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SUCRE, SOLDADO EN LOS ANDES PERUANOS

(1823 _1824\

Manuel Burga

La guerra es simplemente conünuación


de la polfüca con otros medios.
Karl Von Clausewib, De la Guerra. 1g23.

INTRODUCCION

Es muy cierto que la moderna historiografía peruana ha preferido,


así como
en otros países de América Lalina, anarizar el significado
de la lndepe¡.rdencia
crlolla de 1821,la ambigtra actttación de las élites urtranas,
la ausencla del pueblo
en su.desarrollo y la frustración de los cambios estructurales
que se anunciaban
con esta revolución porítica, que estudiar los acontecimientts
menudos, casi
siempre militares, que protagonizaron los ejércitos exhanjeros
que vinieron a ga-
nar de manera definitiva la independencia de América Latina
en los territorios
andinos del Perú. Más aún podemos decir que se ha insistido
en lo que no se hizo,
lo que no ocurrió y, de alguna manera, sá ha descuidaclo el
conácimiento y ra
explicación de los acontecimientos verdaderamente sucedidos.
Bte descuido de
Ia historia breve, de los acontecimientos, de las luchas
militares, áe tos e¡ércitos
ali'eados en los campo de batalla, nos ha dejado sin una dimensión
muy impor-
tante de la realidad histórica de estos años: la guerra. por
más, como lo indica
lsaiah Berlín citando a Joséhp Le Maistre y a Toritoi, sea
imposibin .ono.nrlu .on
exactitudl. Entre 1820 y 1g25, aproximaáa-ente escasos
cinco años, ra rógica y
las determinaciones estructurales cle los acontecimientos
del tiempo breve _para
uiilizar la terminología braudeliana- no parecen surgir totalmente
de la longue
durée de la historia peruana. La coyuntura económica y política,
así como las
particularidades de la sociedad peruana, de sus
mayorías y de sus érites, pasan a
u' segundo plano y todo parece definirse en el plano de lo militar y er
aporte
esencial del Ejército Unido Libertador.
E.r esta brevísima coyuntura de ra Independencia, me parece
que más allá de ras
eshucturas y coyunfuras, los acontecimientos se producen
to-o ,"rpunstas o reflejos
de las acciones de los hombres, así como de ta caüdad de las
armas y de la astucia
militar de sus eshategas. La historia peruana de estos años, parece
.o*Á huídu de fue-
ra y el Peri parece conve¡tirse en un gran teabo de operacio.,es
militares donde se
juega el desüno final de Bpaña en América del
Sur. Bto vuelve metorlológicamente
interesante ocuparse de lo estrictamente militar y preguntarse por
las características pe-
ct¡liares del Ejército unido Libertador, de las mentalidades
de ü época y de su principar
jefe en el Perú de los años 1823 y Ig24, elMariscal
Sucre.
La historia nrilitar del perú,de una manera bastante esquemática,podríamos
divi_
dirla e¡r tres grandes períodos:a. Las guerras de conquista durante
el lbiuantinsuyo; b.
¡ L Berlin, Pensadores Rusos, ed. FC.E., Mexico, 19u4.

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Las guerras coloniales, entre los siglos XVI y XVlll, para implantar y afirmar el dominio
hispánico en los Andes; y c. Las gueffas republicanas, generalmente para agredir a los
países vecinos o para defender sus territorios periféricos. Las campañas de la Indepen-
dencia, que se desaffollaron enhe el desembarco de San Martín en Paracas el 8 de se-
tiembre de 1820 y la muerte del general Pedro de Olañeta el 1 de abril de 1825, consti-
tuyen un capítulo muy especial de la historia militar peruana. Los ejércitos que deciden
las baiallas, como los procedentes de Argentina, Chile y la Gran Colombia, vienen de
fuera,y el furú -{omo Ecuador y Bolivia- se convierte en un gran campo de opera-
ciones militares donde se exhiben los ardores de las tropas y las más brillantes tácticas y
estrategias de los más grandes jefes rnilitares criollos de entonces. La audacia y el genio
miliiar se ponen a prueba en los campos de Junín y Ayacucho. El personaje central de
esta historia militar, sobre todo en los años decisivos de 1823 V 7824, fue Antonio José
de Sucre. Me interesa situarlo en el contexto peruano de entonces, analizar su desen¡-
peño como soldado y concluir presentando algunos de los aspeclos más saltantcs de la
personalidad de un ilustre soldado criollo del siglo XIX.

