváceo donde en el macho son completamente negras. No son tan pocas
las hembras, como generalmente se cree, que poseen un plumaje mucho más parecido al de los machos adultos. Sus partes inferiores son entonces
amarillas, y el ligero rayado pardo del pecho solamente es visible a muy corta distancia, lo mismo que el verdoso del pileo y obispillo.

Las jóvenes oropéndolas se parecen mucho a las hembras, pero de cerca o en la mano hay que señalar las puntas amarillas de las plumas del pileo,
espalda y cobertoras alares. Las partes inferiores están difusamente rayadas de pardo.

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En conjunto, la Oropéndola es un pájaro muy llamativo, de tamaño ligeramente mayor que un Zorzal Común, Turdus philomelos, pero tan esquivo, que no resulta fácil poder
observarlo durante mucho tiempo y, en general, es más oído que visto. No obstante, con un poco de paciencia y atención, no es difícil de seguir por entre las copas de los
árboles, donde pasa gran parte del día recogiendo orugas y otros insectos del dorso de las hojas. Su hábitat está formado normalmente por árboles altos que crecen en
orillas de ríos, riachuelos, lagunas, valles fluviales, laderas, parques, jardines, etc. Prefiere especies de hoja caduca en bosquetes y sotobosques mixtos. No le atraen las
coníferas, y en el Norte es más frecuente entre eucaliptos que entre pinos. Vive en la campiña a todos los niveles, desde la orilla del mar hasta alturas que pueden superar
los 2.000 metros, pero su mayor densidad es alcanzada a niveles por debajo de 600 metros. Su hábitat típico en Iberia son los valles fluviales y, en ellas, los bosquetes y
grupos aislados de árboles, pero no los densos bosques. Gran cantidad de oropéndolas se establecen en alamedas y en hileras de árboles que flanquean carreteras y caminos,
pero procurando siempre la presencia cercana del agua. En primavera, los huertos de frutales, sobre todo de cerezos, y en el verano y otoño, las higueras, le atraen
especialmente. En año de escasa cosecha y en donde abunda o en zonas de paso tradicional, los daños pueden ser considerables. Es pájaro fundamentalmente arbóreo y
pocas veces desciende al suelo, pero sí lo hace a arbustos. Al volar descubre las alas puntiagudas, y la cola da sensación de ser corta. Lo hace en largas distancias en forma
claramente ondulada y a menudo con cortos planeos antes de posarse. Generalmente se mueve entre el follaje, pasando de una a otra rama o a un árbol próximo, realizando
vuelos cortos y directos. Habitualmente las parejas permanecen unidas y se atraen continuamente con llamadas. Lo mismo sucede con los jóvenes en cuanto abandonan el
nido. Antes de comenzar la nidificación, los grupos de tres-cuatro oropéndolas son frecuentes. Algunas personas pueden confundir, si las ven volar a lo lejos, a la
Oropéndola con el Pito Real, Picus viridis. Éste vuela con ondulaciones mucho más marcadas y manteniendo más tiempo las alas plegadas. La Oropéndola, cuando va a posarse,
inicia un característico ascenso al final de la cual está su posadero.

Son extremadamente agresivas. Cualquier pájaro de gran tamaño que se acerque a su zona es atacado y obligado a marchar, en especial arrendajos, Garrulus glandarius;
cucos Cuculus canorus; cernícalos, Falco tinnunculus; urracas, Pica pica, etc. La presencia de un Busardo Ratonero, es muy acusada por las oropéndolas. En zonas donde aquél
abunda, como en el norte de España, se vuelven especialmente ruidosas continuamente, y su presencia no es difícil de detectar.

