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ALGUNAS REFLEXIONES EN TORNO AL ANÁLISIS DE

LOS MOVIMIENTOSSOCIALES LATINOAMERICANOS

Por: Sonia Uruburu Gilède *


En: Revista Javeriana, No. 744, tomo 144, año 75, mayo de 2008| p-32-40

Reflexionar sobre las características de los movimientos sociales en los países


latinoamericanos en la actualidad, significa ir más allá de la categorización que
hacían los académicos de los 80, clasificándolos de acuerdo a sus características
o bien en las filas de los movimientos sociales conocidos como Tradicionales o,
en aquellas de los Nuevos Movimientos Sociales. Los primeros, tienen relación
con las movilizaciones colectivas que basan sus protestas y reivindicaciones en
las relaciones sociales de clase. Es el caso de los movimientos obreros/sindicales
que reivindican los derechos de los trabajadores frente a la clase social burguesa
y el Estado, dueños de los medios de producción. Sus integrantes, abogan por la
redistribución justa de los ingresos y por las condiciones cotidianas de los
trabajadores y sus familias. Con estas características, también podrían clasificar-
se los movimientos campesinos latinoamericanos de la primera mitad del siglo XX,
quienes exigen su derecho fundamental a la tierra traducido en la necesidad de
una verdadera Reforma Agraria. Por su lado, se identifican como Nuevos
Movimientos Sociales, aquellos que responden al contexto histórico y socio-
político de posguerra y a los posteriores acontecimientos políticos, económicos,
sociales y culturales de características efervescentes y de mentalidad
revolucionaria a partir de los años 60. La instauración de la Guerra Fría (Estados
Unidos-antigua URSS), los movimientos de descolonización europea (naciones
asiáticas y europeas), los movimientos estudiantiles en comunión con los de
trabajadores (mayo del 68 francés), el resurgimiento de los movimientos pacifistas
a raíz de las guerras de Vietnam y Corea, unidos a movimientos contraculturales,
los movimientos de género (principalmente el feminista y posteriormente el
movimiento gay), los movimientos culturales (étnicos) y finalmente, los
movimientos ecologistas y ambientalistas que resurgen con fuerza como
respuesta al avance industrial y tecnológico dentro de la economía de mercado.

Durante las dos últimas décadas del siglo XX, hasta el momento, diferentes
autores (Escobar, Álvarez, Dagnino: 2001; Archila, Pardo: 2001) han trascendido
la cuestión en torno a los movimientos sociales latinoamericanos contemporáneos,
planteando la discusión en torno a su relación con la política cultural, el
fortalecimiento de las democracias y la participación ciudadana. Los movimientos
sociales bajo esta perspectiva analítica, luchan y se expresan a través de una

• Antropóloga. Magíster en Historia y Sociología.


• Docente Universidad Santo Tomás. Facultad de Comunicación Social para la Paz
• Coordinadora del Módulo Actores Sociales. Movimientos Sociales, Populares y Culturales
septiembre de 2006- abril de 2008.
tríada dinámica: el proceso de construcción de identidad/alteridad, la exigencia de
los derechos -o en últimas- la lucha por “el derecho a tener derechos” (Dagnino
2001:76) y, la necesidad de afirmar una sociedad civil verdaderamente
participativa. Si se examina la tríada, resalta una preocupación por reflexionar
sobre los campos cultural y político en los que se desarrollan los movimientos
sociales.

El análisis de los movimientos sociales contemporáneos se realiza desde el


universo cultural en donde se reconoce la pluralidad de los diferentes grupos
sociales, la alteridad implícita de su coexistencia y los procesos de construcción
de identidad. Los grupos sociales particulares, identificados práctica y
simbólicamente por un origen común, una historia compartida, una posición social
y unas relaciones de poder, actúan colectivamente con el fin de reclamar sus
derechos frente al orden social establecido. El lenguaje de la identidad es
ambivalente, se construye y se deconstruye de acuerdo al contexto en el que se
produce. El lenguaje político es un lenguaje de identidad. “Mientras que el
lenguaje sociopolítico de la identidad establece interrelaciones entre el individuo y
las diversas colectividades, del que él forma parte, el lenguaje de la alteridad
presenta la relación entre las personas, entre lo mismo y lo otro” (Augé 1995:85).
Si se entiende por cultura la producción de significados y prácticas ligados a la
realidad social, los movimientos sociales son un escenario crucial para
comprender la íntima relación entre lo cultural y lo político (Escobar, Álvarez y
Dagnino (2001:20-22).

