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La voz del Papa
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Por último, durante la celebración de los diversos momentos del bimilenario
paulino, se deberá cuidar con singular atención otro aspecto
particular: me refiero a la dimensión ecuménica. El Apóstol de los
gentiles, que se dedicó particularmente a llevar la buena nueva a todos los
pueblos, se comprometió con todas sus fuerzas por la unidad y la concordia
de todos los cristianos. Que él nos guíe y nos proteja en esta celebración
bimilenaria, ayudándonos a progresar en la búsqueda humilde y
sincera de la plena unidad de todos los miembros del Cuerpo místico
de Cristo. Amén.
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La palabra del Fundador
Nuestro Fundador presenta a san Pablo como modelo y forma: “San Pablo
es nuestro modelo y forma: “San Pablo es nuestro modelo. Él se propone
a sí mismo como ejemplo, pero no como ejemplo absoluto, sino en la
medida y en el modo como él imitaba a Jesucristo, que es
verdaderamente el modelo absoluto de toda perfección. Dic él: Me hice
forma para vosotros. ¿Qué significa forma?” Los paulinos y paulinas de
todos los tiempos deben ser un calco de san Pablo.
Cuando habla de la devoción a san Pablo, la entiende en el sentido
integral, en sintonía con el significado del término latino devovere: volcar
la existencia hacia una persona, hacia un fin, para crear un estilo de vida,
que para nosotros es el estilo de Cristo vivido por san Pablo en su
plenitud.
Cuando el P. Alberione - fascinado por Pablo y enamorado de él-, se refiere
a la experiencia vital del Apóstol: No soy yo quien vive, es Cristo quien
vive en mí…; para mí la vida es Cristo, nunca habla principalmente de
la importancia de conocer a san Pablo, sino que siempre presenta el triple
compromiso de cada paulino y paulina de “ser san Pablo vivo hoy”:
conocerlo para comprender cómo llegó a Cristo-verdad; imitarlo, para
seguir como él las huellas de Cristo-camino; invocarlo, para entrar como
él en Cristo-vida. He ahí el compromiso que nos hace posible amar a san
Pablo.
Santiago Alberione nos enseña cómo debemos considerar a san Pablo. Hay
que aprender tanto de su vida como de su enseñanza: “Hemos de
conocer mejor a san Pablo; se ha escrito mucho sobre su personalidad
humana y espiritual; pero todavía queda mucho por decir. “Conoce a tu
padre…”.
- Después de Cristo, Pablo es el maestro por excelencia, ya que, como
Cristo, “comenzó actuando y luego enseñando”. Con justicia se le
considera “maestro y doctor de todas las gentes”, ya que su apostolado de
extendió a todos los pueblos. La característica de su enseñanza es la
universalidad; es el dominador de la historia.
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- Es el apóstol: “Vio en Pablo al verdadero apóstol; por consiguiente,
todo apóstol y todo apostolado podían tomar de él”.
- Es el orante en comunión íntima con Cristo. Esta comunión permanente
con la fuente hizo posible que Pablo comprendiera a Cristo y sintiera como
urgencia personal su divina voluntad de salvación. Por eso, “él no le
reconoció al apostolado más eficacia que la de la oración”. En la
oración se ensimismaba de tal manera en Cristo, que se convirtió en el
“primer místico”, en el “doctor de la vida mística en Cristo”. “Todo el
secreto de la grandeza de Pablo reside en su vida interior. Se puede
decir que él ha vencido desde lo íntimo”. “He sido conquistado por Cristo
Jesús”.
- Es el intérprete de Cristo. Es la expresión corriente del P. Alberione
cuando quiere definir el valor apostólico de san Pablo. “Es el más
afortunado –el más grande-, el más completo intérprete e imitador de
Cristo”. En todo, “san Pablo pone siempre como centro el pensamiento de
Cristo”.
- Es el misionero. Para llevar a cabo el designio de Cristo, Pablo llega a ser
el misionero por antonomasia. (Hoy diríamos con Aparecida: el discípulo-
misionero). El P. Alberione queda fascinado por él. Y, pensando en los
medios modernos de difusión, que pueden llegar donde no llega el
sacerdote, repite con frecuencia: San Pablo es el gran “caminante” de
Cristo.
