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Junio 2008 – N° 20

Institutos Paulinos de Vida Secular Consagrada


San Gabriel Arcángel y Virgen de la Anunciación
ARGENTINA
Responsables: P. Jesús Álvarez, ssp, y Ana María de la Vega, isva
Mail: alberione33@arnet.com.ar – Telf. 03543-420 441.

El Año Paulino para la Familia Paulina, y para


cada paulino y paulina, es una invitación a crecer
en el compromiso de ser San Pablo vivo hoy,
como insistía el Beato Alberione (ver abajo págs. 4
y 5). Este eslogan “constituye el proyecto integral
del Fundador, dice el Superior general de la S. S.
P., Padre Silvio Sassi (págs. 6-9).
Para saber cómo ser san Pablo vivo hoy, es
necesario saber cómo fue san Pablo vivo en su
vida terrena concreta.
“Vivió y trabajó por Cristo; por él
sufrió y murió”, precisa el Papa en el
discurso de apertura del Año Paulino
(págs. 2 y 3).

Alberione nos indica cómo “ser san


Pablo vivo hoy”: Imitando a san
Pablo como él imitaba a Cristo, y
creando un estilo de vida que es el
estilo de Cristo vivido por san Pablo.
Pensando, evangelizando, orando y
santificándose como lo haría San
Pablo.
Y el estilo de vida en Cristo vivido
por san Pablo nos lo explicita el
mismo Apóstol de forma inconfun-
dible: Para mí la vida es Cristo. No
soy yo quien vive: es Cristo quien
vive en mí.
Cristo en persona viene cada día en
ayuda nuestra para hacer posible
hoy esa experiencia de san Pablo:
Quien me come, vivirá por mí. Quien
come mi carne y bebe mi sangre,
vive en mí y yo en él. Quien está unido a mí, produce mucho fruto.
Tal vez nos quedan aún muchos pasos para integrar, como Pablo, las
experiencias laborales de la misión en la experiencia integral de la vida en
Cristo, el único que puede da vida a las obras, y fuerza para realizarlas.

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La voz del Papa

Benedicto XVI anuncia el Año


Paulino, el cual se extiende e
junio del 2008 al 29 de junio del
2009

A continuación parte de la homilía referida al evento, pronunciada en la Basílica de


San Pablo extramuros, el 28 de junio del 2007.

Señores cardenales; venerados hermanos en el episcopado y en el


sacerdocio; queridos hermanos y hermanas:
En estas primeras Vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo
recordamos con gratitud a estos dos Apóstoles, cuya sangre, junto con la de
tantos otros testigos del Evangelio, ha fecundado la Iglesia de Roma.
Como en los inicios, también hoy Cristo necesita apóstoles dispuestos
a sacrificarse. Necesita testigos y mártires como san Pablo: un
tiempo perseguidor violento de los cristianos, cuando en el camino de
Damasco cayó en tierra, cegado por la luz divina, se pasó sin
vacilaciones al Crucificado y lo siguió sin volverse atrás. Vivió y trabajó
por Cristo; por él sufrió y murió. ¡Qué actual es su ejemplo!
Precisamente por eso, me alegra anunciar oficialmente que al apóstol
san Pablo dedicaremos un año jubilar especial, del 28 de junio de
2008 al 29 de junio de 2009, con ocasión del bimilenario de su
nacimiento, que los historiadores sitúan entre los años 7 y 10 d.C. Este
"Año paulino" podrá celebrarse de modo privilegiado en Roma, donde,
desde hace veinte siglos, se conserva bajo el altar papal de esta basílica el
sarcófago que, según el parecer concorde de los expertos y según una
incontrovertible tradición, conserva los restos del apóstol san Pablo.
Por consiguiente, en la basílica papal y en la homónima abadía benedictina
contigua podrán tener lugar una serie de acontecimientos litúrgicos,
culturales y ecuménicos, así como varias iniciativas pastorales y
sociales, todas inspiradas en la espiritualidad paulina. Además, se
podrá dedicar atención especial a las peregrinaciones que, desde varias
partes, quieran acudir de forma penitencial a la tumba del Apóstol para
encontrar beneficio espiritual.
Asimismo, se promoverán congresos de estudio y publicaciones
especiales sobre textos paulinos, para dar a conocer cada vez mejor la
inmensa riqueza de la enseñanza contenida en ellos, verdadero patrimonio
de la humanidad redimida por Cristo. Además, en todas las partes del
mundo se podrán realizar iniciativas análogas en las diócesis, en los
santuarios y en los lugares de culto, por obra de instituciones
religiosas, de estudio o de ayuda que llevan el nombre de san Pablo
o que se inspiran en su figura y en su enseñanza.