1. IA INDEPENDENCIA PERUANA.
La Independencia criolla en el Fbru, como se afirma con insistencia, no inhodujo los
cambios que se espemban, no liquidó totalmente el anc.ien régímen colonial, no conürtió a
todos los anteriores súMitos del rey español en ciudadanos de la nueva república, ni
finalmente- construyó una república modema sustentada en los renovadores principios de-la
libertad ¡nlítica, la igualdad scrial y la solidaidad humana que había popularizado la Revo-
lución ftancesa de 7789. Confariamente la independencia puso en marcha un proceso his,
tórico que parece confirmar dos de las propuestas fundamentales de Ala<is de Tocqueville".
[-a primem: entender a la hisioria como un proc€so donde los cambios, si son progresivos y
con futuro, se explican c¡mo resultado de violentas revoluciones- sino como la culm!
nación de largos procesos -node madumción histórica. L-a segunda, también muy ünculada a la
anterior, es su alirmación de que América del Su¡ o aquella extensa región que salía habajo-
samente de la dominación española [a ausencia de una cultum políiica y de costuni-
-por
bres democraticas- no em un terreno propicio pam la instalación y desarrollo de sistemas
republicanos democráticos. En definitiva lo que lixquwille quería decir es que el éxito de los
sistemas republicanos ----como en el caso europ€o- de¡rendía de la madumción histórica de
los prenequisitos y que lógicamente no se podían dar "saltos históricos" como el que la Inde-
pendencia pretendió impulsar en el furu. Esta no conespondencia enhe los modelos y las
realidades, lo que el historiador Jorge Basadre llamaba la falta de "adecuación" enire las teo-
rías, doctrinas y las situaciones concretas, er<plica bien las fmstraciones y las sorprendentes
actitudes de la élite criolla limeña en la época de San Martín y Bolívar en el kni. Fs por eso
también que el mismo Jorge Basadre, al inicio de su gmn Historia de la República del
Fenú, nos dice que mientras la lndependencia en América del Norte duró 6 años, en el sur se
necesitó 14 pam su culminación". Mient-as este proceso ¡rcIítico y milita¡ en la pnmem, con-

[-a democracla en América, ed. Sarpe, Madrid, 1984, tomo L Fs citado muy acertada¡nen-
te por Marie Daniele Démelas en su libro, L'lnventlon polítique, Paris, 1992, donde - corno
rectificando a Tocqueville - afirma que en América del Sur se desarrollaron democracias res,
fringidas o inestablescon características diferentes a la instalada en los Estados Unidos.
La Independencia sudamericana se inició en realidad en lerritorio venezolano el 19 de abril

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opositor a [a propuesta reformista del general San Martín. La confrontación políti-
ca entre Sánchez carrión y Bernardo Monteagudo, influyente secretario de san
Martín; promotor de la implantación de un príncipe en el gobierno del perú, alcan-
zó altos niveles de violencia oral y escritaa. La fuerte oposición a la instalación
de
una monarquía constitucional, que había logrado la caída y expulsión de Montea_
gudo, fue fragilizando la presencia de san Martín en el perú y po, nro
tuvo que
partir poco en la soledad del soldado que había perdido en el campo de las
-un políticas- el 22 de setiembre
propuestas de rg22: "Retirado a la casa dn .u*po
de La Magdalena, montó a caballo esa misma noche y, seguido de su asistente y
de una pequeña escolta, tomó la ruta entre callao y Lima, que iba hacia Ancón.
Allí se embarcó a las dos de la mañana del 22 de Setiembre en elbergantín Bel-
granorumbo a Valparaíso', (Basadre, ídem, p. 6).
- No hay nada sorprendenre en esta retirada silenciosa de san Martín, sin lugar a
dudas uno de los ilustres soldados de [as campañas de la lndependencia. cierto que
no
es para sorprenderse, pero si para reconocer la flexibilidad de este jefe
militar que prefi-
rió retirarse a ir contra la corriente internacional y contra Io que se comenzaba a
llamar
Ia opinión pública. Citar a Basadre de nuevo es inevitable: "For eso tienen
tanta impor-
tancia las palabras de san Martín al marino inglés Basil Hall: wo aspirc a la
fama de
conquistador del k¡ú. tQue haía yo en Línta si sus habitantes me fuercn conharios?
No quiero dar un paso más allá de donde vaya ra opinión pública. La opínión púbtica
es un nuevo rcso¡te inlroducído en los asuntos de estos países: los
españoles, íncapaces
de dírigirla, la han comprímido. Ha llegado el día en que va a manifestar su
fuerza y su
itnporlancia...'(1d., p.7). Todos los que han estudiado este evento coinciden
en señalar
que San Martín, en este caso preciso, así como en otros vinculados a
la famosa entrevis-
ta de Guayaquil, dio una lección de serenidad y desprendimiento.
Luego el congreso constituyente elegirá ra primera Junta Gubernativa del
furu
integrada por José La Ma¡ Felipe Antonio Alvarado y Manuel salazar y Baqufiano.
un
militar destacado, un argentino y un crioilo noble; los tres representaúun bien la
naturaleza transicional de este congreso. Una asamblea donde el lastre del ancien
-uy
régi-
men colonial parecía aún muy pesado. Mientras el país era gobernado por esta Junta,
el
congreso ----el 19 de diciembre de rB22- aprobó las bases fundamentales
de la nueva
constitución. Era prácticamente la consumación de las expectativas republicanas y
el
golpe de gracia a la impopular propuesta samartiniana. k en un .oni*ro profunda-
mente divido
-.y en el calor de las drsensrones- que José de la Rlva-Agüero fue elegl-
do como primer Presidente del furú (28 de febrero 1gz3) y, por presión-de gmpos
mili-
tares, un poco después se le concedió el título de Gran Mariscal, lo que desencadenó
profundas e insalvables discrepancias entre este caudillo y el congreso.
En junio de este
año la situación había empeorado: Riva-Agüero pretendió disolver el congreso y éste
en respuesta confirió el mando militar a[ General Antonio José de Sucre. Lo que
motivó