- Es arquitecto de la Iglesia. Tuvo una gran capacidad de organi-
zación. Lo define como “sabio arquitecto”. Fundó y organizó numerosas y
fervientes comunidades.
- Es, sobre todo, el hombre del equilibrio. El P. Alberione ve en san Pablo
la síntesis perfecta: la integración en admirable unidad de los elementos
aparentemente opuestos, que hacen del hombre un instrumento de Dios.
Subraya en san Pablo la completa fusión de las dos formas de vida
(contemplativa y activa), donde se fragua el auténtico apóstol.
De la obra CATEQUESIS PAULINA, págs. 148-179.
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El Superior general nos habla
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los misterios profundos de su doctrina, de su corazón, de su santidad, de su
humanidad y divinidad; lo ve como doctor, hostia, sacerdote. Nos
presenta al Cristo total, como él mismo se había definido: Camino,
Verdad y Vida” (AD 159).
El Evangelio interpretado y vivido a través de San Pablo hace posible
una experiencia del Cristo total, y “en esta visión se contiene la
religión, la moral y el culto; en esta visión está el Cristo total; con esta
devoción el hombre es tomado, conquistado por Jesucristo”.
Hoy la Iglesia, -más hoy que en tiempo de Alberione-, vive un momento de
abandono por parte de la mayoría de los bautizados. Su constatación sigue
válida para muchas iglesias parroquiales de hoy: “Las cuatro piadosas
mujeres que hacen la comunión diaria, los cuatro jóvenes que se reúnen
con el párroco…, no son todo el país, no son todo el pueblo: muchas
otras ovejas están fuera del redil, y no se acercan al Pastor porque no lo
conocen, porque tal vez lo rechazan, y lo rechazan porque no lo
conocen. Hay que salvar a todos; es necesario que el Pastor salga a
buscarlos; y hoy a los alejados se llega mediante la comunicación
social”.
“Sobre la grandiosa Carta a los Romanos debe modelarse toda la
predicación, la redacción y la difusión. ¿De qué manera? Ante todo
revistiéndonos de Jesucristo… Si queremos comunicar a los hombres la
gracia, la virtud, es necesario que las poseamos, porque nadie da lo que
no tiene. La actividad exterior, las buenas palabras, o lo que se toma de
otros, podrá ayudar de alguna manera, pero no es la sustancia…”.
“San Pablo es nuestro Padre: de él debemos tomar el espíritu, la
mentalidad, el amor a Jesucristo y el amor a los hombres. …Hay que
imitar a este nuestro Padre en su ardor apostólico. San Pablo llevaba en su
corazón a todos los pueblos”.
“La Familia Paulina se propone representar y vivir a San Pablo hoy:
pensando, evangelizando, orando y santificándose como lo haría
San Pablo si viviese hoy. Él vivió los dos mandamientos del amor a Dios y
al prójimo de una manera tan perfecta que mostró en su persona al
mismo Cristo: Cristo vive en mí”.
“Si San Pablo viviese hoy, continuaría ardiendo con la doble llama de
un mismo incendio: el amor a Dios y a su Cristo, y a todos los
hombres de todo país. Y para hacerse oír, subiría a los púlpitos más
elevados y multiplicaría su palabra con los medios del progreso:
prensa, cine, radio, televisión… La Familia Paulina, conformada por muchos
miembros, sea San Pablo viviente en un cuerpo social”.
Nuestro Fundador define a la Familia Paulina como la “parroquia paulina”,
y precisa: “¿Cómo están unidos los Institutos que la forman? 1- Por el
origen común; 2 - por el fin general; 3 - por el mismo espíritu
paulino, también en la diversidad de las obras; 4 - por la actividad
convergente, cooperante, dinámica, alimentada por una única linfa”.
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II. “Ser San Pablo vivo hoy”:
compromiso de la Familia Paulina
Es necesaria una fidelidad creativa por parte de toda la Familia Paulina
para “ser San Pablo vivo hoy”. El punto de partida es también para
nosotros la invitación de Cristo: “Vengan todos a mí”. De hecho, si como
personas y como Instituciones, no tenemos la sensibilidad pastoral que el
Bto. Alberione define como “el arte de dar Dios a los hombres y dar los
hombres a Dios en Cristo Jesús”, nuestra fe resulta solitaria. “Tómese
como lema: Yo-Dios-Personas-Pueblo”.