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Por último, durante la celebración de los diversos momentos del bimilenario
paulino, se deberá cuidar con singular atención otro aspecto
particular: me refiero a la dimensión ecuménica. El Apóstol de los
gentiles, que se dedicó particularmente a llevar la buena nueva a todos los
pueblos, se comprometió con todas sus fuerzas por la unidad y la concordia
de todos los cristianos. Que él nos guíe y nos proteja en esta celebración
bimilenaria, ayudándonos a progresar en la búsqueda humilde y
sincera de la plena unidad de todos los miembros del Cuerpo místico
de Cristo. Amén.

BASÍLICA SAN PABLO EXTRAMUROS


“En la basílica papal y en la homónima abadía benedictina contigua, podrán
tener lugar una serie de acontecimientos litúrgicos, culturales y ecumé-
nicos, así como varias iniciativas pastorales y sociales, todas inspiradas en
la espiritualidad paulina”, dijo el Papa en su homilía del 28 junio de 2008.

ORACIÓN A SAN PABLO POR LA NACIÓN


San Pablo, maestro de los gentiles, mira con simpa-
tía y amor a esta nación nuestra y a todos sus
habitantes.
Tu corazón se dilató para acoger y estrechar a todos
los pueblos en un abrazo de paz; que ahora,
desde el cielo, el amor de Cristo te impulse a
iluminar a todos los hombres con la luz del
evangelio y a implantar el reino del amor.
Suscita nuevas vocaciones; conforta a cuantos
trabajan por el evangelio, y haz que todos los
corazones sean
dóciles a Jesús Maestro.
Que nuestro pueblo descubra cada vez más a Cristo, camino, verdad y
vida; que brille ante el mundo con la luz de su fe y busque siempre
el reino de Dios y su justicia.
Apóstol santo, ilumínanos, fortalécenos y bendícenos. Amén.

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La palabra del Fundador

El beato Alberione ha sido un gran


adelantado en el estudio, conocimiento,
admiración, amor e imitación de san
Pablo. De ahí su gran competencia para
ayudarnos a conocerlo, amarlo, imitarlo
e invocarlo, y así lo enseñó él durante
toda su vida a la Familia Paulina, de la
cual dice que debe “ser san Pablo vivo
hoy”. Que este gran enamorado de san
Pablo sea nuestro guía y maestro
en el Año Paulino.

Nuestro Fundador presenta a san Pablo como modelo y forma: “San Pablo
es nuestro modelo y forma: “San Pablo es nuestro modelo. Él se propone
a sí mismo como ejemplo, pero no como ejemplo absoluto, sino en la
medida y en el modo como él imitaba a Jesucristo, que es
verdaderamente el modelo absoluto de toda perfección. Dic él: Me hice
forma para vosotros. ¿Qué significa forma?” Los paulinos y paulinas de
todos los tiempos deben ser un calco de san Pablo.
Cuando habla de la devoción a san Pablo, la entiende en el sentido
integral, en sintonía con el significado del término latino devovere: volcar
la existencia hacia una persona, hacia un fin, para crear un estilo de vida,
que para nosotros es el estilo de Cristo vivido por san Pablo en su
plenitud.
Cuando el P. Alberione - fascinado por Pablo y enamorado de él-, se refiere
a la experiencia vital del Apóstol: No soy yo quien vive, es Cristo quien
vive en mí…; para mí la vida es Cristo, nunca habla principalmente de
la importancia de conocer a san Pablo, sino que siempre presenta el triple
compromiso de cada paulino y paulina de “ser san Pablo vivo hoy”:
conocerlo para comprender cómo llegó a Cristo-verdad; imitarlo, para
seguir como él las huellas de Cristo-camino; invocarlo, para entrar como
él en Cristo-vida. He ahí el compromiso que nos hace posible amar a san
Pablo.
Santiago Alberione nos enseña cómo debemos considerar a san Pablo. Hay
que aprender tanto de su vida como de su enseñanza: “Hemos de
conocer mejor a san Pablo; se ha escrito mucho sobre su personalidad
humana y espiritual; pero todavía queda mucho por decir. “Conoce a tu
padre…”.
- Después de Cristo, Pablo es el maestro por excelencia, ya que, como
Cristo, “comenzó actuando y luego enseñando”. Con justicia se le
considera “maestro y doctor de todas las gentes”, ya que su apostolado de
extendió a todos los pueblos. La característica de su enseñanza es la
universalidad; es el dominador de la historia.