El 25 de julio de 1822, cuando san Martín se enconhaba en Guayaquil, Monteagudo - su


hombre de confianza - fue depuesto por una coalición del congreso. Fue expulsadoiel pafs
y
viajó a Ecuador y Guatemala. Más tarde regresó, invitado por Bolívar en Julio de
rg24, pem
luego de las grandes batallas murió asesinado en [a costa pemana en manos de
un negro li-
berto. Bte enigma fue resuelto literariamente más tarde poi el h-adicionalista peruano
Ricarcjo
hlma recogiendo la versión de que habfa sido J. F sánchez carrión el culpible de su muer-
te.

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que de inmediato Riva-Agtiero se embarque
en la fragata peruviana,se dirija al norte,
desembarque luego en Huanchaco, se instale en
Tru;illo er 26 de¡ur,¡o v tome el con-
hol, políüco y militar de este departame'to. La reacción
del congreso en Lima, el 19 de
junio, fue la designación de J. E sánchez carrión
y el poeta José Joaquín olmedo para
que viajen a Guayaquil a acelerar la venida de
Borívar al perú puru qu" tomase la
conducción de las campañas de la Independencia. con
este fin nr .ongr"ro destituyó a
Riva-Agüero y designó a José Bernardo de Tágle como presidente
cleia república (1g.
nov- 1823), poder que mantuvo r.¡nos meses hasta que el
Congreso concedió a Bolívar
poderes dictatoriales el L0 de febrero de 1g24.
La agitada evolución política peruana se puede resumir
de la siguiente manera: Ri_
va-Agüero deviene en un caudillo que trata de liberarse
det congr;so I pararelamente
aparece la figura de Tagle como representante del poder
legish[vo constitucional. Lo
que me parece interesante destacar la inevitable presencia de Bolívar en el pe-
rú- es la progresiva metamorfosis -antesufrida por estas clos personalidades: ambos
se
vuelven crfücos de los excesos republicanos, áelJacobinismo
liberal, de ra utopía social
defendida por Sánchez Carrión y se convierten en
moderados defensores de una han-
sición más ordenada, gradual, casi sanmartiniana, combinada
con un exhaño nacio_
nalismo y una rotunda oposición a Ia presencia de ejércitos jefes
y mililares exhanjeros.
De manera concreta; el nacionalismo de esros nobles
c¡iolros era para jusüficar la opo_
sición a Bolívar y para disimular un monarquismo que
pretnndía tuscár una salida in-
termedia que pusiera freno a lo que consideraban excesos
republicanos. La llegada de
Bolívar era necesaria e inminente.
2. SUCRE, JEFE DEL EJÉRCITO LINIDO LIBERTADOR
EN EL PERÚ
B bien sabido que Bolí'¡ar olleció ayuda milihr a san Martín en
-
Guayaquil realizada los días 26 y 27 de julio de rg2z. EI precedente
la misma enhevisúa de
inmediato es la lregada
a Lima de una diüsión colombiana, mmpuesta de
cuatro batanones y al mando de Juan
Paz del casüllo, este mismo mes . Más tardl, er
1g de mazo de 1g23, í" nr*i ur¡ convenio
sobre auxilios ---cnbe portocarrero y paz del casülle-
para que b"r"*üiu envíe 6000
hombres más y que el krú asuma los costos de ros
sueldos, veshrarios, equipo y ros gastos
de regreso de los colombianos. El recientemente ascendido
generar suon, *ql"rdo por Bo-
lítrar deja su puesto de inte¡d-enie de pichincha, para
embarcarse en Guayaquil rumbo al
Perú, el día 14 de abril de 1,g23,como agente ¿e
tlrv-ar ante el gobierno der perú y al man_
do de una división arxiliar colombiana.
La sifuación que enconhó Sucre en el perú parecía verdaderamenre
complicada.
En una carta del 15 de mayo de rg23 le dice a Bolívar: ,,EI
e¡ército no ,ene jefes: el
país está tan dividido en partidos como están
las hopas de los d¡ferentes Btados que
las forman; el congreso y el Ejecuüvo están discordes
y esto r.ro puede tener buen re_
sultado; no hay subsistencias para la hopa y las pocas
que se adquieren se invierten
mal... en fin, mil males asoman para presagiar que
todo se desbarata y en un desmo_
ronamiento la división de corombia será parte de
ras ruinas" (Basadre, ia., zs¡. La si_
fuación parece empeorar un mes después. fuí le comunica
Sucre a Bolívar en una
carta del 20 de junio: "Todos mandan en er callao,
ros víveres n..u*un y ,on cristribui_
dos por diferentes autoridades, siendo sólo suficientes para
cubrir las necesidades de
cincuenta días; las municiones y armamentos han
desaparecido sin que er jefe encar_
gado de custodiarlos sepa cuár es er destino que
se re ha dado,, (Basadre, id., p.25).