Bajo esta perspectiva podrían analizarse los movimientos étnicos, entre los cuales
se destacan los movimientos indígenas, los movimientos afroamericanos y
últimamente los de la población Rom. Estos, establecen sus reivindicaciones en
en torno al proceso de construcción de identidad. Las reivindicaciones indígenas
se han basado tanto en las tradiciones como en las definiciones legales
nacionales e internacionales y en aquellas antropológicas, ligadas a los ideales
que corresponden al contexto histórico y específico de cada uno de los pueblos en
cuestión (Ulloa, 2001: 289). Los movimientos indígenas latinoamericanos, entre
los que sobresalen, el colombiano, representado actualmente a través de las
numerosas organizaciones regionales, el panmaya guatemalteco o el juchiteca
mexicano, entre muchos otros, reclaman en común el derecho a la identidad
cultural, a la alteridad o diferencia frente la cultura dominante u occidental, el
derecho al territorio tradicional, al uso de la lengua propia y el derecho a la
autonomía. La capacidad de resistencia, de protesta y movilización, la
recuperación de territorios y su posterior legalización a través de figuras legales
como el Resguardo o la Reserva indígenas y el proceso de recuperación y
revitalización cultural, han logrado en muchos de los casos un triunfo en el
reconocimiento de la población nativa frente a los Estados nacionales. Parte de los
logros del Movimiento Indígena -para el caso colombiano- es el reconocimiento
constitucional de la nación como pluriétnica y multicultural y la circunscripción
especial de dos representantes indígenas en el Senado de la República.

2
A su vez, los movimientos negros latinoamericanos, también fundamentan sus
reivindicaciones en el proceso de construcción de identidad cultural. El movimiento
de comunidades negras colombianas, altamente influenciado por el indígena
iniciado varias décadas antes, hace exigencias en torno al territorio, a la
autonomía y al derecho a su propia visión de desarrollo. Hacia principios de la
década de los 90, la lucha por el reconocimiento cultural y territorial de la
población negra se materializó en el Artículo Transitorio 55 que posteriormente se
convirtió en la Ley 70 de 1993 impulsada fundamentalmente por las
organizaciones del Pacífico colombiano y moldeada de acuerdo a sus
particularidades culturales (Pardo 2001: 321-348). Aunque actualmente se
evidencian desacuerdos con el resto de la población afroamericana del país
(Costa Atlántica, Valle del Magdalena, por ejemplo), constituye un avance socio-
político y una ganancia del movimiento social. Hoy en día, se reconocen la
propiedad colectiva del territorio del Pacífico, antes considerado de Reserva
Forestal y la particularidad cultural. De igual forma que para los indígenas, la
población negra logró el derecho especial de representación de sus intereses
frente al Estado, con dos curules reservadas en la Cámara de Representantes
del país (Grueso, Rosero y Escobar, 2001: 249). Frente al proceso de
construcción de identidades de los movimientos negros, es importante referirse a
la insistencia de autores brasileños como Gomes da Cunha, (2001), quien a través
del análisis de las reivindicaciones y protestas generadas por la población afro de
los quilombos o palenques e incluso por los miembros activos de movimientos
culturales como el afro-reggae, obedecen actualmente a una política identitaria. Lo
interesante es que sus reclamos se basan en el derecho a la diferencia, más que
en el de la “identidad racial”.

El proceso de construcción de identidades en el marco cultural y político, se ve


reflejado no solo en los movimientos étnicos sino también en los movimientos
sociales de género (feminismo, gays, lésbicos y transexuales), en el movimiento
estudiantil y en aquellos que se consideraban como tradicionales, los movimientos
campesinos y los obreros. Todos ellos reclaman reconocimiento de sus derechos
plenos en los ámbitos de la alteridad, la participación en todos los niveles de la
sociedad, la igualdad, la justicia, la tierra y el trabajo. Todos, influyen desde su
actividad política en la transformación cultural desde una doble perspectiva. Al
interior de los movimientos, como actores colectivos, en la construcción de una
mirada propia de su proceso reivindicativo. Y, hacia el exterior, influyendo en el
cambio sustancial de la organización social dominante.

Entre los objetivos del discurso de los diferentes movimientos sociales


latinoamericanos, sobresalen el proceso de visibilización cultural y el derecho a la
autonomía, discursos que giran en torno a la identidad. El tema de construcción
de identidades propio del análisis contemporáneo del tema, se vincula además
con las preocupaciones de carácter global propias de la modernidad: El desarrollo
y la realidad ecológica. Los diferentes movimientos sociales se aúnan al discurso
actual promovido por los movimientos ambientalistas y ecologistas a nivel mundial.
El discurso actual sobre el desarrollo plantea la superación del concepto al dejar
de lado el determinismo económico y evolucionista y centra la discusión en torno

3
al mismo como fenómeno sociocultural. Se promueve desde la realidad social
específica de cada una de las culturas implicadas en el proceso. Ellas reivindican
su derecho a definir sus necesidades y de ellas proviene su propio concepto sobre
el bienestar. El concepto evolucionista del desarrollo, concebido como logro, como
sumum de la civilización, se deja de lado. El desarrollo se concibe desde y para el
universo cultural que lo envuelve.