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- Es el apóstol: “Vio en Pablo al verdadero apóstol; por consiguiente,
todo apóstol y todo apostolado podían tomar de él”.
- Es el orante en comunión íntima con Cristo. Esta comunión permanente
con la fuente hizo posible que Pablo comprendiera a Cristo y sintiera como
urgencia personal su divina voluntad de salvación. Por eso, “él no le
reconoció al apostolado más eficacia que la de la oración”. En la
oración se ensimismaba de tal manera en Cristo, que se convirtió en el
“primer místico”, en el “doctor de la vida mística en Cristo”. “Todo el
secreto de la grandeza de Pablo reside en su vida interior. Se puede
decir que él ha vencido desde lo íntimo”. “He sido conquistado por Cristo
Jesús”.
- Es el intérprete de Cristo. Es la expresión corriente del P. Alberione
cuando quiere definir el valor apostólico de san Pablo. “Es el más
afortunado –el más grande-, el más completo intérprete e imitador de
Cristo”. En todo, “san Pablo pone siempre como centro el pensamiento de
Cristo”.
- Es el misionero. Para llevar a cabo el designio de Cristo, Pablo llega a ser
el misionero por antonomasia. (Hoy diríamos con Aparecida: el discípulo-
misionero). El P. Alberione queda fascinado por él. Y, pensando en los
medios modernos de difusión, que pueden llegar donde no llega el
sacerdote, repite con frecuencia: San Pablo es el gran “caminante” de
Cristo.
- Es arquitecto de la Iglesia. Tuvo una gran capacidad de organi-
zación. Lo define como “sabio arquitecto”. Fundó y organizó numerosas y
fervientes comunidades.
- Es, sobre todo, el hombre del equilibrio. El P. Alberione ve en san Pablo
la síntesis perfecta: la integración en admirable unidad de los elementos
aparentemente opuestos, que hacen del hombre un instrumento de Dios.
Subraya en san Pablo la completa fusión de las dos formas de vida
(contemplativa y activa), donde se fragua el auténtico apóstol.
De la obra CATEQUESIS PAULINA, págs. 148-179.

La completa fusión de la contemplación y la acción - que asegura


la eficacia salvífica en la vida y acción del apóstol -, el P.
Alberione quiere garantizarla proponiendo lo que él define “las
formas particulares de apostolado”:
- el apostolado de la vida interior;
- el apostolado de la oración;
- el apostolado del testimonio;
- el apostolado del sufrimiento;
- el apostolado de la palabra;
- el apostolado de la acción.
Una síntesis clarividente del ser “contemplativos en la acción y
activos en la contemplación”.

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El Superior general nos habla

AÑO JUBILAR PAULINO


En vista del Año Paulino, el Instituto Jesús Sacer-
dote organizó un seminario en Ariccia-Roma, del 2 al
4 de enero de este año, con la colaboración del
Instituto Santa Familia. El P. Silvio Sassi, Superior
general, pronunció un discurso a los participantes con clarividentes orientaciones
para realizar y vivir el Año Paulino. Con su permiso presunto, como siempre,
espigamos algunas de sus valiosas enseñanzas, apoyadas sobre todo en las del
Fundador.

El discurso lleva como título la consigna de nuestro Fundador Bto. Santiago


Alberione: “La familia paulina sea en todo tiempo San Pablo vivo
hoy”.

I - “Ser San Pablo vivo hoy”: proyecto integral


del beato Santiago Alberione.