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Al día siguiente, el 2\ de junio, a pesar de sus negativas y las urgencias del mo-
mento, Sucre fue designado Jefe Supremo Militar y pronto inició sus desplazamientos
por la costa y hacia la sierra. Al conocer la deposición de Riva-Agüero "Sllcre declaró
que la división colombiana no enha¡ía en cuestiones pofticas internas, con lo que ható
de amenguar la acusación que alentaba las maniobras en conha del primer Presidente
peruano" (Basadre, id.,p. 26). Sucre, el 25 de junio, enüó una nota donde afirmaba
que "la conünuación de estas discusiones a presencia del Ejército y al frente de un
enemigo poderoso, es un mal del que el Sobe¡ano Congreso y el Ejecutivo serán res-
ponsables ante la Pahia" (Basadre, Id., p. 26lr. El "enemigo poderoso", el ejército espa-
ñol, había tomado Lima y permanecido en ella, actuando como en territorio enemigo,
enhe el 13 de junio y 16 dejulio. Las discrepancias enhe Riva-Agüero y el congteso se
habían incrementado: el 8 de agosto el segundo declaró al primero "reo de alta hai-
ción" y el16 de este mes designó a Tagle como Presidente del Perú. El pals aparecía,
paradójicamente, con dos presidentes y ambos dispr-restos a dar las rnás amplias facili-
dades a los colombianos e incluso dispuestos a iniciar negociaciones con el ¡nisrno
ejército realista. Bta situación puso a los peruanos frente a la rotunda disyuntiva: la
continuidad del régimen colonial, en su modalidad más reaccionaria, o la dictadura de
Bofvar, con la finalidad de unificar el poder, suprimir las disidencias enhe Riva-Agüero
y el Congreso, darle consistencia y asegurar el triunfo del Ejército Unido Libe¡tador.
Bolvar llegó al Callao el 1 de setiembre de L823 en el bergantín Chimborazo y fue
recibido con aclamaciones populares en este puerto: "Calles, plazas y casas fueron
adornadas. Tagle y sus minishos acudieron al Callao a caballo y sirüeron de escolta al
iltrste üajero. Ce¡ca de la portada formaron las tropas" (Basadre, id., p.31). La deci-
sión de Bolívar de enfrentar la realidad peruana, dada la situación política y militar de
entonces, se puede entender solamente denho de una estrategia global para asegurar
definitivamente la Independencia en América del Sur.
El Perú era, como lo hemos indicado, en estos años, un país difícil, casi sumido e¡
el caos y en la lucha de facciones: la disputa del poder pasó a un segundo plano la lu-
cha conha el español. Había que tener una enorme vocación por la victoria final para
venir a este infierno de disidencias y esto se puede ver en una ¡esolución emitida por
Bolívar en setiembre de 1824: "Los soldados libertadores que han venido desde la
Plata, el Maule o el Orinoco no volverán a su Patria sino cubiertos de laureles, llevando
por tofeos los pendones de Casiilla. Vencerán y dejarán libre al Perú o todos morirán,
Señor. Yo os lo prometo" (Basadre,id.,p.32).
En este segundo semeshe del año 1823 las actividades de Riva-Agüero en Trujillo,
Tagle en Lima y el Congreso se intensifican y se haban mutuamente, B por esto que
finaknente Riva-Agüero fue depuesto el 25 de noüembre, tomado prisionero por sus
mismos oficiales y conducido a Guayaquil. Terminaban así las actividades políticas y
militares de un caudillo que comenzó apoyando abiertamente la independencia, con la
pluma y con las armas, para luego desacuerdos con el congreso-- exhibir un
exbaño nacionalismo que lo acercó -por a Bpaña y lo opwo a la presencia del Ejército
Unido Libertador.
3. IAS BATALI.AS DECISTVAS; JUNftTI Y AYACUCHO
Las experiencias üvidas en los años t822 y 23 habían sido lógicamente necesa-
rias.El Congreso Constituyente,la Junta Gubernativa,y los dos presidentes, mosharo¡