os silbidos que emite son inconfundibles. Los machos lanzan, en cuanto llegan en primavera, un agradable, claro y musical silbido como de flauta, a veces monótono, pero no
pocas con variaciones. Se podría expresar como ¡¡uili-uíu!!, cargando siempre la fuerza en la última sílaba. También existen variaciones individuales, machos que cantan con
lentitud y emitiendo las notas con extraordinaria limpieza, mientras otros habitualmente parecen enloquecidos. Ambos sexos emiten un alto y musical ¡¡jio!! que quizá sea una
llamada. Aquel canto habitual y esta nota se escuchan a considerable distancia. En un valle que reúna buenas condiciones acústicas pueden oírse a 400-500 metros, e incluso
más. Como son pájaros agresivos, uno de los sonidos más frecuentemente escuchados recuerda la voz del Arrendajo, Garrulus glandarius: repetidos y regañantes ¡¡kriaag,
kriaag!! Cuando nos acercamos al nido, ambos nos contemplan inmóviles desde ramas alejadas y, al alarmarse, emiten un matraqueo ¡¡tchrr...!! En los primeros días de su
llegada, los machos cantan con un gorjeo musical y agradable de corto alcance y que es difícil escuchar más lejos de 50-70 metros. Poseen otras numerosas notas que
recuerdan maullidos de un gato, silbidos cortos más propios de un Pito Real, Picus viridis, etc. Desde que los machos arriban, en abril-mayo, cantan intensamente hasta la
llegada de las hembras, siete-diez días más tarde (diez-quince días según Buxton, 1932) y no cesan en sus manifestaciones vocales hasta el mes de septiembre, cuando
desaparecen de nuestra campiña. Hay momentos en los que el canto es menos frecuente, pero, no en función de determinadas situaciones, como la incubación o la eclosión de
los huevos, tal como escribe Buxton, sino influenciados los pájaros por situaciones meteorológicas desfavorables o, quizá, la presencia de depredadores cerca del nido.
Precisamente el canto del macho guía siempre hacia el nido donde la hembra incuba. Dado que el macho también incuba, y mientras lo hace, no canta, es lógico que la
frecuencia en las emisiones experimente una cierta disminución. Tampoco el cebar a los pollos motiva silencio en el macho. La mayor intensidad de canto en todo tiempo se
produce desde las primeras horas de la mañana (cuatro-cinco horas solar en mayo-junio) hasta las diez-once (hora solar). Es esporádica hasta las doce-trece horas, y hay
silencio en horas de la tarde, hasta las cuatro y media-cinco y media, en que el canto se reactiva. En agosto algunas parejas, quizá no pocas, se mantienen silenciosas; pero
en lugares de buena densidad de oropéndolas, el trasiego de grupos de jóvenes y adultos y sus gritos dificulta bastante una estimación sobre el canto. Algunos años, no
pocos, los machos adultos continúan cantando con la misma intensidad que en mayo-junio hasta septiembre.

En primavera come muchos insectos, sobre todo orugas. Las larvas de Lepidoptera le atraen especialmente. Con frecuencia entra en competencia con el Cuco Común. Se han
visto a menudo pelearse sobre arbustos de Aligustra, Lugustrum vulgaris, en los que proliferaban pequeñas orugas verdes. En todos los casos la Oropéndola era capaz de
desplazar a su competidor. Muchas veces persigue al vuelo a los abejorros y también a grandes escarabajos. Además de dípteros, himenópteros, hemípteros, ortópteros,
etc., come arañas y pequeños moluscos. A partir de junio, la fruta forma una parte muy importante de su dieta. Primero son las cerezas, de las que hace un gran consumo;
después, higos, uvas y también manzanas, peras, ciruelas, etc. En el verano consume numerosas bayas y frutos silvestres, sobre todo el Saúco, Sambucus nigra, y las
oropéndolas ganan mucho peso antes de iniciar la larga migración a África.