A partir de esta propuesta, los organismos internacionales decretan hacia finales


de los 80, la importancia de incluir la dimensión cultural del desarrollo, como un
concepto más o por lo menos tan importante como el del desarrollo tecnológico 1 .
Se acuñan términos como el de “etnodesarrollo” en donde lo fundamental es
asumir el derecho de las poblaciones a identificar, plantear y trabajar en torno a
sus propios proyectos de desarrollo. Esta concepción desemboca en la reflexión
académica en torno a la diversidad-identidad de los pueblos.

Si se superan las décadas del 70-80 en las cuales se da esta discusión y se


desemboca en las propuestas de Arturo Escobar (1995- 2005), es necesario hacer
una deconstrucción del discurso del desarrollo. El nos plantea que ya no se
trataría de buscar un “desarrollo alternativo, sino alternativas al desarrollo”
Escobar plantea tres ejes fundamentales para su análisis; las formas de
conocimiento, conceptualización y teorización del término; el sistema de poder, y
las formas de subjetividad moldeadas por el discurso (Viola, 2000: 19). Todo esto
enmarcado en la era de la globalización y el desarrollo de las nuevas tecnologías,
teniendo en cuenta fundamentalmente las de la comunicación. De acuerdo a
Escobar (1995) la globalización no ha desembocado en la universalización y
homogenización de la cultura, sino al contrario, en el esfuerzo de las mismas por
diferenciarse a través de procesos de reconstrucción y revitalización cultural.

Los diferentes movimientos sociales contemporáneos se apropian y aúnan a los


discursos sobre desarrollo y la ecología. Si bien es cierto que las reivindicaciones
culturales y políticas se han fundamentado en el concepto de identidad, algunos
movimientos como el indígena se han apropiado del discurso ecológico. La mirada
occidental sobre el nativo como “nativo ecológico”, protector del medio ambiente y
portador de esperanza a la crisis ambiental, ha transformado la mirada de
occidente sobre el indígena, Si antes se definía como un sujeto colonial, en
últimas salvaje, ahora se ha convertido en un “actor político-ecológico” (Ulloa,
2001: 286). Los movimientos étnicos asumen y se comprometen con las
propuestas de los movimientos propiamente ecologistas y ambientalistas. La tala
de los bosques, a contaminación de los ríos y del aire, los procesos acelerados de
urbanización, afectan no solo a América Latina sino al mundo. La crisis ecológica
se suma a la crisis económica, política y social de sus países.

1
Al respecto Viola (2000:21) afirma: “…mientras la ONU decretaba en 1988 la “Década para el desarrollo
cultural, la UNESCO pasaba a considerar la “dimensión cultural del desarrollo” como una variable esencial
de cualquier proyecto, tan relevante como los factores económicos o tecnológicos” (Perrot, 1994), partiendo
de la constatación de que una de las principales causas del fracaso de tantos y tantos proyectos de desarrollo
en el Tercer Mundo fue su escasa adecuación al marco cultural de las poblaciones destinatarias”.

4
Entre los rasgos característicos de los movimientos sociales latinoamericanos
contemporáneos (Zibecchi, 2003: 2-3 ) 2 , se destacan:

1. El arraigo territorial como respuesta estratégica de la sociedad subalterna a


la crisis de la vieja territorialidad del sistema de hacienda y a los antiguos
modos de dominación del capital. Es el caso de los movimientos de
indígenas y campesinos.
2. La búsqueda de la autonomía material y simbólica.
3. La revalorización de la cultura y la afirmación de la identidad de los pueblos
y sectores sociales. La política de afirmar las diferencias étnicas y de
género, juega un papel relevante en los movimientos de las minorías
étnicas y de mujeres.
4. La capacidad para formar sus propios intelectuales. Los movimientos
sociales están trabajando por la escolarización de los sectores populares,
por el derecho a la etnoeducación de los movimientos étnicos y por la
formación de dirigentes con criterios pedagógicos. Los indígenas del
Ecuador crearon la Universidad Intercultural de los Pueblos y las
Nacionalidades Indígenas, los Sin Tierra del Brasil dirigen 1.500 escuelas
en sus asentamientos y múltiples espacios de formación de docentes,
profesionales y militantes.
5. El nuevo papel de la mujer. Las mujeres campesinas, indígenas y de
barrios populares y marginales de los cascos urbanos ocupan actualmente
puestos destacados en las organizaciones de base. La mujer cabeza de
familia cumple un nuevo rol dentro de su núcleo familiar y en relación con
su responsabilidad ciudadana.
6. La preocupación por la organización del trabajo y su relación con la
naturaleza. Promueve relaciones horizontales e igualitarias y piensa en la
importancia del medio ambiente.
7. La reapropiación material y simbólico del territorio. Sobresalen la
apropiación de espacios urbanos por parte de ciudadanos desposeídos
(establecimiento de barrios de invasión en áreas marginales urbanas) y la
apropiación simbólica del espacio público por parte de grupos de
manifestantes(Madres de la Plaza de Mayo). y la recuperación de tierras de
las haciendas por parte de la población indígena (indígenas caucanos)