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ya un adelanto de lo que sería la anarquía que vendría después de Bolívar.
ltro estos años, después de todo, nos dejó la primem constihrción republicana, las leyes
básicas pam la organización de [a nueva república, nos dejó una esp€mriza. [-a que parece
esfumarse cuando José Maía hndo, político y jurista de [a época, la enjuicia con evidente
pesimismo: "Bien pronto los poderes mal equilibmdos enkaron en una lucha funesta. I-os re-
sabios de la servidumbre en pugna con los sueños de una libertad desondenada produjeron
choques insensatos, aspimciones ambiciosas, criminales defecciones. I que s€ creye-
^s dases
ron malkatadas opusieron una fuer¿a de inercia, o bien maquinaciones encubiertas a la mar-
cha del nuevo régimen...(...) Y cuando estos honibles elementos acanearon, como era de es-
pemrse, la sedición y la alevosía, fue preciso que el mismo congreso constituyente, ya desdo-
mdo por las farciones, echase un velo sobre la imagen de la libertad profanada, destruyese la
obm de sus manc y crease el hemendo poder de la dictadum ante el cual las cosas y las per-
sonas enmudecieron" (Basadre, ld., p.M). Una suerte de pamdójico corolario de los sueños
libemles: la instalación de la Repúbtica, de un congreso constifuyente y de un presidente ele-
gido condujo la fuerza de las circunstancias- de regreso a un gobiemo fuerte, dictato-
rial, que hacía-por
lógicamente recondar al criticado absolutismo de los üneyes.
Luego de la salida de Riva-Agüero, Bolívar instaló momentáneamente su cuartel
general en htivilca y pidió a Tagle, como kesidente, iniciara negociaciones con el vi-
rrey La Serna para lograr un armisticio. Nombraron a José Félix de Berindoaga como
responsable de las negociaciones que muy pronto lo alejaron del conhol de Bolívar y
que finalmente [o ilevarán a morir fusilado. Lo que pretendía lógicamente era ganar
tiempo, diseñar un plan militar para las batallas andinas y coordinar minuciosamente
con Sucre. Durante el primer semestre de 1824 ocurrieron numerosos acontecimientos
importantes. Entre ellos podemos mencionar el motín de Moyano (5 de feb.), el aban-
dono de Lima a la soldadesca y a los rufianes (27 defeb.l, y la toma de los poderes
dictatoriales por Bolívar el 10 de febrero. De inmediato se inició la preparación de la
campaña definitiva y para esto fue necesario poner en marcha un reclutamiento masivo,
aplicar cupos impopulares, imponer a los reclutas fuertes entrenamientos militares y
promover la colecta casi obligatoria de fondos para solventar las actividades del Ejército
Unido. La situación parecía aún más complicada que antes y las palabras de desencan-
to de Tagle la expresan cabalmente: "For todas partes no se ven sino ruinas y miserias.
En e[ curso de la guerra, é Quiénes sino muchos de los llamados defensores de la patria
han acabado con nuestras fortunas, arrasado nuestros campos, relajado nuestras cos-
tumbrras, oprimido y vejado a los pueblos? ZY cuál ha sido el fruto de esta revoluclón?
iCuál el bien positivo que ha resultado al país? No contar con propiedad alguna ni te-
ner seguridad individual. Yo detesto un sistema que termina al bien general y que no
concilia los inlereses de todos los ciudadanos" (Basadre, ld., p.52). Riva-Agüero exilia-
do, Tagte escéptico del futuro de la República y Bolívar dictador parecen ser los hechos
más importantes en un país que se disponía a librar las batallas decisivas de la Inde-
pendencia.
La presencia de Bolívar, en estos años 1823 y 7824, un tanto que oculta el tras-
cendental papel jugado por Sucre en los campos de batálla. Sabemos muy bien que
provenía de la élite social de Cumaná en Venezuela y que había recibido una buena
educación en su niñez y parte de su juventud. Era, muy probablemente, por su educa-
ción y por el ambiente donde vivió un hombre con ideas ilustradas del siglo XVIII y con
una sensibilidad romántica del siglo XIX. Después de Riobamba (21 de abril 1821) y