No hacen más que llegar las hembras, cuando ya empiezan las manifestaciones de celo de los machos, que vuelan a gran velocidad, rasantes por encima de las copas de los
árboles o entre las ramas. Tocando con su pico la cola de la hembra, ambos parecen formar una sola figura. Tan rápidos son sus movimientos, que apenas un observador
puede fijar su atención y, como muy bien describe Buxton (1932), parece como si estuviéramos contemplando un solo pájaro que tuviera cuatro alas. La mayor parte de las
hembras comienzan la construcción de los nidos entre el 15 y el 30 de mayo. Fechas anteriores son raras, incluso en zonas que nos podían parecer más favorables, como el
sur de Iberia. Muchos están completos el 20 de mayo, lo que supone una gran actividad por parte de la hembra, que aunque está acompañada por el macho en la recogida de
material, éste no participa en absoluto en la construcción. Salvo raras excepciones, los nidos son colocados a gran altura, entre seis y 30 metros. Álamos, robles, castaños,
cerezos son preferidos, y entre ellos, ramas horizontales paralelas u horquillas. Ocasionalmente se encuentran nidos a baja altura. Ocasionalmente se ven en arbustos. En
esencia, el nido está formado por hierba seca, tiras largas de corteza de árboles, lana, etc., bien anudado todo en las ramas adyacentes hasta formar un pequeño cesto o
cuenco. Es muy curiosa la forma en que la hembra sujeta el material a las ramas. No todas cuelgan el nido de la misma manera. Algunas solamente de unos pocos puntos,
mientras otras envuelven con el material prácticamente las dos ramas que sirven para soporte. El nido queda así suspendido y es muy compacto y cerrado, pero parece
pequeño para el tamaño de los pájaros. La puestas comienzan normalmente del 20 de mayo en adelante. Casi siempre son de tres-cuatro huevos, alguna vez de cinco y muy
raras veces de seis, que no es seguro pertenezcan a una sola hembra. Su color es blanco con un ligero tinte rosado e incluso cremoso a veces. Hay
punteado oscuro disperso por toda la superficie en casi la mayoría y alguna vez acumuladas las manchitas en el extremo ancho. Huevos atípicos,
son completamente blancos o rosados sin manchas. Otros tienen puntos negruzcos bordeados en un sombreado ligero. Jourdain, para 100 huevos,
da un promedio de medidas de 30,8 x 21,3 mm., con un máximo de 36 x 22,2 mm. y un mínimo de 28 x 20,3 mm. D'Almeida, para nueve medidos en
el norte de Portugal, encuentra una media de 29,4 x 20,5 mm., con extremos entre 28,3-31,2 x 20-21 mm. Macho y hembra incuban
alternadamente, pero la hembra permanece en el nido mucho más tiempo, y el macho, casi siempre de forma invariable, en las horas centrales del
día. A los catorce días nacen los pollos (catorce-quince días, Jourdain), que se cubren parcialmente con un plumón corto, pero denso, de color
blanco matizado de beige. El interior de la boca es rosa brillante y no hay puntos oscuros en la lengua; las comisuras son blancuzcas. Los jóvenes
son alimentados en el nido por ambos adultos, que aportan muchas orugas e insectos. También se ven llevar pequeños moluscos. A los doce días casi
no caben en el nido, y pronto salen fuera de él y se posan en las ramas donde aquél se sujeta. Normalmente dejan el nido a los catorce-quince días.
En primaveras lluviosas pueden permanecer en él dieciocho días. No todos los años ni todas las parejas crían dos veces en cada temporada. Probablemente sólo un 50 por
100 de ellas son capaces de hacerlo. En una gran parte de Iberia se ven jóvenes que han dejado el nido recientemente hasta los últimos días de agosto.

Oriolus oriolus se reproduce en gran parte del continente europeo desde el extremo sur de Suecia, sudeste de Finlandia, no más arriba de los 63° de latitud Norte y norte
de Rusia, con límite septentrional en los 60-61º Norte hasta el Mediterráneo y el Atlántico en las costas occidentales de Iberia y Francia. Falta en las Islas Británicas,
donde, sin embargo, se realizan observaciones anuales de oropéndolas divagantes y ha criado localmente en varios condados de Inglaterra. Tampoco se reproducen en
Islandia, Noruega, casi toda Suecia, sur de los Balcanes (Grecia sobre todo) y la mayoría de las islas mediterráneas. Falta también, o es muy escasa y local, en el noroeste
francés y en la mitad norte de Dinamarca, donde ahora no cría ningún año. En Baleares es ave de paso en primavera y otoño en no muy elevado número, y no cría en ninguna
de las islas.