Los Estados latinoamericanos contemporáneos pueden definirse como


políticamente democráticos, económicamente neoliberales 3 y en proceso de
modernización. La construcción de identidades colectivas y la lucha emprendida
en pro de los derechos de los diferentes movimientos sociales han contribuido a la
construcción democrática y a la participación política de la ciudadanía. Los
diferentes actores colectivos, reunidos en contra de la exclusión y la invisibilización
por parte de la sociedad, o en contra de la problemática de la violencia armada

2
En: Rodríguez, H., Lobo, S. y Uruburu, S., 2006-2008: 13-14.
3
Con la excepción de países como Venezuela, seguido por Bolivia, Ecuador y Nicaragua que en la
actualidad están tornando sus políticas hacia el socialismo.

5
promovida por los Estados o por la desmoralización de algunas guerrillas
insurgentes, se convierten en verdaderos sujetos políticos en el intento y no pocas
veces el logro de sus intereses. Sujetos políticos porque exigen sus derechos.
Sujetos políticos, porque una vez escuchados, en algunos casos perseguidos y/o
reprimidos, continúan trabajando en el marco de la sociedad civil, ofreciendo
resistencia a los abusos de los poderes del Estado y de las relaciones sociales
establecidas a lo largo del contexto histórico.

De acuerdo con Bonamusa, (1996: 60’87), el concepto contemporáneo de


sociedad civil se analiza desde tres dimensiones: la primera se refiere a las
relaciones sociales y corresponde al pensamiento liberal del siglo XIX (Tocqueville
y Milles). La segunda, se define en función de clases sociales y se ve determinada
por las relaciones económicas (Marx). Y la tercera, establece relación con la
dimensión política (Gramsci) al ser definida como el espacio donde la ciudadanía
se resiste a la dominación del Estado y se crea una contra-ideología. Si se
entiende por sociedad civil la oportunidad de participación de la población nacional
en la construcción democrática de los Estados modernos y por ende la aceptación
de la pluralidad y la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, esta
se expresa bajo tres lógicas que corresponden a las tres dimensiones de análisis
anteriormente nombradas (Bonamusa, 1996:71):
1. La sociedad civil organizada de acuerdo a la lógica económica. Sobresalen
los gremios, los sindicatos y los grupos de interés.
2. La sociedad civil organizada de acuerdo a la lógica social. Se destacan las
ONGs, las asociaciones comunales, las organizaciones de base, las
organizaciones voluntarias, y las organizaciones de carácter étnico,
religioso, cultural o de género.
3. La sociedad civil organizada de acuerdo a la lógica política: aparecen los
movimientos sociales, algunas ONGs, guerrillas, autodefensas, milicias, etc.

Bajo esta óptica, podría concluirse que el espacio de la sociedad civil está por
fuera de la esfera del Estado y que la mediación entre los dos lugares se ubica
precisamente en el espacio de lo público 4 . Lo público adquiere una dimensión
colectiva de carácter histórico y social. Es el espacio participativo en donde se
expresa el ciudadano y es justamente aquí, donde aparecen los movimientos
sociales. La visibilidad de los movimientos sociales se conquista en la esfera
pública

Cuando se piensa en el espacio público y en las lógicas de los diferentes


movimientos sociales aparecen en la escena las ONGs, las asociaciones y las
diferentes organizaciones de base. En el análisis de la realidad, se ve cómo estas
se articulan a las luchas, mantienen los objetivos de las manifestaciones o muchas
veces promueven movimientos. La multiplicidad de asociaciones de base,

4
“Lo público es el espacio donde uno se plantea las políticas sociales como un instrumento de Estado y
además donde el modelo de desarrollo asumido por el Estado entra en discusión. El fortalecimiento de la
sociedad civil equivale al fortalecimiento del espacio público donde ni el Estado ni esta quedan sometidos uno
a la lógica del otro”. (Bonamusa, 1996: 80)

6
voluntarias o de organizaciones, mantienen en pie de lucha las reivindicaciones y
los logros de los diferentes movimientos sociales.

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