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Pichincha (24 de Mayo 1822), Antonio José de sucre era el general venezolano más
joven, experimentado y exitoso de entonces. Llegó al perú con una enorme
experien-
cia y convencido de que en los Andes peruanos se tenían que librar las últimas batallas
de la Independencia.
Me interesa detenerme brevemente en estas dos batallas. Mienhas Bolír¡ar maniobraba
en h cosb, hansitaba por Cajamarca y Huaraz, Sucre se dedicaba a reconocer el
terreno en
h sierra central y con la ayuda de los montoneros le,¡anhr ros ooquis y planos que luego
fireron necesarios. También lnstaló una buena red de espionaJe y organizó Ll abastecimiento
para las campañas inmediatas. Por oto lado hay que indicar que el ejército
realish al man-
do del general José de canterac contaba, cuando inr¡adió hma el 1g de junio de 1g23,
con
75o0 hombres (5700 soldados, 100 hombres cle artillería y ún de cata[efa) y que con
ellos se reüró a la siena. Aunque debemos adverür que, de acuerdo a algqnos autores,
hs
fuezas realisbs llegaban a sunar 18,000 hombres, bien equipados y dirigidc por wra
ofi-
cialidad de primera dase. l-as fuezas pabiotas sumaban **.u-nntn 10,000 hombres.
un
factor que üno a equilibrar más o meno6 esla desigualdad fue la subler¡ación
del general
realista olañeta al mando de 4,00o hombres y la rrgencia de L-a serna de
enüar al general
Valdez a combaürlo. Bolír¡ar, al parecer, aprovechó este evento para iniciar Ia persecución
de
hs fuezas realisbs.
Así llegamos a agosto de 1824 y a los preparativos de la batalla de Junfn.
Enhe el
31 de julio y el 1ero. de agosto quedó concenhado el Ejército unldo en la reglón
de
Quillota, Rancas y sacramento. Me interesa solamente destacar algunos hechos que
me parecen muy reveladores: el ejército pahiota contaba entonces con g,0oo
hombres
organizados en hes diüsiones colombianas. La primera al mando del general Jacinto
Lara.- La segunda, del general José María córdova y la tercera, del gáneral José La
Mar. La caballería estaba al mando de Mariano Necochea y en reahdád Junfn
fue un
encuenko enhe caballerías: las 900 plazas de los pahiotas y las 1,300 de los realistas.
B necesario indicar que la participación de Bolívar en esta batalla fue directa y fue él
quien, a cuat¡o días de esta confrontación, erZ de agosto, arengó a las
fuopas en el lla-
no de Rancas, a pocas leguas de Pasco. La batalla se produjo el6 de agosto y fue
wra
lucha breve, de 45 minutos aproximadamente, iniciada a las 4 de la tarde, casi sin
dis-
paros y donde los adversarios se enfrentaron con sables y lanzas. El
bien equipado
ejército realista fue inobjetablemente derrotado y puesto en fuga: "...no se detuvo
sino
cuando hubo llegado al oho lado del Apurímac. La mitad de su caballería se pasó
a los
pahiotas, y cerca de hes mil hombres de su ejército en fuga, desertaron.
El desastre fue
total" (Carlos H. Larrazabal, Sucre, Bs. fu., 1950, p. 163).
Luego del trlunfo de Junfn, canterac ---enhe temores y confuslones- se retira
apresuradamente a cuzco, y Bolívar, luego de pasar el río pampas, establece su
cuartel
general en chalhuanca. De aquí Bolívar regresó a la costa, voMó a establecerse
en
Pativilca y enfuegó el mando general de las fuerzas pahiotas al general sucre. El vrrey
La serna, mienhas tanto, había concentrado unos 10,000 hombres en cruco y luegá
emprendió la marcha para dar el encuentro al eJército pahiota; qw6 el rfo pampaiy
llegó a Huamanga. Al parecer el hiunfo anterior no fue suficiente para equiparar las
fuerzas contendientes y el ejército realista pesar de todo- conünuaba con una
buena ventaja de hombres y de armas. fuí -a lo afirma, por estos días, el mismo Bolívar:
"Nuestro eiército era inferior en mitad al enemigo que poseía infinitas ventajas materia-
les sobre el nuesho" (Larrazabal, id., p. 173). Más hombres, mejores armas y
una ofi-