El carisma de una Congregación religiosa es la indestructible unidad


entre el amor a Dios y el amor al prójimo, vivido con una espiritualidad
adaptada a un específico compromiso apostólico.
También el carisma suscitado por el Espíritu Santo mediante el beato
Santiago Alberione, ha sido planteado por el mismo Alberione sobre la
síntesis de una espiritualidad en función de un apostolado específico:
la evangelización con la buena prensa.
En el 40° aniversario de la fundación de la Sociedad de San Pablo, el P.
Alberione recordaba a todos los paulinos y paulinas: “La Familia Paulina
aspira a vivir integralmente el Evangelio de Jesucristo, camino,
verdad y vida, en el espíritu de San Pablo, bajo la mirada de la Reina
de los Apóstoles”. El espíritu paulino es el espíritu de San Pablo que se
puede aprender “de su vida, de sus cartas, de su apostolado”.
Conocemos la fascinación ejercida por San Pablo sobre el P. Santiago
Alberione por su propio testimonio: “San Pablo es el santo de la
universalidad. La admiración y la devoción comenzaron especialmente por
el estudio y la meditación de la Carta a los Romanos. Desde entonces su
personalidad (de San Pablo), su santidad, su corazón, su intimidad con
Jesús, su obra en el campo de la dogmática y de la moral, la huella dejada
en la organización de la Iglesia, su amor apostólico hacia todos los pueblos,
fueron tema de meditación. La pareció verdaderamente “el apóstol”, y por
tanto todo apóstol y todo apostolado podían tomar de él” (AD,64).
“Si se pasa al estudio sobre San Pablo, se descubre al Discípulo que
conoce al Maestro Divino en su plenitud; él lo vive totalmente; sondea

6
los misterios profundos de su doctrina, de su corazón, de su santidad, de su
humanidad y divinidad; lo ve como doctor, hostia, sacerdote. Nos
presenta al Cristo total, como él mismo se había definido: Camino,
Verdad y Vida” (AD 159).
El Evangelio interpretado y vivido a través de San Pablo hace posible
una experiencia del Cristo total, y “en esta visión se contiene la
religión, la moral y el culto; en esta visión está el Cristo total; con esta
devoción el hombre es tomado, conquistado por Jesucristo”.
Hoy la Iglesia, -más hoy que en tiempo de Alberione-, vive un momento de
abandono por parte de la mayoría de los bautizados. Su constatación sigue
válida para muchas iglesias parroquiales de hoy: “Las cuatro piadosas
mujeres que hacen la comunión diaria, los cuatro jóvenes que se reúnen
con el párroco…, no son todo el país, no son todo el pueblo: muchas
otras ovejas están fuera del redil, y no se acercan al Pastor porque no lo
conocen, porque tal vez lo rechazan, y lo rechazan porque no lo
conocen. Hay que salvar a todos; es necesario que el Pastor salga a
buscarlos; y hoy a los alejados se llega mediante la comunicación
social”.
“Sobre la grandiosa Carta a los Romanos debe modelarse toda la
predicación, la redacción y la difusión. ¿De qué manera? Ante todo
revistiéndonos de Jesucristo… Si queremos comunicar a los hombres la
gracia, la virtud, es necesario que las poseamos, porque nadie da lo que
no tiene. La actividad exterior, las buenas palabras, o lo que se toma de
otros, podrá ayudar de alguna manera, pero no es la sustancia…”.
“San Pablo es nuestro Padre: de él debemos tomar el espíritu, la
mentalidad, el amor a Jesucristo y el amor a los hombres. …Hay que
imitar a este nuestro Padre en su ardor apostólico. San Pablo llevaba en su
corazón a todos los pueblos”.
“La Familia Paulina se propone representar y vivir a San Pablo hoy:
pensando, evangelizando, orando y santificándose como lo haría
San Pablo si viviese hoy. Él vivió los dos mandamientos del amor a Dios y
al prójimo de una manera tan perfecta que mostró en su persona al
mismo Cristo: Cristo vive en mí”.
“Si San Pablo viviese hoy, continuaría ardiendo con la doble llama de
un mismo incendio: el amor a Dios y a su Cristo, y a todos los
hombres de todo país. Y para hacerse oír, subiría a los púlpitos más
elevados y multiplicaría su palabra con los medios del progreso:
prensa, cine, radio, televisión… La Familia Paulina, conformada por muchos
miembros, sea San Pablo viviente en un cuerpo social”.
Nuestro Fundador define a la Familia Paulina como la “parroquia paulina”,
y precisa: “¿Cómo están unidos los Institutos que la forman? 1- Por el
origen común; 2 - por el fin general; 3 - por el mismo espíritu
paulino, también en la diversidad de las obras; 4 - por la actividad
convergente, cooperante, dinámica, alimentada por una única linfa”.