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En la Península Ibérica es un pájaro numeroso en sotobosques y alamedas fluviales, con mayor densidad en el occidente y, lógicamente, en las cuencas fluviales. Escasea en
zonas muy pobladas y plantadas de pinos, como el País Vasco y en numerosos lugares de la región gallega, faltando completamente en extensiones áridas y desarboladas de la
meseta castellana, donde es sólo local en arboledas de carreteras y caminos. Llega a partir de la segunda quincena de abril, y el mayor contingente lo hace desde el 20 de
abril hasta el 5 de mayo. Sin embargo, el paso se hace sensible hasta el 15-20 de mayo, y probablemente muchas de las oropéndolas que se ven dispersas en Navarra y País
Vasco en los primeros días de junio son migrantes retrasados. El paso primaveral se acusa bien en todo el norte de África y en zonas próximas al Estrecho de Gibraltar.
Irby considera que la mayoría llegan entre el 11 y el 20 de abril y que su paso se hace sensible hasta el 15 de mayo. En las proximidades de Tánger se ven las primeras (Payn,
1938) el día 13 de abril, y una gran cantidad se estaciona allí durante el día desde el 29 de abril hasta el 5 de mayo. Todos los observadores notan que los primeros en pasar
son los machos y diez-quince días después lo hacen las hembras y los jóvenes de un año. Entre éstos hay muchos machos cuyo plumaje se asemeja al de las hembras Vernon
(1972) las observa pocas veces en Marruecos en el paso primaveral. Para él no se hacen sensibles hasta finales de abril. Esto contrasta con las observaciones de Smith
(1969) y Valverde (1957, 1958). Este, de 36 observadas entre el 8 y el 29 de mayo, no vió más que seis machos, y ninguno adulto después del día 13 de mayo. Balsac y
Mayaud (1962) consideran que en Marruecos la migración primaveral se extiende durante no menos de ochos semanas desde los primeros días de abril hasta finales de
mayo. La Oropéndola es un migrador nocturno que resulta difícil de observar y únicamente su voz, escuchada en arboledas, nos puede descubrir la mayor o menor cantidad
de pájaros en lugares ya tradicionales como reposaderos.

La migración otoñal comienza en el mes de agosto. Sin embargo, es posible una cierta dispersión de los jóvenes a finales de julio. Sobre el Estrecho vuelan algunos jóvenes
ya en la última semana de julio. Las oropéndolas van desapareciendo de sus zonas de reproducción a partir de la mitad de agosto, salvo que una buena cosecha de higos las
mantenga en el lugar hasta los primeros días de septiembre. No obstante, hay variaciones de un año a otro. En 1976, por ejemplo, probablemente las segundas puestas
fueron muy abundantes como consecuencia de una primavera y verano extremadamente secos, y durante todo el mes de agosto las oropéndolas se mantenían en sus lugares
de reproducción y en todos los casos con fuerte canto. El paso en el sur de Iberia y en Marruecos fue inusitadamente abundante durante septiembre. Una gran
concentración se observó en las provincias occidentales de Iberia. En el norte de la Península generalmente son ya muy pocas las que se pueden observar después del 10 de
septiembre, y los migrantes europeos sobrevuelan los Pirineos en mayor número por su mitad oriental. Tampoco en Marruecos es muy observado el paso otoñal. Algunas
pasan en agosto, pero la mayoría lo harán en septiembre y todavía se ven en el borde septentrional del Sahara en octubre.

El principal cuartel de invierno de las oropéndolas del Pale ártico occidental parece estar en el este y sudeste africano, desde Kenia, Uganda y Tanzania hasta el extremo
sudeste del continente en el Transvaal. Se observa invernantes a lo largo del borde oriental de las selvas del Zaire y en Malawi (donde se ha recuperado una anillada en
Checoslovaquia), Zambia, Rhodesia, etc. Para Moreau (1972), la migración primaveral se iniciaría desde el mismo oriente africano a la altura de la línea ecuatorial, donde los
pájaros con una gran acumulación de grasa podrían en un solo vuelo rebasar los 3.000 km. que les separan de su territorio de cría en el Norte. Sin embargo, nuevas y
fidedignas observaciones en países del Golfo de Guinea, desde Camerún, Guinea, Costa de Marfil, Togo, Gambia, etc., hasta Senegal y en el borde sur del desierto del
Sahara, permiten asegurar un copioso paso a través del occidente africano y con especial densidad en el Sahara occidental de las oropéndolas europeas e ibéricas. En el
Senegal, donde su presencia no es corriente, las capturas dieron un peso por encima de los 95 gr. muy alto comparado con el normal de 65-80 gr. obtenido en Iberia en
mayo-junio. Estos datos pueden apoyar, en parte, la teoría de Moreau de vuelos directos sin escala sobre distancias considerables, por la gran acumulación de grasa.

La Oropéndola agradece la información aportada a:

……………………

Asociación Sova A.G.A Medio Ambiente Cantabria (CIMA)

La Oropéndola contacto:

Francisco José López Fra


bº/Santa Olalla nº21
Villasevil
Santiurde de Toranzo
C.P.39698
Tlef/633185728
E-mail/
kantabro@live.com
E-mail/
lopezfra@live.com

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