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cialidad profesional y experimentada eran los mejores títulos de los realistas.
No voy a describir los pormenores de la batalla de Ayacucho y me limitaré a lo que
me parece esencial. El Ejército Unido Libertador ocupaba la hmpa de la Quinua,
también llamada Ayacucho, a 12 kilómetros de la ciudad de Huamanga, y los realistas,
enfrente, las alturas del Condorcunca. Las fuer¿as realistas sumaban 9310 hombres y
los patriotas escasamente llegaban a 5780; la diferencia era bastante considerable. El
general Canterac, y el mismo virrey La Serna, dirigían las fuerzas del rey. Hay dos he-
chos que tendúa que destacar: Sucre fue quien eligió el terreno de lucha y también
quien inició la batalla. A las 10 de la mañana, del 9 de diciembre de 1824, comenzó
esta decisiva batalla. Momentos antes, en los preparativos, se habían vivido momentos
de pleno entusiasmo. Así lo afirma Sucre en la parte oficial: "Al reconocer los cuerpos,
recordando a cada uno sus triunfos, sus glorias, su honor y su patria, los vivas al Liber-
tador y a la República, resonaban por todas partes. Jamás el entusiasmo se mostró con
más orgullo en la frente de los guerreros" (l-arrazabal, id., p.183).
La batalla terminó a las 2 de la tarde y el saldo trágico de las bajas fue el siguiente:
en el campo realista 1800 muertos y 700 heridos contra 310 muertos y 609 heridos en-
tre los patriotas. kro las cifras más impresionantes vienen del recuento de prisioneros:
"Se hallan por consecuencia en este momento en poder del ejército Libertador los te-
nientes generales La Serna y Canterac; los mariscales Valdez, Canatalá, Monet y Villa-
lobos; generales de Brigada Bedoya, Ferraz, Camba, Somocurcio, Cacho, Atero, Lan-
dázuri, Mgil, Fardo y Tirr. Con los 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 4&l mayores y
oficiales, más de dos mil prisioneros de tropa, inmensa cantidad de fusiles, todas las
cajas de la guena, municiones y cuantos elementos poseían..." (Gaceta del Gobierno
del rú, Caracas, 1967, t. ll, p. 245, hrte Oficial de Guena). Bolívar recibió la carta
de Sucre et 21, de diciembre: "La emoción que produjo tan glorioso acontecimiento en
el espíritu de Bolívar fue inmensa; gritaba repitiendo sin cesar la palabra victoria, a la
vez que daba brincos como un enajenado, lo cual no es extraño, dada la importancia
del suceso, y sobre todo, el temperamento exquisitamente emotivo del Libertador"
(Lanazabal, id., p. 196).

4. SUCRE, UN SOLDADO DE SU TIEMPO. HONOR, GENEROSIDAD Y


clv¡sMo
Sucre, por la educación recibida en Cumaná y por su formación profesional adqui-
rida en los campos de batalla, era lógicamente un hombre con ideas y sensibilidades de
su tiempo. Un hombre de la época romántica y un general de las guerras napoleónicas,
típicas del siglo XIX, donde contaban las estrategias, las tácticas, las armas, el arrojo de
los hombres, la convicción de los soldados y sobre todo los proyectos políticos. Karl von
Clausewitz ha definido a la guerra de la siguiente manera: "Así vemos, pues, que [a gue-
¡ra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una
continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas con otros medios"
(De la Guerra (1823), Lima,7977, t.1, p. 51).
[a guerm como prolongación de la política es una de las normas respetadas por San
Martín, Bolívar y Sucre. La salida intempestiva de San Martín del krú cuando comprobó
que su propuesta no tenía futuro, ni sustento popular, ni aceptación en la opinión pública, es
una buena prueba de la natumleza de estos jefes militares del siglo XIX. L^as mismas actitudes
enconfuamos en Bolívar cuando enpresaba su respeto a las instifuciones políticas, a los c¡n-