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II. “Ser San Pablo vivo hoy”:
compromiso de la Familia Paulina
Es necesaria una fidelidad creativa por parte de toda la Familia Paulina
para “ser San Pablo vivo hoy”. El punto de partida es también para
nosotros la invitación de Cristo: “Vengan todos a mí”. De hecho, si como
personas y como Instituciones, no tenemos la sensibilidad pastoral que el
Bto. Alberione define como “el arte de dar Dios a los hombres y dar los
hombres a Dios en Cristo Jesús”, nuestra fe resulta solitaria. “Tómese
como lema: Yo-Dios-Personas-Pueblo”.
A partir del Vaticano II, la dimensión misionera de la fe ha sido
extendida de modo más explícito y articulado a todo bautizado y, por tanto,
para nosotros a todos los miembros de la Familia Paulina. Y el Documento
final de Aparecida se desarrolla a partir de la visión eclesiológica de
“discípulos-misioneros”.
La providencial oportunidad del Año Jubilar Paulino puede relanzar en
la Iglesia la dimensión “misionera” de la fe, pues sin esta característica
toda la vida y toda la enseñanza de San Pablo serían incomprensibles.
El P. Alberione no se queda indiferente ante la fuga de las
multitudes fuera de la Iglesia. La consciencia de estos fenómenos de masa
no lo lleva a consideraciones pesimistas sobre la condición negativa del
mundo, sino que se transforma en energía pastoral: “Nosotros tenemos
que conducir siempre a los hombres hacia el paraíso, pero no a los
que vivieron hace diez siglos, sino a los que viven hoy”.
El beato Alberione resume, con las palabras de un cardenal, las
convicciones pastorales que lo motivaron desde los inicios: “Será útil
considerar las palabras del Cardenal Elías Dalla Costa: O miramos con
coraje la realidad, más allá del reducido mundo que nos rodea, y
entonces veremos la urgente necesidad de una revolución radical de
mentalidad y de método; o bien, en el espacio de pocos años
habremos hecho el desierto al Maestro de la vida; y la vida,
justamente, no eliminará como sarmientos muertos, inútiles, que
sólo sirven de estorbo”.
Es una verdad a medias afirmar que el P. Alberione ha puesto al servicio del
Evangelio la prensa y los sucesivos medios de comunicación. Su verdadera
obra innovadora consiste en la elaboración de un Proyecto completo de
nueva evangelización: “El mundo tiene necesidad de una nueva,
amplia y profunda evangelización”.
Para ser “San Pablo vivo hoy”, todos los Institutos de la Familia
Paulina deben “pensar juntos” un Proyecto completo de nueva
evangelización. Es necesario, por tanto, unirse en el común espíritu paulino
para articular la “convergencia de los diversos apostolados” en una
sola fe misionera.
El espíritu paulino en el vivir y predicar a Cristo Maestro, Camino, Verdad y
Vida, no puede agotarse en la instrumentalidad de los apostolados
convergentes, sino que requiere, ante todo, una profundización y
asimilación de la experiencia de Cristo sobre el ejemplo de San

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Pablo que, al encontrarse con Cristo, revoluciona su comprensión de la fe y
de los destinatarios de la revelación de Dios.
El P. Alberione hizo suyo el dinamismo misionero de San Pablo en la
elaboración del carisma paulino: una renovada experiencia de fe vivida y
propuesta con una innovación apostólica, fundamentada en el
encuentro entre la totalidad de Cristo Maestro, Camino, Verdad y
Vida, con la integralidad de la persona (mente, voluntad y corazón);
encuentro realizado mediante la prensa y los sucesivos medios de
comunicación.
La comunicación es para toda la Iglesia, en particular para la Familia
Paulina, una invitación permanente a la conversión del modo cómo
vivimos y proponemos la persona de Cristo, de forma explícita o
“hablando cristianamente de todo”.
El papa Juan Pablo II invitaba a la Iglesia a una “revisión pastoral y
cultural”. Resultaría estéril pretender “ser San Pablo vivo hoy” por el
solo hecho de que en la evangelización se echa mano de la última
invención tecnológica.
Es necesario pedir a San Pablo la gracia de comprender que una “fe
misionera” requiere ante todo una seria reflexión sobre la
naturaleza y la calidad de la experiencia de fe que se quiere
testimoniar.

P. Silvio Sassi,
Superior general de la Sociedad de San Pablo
y de los Institutos paulinos de vida secular consagrada

DIOS PENSÓ…
Y NOS DIO…

Dios pensó en la paz… y nos dio el perdón.


Imaginó la armonía… y nos dio la ternura.
Soñó el reposo… y nos dio la amistad.
Deseó el orden… y nos dio el respeto.
Anheló la libertad… y nos dio la verdad.
Nos llamó a la felicidad… y nos dio la fidelidad.
Quiso la unidad… y nos dio la paciencia.
Pensó en corazones llenos de alegría…
y nos hizo servidores.

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