A partir del Vaticano II, la dimensión misionera de la fe ha sido
extendida de modo más explícito y articulado a todo bautizado y, por tanto,
para nosotros a todos los miembros de la Familia Paulina. Y el Documento
final de Aparecida se desarrolla a partir de la visión eclesiológica de
“discípulos-misioneros”.
La providencial oportunidad del Año Jubilar Paulino puede relanzar en
la Iglesia la dimensión “misionera” de la fe, pues sin esta característica
toda la vida y toda la enseñanza de San Pablo serían incomprensibles.
El P. Alberione no se queda indiferente ante la fuga de las
multitudes fuera de la Iglesia. La consciencia de estos fenómenos de masa
no lo lleva a consideraciones pesimistas sobre la condición negativa del
mundo, sino que se transforma en energía pastoral: “Nosotros tenemos
que conducir siempre a los hombres hacia el paraíso, pero no a los
que vivieron hace diez siglos, sino a los que viven hoy”.
El beato Alberione resume, con las palabras de un cardenal, las
convicciones pastorales que lo motivaron desde los inicios: “Será útil
considerar las palabras del Cardenal Elías Dalla Costa: O miramos con
coraje la realidad, más allá del reducido mundo que nos rodea, y
entonces veremos la urgente necesidad de una revolución radical de
mentalidad y de método; o bien, en el espacio de pocos años
habremos hecho el desierto al Maestro de la vida; y la vida,
justamente, no eliminará como sarmientos muertos, inútiles, que
sólo sirven de estorbo”.
Es una verdad a medias afirmar que el P. Alberione ha puesto al servicio del
Evangelio la prensa y los sucesivos medios de comunicación. Su verdadera
obra innovadora consiste en la elaboración de un Proyecto completo de
nueva evangelización: “El mundo tiene necesidad de una nueva,
amplia y profunda evangelización”.
Para ser “San Pablo vivo hoy”, todos los Institutos de la Familia
Paulina deben “pensar juntos” un Proyecto completo de nueva
evangelización. Es necesario, por tanto, unirse en el común espíritu paulino
para articular la “convergencia de los diversos apostolados” en una
sola fe misionera.
El espíritu paulino en el vivir y predicar a Cristo Maestro, Camino, Verdad y
Vida, no puede agotarse en la instrumentalidad de los apostolados
convergentes, sino que requiere, ante todo, una profundización y
asimilación de la experiencia de Cristo sobre el ejemplo de San
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Pablo que, al encontrarse con Cristo, revoluciona su comprensión de la fe y
de los destinatarios de la revelación de Dios.
El P. Alberione hizo suyo el dinamismo misionero de San Pablo en la
elaboración del carisma paulino: una renovada experiencia de fe vivida y
propuesta con una innovación apostólica, fundamentada en el
encuentro entre la totalidad de Cristo Maestro, Camino, Verdad y
Vida, con la integralidad de la persona (mente, voluntad y corazón);
encuentro realizado mediante la prensa y los sucesivos medios de
comunicación.
La comunicación es para toda la Iglesia, en particular para la Familia
Paulina, una invitación permanente a la conversión del modo cómo
vivimos y proponemos la persona de Cristo, de forma explícita o
“hablando cristianamente de todo”.
El papa Juan Pablo II invitaba a la Iglesia a una “revisión pastoral y
cultural”. Resultaría estéril pretender “ser San Pablo vivo hoy” por el
solo hecho de que en la evangelización se echa mano de la última
invención tecnológica.
Es necesario pedir a San Pablo la gracia de comprender que una “fe
misionera” requiere ante todo una seria reflexión sobre la
naturaleza y la calidad de la experiencia de fe que se quiere
testimoniar.
P. Silvio Sassi,
Superior general de la Sociedad de San Pablo
y de los Institutos paulinos de vida secular consagrada
DIOS PENSÓ…
Y NOS DIO…