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Jres6 elegidos y a la opinión pública: "El primer paso del libertador al pisar el suelo p€ruano
ttre afirmar su fe en la eficacia de las insütuciones. Cuando e[ congreso lo saluda manifestán-
que tenga a bien hacer por el
"ide que desea primordialmente oÍr cualesquiem observaciones
rnedio que estime conveniente, dada la alia confiarua depositada en él por el pueblo perua-
no, y que la Representación Nacional no aspim a oha cosa que a librar sus deliberaciones en
d brdzo fuerte del único hombre ca.pz de salvar el país, Bolívar responde que él no tiene otm
mira sino la destrucción de los enemigos y vuelve a ofrecer al Congreso su aciiva coopemciór-r
en h salrración de la Fahia, y que los escogidos del pueblo p€ruano pueden contar con toda
ia fuerza de las armas de Colombia pam delibemr con eniera libertad..." (Cristóbal L. Mendc>
:a, lnhodurción a la Gaceia del Gobiemo del furu, Camcas, 7967,t.l, p.L). B geneml Sucre
uulo ocpresiones similares a las de Bolívar : "Al saber la deposición de Riva-Agüero, Sucre
d€daró que la división colombiana no enbaía en cuestiones políiicas intemas, con lo qr.re
rató de amenguar la acusación de que alentaba las maniobras en contra del primer [lesidcn-
re peruano" (Basadre, ld., t. I, p. 26).
Btas actitudes de los jefes militares de las campañas de la lrrdependencia e¡r el Ft-
rú fueron muy importantes para explicar la victoria final. La revolución liberal republi-
cana se había iniciado en t776 con la proclamación de la independencia de los 13 es-
tados del lado atlántico en América del Norte, luego se produjo la Revolución Rancesa
de \789 y finalmente los ejércitos criollos enarbolaron estos principios aprovechando la
coyuntura creada por la invasión francesa a Bpaña. La historia universal parecía mar-
char en este sentido: todos buscaban reemplazar --+uando era posible- las vetustas
monarquías absolutas por nuevos sistemas democrático representativos expresados en
las modemas repúblicas liberales. Estas ideologías políticas se habían convertido en
sentido común y en mentalidades colectivas. No hay otra manera de explicar la decidi-
da convicción y el entusiasmo de los ejércitos patriotas. El 4 de diciembre de 1824,
cuando el ejército realista rehuye el enfrentamiento en la Pampa Cangallo, Sucre se
complace en afirmar: "... este sistema era el único que yo tenía, porque los españoles se
s€rviúan de el con ventaja, conocíendo que el valor de sus tropas estaba en los pies,
mientras el de las nueshas se hallaba en el corazón " (Gaceta del Gobiern o, 7967 , t.
ll, p. 2Ml. Esta medida del valor de sus tropas que se "hallaba en el corazón" también
se manifestaba como un gran entusiasmo antes del inicio de la batalla de Ayacucho.
Fara el mismo general Sucre es este "corazón" y el "entusiasmo" de sus tropas, por
encima de otras consideraciones, los que también explicaban la victória final: "Según
los estados tomados al enemigo, su fuer¿a disponible en esta jornada eran 9310 hom-
bres, mientras el ejército Libertador formaba 5780. Los españoles no han sabido que
admirar más, si la intrepidez de nuestras tropas en la batalla, o la sangre fría, la cons-
iancia, el orden y el entusiasmo en la retirada desde la inmediaciones del Cuzco hasta
Guamanga, al frente siempre del enemigo, corriendo una extensión de ochenta leguas,
y presentando frecuentes combates" (Gaceta del Gotrierno, id., 246).
Cinco meses de intensas campañas habían sido suficientes para terminar con el
antes poderoso ejército realista. Es impresionante, como antes ya lo indicamos, la can-
tidad y calidad de los prisioneros caídos en manos del ejércilo patriota. A las 2 de la
tarde José de Canterac, conduci¡lo por el general La Mar ante Sucre, se rinde y de in-
mediato se inicia la elaboración de una histórica capitulación. Bta se elabora y se fir-
ma, el mismo día 9, sobre el ya silenciado campo de batalla. Este tratado nos muestra
otras dimensiones de [a personalidad de Sucre y en particular su apego al honor y a la

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generosidad.
La Gaceta del Gobierno del Penú, en múltiples ocasiones, en los años 7823 y
1824, había destacado la crueldad, dureza y los excesos del ejército realista, en contra-
posición al comportamiento más equilibrado de las tropas del ejército patriota. ¿Es esto
crítica infundada, realidad o demagogia de la prensa patriota? iCómo acercarnos a la
verdad si cada bando presenta sus propias explicaciones? . Una buena evidencia de la
conducta patriota la podemos encontrar en el comportamiento de Sucre al firmar el
tratado con Canterac, va que aquí encontramos muy bien expuesta la diferencia entre
los que sentían tener legitimidad y legalidad y los que defendían causas perdidas- Sucre
se distinguió por respetar a los vencidos en Ayacucho: "Aunque la posición del enemigo
podía reducirlo a una entrega discrecional, creí digno de la generosidad americana con-
ceder algunos honores a los rendidos que vencieron catorce años en el Ferú, y la capitu-
lación fue ajustada sobre el campo de batalla..." (Gaceta del Gobierno, id., p. 245).
Esta generosidad del soldado del siglo XIX se expresó cabalmente en el tratado de
paz enlre Sucre y Canterac. Un acuerdo de dieciocho artículos donde se hacían, visto
desde la actualidad, numerosas concesiones al vencido. En el artículo segundo, por
ejemplo, se decía que 'Todo individuo del ejército español podrá libremente regresar a
su país, y será de cuenta del Estado del Ferú costearle e[ pasaje...".En el tercero se
admitía la posibilidad de que los realistas podrían pasarse al ejército patriota. En el
cuarto se decía que "Ninguna persona será incomodada por sus opiniones anteriores,
aún cuando haya hecho servicios señalados en favor del rey...". En el artículo 15 se de-
cía que 'Todo los jefes y oficiales prisioneros en [a batalla de este día, quedarán desde
luego en libertad, y lo mismo, los hechos en anteriores acciones por uno y otro ejército".
En el 16 se establecía que "Los generales, jefes y oficiales conservarán el uso de sus
uniformes y espadas; y podrán traer consigo a su servicio los asistentes..." (Gaceta del
Gobierno, t. II, pp. 24A-250).
hm concluir podría indicar que en Sucre, como en San Martín y Bolíva¡ los msgos fun-
damentales del soldado del siglo XX aparecen con toda nitidez. La generosidad mn el ven-
cido, el respeto al honor de los oficiales derrotados y un auténtico civismo expresado en el
respeto a las instituciones políücas y a la opinión pública son los rasgos principales de los
grandes jefes militares de las campañas de la Independencia en el rurú.

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